Historias y Personajes del Azul y Luján
Por Luis Ernesto Sola y Eduardo Agüero Mielhuerry
El hacendado portugués Antonio Farías de Sáa, vecino de la
ciudad de Córdoba del Tucumán, encargó a un paisano suyo, residente en
Pernambuco (Brasil), una imagen de la Virgen María en la advocación del misterio de la Purísima Concepción
para ser expuesta a la veneración en la capilla que estaba construyendo en su
estancia del pago de Sumampa (Santiago del Estero). Desde
Brasil se le envío la imagen pedida y otra más de la Maternidad de la Virgen , acondicionadas
separadamente en dos cajones, que desde el puerto de Pernambuco fueron
transportadas a Buenos Aires en el navío del capitán contrabandista del patache
San Andrés, André João, más tarde
llamado Andrea Juan.
En la misma embarcación también llegó el negro Manuel. Nacido en 1604,
en Costa de los Ríos, -hoy Guinea-, África, a finales de 1629 fue apresado en
un reclutamiento de negros llevado a cabo por mercaderes portugueses, y
conducido a las naves ancladas en el puerto de Cabo Verde (ciudad hoy llamada
Dakar), zona occidental de África, para ser vendido como esclavo en el Brasil.
Arribó al puerto de Pernambuco después de una travesía de 30 días y al atracar
la nave, él junto a otros negros fueron llevados a la plaza pública, y allí
puestos a la venta. En la ocasión, el capitán Juan lo compró para su servicio.
La travesía marítima al mando de Juan culminó en el mes de marzo de
1630, en el Puerto de Santa María de los Buenos Ayres.
Arribados a Buenos Aires, Andrea Juan tuvo algunos
inconvenientes por ser contrabandista, como era común en esa época. Su amigo Bernabé
González Filiano, salió ante las Autoridades como fiador suyo,
solventando la deuda. En agradecimiento, Andrea entregó a su esclavo, el negro
Manuel, quien desde entonces convivió con otro homónimo de Cabo Verde y un
tercero “apellidado” Angola o Luanda, que la historia debió distinguir poco a
poco.
El maravilloso prodigio…
Poco después, en mayo, una caravana de carretas salió desde la ciudad
de Buenos Aires rumbo al norte, más precisamente a Sumampa, llevando las dos
imágenes que hoy conocemos como “de Luján” y “de Sumampa”. Respectivamente, la
primera representa a la
Inmaculada y la segunda a la Madre de Dios con el niño en los brazos tal como
Virgen de la Consolación.
En el camino a Córdoba, cuando la tropa de carretas se encontraba a
orillas del Río Luján, cerca de la casa del estanciero Diego Rosendo, los bueyes
detuvieron su marcha resistiéndose a continuar. Se cambiaron los bueyes y se
bajó la carga, pero sin resultado.
Manuel fue testigo y partícipe de aquel suceso y desde entonces sintió el
llamado de ser custodio de la Virgen. Se
presume que fue él quien sugirió bajar uno a uno los cajones transportados…
Los bueyes comenzaron a moverse en cuanto se bajó una de las cajas del
carro. Entonces, pensando que todo estaba resuelto, la volvieron a subir. Pero
el carruaje volvió a quedarse inmóvil. Una vez más bajaron la caja y los bueyes
se movieron sin dificultad alguna. Entonces, el negro Manuel, habría exclamado:
“Esto indica que la imagen de la Virgen encerrada en este
cajón debe quedarse aquí”. Abrieron el cajón y encontraron una bella imagen
de la Virgen
en su advocación de la
Purísima Concepción.
Los arrieros continuaron el viaje con una única caja hasta su destino
final, los pagos de Sumampa. Este es, precisamente, el origen del Santuario de
Nuestra Señora de la
Consolación de Sumampa, en la provincia de Santiago del
Estero, compañera de viaje de la Inmaculada Concepción
de Luján.
El primer sentimiento que embargó el corazón de los troperos y demás
personas presentes fue el asombro; y después de las consabidas demostraciones
de devoción y respeto, entendiendo que aquella imagen de la Purísima Concepción
deseaba quedarse en ese preciso lugar, resolvieron trasladarla a la casa de la
estancia de la familia Rosendo. Se trataba de la población más próxima a la
vera del camino real. Allí la depositaron, en el mejor lugar de la vivienda, y
le improvisaron un precario altar, donde comenzó a ser venerada la Santa Imagen.
Se la llamó “La
Virgen Estanciera ” y la “Patroncita Morena”.
El negro Manuel, con el consentimiento de su dueño, -que antes de morir
le habría dicho: “eres de la Virgen y no tienes otro amo
a quien servir”-, se hizo cargo de la ermita y de los vestidos de la Virgen , dirigiendo los
rezos de los peregrinos. Además, la tradición cuenta que Manuel recibió el don
de curación con el sebo de las velas de la ermita y relataba a los peregrinos
los viajes de la Santa
Virgen , que daba consuelo a los afligidos.
En 1663, el gobernador Martínez de Salazar -por entonces dependiente
del virreinato del Perú-, prohibió el uso del “viejo camino al norte” -actual
Ruta 8-, donde a su vera se encontraba la imagen de la “Pura y Limpia Concepción del Luján”. En reemplazo, obliga por ley a
trasladarse por el nuevo “Camino Real a los
reynos de Chile y Alto Perú”, -actual Ruta 7-, dando por resultado el
abandono de las visitas de los viajeros a la Virgen.
Ana de Matos y Enzinas, viuda de Siqueyras, heredera de algunas tierras de su esposo junto al
río Luján, se sentía deseosa de construir una capilla para llevar la imagen a
su casa. En el 1671 habló con el Padre Juan de Oramas, administrador de los
bienes de su hermanastro por vía materna don Diego Rosendo y, tras pagar la
importante suma de doscientos pesos por la estatuilla, la colocó en su casa.
Pero la Santa Virgen
desapareció y la encontraron en su antigua ermita. Doña Ana volvió a llevar la
imagen a su casa y por segunda vez regresó a la estancia de don Rosendo.
Doña Ana consultó entonces a las autoridades eclesiásticas y civiles,
quienes viajaron al lugar y examinaron lo sucedido, esta vez la Virgen fue trasladada en
una devota peregrinación de cinco leguas y en compañía del “negro” Manuel,
que debió ser comprado por Doña Ana, mediante una colecta de dinero de los
vecinos de Buenos Aires. Desde ese momento la imagen no retornó más a su
antigua capilla.
Luego de confirmar la veracidad de lo sucedido, la autoridad
eclesiástica, autorizó oficialmente el culto público a la “Pura y Limpia Concepción del Río
Luján”. Doña Ana donó el terreno para la realización de la primera
capilla en el año 1677, lugar distante unos 50 metros al Este de
donde actualmente se encuentra la
Basílica de Luján.
Enfermo y designado en 1684 “Cura
del Río Luján y Capilla de la Limpia Concepción ”, llegó Pedro
de Montalvo, implorando a la
Virgen por su curación. Fue llevado a la capilla donde Manuel
le ungió el pecho con el sebo de la lámpara que ardía en el Altar y le dio de
beber una infusión con abrojos de los que solía desprender del vestido de la
imagen. Poco después, el Sacerdote sanó milagrosamente y agradecido se quedó
como primer capellán.
El Padre se dedicó a
la terminación de la capilla con la ayuda de sus relaciones y de las
autoridades coloniales. Y finalmente el 8 de diciembre de 1685 inauguraron
el nuevo Santuario con el traslado de la imagen de la Virgen. Al año siguiente, el
negro Manuel -actualmente en proceso de canonización-, falleció, quedando el
Padre Pedro como custodio de la “Virgencita”.
Textos…
El primer relato escrito del prodigio de la “Limpia Concepción del Luján”, fue redactado por el sacerdote
mercedario Pedro Nolasco de Santa María en 1737, sin especificar el lugar
ni la fecha, pues ocurre “en aquel tiempo
que el Reino de Portugal estaba sujeto a la corona de Castilla”.
Posteriormente, en 1812, el padre Felipe Maqueda restringe la fecha a
“los años de 1630” . Es el padre Salvaire, en su historia de 1885, quien
transforma la década en año. Y la notable ausencia de testimonios hasta 1637
sobre la ermita inaugural, no acredita ni desmiente aquel año de 1630, cuando arriba Manuel.
A excepción de la vera del río Luján, los dos primeros relatos no
indican el sitio del milagro. La tercer historia de 1885, ubica el prodigio en la Cañada de la Cruz , en la estancia de “Rosendo de Oramas” en la triple frontera
de Luján, San Andrés de Giles y el partido de Exaltación de la Cruz. Los
descubrimientos del historiador Raúl Molina, permitieron determinar
en la investigación continuada a partir de 1977 por Monseñor Juan Antonio
Presas, que “la estancia del milagro” de Diego Rosendo medio hermano de
Juan de Oramas, se ubica cercana a la actual estación Villa Rosa, del partido
de Pilar, a más de treinta kilómetros de Luján.
De terracota y amor
La manufactura de la imagen de la Virgen es brasileña, hecha en terracota (tierra
cocida) en el valle de Paraiba, San Pablo, donde en el siglo XVII, había una
importante producción de esculturas.
Mide aproximadamente 38 centímetros . Su rostro es levemente moreno.
Está de pie sobre un nimbo de nubes donde aparecen cuatro cabezas de ángeles. A
ambos lados de la figura se ven las puntas de la luna en cuarto creciente.
Tiene las manos juntas sobre el pecho.
Estaba totalmente policromada, siendo el manto azul cubierto de estrellas,
y la túnica roja. El sacerdote De Los Ríos, en una visita canónica a Luján en
1737, dispuso que cada tres meses se renovara el vestuario de la Virgen.
Posteriormente, Salvaire le agregará el conjunto de rayos a su espalda.
En la rayera gótica puede leerse: “Es la Virgen de Luján la primera Fundadora de esta
Villa”.
En aquel mismo año de 1737, el Alférez Real Don Juan de Lezica y Torrezuri,
enfermo, visita a la
Virgen. El agua de manantial y el aceite de las lámparas que
iluminaban la imagen sagrada se convierten en medicina para el nacido en
Vizcaya, España. Lentamente, en el transcurso de los años anteriores se iba
formando la aldea por –al menos-
tres factores. Primero, el “Pago del Árbol Solo” donde se asentaba la Estancia de Ana de
Mattos, -paso obligado de comercio a Chile y Perú-, fue solamente un sitio de
cruce del río sin población estable y tampoco la donación de tierras para la
capilla dio origen inmediato al poblado. Segundo, los ataques indígenas
impulsaron por entonces a las personas a la aglomeración como estrategia de
defensa. Y por último, pueden considerarse las fuertes creencias religiosas que
habrían reunido a los cristianos en derredor de la Virgen , varias décadas
después de la donación. Así, la primitiva población de Luján carece de fecha
fundacional y su origen poco común, se debe a múltiples causas coetáneas.
En 1748, estando quebrantada su salud, Lezica y Torrezuri retornó a
Luján y recobró su lozanía nuevamente. En agradecimiento, decide levantar un
nuevo santuario que reemplace a la ya vieja y ruinosa “Capilla de Montalvo”.
Casi una década después de iniciada la construcción, se inauguró el nuevo tempo
el 8
de diciembre de 1763, retribuyendo el amor a la Virgen por su sanación.
También por obra del vizcaíno, el caserío se había transformado por
Real Cédula de 1759 promulgada por el Rey de España Fernando VI, en la “Villa
de Nuestra Señora de Luján”, constituyendo el único Cabildo de la
campaña con antelación a la conformación en 1776 del Virreinato del Río de la Plata.
El último malón que asoló a Luján, en 1780, no revistió mayor gravedad
“gracias a la Virgen ”
a quien se le atribuyó la formación de una densa niebla que impidió la
incursión indígena en el centro de la
Villa.
Más tarde, durante las primeras invasiones inglesas, Luján se convirtió
en el centro de las acciones preliminares de la reconquista de Buenos Aires.
Las tropas de criollos y paisanos, que lograron reunir Juan Martín de
Pueyrredón, Martín Rodríguez y Antonio de Olavarría, portaban unas cintas
celestes y blancas de “la medida de la Virgen ”, de 38 cm de largo, que los
identificaba. Si bien fueron derrotados en las Chacras del Perdriel, la
agrupación inaugural constituye el “Hito
0 de la Argentinidad ”,
hoy señalado por un monumento frente al Cabildo y la Basílica.
Asimismo, la Virgen
de Luján ha sido visitada en el camarín del “Templo de Lezica y Torrezuri”, por
José
de San Martín, Manuel Belgrano, Domingo
French y otros próceres argentinos protagonistas de
la gesta patriótica, que en agradecimiento a las peticiones cumplidas le han
obsequiado numerosas reliquias y ofrendas.
La obra de los Vicentinos
En 1872, por decisión del segundo obispo de Buenos Aires, Federico
Aneiros, los Padres de la
Misión de la congregación vicentina, se hicieron cargo del
templo y del cuidado de la
Virgen.
Siendo párroco el vicentino Emilio George, llegó a Luján el
padre Jorge María Salvaire. En una ocasión posterior, al ver
amenazada su vida y considerarse salvado por las súplicas a la Virgen , en 1886, presentó
al Papa León XIII, la petición del Episcopado y de los fieles del Río de la Plata para la coronación de la Virgen. El Pontífice
bendijo la corona y le otorgó Oficio y Misa propios para su festividad. La
coronación canónica se realizó el 8 de mayo de 1887. Desde entonces se
colocó la Imagen
sobre una base de bronce y se le adosaron la rayera gótica con la inscripción: “Es la Virgen de Luján la primera
Fundadora de esta Villa” y una aureola de doce estrellas.
En 1904, Juan Nepomuceno Terrero, obispo de La Plata –Diócesis a la que por
aquel entonces pertenecía Luján-, ante el evidente deterioro de la imagen a
causa de la desintegración de la arcilla, mandó hacerle una cubierta de plata,
que dejó a la vista solo el rostro y las manos. Dicha cubierta, de autor
anónimo, es de perfil cónico y está compuesta de dos piezas que se unen en el
costado de la imagen. La frontal remeda túnica y manto. Ambas están repujadas y
cinceladas imitando telas con roleos vegetales y un galón en el borde del
manto.
La cubierta de plata sólo se hizo para preservar la figura de María,
porque se la siguió vistiendo con trajes de tela. Desde esa época se le
superpone el cuarto creciente por delante del manto con que se la viste. Es ya
tradición que dicho manto se le cambie una vez al año, en fecha cercana al 8 de
mayo, día de la
Coronación.
Hombres de Fe
Andrés Luis Jorge María Salvaire nació el 6 de enero
de 1847 en la ciudad de Castres, departamento de Tarn en el sur de Francia. Sus
padres fueron Félix Salvaire y María Modesta Vázquez. El joven ingresó al
seminario de los padres lazaristas de París,
y en 1871 se ordenó sacerdote y celebró su primera misa en el altar de San
Vicente de Paul el 4 de julio de 1871. En septiembre de ese mismo año, por
orden de la superioridad de la congregación, se embarcó hacia la ciudad de Buenos
Aires para misionar en estas tierras.
Una vez instalado en la pequeña Villa de Luján, Salvaire colaboró
estrechamente con el
párroco Eusebio Frérét, en el antiguo templo
colonial con las tareas pastorales de la parroquia.
Con generosidad y entusiasmo dictó clases en el colegio-seminario recién
fundado, celebró misas dominicales, enseñó catecismo, se encargó de los trabajos de refacción del antiguo templo y
atendió a enfermos y peregrinos.
Aneiros en el Azul frente a un gran desafío
En noviembre 1873, monseñor Federico León Aneiros, también
conocido como «el Padre de los indios», luego de recibir el palio
arzobispal, visitó nuestro pueblo para inaugurar una misión, acompañado por
algunos sacerdotes, entre
ellos el nuevo párroco de Luján Emilio George, que se encargaron de predicar a lo largo de veintidós
días. Además, aprovechó la ocasión para visitar la tribu. Al comprobar las
buenas disposiciones del cacique Cipriano Catriel y de su gente, resolvió dar
comienzo a una misión de carácter estable o permanente, que sirviera de base
para futuras incursiones apostólicas hacia las tribus establecidas en el sur y
el oeste de la provincia de Buenos Aires.
En la ocasión, Aneiros puso mucha atención en la misión evangelizadora
que se debía concretar en estos lares. En dicho derrotero, el párroco lujanense
informó que “el Azul, es una pequeña
villa, situada a sesenta leguas al sur de Buenos Aires, sobre la frontera
indígena, es la residencia del general (Ignacio) Rivas, comandante en jefe de las tropas… pero hasta el presente no se
ha hecho nada serio con el fin de convertir a los indios”. Asimismo,
focalizado en sus misión, tiempo después realizó la sugerencia de colocar en el
Altar del Templo la imagen de San Serapio Mártir, Patrono del Azul
-hecho que recién se concretó el 24 de mayo de 1921 tras la donación efectuada
por el Dr. Agustín Carús y Mariano Berdiñas-.
A evangelizar en el Azul y el indómito “desierto”
En diciembre de 1873, sus
superiores le ordenaron al Padre Salvaire dejar Luján para marchar, junto al Padre
alemán Juan Fernando Meister, a organizar la casa misión de Azul, con
la finalidad de evangelizar a los indígenas
que habitaban estos lares.
Establecido en nuestro pueblo, el Padre Jorge María Salvaire escribió:
“He dejado Luján el 26
diciembre (de 1873)… nuestra residencia
actual está en Azul, pequeña ciudad que puede contar con tres mil habitantes,
situada a más o menos a cien leguas de Buenos Aires… y cuando estemos bastante
al corriente de la lengua de los indios, nos proponemos establecernos en medio
de ellos… Después de nuestra llegada al Azul hemos ido a visitar al cacique
Catriel”. Y luego exclama: “…al verme solo en el desierto, rodeado de salvajes,
la idea de las dificultades que deberé vencer para reducirlos me atormenta a causa
del poco fruto que recogeré…”
El Padre Jorge María Salvaire
había arribado al Azul el 5 de enero de 1874 con intenciones
de catequizar e impartir los sacramentos. El 25 del mismo mes, fiesta de la Conversión de San
Pablo, celebró su primera Misa en la pequeña capilla del pueblo. Pero no
faltarían los tropiezos, tanto por el accionar de los protestantes y masones
que integraban la Logia
“Estrella del Sud N°25” que actuaba en el medio, que eran reacios a la
acción misionera, como por el de los propios indios.
De hecho, en dos cartas fechadas
en Azul el 10 y 14 de febrero de 1874, Meister y Salvaire dejaron constancia de
las dificultades que encontraban para lograr su misión.
Villa Fidelidad y la educación…
El general Manuel Escalada (cuñado
del general José de San Martín), creía que era posible la adaptación del indio
a la vida civilizada y a la disciplina del trabajo, mediante su radicación
sedentaria. En consecuencia, en octubre de 1856, resolvió donar a las numerosas
familias que obedecían las órdenes de los caciques Catriel y Maicá,
pagándolas con su propio dinero, las tierras que dieran nacimiento a “Villa
Fidelidad”.
Con la elección de ese nombre se
intentaba mostrar la concordia entre indios y blancos. De tal modo, Escalada
adquirió a la
Corporación Municipal de Azul cien solares de 50 varas
de frente y 50 de fondo cada uno, debiendo aplicarse de ese dinero, 40 pesos a
gastos de mensura y escritura, y los otros 60 a la construcción del nuevo templo.
Asimismo, se reservó una manzana de cuatro solares a dos cuadras del Arroyo
para una Plaza (en la prolongación de las actuales calles San Martín e
Yrigoyen).
La adjudicación se hizo por
escrito, en documentos que revestían el carácter de títulos provisorios de
propiedad, y bajo la condición expresa que el inmueble donado no podía ser vendido bajo
ningún concepto, título ni causa.
En 1857, la joven maestra Margarita
Montenegro, de 23 años de edad, fue designada para atender la escuela
para niños pampas que precariamente se instaló en el sector, siendo este el
primer antecedente de la actual Escuela N° 21. Sin embargo, por
diversas razones, el funcionamiento del establecimiento no fue continuo.
Cuando en 1874 se instalaron los
Misioneros Lazaristas Salvaire y Meister, éste último envió una carta al
Arzobispo solicitándole recursos para establecer dos Escuelas para los indios,
una para los varones, que dirigirían los mismos Sacerdotes, y otra para las
niñas, que dirigiría “una persona india,
soltera, cristiana, muy piadosa, muy formal y bastante instruida en la
doctrina, el español, la lectura, la escritura y la costura”.
Ante la respuesta afirmativa
desde el arzobispado, el 19 de febrero Meister envía otra misiva informándole
las novedades: “Hemos alquilado una casita
muy formal, en medio de los indios, cerca del arroyo, y como la maestra india
no ha podido hacerse cargo de la
Escuela , ‘porque no podía ganar la confianza de sus
paisanos’, se nombró a la señorita cristiana Margarita Montenegro, la que a
pesar de las dificultades, los sinsabores y detracciones, visitando los
rancheríos, logró que su clase se viera concurrida por 23 niñas y unos pocos
varoncitos…”.
En su ardua labor, Salvaire
trabajó en un Doctrinale Elementare, un catecismo bilingüe,
araucano-castellano, redactado por él.
De ninguna manera su tarea fue
sencilla, a punto tal que en una carta que le escribe a monseñor Aneiros
expresa: “La corrupción entre los
cristianos de la frontera ha llegado a tal punto, que un día he oído a una
mujer india e infiel echar en cara a un hijo suyo, el cual se iba entregando a
malas costumbres, estas increíbles pero terribles palabras… Hijo, eres
deshonesto como un cristiano…”. Sin embargo,
ni él ni Meister desistieron en intentar evangelizar la tribu de Cipriano
Catriel, una parte acantonada desde hacía muchos años entre Azul y Olavarría,
en torno al Cerro Negro a donde Salvaire asistía
quincenalmente, y el otro grupo que vivía en Villa Fidelidad.
Un viaje…
En octubre de 1875, monseñor Federico León Aneiros solicitó al
padre Jorge Salvaire –radicado en Azul-, que realizara un viaje
apostólico hasta las tolderías del cacique Manuel Namuncurá, en las
Salinas Grandes (cercanas a la actual localidad de Macachín, en la provincia de
La Pampa ). La
principal intención era recuperar cautivos, entre ellos a los cuatro cordobeses
hermanos Lazos, por quienes había pedido ayuda su madre, Jacinta Rosales.
Antes de emprender su expedición, el padre Salvaire envió una carta al
coronel Levalle, por medio de don Belizario Zapata, -“el vecino de Azul en cuya casa se hospedaba Jacinta Rosales”-. La
respuesta describe las inmejorables disposiciones de los ‘Indios de las
Salinas’; “sin que esto importe una
garantía de mi parte”; concluye Levalle, deslindando futuras
responsabilidades personales.
Es así como
debiendo internarse en la pampa, la prudencia y la cautela del Sacerdote le
aconsejaron la intervención del azuleño capitán Rufino Solano “…hombre experimentado en la vida de
frontera, que en varias oportunidades y con el mismo fin había participado para
Salinas Grandes, ganándose la confianza de los caciques y capitanejos, cuya
lengua conocía a la perfección”. Fue así como el Capitán trató, colaboró y
le allanó el camino en la misión.
Al presentarse ante Namuncurá, en noviembre, otros caciques realizaron
serias acusaciones al sacerdote Salvaire a quien tildaron de brujo y de ser
sembrador de la peste entre el pueblo indígena –que precisamente sufría
viruela-. El Padre fue tomado prisionero, y ante la inminente muerte pronunció
su famoso triple voto a la
Virgen de Nuestra Señora de Luján, que constituyen sus tres monumentos: intelectual
(escribir ‘la historia’, que será publicada diez años después), espiritual
(propagar su culto, mediante la Coronación Pontificia
de la Virgen ),
y material
(iniciar la construcción de la
Basílica ).
La escena de su salvación se resolvió con la enérgica intervención del
cacique Bernardo Namuncurá y su gesto significativo de arrojarle
un poncho para ‘cubrirlo’ cuando estaban a punto de asesinarlo.
Tras la liberación, el francés retornó al Azul llevando consigo diez
cautivos, incluidos tres de los hermanos Lazos, ya que uno había logrado
escapar.
Esta travesía del Padre Salvaire a
Salinas Grandes culminó el día 22 noviembre de 1875 al entrar al Azul antes
del anochecer.
“La misión en el Azul
no existe más”
Juan José Catriel, victimario de su
hermano Cipriano, se opuso tiempo después a la continuidad de la misión
lazarista. Los misioneros pasaron a disposición del Prelado para la
catequización de otras tribus más dispuestas. De todas maneras, la escuelita de
varones no marchaba bien. La de niñas contaba con una veintena alumnas. Lo
único que sustentaba el ánimo de los misioneros eran los bautismos logrados.
El “Malón Grande” interrumpió
definitivamente la obra misionera y, para finales de febrero de 1876 el padre
Fernando Meister escribía categóricamente “la
misión en el Azul no existe más”.
En 1885, cumpliendo con su promesa, el Padre
Jorge Salvaire publicó su “Historia de
Nuestra Señora de Luján, su origen, su Santuario, su Villa, su milagro y su
culto”, con el beneplácito de Monseñor Aneiros. Al año siguiente presentó
la historia a su Santidad el Papa León XIII, quien otorga la
gracia de la coronación de la virgen: la primera en Sudamérica.
El 14 de noviembre de ese mismo año, el ilustre
Arzobispo de Buenos Aires, realizó la confirmación de cientos de niños y adultos
en Azul, entre los que se destaca Juan Catriel, hijo de
Marcelino. Y en “la cuarta doménica después de Pascua”,
fue también Monseñor Aneiros quien coronó el 8 de mayo de 1887 a la “Pura
y Limpia Virgen de la
Concepción del Río de Luján”. Así, el antiguo padre
misionero del Azul, vio consumada su segunda promesa ante una concurrencia de
40.000 personas que dieron marco a una celebración que incluyó la triple
descarga de fusiles de los batallones presentes y las bandas de música que
envolvieron la Villa
de Luján con marchas triunfales.
La tercera promesa se cumplió tras un
debate espinoso. Los padres lazaristas Emilio George y Jorge Salvaire
tenían ideas disímiles sobre la construcción del Santuario que reemplazara al
vetusto templo de Lezica y Torrezuri, inaugurado en 1763. El cura párroco había
propuesto la erección de una modesta iglesia parroquial de estilo
romano-bizantino en el centro de la ciudad, alejada de las inundaciones (sitio
donde hoy se erige la municipalidad de Luján). El historiador de la milagrosa
Virgen, proyectó en cambio una monumental basílica nacional de estilo
neogótico-ojival a la vera del río Luján, sitio del prodigio de 1630. Entre
ellos, y la también repartida opinión de la población lujanense, terció
Monseñor Aneiros “volcando la balanza” a favor de Salvaire, bendiciendo la
piedra fundamental del nuevo santuario el 15 de mayo de 1887.
Ninguno de los tres sacerdotes, misioneros en las tribus del Azul,
alcanzó en vida a contemplar terminada la construcción de la actual Basílica
de Nuestra Señora de Luján al cumplirse el tricentenario del milagro.
A la Casa de Dios…
El 3 de septiembre de 1894 el país se vistió de
luto con el fallecimiento del Arzobispo Aneiros. De igual manera sucedió cinco
años después, al saberse la
noticia del deceso de Salvaire.
En carta desde San
Juan, donde era Rector del Seminario Diocesano, el Padre Fernando Meister,
escribió el 5 febrero de 1899 al Padre Antonio Brignardelli,
entonces a cargo del Santuario de Luján: “...
¡Qué golpe fuerte, no digo para la Congregación de Lazaristas de esta Provincia,
aunque él sin duda puede llamarse la flor de los Lazaristas del Río de La Plata , sino para esta República entera!
¿Dios mío, qué significa esto no estando aún en la mitad de su obra gigantesca,
la Basílica ,
teniendo sin concluir bajo sus manos, obras históricas de grande importancia,
para las cuales difícilmente se podrá encontrar un hombre que tenga la fuerza y
el ánimo de terminarlas? Que Uds. y con vosotros todo Luján y Buenos Aires
están sumergidos en el dolor se comprende, y siento mucho que el ferrocarril no
sale hoy de San Juan, sino habría dejado todo en San Juan para asistir al
entierro y acompañaros en vuestro justo dolor”.
El Padre Jorge María Salvaire se durmió en la
paz del Señor el 4 de febrero de 1899. Finalmente, el lazarista Emilio George “rindió su alma a Dios” el 19 de octubre
de 1915. En la actualidad, ambos descansan, uno junto al otro, a los pies del
altar del crucero occidental de la
Basílica de Luján.
Imagen de Nuestra Señora de Luján, entronizada en la Basílica.