lunes, 13 de abril de 2020

María Gómez de Enciso, caridad hecha mujer

María Gómez de Enciso, caridad hecha mujer 


Por Eduardo Agüero Mielhuerry


María Rosalía Gómez nació el 4 de septiembre de 1867 en Carmen de Las Flores. Fue bautizada diez días después por el sacerdote Severino Soria. Sus padres fueron los porteños José María Gómez y Marta Utrera, quienes se hallaban domiciliados en la vecina ciudad. El matrimonio tuvo al menos otros seis hijos: Crisanta, Adolfo Fabio, Juana, Rosario, Julia y Narciso.
            Siendo aún muy jovencita, María conoció en su pueblo natal al que en poco tiempo se convertiría en su esposo, el porteño José Antonio Enciso, más de diez años mayor que ella.
            Unidos en sagrado matrimonio se radicaron en Ranchos -actual Partido de General Paz-, donde se instalaron debido a las ocupaciones comerciales de Antonio. Apenas pasaron unos meses cuando el hogar se vio bendecido con la llegada de la niña Delia Marta que nació el 3 de junio de 1887 y fue bautizada en la Iglesia Nuestra Señora del Pilar de los Ranchos el 9 de septiembre del mismo año.
            Empero la desgracia inmediatamente opacó toda felicidad. La pequeña enfermó de meningitis y murió con apenas siete meses de edad, el 3 de enero de 1888. Todo aquello que supo ser sonrisas y dicha se perdió en el oscuro mundo de la zozobra y el dolor. La pareja quedó destruida.
            Sin embargo, tal vez las eternas oraciones de María o su inconmensurable generosidad lograron un nuevo milagro. El 9 de agosto de aquel año que había empezado fatídicamente, en la Capital Federal, nació Antonio Pastor.
El matrimonio Enciso-Gómez volvió a radicarse en Ranchos y allí bautizaron al bebé en la Iglesia local, el 20 de mayo de 1889. La vida parecía encarrilarse nuevamente, pero vaya uno a saber qué vuelta del destino o qué infame designio hizo que la muerte volviera a relamerse… El pequeño Antonio Pastor murió repentinamente sumiéndola en la terrible realidad de haber perdido a sus dos hijos.
Pero los infortunios no terminarían ahí para María. El 6 de septiembre de 1889, en el Hotel Universal de la ciudad de Tucumán, José Antonio Enciso, de 34 años, después de un triste accidente doméstico, falleció por gangrena. Antonio se hallaba en la capital tucumana impulsado por su labor como comerciante. Fue sepultado en el Cementerio del Oeste de aquella localidad.
Así, con algo más de veinte años, María Rosalía Gómez de Enciso, en un abrir y cerrar de ojos, se quedó absolutamente sola. Sólo Dios fue su sostén…


Enseñar a pesar del dolor


Una imprecisa mañana, María llegó al Azul en tren…
A pesar de que tenía garantizado un buen “pasar económico”, su inquebrantable decisión de servir a la comunidad la llevó a convertirse en maestra de la Escuela Normal. Allí conoció a varios de quienes como ella se convertirían en destacadas personalidades de la ciudad como los hermanos Darhanpé (José María, Eduardo, Victoria, Justina y Ernestina), Abelardo Cano, Víctor Nigoul, Luis Robín, Amelia Elizagaray y Ángela Di Ferrante, entre otros. A su vez, entabló una estrecha amistad con María del Carmen Ducós, con quien compartió no sólo la pasión por la docencia, sino también por la caridad y la beneficencia.


Construyendo un hogar de amor


El 19 de marzo de 1890, Monseñor Agustín Boneo realizó su segunda visita pastoral a Azul. Llegó acompañado del subdirector del Apostolado de la Oración en el país, presbítero Bartolomé Más. Ambos se reunieron con el padre Luis María Cambra y las “celadoras” o miembros del Apostolado local: María Gómez de Enciso, Eufemia Bargas, Filomena O. de Peñalva, María Klein, Paula Mármol, Rosa R. Silva, Berna Mármol, Justina Leal de Leyría, Felisa Ballesteros, Juana Ball, Adelina Ballesteros, Ercilia Muñoz, Valentina Ballesteros, Paula G. de Rodríguez, Rosa Domínguez, Pilar P. de Domínguez, Virginia Claro, Fortunata Ballesteros, Eduviges Luna, Dorotea Bargas, Juliana Leal, María Ballesteros.
El “Apostolado de la Oración” se había fundado en la Iglesia de Azul el 14 de noviembre de 1886. Su objetivo primordial era promover la fe y el amor al Divino Corazón de Jesús, a través de la oración, y por otro lado, la consagración a obras de caridad, principalmente ligadas a los niños huérfanos.
De acuerdo a los objetivos fijados en los estatutos del Apostolado, formaron la comisión de “Damas de Caridad del Sagrado Corazón de Jesús”. María Gómez de Enciso, modestamente, ocupó un lugar como vocal dentro de dicha sociedad.
El 24 de mayo de 1896, las “Damas de Caridad…” fundaron el Asilo de Huérfanas “Sagrado Corazón”, cuya primera ubicación fue en la esquina de las calles Gral. San Martín y Rivadavia, propiedad que le alquilaban a Mariano Roldán (dicha vivienda, en la actualidad, es la que conocemos como “Casa Ronco”).
Después de algunas mudanzas y de gastar bastante dinero en alquileres, surgió la idea adquirir un terreno donde edificar una sede propia. Por iniciativa del Padre Manuel Pujato, en julio de 1899, se le compró a Antonio Lanusse el solar ubicado en la calle Rivadavia entre Benito Juárez y Av. Tapalqué (es decir, entre las actuales Gral. Julio Roca y Av. Pte. Gral. Juan D. Perón).
La Piedra fundamental del Asilo de Huérfanas fue colocada el 8 de diciembre de 1899, día de la Inmaculada Concepción. Visiblemente emocionada, María Gómez de Enciso fue una de las madrinas de la ceremonia.
Siguiendo los planos del Ingeniero Juan Ochoa, la costosa construcción se fue realizando por etapas, siendo la parte más antigua la que se erigió sobre la calle Rivadavia, que fue inaugurada el 16 de junio de 1901. Por entonces -desde el 1 de enero de ese año-, era presidenta de la sociedad de “Damas…” la infatigable y estoica María... La inauguración fue una verdadera fiesta en la cual se repartieron quinientas medallas recordatorias.
María condujo la Sociedad “Damas de Caridad del Sagrado Corazón de Jesús” desde el 1 de enero de 1901 hasta enero de 1920, es decir, por siete mandatos consecutivos, siempre elegida por unanimidad de los votos de la Comisión.


Un santo entre los azuleños


La fría tarde del 13 de Julio de 1903, en el Ferrocarril Sud, el joven sacerdote César Antonio Cáneva llegó a nuestra ciudad para hacerse cargo de la parroquia. Todo su capital estaba constituido por una enorme Fe y una imagen de la Virgen de Luján que trajo bajo el brazo.
Era un joven nacido en Carlazzo, Italia, el 27 de Marzo de 1874; tras la muerte de su madre, a temprana edad había llegado con su padre y sus dos hermanas a la Argentina.
Había iniciado sus estudios y al despertarse su férrea vocación religiosa, ingresó al Seminario de Buenos Aires. Más tarde, fue ordenado sacerdote el 21 de diciembre de 1901 en la iglesia de San Ponciano de La Plata, donde el día de Navidad celebró su primera Misa.
Su tarea en Azul no fue sencilla. En 1900 se había comenzado a construir un nuevo templo, pero con el correr del tiempo la obra se hallaba paralizada.
El nuevo siglo y el Sacerdote trajeron cambios muy profundos para la ciudad. Carismático y campechano, Cáneva supo “ganarse” a la comunidad. Y así, el 7 de octubre de 1906, a tan sólo tres años de su llegada logró inaugurar el neogótico templo de la Iglesia Nuestra Señora del Rosario y San Serapio Mártir como supo ser desde antaño.
Sin embargo, a pesar de ser la más conocida, la obra de la actual Catedral no fue su única preocupación ni su único legado. Y tampoco estuvo solo. Supo congregar a su alrededor un excelente equipo de personas cuyo objetivo primordial era asistir a los desamparados. Entre ellos, sin dudas, sobresalió María Gómez de Enciso, quien formó, junto a muchas otras mujeres como Ernestina Darhanpé o Justa Gallardo,  la “Comisión de Damas” cuyo objetivo principal era la recaudación de fondos para la construcción del nuevo templo azuleño.


Hermanas Azules


El 17 de octubre de 1907, llegaron a Azul diecinueve Hermanas de la Congregación de la Inmaculada Concepción (habían arribado a Buenos Aires a bordo del “Magallan” desde Francia, previa escala en Lisboa). Fueron recibidas por María Gómez de Enciso, presidenta de las “Damas…”, y el Padre César Antonio Cáneva. Marie Alphonse Rheit se convirtió en la primera superiora de la casa y a su vez y desde ese momento, en la primera superiora provincial de Argentina. También llegaron con ella Sylvie Azais, Saint Emile, Saint Robert, Francois de Borgia, Marcellin y Clementine, entre otras.
Las  Hermanas Azules, con el impulso irrefrenable del Padre Cáneva y el apoyo incondicional de María Gómez de Enciso, lograron inaugurar el 15 de marzo de 1908 el Colegio Inmaculada Concepción. Y así comenzó una tarea mancomunada que se extendió en el tiempo por más de ochenta y cinco años…


Una nueva y monumental obra


El 17 de marzo de 1904 se reunió la Comisión Directiva de la “Pía Unión de San Antonio”, la cual era presidida por la señora Úrsula Vásquez de Zapata. En dicha reunión se hizo evidente la necesidad de fundar un asilo para niños huérfanos, a imagen y semejanza del “Sagrado Corazón” dedicado a las niñas.
En 1906 se concretó la compra del terreno ubicado en la calle Dolores entre Entre Ríos y Córdoba (las actuales Gral. Francisco Leyría entre Dr. Alfredo Prat e Intendente Dr. Ernesto M. Malére).
El 2 de junio de 1907 se colocó la Piedra fundacional, bendecida por el Obispo de La Plata, Monseñor Francisco Alberti. A pesar de la fría jornada, una nutrida concurrencia acompañó la ocasión en la que la señora Vásquez de Zapata hizo uso de la palabra. A su lado, el Padre Cáneva sonreía henchido de emoción frente a la gran obra que avizoraba en beneficio de la comunidad y los más desprotegidos.
Tras varios contratiempos, el Asilo de Huérfanos “San Antonio”, fue inaugurado el 1 de octubre de 1911, bajo la presidencia de María Gómez de Enciso, quien sumó así una obra más al servicio de los más necesitados y en especial de los niños sin hogar.
El Asilo procuró la educación de los niños desde una faz práctica, por ejemplo, en su imprenta se confeccionaba “La Revista”, órgano de difusión de las diversas obras. Éste semanario, que alcanzó los dos mil ejemplares por número, comenzó a publicarse en abril de 1915 y tuvo una existencia de más de treinta y cinco años. Vale destacar que todo lo producido por la venta de la misma estaba destinado a los dos Asilos.
Algún tiempo después, gracias a la contribución de la señora Rufina de Martínez Berdes, el 5 de noviembre de 1916, se inauguró la iglesia de “San Antonio”.
Desde entonces, cada día fue convertido en la excusa perfecta para contribuir de una u otra manera a mejorar el estilo de vida de los jóvenes hospedados en los orfanatos. Socios bienhechores, rifas, bazares de caridad, conciertos, subvenciones, legados y donaciones “anónimas” fueron varios de los recursos que ayudaron a prosperar a los Asilos.


El final de un fructífero camino…


María fue una mujer piadosa. Perdió a toda su familia, pero supo recuperarlos en cada sonrisa que le devolvían aquellos centenares de niños y niñas huérfanos a los que ayudó denodadamente hasta el límite de sus fuerzas. Todo abandonó en su afanosa lucha por el bienestar de los desamparados, pero jamás dejó de lado sus nobles ideales y su profunda fe en Dios…
A causa de una peritonitis, María Rosalía Gómez de Enciso falleció en su domicilio de la calle Bolívar N° 575, en Azul, el 26 de enero de 1920. Tenía cincuenta y dos años de edad y un enorme y bello rosario de obras dedicadas a la caridad.
Mediante su última voluntad legó todos sus bienes a obras de beneficencia.
En su sepelio hablaron la maestra María del Carmen Ducós, el diputado Provincial Dr. Agustín J. Carús y el carismático Padre César A. Cáneva, con quien había trabajado codo a codo en beneficio de la comunidad azuleña.


Monumento funerario a su memoria


En septiembre del año de su deceso, se conformó una comisión –encabezada por Julia Saint Germes de Cier- y se inició una suscripción pública para erigir un monumento a su memoria.
El trabajo fue encomendado al arquitecto Julio C. Maschio y se le encargó al escultor belga Luis Brunninx la realización de una escultura femenina con su mirada hacia el cielo sosteniendo a un niño en su brazo izquierdo y protegiendo a otro con su diestra.
El escultor, que estaba radicado en la Capital Federal, envió las piezas confeccionadas en mármol de Carrara en septiembre de 1922 e inmediatamente comenzó la construcción del monumento.
En un homenaje acaecido el 10 de diciembre de 1922, Amelia Elizagaray –amiga íntima de María- pronunció un sentido discurso y el obispo Francisco Alberti bendijo el monumento funerario.







El monumento funerario fue realizado por el arquitecto Julio C. Maschio y se le encargó al escultor belga Luis Brunninx la realización de la escultura. El conjunto fue bendecido el 10 de diciembre de 1922.



Por iniciativa del ahora ex concejal Santiago Zaffora, se le impuso el nombre María Gómez de Enciso a la calle Nº 327 –primera arteria paralela a la Av. Mujica hacia el Norte-, para homenajear a esta gran mujer.

Julio Cordeviola, el profundo humanista

Julio Cordeviola, el profundo humanista


Por Eduardo Agüero Mielhuerry


Julio Eugenio Cordeviola nació en Azul el 19 de abril de 1920. Sus padres fueron el abogado David Cordeviola y María Dolores Ferrer Reyes. Tuvo cuatro hermanos: Carlos María, David Mario. Horacio Rómulo y María Inés.
Cursó sus estudios primarios en la Escuela Nº 2 “Domingo Faustino Sarmiento” y los secundarios en el Colegio Nacional “Esteban Echeverría”.
Su padre, David, fundador del estudio jurídico que lleva el apellido de la familia, de raigambre radical, integró el Comité de la Unión Cívica Radical de Azul desde su juventud (inclusive fue candidato a concejal en 1929). Dicha convicción cívica fue la que Julio Eugenio asimiló en su juventud y luego sostendría a lo largo de su vida, participando en el Comité, aportando su mayor esfuerzo en beneficio del prójimo.
En 1945, Julio Eugenio se recibió de médico en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de La Plata, compartiendo amistad y conocimientos junto a figuras de la medicina como los doctores René Favaloro (La Plata12 de julio de 1923 - Buenos Aires29 de julio de 2000) y José María Mainetti (Hinojo, Olavarría, 30 de mayo de 1909 - Gonnet, La Plata, 9 de febrero de 2006), donde además de la formación académica, reforzó su compromiso en el servicio hacia sus semejantes, acción que marcó el desempeño de su carrera profesional.
Se especializó en Pediatría en el Hospital de Niños de La Plata -hoy llamado “Sor María Ludovica”-, donde conoció en persona a la religiosa de origen italiano, perteneciente a la Congregación de Hijas de La Misericordia de Santa María Josefa Rossello, María Ludovica de Angelis (Nápoles, Italia, 24 de octubre de 1880 - La Plata, 25 de febrero de 1962), con quien entabló una importante amistad.


A curar en Azul…


Instaló su consultorio en Azul, desempeñándose durante muchos años de manera voluntaria en la que fuera la Sociedad Protectora de Niños.
Comenzó su trabajo profesional en beneficio de los niños, como médico ad-honorem, en el entonces Dispensario Infantil (Hospital Zonal de Pediatría “Argentina Diego”), y lo hizo de esa manera hasta que, diez años después, el 23 de marzo de 1956, fue designado médico pediatra en dicho nosocomio. Más tarde accedería a la Dirección del Hospital en dos oportunidades, siendo el primer período entre 1962 y 1966.
Asimismo, desarrolló actividades como médico de la Policía Federal y del entonces Regimiento II de Artillería Montada Reforzado de Azul.


Formando una familia…


El 31 de octubre de 1946, en el domicilio de la novia, ubicado en Av. Humberto I Nº 378 (actual Av. Perón), Julio Eugenio contrajo matrimonio con Ruth Bandieri.
La pareja tuvo tres hijos: Ruth Noemí “Mora” (nacida el 5 de diciembre de 1948), Julio David (nacido el 13 de mayo de 1955) y José María “Joso” (nacido el 7 de marzo de 1957).


Las elecciones del ’58


Cordeviola participó activamente en la vida política de la ciudad. Integró en 1958 la lista como candidato a Consejero Escolar por la Unión Cívica Radical del Pueblo.
Tras los comicios del 23 de febrero, el Concejo Deliberante de Azul quedó conformado por nueve miembros de la Unión Cívica Radical Intransigente, siete de la Unión Cívica del Pueblo y dos concejales del Partido Conservador.
Integraban el primer grupo Néstor M. Pitaluga, Héctor. R. Blanco, Agustín Rogelio Vidal, Rubén Darío Moreno, Roberto Martinucci, José María Posada, Alfredo Torchia, Adolfo Ricobene y Rolando Oscar Vitale. Por la Unión Cívica Radical del Pueblo ingresaron Juan Carboni, Alfredo Sarno, Raquel Haydée Salvo de Gau, Fernando Ilarragorri, Clemente Oscar Gazzolo, Héctor Prieto y Jacinto Marchisio.
Finalmente, por la tercera fuerza ingresaron los señores Alberto Castellár y Juan Arrastua.
Para conformar el Consejo Escolar ingresaron tres candidatos por cada una de las dos fuerzas mayoritarias. Por los “Del Pueblo” ingresaron el Dr. Carlos Alberto Ronchetti, la señorita América Angélica Timo y, justamente, el Dr. Julio Eugenio Cordeviola.


Zona Sanitaria IX


En 1967 se crearon las Regiones Sanitarias en todo el territorio de la Provincia de Buenos Aires, en virtud de la puesta en marcha de la Ley Nº 7.016 y su Decreto Reglamentario N° 805. La finalidad de dicha norma consistía básicamente en producir una descentralización de las acciones de salud del Estado provincial, el que, con ese propósito, fue dividido en once “mini-ministerios”, teniendo en consideración, entre otras cosas, el asiento de los Colegios Médicos.
Azul se convirtió en sede de la Zona Sanitaria IX. Su plantel directivo estaba encabezado por un funcionario con la jerarquía de Coordinador, un Secretario Técnico, un Secretario Administrativo, un Jefe de Estadística y un Jefe de Mantenimiento. Los nombramientos recayeron, en nuestra sede, que comprendía once Partidos, en los doctores Antonio Leopoldo Lapenta (Coordinador), Julio Eugenio Cordeviola (secretario Técnico), José María D’Alessandro (secretario Administrativo), Olga Carmen Del Riego (jefe de Estadística) y el arquitecto Juan Carlos Di Bernardi (jefe de Mantenimiento).
El resto del personal fue incorporado desde el Hospital de Niños de Azul, Departamento de Zoonosis Rurales, Centro de Profilaxis y Tratamiento, y Dirección de Menores. Fue el primer asiento de las oficinas y depósitos, la casona de la familia Piazza, donde desde 1974 y, hasta el presente, funciona la Policía Regional. En ese año la Zona trasladó sus oficinas al emplazamiento actual (esquina Oeste de Bolívar y Arenales), durante la gestión del gobernador Dr. Oscar Bidegain, inmueble finalmente adquirido a la familia Percaz en 1987, durante la gobernación del Dr. Alejandro Armendáriz.
Gracias al esfuerzo mancomunado, la institución continuó cumpliendo su propósito inicial, permitiendo acercar las políticas ministeriales en materia sanitaria a los lugares más recónditos de nuestra provincia y a poblaciones bien diferenciadas.
Ejerció la secretaría técnica de la Región Sanitaria IX desde el 1 de abril de 1967 hasta el 30 de noviembre de 1972, día en el que pasó a desempeñarse como coordinador. El 3 de julio de 1973 renunció para ejercer un interinato en la dirección del Hospital de Niños.
En 1976 retomó la conducción como coordinador de la Región Sanitaria IX con categoría de director, siendo puesto en funciones por el entonces subsecretario de Salud Pública de la Provincia de Buenos Aires, general médico (RE) Roberto J. Ortiz. En dichas funciones, el doctor Cordeviola se mantuvo hasta su deceso.


Moderno Equipo de Rayos X


            El 14 de diciembre de 1971, el Dr. Julio Cordeviola en su carácter de Secretario Técnico a cargo de la Jefatura de la Zona Sanitaria IX, llamó a una conferencia de prensa que se llevó a cabo en el Hospital Municipal “Dr. Ángel Pintos”.
En el acto hizo entrega al director del nosocomio, Dr. José Manuel Inza, de un moderno equipamiento de radiodiagnóstico provisto por el Ministerio de Bienestar Social de la Provincia de Buenos Aires. Este equipo, fabricado por la Compañía Siemens de Alemania con la más avanzada tecnología del momento.
El Dr. Cordeviola destacó la gestión de la Cooperadora del Hospital, que se ocupó de proveer la infraestructura edilicia necesaria para posibilitar el posterior armado de este importante equipo. Asimismo, el Doctor puso de realce las gestiones realizadas por el anterior director de la Zona Sanitaria IX, Dr. Leopoldo Lapenta, las que propiciaron la adquisición del equipamiento.
El equipo que comenzó a prestar servicios en ese mismo año era uno de los más modernos con que contaba el país y hubo intentos de municipios vecinos de llevárselo, pues era codiciado por las prestaciones que brindaba.


Otra pasión en la historia…


El Dr. Cordeviola fue Secretario del Primer Consejo Directivo del Colegio de Médicos de la Provincia de Bs. As., Delegado ante el Consejo Superior de La Plata y Presidente del Distrito VIII del mencionado Colegio.
Por su incansable labor, alcanzó un gran reconocimiento a nivel provincial, siendo un importante referente como consultor en diferentes programas de Salud emanados del Ministerio. Pero además de la medicina, tuvo otras pasiones…
Lector apasionado, en su biblioteca aún se pueden encontrar, entre otros, libros de medicina, historia, literatura, geografía, arqueología, zoología, botánica, etc.
No obstante sus múltiples actividades, se hizo del tiempo necesario para investigar y escribir sobre la historia de nuestra patria chica; dio conferencias sobre el tema indigenista en distintas localidades y ámbitos (Tandil, Olavarría, Tapalqué, General Alvear, Saladillo, General Lamadrid, Laprida, Las Flores, Ayacucho, San Carlos de Bariloche, Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata, etc.).
Publicó trabajos y ensayos sobre nuestra historia y sus pobladores en la revista de Artes y Letras “PAN”, en “Cuadernos Azuleños” del Centro Numismático Bartolomé Mitre, y en los diarios “El Tiempo” y “Pregón”. Entre estas publicaciones, muchas sobre temas indigenistas, se destaca la del cuento “El Árbol” ilustrado por Ricardo Bevacqua, en la Revista PAN Nº 97.
Como miembro de la Comisión Municipal de Estudios Históricos de Azul, que también integraran los célebres Vicente Porro y María Aléx Urrutia Artieda, realizó profundas investigaciones sobre el topónimo “Callvú Leovú” y la “flor morada” como generadora del mismo.
Fue miembro residente de la Junta de Estudios Históricos de Tandil y participó como miembro del jurado en el “Certamen del Saber”, organizado por el Club de Leones de Azul en los años ’80.
Entre tantas actividades, Cordeviola cosechó la amistad de dos importantes personalidades de nuestro medio, doña Emilia Bettinelli de López Claro y el doctor Bartolomé José Ronco. Junto a ellos desarrolló varios proyectos culturales que posicionaron a nuestra ciudad a la vanguardia de la Provincia y el país.


Auca Nahuel


Cordeviola fue el autor de la brillante novela titulada “Auca Nahuel”, en la que describe la rebelión del último cacique del inmenso sur, ese ancho desierto que puso a prueba el coraje de la milicia de línea y a los valientes Pampas que defendían sus raíces.
Fue publicada por Ediciones Culturales Olivetti en el año 1969, luego de haber sido seleccionada por un jurado internacional para el “Gran Premio Literario Olivetti. Iniciación 1967” por Federico Peltzer, distinguida luego con el voto del filósofo español Julián Marías Aguilera, y la recomendación de Donald Yates para su publicación.


Campo, papeles viejos y otras yerbas…


Como director del Museo Etnográfico y Archivo Histórico de Azul “Enrique Squirru”, Julio buscó modernizar la institución e imprimirle una visión dinámica a la institución, dedicando largas jornadas a la reclasificación de sus piezas y las del archivo. Con su visión innovadora, organizó recorridas guiadas para los visitantes, con grabaciones explicativas de las muestras.
Organizó cursos y conferencias sobre el tema indigenista y criollo, invitando a nuestra ciudad a reconocidos especialistas e investigadores de la historia y la arqueología. De esta manera, también ponía de relieve otra de sus grandes pasiones: el campo; conocía meticulosamente su entorno y su gente gracias su vinculación estrecha con las actividades agropecuarias que desarrolló desde muy joven.
Asimismo, a mediados de la década del ’70,  durante más de un año, en el diario “El Tiempo” publicó la columna semanal titulada “El Rincón del Museo”. Habiendo trabajado en varias decenas de temas intrínsecos a nuestras tierras y a las costumbres del siglo XIX.
“Azul de Antaño”, editado en 1975, fue otra de sus grandes creaciones. Asimismo, fue autor del libreto de la audición radial “Bajo un mismo cielo” emitida por LU 10 Radio Azul.
Por otra parte, con paciencia y esmero, gestionó la donación al Museo, por parte de la familia Paggi, de la localidad de Cacharí, del Carretón o Chatón, que finalmente fuera emplazado en el sector de “la loma” del Parque Municipal “Domingo F. Sarmiento”, el 16 de diciembre de 1978.


El descanso del estudioso…


Julio Eugenio Cordeviola falleció en Azul, el 29 de enero de 1985.

Escribía un periodista azuleño: “Y más allá de mi poco contacto físico con quien fuera Julio Cordeviola, tuve entonces un profundo contacto espiritual a través de su obra. Me pareció que era un profundo humanista. Y que su amor de estudioso por la cultura indígena suponía un concreto compromiso con el hombre histórico argentino, con ese ser nacional que tanto nos cuesta encontrar”.


Julio Eugenio Cordeviola nació en Azul el 19 de abril de 1920. Fue un destacado y querido médico que, además, fue un apasionado por la historia.

Juan Bautista Justo en Azul

Juan Bautista Justo en Azul



Por Eduardo Agüero Mielhuerry


Juan Bautista Justo nació en el barrio de San Telmo, Buenos Aires, el 28 de junio de 1865. Sus padres fueron Juan Felipe Justo Olavarría y Aurora María Castro Ramírez. Tuvo nueve hermanos: María Aurora, Magdalena Martina, Francisco Domingo, Ricardo Félix, Manuela Victorina, Sara, Alina Sixta, Luis Felipe y Jorge.
Tenía apenas un año de edad cuando su familia se radicó en una estancia llamada “El Mirador”, entre las vecinas localidades de Tapalqué y Las Flores. En aquella estancia, el puesto más apartado y a la vez el más avanzado, se llamaba “La Vanguardia”, donde se instalaron.
En 1876 ingresó al Colegio Nacional de Buenos Aires y posteriormente, en 1882, a la Universidad de Buenos Aires para seguir sus estudios de medicina. Para costear sus estudios, ingresó a la redacción de “La Prensa” para escribir crónicas parlamentarias, empapándose prontamente de las diversas y complejas cuestiones políticas de la época y sus variopintos actores.
Cursando el cuarto año, en 1886, fue designado practicante en el Hospital de Clínicas. En esa misma época se incorporó a una misión de voluntarios que fue a combatir una alarmante epidemia de cólera que amenazaba gravemente a Tucumán.
En 1888, recibió su título de doctor en medicina con notas sobresalientes y Diploma de Honor. Su tesis de graduación, que contó con la tutoría del doctor Ignacio Pirovano, se titulaba: “Aneurismas arteriales quirúrgicos” y fue calificada por el decano de la facultad de medicina, Dr. Avelino González, como “el estudio más acabado y perfecto que puede hacerse sobre el tema”.


Vanguardista


Justo era un apasionado investigador e interesado por el desarrollo científico, al punto tal que introdujo en nuestro país las prácticas antisépticas en las operaciones quirúrgicas y el uso de la cocaína como anestésico. Así fue como, por sus investigaciones, la Facultad de Medicina lo premió con una medalla de oro y le otorgó, además, un viaje de estudios por las principales capitales europeas.
Durante su estadía en Europa, a donde arribó con apenas 23 años, tomó contacto con las ideas socialistas, y pudo leer y concretar la primera traducción al castellano de “El Capital” de Carlos Marx, que se publicaría años más tarde en Madrid.
En 1890, regresó al país y fue designado Jefe de Clínica del Servicio de Cirugía del Hospital San Roque (actual Hospital de Agudos José María Ramos Mejía). Por aquel entonces, también se desempeñó como profesor de Clínica Quirúrgica en la Facultad de Medicina. E inmerso en un mundo de inquietudes, a principios de la década comenzó a escribir en el periódico socialista “El Obrero”.
Poco después, Justo fue involucrándose en los círculos obreros y en las corrientes socialistas… Y con este estímulo y sus convicciones por delante, en abril de 1894 fundó junto a un grupo de compañeros de ideas -entre los que se contaban Augusto Kühn, Esteban Jiménez e Isidro Salomó-, el periódico socialista “La Vanguardia” (nombre que tomó del campo donde vivió su infancia). Para afrontar los gastos vendió el coche que utilizaba en sus visitas de médico y empeñó la medalla de oro que le había otorgado la Facultad de Medicina.
El periódico se giraba a diversas localidades, entre ellas Azul, donde era, por ejemplo, puesto a disposición del público en la Sala principal de la Biblioteca Popular y luego preservado en sus archivos.


El Partido de los trabajadores


En 1895 Justo viajó a los Estados Unidos y a su regreso publicó dieciocho notas en “La Vanguardia” referidas a sus impresiones. Para entonces, las instalaciones del periódico se habían transformado en el ámbito natural de reunión de los socialistas de Buenos Aires.
El 28 y 29 de junio de 1896, un grupo de delegados de agrupaciones socialistas y gremiales encabezados por Juan B. Justo, se reunieron en el local de la agrupación alemana “Vorwarts” en lo que fue el Congreso Constituyente del Partido Socialista, que coronaba el proceso organizativo del socialismo argentino. En su carta orgánica proclamaba: “El Partido Socialista es ante todo el partido de los trabajadores, de los proletarios, de los que no tienen más que la fuerza de su trabajo; las puertas del partido están, sin embargo, abiertas para los individuos de otras clases que quisieran entrar, subordinando sus intereses a los de la clase proletaria. Lo que es importante es patentizar nuestra independencia de todo interés capitalista o pequeño burgués”.
Justo jamás se definió como marxista. Adhería a la corriente socialista iniciada por Eduardo Bernstein conocida como “revisionista”, ya que se proponía revisar las ideas de Marx y Engels a la luz a los acontecimientos posteriores a la publicación de los libros básicos de los padres del socialismo científico. Estas ideas de Justo se asemejaban a las de una de las figuras más notable del socialismo de la época, Jean Jaurès -con quien tomó contacto en Copenhague en 1910 durante un congreso socialista y a quien invitó a viajar a Buenos Aires-.
Con la fundación del Partido Socialista, el periódico “La Vanguardia” se convirtió en su órgano oficial.
El debut político del Partido Socialista no fue muy auspicioso. Juan B. Justo se candidateó a diputado por primera vez en las elecciones legislativas del 8 de marzo de 1896, empero a pesar del esfuerzo y los extensos discursos partidarios, apenas obtuvo 138 votos.
Sin detenerse en un “traspié” -como consideraba a la votación-, en 1898 fundó la Sociedad Obrera de Socorros Mutuos, la Biblioteca Obrera y la Sociedad Luz y más de un centenar de bibliotecas anexadas a los centros socialistas.


Soy el más vulgar de los hombres…


En 1899, Justo contrajo matrimonio con Mariana Chertkoff Demirov, una joven inmigrante rusa de origen judío. Al año siguiente, se trasladaron a Junín donde nacieron sus primeros hijos: Andrés, Daniel, Leticia y  Aurora.
En dicha localidad bonaerense estudió de cerca el problema agrario y se convirtió en médico rural. Allí mismo fundó una biblioteca pública y el Centro Social Democrático; también se desempeñó como director del Hospital local, y alentó la creación de una sociedad de socorros mutuos y de una cooperativa. Como consecuencia de su estadía en el interior, Justo redactó el programa agrario que fue adoptado por su partido en 1901.
El 13 de marzo de 1904, el doctor Alfredo Palacios fue electo por el barrio de La Boca como el primer diputado socialista de toda América.
Tras la designación de Justo como profesor titular en la Facultad de Medicina de Buenos Aires, la familia se trasladó a la Capital. En los tres cursos que dictó, se destacó por su didáctica y excelencia. Pero no abandonó la militancia ni sacrificó sus ideas, se comprometió aún más con ellas, volvió a su vocación primera y se dedicó a estudiar afanosamente los progresos que la cirugía había alcanzado en los últimos años.
En un barrio obrero instaló su consultorio médico y, mientras renovaba en la bibliografía sus conocimientos científicos, escribía el periódico del Partido. En 1906 se alejó de la cátedra a raíz de una disidencia con el accionar de la Academia de Medicina.
El 30 de julio de aquél año, fundó junto a otros once compañeros del Partido la Cooperativa de consumo crédito y vivienda “El Hogar Obrero”. En septiembre del mismo año, “La Vanguardia” se convirtió en diario y en un importante medio de difusión cultural, excediendo su propósito original de difusión de las ideas socialistas. Justo sería su director hasta su fallecimiento.
Justo nunca hablaba de su vida privada y sólo una vez lo hizo por escrito en su columna del diario “La Nación” definiéndose así: “Soy el más vulgar de los hombres. Si alguno de los héroes de Cervantes figura entre mis antepasados, es seguramente Sancho. Me gustan las mujeres hermosas, pero menos para cantar la belleza de sus formas, que porque prometen una prole sana y vivaz”. El amor dominaba su alma, pero la tragedia sacudiría su vida…
En 1912 su esposa Mariana murió dando a luz al séptimo hijo de la pareja. Profundamente afectado el líder socialista se mudó a una casona del Barrio de Belgrano donde su madre, doña Aurora, se encargó de la crianza de sus hijos.
En aquel mismo año, en el marco de la limpieza electoral impuesta por la Ley Sáenz Peña, a los 46 años de edad, Juan B. Justo -junto a Alfredo Lorenzo Palacios-, fue electo Diputado Nacional (mediante unos 25.000 sufragios). En el Parlamento se destacó como orador y por la cantidad de proyectos presentados, casi todos ellos vinculados a los derechos de los trabajadores. En 1913 logró su primera banca en el Senado de la Nación en la figura de Enrique del Valle Iberlucea.
Durante 1914 Juan Bautista Justo recorrió distintas localidades del país. Entre ellas visitó Azul, transitando sus calles y tomando contacto con la realidad un tanto particular de nuestro medio…


Por las callecitas del Azul


En su obra “Juan B. Justo y las Luchas Sociales en la Argentina”, Dardo Cúneo describe la que fuera una de las visitas del líder socialista a nuestra ciudad:
“Regulares viajes de reconocimiento del país realizaba por tierras y ciudades del interior. Todo el país recorre. En el conocimiento de su tierra y de su hombre, de su necesidad y de su problema, Justo se identifica a la Argentina, y se hace la imagen de un nuevo país, el del socialismo.
A sus compañeros de viaje los sorprende a preguntas mientas el ferrocarril los lleva a los interiores de la República. (...). Guardará en su memoria recuerdos de sus giras y de sus viajes. A los provincianos amigos que llegan a la Capital les reclama noticias sobre sus ciudades, sus pueblitos, sus habitantes (…).
Un día va a Azul. Los pocos socialistas que allí hay y que constituyen el Centro partidario han ido por él hasta la estación. Lo conducen hasta un hotel y se prometen volver -era ya noche- a buscarlo a la mañana siguiente para recorrer la ciudad y sus zonas inmediatas.
Fue lo que hicieron. A las 7 de la mañana, los estaba esperando el visitante. Los socialistas tardaban: habían ido a una empresa de carruajes para alquilar el coche más cómodo que en ella hubiera.
Con ese coche, conducido por un hombre uniformado y tirado por un tronco de caballos, llegaban al hotel en busca de Justo los socialistas de Azul. Él, que los espera, sorprendido, sobresaltado, incómodo, señalando el enorme coche les pregunta:
-          ¿Y esto qué es?
-           Para que pueda recorrer…
Se cortaron las palabras del que respondía.
Justo sobresaltado, vuelve a hablar:
-          ¡Despídanlo!¡Despídanlo!
Lo hicieron.
-          Bueno, ahora vamos a pie…
Comenzaron a recorrer las calles de la ciudad, Justo y la comisión de afiliados socialistas. A las siete cuadras estaba el Colegio Nacional que llevaba dos años de funcionamiento. No habían habilitado todavía en él un aula para el segundo curso. De esta irregularidad le dijeron al visitante:
-          ¿Por qué no trata usted – le dijo a Justo el director del Colegio- de que el gobierno se decida a habilitar comodidades para el segundo año?
Los alumnos de ese segundo año debían esperar que los del primero desocuparan el aula para recién entonces comenzar sus clases. La respuesta de Justo fue la siguiente:
-          Yo no gozo de simpatías en las esferas oficiales, pero llamaré al orden al ministro como diputado de la Nación.
A la noche, habló en el teatro local.
-          Me siento feliz –fueron sus palabras- de haber recorrido este pueblo en la compañía de un cochero, de un sastre y de un albañil.
Al finalizar la conferencia los miembros de la Biblioteca lo invitaron a visitar las instalaciones de aquella. Lo hizo. Cuando terminó la visita, le informaron que los intelectuales de la ciudad le habían preparado una demostración  en el bar principal.
-          Les agradezco, pero desde que he pisado Azul me pertenezco a mis compañeros –les respondió señalando al cochero, al sastre y al albañil.
-          Ellos decidirán –agregó.
Ellos le habían preparado en un humilde local un modesto lunch. Con ellos se fue.
(…) Recorrerá los pueblos, las ciudades, la República. Diciendo palabra nueva, comunicando mensaje de lucha, advirtiendo al pueblo, llamándolo a la acción. Andanzas misioneras a través del país, de sus realidades reprimidas, de sus hombres olvidados, sometidos. El conocimiento del país, de sus realidades, de sus hombres es siempre programa de transformaciones urgentes, es proposición revolucionaria.”.


Algunas precisiones sobre aquella visita


Dionisio Oyhanarte, padre del reconocido periodista Juan Miguel, fue uno de los anfitriones en la recepción realizada al líder partidario en el antiguo Comité Socialista de la calle Arenales 680, entre Bolívar y San Martín (actualmente la Caja de Previsión y seguro Médico de la Provincia de Buenos Aires).
Es muy probable que el visitante se haya hospedado en el Hotel “Colón”, de Juan Cordeu, ubicado en la esquina Este de Colón y 9 de Julio, dado que era el único que se encontraba por entonces -tal como describe el autor- a siete cuadras del Colegio Nacional. Por su parte, éste establecimiento educativo había abierto sus puertas el 1 de junio de 1912, primitivamente en un edificio ubicado en la calle Burgos entre Córdoba y Tucumán (actuales Malére y Bogliano), perteneciente a la familia Zapata. Desde su fundación y hasta 1919 su director fue el profesor Víctor M. Herrera, quien recibiera al Diputado en la entidad.
Tras la negativa de Justo a asistir al ágape preparado por los miembros de la Biblioteca Popular del Azul (hoy “Bartolomé J. Ronco”), presidida entonces por Enrique Squirru, la comitiva de socialistas se dirigió al local ubicado en la calle Belgrano, vereda par, a mitad de cuadra entre Arenales y Rauch, en lo que supo ser la Sociedad de Socorros Mutuos “Garibaldina” -de corte masón y socialista-, que actualmente son las viejas instalaciones del Club Boca Juniors.


Tiempos difíciles…


El 8 de junio de 1916, mientras salía del local de “La Vanguardia” junto a su amigo y compañero, el doctor Enrique Dickman, un desconocido se le acercó y sin mediar palabra le disparó un tiro. El proyectil impactó gravemente en una de sus piernas y en la caída se hirió un hombro, pero nada detuvo su enérgica verba.
En 1918, frente a las protestas de los estudiantes cordobeses que pedían una profunda reforma universitaria, viajó a Córdoba y al mes siguiente, en julio, en tres sesiones memorables de la Cámara de Diputados hizo la defensa del movimiento universitario, proyectó una interpelación del Ministro de Instrucción Pública y documentó la situación de la Universidad de Córdoba. Así, el Dr. Justo apoyó los reclamos estudiantiles y participó de los debates que llevaron a la Reforma Universitaria.
Como Diputado, presidió la comisión investigadora de los trusts y presentó, entre otros, numerosos proyectos de ley en materia social, contra el juego y el alcoholismo.


Amor y política en una misma mujer


En 1920, Justo se casó con la joven doctora Alicia Moreau -hija de refugiados franceses de la Comuna de París- veinte años menor que él, con quien se conocía desde hacía bastante tiempo y además compartía diversas inquietudes sociales y políticas. El matrimonio tuvo tres hijos: Alicia Marta, Juan Roberto y Luis.
Aquél mismo año, Justo fue reelecto por tercera vez como Diputado. Por ese tiempo abordó frontalmente la cuestión agraria y ganadera. Le preocupaba que las estancias ahogaran a las chacras y negaran el desarrollo social argentino; le preocupaban las condiciones de vida del trabajador rural y de las mujeres. Su programa era fomentar la multiplicación de unidades agrícolas, de las chacras y las quintas para mejorar la técnica de la producción rural, para organizar mejor el trabajo de la República y para el desarrollo de la familia.
En las elecciones de 1924, a los 59 años de edad, Justo resultó electo Senador por la Capital Federal. Uno de sus primeros proyectos fue el que solicitaba la separación de la Iglesia y el Estado, desatando una fuerte polémica con las bancadas radical y conservadora que se opusieron a que el tema fuera considerado sobre tablas.


Un abrupto final…


En el verano de 1928, Justo, junto a su esposa Alicia y sus hijos, se establecieron en la quinta Los Cardales -Partido de Pilar, a unos 70 Km. de Buenos Aires- para pasar unos días de vacaciones. Sin embargo, la tragedia los sorprendería...

El 8 de enero, imprevistamente Juan Bautista Justo murió de un síncope cardíaco.




Juan Bautista Justo estuvo en Azul en el año 1914. En la ocasión recorrió las calles de la ciudad y finalmente disertó en el Teatro Español.