Historias y Personajes del Azul
El general San Martín y
el Azul
A los 72 años, a las tres de la tarde del 17 de agosto de 1850, en compañía de su hija Mercedes y de su yerno, el José de San Martín pasó a la inmortalidad. Según cuenta la leyenda, el reloj de la casa que alquilaban en Boulogne-sur-Mer dejó de funcionar en el momento de su fallecimiento.
Antes de morir,
San Martín le había legado su sable al gobernador Juan Manuel de Rosas,
como agradecimiento por su obra realizada con valentía y patriotismo en la Vuelta
de Obligado contra los ingleses. Mariano Balcarce, yerno del General,
le escribió a Rosas para darle a conocer la noticia:
“Como albacea suyo, y en cumplimiento a su
última voluntad me toca el penoso deber de comunicar a V.E. esta dolorosa
noticia, y la honra de poner en conocimiento de V.E. la siguiente cláusula de
su testamento: ‘3ro. El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la
Independencia de la América del Sur le será entregado al General de la
República Argentina, Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la
satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha
sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los
extranjeros que tentaban de humillarla’”.
Tras la muerte de Mercedes San Martín en
febrero de 1875, durante la presidencia de Nicolás Avellaneda, se creó la “Comisión encargada de la repatriación de
los restos del Libertador”. Después de varios contratiempos, el objetivo
finalmente fue alcanzado el 28 de mayo de 1880. Desde entonces, los restos del
“Padre de la Patria” descansan en un mausoleo en una nave lateral de la Catedral
de Buenos Aires bajo el epitafio que reza: “Triunfó en San Lorenzo, afirmó
la Independencia Argentina, pasó los Andes y llevó su bandera emancipadora a
Chile, al Perú y al Ecuador”.
La cuna del héroe
José Francisco de San Martín y Matorras nació el 25 de febrero de 1778 en Yapeyú, una ex misión jesuítica
situada a orillas del río Uruguay en la Gobernación de las Misiones Guaraníes
del Virreinato del Río de la Plata, en la actual provincia de Corrientes.
Sus
padres fueron Gregoria Matorras del Ser y Juan de San Martín, quien
sirvió como militar a la Corona española y fue el primer Gobernador de las
Misiones Guaraníes con sede en Yapeyú. Tuvo cuatro hermanos mayores: Manuel
Tadeo, Juan Fermín, Justo Rufino y María Elena.
Cuando
tenía cinco años, junto a su familia se trasladó a España, pues su padre había
sido destinado a Málaga. Comenzó sus estudios en el Real Seminario de Nobles de
Madrid y en la Escuela de Temporalidades de Málaga. Posteriormente, ingresó en
el ejército español haciendo su carrera militar en el Regimiento de Murcia.
Combatió en el norte de África y luego contra la dominación napoleónica de España, participando en las batallas de Bailén y La Albuera.
De regreso…
Antes de embarcarse a Sudamérica, estuvo un tiempo en
Londres donde adquirió su célebre sable corvo. Posteriormente,
armaría a su Regimiento de Granaderos a Caballo con armas similares, ya que las
consideraba ideales para los ataques de carga de caballería.
Con 34 años, habiendo alcanzado el grado de Teniente Coronel, regresó a Buenos Aires
el 9 de marzo de 1812, siendo recibido por los miembros
del Primer
Triunvirato.
A poco
de su llegada, se ocupó de instruir a las tropas del Ejército en las modernas
técnicas de combate que conocía por su extensa actuación europea contra los
ejércitos de Napoleón Bonaparte.
Junto
con Carlos
María de Alvear fundó, a mediados de 1812, una filial de la Logia de
los Caballeros Racionales, que rebautizó con el nombre de Logia Lautaro (Lautaro
fue un Cacique araucano que en el siglo XVI se había sublevado contra los
españoles). La sociedad estaba formada como las logias masónicas de Cádiz y de
Londres. Su objetivo era “trabajar con
sistema y plan en la independencia de la América y su felicidad”.
En
octubre, San Martín dirigió un movimiento militar preparado por la Logia, con
el objeto de derrocar al gobierno, al cual juzgaban poco decidido por la
independencia. Bajo la presión de los cuerpos armados y del pueblo, se nombró
un Segundo
Triunvirato al que se le exigió llamar a una Asamblea Suprema de
delegados de todas las provincias, con el fin de declarar la independencia y
dictar una constitución.
El 12 de
noviembre de 1812, José Francisco contrajo matrimonio con María
de los Remedios de Escalada, de 14 años, en la Iglesia de la Merced de
Buenos Aires. Cuatro años después, el 24 de agosto, nació Mercedes Tomasa de San Martín y
Escalada, única hija de la pareja.
Veintidós años de
epopeyas
La
primera acción militar de San Martín y su recién creado Regimiento de Granaderos a
Caballo estuvo dirigida a detener las incursiones con que los realistas
de Montevideo asolaban las costas del río Paraná. Se instaló con sus tropas en
el Convento de San Carlos, posta de San Lorenzo, en el sur de la actual
provincia de Santa Fe. El 3 de febrero de 1813 y ante el desembarco de 300
realistas, se libró el Combate de San Lorenzo.
Dado que
existían aún sospechas acerca de la fidelidad a la causa independentista por
parte del recién llegado San Martín, él decidió avanzar al frente de la
reducida tropa de Granaderos. Como consecuencia, su caballo fue mortalmente
herido y quedó aprisionado bajo su cabalgadura, a punto de ser ultimado por un
realista. Le salvó la vida el soldado también correntino Juan Bautista Cabral
(ascendido post mortem a Sargento), que antepuso su cuerpo a dos bayonetazos.
Esta
batalla, que por la cantidad de combatientes de ambos bandos podría parecer
secundaria, permitió alejar para siempre a las flotas realistas que merodeaban
por el río Paraná, saqueando las poblaciones.
Luego de
esta victoria, San Martín fue designado para hacerse cargo del Ejército del
Norte, donde debió reemplazar al general Manuel Belgrano. Su encuentro con el
jefe saliente ha sido llamado “Abrazo de Yatasto”, ya que se dio
en la Posta de Yatasto, en la provincia de Salta.
Como
comandante del Ejército Auxiliar del Perú decidió reorganizar las tropas en San
Miguel de Tucumán, donde se acantonó en una fortaleza en construcción, conocida
como la Ciudadela. Al poco tiempo, convencido de que no podría arribar por el camino
del Alto Perú hasta Lima (que en ese momento era el centro del poderío
realista), concibió la idea de cruzar la Cordillera de los Andes y atacar la
ciudad desde el mar.
En 1814
el Director Supremo Gervasio Antonio de Posadas lo nombró Gobernador de la Intendencia de
Cuyo, con sede en Mendoza. Para entonces, su plan ya estaba terminado y
aprobado, y a partir de ese momento San Martín comenzó los preparativos para la
Campaña al Perú.
El Cruce
de la Cordillera de los Andes fue un conjunto de maniobras realizadas
por el Ejército de los Andes de las Provincias Unidas del Río de la Plata entre
el 12 de enero y el 8 de febrero de 1817, para atravesar las montañas desde la
región de Cuyo hasta Chile, y enfrentar a las tropas realistas leales a la
Corona española que allí se encontraban, llevando luego la Expedición
Libertadora por mar al Perú. El Cruce es considerado uno de los grandes hitos
de la historia argentina, así también como una de las mayores hazañas de la
historia militar universal.
Chile,
tras una ofensiva realista había perdido su independencia. San Martín decidió
tomar partido rápidamente y se alió al general Bernardo O'Higgins. Como
parte importante de su plan, además,
presionó a los diputados del Congreso de Tucumán para que
declaren la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata,
objetivo conseguido el 9 de julio de 1816.
Contrariamente
a lo pretendido por el Director Supremo y sus partidarios, entró en
correspondencia con José Gervasio Artigas y se negó a distraer su esfuerzo bélico
de las campañas emancipadoras en Chile y en Perú para enfrentar a los
federales. Por este motivo los unitarios, en particular Bernardino Rivadavia,
llegaron a acusarlo de “traidor”.
El
grueso del Ejército al mando del propio Jefe de la expedición, el general San
Martín, tomó la ruta llamada Paso de Los Patos. El cuerpo abrió la marcha desde
El Plumerillo, tomó por Jagüel, Yalguaraz, Río de los Patos, salvó el alto
cordón del Espinacito por el paso homónimo, situado a 5.000 metros. El avance
por el Paso de Uspallata y el valle del Río Mendoza, se inició el 18 de enero
de 1817. A cargo de las tropas se hallaba el Brigadier Juan Gregorio de Las
Heras. Tras vencer en los combates de Picheuta, Combate de Potrerillos y
Guardia Vieja, pudo ingresar en Santa Rosa de los Andes.
El 2 de febrero inició el paso de la cadena
limítrofe por el Paso de las Llaretas. Esta columna tropezó con las mayores
dificultades, pues fue preciso escalar cuatro cordilleras. Soler que iba
adelante logró las victorias de Achupallas (4 de febrero de 1817) y Las Coimas
(7 de febrero de 1817). Al día siguiente ingresaron en San Felipe.
El Cruce
fue verdaderamente épico: no sólo cruzaron una de las cadenas montañosas más
altas del mundo (por ejemplo Las Heras registró que cruzó el paso de la Cumbre,
de 3.500 metros, a las tres de la mañana), sino que lo hicieron por un desierto
que en parte no tenía siquiera agua.
Las
fuerzas de Las Heras, de O’Higgins y de Soler se reunieron el 8
de febrero en el Campamento de Curimón. Cuatro días después se libró la Batalla
de Chacabuco, en la que el Ejército de Los Andes obtuvo la victoria
sobre los realistas. De inmediato se convocó a un Cabildo abierto que propuso a
San Martín como Director Supremo de la naciente República, pero éste rechazó el
ofrecimiento para evitar sospechas sobre un posible avasallamiento de la
Provincias Unidas del Río de la Plata sobre la autonomía de Chile. Pronto el
Cabildo nombró a O'Higgins como Director Supremo.
El 19 de
marzo de 1818, en Cancha Rayada, el Ejército Unido bajo las órdenes de San Martín
fue derrotado cuando realizaba una maniobra nocturna para evitar un inminente
ataque. La desmoralización hizo efecto en Santiago, pero San Martín no se dio
por vencido y en quince días puso nuevamente a su ejército en condiciones de
luchar.
Finalmente, el 5 de abril se produjo
la Batalla
de Maipú, en la que las fuerzas patriotas obtuvieron una completa
victoria. El Brigadier O'Higgins, se hizo presente una vez finalizada la lucha,
para abrazar a San Martín y llamarlo “Salvador de Chile”. En efecto, con
la batalla de Maipú se obtuvo definitivamente la victoria sobre las tropas
realistas, asegurando la Independencia de Chile.
El 8 de
septiembre, el Ejército al mando de San Martín desembarcó en la playa de
Paracas, cerca del puerto de Pisco, Perú, haciendo retroceder al ejército
realista, que se replegó a la zona de las sierras. En los primeros días de
noviembre San Martín desembarcó en la localidad de Huacho, donde fortificó su
posición e inició su estrategia para sitiar definitivamente Lima.
El sitio
de Lima se prolongó por algunos meses; en el mes de marzo arribó al
Perú el Capitán Manuel Abreu, enviado por el Rey de España como emisario
pacificador. San Martín decidió iniciar una nueva estrategia y envió dos
ejércitos, uno al mando del general Guillermo Miller, para desembarcar en las
costas del sur, y otra al mando del general Arenales, hacia las sierras.
Pocos
días después se pasó a sus filas uno de los más destacados regimientos de las
fuerzas del Virrey: el Regimiento Realista Numancia,
compuesto de venezolanos y neogranadinos. Esta deserción en masa desmoralizó al
resto de las fuerzas realistas, obligándolas a abandonar la ciudad. Esto le
abrió las puertas de Lima a San Martín, quien la ocupó y reunió a un Cabildo
abierto. Ante una multitud reunida en la Plaza de Armas de Lima, San Martín
declaró la Independencia y fue nombrado “Protector del Perú” con
autoridad civil y militar. De inmediato dictó un Estatuto Provisorio de
Gobierno, en el cual se establecía la división territorial, la libertad de
vientres y la libertad de los indígenas; además fundó la Biblioteca Nacional
del Perú, a la cual donó su colección personal de libros. Estableció la
libertad de comercio y la libertad de imprenta, pero no permitió otro culto religioso
más que el católico.
Durante
su protectorado recibió una carta del general Antonio José de Sucre,
lugarteniente de Simón Bolívar, para la campaña en Ecuador, en la que
reclamaba la incorporación a la misma del batallón Numancia. San Martín se negó
a perder la excelente unidad y en su lugar envió una División Auxiliar, al
mando de Andrés de Santa Cruz, que participó en las batallas de Riobamba y
Pichincha.
Entre
los días 26 y 27 de julio de 1822 tuvo la Entrevista de Guayaquil, donde se
reunió con el general Simón Bolívar, teniendo como tema
principal la liberación del Perú, principal baluarte realista en Sudamérica. Finalmente,
San Martín cedió a Bolívar la iniciativa y conclusión de la campaña
libertadora.
Poco
después decidió retirarse de todos los cargos y volvió a nuestro país.
Vuelto a
Mendoza, pidió autorización para regresar a Buenos Aires y reencontrarse con su
esposa que estaba gravemente enferma. Bernardino Rivadavia, ministro de
Gobierno de Martín Rodríguez, se lo negó argumentando que no sería seguro que
vuelva a la ciudad. A decir verdad, el apoyo de San Martín a los caudillos del
Interior y la desobediencia a una orden que había recibido del Gobierno de
reprimir a los federales, le había valido que los unitarios quisieran someterlo
a juicio.
Al
empeorar la salud de María de los Remedios, desafiando las órdenes de Rivadavia
(declarado abiertamente enemigo), regresó a Buenos Aires. Al llegar, su mujer
ya había fallecido, el 3 de agosto de 1823. Angustiado,
José Francisco solamente pudo disponer el epitafio de su sepultura que reza: “Aquí
yace Remedios de Escalada, esposa y amiga del General San Martín”.
Lejos, pero no
tanto…
Al
llegar a Buenos Aires se le acusó de haberse convertido en un conspirador
y muchos los juzgaban injustamente como si todo lo hecho no hubiese valido de
nada. Desalentado por las luchas internas entre unitarios y federales
decidió marcharse del país con su hija Mercedes, quien había estado al cuidado
de su abuela. El 10 de febrero de 1824 partieron hacia el puerto de El Havre
(Francia) y, luego de un breve período en Escocia, se instalaron en Bruselas y
poco después en París.
Desde el
nacimiento de su hija, su única obsesión fue la educación de la pequeña, por lo
que en 1825 redactó las “Máximas para Merceditas”, donde
sintetizó sus ideales educativos.
Con
motivo de la guerra con Brasil, ofreció sus servicios a las autoridades
argentinas sólo después de la renuncia a la Presidencia de su despreciado
enemigo Bernardino Rivadavia; pero la guerra ya había prácticamente terminado.
En marzo
de 1829 intentó regresar a Buenos Aires, al saber que había vuelto a estallar
la guerra civil. Su antiguo subordinado, el general Juan Lavalle, había
derrocado y fusilado al Gobernador bonaerense
Manuel Dorrego, pero ante la imposibilidad de vencer en la
contienda, ofreció a San Martín, la gobernación de la provincia. Éste último
juzgó la situación y le respondió a Lavalle que: “el General San Martín jamás
desenvainará su espada para combatir a sus paisanos”. Posteriormente se
trasladó a Montevideo, donde permaneció tres meses, para finalmente volver a
Europa.
En 1831
se radicó en Francia, en una finca de campo cercana a París. Por esos años se
encontró con su antiguo compañero de armas en el ejército español, Alejandro
Aguado, marqués de las Marismas del Guadalquivir, quien, convertido en
un exitoso banquero, designó a San Martín tutor de sus hijos, con una generosa
paga. Tres años más tarde y gracias al dinero ahorrado trabajando con su amigo
y gracias a la venta de las fincas con que lo habían premiado los gobiernos de
Mendoza y Perú, se mudó a una casa que compró en Grand Bourg.
En su
residencia recibió la visita de varios personajes americanos, en general
jóvenes románticos y liberales, exiliados de su país, como Juan Bautista Alberdi y Domingo
Faustino Sarmiento. Hasta sus últimos años mantuvo correspondencia con
su gran amigo Tomás Guido (padre del poeta Carlos Guido y Spano),
quien lo mantenía informado sobre la situación política en América.
El 23 de
enero de 1844 redactó su testamento ológrafo, dejando como única heredera a su
hija Mercedes de San Martín, casada con Mariano Balcarce que ejercía como
embajador argentino en París. En ese documente, también decidió el destino de
su sable corvo. El arma había quedado en Mendoza, al cuidado de una familia
amiga y, tras una carta que él había enviado, su hija y su yerno se habían
ocupado de hacérsela llegar a su residencia francesa. El 17 de agosto de 1850 su corazón se detuvo…
San Martín y Azul
Los homenajes
que evocan el nombre del “Padre de la Patria” en nuestra
ciudad son numerosos al igual que en todo el país (calles, avenidas, clubes,
barrios, bibliotecas, equipos de futbol, etc.).
La plaza
central de Azul originalmente fue conocida como Plaza Mayor (según el plano
trazado por el Agrimensor Francisco Mesura en 1832) y, al mismo tiempo, era
llamada popularmente Plaza de las Carretas. Luego recibió el nombre de Plaza
Colón y conservó la misma denominación hasta 1939 cuando se inauguró
la remodelación que hoy todos disfrutamos, la cual tiene como elemento
principal el monumento ecuestre de San Martín. La obra fue ejecutada por
iniciativa del intendente Agustín Carús, en concordancia con
el plan desarrollado por el gobernador bonaerense Manuel Fresco y llevada a
la práctica por el Arquitecto e Ingeniero Francisco Salamone.
El monumento
emplazado en Azul es una reproducción del inaugurado el 13 de julio de 1862 en
la ciudad de Buenos Aires. Este último, a su vez, es una réplica del que
mandara a construir el gobierno de Chile en 1859, como el primer
homenaje en el mundo al heroico militar argentino. En efecto, en el país
trasandino se le había encargado al escultor francés, especialista en caballos,
Louis
Joseph Daumas, la realización de un monumento ecuestre conmemorativo al
Libertador
que se emplazaría en la ciudad de Santiago de Chile. Aunque la obra fue
terminada por Daumas en 1860, su inauguración recién se realizaría el 5 de
abril de 1863. Apresurado y pretendiendo anticiparse a su par chileno, el
gobierno argentino le encomendó al mismo Daumas una réplica de la estatua la
cual pronto se emplazó en el Barrio de Retiro de Buenos Aires.
Por otra
parte, en Azul, en nuestro Parque Municipal “Domingo F. Sarmiento”,
en la Plaza Blas Dhers -a la que conocemos como “La Loma”- podemos encontrarnos
con un retoño del célebre Pino de San Lorenzo. Fue plantado
allí en 1941 y declarado “Árbol de Azul”, durante la gestión
del comisionado Alfredo Pascual Ferro, por iniciativa de varios vecinos
encabezados por la Asociación Cultural Sanmartiniana, la cual había sido fundada y
era presidida por el doctor en Historia Exequiel C. Ortega. El basamento fue
proyectado con posterioridad por los Arquitectos Pedro Hernández y Joaquín
García, y finalmente ejecutado por la Municipalidad de Azul con la adhesión de
la misma Asociación Cultural, la cual contribuyó aportando los materiales
utilizados.
Poco después
de terminado el Combate de San Lorenzo (Santa Fe), un pino brindó reparo del
caluroso sol del verano al Gral. Don José de San Martín a cuya sombra le dictó
el Parte de Batalla a su ayudante Mariano Necochea. Aquella conífera fue
declarada “Árbol Histórico” el 30 de enero de 1946 por Decreto N° 3038
del Poder Ejecutivo Nacional. Se trata de un Pinus Pinea o pino piñonero
(conífera originaria de la costa del mar Mediterráneo) que fue transportado
siendo una pequeña planta desde Europa o plantado de semilla por los frailes
franciscanos al instalarse en la zona santafesina hacia el año 1790
aproximadamente. Fue ubicado en lo que eran los fondos de la huerta del
Convento San Carlos con el objetivo de obtener sus piñas, cuyo fruto -el piñón-
era utilizado en confituras de panificación.