Pedro Guiraut, el iluminado
Por Eduardo Agüero Mielhuerry
Pedro
Guiraut nació el 24 de septiembre de
1872, en Ranchos, actual Partido de General Paz, provincia de Buenos Aires. Era
hijo de Bernardo Guiraut y María Minvielle, ambos de origen
francés. Tuvo además dos hermanos: Delfina y Bernardo.
Siendo muy joven viajó a Francia
para cursar sus estudios, radicándose en la casa de unos familiares. En aquél
país adquirió un enorme bagaje de conocimientos que le mostraron un interesante
abanico de opciones culturales y comerciales.
Al regresar a la Argentina, sus
padres se habían radicado en Azul, en la Suerte de Estancia N° 240 que habían
adquirido al Oeste del ejido del pueblo, donde él decidió también instalarse.
Aquí conoció a la que sería su
compañera por el resto de su vida, su adorada Clementina Cousté. Ella
era una joven azuleña, nacida en 1880, hija de los franceses Juan Cousté
y Clementina
Duetrey.
Pedro y Clementina, con 30 y 23 años
respectivamente, contrajeron matrimonio el 4 de abril de 1903 en la Iglesia
Nuestra Señora del Rosario, en el templo ubicado temporalmente en la esquina de
Moreno y 9 de Julio, pues se estaba construyendo la actual Catedral.
En
breve se radicaron en el domicilio de la calle Necochea 729.
La política
como un canal de realizaciones
Habiendo
comenzado a participar en la vida política azuleña, en el año 1909, Pedro
Guiraut fue electo como concejal por primera vez.
La situación
política en nuestra ciudad se había tornado compleja tras el inapropiado e
injusto arresto del intendente Ángel Pintos (promovido en base a
falsas acusaciones políticas), y el homicidio -en plena sesión- del presidente
del Concejo Deliberante, don Eufemio Zavala y García. Desde
entonces, el gobernador bonaerense Marcelino Ugarte, quien de por sí
era adicto a controlar férreamente el poder a través de cualquier estrategia
“caudillista”, dispuso el nombramiento de comisionados en el Azul. Incluso su
sucesor, Ignacio Darío Irigoyen, continuó con su misma política de
manejo territorial. Sin embargo, lo que el Ejecutivo provincial no pudo
imaginarse fue el profundo rechazo que la figura del Comisionado provocaría en
la comunidad. Este sentimiento mayoritario llevó a muchos vecinos a unirse en
la que se denominó “Comisión de Fomento”.
Dicha Comisión
culminó dando origen al “Partido Popular”, el cual contaba
entre sus filas con prestigiosos profesionales, estancieros y comerciantes,
destacándose: Federico Urioste, Aquiles Pouyssegur, Evaristo Giménez, Juan P.
Sarthou, Enrique Squirru, Luis Arieu y Eduardo Naulé, entre muchos otros. El
principal referente de este prestigioso grupo era el reconocido martillero Manuel
Castellár.
El 26 de
enero de 1911 se realizaron los comicios que dieron triunfador al
“Partido Popular” y al haber alcanzado la mayoría dentro del Concejo
Deliberante, éste órgano eligió como intendente a Manuel Castellár. Poco
después, la elección tuvo la aprobación del gobernador José Inocencio Arias.
El 7 de
abril de aquel año se concretó una transición municipal sumamente
ordenada, dando paso a la administración del flamante Intendente, la cual se
convirtió en una de las más destacadas y desarrollistas de la primera mitad del
siglo XX. Basta con mencionar que el gobierno municipal, encabezado por
Castellár, tuvo entre sus funcionarios y concejales a destacadas personalidades
azuleñas como Pedro Guiraut, Paulino Rodríguez Ocón, Enrique
Squirru, Federico Urioste, Juan Lacoste, Eduardo Elizalde y Juan
M. Navas. Médicos, abogados, comerciantes, periodistas y productores
agropecuarios, entre otros, daban cuerpo a un Poder Ejecutivo de ideologías “conservadoras intermedias”, que tenía
como destino marcado constituirse en la única salida válida ante tanto
descontrol y desequilibrio en la administración y la economía municipal.
Sociedad,
política y familia
Pedro
Guiraut fue un hombre de empresa, accionista de la Sociedad Cooperativa de
Hacendados y miembro de la Sociedad Rural.
El
14 de agosto de 1912, poco después de las 9 de la noche, reunidos en la casa
conocida como “Pensión Italia”, los
señores Manuel F. Campos, Francisco O. Pourtalé, Gervasio Mentasty, Belisario
Zapata, Luis Saint Germes, Emilio Vázquez, Héctor y Federico Urioste, Nicolás
Navas, Carlos S. Duprat y Pedro Guiraut, entre otros, resolvieron
fundar un centro social y a la vez asociación tendiente a cooperar y propender al mejoramiento de la raza
caballar, centro que se denominó “Jockey Club de Azul”, adoptando los
estatutos del Jockey Club de Buenos Aires. En la ocasión resultó electo
presidente César A. Reyes, siendo sus vice y vice segundo don Héctor Urioste y
Francisco O. Pourtalé respectivamente; el primer secretario fue Carlos S.
Duprat y el tesorero Emilio Vázquez.
El
5 de octubre de 1915, a los 49 años, falleció el mayor de los hermanos, Bernardo
Guiraut, en el domicilio familiar de la calle Buenos Aires 837 (luego
Gral. José F. Uriburu, actual Int. Prof. Rubén C. De Paula). Había sido Juez de
Paz de Azul en dos oportunidades y había administrado inteligente y
positivamente la fracción de campo que había heredado a la que denominó “El
Descanso”.
En
1916, Pedro fue electo concejal y, a su vez, designado como Presidente
del Honorable Concejo Deliberante por dos períodos consecutivos.
María
Minvielle viuda de Guiraut falleció a los 76 años el 17 de marzo de 1922,
también en el domicilio familiar de la calle
Buenos Aires. A su muerte, sus hijos Delfina Guiraut de Vázquez y
Pedro Guiraut, se convirtieron en los administradores del campo familiar, la Suerte N° 240.
Un interinato
de lujo
En
noviembre de 1923, el Dr. Ángel Pintos, de 67 años de edad,
fue electo intendente por el Partido Conservador, ganando por amplia mayoría.
Asumió como Jefe comunal el 1 de enero del año siguiente.
El
7
de abril de 1924, Pedro Guiraut asumió como intendente interino,
reemplazando al destacado médico, quien en las elecciones del 23 de marzo de
ese mismo año había resultado electo Diputado por la Provincia de Buenos Aires
por un período de cuatro años. Guiraut eligió como secretario a Trinitario
González, quien fue su más activo colaborador.
Por
entonces, el Dr. Pintos envió un proyecto de Ordenanza al Concejo para dotar a
la ciudad de un balneario y procurar el embellecimiento y las defensas del
Arroyo Azul.
El
Diputado tuvo una importante influencia en las ciudades de Azul y Olavarría. Su
labor dentro del Partido Conservador lo llevó a la intendencia de ambas
localidades en varias oportunidades y, al ser electo Diputado, no abandonó su
“puesto de lucha” hasta el golpe de 1930, retirándose definitivamente de la
actuación partidaria seis años más tarde.
Los
años ’20 serán destinados a la expansión; nacerán nuevas arterias y pequeños
barrios. Sin embargo, uno de los acontecimientos más destacados será la llegada
del Ferrocarril
Provincial, con el cual se instaló la Estación en la barriada conocida
como Villa
Fidelidad. Todo hacía suponer que el tren modificaría radicalmente el
aspecto de aquel sector de la ciudad que, desde antaño, había estado olvidado.
Los
proyectos trascendieron a las gestiones de Guiraut y su sucesor (Juan José Mujica),
empero serán ellos los encargados de trazar los principales lineamientos en
torno a la llegada de “El Provincial”.
El Municipio encomendó un proyecto de embellecimiento
urbanístico, cuyo autor fue el agrimensor Antonino Álvarez. El mismo integraba
todo ese sector de la ciudad mediante un sistema de diagonales; el foco estaba
en la plaza redonda frente a la estación la cual sería la más grande. Desde
allí partían la continuación de la Avenida Humberto I (actual Av. Gral. Martín
Miguel de Güemes) y dos anchas diagonales, una de las cuales terminaba en la
Avenida Mitre y la otra en el Parque Municipal. A mitad de camino, las
diagonales se cruzaban en forma perpendicular con otras dos de menor jerarquía.
En estos cruces había nuevamente plazas circulares, aunque más pequeñas. Por
último, el proyecto contemplaba la apertura de una avenida costanera en aquella
margen.
Sólo se empedró la prolongación de la avenida desde el
puente hasta la estación, y se construyó la mayor de las plazas redondas
proyectadas. Los planos prometían prosperidad, pero todo quedó en papeles…
La “Usina del Pueblo”, la luz del
progreso
A principios
del siglo XX, la Compañía de Electricidad del Sud Argentino,
conocida popularmente como el “Trust”, de capitales ingleses, ejercía el
monopolio de la industria de generación de energía eléctrica en toda la
provincia y las tarifas que estaban en vigencia eran más que elevadas, rapaces.
El 17 de diciembre de 1918, la Liga Comercial e Industrial del Azul,
se reunió para fundar una sociedad “Cooperativa
de Electricidad y fuerza motriz”, para dar por finalizado el contrato con
la por entonces compañía prestadora del servicio.
Se designó una comisión a la que se le dio la tarea de estudiar y propiciar
en todo sentido la realización de la iniciativa lanzada por el activo vecino Bartolomé
José Ronco, abogado de la institución.
Claro que no todo se concretó con facilidad. La idea fue adquiriendo forma,
pero debió ser don Constantino Fernández quien tomara la posta para seguir en la
lucha contra la empresa foránea.
La colocación de la piedra fundamental, para la Usina Eléctrica de Azul,
tuvo lugar el 20 de diciembre de 1923, a las 17 Hs., en la esquina de Alsina
(actual H. Yrigoyen) y Alvear.
Con gran concurrencia de público, el 9 de julio de 1924, se inauguró la Compañía
de Electricidad del Azul, conocida popularmente como la “Usina
del Pueblo”.
El primero en hacer uso de la palabra fue el Presidente del Directorio y
alma máter del proyecto, don Constantino Fernández, quien
presentó formalmente a los miembros encargados de llevar adelante la flamante
institución:
Presidente:
Constantino Fernández; Vice: Constantino Rey; Tesorero: Pedro Guiraut; Pro tesorero: Ignacio Goñi; Secretario: Pedro Saenz;
Vocales: Camilo Campagnale, Mariano Berdiñas, Germán Louge y José Posse;
Síndico: Jorge Oyharzabal.
Luego hablaron el diputado nacional Dr. Ángel Pintos, en su
carácter de Intendente titular, y el Dr. Agustín Carús, entre otros.
El Padre César Antonio Cáneva bendijo los motores de la nueva Usina,
tras lo cual se pusieron en marcha dos de los tres motores, produciendo gran
efecto entre el numeroso público.
Después del almuerzo a la criolla, se hizo una manifestación hasta la Intendencia , con
autoridades y la banda a la cabeza, acompañados por unos cuantos entusiastas
que a los gritos de “¡Viva la Usina
Nueva!”, siguieron al Jefe comunal interino, don Guiraut, hasta el Palacio
Municipal, con lo que terminó el acto.
De allí, el señor José Posse invitó a algunos miembros
del Directorio y amigos a tomar café en su casa de la calle Alsina y por la
noche Constantino Fernández invitó a cenar, en el “Gran Hotel Colón”, a los
miembros del Directorio, a algunos accionistas y amigos.
La nueva Usina se inauguró efectivamente el 9 de julio, sin embargo, como
buenos augurios y “conquistando” al pueblo, dio luz gratuitamente los días 6,7
y 8 previos. Sus redes llegaban hasta los suburbios y pronto instaló una red en
el Parque Municipal, para alumbrar este importante paseo durante la noche.
El fundador de la “Usina del Pueblo”, don Constantino Fernández
supo conquistar un lugar honroso entre las grandes figuras benefactoras de
Azul. Su tenacidad, su entusiasmo, su inteligencia y su integridad moral, le
permitieron vencer las infinitas dificultades que se presentaron en los
primeros tiempos de la iniciativa.
Tras la inauguración de la “Usina del Pueblo”, quedó en evidencia ante
propios y ajenos, la importancia de ésta empresa, que cumplió ampliamente los
fines que inspiraron su creación, los cuales eran abaratar los precios de la
corriente eléctrica para los servicios públicos y particulares del Azul, que
estaba soportando la expoliación más descarada a que la tenía sometido el
“Trust” con sus elevados precios.
La usina redujo los precios en general a menos de la tercera parte; además
suprimió el alquiler de los medidores, dejó de cobrar por los derechos de
conexión, ni cobró por “consumo mínimo”, amén de las importantes donaciones que
comenzó a hacer anualmente para iluminaciones de aniversarios patrios,
nacionales y extranjeros, fiestas de caridad, los asilos, etc.
Varios millones de pesos quedaron
en la ciudad durante los primeros diez años de la Usina. Esa fue la obra
material... La obra moral no fue menos importante. Colocó a Azul al frente del
patriótico movimiento de las usinas populares, hizo que su nombre sea voceado
como ejemplo en centenares de pueblos, estimulando a los vecindarios a
emprender la gran obra de liberarse de la explotación del “trust”. Significó también
importantes avances para toda la República, pues la Compañía de Electricidad
del Azul fue la madre de la mayor parte de las usinas populares del país, hecho
que se reflejaba en sus propios estatutos, donde estaban transcriptos casi
íntegramente los azuleños.
Los monumentos de la
Plaza Colón
En
1912 habían sido retiradas las popularmente conocidas como “Las Nereidas” de la Plaza Colón (hoy Plaza San Martín), pues como
decía una solicitada de la época, “atentaban
contra la moral y las buenas costumbres” con sus torsos desnudos. Despojada
de toda identidad, la Plaza central de Azul supo de varios proyectos y de
pretendidos monumentos, pero lo cierto es que pasarían varios años en los que sólo
habría un basamento, realizado en 1916, consistente en un podio con escalinatas
y balaustradas curvas, en el cual se alzaba un pedestal proyectado para
sostener una estatua de Mariano Moreno (que nunca llegó a traerse desde Buenos
Aires).
Siendo
evidente que nuestra ciudad necesitaba un monumento que la identificara, el 9 de
Julio de 1925 Azul inauguró -sobre el pedestal preexistente- su “Pirámide
de Julio”, monumento que tendría una corta existencia, pero que le dio
sentido al criticado basamento (al cual despectivamente llamaban “mingitorio”).
Inclusive, prácticamente al mismo tiempo de su inauguración, en el recinto del
Concejo Deliberante, se aprobaba la construcción en la plaza de un monumento a
la Bandera (que tampoco se concretó).
En la oportunidad, se celebraron las fiestas julias
con la presencia del Jefe Comunal, don Pedro Guiraut, el cuerpo deliberante a
pleno y una nutrida concurrencia de vecinos. La ocasión fue amenizada por la
Banda Municipal.
Sin
mayores sobresaltos, Guiraut culminó su mandato dejando muchas obras en
ejecución, siendo la más importante el desarrollo de Villa Fidelidad.
El
1 de enero de 1926, firmando las actas correspondientes, Pedro Guiraut le
entregó el gobierno al intendente electo Juan José Mujica.
La Década Infame
La
Gran Depresión, también conocida como Crisis del ’29, fue una debacle
económica mundial que se prolongó durante la década de 1930. Se originó en los
Estados Unidos, a partir de la caída de la Bolsa de Nueva York, acaecida el 29
de octubre de 1929 (día conocido como Martes Negro, aunque cinco días antes, el
24 de octubre, ya se había producido el Jueves Negro), y rápidamente se
extendió a casi todos los países del mundo.
La
quiebra de la Bolsa fue el momento más dramático de una crisis sin precedentes.
La desmedida producción no planificada y la brutal competencia que acarreó,
supuso un rápido aumento de productos que no hallaban mercado, a la par de una
acumulación monopolística de capitales en unas cuantas manos de grandes
propietarios.
La
depresión tuvo efectos devastadores en casi todos los países, ricos y pobres.
La renta nacional, los ingresos fiscales, los beneficios y los precios cayeron,
y el comercio internacional descendió hasta más de un 60%.
Los países comenzaron a recuperarse
progresivamente a mediados de la década de 1930, pero sus efectos negativos en
muchos otros duraron hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial.
Tras el derrocamiento del presidente
constitucional Hipólito Yrigoyen y la asunción del primer presidente de facto
de la Argentina, el general José Félix Uriburu, el país comenzó
a transitar por un sinuoso camino conocido como la “Década Infame”.
En Azul hubo figuras relevantes del
conservadurismo como los doctores Pintos, Caputi Ferreyra y Carús, quienes dentro
de su “metier” político trascendieron
también en lo social, económico y cultural a la comunidad y la ciudad.
Desde el 1 de enero de 1930, el Dr. Agustín
Juan Carús se desempeñaba como intendente, sin embargo, a partir del 22
de septiembre se convirtió en Comisionado, aunque no por mucho tiempo. Su
carácter y su militancia política hicieron que tomara distancia de la
administración comunal puesto que no tenía campo de acción, ya que todas las
decisiones “venían tomadas” desde el ejecutivo bonaerense. Lo sucedió el
comisionado don Francisco O. Poutalé (20/10/1930-27/2/1932) y luego ocuparon el Palacio
Municipal los intendentes Dante Bernaudo (28/2/1932-29/7/1932)
y José
María Caputi Ferreyra (30/7/1932-31/12/1933). A todos ellos les tocó
atravesar una compleja situación económica a la cual tampoco escapó quien
volvería a ser el intendente de Azul, don Pedro Guiraut.
El
período más complejo de esta época comprende un delicado lapso entre 1934-1937.
Primero, de crisis general y, por lógica, política. Estos años fueron,
paradójicamente, los de mayor gravitación política para Carús desde su repetido
cargo en la intendencia a su banca de diputado de la Nación; gravitación que
mantuvo durante el mandato del discutido gobernador Dr. Manuel A. Fresco.
En el mismo sentido, Pedro Guiraut supo desarrollar una sensibilidad especial frente a los
problemas sociales, coyunturales y generales, contando para la apreciación de
diversas situaciones con una certera “primera impresión”, más la motivación
para actuar y la convicción precisa de enfrentarse a las adversidades
cualquiera fuera su naturaleza. Sin embargo, el primer año de su nuevo mandado no
será sencillo...
La Usina del
Pueblo en los años ’30
El Diputado Nacional e Intendente Municipal de Azul, Dr. Agustín Carús, también
se jugó en favor de la Usina y de él dependieron las resoluciones sancionadas
al respecto por la municipalidad, puesto que como jefe político del Partido
Conservador representaba la mayoría en aquel Concejo Deliberante que,
sin distinción de matices políticos, prestó la más amplia conformidad a dichas
resoluciones.
Cuando la Usina azuleña se encontraba en pleno apogeo, por el esfuerzo de
los miembros del Directorio, se pretendió colocarla en una situación
desventajosa, mediante el “dumping”,
y toda clase de artimañas y hechos de mala fe.
El Concejo Deliberante, entonces,
merced a gestiones de esa Compañía del Azul, dictó una Ordenanza, el 10 de
noviembre de 1932, que implicó la expulsión del “Trust” que ya no tenía razón
de ser, para explotar los servicios eléctricos en Azul.
La Municipalidad, a cuyo frente se hallaba el intendente José
María Caputi Ferreyra, consecuente con sus deberes y cooperando con los
altos intereses de la “Usina del Pueblo”, no titubeó un instante en afrontar
el juicio de inconstitucionalidad que se planteaba y para lo cual
solicitó el concurso del inteligente letrado Dr. Rodolfo Moreno, para
la defensa ante la Suprema Corte de Justicia en Provincia y la Corte
Suprema de la Nación. Ambas instancias fueron favorables a la
Municipalidad de Azul y al “Trust” sólo le quedó resistir un poco más…
Volviendo al
“Sillón de Burgos”
El
día 1 de enero de 1934 a las 10 horas, en un acto sencillo, sin ningún ceremonial,
se efectuó en los salones de la Intendencia la transmisión del mando al intendente
electo Pedro Guiraut.
El
doctor José María Caputi Ferreyra, en breves palabras delegó el mando
diciendo que se retiraba de la Intendencia lamentando que a pesar de su buena
voluntad y la cooperación que había encontrado entre los vecinos y en sus mismos
empleados, se vio obligado a concentrase en regularizar la marcha
administrativa de la Comuna, descuidando tal vez otros aspectos. Agradeciendo a
todos, hizo votos para que el nuevo Intendente pueda vencer los obstáculos y
realizar una verdadera obra de progreso.
El
señor Guiraut manifestó que pondría de su parte todas sus energías para “el mejor éxito en el alto cargo que le
confiara el Partido Demócrata Nacional”, esperando que todas sus
iniciativas encontraran eco en sus colaboradores y en el vecindario azuleño.
Asimismo afirmó que: “las puertas de la
Intendencia Municipal quedan abiertas para todos sin distinción de colores
políticos ni clases; será la verdadera casa del pueblo”.
Acallados
los aplausos tomó la palabra el señor Adalgerio Battigelli quien en nombre
del Concejo Deliberante manifestó que dicha corporación iba a secundar y
cooperar eficazmente en la obra constructiva con el señor Intendente.
Encontrándose
presente en el acto el Diputado Nacional Dr.
Agustín J. Carús, hizo uso de la palabra y en breves frases manifestó
que era deber de todos prestar su cooperación al nuevo Intendente a fin de que
el Azul figurara entre los primeros pueblos de la provincia por su adelanto y
que esperaba que la construcción de las obras de aguas corrientes y sanitarias
sean un hecho en el plazo más perentorio, dando así ocupación a muchos obreros
por una parte y por otra la necesidad urgente de estas obras para la salud
pública. Asimismo, el Dr. Carús puso todas sus expectativas en el respaldo de
los gobiernos provincial y nacional.
Después
de los aplausos tributados al doctor Carús, el concejal señor Luis
Hugo Mauri dio por terminado el acto al que habían asistido los
miembros del Concejo Deliberante, Consejo Escolar, Juzgado de Paz, Policía,
empleados de la administración y vecinos en general.
En carrera una
vez más…
El
22 de mayo de 1927 fue había promulgado una ley que específicamente prohibía el
funcionamiento de hipódromos en el interior bonaerense. Así, para el disgusto
de muchos, el 25 de mayo de aquél año, el Hipódromo local cerró sus puertas,
perdiendo Azul uno de sus principales “atractivos”.
El
28 de octubre de 1934, merced a las arduas gestiones de los legisladores Dres. Agustín
Carús y Humberto Campagnale, el Hipódromo reinició oficialmente sus
actividades.
Para la oportunidad se realizó una importante fiesta a la que asistieron diversas autoridades nacionales y provinciales, el intendente Guiraut, concejales y visitantes de otras ciudades del país. Asimismo, en la ocasión se inauguraron las obras de restauración general que se habían hecho en las tribunas, la confitería, los caminos y los jardines.
Para la oportunidad se realizó una importante fiesta a la que asistieron diversas autoridades nacionales y provinciales, el intendente Guiraut, concejales y visitantes de otras ciudades del país. Asimismo, en la ocasión se inauguraron las obras de restauración general que se habían hecho en las tribunas, la confitería, los caminos y los jardines.
Por la justicia y la equidad
El pueblo
comenzó a reprocharle a las autoridades las obras sanitarias prometidas, el
afirmado de las calles, el pabellón de infecciosos del Hospital Municipal, la
ordenanza de cercos y veredas, la salud pública, la higiene, y todos problemas
y necesidades que la población esperaba ver prontamente solucionados.
Debido al
crítico estado de las finanzas, se atrasaron considerablemente los pagos
salariales de empleados y obreros, intentando evitar que le fuera cortado el
crédito a la Comuna antes que adoptar una posición de firmeza lógica y obligada,
tanto por la desorganización interna de las oficinas receptoras de recursos
como por la mala fe de muchos contribuyentes morosos.
Por otra parte,
el problema de la higiene de las calles se tornó insostenible, dado que parecía
imposible convencer al vecindario de prestar la mínima colaboración y al mismo
tiempo, las autoridades no lograban imponer orden en la dirección de los
subordinados que ofrecían un espectáculo de indisciplina y anarquía.
En
la provincia comenzó a generarse una centralización con respecto a la
administración de Justicia y fue Azul uno de los partidos que lideró dicho
movimiento. Como prueba, dentro ya de 1934, se incluyó en el presupuesto
provincial la obra del Palacio de Tribunales del Departamento
Judicial de Azul, que se llevó a cabo en breve, convirtiéndose en
cabecera y agrupando localidades como Olavarría y Tandil. También se habilitaron
los Tribunales de Trabajo.
En octubre de 1934 el Concejo
Deliberante propuso la creación de un “dispensario
nocturno para enfermedades venéreas”, dado que el ejercicio de la
prostitución se hallaba profundamente arraigado. Vale destacar que la lucha
emprendida desde el gobierno municipal siempre se había encontrado debilitada
dada la complicidad de diversos sectores.
Buscando un nuevo rumbo
Las dificultades
económicas que atravesaba la Comuna quedaron expuestas ante la comunidad
mediante el Boletín Oficial de 1934 en el cual, por sólo mencionar un dato
elocuente, en el primer semestre a las arcas municipales ingresaron menos de un
tercio de los fondos presupuestados. Los contribuyentes morosos eran más de la
mitad de los activos.
En consecuencia, se autorizó al
Intendente a intimar a los deudores e iniciar las ejecuciones correspondientes.
Hacia noviembre
de 1934, el gobierno comenzó a mostrar su optimismo a partir de la próxima
concreción de diversas obras sanitarias en Azul. A su vez, las mismas determinarían
una renovación total de los afirmados céntricos, satisfaciendo los anhelos del
pueblo en general que estaba harto de transitar calles barrosas y llenas
de pozos. Además, resultaría importante sumar la influencia positiva
que las obras tendrían en la economía local, volcando millones de pesos “al
mercado”, acarreando la disminución del número de desocupados y la mejora
consustancial del comercio.
Mediante el
informe del concejal Musso, se propuso la creación de la Academia de Música.
Asimismo se instrumentó la formación de Escuelas Nocturnas Municipales para
Adultos.
Centésimo segundo aniversario
La situación en
aquel momento era delicada. No había forma de pensar en celebraciones cuando se
le adeudaban sueldos a peones y empleados, cuando las arcas comunales estaban
exhaustas y los acreedores formaban una “legión amenazante”.
Con más buenas
intenciones que recursos, desde la Municipalidad se solicitó la cooperación de
las entidades deportivas y sociales, de las agrupaciones culturales y de las
salas de espectáculos. Asimismo, se fijó para el día 16 de diciembre la
colocación de la piedra fundamental del pabellón de infecciosos en el Hospital
Municipal.
En la misma
jornada, tras un solemne Te Deum en
la Catedral, participando algunas autoridades de la Provincia, se inauguró -con
disparos de bombas de estruendo- el puente San Benito en la prolongación de la
calle Colón (actualmente Avenida Carlos Pellegrini). Posteriormente se llevó a
cabo un reparto de víveres a los pobres.
Así transcurrió
el 102 aniversario de la ciudad, sin pompas, pero cumpliendo el imperioso deber
de honrar la memoria de los que dieron nacimiento a Azul.
Un Intendente demasiado bondadoso
Si los
imperativos de la política no se hubieran opuesto, las autoridades municipales
deberían haber salvado las finanzas de la Comuna reajustando severamente el
presupuesto.
En 1933, cuando
en los últimos días de diciembre se aprobó el presupuesto que rigió durante el
año siguiente, se iba a producir un cambio de Intendente en la Municipalidad.
Como se desconocía la energía y entusiasmos con que llegaría al poder, el
cálculo de gastos y recursos que se había aprobado “exigía un gran Intendente”.
Si Pedro Guiraut no se hubiera dejado dominar por sus sentimientos
excesivamente bondadosos y tolerantes, el fracaso evidente del presupuesto tal
vez hubiese sido menor.
El Concejo
Deliberante autorizó al Intendente a cobrar sin multa las contribuciones
atrasadas en la forma que estimara más conveniente, procediendo de acuerdo con
las pésimas prácticas que regían en la política financiera de la Comuna.
La bondad del
Intendente fue muy grande cuando accedió a las súplicas de los verdaderamente
imposibilitados de pagar que eran los menos, olvidándose de los acreedores de
la Comuna, también necesitados de cobrar, que eran los más. Y su ingenuidad fue
casi superior a sus sentimientos bondadosos porque creyó en los lamentos y en
las plañideras solicitudes de vecinos que pudiendo pagar no lo hacían. Todo sin
contar los compromisos políticos y de amistad.
Si el Concejo no
se hubiera demorado tanto en darle el mandato imperativo de proceder al cobro
judicial, eso lo habría ayudado a resistir los dictados de su bondad que si
bien era digna de elogio en la vida privada, resultaba criticable en el
ejercicio de la función pública.
El “punto
final” de Guiraut
Tal como
titulara el diario “El Tiempo”: “¡TRIUNFÓ EL PUEBLO!”. El domingo 4
de agosto de 1935, haciendo cumplir el Decreto firmado por el intendente Pedro
Guiraut, el jefe de Obras Públicas de la Municipalidad, agrimensor Cesáreo
Hernández, y el electricista, Fresio, cortaron los cables
alimentadores de la red de la Usina del “Trust” a pesar de la negativa del
ingeniero de ésta, Radamés Marini. Tras un intercambio de palabras, y la redacción
de las correspondientes actas, a las 12:20 se detuvo la Usina y sus
motores se apagaron para siempre...
Parecerá asombrosa la cifra pero se estima que puede hablarse de no menos
de cincuenta millones de pesos para calcular el perjuicio que sufrió el “trust”
de la electricidad como consecuencia del patriótico movimiento que tuvo como
líder a don Constantino Fernández. Solamente en Azul, se vio privado de
ganancias que habrían superado los diez o doce millones de pesos en pocos años.
A lo que se deben sumar las utilidades previstas en otros pueblos que se
independizaron en la provisión del servicio público de la energía eléctrica
determinados por el ejemplo de Azul.
Los nombres de esas figuras
inolvidables que dieron pródigamente, altruistamente, a la “Usina del Pueblo”,
sus bienes, sus entusiasmos y sus energías, fueron, entre muchos otros: Martín
Villanueva, Esteban J. Louge, Jaime Soler, Juan José Mujica, Jorge Bosc, Celestino Iglesias, Constantino
Rey, Félix Etchepare, Camilo Campagnale,
Juan
P. Torras, Jorge Oyarzábal, Ramón Andía, Pedro Guiraut, Francisco
O. Pourtalé, Ignacio Goñi, Urbano Domecq, Carlos Boaglio, José María
Cier y Constantino Fernández.
Una sucesión
conservadora
El año 1935 resultó mucho más
próspero para la administración de Pedro Guiraut.
A mediados de
año se inició un ambicioso plan de pavimentación urbana mediante el cual se asfaltaron
hacia 1937 un total de 200 cuadras, complementadas luego con otras 130.
Semejante obra, teniendo en cuenta las dimensiones totales de la ciudad, fue
reconocida por muchas décadas como “los pavimentos de los conservadores”,
pavimentos que en algunos sectores aún se preservan increíblemente en buen
estado.
Asimismo,
se concretaron veinticuatro cuadras de pavimento granítico hacia la Cárcel
Departamental y se colocó macadam en
la calle Guaminí entre Colón y la Avenida 25 de Mayo. Con respecto a esta
última arteria, la misma comenzó por entonces a ser completamente modernizada.
En
el mismo período, se remodeló el puente de la Avenida Humberto, el cual era
cotidianamente empleado por los vecinos azuleños, principalmente por el
desarrollo de Villa Fidelidad y la instalación de la Estación del Ferrocarril
Provincial.
Otras
obras importantes se dieron en el Hospital Municipal al construirse el pabellón
de contagiosos y las salas para niños y de ginecología. Por otra parte se
produjo el emplazamiento definitivo del Regimiento de Artillería y la
aprobación del edificio para Tribunales.
Más
allá de los serios problemas que debió afrontar, y las implacables críticas que
recibía a diario, Guiraut antepuso su bondad y don de gente para atender las
necesidades de la comunidad azuleña con la mayor premura posible.
Sin
mayores protocolos, el 1 de enero de 1936 Pedro Guiraut fue sucedido por el
conservador Francisco Octaviano Pourtalé.
El final de un
fructífero camino
Pedro
Guiraut falleció a los 64 años, a causa de una angina de pecho, el 31 de
mayo de 1937. Murió rodeado de sus afectos, en el que fuera su
domicilio. Fue sepultado en la bóveda familiar del Cementerio Central de Azul.
INFORMACIÓN EXTRA:
“Azul, siempre
Azul”
Corría
el mes de septiembre de 1905 cuando el Diputado Provincial, Matías
Pinedo Oliver, presentó un proyecto de ley ante las cámaras
legislativas con la intención de cambiar el nombre de Azul por el de General
Ignacio Rivas.
Inmediatamente
la comunidad azuleña reaccionó ante la propuesta.
El
italiano José Peluffo, dueño de una flota de carros, los pintó de azul y
les colocó la leyenda “Azul, siempre Azul”. Por su parte
la señorita Justa Gallardo convocó desde los balcones de su casa a los
vecinos a defender el nombre de la ciudad con inclaudicable fervor. Prácticamente
todos los días se produjeron diversas manifestaciones en distintos lugares de
la ciudad e inclusive en los medios periodísticos.
El
22 de octubre se realizó una nutrida reunión en el Teatro Español, donde se
constituyó una “Comisión de Propaganda”
formada, entre otros, por los reconocidos vecinos: Eufemio Zavala y García,
Francisco Leyría, Alejandro Brid, Ceferino Peñalva, Eugenio Dupleix, Juan P.
Torras, Luis Maffoni, Hipólito Dhers, Eduardo Darhanpé, Emilio Pourtalé, Aquiles
Pouyssegur, Antonio Aztiria, Martín Abeberry, Miguel Castellár, y los hermanos Bernardo
y Pedro Guiraut.
Una
semana más tarde, se habían recolectado más de 17.000 firmas en contra del
proyecto del Diputado. El miércoles 1 de noviembre se desarrolló una nueva
sesión en la Legislatura bonaerense. A pesar de la insistencia del diputado
Oliver Pinedo, el proyecto se archivó. Y Azul se quedó con su nombre.
Un legado que
transitamos día a día…
Entrado el siglo XX, el crecimiento poblacional y la
dispersión de construcciones dentro de la forzosamente ampliada cuadrícula
urbana, conllevaron a la imperiosa necesidad de trazar nuevas arterias para
facilitar la circulación y desarrollar ordenadamente el ejido de Azul.
Una Comisión especial,
conformada por Eduardo Berdiñas, Gregorio Motti, Francisco Gilardoni y Pedro
Guiraut, decidió presentar como proyecto la imposición de nombres a
veinte nuevas calles que se abrieron y/o fueron rectificadas en su trayecto.
Los nuevos nombres elegidos fueron: Falucho, Comandante Matías B. y Miñana,
San
Luis, Mendoza, Neuquén, Chubut, Formosa,
Misiones,
Santa
Cruz, Tandil, Tapalqué, Tiro Federal, San
Juan, Catamarca, Francisco N. de Laprida, Juan
Bautista Alberdi, Constitución, Libertad, Comercio
e Industria.
El 18 de
octubre de 1924, por unanimidad, el Honorable Concejo Deliberante
aprobó la propuesta presentada mediante la Ordenanza N° 782. Poco después, el
entonces intendente Pedro Guiraut promulgó la disposición posibilitando su
concreción.
De
esta manera se realizó una de las ampliaciones más importantes de la cuadricula
urbana de Azul durante el siglo XX. Asimismo, es interesante destacar que a la
par de la imposición de nombres se ejecutó el mejoramiento de las arterias,
corrigiendo el trazado de las mismas, y colocándoles adoquines o reafirmando el
entoscado.
Pedro Guiraut