domingo, 27 de diciembre de 2020

La batalla que ganó el Balneario

                                         La batalla que ganó el Balneario

 

Paseo requerido por los azuleños durante todo el año, pero en particular durante el verano, el Balneario Municipal cuenta con una intrincada historia de numerosos antecesores y un conflicto inesperado con la Iglesia.

  

Por Eduardo Agüero Mielhuerry

 

La Piedra Fundamental del Seminario Diocesano debería haber sido colocada en la chacra “Santa Elena”, ubicada en la margen izquierda del Arroyo a pocos metros de cruzar el puente San Benito. Sin embargo, como los días previos a la ceremonia habían sido de mal clima y con importantes precipitaciones, la prolongación de la calle Colón –actual avenida Carlos Pellegrini- era verdaderamente intransitable. Ante este inconveniente y para evitar cualquier disgusto frente a los ilustres visitantes –entre ellos el Vicepresidente de la Nación-, el padre César Antonio Cáneva decidió realizar el acto de Bendición de la Piedra, el 12 de octubre de 1939, en el atrio de la Iglesia Catedral Nuestra Señora del Rosario, mismo día en que se concretó la inauguración formal de la Plaza San Martín remodelada de la mano de Francisco Salamone.

            La celebración fue magnífica. Sin embargo, aquello fue la prueba cabal de que la batalla estaba perdida antes de comenzar. Prácticamente al mismo tiempo, desde diversos sectores de la comunidad y con el apoyo de la propia municipalidad, surgió la idea de crear en el Paraje San Benito un balneario

            Cuando el año estaba a punto de culminar, los trabajos que comenzaron a ejecutarse en la costa oriental del Arroyo, a pocos metros del puente San Benito, demostraron el vehemente interés de los vecinos por concretar un espacio recreativo para poder pasar el caluroso verano.

            Hasta entonces, Azul supo de numerosos intentos previos, en distintos puntos del recorrido del Arroyo al atravesar el casco urbano. Sin embargo, este nuevo proyecto estaba destinado a ser el último y definitivo.

            Indudablemente, monseñor Cáneva fue plenamente consciente de los contratiempos que implicaban para su obra la iniciativa impulsada por el intendente Luis Hugo Mauri y numerosos vecinos. En consecuencia, y buscando terminar de antemano con los posibles conflictos, Cáneva decidió buscar otro lugar como alternativa para su magnánimo proyecto…

 

 

La ironía como arma de doble filo

 

 

Formalmente el Balneario fue inaugurado el “Día de Reyes” de 1940. Sin embargo, desde tiempo antes ya se usaban sus instalaciones a medida que los vecinos iban acrecentándolas con numerosas donaciones.

Con su particular ironía, el periódico El Ciudadano”, en su edición del 4 de enero de 1940, comentaba en un diálogo ficticio lo que se vivía en el Palacio Municipal (al que llama “Palacio Beige”, no tan lejos del blanco que hoy ostenta), menciona la efusividad de los funcionarios municipales (hace alusión a Alfredo Requena que era Inspector General de la Municipalidad), nos compara –como siempre nos gusta autoflagelarnos- con los vecinos de Olavarría y Tapalqué, y finalmente deja entreabierta la puerta del conflicto a saldarse frente a la construcción del Seminario. Con sarcasmo, “El Ciudadano” sentenciaba lo indiscutible: 

“San Serapio ya es una ciudad balnearia

- Ya tenemos balneario Perico de los Palotes y de ahora en adelante dejará de ser San Serapio la ciudad de la larga siesta pampeana, para transformarse en una ciudad veraniega de alto vuelo.

- Veintidós años han tardado los municipales para dar ese gustazo a los azuleños.

- Decías veintidós años…

- Más o menos, desde que se inauguró el Parque y surgió la primera iniciativa de hacer algo en tal sentido…

- Tardidos pero seguros, los muchachos de la intendencia, que han cumplido aquel viejo refrán que dice “Nunca es tarde cuando la dicha es buena”.

- Siempre que sea porque este balneario que EL CIUDADANO ya bautizó con el nombre de “Napoleón”, ha provocado tales manifestaciones de entusiasmo entre la gente allegada al “Palacio Beige”… que da miedo… Pareciera ser esta la única buena obra realizada por la comuna en los últimos lustros.

- Allí no se oye hablar de otra cosa que del balneario, por arriba y por abajo. ¿Han visto el balneario? ¿Les gusta el balneario? ¿Se han tirado a las aguas del balneario? Se preguntan unos y otros y atropellan con el gastado sonsonete a cuanta persona cae por esos lares.

- El mismo caso del nene, a quien le han regalado un juguetito de cero diez centavos: Lo mira por arriba, por abajo y luego lo exhibe en todo el barrio.

- No veo la comparación, por qué eso de regalado…

- Esa es la cuestión. El dichoso balneario ha sido construido a fuerza de donaciones. Unos regalaban ladrillos, otros cemento portland; aquellos diez casillas de material para refugio de los bañistas y ya han sido vistos varios vecino para que donen otras nuevas.

- Entonces, quiere decir que el balneario “Napoleón” pudo hacerse mediante el aporte del vecindario?

- Ni más ni menos. Aunque no podemos olvidar que la obra fue dirigida por técnicos municipales y la superintendencia de Von Alfredo, que líricamente se jugó entero en la partida, haciendo como que trabajaba de sol a sol.

- “Como aramos” dijo el mosquito.

- El asunto es que ya tenemos un bañadero y podemos aguantar sin sonrojos a cualquier olavarriense o tapalquenero que se nos venga con el balneario de su pueblo. Lo que sí estoy  viendo subir nubes en el horizonte. Me palpito que dentro de algunos veranos, vamos a tener que pelear fiero por el balneario “Napoleón”. Por sus alrededores se va a establecer una fábrica, cuyos productos deberán ser puros y cristalinos como límpida agua de oculta fuente virgen. A lo mejor el balneario puede turbar la serena tranquilidad de las almas impolutas y ¡zás! Vendrán las quejas, los lamentos y si los oídos no son sordos, puede llegarle al balneario “Napoleón” su Waterloo.

- Cosas tuyas Cristóforo amigo. Olvidas aquel precepto: “Mens sana in corpore sano”? A que tanto lío? Después de todo no olvides que en la actualidad los edificios se construyen a pruebas de ruidos y con vidrios opacos.

- Puedes tener razón; pero la sed es algo terrible en el desierto… peor aún cuando se ve el agua desde lejos, en un brillante espejismo…. ¡Ah! San Antonio…El hecho cierto es que tenemos balneario y allí pueden ir a zambullirse todo el que tenga un trajecito de baño, sea niña, joven o vieja, varón de 8 a 80 años… y mientras duren las playas que llevan el nombre del Gran Corso, hay que aprovecharlas y los que vengan atrás que arren.”

 

La prensa como voz del pueblo

 

            Al iniciarse el año 1940, ya era un secreto a voces que monseñor Cáneva no estaba dispuesto a dilapidar los escasos recursos con los que contaba para la construcción de su anhelado “Semillero” en erigirlo en un sitio que tarde o temprano le acarrearía sucesivos conflictos con la comunidad. Nada estaba más lejos de sus objetivos que enfrentar dos proyectos titánicos y tan disímiles con la sola existencia del Arroyo Azul como sutil división.

            El 3 de febrero de 1940, respondiendo a una de las tantas notas irónicas –y no tanto- que publicaba su colega “El Ciudadano”, el “Diario del Pueblo” se explayaba:

 

            La creación del Balneario es un acierto. No son las torpes críticas las que pueden desviar una cuestión ya definitivamente resuelta.- Vemos por segunda vez que el Balneario San Benito está siendo víctima de las iras e infundios de un colega de la tarde que no sabemos cómo se ha desviado tan torpemente para decir una serie de sandeces fuera de toda realidad y toda lógica. El balneario no es una obra que pueda ser atacada bajo ningún concepto. Ni bajo el concepto legal –porque entonces no creeríamos que tienen en la casa un ‘abogado’- ni bajo el aspecto moral porque entonces creeríamos que se trata de un cronista beato que se ruboriza ante la presencia de unas piernas más o menos contorneadas o que un modernísimo ‘short’ lo saca de quicio, o sencillamente se trata de un desorientado a quien las cosas de hoy le causan el reparo de ayer…

            El Balneario es todo un acierto municipal que no puede ser discutido bajo aspecto alguno como lo prueba la circunstancia de que toda la población de Azul se ha volcado en el mismo cuando el tiempo se prestaba para ello y debemos dejar constancia que en ningún momento se produjo nota alguna de inmoralidad como lo supone el torpe cronista, y porque un balneario nunca ha sido nada inmoral como lo justifica Mar del Plata donde existe un balneario y donde infinidad de seglares se bañan en las playas respectivas sin más reparo que el que impone al decencia y los buenos hábitos, y la buena educación que parece que aquí no se estila según el cegatón cronista. Nuestro balneario es tan bueno en todo sentido como el mejor y su ubicación no puede ser movida por las razones que se exponen porque entonces creeremos que no hay fe en los hombres, porque entre las tentaciones están los santos y los hombres probos y no en los claustros ni en los aislamientos más profundos porque allí ‘cualquiera’ es santo.

            Para atacar ésta obra que según el pueblo es la mejor obra de la municipalidad se ha dicho una serie de sandeces ridículas impropias de hombres que están frente de un diario, porque los diarios, que son los orientadores y los trasuntadores de todo lo que es aspiración pública, deben estar siempre con el pueblo y no contra éste y atacar en las actuales circunstancias al Balneario es atacar al mismo pueblo ya  que no hay azuleño que no mire con simpatía su balneario y no crea que se trata de una de las conquistas más simpáticas de los últimos años. Y para atacar la obra que debe ser inconmovible, se apela a recursos rastreros como los de afirmar que las autoridades tienen alguna connivencia con la empresa de ómnibus y que el balneario ha sido establecido para favorecer esos intereses, y otras cosas por el estilo impropias de un vocero que se dice defensor valiente de los intereses vecinales.

El señor Mauri, como creador indiscutido del balneario, con la colaboración de capacitados y prestigiosos vecinos, está en la obligación de mantener el balneario popular en el lugar en que ha sido instalado, ya que procediendo de otra manera afrentaría al pueblo en lo que tiene de culto y de sano y hasta de respetuoso por ideas y sentimientos.

Las autoridades han tenido todo un acierto en la creación del balneario y en el arroyo no había otro lugar más aparente que ese pues en el resto del arroyo su lecho es completamente barroso o cree el señor cronista que se puede cambiar éste aspecto a voluntad sin gastar más de lo invertido? Que coincide con la próxima ubicación del Seminario! Bueno, disponer las cosas de manera que uno nada tenga que decir del otro ‘para que el mundanal ruido no distraiga a los seminaristas con sus tentaciones y distraimientos’. Pero si la moral del cronista o convicciones lo hacen hablar de esa manera, agresiva y torpe, igual derecho tendría el pueblo de Azul, y óigase bien que decimos el pueblo, de solicitar que el Seminario fuera construido en otro lugar para evitar entredichos y situaciones de incomodidad.

No hay incompatibilidad entre una cosa y la otra porque los seminaristas no van a estar mirando a las bañistas y nuestras bañistas no saltarán la tapia del seminario, y el mundanal ruido no será tan fuerte que les impida estudiar a los futuros sacerdotes ya que la temporada de baños coincide con las vacaciones, cuando el seminario está poco menos que abandonado porque cada estudiante habrá ido a visitar a sus padres.

Se trata de una cuestión torpemente tratada y desviada de la realidad y si alguien, por razones de comodidad y conveniencia tiene derecho a protestar, no podemos admitir que se altere la verdad y que se diga que un balneario es una inmoralidad porque entonces creeríamos que tratamos con locos o con personas de un evidente desequilibrio mental, con verdaderos paramnésicos que sería mejor transportarlos a Melchor Romero, y que deben ser algo así ya que para  hablar mal del balneario ha sido necesario, para el cegatón del cronista, demostrar que sus estudios de derecho no le han acortado las orejas…”.



(Hemeroteca Oyhanarte)

lunes, 21 de diciembre de 2020

Los balnearios de Azul

Los balnearios de Azul


 

Constituido en sus 80 años de existencia en uno de los paseos predilectos de los azuleños y de muchos vecinos de la región, el Balneario Municipal “Almirante Guillermo Brown” es uno de los espacios más convocantes de Azul, contando además con una rica historia de antecesores…


Por Eduardo Agüero Mielhuerry

 

El Arroyo Azul desde la fundación misma del Fuerte San Serapio Mártir hoy devenido en ciudad, fue un elemento esencial del desarrollo comercial e industrial y, con el tiempo, de muchas actividades sociales.

En agosto de 1858, desde la Corporación Municipal  se autorizó a los señores Marcelino Rivière y Blas Dhers a construir sendos molinos harineros hidráulicos a la vera del arroyo. A tales molinos se los conocería como: el Molino Mecánico “Estrella del Norte” (Costanera Cacique Catriel y Santa Fe –actual Amado Diab-) y el “Estrella del Sud” (también llamado “Molino Azul”, Costanera Cacique Catriel y Guaminí). De esta manera se comenzaba a desarrollar un nuevo perfil económico para Azul y la región.

           

El primigenio…

           

            Muchos puntos del largo recorrido del Arroyo fueron desde siempre utilizados para la recreación, esencialmente en verano. Pero por diversas razones esto provocaba protestas o preocupación en los vecinos. Algunos se molestaban por los bañeros nudistas (o tal vez con demasiada poca ropa), que atentaban contra la moral y las buenas costumbres. Y otros pensaban en la seguridad de los niños y jóvenes que se refrescaban en las aguas del no siempre manso arroyo azuleño.

En 1886 se inauguró el primer balneario que tuvo Azul. Funcionaba en la margen izquierda del arroyo, en el embalse formado por el tajamar del Molino Harinero La Estrella del Norte” (actual ex Papelera) de Marcelino Rivière. Se trataba de un emprendimiento privado realizado por Floriano Marcelino Rivière, hijo de dueño, quien promocionaba su creación en los medios locales. El miércoles 13 de enero de 1886, el periódico La Enseña Liberalinformaba:

            “Baños de natación. Recreo de estación. El domingo 31 del corriente, si el tiempo lo permite, tendrá lugar la inauguración de los Baños de natación, recién establecidos al lado del Molino Rivière, en la margen izquierda del arroyo.

            La empresa tiene carruajes especiales para los bañistas, que saldrán de la plaza principal cada media hora y tendrán derecho a atravesar el puente del molino. Habrá carpa de refrescos y candiales, tiendas para vestirse, música, etc. El precio de ida y vuelta en carruaje, solo costará 20 centavos moneda nacional por persona; la entrada al Establecimiento es gratis.”

 

Sin embargo, las retenciones de aguas realizadas por los molinos, desde siempre provocaron problemas con las crecidas del Arroyo, provocando la inundación o anegamiento de las calles aledañas al cauce y hasta llegando el agua a ingresar a hogares precarios.

Para cuando comenzó el siglo XX ya no funcionaba el primer balneario de Azul. Y peor aún, el Ejecutivo municipal encabezado por el doctor Ángel Pintos, emitió un severo decreto que el 4 de febrero de 1902, el periódico “El Imparcial” publicó:

“Considerando que es imposible consentir que se utilice el arroyo Azul como bañadero público, especialmente en lugares transitados, porque ello importaría tolerar abusos contra las buenas costumbres y la moralidad pública, el intendente municipal DECRETA:

Art. 1º Desde la fecha, queda vedado bañarse en el arroyo Azul, en el espacio comprendido entre el puente de “San Benito” y el molino “Estrella del Norte”.

Art. 2º Solo se permitirá bañarse fuera del radio indicado, y aún en este caso se exigirá el uso de ropas de baño.

Art. 3º Los infractores a esta disposición incurrirán en la multa de diez pesos m/n cada vez. (…)”.

 

Proyectos y demoras…

 

El 7 de abril de 1924, Pedro Guiraut asumió como intendente interino, reemplazando al destacado médico, Ángel Pintos, quien en las elecciones del 23 de marzo de ese mismo año había resultado electo Diputado por la Provincia de Buenos Aires por un período de cuatro años. Por entonces, envió un proyecto de Ordenanza al Concejo para dotar a la ciudad de un balneario y procurar el embellecimiento y las defensas del Arroyo Azul. Pero la obra ni siquiera sería analizada seriamente…

            Casi una década después, el periódico “El Ciudadano”, en 1932, publicó un minucioso estudio referido a las posibles ubicaciones de un futuro balneario que la comunidad reclamaba como necesario. Se barajaron varias opciones: instalarlo a la misma altura del ya viejo Molino Harinero, algunos lo planteaban en el Parque Municipal, mientras otros miraban con insistencia hacia la zona del paraje San Benito. Sin embargo, la iniciativa una vez más se vería demorada…

 

En “San Benito”

 

En noviembre de 1939, el intendente municipal interino, Luis Hugo Mauri, dispuso la construcción de un balneario provisorio en la zona que los vecinos ya utilizaban en el verano como sector recreativo. A unos cien metros del Puente “San Benito” se iniciaron las obras. No sin esfuerzo se limpió el cauce del arroyo hasta el lecho rocoso. Luego se construyó un paredón y una compuerta para contener y elevar el hilo de agua. Se construyó una escalinata, se colocaron plantas, sillas y casillas para bañistas.

            El proyecto fue realizado por el Jefe de la Oficina de Obras Públicas de la Municipalidad, arquitecto Ricardo O. Marré. Trabajaron empleados municipales y los vecinos donaron los materiales.

            Al mismo tiempo, el 12 de octubre de 1939, el obispo monseñor César A. Cáneva había bendecido (aunque en el atrio de la Iglesia Catedral), la piedra fundamental de lo que sería el futuro Seminario Diocesano de Azul, el cual sería construido en la fracción de campo conocida como “Santa Elena” en la margen Oeste del Arroyo Azul. Sin embargo, ante el avance de la Municipalidad y de los propios vecinos en la concreción del anhelado Balneario Municipal, el Obispo decidió la reubicación de la que a la postre sería su mayor obra material.

            El Balneario Municipal se inauguró oficialmente el 6 de enero de 1940. El incipiente espacio, para tomar dimensiones, no abarcaba mucho más de lo que hoy conocemos como “Playa Chica” en la vera oriental del Arroyo, aunque el entusiasmo de los vecinos lo llevaría a crecer y consolidarse como espacio público en muy poco tiempo.

           

Primeros grandes trabajos…

 

Alfredo Pascual Ferro ejerció como Comisionado Municipal en dos oportunidades, la primera desde el 15 de julio de 1940 hasta el 18 de octubre de 1941 y la segunda desde el 7 de febrero de 1945 hasta el 12 de junio del mismo año. Su secretario fue el Dr. Marcelo Baudron.

El 22 de julio de  1940 el Comisionado decretó la construcción del balneario municipal. Designó una “Comisión Pro-Balneario”, que estaba integrada por: Francisco Toscano (presidente), Alfredo Begbeder (secretario), Juan Carboni (tesorero), y Eduardo Rodríguez Bozo, Alberto Cordeu, Luis Hugo Mauri, Trinitario González, Domingo Mujica y César Leo como vocales.

            Las obras de ampliación del primitivo balneario, también fueron proyectadas por el arquitecto Ricardo O. Marré, y la maqueta realizada fue expuesta al público en la “Sastrería Toscano” (Yrigoyen 527). Se realizaron diversas obras, movimientos de tierra, construcción de pircas, vestuarios, kioscos y hasta se trajeron en tren 80 toneladas de arena desde Mar del Plata.

            La Usina Eléctrica colaboró con la energía e iluminación de la por entonces calle Colón (actual Av. Pellegrini), hasta el sector del Puente San Benito y aledaños.

Buena parte de las obras fueron realizadas por los empleados municipales, sin embargo, más de un centenar de empleados de la firma “Toscano, Lattanzi y Barbetti”, donaron medio día de trabajo para imprimirle buen ritmo a la labor.

            El 16 de diciembre de 1940, el comisionado Ferro inauguró oficialmente la temporada en el Balneario. Hicieron uso de la palabra el propio Dr. Ferro y el presidente de la comisión pro balneario señor Francisco Toscano.

 

Duplicando el espacio…

 

            El 21 de mayo de 1942 asumió el intendente José María Peluffo quien inmediatamente se propuso la ampliación sustancial del flamante paseo azuleño.

            Gracias a la intervención del arquitecto Blas J. Dhers, que junto a Ángel Sala trabajaba en la concreción del Patio Andaluz en el Parque Municipal, se trazó la mayor ampliación que sufriera el balneario y que lo llevaría a alcanzar prácticamente sus dimensiones y aspecto general actual. En consecuencia, se compró un amplio terreno en la margen izquierda del Arroyo, lo cual posibilitó duplicar radicalmente la capacidad del Balneario.

            Las obras estuvieron a cargo de empleados municipales y de la empresa “Toscano, Lattanzi y Barbetti”. Los trabajos se inauguraron el 28 de noviembre de 1942.

            El mismo año, los carpinteros Pagano y Santillán construyeron un puente que unía “Playa Grande” y “Playa Chica”, lo que permitía, con el puente de las compuertas, dar la vuelta caminando al paseo, circulando por sus playas…

El 19 de noviembre de 1943, el comisionado municipal teniente coronel Saúl S. Pardo autorizó una línea de colectivos entre la Plaza San Martín y el Balneario, sin resentirse el resto del servicio que prestaba la línea “Ciudad de Azul”.

 

 

Más naturaleza

 

 

El 12 de enero de 1946, el comisionado municipal Silverio Carbone, en conferencia de prensa presenta el proyecto de ensanche de la calle Colón desde la portada del Parque hasta el Balneario (actual Avenida Pellegrini).

El 29 de enero, el comisionado municipal Silverio Carbone anuncia la construcción de una plazoleta frente al balneario municipal, en calles Colón (actual Avenida Pellegrini) y Avenida Intendente Urioste, existiendo la posibilidad de que la citada esquina sea adquirida por el señor Héctor Urioste con el fin de donarla en memoria de su padre a la comuna. Al día siguiente, se iniciaron los trabajos de ensanche de la calle Colón, de acuerdo al proyecto presentado. La tarea comienza en la portada del Parque Municipal, para extenderse hasta el Balneario Municipal.

En 1947 se ampliaron las playas de la margen izquierda, extendiéndose pircas y veredas.

Para finales de la década del ’40, entre las sucesivas obras realizadas en el paseo, se reubicaron los juegos infantiles y se plantaron 250 eucaliptos, obra que en el futuro obligaría a las autoridades a remover muchos árboles ya sea por estar muertos o gravemente enfermos o por la peligrosidad de sus grandes ramas quebradizas, absolutamente inapropiadas para un paseo semejante.

En 1949, el intendente Ernesto María Malére recibió la donación para el municipio de un amplio terreno de 14.710 m2 por parte de Samuel Peregrino Fernández y la adquisición de otro terreno casi tan amplio como el donado. Asimismo se forestaron diversos sectores siguiendo los trazados del paisajista francés Luis Rais.

 

Cuestión de nombres…

 

A través de la Ordenanza N° 20, promulgada el 11 de julio de 1953, se le impuso el nombre de Eva Perón a la calle Colón. Un detalle curioso: la Ordenanza disponía específicamente que el cambio entraría en vigencia a partir del 26 de julio de dicho año, a las 20:25, hora en la que, un año antes, Eva Duarte de Perón “había pasado a la inmortalidad”.

Asimismo, la Avenida Centenario pasó a denominarse Avenida Colón. Por si el homenaje fuese poco, la misma Ordenanza dispuso que el Parque Municipal recibiera también el nombre de la fallecida esposa del Presidente, y la calle principal del paseo pasó a ser llamada “La razón de mi vida”. En el mismo sentido, el Balneario Municipal fue denominado “17 de Octubre”.

            Posteriormente, tras la irrupción de la autodenominada “Revolución Libertadora”, el Balneario quedó con su denominación de “Municipal” simplemente hasta que siguiendo la propuesta de los vecinos, desde el bloque de la Unión Cívica Radical, se propuso la denominación de “Almirante Guillermo Brown”, por conmemorarse en 1964 el sesquicentenario de la batalla de Montevideo, librada heroicamente por la escuadra del almirante Guillermo Brown el 17 de mayo de 1814, contra los españoles.

            Entre 1968 y 1970 se construyó la Confitería Cacique Catriel, impulsada por el intendente designado Francisco Toscano, quien había sido uno de los principales impulsores del Balneario. La obra fue erigida en el sitio donde se había instalado primigeniamente el busto de Brown el cual fue desplazado a su ubicación actual.

 

Inundaciones y obras…

 

Tras la inundación de abril de 1980, el Balneario Municipal perdió el puente (construido por Pagano y Santillán) que se hallaba a la altura del sector conocido como “La Terraza”.

En 2002, durante la administración del Dr. Omar A. Duclós, se instalaron modernas compuertas en el Puente Adolfo “Moto” Arias, elevándose asimismo la altura del tradicional cruce para evitar obstruir el normal curso del agua.

Tras las inundaciones del año 2012, desde la gestión del Dr. José Manuel Inza se realizó la limpieza del cauce del Arroyo en diversos sectores y asimismo se planteó una remodelación de algunos sectores del Balneario. Se reconstruyeron los baños y la Oficina de Turismo ubicados a la entrada del paseo y, con la excusa de lograr una mejor perspectiva del paisaje se removió completamente La Terraza, lo cual fue considerado por la mayoría de los azuleños como un golpe lacerante a la estética del tradicional paseo.

Todos los años, el 16 de diciembre, se inaugura oficialmente la temporada de verano en coincidencia con el aniversario de Azul. Para cada ocasión, desde la Municipalidad se plantea la renovación de algún sector o el embellecimiento de otros, tal fue el caso este año (tan especial por la pandemia) de la remoción de árboles muertos o de ramas quebradizas y peligrosas, en la zona de la isla con la consecuente mejora de la accesibilidad al sector.

 

 

 EL DATO: El presente artículo es una síntesis del trabajo que el autor del mismo presentará en 2021 sobre “Los balnearios de Azul”


(Hemeroteca Oyhanarte)


domingo, 20 de diciembre de 2020

Presentación de "Los Belgrano y el Azul", miércoles 16 de diciembre de 2020













 

Entrevista de "El Tiempo"

 Los protagonistas del 16

 

 

A lo largo de este año tan particular, signado por la pandemia que azotó al mundo y cambió radicalmente nuestras costumbres, el historiador e investigador azuleño Eduardo Agüero Mielhuerry trabajó para concretar un nuevo libro al que tituló “Los Belgrano y el Azul” y que será presentado el próximo miércoles 16 de diciembre en el marco de las celebraciones oficiales por un nuevo aniversario de la fundación de Azul. Dadas las razones sanitarias por todos conocidas, la presentación se realizará a las 11 de la mañana de manera virtual, a través de los canales de YouTube y Facebook de la Municipalidad de Azul.

En diálogo con EL TIEMPO, el autor anticipó: “El libro nos demandó un año entero de trabajo y en uno de los contextos más difíciles que pudiéramos elegir para concretar nuestra labor. La pandemia trastocó todos los tiempos que teníamos previstos y aquello que queríamos presentar en junio recién verá la luz el próximo miércoles.”.

Consultado sobre los aspectos en general de la obra el historiador contó: “El libro recorre la vida de los descendientes de, ni más ni menos, que el general Manuel Belgrano. Para muchos es una novedad que Belgrano tuvo hijos. Nunca se casó, pero tuvo dos amoríos intensos de los que nacieron Pedro Pablo y Manuela Mónica.

Pedro Pablo tuvo la vida un poco más complicada. Fue adoptado por su tío, Juan Manuel de Rosas, llevó su apellido y cuando supo su verdadero origen anexó el de su padre. Así es que lo conocemos como Pedro Pablo Rosas y Belgrano. Fue militar y estuvo al frente de la Frontera Sud y como Juez de Paz de Azul por casi veinte años… Hizo cosas buenas y cosas malas. Tuvo sus luces y sus sombras. Y también tuvo 16 hijos. Casi todos aquí en Azul. Contar su vida fue un gran desafío!

Por su parte Manuela Mónica tuvo ‘las cosas’ un poco más sencillas. Se casó con un sobrino nieto de su padre, Manuel Vega Belgrano y tuvo seis hijos. Todo indica que estuvo en Azul algunas veces, y aunque su hijo lo da a entender en una carta, no hay nada que lo certifique. Lo que sí es cierto es que su esposo fue un destacadísimo comerciante en Azul y hasta fue Juez de Paz del pueblo. Y dejó varias huellas de su paso por Azul.

También un nieto de Belgrano fue Comisionado de Azul. Y otros de esos nietos fueron amigos y hasta vivieron en las tribus de Cipriano Catriel!

Es más, como adelanto exclusivo para EL TIEMPO, en el libro van a hallar un lugar hermosísimo cuya historia es bastante diferente a la que se lee en la cartelería turística y está estrechísimamente vinculado con ‘Azul Ciudad Cervantina’.”. Ante esta afirmación, preguntamos a qué sitio hacía referencia y la respuesta fue escueta: “El 16 se revelará…”.

Sabiendo el tiempo que insume cualquier investigación, sobre todo una de carácter histórico, Eduardo Agüero Mielhuerry fue consultado sobre su forma de trabajo: “De alguna manera soy la cara visible del proyecto, el que recibe las críticas y los elogios, pero son muchos los que me ayudan a llevar adelante las investigaciones. El ingeniero Eduardo Farina se ocupa de toda la parte vegetal de los espacios que están vinculados al proyecto que nos planteamos concretar, en este caso puntual trabajó sobre la Plaza General Belgrano y la calle homónima. Y también sobre un espacio que a partir de esta investigación va a cobrar un nuevo valor para nuestra ciudad… También son incansables colaboradoras Elma y Norma Iglesias. Elma me ayuda con las correcciones y los detalles en general. Y la brillante Norma aporta innumerables datos desde su profundo conocimiento de la historia local. Es un libro abierto al igual que Alberto Sarramone, que también contribuyó para este trabajo.

También es importantísima la colaboración de Claudia Uberuaga y Miriam Conte. Ellas dedican horas y horas a investigar en los diarios que consultan en la Hemeroteca, o en esta casa (EL TIEMPO) o en “El Pregón”, cuyo director en esta ocasión ‘nos salvó las papas’ porque como a Hemeroteca permanece estrictamente cerrada, Juan Carlos Gonta nos permitió disponer de los tomos de la colección de diario. Es un gesto inmenso de confianza y para el cual no alcanzan las palabras de agradecimiento. Gracias a él encontramos cuando fue colocado o mejor dicho trasladado el busto del General Belgrano del Parque Municipal a la Plaza. Y ahí está, plasmado en el libro en el último minuto, pero con una enorme satisfacción.”

También le preguntamos por los archivos de nuestra ciudad: “Hay bibliotecas hermosas en Azul. La Hemeroteca es una joya, pero como dije, este año fue imposible acceder a ella salvo hasta marzo. Después tuvimos respuestas favorables en Catastro, Tribunales, en el Archivo Municipal, en el Concejo Deliberante, en el Cementerio, en la Biblioteca Rivadavia de Tandil y otros tantos sitios. Casi todas las consultas fueron vía telefónica y por e-mail; la tecnología abre puertas…”.

La pregunta que surge naturalmente es ¿Cuál es el objetivo de una investigación semejante?: “Este libro no es la respuesta a todo. No es el final de una investigación más. Creo que es una puerta para que otros investigadores accedan y puedan ampliar nuestro trabajo. Lo que sin dudas marca es un antes y un después en nuestra perspectiva del creador de la Bandera. Sus hijos, sus nietos y sus choznos estuvieron y están aún entre los azuleños. Y eso es un honor. Creo que esta investigación no nos va a convertir en ‘Ciudad belgraniana de la Argentina’, pero indudablemente es un condimento muy fuerte para nuestra historia.

Algunos ya conocían estos vínculos, otros se van a apurar a decir que también los conocían, pero lo cierto es que a partir de ahora todos los azuleños vamos a conocer las estrechas relaciones de los Belgrano y nuestra ciudad. De hecho, de ahí surge el título, simple y contundente.

Y como ‘frutilla del postre’, logramos que Manuel Belgrano –presidente del Instituto Belgraniano-, y Andrea Belgrano, ambos choznos nietos del general Manuel Belgrano, redacten en conjunto el prólogo de la obra.”

 Para finalizar le consultamos al frecuente colaborador de este diario sobre las dificultades que surgen a lo largo de su labor: “Yo le debo muchísimo al diario EL TIEMPO, porque siempre me brindan sus páginas para poder contar diversos aspectos de la historia de nuestro Azul. Buena parte de mi formación la tuve en la Hemeroteca entre el 2000 y el 2012, frecuentándola asiduamente, siendo parte del equipo. Y desde el 2013 me tocó volcar en papel todo lo que había investigado (en referencia por ejemplo a “Las calles del Azul” que se editó en este medio desde dicho año) y lo que sigo haciendo… ahora con colaboradores propios porque con mi trabajo en la Oficina de Guías sería imposible hacerlo solo.

Todo libro cierra un ciclo. Y al mismo tiempo abre otros. En el grupo de trabajo que encabezo ya estamos encaminados en el próximo proyecto que recorrerá la historia del Balneario Municipal que cumplió 80 años. Entendemos que hay muchas historias para contar. Azul tiene una riqueza enorme. Hay investigaciones brillantes como el trabajo del doctor Jorge Zandoná sobre el Hospital o el de Carlos Filippetti sobre el Teatro Español o el de arquitectura local de Augusto Rocca. Son brillantes. Pero por suerte hay mucho más para seguir investigando y publicando.

Esencialmente, el mayor freno con el que nos encontramos los que hacemos este tipo de tareas es poder publicarlas. Nada es sencillo y económico en este país, lamentablemente. Alcanza con decir que en menos de un año los costos se duplicaron. Y eso te desalienta. Pero con el grupo de trabajo cuando ya tenemos las investigaciones casi listas empezamos a buscar la manera de llevarlas al papel y poder difundirlas que es el principal objetivo. Sino de nada sirve investigar e investigar y guardar anotaciones en un cajoncito donde nadie más las vea o en una biblioteca a la que nadie pueda acceder. Eso no sirve. ¡El conocimiento se debe difundir y compartir! Así se lo agiganta y crecemos todos como sociedad. Esa es la única ganancia.

Afortunadamente, la Municipalidad nos brindó el respaldo que necesitábamos para concretar éste trabajo.”

            Para concluir su charla con EL TIEMPO, Eduardo Agüero Mielhuerry reiteró su invitación a la comunidad a participar de la presentación de su nuevo libro el próximo día miércoles a las 11 horas a través de los canales de YouTube y Facebook de la Municipalidad de Azul.