Contradicciones
Hoy se cumplen 90 años del primer
Golpe de Estado del siglo XX, luego del cual se iniciaría una triste sucesión
de gobiernos militares que marcaron amargamente la historia de la Argentina.
Azul vivió en carne propia muchos acontecimientos en los sucesivos períodos de
facto y tuvo, como muchos otros pueblos del interior, no solo contradicciones
en el plano político sino también hasta en su quehacer cotidiano.
Por Eduardo Agüero Mielhuerry
El 6 de septiembre de 1932,
cuando se cumplió el segundo aniversario del derrocamiento del gobierno
constitucional de Hipólito Yrigoyen, y a cuatro meses del fallecimiento del
golpista y Presidente de facto, general José Félix Uriburu, el entonces
intendente de Azul, Dante Bernaudo, decidió renombrar a la céntrica calle Buenos
Aires (denominada así desde 1879), como Teniente General José Félix Uriburu.
Una placa, colocada durante un
acto al que asistieron unas quinientas personas y autoridades municipales,
militares, provinciales y hasta nacionales, llevado a cabo el 11 de
noviembre de aquel año en la esquina Este del cruce de la renombrada
arteria y San Martín rezaba:
“CALLE TENIENTE GENERAL JOSÉ F. URIBURU. 1868-1932.
HOMENAJE DE AZUL. 6 DE SETIEMBRE DE 1932”
El
primer Presidente de facto
José Félix Benito Uriburu nació en la ciudad de Salta, el 20 de julio de 1868.
Fue hijo de José de Uriburu y Poveda
y Serafina
de Uriburu y Álvarez de Arenales.
Ingresó como cadete en el Colegio Militar el 17 de
marzo de 1885.
En 1890, cuando tan sólo contaba treinta y dos años y
era un joven oficial, fue el cofundador de una sociedad militar secreta en
Argentina dedicada a preservar la trascendencia política de la oligarquía
militar.
Con el grado de subteniente era uno de los jefes de la
Logia
de los 33 Oficiales que participó en la organización de la
Revolución del Parque en 1890, que aunque derrotada causó la renuncia
del Presidente Miguel Juárez Celman. El 19 de noviembre de 1894 se casó con
Aurelia Madero Buján (1873-1959), hija de Eduardo Madero y Marcelina Buján
Ellauri, y con la que tuvo tres hijos.
En 1896 formó parte de la comisión que dirimió el
grave (y largo en el tiempo) problema fronterizo que existía entre Argentina y
Chile. Pronto demostró un carácter enérgico y dotes de mando.
Fue ayudante de su tío José Evaristo Uriburu y
del presidente Luis Sáenz Peña. En 1905 apoyó a Manuel Quintana para
sofocar la revolución radical de ese año.
En 1907, fue director de la Escuela Superior de Guerra
y posteriormente fue enviado a Berlín por tres años, para perfeccionarse en
programas de entrenamiento militar y equipos. Durante su estancia en Alemania
tuvo ocasión de entrar en contacto con la guardia imperial del kaiser, donde se
convirtió en un acérrimo defensor del militarismo prusiano.
Cuando regresó a Buenos Aires, asistió a los congresos
científicos de la celebración del Centenario y luego estuvo a cargo de puestos
fronterizos como oficial de estado mayor.
En 1913, regresó a Europa como agregado militar en
Madrid, Londres y Berlín. Cuando retornó a la Argentina, en 1914, fue elegido
diputado nacional en el Congreso de la Nación.
En 1921 ascendió a general de división. Al año
siguiente, actuó como inspector general de la Armada designado por el
presidente Marcelo Torcuato de Alvear. Intentó implantar las ideas de cómo
debía gobernarse una nación, imbuidas de los planes militaristas del régimen
alemán y en la concepción del estado corporativo impuesto por Benito
Mussolini en la Italia fascista.
Fue miembro del Consejo Supremo de Guerra desde 1926
hasta que Yrigoyen lo hizo retirar por haber alcanzado la edad reglamentaria.
Durante la Gran Depresión, cuando era teniente general
en la reserva, en 1930, Uriburu encabezó la sublevación contra el presidente
Hipólito Yrigoyen.
El golpe de Estado que le permitió llegar al poder fue
algo inédito en la Historia de la Argentina. Con el golpe militar del 6 de
septiembre de 1930 fue también la primera vez en el continente que el fascismo
levantó la cabeza y la primera en la historia del país que las Fuerzas Armadas
encabezaron el poder político.
Uriburu le encomendó al poeta Leopoldo Lugones la
redacción de la proclama revolucionaria que decía:
“El
Ejército y la Armada de la Patria, respondiendo al calor unánime del pueblo de
la Nación y a los propósitos perentorios que nos impone el deber de argentinos
en esta hora solemne para el destino del país, han resuelto levantar su bandera
para intimar a los hombres que han traicionado en el gobierno la confianza del
pueblo y de la República el abandono inmediato de los cargos, que ya no ejercen
para el bien común, sino para el logro de sus apetitos personales. Les
notificamos categóricamente que ya no cuentan con el apoyo de las fuerzas
armadas, cuyo objetivo primordial es defender el decoro personal, que ellos han
comprometido, y que no habrá en nuestras filas un solo hombre que se levante
frente a sus camaradas para defender una causa que se ha convertido en
vergüenza de la Nación. Les notificamos también que no toleraremos que por
maniobras y comunicaciones de última hora pretendan salvar a un gobierno
repudiado por la opinión pública, ni mantener en el poder los residuos del
conglomerado político que está estrangulando a la República.”
El 10 de septiembre, Uriburu fue reconocido como
presidente de la Nación mediante una célebre y cuestionada Acordada de la Corte Suprema de
Justicia que dio origen a la doctrina de los gobiernos de facto.
Disolvió el Congreso, declaró el Estado de Sitio, intervino todas las
provincias y, en rasgos generales, quiso implantar un gobierno similar al
fascismo, régimen en el que veía un ejemplo de paz y orden político del cual se
podía aprender útiles lecciones.
Los Embajadores de los Estados Unidos e Inglaterra,
país éste último en el que había sido agregado militar, hicieron saber a
Uriburu que las potencias por ellos representadas habían reconocido al gobierno
provisional.
Aunque públicamente Uriburu declaraba respetar la Constitución,
personalmente sentía que el país necesitaba retornar al régimen de gobierno
conservador, previo a la sanción de la Ley Sáenz Peña de voto universal y
secreto para varones. En un discurso pronunciado en la Escuela Superior de
Guerra, Uriburu expresaba su oposición al sufragio universal con las siguientes
palabras:
“Debemos
tratar de conseguir una autoridad política que sea una realidad para no vivir
puramente de teorías... La democracia la definió Aristóteles diciendo que era
el gobierno de los más ejercitados por los mejores. La dificultad está
justamente en hacer que lo ejerciten los mejores. Eso es difícil que suceda en
todo país que, como en el nuestro, hay un sesenta por ciento de analfabetos, de
lo que resulta claro y evidente, sin tergiversación posible, que ese sesenta
por ciento de analfabetos es el que gobierna al país, porque en elecciones
legales ellos son una mayoría”.
Decretó la ley marcial e hizo ejecutar militantes
políticos clandestinamente. Asimismo, detuvo a varios dirigentes políticos,
entre ellos a Hipólito Yrigoyen, impuso censura a los diarios, intervino las
universidades anulando el régimen de autonomía y cogobierno establecido desde
la Reforma
Universitaria de 1918. Una vez producido el golpe, la flamante Confederación
General del Trabajo adoptó actitudes de complacencia frente al régimen
militar.
Estableció un régimen represivo que incluyó por
primera vez la utilización sistemática de la tortura contra los opositores
políticos, en particular anarquistas, comunistas y radicales, mediante
la Sección de Orden Político de la Policía de la Capital, al mando de Leopoldo
“Polo” Lugones (nombrado por José Félix Uriburu como Comisario
Inspector de la Policía sin pertenecer a la fuerza de seguridad).
A principios de 1931, Uriburu llamó a elecciones en la
provincia de Buenos Aires, pero luego las anuló debido a que había ganado la
Unión Cívica Radical. En noviembre de ese año convocó nuevamente a elecciones
luego de prohibir las candidaturas del radicalismo y organizar un
sistema que se reconocía públicamente como fraudulento, dando comienzo a la que
se denominó “Década Infame”. En esas condiciones resultó “electo”
presidente el general Agustín Pedro Justo, quien
representaba el conservadurismo liberal que había terminado con la sanción de
la Ley Sáenz Peña, y además aseguraba la continuidad en el poder de la
oligarquía militar, ya que gozaba del favor de los altos mandos del ejército.
En marzo del mismo año, Uriburu recibió al Príncipe de
Gales Eduardo de Windsor. El heredero al trono británico visitó Campo de Mayo,
el Hipódromo Nacional y el balneario de Mar del Plata, para luego inaugurar la
Exposición Británica de Artes e Industrias en el predio de La Rural.
Luego de entregar el poder, el 20 de febrero de 1932,
Uriburu marchó al extranjero por motivos de salud y murió en París,
dos meses más tarde, el 29 de abril, luego de una intervención
quirúrgica por un cáncer en el estómago.
Curando
heridas…
En el caso de la calle Tte. Gral. José F. Uriburu, es importante aclarar que el homenaje rendido en los años ’30 no fue una exclusividad azuleña. Por el contrario, en pleno desarrollo de la que la historia recuerda como “Década Infame”, fue totalmente habitual en cada rincón del país.
Con el
retorno de la Democracia, la historia argentina retomó su cauce por una senda de
estabilidad institucional y, al menos a nivel local, tuvo como a uno de sus
principales protagonistas al queridísimo y recordado Rubén César De Paula,
“Poliya”, quien marcó a fuego los azuleños, propios y opositores, haciendo que
su administración sea entrañablemente recordada hasta la actualidad.
A
través de la Ordenanza 2283/04 aprobada por el Honorable Concejo Deliberante
de Azul el 29 de noviembre de 2004 y promulgada, por el Poder Ejecutivo, el 17
de diciembre del mismo año mediante el Decreto 1721/04, el intendente Omar
Arnaldo Duclós dispuso el cambio del nombre de la calle Uriburu por Intendente
Profesor Rubén César De Paula.
Poco más tarde,
la placa que estaba ubicada en la esquina Este de San Martín y la renombrada
arteria, y que había sido colocada en 1932, fue retirada y trasladada al Museo
Etnográfico y Archivo Histórico “Enrique Squirru” donde actualmente se
la preserva como testimonio de una de las grandes contradicciones azuleñas que
se mantuvo por 72 años.
El
dato “del estribo”
El 4 de
junio de 1946, el Comisionado Municipal Silverio Carbone, por Decreto
N° 293/46, había decidido rebautizar a la calle Adolfo Alsina como Presidente
Hipólito Yrigoyen. Ese mismo día quedó inaugurando un busto del líder
de la Unión Cívica Radical en la ya desaparecida rambla central de la avenida
25 de Mayo en su intersección con la renombrada arteria (busto que hoy se halla
en el frente de la Escuela N°28, en la esquina de Falucho y Av. Pellegrini).
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