María Aléx, poesía hecha mujer
Por Eduardo Agüero Mielhuerry
María Alejandra Urrutia Artieda nació el
27 de febrero de 1903, en el paraje “La Protegida”, en el Partido de Azul.
Sus padres fueron Martín Urrutia (nacido en Bilbao, España, en 1864)
y Emilia
Artieda (nacida en Buenos Aires en 1877, hija de Manuel y María
Apestegui, español y francesa respectivamente). Tuvo diez hermanos: Martín
Sixto (murió a los 20 años, cuando estudiaba Derecho), Sara
Alida, Raquel Mercedes (Sole), Beatriz (Bea), Ermelina (Gelo), Carlota
Elida (Tita), Arturo Héctor,Mario,Helva
Stella (Chuqui) y Emilio.
“Janny” -como era
cariñosamente apodada María Alejandra en su círculo íntimo-, vivió su infancia
en la zona rural, en torno al almacén familiar “La Protegida”, donde
supo asimilar con amor y fervor las historias de malones y milicos, de gauchos
y naturaleza que años después marcarían su obra literaria.
Con el gran esfuerzo que implicaba
viajar desde la zona rural hasta la ciudad -hospedándose muchas veces lejos de
su familia-, cursó los estudios primarios en la Escuela N° 2, ubicada en
la calle Burgos entre Alsina (actual H. Yrigoyen) y Belgrano-donde actualmente
se halla la Plazoleta Coronel Pedro Burgos-, establecimiento conocido por
entonces como “Escuela ‘de Islas’”,
pues allí se desempeñaban cuatro maestras de este apellido.
Realizó los estudios secundarios en
el Colegio
Nacional, en el que fuera el edificio primigenio de la institución
-propiedad de la familia Zapata-, en la calle Burgos entre Córdoba y Tucumán (entre
las actuales Int. Dr. Malére y Dr. Bogliano, respectivamente). Por entonces el
establecimiento estaba bajo la conducción del profesor Víctor M. Herrera y
resultó uno de los maestros dilectos de María Alejandra el profesor Reynaldo
Marín.
Volver a nacer
En algún cuadernillo o en alguna
hoja suelta, en algún incierto momento, en tinta presurosa o absolutamente
calma, nació un primer poema, un verso arrancado a la mismísima inspiración. Un
día, Janny
se convirtió definitivamente en María Aléx.
Una vez concluido el secundario,
María Aléx viajó a La Plata -donde vivía parte de su familia materna, quienes
la hospedaron cálidamente-, para iniciar sus estudios en el Profesorado de
Letras de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Allí fue
una alumna brillante, educada por destacados docentes como Carmelo Bonet,
Arturo Marasso, Rafael Alberto Arrieta, Arturo Capdevila, entre otros
destacados catedráticos.
En aquellos años de incesante
aprendizaje y de afanes juveniles, María Aléx comenzó a cosechar elogios a
través de sus primeras colaboraciones en el diario “La Razón” y las revistas
“Mundo
Argentino” y “El Hogar” de alcance nacional.
En la década del ’30, cuando
culminó su carrera, retornó a nuestra ciudad para abocarse apasionadamente a la
docencia en el Colegio Nacional “Esteban Echeverría” y en la Escuela Normal “Bernardino
Rivadavia”.
En los primeros años de vida del
diario “El Tiempo” -nacido el 9 de julio de 1933-, María Aléx comenzó
a colaborar con frecuencia dejando preciosos fragmentos de su talento entre sus
páginas, involucrándose asimismo con las diversas actividades culturales de la
ciudad. Entre 1938 y 1939 dirigió el suplemento literario del Diario, trabando
amistad con su director, el doctor Carlos A. Ronchetti.
Para entonces, ya compartía una
intensa amistad con otro paladín de la cultura local, el doctor Bartolomé
José Ronco, quien en su dilatada trayectoria gestó diversos proyectos
culturales para los cuales contó con la participación de la afamada poetisa.De
hecho, María Aléx formó parte del cuerpo de docentes de la Universidad Popular “José
Hernández” -emplazada en el edificio que actualmente ocupa la Facultad
de Derecho en la calle Bolívar entre Burgos y De Paula-, fundada por el
filántropo coleccionista cervantista y hernandiano, en la cual dictó
gratuitamente y durante cuarenta y cinco años clases de Castellano, Ortografía,
Redacción y Selección de Textos.
María Aléx fue una mujer de fuerte
carácter, pero por demás cordial, que dejó para esta tierra decenas de palabras
emanadas del corazón ardiente de quien su nombre fue poesía en sí mismo.
Integró el grupo fundador de la Agrupación
Artística Maná y fue, durante muchos años, miembro de la Comisión
Directiva de la Biblioteca Popular de Azul (hoy “Bartolomé J. Ronco”).
Pasiones
de una mujer
Con su mirada tierna y una pluma
vehemente, María Aléx canalizó en letras como nadie el amor, el amor por Azul,
por su gente, por su historia y sus desventuras. Su primer libro de poesías “Música
Interior” (1938), fue solicitado por la Biblioteca Pública de Nueva York
por su calidad literaria para ser incorporado a su patrimonio bibliográfico.
Figura además con mención de honor para la creación poética femenina en la
Exposición permanente bibliográfica de Cuba. Y se lo incluyó también en una
antología poética de Alemania.
Dos años después publicó “Brujerías”
(Poemario de la Andanza).
En 1946 editó “Poemas” y un ensayo
sobre Antonio Machado, el cual fue impreso para la serie “Cuadernos
de Azul” de la Biblioteca Popular.
El 30 de abril de 1947, su estimado
amigo Bartolomé José Ronco, publicó en el diario “El Tiempo” un artículo
titulado “Un gran acontecimiento”, en el cual anoticiaba a la comunidad de
que el eminente escritor inglés sir EugenMillington Drake, que había estado
dos años antes en Azul, había concluido su programa de Poesías de las
Provincias Argentinas y que habiendo conocido los dos poemas de María Aléx
titulados “Dar” y “Pequeña cosa”, los había recitado
en varias oportunidades en Londres y París (en el Departamento
Hispánico de la Sorbona).
En mayo de 1948, en el Cine
Teatro San Martín, se le rindió un cálido homenaje al doctor Ronco,
quien también demostró con su trayectoria el profundo amor que sentía por Azul.
En la oportunidad, María Aléx pronunció palabras de su autoría, las cuales
quiso el destino que se mantuvieran preservadas en un pergamino que no tuvo
ninguna difusión más que en aquella ocasión:
Mensaje
cordial para el Dr. Bartolomé J. Ronco:Y dijo el
corazón: “Él es mi amigo./ Yo lo siento y lo quiero. Está conmigo/ como el
astro y la rosa. Yo lo quiero/ porque sabe del lírico sendero/ del Ensueño y el
Bien y la Belleza,/ donde todo es verdad, todo pureza,/ en el íntegro afán y en
el desvelo/ de cambiar esta tierra en claro cielo…/ Yo lo siento en mi vida, en
mi latido,/ en mi hondo anhelar estremecido,/ y lo sé entre los sueños de mi
andanza/ con la luz de la fe y la esperanza…/ Yo lo siento y lo quiero. Está
conmigo/ como el astro y la flor, y lo bendigo por la gracia celeste y la
ventura/ que dejara en mi senda su dulzura"./ Y calló el corazón. Pero al
instante,/ sobre el pecho dolido y palpitante,/ en dulcísima ofrenda
silenciosa/ asomó, toda trémula, una rosa…/ Una rosa pequeña y encendida:/ mi
profunda ternura agradecida.
Las calles de María Aléx
Mediante el Decreto-Ordenanza del 12 de noviembre de
1956, firmado por el comisionado Guillermo Rodolfo Sarmiento, se le
impusieron nombres a quince nuevas calles de la ciudad. La disposición fue
promulgada el 27 de diciembre del mismo año a través del Decreto N° 23.777/56
de la Intervención Nacional y recién se hicieron efectivas las imposiciones el
3 de enero de 1957.
Las
denominaciones fueron propuestas por la “Comisión Municipal de Investigaciones
Históricas del Partido de Azul”, a cuyo frente se hallaba el
historiador azuleño Vicente Porro, acompañado fervientemente por María
Aléx.
Sin lugar a dudas, ella fue quien propuso buena
parte de los nombres que finalmente se impusieron, dada su acentuada pasión por
la historia lugareña. Las nuevas denominaciones elegidas fueron: De
las Postas, De los Fortines, De las Carretas, Misia
Magdalena Barranco, Comisario Luis Aldaz, Fuerte
Federación, Francisco Mesura, Darhanpé, Martín Abeberry, Miguel
Ituarte, De los Agrarios, San Serapio Mártir, San
Carlos, De las Cautivas y General Manuel Escalada. Para
postular cada uno de estos nombres, se escribió un fundamento –presentado en el
decreto- en el que se evidencia la pluma de la poetisa, quien tampoco dudó en
plasmar en sus libros poemas dedicados a dichas arterias, bajo los títulos “Calle Sargenta Barranco”, “Calle de las Carretas” y “Calle de las Cautivas” entre otros.
Apasionada por la cultura…
Fue una integrante fundamental de
la Comisión
Municipal de Cultura integrada por destacadas instituciones azuleñas
como la Agrupación Artística Maná, Centro de Instrucción Cívica “Mariano
Moreno”, Biblioteca Popular “Bartolomé J. Ronco”, Centro Cultural Horizontes,
Universidad
Popular “José Hernández”, Centro Cultural Cervantes, Centro
del Magisterio “Domingo F. Sarmiento”, Centro Universitario Azuleño
y Foto
Club Azul.
En 1958 nació su tercer libro, “Cantos”,
compuesto de treinta y tres poemas donde reaparecieron en tonos cada vez más
depurados sus sueños, dejando improntas serenas y traslúcidas, de alto vuelo
lírico, derivadas de las sugestiones de su solar nativo. Esta obra fue
ilustrada por su estimado amigo Santo Glorioso.
El Centro Numismático “Bartolomé
Mitre”, prestigioso órgano cultural de Azul le dedicó en 1963 su
“Primer Cuaderno Azuleño”, donde ella volvió a retomar la exaltación lírica de
su terruño publicando ocho poemas bajo el título“Cantos de la Patria Chica”,
todos de particular belleza.
Su antología poética, llamada “Ayer
iluminado”, se conoció en 1968; también apareció de su autoría una semblanza
de Francisco
López Merino.
El último libro de María Aléx fue “Mujeres
de aquella Pampa”, dedicado a las primeras valientes y abnegadas pobladoras
de esta zona, madres o esposas que resignaron la calma para acompañar a
sus hombres en las luchas de las fronteras.
De sus diversas colaboraciones en
diario local sobresalen sus “Apuntes Histórico-Líricos de Azul”,
publicados en 1968, en los cuales abordó poéticamente una vez más temas fundacionales
de nuestros pagos.
Tras haberse jubilado como docente,
lamentablemente su cuerpo le falló, quedando postrada en una silla de ruedas.
Pero su voluntad fue inquebrantable y su mente lúcida siguió destellando
magnificencias.
En 1971 recibió el Premio
Almafuerte, otorgado por la Sociedad de Escritores de la Provincia de
Buenos Aires, siendo la primera mujer en recibir dicho
reconocimiento.
El mismo año, la Subsecretaría de
Cultura de la Provincia le dedicó el número 15 de sus Cuadernos del Instituto de
Literatura, titulado “Urrutia Artieda y Azul”.
Esa figura rutilante…
Por Decreto del Poder Ejecutivo de
Buenos Aires, el 13 de septiembre de 1974 se la consagró “Hija Benemérita de la Provincia”.
El primer artículo de la trascendente disposición rezaba: “…en mérito a su categoría intelectual, tareas de bien público y de
unión entre los pueblos de la provincia…”.
El acontecimiento motivó el viaje a nuestra
ciudad del entonces ministro de Educación, Dr. Tomás Diego Bernard, quien en la
sede del Colegio de Escribanos –colmada de público-, el sábado 16 de noviembre,
le hizo entrega de una medalla de oro y un diploma.En el tramo final de su
discurso el Ministro expresó: “… Esta
noche yo quería decirles, en nombre del gobierno de Buenos Aires, que si María
Aléx recibe la más alta distinción, distinción singular que creo no se ha otorgado
a ningún otro poeta hasta hoy, de ser declarada hija benemérita de la
provincia, lo es por sus méritos propios; lo es por la alta dignidad del
magisterio que ha ejercido en la docencia, en el periodismo, en el libro. Pero
más que todo en la escuela de la vida. Esa figura rutilante que pasó por todos
los ambientes con modestia pero que dejó indeleble en todas partes el sello de
una auténtica personalidad. Una mujer que sembró el bien y recoge ahora el bien
que le debemos.
Por eso,
María Aléx, yo también prescindo de todo protocolo. Quizá esté al margen de lo
que debía ser la misión ministerial. Pero aquí en Azul, donde todos te conocen
y te honran, sería vana presunción mía querer exaltar un acto del Poder Ejecutivo
más allá de la letra que ha grabado tu fuego en tu corazón. Esto es tuyo porque
lo has ganado, pero por sobre todo, es tuyo nuestro cariño y nuestro
reconocimiento, porque mujeres como esta mujer son las que necesitamos para el
futuro de la Patria.”.
Las últimas letras…
En 1975 la Biblioteca Popular de
Azul la designó Socia Honoraria, y laEscuela Provincial N°2 la hizo,
simbólicamente, depositaria de su llave.Al año siguiente, la Intendencia
Municipal declaró a su obra “La Patria Chica” como Poemario Oficial de Azul.
Al
cumplirse en 1978 el cuadragésimo aniversario de la publicación de su primer
libro, “Música Interior”, el diario “El Tiempo” y la comunidad azuleña le
rindieron un sincero homenaje al descubrir una placa en el frente de su hogar. Ese
mismo año apareció “Las Raíces”, cuya edición estuvo a cargo del Museo Etnográfico
y Archivo Histórico “Enrique Squirru”, institución para la cual se destinó lo
recaudado con su venta.
María Alejandra
Urrutia Artieda falleció a las 13:15 del día15 de
octubre de 1982. Sus restos fueron inhumados en el Cementerio Único.
A los pies de un
ciprés, prácticamente en la entrada de la necrópolis, descansa la inquieta
mujer de fuerte carácter y delicadas caricias. Sin embargo, María
Aléx no murió… Ella aún vive en sus letras, en sus sabias y melodiosas
palabras, en las páginas de sus libros, en las alas de sus versos. Tal como
proclama en su epitafio (escrito en 1971):
Caminante: Aquí dice María Aléx;
mas no creas que yazgo en esta fosa;
pues apenas llegada, presurosa,
me trepé por la savia silenciosa
hasta el gajo más alto del ciprés.
Y allí estoy, caminante, allá en la
altura
como ayer en la tierra y en el anhelo:
rodeada de pájaros y cielo,
encendida de canto y de dulzura.
INFORMACIÓN EXTRA:
“La Protegida”
Martín
Urrutia y Emilia Artieda se
conocieron en la ciudad de La Plata, en la última década del siglo XIX.
Hacia
1896, la familia Urrutia decidió probar suerte en el interior de la provincia
de Buenos Aires y así fue como se instaló en la ciudad de Olavarría. En cambio
la joven pareja decidió instalarse en Hinojo -Partido de Olavarría-, donde
abrieron un almacén.
Allí,
trabajando arduamente, los jóvenes consolidaron una pequeña fortuna que les
permitió comenzar a armar planes de progreso. Y también comenzaron a acrecentar
la familia, pues el 1 de septiembre de 1899 nació el primogénito, Martín
Sixto. Sus padrinos fueron su tío Agustín Urrutia (español,
domiciliado en Olavarría, de 24 años de edad) y su abuela María Apestegui de Artieda
(nacida en Francia, domiciliada en La Plata, de 52 años de edad).
Poco
tiempo más estuvieron por aquellos lares. El destino les tenía reservado un
lugar en Azul, cerca de las estancias “La Narcisa” y “La Ysidora”, donde
compraron una pequeña fracción de campo y levantaron una casa grande que se
llenó de hijos y en la que instalaron un almacén de ramos generales.
El
almacén era un lugar pintoresco, destacado y concurrido. Los caballos retozaban
a la sombra del montecillo que al verse desde lejos anunciaba la importante
presencia de “La Protegida”.
Apenas
cruzaban el umbral, los clientes eran recibidos por un aroma penetrante, mezcla
del de las especias, del café en grano, el cuero de los aperos, los quesos
apilados en el mostrador y los chacinados, con el olor añejo proveniente del
despacho de bebidas contiguo donde predominaba el humo del tabaco negro que
consumían los parroquianos en cigarrillos armados a mano.
En
el salón principal, con piso de ladrillos, se hallaba el almacén propiamente
dicho. Entre otros rubros, tenía zapatería, tienda y mercería. Sobre la pared
del fondo, en una estantería, se podía encontrar desde la mecha para un farol
hasta los cordones para zapatos, pasando por el hilo para coser ropa o bien el
de atar chorizos, cuchillos, bombillas, mates y una cantidad interminable de
artículos de uso diario. En la parte inferior de aquella monumental estantería,
en cajones con tapas deslizantes, se hallaba el azúcar en terrones y fideos
varios, que se expendían en paquetes armados con papel de estraza; la yerba, en
cambio, se vendía en bolsas de arpillera.
En
un extremo del mostrador reinaba una balanza de platos; en el otro, varios
quesos protegidos por una especie de campana de vidrio y la fiambrera.
Tenían
un acopio de frutos del país y también vendían productos importados de España,
como vinos y conservas enviadas por un amigo de la familia.
Un
rincón del salón lo ocupaban los aperos y herramientas: pecheras, cinchas,
pretales, serruchos, martillos, morsas, leznas y todo lo necesario para las
tareas rurales. Sobre un mostrador mucho más decoroso se apilaban bombachas,
camperas, camisas, cinturones, boinas, fajas y alpargatas de yute.
Había
también espacio para las barricas de vino y las que contenían las tripas
conservadas en sal que se utilizaban en las carneadas. El despacho de bebidas
era fundamental para muchos viajeros o lugareños; bebidas servidas en vasos de
vidrio grueso y sobre un mostrador con cubierta de estaño. Básicamente
funcionaba como un club rural, un lugar donde se iba por necesidad y por gusto,
un local donde los hombres se demoraban comentando las novedades, tomando una
copa…
Algunos
días fijos de la semana hacía parada la galera “San Julián”, que iba y
venía entre la ciudad de Azul y la estancia “El Sol Argentino”
situada en el Partido de Benito Juárez, perteneciente a Mariano Roldán (fundador,
justamente, del pueblo de Benito Juárez y propietario primigenio de la que hoy
conocemos como “Casa Ronco” en Azul).
Asimismo,
Urrutia había conseguido que su almacén brindara los servicios de estafeta de
correos y allí se dejaba o se recibía la correspondencia de la vecindad, que se
despachaba por Hinojo.
En
la trastienda funcionaba el “escritorio”, donde se controlaban las libretas que
saldaban los chacareros no más de una o dos veces al año, cuando levantaban sus
cosechas.
A
un costado del edificio principal, en un gran galpón de chapa, se acumulaban
materiales de construcción, maderas, postes y varillas para alambrados, rollos
de alambre liso y de púas, torniquetes y una variedad sin fin de insumos para
la actividad rural, hasta molinos “Hércules”.
A
pesar de todo el esfuerzo que demandaba la atención del almacén, Martín le
dedicaba varias horas a la lectura y hacía circular sus libros y diarios entre
la clientela aficionada a su misma costumbre. Así llegaban quienes buscaban o
devolvían “La Prensa”, o quienes
pedían prestada la revista “Caras y
Caretas” o entregaban un cuadernillo de las “Novelas Españolas” para tener derecho a llevar otro capítulo.
Además, con diversas inquietudes que excedían lo meramente literario y pasaban
al campo de la filantropía, Martín Urrutia se incorporó a la logia masónica “Obreros
del Sud” N° 94, de la vecina ciudad de Olavarría.
Como
si todo fuese poco, cada quince días se montaba un improvisado consultorio
médico, en el que atendía el reconocido doctor Ángel Pintos, quien
viajaba desde Azul recorriendo las más de diez leguas que separaban la ciudad
de “La Protegida” para atender la clientela lugareña. También, con la misma
frecuencia, pero los domingos, iba un peluquero que cortaba el cabello a
los vecinos, principalmente la peonada y sus familias.
Indudablemente, “La Protegida”
era un verdadero punto de encuentro y un eje fundamental de desarrollo en la
zona. Sin embargo, cuando rondaba los 60 años de edad, tal vez agobiado por
tanta labor, Martín Urrutia decidió vender el almacén. Así, alrededor del año
’20, buscando nuevos horizontes se trasladó definitivamente a la ciudad de
Azul, instalándose en la casa de la calle Buenos Aires N° 474 (actual
Intendente Prof. De Paula), entre Avenida Mitre y Entre Ríos (actual Dr.
Alfredo Prat).
De ardores y
de afanes
En
el hall del Palacio Municipal, desde diciembre de 1971, una placa preserva las
más bellas palabras dedicadas por la poetisa a su tierra natal bajo el título “Nombre
total”.
Qué otro
nombre mejor para tu empeño
y el amor que
madura tu esperanza
que este
nombre que es signo de alabanza
porque nombra,
nombrándote, tu sueño?
Qué otro
nombre mejor a tu pujanza
y el ardor y
el afán de que eres dueño,
que este
nombre cabal que, si pequeño,
todo un mundo
inefable se le alcanza?
Qué otro
nombre mejor a tu desvelo
y a tu fiebre
de luz y anhelo de vuelo
que este
nombre total de fe y altura?
Qué otro
nombre mejor para nombrarte
que este Azul
que te nombra y te imparte
un seguro
destino de ventura?
Una estrella y
dos alas
En 1977, en el
45° Aniversario de “Maná”, María Aléx le dedicó unas sentidas palabras al
entonces desaparecido Alberto López Claro: “Don Alberto: Hoy son cuarenta y cinco los
años de Maná en esta andanza de sembrar generosa la Belleza con todos los
primores de su magia, bajo un signo cabal y luminoso; una estrella y dos alas.
Cuarenta
y cinco ya!... Cómo se ha ido el tiempo con sus bríos y mudanzas!... Si parece
fue ayer… ayer no más… Recuerda don Alberto, esa mañana de aquel domingo
veintitrés de octubre en el Colegio Nacional?... Estaban con usted y conmigo,
don Reynaldo G. Martín, el rector de esa casa; don Julio García Hugoni, su segundo,
venido a nuestro Azul de Bahía Blanca, y don David Cordeviola; los tres
mentores entusiastas.
A
todos nos movía en esa hora idéntica inquietud esperanzada:
fundar una entidad de arte que fuera latido espiritual de esta comarca, por su
siembre tenaz y generosa de colores, sonidos y palabras. A todos nos urgía ese
anhelo sentido con pasión hasta la entraña, y creamos entonces, jubilosos, la
agrupación artística soñada: esta que andando siempre su camino con fervor y
verdad en gozo y dádiva, hoy celebra el milagro de su siembra que es milagro de
gracia.
¿Recuerda
don Alberto?... Fue usted mismo quien en tan empeñosa circunstancia, propusiera
este bíblico bisílabo contenido de fe, para nombrarla; este nombre, Maná, que
es desde entonces señal de esperanza.
Don
Alberto: Hoy son cuarenta y cinco los años de Maná en su labranza y por ello
esta hora es su hora de himnos y campanas. Pero ocurre también que en esta
fecha, un tiempo transcurrido nos señala el vigésimo quinto aniversario de su
muerte, sentida, inesperada; su muerte, don Alberto; ese paso de su vida de
asombros y pujanza, encendida de luz y de fervores, a la noche inviolada.
Por
eso en esta hora evocativa y en el alto precioso de su andanza, Maná dice su
nombre, don Alberto; su nombre enaltecido, que la alcanza como estímulo y guía
sostenedores de su siembra perseverada, bajo un signo celeste y venturoso
nacido de la esencia de su alma: este signo inefable que es su gloria: una
estrella y dos alas.”.
El legado
Raquel Mercedes
Urrutia Artieda, conocida como Sole-la última
sobreviviente de los hermanos-, falleció el 16 de julio de 2003, seis días
después de haber cumplido 90 años de edad. A través de su testamento ológrafo
legó en partes iguales su propiedad de la calle Gral. Uriburu 474(actual
Intendente Prof. De Paula) al Hospital Municipal “Dr. Ángel Pintos”
y al Hospital
Materno Infantil “Argentina Diego”.
Dentro de la Ordenanza N° 2.319 del 25 de abril de
2005, por la cual se aceptaba la donación, el Concejo Deliberante dejó expresada
su “…inquietud de crear en la mismauna ‘Casa
de la Cultura’ y conservar el valor histórico de cuanto forma parte de ella, al
propio tiempo de recoger un anhelo que cuenta con vasto respaldo, que sobreviene
como un imperativo de preservar la identidad cultural de la comunidad…”.
Sin embargo, la
propiedad fue vendida y actualmente funciona allí el Juzgado Federal N° 2 de Azul.
María Aléx Urrutia Artieda fue una destacada y
querida docente que supo trascender las fronteras del tiempo y el espacio a
través de sus versos apasionados cargados de vívidas historias.