domingo, 15 de junio de 2025

Historias de hoteles: SANGRE, AMORES Y HASTA UN REY

                                         Sangre, amores y hasta un rey

 

 El hotel más antiguo del que se tiene conocimiento y anécdotas es el “De los Catalanes”, ubicado en la esquina oeste de las actuales calles Colón y San Martín, frente a la Plaza Mayor o De las Carretas (hoy Gral. San Martín), fundado hacia de 1850 por el joven español José Vilaseca (1829).

En la distribución que planteara Francisco Mesura como agrimensor en 1832 -durante la fundación del Fuerte del Arroyo Azul-, la esquina le correspondió al comerciante José Antonio Capdevila (1765-1841). Era natural de Barcelona, Cataluña, España; llegó a la ciudad de Buenos Aires en 1794 donde se dedicó al comercio. Prestó importantes servicios personales y pecuniarios durante las invasiones inglesas a esta ciudad. En 1807 fue cabildante y Alférez Real. En 1810, la Junta, deseando hacerle un homenaje, resolvió dar su nombre a la entonces calle San Andrés -hoy Chile-, donde residía. En 1810 fue uno de los 400 vecinos invitados por esquela al Cabildo Abierto, votando por la causa de la Patria. Posteriormente desempeñó algunos cargos honoríficos, muriendo en Buenos Aires.

El catalán estaba casado con su coterránea Teresa Genoveva Fernández (1771-1804), con quien tuvo diez hijos: Pedro Andrés (1793), María Francisca Josefa Joaquina Estanislada (1794), María Antonia Basilia Ramona Ignacia (1797), José Martiniano Juan Nepomuceno (1798), José Antonio (1799), Manuel (1800), María Melchora Benita Francisca (1801), Pedro Saturnino (1802), María Francisca Josefa Antonia (1803) y Juan (1805).

Además del cuarto de manzana en el centro del incipiente poblado, en Azul también pobló la Suerte de Estancia N° 3, que formaba parte del campo “El Recreo”. Asimismo, su hijo el capitán Manuel Capdevila, por muchos años, prestaría importantes servicios como Juez de Paz del Fuerte, hasta el arribo en 1840 del coronel Pedro Pablo Rosas y Belgrano.

  

Raíces y lazos

 

             Nacido en Barcelona, Cataluña, España, José Vilaseca se dedicó desde muy joven al oficio de “fondero” (tal y como declaró en el Censo Nacional de 1869). Llegó a la Argentina en 1851, el mismo año en que nació su primogénito Jaime, con su coterránea esposa, Antonia Velazco (1832). En el Azul fueron padres de al menos otros cuatro hijos: Arturo (1860), Rufino (1864), Pepita (1865) y Feliciano (1867).

            Arraigados prontamente, los catalanes establecieron estrechos vínculos con la comunidad y fuertes lazos de amistad. Por un lado, por ejemplo, Rufino (nacido el 11 de agosto de 1864), fue bautizado el 21 de octubre del año de su natalicio, siendo su padrino el comandante Matías Barragán y Miñana.

            Por otra parte, el 11 de noviembre de 1876, Jaime contrajo matrimonio con Daría Riviére, hija de María Hipólita Sayago y Marcelino Riviére, fundador del Molino Harinero “Estrella del Norte”.

                    

Sangre enamoradiza

 

El porteño Juan de la Cruz Cuello (1830), buen mozo y galante, no sólo tenía habilidades con las armas (boleadoras, facón, trabuco), sino que su espíritu temerario lo llevaba casi cotidianamente a desafiar los límites establecidos por el estricto gobernador Juan Manuel de Rosas.

Por entonces, la Mazorca -constituida por dos cuerpos policiales especiales-, era el brazo armado de la Sociedad Popular Restauradora, dedicado a imponer el terror y a exterminar sistemáticamente a los opositores políticos del rosismo. El Cuerpo de Serenos y Vigilantes a Caballo, al mando del temible coronel Ciriaco Cuitiño, era una de esas duras fuerzas represoras.

Una noche, el romántico galán fue descubierto en Balvanera por una partida de serenos saliendo de la casa de la mujer de un Ayudante del Cuerpo. A pesar de su habilidad y rapidez con el facón, fue atrapado y llevado al cuartel. El Gobernador, en vez de castigar a Cuello, dispuso que lo incorporaran a las fuerzas militares del regimiento de la División Palermo; Rosas prefirió olvidar aquel episodio y sumar a sus filas a un hombre joven y de coraje. Sin embargo, apenas pudo, Cuello desertó.

Creyéndose impune, se quedó por los alrededores de Buenos Aires y siguió divirtiéndose en las pulperías, disfrutando de frecuentes guitarreadas. Mientras tanto, el jefe de la policía, Juan Moreno, dispuso su captura por “desertor y asesino”.

Alardeando sus dotes como jinete y su particular estilo conquistador, Juan logró seducir a la hermosa Margarita, hija del sargento mazorquero Nicolás Oliden, quien -como era costumbre-, la había prometido nada menos que a su jefe, el comandante Ciriaco Cuitiño.

La joven, castigada por su padre, fue encerrada en el sótano de la casa, pero alcanzó a fugarse con su amante. Enfurecido, Cuitiño encabezó personalmente las fuerzas que abnegadamente los persiguieron hasta cercarlos por la localidad de Luján. Pero fracasó.

El 1 de enero de 1850, se preparó un gran contingente de soldados y se cercó la quinta donde se había descubierto que se refugiaban Cuello y la joven. Los rodearon y comenzó un tiroteo en el que Margarita resultó herida. Él tuvo que huir y ella regresó a su hogar, pero para gran sorpresa de su progenitor y su prometido, estaba embarazada. Maltratada, Margarita y su bebé murieron en un parto prematuro.

Juan Cuello fue declarado “enemigo público”. Así, desapareció de los lugares que frecuentaba, viéndose forzado a dar pelea y huir inmediatamente si era descubierto.

El jefe de policía, Moreno, envió una circular a los jueces de paz de la campaña instándolos a buscar al bandido, ofreciendo una recompensa de cien mil pesos a quien lo entregara vivo o muerto. Tras cruzarse rudamente al sur de Dolores con la partida que comandaba el oficial Boado, y habiendo vencido a su rival, después de otras aventuras, Cuello se refugió en los pagos del Azul, en las tolderías de los “indios amigos” del cacique Mariano Moicán, a orillas del Arroyo Nievas.

Aceptado por el Cacique por sus méritos y servicios, Cuello anduvo maloqueando con los indios y, prendado de la exultante belleza de la hermana del cacique, Manuela Díaz, anduvo buscando cumplir con las ofrendas de rigor para tomarla como esposa. Y lo logró.

Dueño de la mejor mujer y del mejor caballo (“colorado pico blanco” que ganaba todas las carreras), Cuello se convirtió en un gran personaje de los toldos. Empero su soberbia y arrogancia lo confundieron imperdonablemente…

Era gustoso de pasearse con Manuela por las calles del pueblo e inclusive no perdía oportunidad de contar sus hazañas en alguna pulpería, luciéndose con ella como si se tratase de un premio valioso.

Incapaz de enfrentarse directamente con Cuello, un oficial de la policía de Buenos Aires, el sargento Quintana, en una oportunidad tentó a Manuela con la recompensa de cien mil pesos que ofrecían por él. La nativa, vencida por la codicia, aceptó la oferta.

Comenzaba diciembre cuando la pareja fue a una carrera de caballos, en la zona aledaña al Arroyo Azul, en la Estancia “El Recreo” (en las inmediaciones del actual Hipódromo). Mientras Juan se mantenía eufórico por la destreza de su animal, arteramente Manuela lo alentó a emborracharse… Ambos se acercaron al centro del pueblo y se instalaron en el Hotel “De los Catalanes”. Cuando Juan se durmió -completamente ebrio-, ella aprovechó para atarlo a la cama y a toda prisa abandonó la habitación en busca de la policía y su recompensa.

Enviado Juan de la Cruz Cuello a Buenos Aires, el gobernador Juan Manuel Rosas ordenó su inmediato fusilamiento en Santos Lugares el 27 de diciembre de 1851. El cadáver fue decapitado y su cabeza expuesta en una pica en la Plaza de la Victoria, como escarmiento para los unitarios y desertores… Cuitiño contempló la escena con alevosa satisfacción.

 

Otro hotelero…


Después de la batalla de Caseros, Ciriaco Cuitiño permaneció “escondido” en distintas localidades del interior de la provincia de Buenos Aires. Posiblemente estuvo en Azul, sin embargo, lo cierto es que una noche a mediados de 1853, entró a la ciudad de Buenos Aires, acompañado de su amigo Leandro Alén (pulpero del barrio de Balvanera, padre del futuro caudillo radical Leandro Alem). Fueron descubiertos, delatados y arrestados. Tras un juicio penal se los condenó a muerte. Cuitiño y Alén fueron ejecutados el 29 de diciembre de 1853, a las 9 de la mañana, sobre el paredón de la iglesia de la Concepción (Tacuarí e Independencia). Luego los cadáveres de ambos se exhibieron colgados por cuatro horas en la Plaza de la Concepción.

Un tiempo después, su hijo Vicente Cuitiño supo el final de su padre. Él tenía por entonces en Azul un hotel ubicado a unos 50 metros de la entrada del pueblo, que se efectuaba por aquel tiempo mediante un puente levadizo sobre el foso, en la calle Ancha, hoy Av. Mitre, esquina Colón.

En su libro “Viaje por las Pampas Argentinas – Cacerías en el Quequén Grande y otras andanzas. 1869-1874”, Henry Armaignac narró haber estado alojado en nuestro pueblo, en el “Hotel de Cuitiño”:

 “El dueño del hotel no conservaba nada de su padre más que el nombre, y quizás un amargo recuerdo, pues era el hombre más pacífico del mundo y su corazón generoso estaba siempre abierto para los desdichados”

 

Años más tarde, esta fonda u hotel, después estuvo ubicada en la esquina que hoy ocupan el “Gran Hotel Azul” y la Estación de Servicio de Y.P.F.; allí se hospedaba, entre otros muchos viajeros y huéspedes ilustres, el coronel Álvaro Barros.


El Cuartel General de Mitre

  

A mediados del siglo XIX, se produjo una dura sublevación de los pampas. Los daños producidos a las diversas poblaciones atacadas, los arreos de ganado y las cautivas, plantearon un cuadro sumamente complejo. Esto determinó que, el 1 de mayo de 1855, el ministro de Guerra, coronel Bartolomé Mitre, se estableciera en Azul, que por decisión del gobierno bonaerense quedó constituida en Cuartel General de Operaciones.

Mitre se estableció en el Hotel “De los Catalanes”, permaneciendo en nuestra localidad por un mes y medio. El hábil Coronel suponía que el conflicto con los pueblos originarios iba a ser una cuestión fácil de resolver, sin embargo, se equivocó rotundamente. En Sierra Chica, los sublevados obtuvieron una importante victoria, obligando a Mitre y sus tropas a retornar en una ordenada y “honrosa” retirada, que se produjo en horas de la noche, dejando parte importante de la caballada y los fogones prendidos en el campamento, para ocultar, con éxito ante los indios, la operación. Casi doscientas cincuenta fueron las bajas en las tropas mitristas y el Comandante, ofuscado, no dudó en resaltar la desorganización de los Guardias Nacionales que estaban acantonados en Azul y habían marchado con él. Este duro enfrentamiento se produjo el 30 de mayo de 1855 y pasó a la historia como Combate de Sierra Chica.

El joven coronel Bartolomé Mitre, que una semana antes en la plaza Mayor había dicho con sonora voz que se haría responsable hasta de “…la cola de la última vaca de la Provincia…”, había vuelto al Azul vencido sin atenuantes.

A mediados de junio, Mitre dejó atrás Azul…

Así como sehospedara en el Hotel “De los Catalanes”el futuro presidente de la Nación, también en algún momento lo harían los generales Ignacio Rivas y Manuel Escalada, como así también Adolfo Alsina, entre muchos otros.


El hospedaje del rey

 

El Dr. Alberto Sarramone en su obra “Orllie-Antoine I: un rey francés en Araucanía y Patagonia”, cuenta la visita y estadía de un singular personaje, Orllie Antoine de Tounens:

 “En sus ‘Memorias’ Tounens afirma que ‘al comienzo de 1876, hice todavía otra expedición con los recursos de otra persona’. Se trata de Achille Laviarde, su futuro sucesor en el trono. (…) Aprovecha un viaje de unos comerciantes de cueros para llegarse hasta Azul, ‘donde tiene amigos’. Debe recordarse que el rey había actuado en la masonería y por entonces Azul era un centro importante. Hay un detalle significativo: La Estrella del Sud se llamaba la logia masónica azuleña (…) y también la orden caballeresca que Orllie había fundado en Francia. Pero es indudable que en Azul no tuvo suerte en sus pretensiones monárquicas. Ello era natural, ya que la logia azuleña había sido fundada por el coronel Álvaro Barros, cuando era jefe de la frontera en Azul y futuro gobernador de la Patagonia, y estaba integrada por oficiales del ejército argentino destinados en ese punto importante de la frontera y muchos franceses, españoles e italianos, entre otros, que se caracterizaban por ser de ideales muy republicanos, que mal podrían brindarle simpatía a una aventura monárquica, que además –y tal vez más importante- venía ya muy jaqueada…

Mientas tanto Azul era la única población de la Argentina en la cual la mitad de su población estaba constituida por franceses o descendientes, que en cierta medida controlaban el negocio con los indios. En su estadía en Azul, el rey se ha registrado en el hotel de los Catalanes como Jean de Tourtoirac. Habiendo fracasado en obtener apoyo para sostener sus aventuras, proseguirá su viaje, internándose en la pampa, sin mucho eco o, por lo menos, no tenemos constancia de ello…”.

 

El particular huésped del Hotel “De los Catalanes” era Orllie Antoine de Tounens, que había nacido el 12 de mayo de 1825, en La Chaise, Chourgnac, Francia. Era hijo de Jean Tounens y Catherine Jardon. Fue procurador del Tribunal de primera instancia de Périgueux y un aventurero conocido por autoproclamarse “Rey de la Araucanía y la Patagonia”, un estado por él creado, afirmando que las regiones de la Araucanía y la Patagonia oriental no necesitaban depender de ningún otro estado. Tounens fue arrestado el 5 de enero de 1862 por las autoridades chilenas, fue encarcelado y declarado loco por un juicio del tribunal de Santiago del 2 de septiembre de 1862 y fue expulsado a Francia el 28 de octubre de ese año. Más tarde, Antoine de Tounens intentó varias veces regresar a la Araucanía para reclamar su reino, pero fue siempre expulsado; la visita narrada por el Dr. Sarramone fue la cuarta y última. Tounens murió el 19 de septiembre de 1878 en Tourtoirac, Francia.

  

Paso del tiempo…

  

Cuando Tounens anduvo por Azul, el pueblo se desarrollaba vertiginosamente. Las calles del pueblo eran identificadas con números romanos (correspondiéndole, por ejemplo, el IX a la actual calle San Martín y el XXVI a la Colón), y en poco tiempo más recibirían muchos de los nombres que aún se siguen utilizando. A la vez, la Plaza Mayor o De las Carretas, recibió el nombre de “Colón” (hoy “Gral. San Martín”). También comenzaron a edificarse residencias de considerable importancia. Y en los ’80 se comenzaron a instalar en Azul los novedosos teléfonos en distintos domicilios y comercios; el Hotel tenía el número 65 (vale considerar que la cantidad de usuarios no llegaba al centenar).

Al comenzar el siglo XX, en 1901, en aquella mítica esquina se instalo la droguería Franco-Española que estaba a cargo de Ramón Farres. Un par de años más tarde se mudó a la esquina de Belgrano y Colón, dejándole el local al joven Leopoldo G. Marchisio, que hacia 1903 se había instalado con su farmacia en la esquina norte de Colón y Bolívar (otrora “Farmacia Viñas”), mudándose en 1913 a la esquina que otrora ocupara el Hotel “De los Catalanes”.

Finalmente, en 1961 se construyóel entonces moderno edificio de departamentos en altura, que se denominó “Edificio Marchisio”, y se instaló la “Farmacia Marchisio” en el amplio local de la planta baja. Aunque desplazada del local de la esquina, en la actualidad la farmacia continúa escribiendo su historia…


    Frente a la Catedral en construcción puede observarse lo poco que quedaba en el arranque del siglo XX del "Hotel de los Catalanes".




Orllie Antoine de Tounens, el autoproclamado “Rey de la Araucanía y la Patagonia”, uno de los huéspedes más excéntricos del antiguo hotel



Demolido el antiguo Hotel de los Catalanes, se construyó un nuevo comercio donde se instaló Leopoldo Marchisio con su farmacia.




En el otrora solar del "Hotel de los Catalanes" se construyó el Edificio "Marchisio".