Historias de balcones y docentes
Por Eduardo Agüero Mielhuerry
En su libro “Historias inesperadas de la
historia argentina: Tragedias, misterios y delirios de nuestro pasado.”,
el periodista e historiador Daniel Balmaceda rescata diversas
historias, justamente, de la República Argentina. El noveno capítulo, titulado
“Historia de balcón”, cuenta simpáticamente un episodio protagonizado por el
presidente Domingo Faustino Sarmiento (nacido el 14 de febrero de 1811
como Faustino
Valentín Sarmiento), y el gobernador bonaerense, Emilio Castro:
“A
partir del sábado 7 de marzo de 1835 y por 6.177 días (hasta el martes 3 de
febrero de 1852), Juan Manuel de Rosas fue gobernador de la provincia de Buenos
Aires. Además, fue el encargado de las Relaciones Exteriores de todas las
provincias que integraban la Confederación Argentina. Por lo tanto, en él
confluían los dos gobiernos, el provincial y el nacional.
Al
caer Rosas y sancionarse la Constitución en 1853, la unidad se había perdido y
el país ya estaba partido en dos: Buenos Aires por un lado y la República Argentina
(las trece provincias restantes) por el otro. Así sería hasta 1860, el año en
que Buenos Aires se integró al resto. Este quiebre era apenas el comienzo de
las discordias, porque pronto brotaron los conflictos de jurisdicción: el
presidente administraba los destinos de toda la Nación desde una provincia que
tenía un gobernador con poder supremo sobre su territorio. En ese escenario, el
primer mandatario del país pasaba a ser huésped del gobernador bonaerense.
El
primer presidente que vivió esa situación fue Bartolomé Mitre, pero no fue
traumática por el hecho de que antes de asumir la presidencia era gobernador de
Buenos Aires y su lugar lo ocupó el presidente provisional del Senado. En
cambio, en el transcurso del mandato de Sarmiento hubo cruces con el gobernador
bonaerense Emilio Castro (…). Uno de los conflictos tuvo lugar en medio de un
acto al que tanto Sarmiento como el gobernador Castro concurrieron con sus
respectivos carruajes y los dos ordenaban a sus cocheros pasarse para tomar la
delantera. Cada uno consideraba que el protocolo le daba prioridad. Y así fue
cómo un simple acto se convirtió en una carrera de carrozas.
Otro
de los enfrentamientos se dio el 2 de enero de 1870, con motivo del desfile de
las tropas que habían combatido en la Guerra del Paraguay. Durante los últimos
días de diciembre de 1869 se habían organizado los detalles de la bienvenida.
Los veteranos desembarcados se formarían en el largo muelle de Viamonte y la
Alameda (es decir, calle Alem). Iban a desfilar por Alem hacia la Plaza de
Mayo; luego, pasando por la puerta de la catedra, por Rivadavia hasta Maipú, y
por esta rumbo a Retiro, a los cuarteles que los albergarían.
Para
Sarmiento era una complicación porque la Casa Rosas no tenía balcón y él
necesitaba estar en un lugar en el cual sobresaliera para que se le rindieran
honores. En cambio, el edificio del gobierno bonaerense, que se hallaba junto
al Cabildo en el espacio que ahora ocupa la Avenida de Mayo, tenía una
ubicación privilegiada. El gobernador Castro invitó a Sarmiento a presenciar el
desfile desde los balcones del municipio. El sanjuanino respondió que era un
acto nacional, que él mismo debía presidirlo y no podía ser huésped de nadie.
Incluso le pidió al gobernador que le cediera el edificio a la Nación para que
Sarmiento invitara a quien quisiera. El gobierno provincial se excusó alegando
que ya había cursado las participaciones a los vecinos ilustres.
El
1 de enero de 1870, una numerosa cuadrilla construyó un estrado de madera junto
a la Recova (que cortaba a la actual Plaza en dos). Ese sería el palco oficial.
Las tropas llegaron por la noche. Se resolvió que aguardaran en los barcos
hasta el amanecer. Al día siguiente, pocos minutos antes de que se iniciara el
apoteótico desfile –Buenos Aires era celeste y blanca, nunca habían visto
tantas banderas argentinas adornando la ciudad-, Sarmiento ordenó un cambio de
ruta. Las tropas, entonces, ingresaban a la Plaza de la Victoria u no bien
cruzaban el arco principal de la Recova, viraban hacia la derecha, abandonaban
la Plaza y tomaban por Reconquista hacia Retiro. Esto hizo que el balcón del
gobernador Castro, plagado de invitados, quedara fuera del recorrido. Tuvieron
que contentarse con ver a los veteranos a cien metros de distancia.
Para
evitar complicaciones en el futuro, Sarmiento mandó construir el hoy famoso
balcón de la Casa Rosada.”
En el Azul…
En el flamante siglo XX, a muchos
kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, un balcón volvería a ser escenario y
una docente protagonista de un suceso que marcaría la historia pueblerina.
Hija de Justo Gallardo y Rafaela López, Justa Belén Gallardo había
nacido en Azul el 22 de enero de 1884. Estudió en la Escuela Normal “Bernardino
Rivadavia”, de la cual en 1904 -con excelentes calificaciones- había
egresado con el título de Maestra Normal. Al mismo tiempo, se había
iniciado en el periodismo colaborando en los periódicos locales.
Corría el mes de septiembre de 1905 cuando el Diputado Provincial Matías
Pinedo Oliver presentó un proyecto de ley ante las cámaras legislativas
con la intención de cambiar el nombre de Azul por el de General Ignacio Rivas,
para “perpetuar en la toponimia
bonaerense el recuerdo de sus hazañas para las generaciones venideras”.
Inmediatamente la comunidad azuleña reaccionó ante la propuesta…
La señorita Justa Gallardo, con fervor, desde el
balcón de su domicilio ubicado en Tandil y Córdoba (actuales España e
Intendente Ernesto M. Malére), congregó a múltiples vecinos para defender
tenazmente el nombre de la ciudad. La convocatoria de la docente fue
contundente y despertó el interés de la comunidad. La joven arengó a quienes
expectantes se habían congregado a escuchar a la docente que con energía y, por
sobre todo con muchos fundamentos, defendía el nombre del pueblo que la había
visto nacer.
Desde entonces, todos los días se produjeron diversas manifestaciones
en distintos lugares del pueblo. Inclusive en los medios periodísticos se
publicaron cartas de vecinos -Justa entre ellos- ofuscados con la intención de
Pinedo Oliver. Por su parte, el italiano José Peluffo, dueño de una flota de
carros, los pintó de color azul y les colocó la leyenda “Azul, siempre Azul”.
El 22 de octubre se realizó una nutrida reunión en el Teatro
Español, donde se constituyó una “Comisión de Propaganda” formada,
entre otros, por los reconocidos vecinos: Eufemio Zavala y García, Francisco
Leyría, Alejandro Brid, Ceferino Peñalva, Juan Carlos Baygorria, Juan P.
Torras, Luis Maffoni, Hipólito Dhers, Eduardo Darhanpé, Rosa V. Avila, Aquiles
Pouyssegur, Antonio Aztiria, Ricardo Berdier, Bernardo Naulé, Pedro y Bernardo
Guiraut, Martín Abeberry y Miguel Castellár.
Una semana más tarde, el domingo 29, se realizó una nueva
concentración masiva en el Teatro. En la oportunidad se informó a los presentes
que se habían recolectado más de 17.000 firmas en contra del proyecto
del Diputado, como así también se había logrado el respaldo de múltiples
localidades vecinas y las adhesiones del Dr. Estanislao S. Zeballos y del dirigente radical y ruralista José
Camilo Crotto, entre otros.
En la ocasión, avasallando desde el escenario, la docente Justa
Gallardo brilló por sus encendidas palabras, mediante las cuales recorrió la
gloriosa historia de Azul desde su fundación hasta ese momento, en el que se
hallaba en un avanzado desarrollo productivo, con un importante caudal
industrial y un interesante capital económico en movimiento. En varios momentos
debió detener su alocución dado que el público rompió el respetable silencio en
el que la oía para aplaudirla y ovacionarla. Justa apenas tenía veintiún años.
El miércoles 1 de noviembre se desarrolló una nueva sesión en la
Legislatura bonaerense. A pesar de la insistencia del diputado Pinedo Oliver,
viendo las reacciones de los azuleños, la opinión de los Senadores se volcó en
sentido contrario a la mentada propuesta, desestimándola. En la misma sesión,
tal vez como “consuelo” para el Diputado, se aprobó un proyecto del senador Liborio
Luna para destinar la suma de 30.000 pesos a la construcción de un
monumento en memoria del osado general Rivas en la plaza homónima que tenía por
entonces Azul (cuatro manzanas que hoy constituyen el acceso al Parque
Municipal “Domingo F. Sarmiento”). Pero el monumento nunca fue concretado,
desconociéndose el destino de los fondos asignados…
Una
rica carrera…
Radicada en la Capital Federal, Justa se abocó al estudio y egresó de
la Facultad
de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires con el título
de Profesora
en Historia y Geografía.
Justa ejerció la docencia en
escuelas comunes de la Capital Federal dependientes del Consejo Nacional de Educación
en los cargos de maestra de aula, vicedirectora y directora de categoría
superior, y como Profesora Especial de Conferencias, en Escuelas de Adultos.
Actuó en entidades culturales y científicas y fue presidente de la
sección conferencias del Instituto Superior del Magisterio;
vicepresidente de la Confederación de Asociaciones Femeninas
y miembro dirigente de muchas otras sociedades, como la Asociación Pro Derechos de la
Mujer (fundada en 1919).
En 1938, el Consejo Escolar N° 19
la comisionó para disertar sobre la personalidad de Domingo F. Sarmiento ante
los maestros de sus escuelas, en ocasión de cumplirse el cincuentenario de la
muerte del prócer y para pronunciar una alocución patriótica en la
concentración de las escuelas reunidas en el Parque Chacabuco en celebración de
la fiesta del 25 de Mayo.
Justa tuvo una activa participación en el periodismo colaborando en
numerosas publicaciones como la revista de artes y letras “PAN” y el diario “El
Tiempo” de Azul, “El Atlántico” de Bahía Blanca, “El
Popular” de Olavarría, “La Capital” de Rosario, “La
voz del Sud” de Villa Mercedes, San Luis, “El Chasqui” de
Ituzaingó, Buenos Aires, y otros supieron de sus inquietudes. El diario “La
Razón” de Buenos Aires la nombró corresponsal en Azul. Dirigió,
también, la página de sociales de la revista “El Hogar” y las revistas
porteñas “Buenos Aires Social” y “Mar del Plata Social”, entre otras.
Fue miembro de número y secretaria de actas de la Academia Argentina de la Historia,
secretaria del Instituto Popular Rivadaviano, socia fundadora y vitalicia de
la Federación
de Mujeres Universitarias, miembro de numerosas entidades y entusiasta
impulsora, junto a otras destacadas figuras azuleñas, de la creación de
nuestros Cursos de Profesorado. Miembro honorario de la Academia
Argentina de la Historia y de la Junta de Estudios Históricos de San José de
Flores.