domingo, 13 de septiembre de 2020

Historias de balcones y docentes

 Historias de balcones y docentes

 

 Por Eduardo Agüero Mielhuerry

  

En su libro “Historias inesperadas de la historia argentina: Tragedias, misterios y delirios de nuestro pasado.”, el periodista e historiador Daniel Balmaceda rescata diversas historias, justamente, de la República Argentina. El noveno capítulo, titulado “Historia de balcón”, cuenta simpáticamente un episodio protagonizado por el presidente Domingo Faustino Sarmiento (nacido el 14 de febrero de 1811 como Faustino Valentín Sarmiento), y el gobernador bonaerense, Emilio Castro:

“A partir del sábado 7 de marzo de 1835 y por 6.177 días (hasta el martes 3 de febrero de 1852), Juan Manuel de Rosas fue gobernador de la provincia de Buenos Aires. Además, fue el encargado de las Relaciones Exteriores de todas las provincias que integraban la Confederación Argentina. Por lo tanto, en él confluían los dos gobiernos, el provincial y el nacional.

Al caer Rosas y sancionarse la Constitución en 1853, la unidad se había perdido y el país ya estaba partido en dos: Buenos Aires por un lado y la República Argentina (las trece provincias restantes) por el otro. Así sería hasta 1860, el año en que Buenos Aires se integró al resto. Este quiebre era apenas el comienzo de las discordias, porque pronto brotaron los conflictos de jurisdicción: el presidente administraba los destinos de toda la Nación desde una provincia que tenía un gobernador con poder supremo sobre su territorio. En ese escenario, el primer mandatario del país pasaba a ser huésped del gobernador bonaerense.

El primer presidente que vivió esa situación fue Bartolomé Mitre, pero no fue traumática por el hecho de que antes de asumir la presidencia era gobernador de Buenos Aires y su lugar lo ocupó el presidente provisional del Senado. En cambio, en el transcurso del mandato de Sarmiento hubo cruces con el gobernador bonaerense Emilio Castro (…). Uno de los conflictos tuvo lugar en medio de un acto al que tanto Sarmiento como el gobernador Castro concurrieron con sus respectivos carruajes y los dos ordenaban a sus cocheros pasarse para tomar la delantera. Cada uno consideraba que el protocolo le daba prioridad. Y así fue cómo un simple acto se convirtió en una carrera de carrozas.

Otro de los enfrentamientos se dio el 2 de enero de 1870, con motivo del desfile de las tropas que habían combatido en la Guerra del Paraguay. Durante los últimos días de diciembre de 1869 se habían organizado los detalles de la bienvenida. Los veteranos desembarcados se formarían en el largo muelle de Viamonte y la Alameda (es decir, calle Alem). Iban a desfilar por Alem hacia la Plaza de Mayo; luego, pasando por la puerta de la catedra, por Rivadavia hasta Maipú, y por esta rumbo a Retiro, a los cuarteles que los albergarían.

Para Sarmiento era una complicación porque la Casa Rosas no tenía balcón y él necesitaba estar en un lugar en el cual sobresaliera para que se le rindieran honores. En cambio, el edificio del gobierno bonaerense, que se hallaba junto al Cabildo en el espacio que ahora ocupa la Avenida de Mayo, tenía una ubicación privilegiada. El gobernador Castro invitó a Sarmiento a presenciar el desfile desde los balcones del municipio. El sanjuanino respondió que era un acto nacional, que él mismo debía presidirlo y no podía ser huésped de nadie. Incluso le pidió al gobernador que le cediera el edificio a la Nación para que Sarmiento invitara a quien quisiera. El gobierno provincial se excusó alegando que ya había cursado las participaciones a los vecinos ilustres.

El 1 de enero de 1870, una numerosa cuadrilla construyó un estrado de madera junto a la Recova (que cortaba a la actual Plaza en dos). Ese sería el palco oficial. Las tropas llegaron por la noche. Se resolvió que aguardaran en los barcos hasta el amanecer. Al día siguiente, pocos minutos antes de que se iniciara el apoteótico desfile –Buenos Aires era celeste y blanca, nunca habían visto tantas banderas argentinas adornando la ciudad-, Sarmiento ordenó un cambio de ruta. Las tropas, entonces, ingresaban a la Plaza de la Victoria u no bien cruzaban el arco principal de la Recova, viraban hacia la derecha, abandonaban la Plaza y tomaban por Reconquista hacia Retiro. Esto hizo que el balcón del gobernador Castro, plagado de invitados, quedara fuera del recorrido. Tuvieron que contentarse con ver a los veteranos a cien metros de distancia.

Para evitar complicaciones en el futuro, Sarmiento mandó construir el hoy famoso balcón de la Casa Rosada.”

 

 

En el Azul…

 

 

            En el flamante siglo XX, a muchos kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, un balcón volvería a ser escenario y una docente protagonista de un suceso que marcaría la historia pueblerina.

            Hija de Justo Gallardo y Rafaela López, Justa Belén Gallardo había nacido en Azul el 22 de enero de 1884. Estudió en la Escuela Normal “Bernardino Rivadavia”, de la cual en 1904 -con excelentes calificaciones- había egresado con el título de Maestra Normal. Al mismo tiempo, se había iniciado en el periodismo colaborando en los periódicos locales.

Corría el mes de septiembre de 1905 cuando el Diputado Provincial Matías Pinedo Oliver presentó un proyecto de ley ante las cámaras legislativas con la intención de cambiar el nombre de Azul por el de General Ignacio Rivas, para “perpetuar en la toponimia bonaerense el recuerdo de sus hazañas para las generaciones venideras”. Inmediatamente la comunidad azuleña reaccionó ante la propuesta…

La señorita Justa Gallardo, con fervor, desde el balcón de su domicilio ubicado en Tandil y Córdoba (actuales España e Intendente Ernesto M. Malére), congregó a múltiples vecinos para defender tenazmente el nombre de la ciudad. La convocatoria de la docente fue contundente y despertó el interés de la comunidad. La joven arengó a quienes expectantes se habían congregado a escuchar a la docente que con energía y, por sobre todo con muchos fundamentos, defendía el nombre del pueblo que la había visto nacer.

Desde entonces, todos los días se produjeron diversas manifestaciones en distintos lugares del pueblo. Inclusive en los medios periodísticos se publicaron cartas de vecinos -Justa entre ellos- ofuscados con la intención de Pinedo Oliver. Por su parte, el italiano José Peluffo, dueño de una flota de carros, los pintó de color azul y les colocó la leyenda “Azul, siempre Azul”.

El 22 de octubre se realizó una nutrida reunión en el Teatro Español, donde se constituyó una “Comisión de Propaganda” formada, entre otros, por los reconocidos vecinos: Eufemio Zavala y García, Francisco Leyría, Alejandro Brid, Ceferino Peñalva, Juan Carlos Baygorria, Juan P. Torras, Luis Maffoni, Hipólito Dhers, Eduardo Darhanpé, Rosa V. Avila, Aquiles Pouyssegur, Antonio Aztiria, Ricardo Berdier, Bernardo Naulé, Pedro y Bernardo Guiraut, Martín Abeberry y Miguel Castellár.

Una semana más tarde, el domingo 29, se realizó una nueva concentración masiva en el Teatro. En la oportunidad se informó a los presentes que se habían recolectado más de 17.000 firmas en contra del proyecto del Diputado, como así también se había logrado el respaldo de múltiples localidades vecinas y las adhesiones del Dr. Estanislao S. Zeballos  y del dirigente radical y ruralista José Camilo Crotto, entre otros.

En la ocasión, avasallando desde el escenario, la docente Justa Gallardo brilló por sus encendidas palabras, mediante las cuales recorrió la gloriosa historia de Azul desde su fundación hasta ese momento, en el que se hallaba en un avanzado desarrollo productivo, con un importante caudal industrial y un interesante capital económico en movimiento. En varios momentos debió detener su alocución dado que el público rompió el respetable silencio en el que la oía para aplaudirla y ovacionarla. Justa apenas tenía veintiún años.

El miércoles 1 de noviembre se desarrolló una nueva sesión en la Legislatura bonaerense. A pesar de la insistencia del diputado Pinedo Oliver, viendo las reacciones de los azuleños, la opinión de los Senadores se volcó en sentido contrario a la mentada propuesta, desestimándola. En la misma sesión, tal vez como “consuelo” para el Diputado, se aprobó un proyecto del senador Liborio Luna para destinar la suma de 30.000 pesos a la construcción de un monumento en memoria del osado general Rivas en la plaza homónima que tenía por entonces Azul (cuatro manzanas que hoy constituyen el acceso al Parque Municipal “Domingo F. Sarmiento”). Pero el monumento nunca fue concretado, desconociéndose el destino de los fondos asignados…

 

Una rica carrera…

 

Radicada en la Capital Federal, Justa se abocó al estudio y egresó de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires con el título de Profesora en Historia y Geografía.

Justa ejerció la docencia en escuelas comunes de la Capital Federal dependientes del Consejo Nacional de Educación en los cargos de maestra de aula, vicedirectora y directora de categoría superior, y como Profesora Especial de Conferencias, en Escuelas de Adultos.

Actuó en entidades culturales y científicas y fue presidente de la sección conferencias del Instituto Superior del Magisterio; vicepresidente de la Confederación de Asociaciones Femeninas y miembro dirigente de muchas otras sociedades, como la Asociación Pro Derechos de la Mujer (fundada en 1919).

En 1938, el Consejo Escolar N° 19 la comisionó para disertar sobre la personalidad de Domingo F. Sarmiento ante los maestros de sus escuelas, en ocasión de cumplirse el cincuentenario de la muerte del prócer y para pronunciar una alocución patriótica en la concentración de las escuelas reunidas en el Parque Chacabuco en celebración de la fiesta del 25 de Mayo.

Justa tuvo una activa participación en el periodismo colaborando en numerosas publicaciones como la revista de artes y letras “PAN” y el diario “El Tiempo” de Azul, “El Atlántico” de Bahía Blanca, “El Popular” de Olavarría, “La Capital” de Rosario, “La voz del Sud” de Villa Mercedes, San Luis, “El Chasqui” de Ituzaingó, Buenos Aires, y otros supieron de sus inquietudes. El diario “La Razón” de Buenos Aires la nombró corresponsal en Azul. Dirigió, también, la página de sociales de la revista “El Hogar” y las revistas porteñas “Buenos Aires Social” y “Mar del Plata Social”, entre otras.

Fue miembro de número y secretaria de actas de la Academia Argentina de la Historia, secretaria del Instituto Popular Rivadaviano, socia fundadora y vitalicia de la Federación de Mujeres Universitarias, miembro de numerosas entidades y entusiasta impulsora, junto a otras destacadas figuras azuleñas, de la creación de nuestros Cursos de Profesorado. Miembro honorario de la Academia Argentina de la Historia y de la Junta de Estudios Históricos de San José de Flores.

Seguramente muy poco tuvo que ver aquél episodio de su juventud con su exquisita carrera docente y cultural. Sin embargo, sin dudas marcó un hito en el Azul y en las “Historias de balcón”, tal como ocurriera con el suceso que protagonizó Sarmiento en Buenos Aires.








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