La Virgen, el “Manco” y “Don Quijote”
Por Eduardo Agüero Mielhuerry
El
rosario (del latín rosarium “rosal”)
es un rezo tradicional católico que conmemora veinte “misterios” de la vida de
Jesucristo y de la Virgen María, recitando después de cada uno de ellos un
padrenuestro, diez avemarías y un gloria Patri. Es frecuentemente designado
como Santo
Rosario por los católicos.
También
se llama rosario a la sarta de cuentas que se utiliza para rezar el rosario.
Las cuentas están separadas cada diez por otras de distinto tamaño y la sarta
está unida por sus dos extremos a una cruz.
El
rosario comenzó a utilizarse en el catolicismo alrededor del año 800. En los
monasterios se solían recitar los 150 salmos (así como lo hacían los judíos) en
el Breviario monástico, pero a los fieles que no eran sacerdotes ni monjes, al
no poder seguir esta devoción porque en su mayoría no sabía leer, se les enseñó
una práctica más sencilla: la de recitar 150 avemarías. Esta devoción tomó el
nombre de “Salterio de la Virgen”.
Su
popularidad y desarrollo se dio en el siglo XIII, cuando surgió el movimiento
albigense. Ante los enfrentamientos entre católicos romanos y albigenses,
(Santo) Domingo de Guzmán, fundador de la orden de los Predicadores
(más conocidos como dominicos), promovió en sus misiones el rezo de una forma
primitiva del rosario. Al ser los dominicos una orden de predicadores y estar
siempre en medio del pueblo, su devoción se hizo popular, generando la
aparición de cofradías y grupos de devotos por doquier.
En el año 1208, Santo Domingo afirmó que, en una
capilla del monasterio de Nuestra Señora de Prouilhe (fundado por él y el
venerable Diego de Acebes, en la localidad francesa de Prouille, entre los
pueblos de Fanjeaux y Montréal, dentro del departamento del Aude -región de
Languedoc-Rosellón-), se le apareció la Virgen María con un rosario
en las manos, que le enseñó a rezarlo y que le pidió que lo predicara entre los
hombres, ofreciéndole diferentes promesas.
Antes de la Batalla de Muret, acaecida el 12 de
septiembre de 1213, impactado, el Santo les enseñó el rosario a los soldados
liderados por su amigo Simón IV de Montfort (dotado
estratega militar, obsesionado por manifestar su catolicismo hasta el punto de
ordenar celebrar misa de campaña antes de entrar en combate, por muy urgente
que fuera la situación, empero, como contracara, bastante despiadado). Aunque
la lucha fue compleja, la victoria llegó para las tropas de Montfort, quien se
la atribuyó a la Virgen María y, en consecuencia, mandó a construir la primera
capilla dedicada a esta advocación.
Con el transcurso del tiempo, para el siglo XV, la devoción al rosario
había decaído. Sin embargo, el beato Alano de la Roca fue el encargado de
hacerla resurgir.
También conocido como Alano de Rupe, o por su nombre en
francés, Alain de La Roche, fue un dominico bretón, considerado el
primer gran difusor del uso devocional del Santo Rosario.
Nacido en torno a 1428 en Bretaña, había ingresado en la Orden de
Predicadores a los 22 años. Fue conocido popularmente por ciertas apariciones y
visiones y como predicador del Rosario y su espiritualidad. Fomentó el
asociacionismo de seglares en torno al Rosario, fundando cofradías donde
imponía el rezo diario de 150 Avemarías.
Murió el 8 de septiembre de 1475 en Zwolle, precisamente el día en que
fue erigida por el Papa la primera cofradía del Rosario, en Colonia, Alemania.
Allí fue sepultado y en su honor se levantó un mausoleo.
Alguna vez declaró que la Virgen se le apareció y le pidió que
recogiera en un libro todos los milagros llevados a cabo por el rosario y las
promesas hechas a Santo Domingo. Así lo hizo, con absoluta devoción.
Su ardua
tarea fue continuada por, precisamente, Jacobo Sprenger, fundador y prior
del convento de los dominicos en Colonia.
En el siglo XVI, el Papa Pío V instauró una celebración
anual para el rezo del rosario cada 7 de octubre, aniversario de la
victoria en la Batalla de Lepanto, donde las fuerzas cristianas derrotaron
-por intercesión de la Virgen, según se le atribuía-, a los turcos que invadían
Europa. Dicha festividad fue denominada “Nuestra Señora de las Victorias”;
además, agregó a la letanía de la Virgen el título de “Auxilio de los
Cristianos”. Su sucesor, el Papa Gregorio XIII, cambió el nombre de
la solemnidad por el de “Nuestra Señora del Rosario”.
El
Manco de Lepanto y Nuestra Señora del Rosario
Antes de que fuera publicado su afamado y mundialmente conocido “Don
Quijote”, Miguel de Cervantes Saavedra ocupó la plaza de soldado en la
compañía del capitán Diego de Urbina, del tercio de Miguel de Moncada.
El 7 de octubre de 1571, participó en la Batalla de Lepanto,
formando parte de la armada cristiana, dirigida por don Juan de Austria, y
donde participaba uno de los más famosos marinos de la época, el marqués de
Santa Cruz, que residía en La Mancha, en Viso del Marqués.
En dicha batalla salió herido de dos arcabuzazos en el pecho y en una
mano, quedando estropeado, ganando el apodo de “Manco de Lepanto”. La
mano izquierda no le fue cortada, sino que se le anquilosó al perder el
movimiento de ella cuando un trozo de plomo le seccionó un nervio.
Cervantes siempre se mostró muy orgulloso de haber luchado en la
batalla de Lepanto, que para él fue, como escribió en el prólogo de la segunda
parte del Quijote “la más alta ocasión
que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros”.
Como juegan las casualidades, cada 7 de octubre se celebra
con devoción y entusiasmo el día de “Nuestra Señora del Rosario”,
justamente Patrona de nuestra ciudad, la que fuera declarada en abril de 2007
como “Azul,
ciudad cervantina de la Argentina”.
Advocación
para la Parroquia del Azul
El
primer Libro de Bautismos de la Parroquia de Azul comienza llamando a
ésta, “Parroquia de Nuestra Señora del Rosario”. Y ese primer libro
fue iniciado por el Padre Manuel del Carmen Roguer, llegado a
Azul en septiembre de 1833, después de la trágica muerte del Padre Fray
Hipólito Castañón.
El 19 de
enero de 1835 se designó al Padre Clemente Ramón de la Sota, Cura
Castrense para el Fuerte Azul de San Serapio Mártir y Cura Párroco de la
Iglesia de Nuestra Señora del Rosario. El Presbítero levantó en Azul el primer
templo de material, pues la humilde capillita de Fray Castañón, el “ranchito de
Dios” de los primeros tiempos, no podía ya seguir prestando servicio.
De lo
poco que se sabe de la nueva construcción, se afirma que poseía un altar con la
Virgen de Nuestra Señora del Rosario, con el Niño en brazos y un rosario de
nácar. Además, tenía tres nichos: en el primero estaba colocada la Virgen de
Nuestra Señora del Carmen; en el segundo, Jesucristo crucificado, a su derecha
la Virgen de los Dolores y a su izquierda San Juan; y en el último una imagen
de San Benito de Palermo.
El
segundo edificio de la Iglesia, en evidente estado de ruina, fue de muy
precaria construcción y no duró más de veinte años. Esta situación hizo pensar
al Jefe del Ejército de la Frontera Sud, general Manuel Escalada, en la
necesidad de una nueva construcción.
El Padre
Eduardo
Martini, de nacionalidad italiana, llegó a Azul en febrero de 1862 y
permaneció al frente de la Parroquia por el término de diez años.
Para
diciembre de 1864, quedó terminada la construcción parcial (la nave central)
del nuevo templo y “arreglado el frente”. La Comisión Pro Templo estuvo
encargada de la ornamentación interior de la nueva Iglesia, comisionándose a Vicente
Pereda para que adquiriera en Buenos Aires un altar de madera, tallado,
y un púlpito del mismo estilo.
La
Municipalidad contrató a un tallista y doradores para la colocación y retoque
del nuevo altar, donde fue colocada la imagen de Nuestra Señora del Rosario,
traída desde Italia en 1863 por el Padre Eduardo Martini.
Presidiendo
el Altar Mayor de la Catedral
Al concluirse
el cuarto Templo azuleño -la actual Catedral, inaugurada parcialmente el 7 de
octubre de 1906-, en la parte superior del antiguo Altar Mayor se
entronizó la misma imagen de Nuestra Señora del Rosario donada por el Padre
Martini. Es una pieza de bulto, de madera maciza y de una dureza especial,
policromada, a la que se le incorporó una bella corona de plata, que lleva
grabada la leyenda: “Mayo 20 de 1865. Devoción de Pedro Zabala”, quien ha sido
seguramente el donante de la misma.
Corría
el año 1933 cuando se creó la Diócesis de Azul siendo César
Antonio Cáneva designado su primer Obispo, quien asumió el 24 de
febrero de 1935. De esta manera, su mano laboriosa alcanzó a otras
localidades como Ayacucho, Azul, Benito Juárez, Bolívar, General Alvear,
General Lamadrid, Laprida, Las Flores, Olavarría, Rauch, Roque Pérez,
Saladillo, Tandil y Tapalqué. La iglesia quedó constituida en Catedral y uno de
los principales y más bellos templos de Azul y la región.
En la Batalla de Lepanto, Miguel de Cervantes Saavedra salió herido de dos arcabuzazos en el pecho y en una mano, quedando estropeado, ganando el apodo de “Manco de Lepanto”.