sábado, 20 de junio de 2020

Los herederos del general Manuel Belgrano

“Los Belgrano y el Azul”


Los herederos del general Manuel Belgrano


Por Eduardo Agüero Mielhuerry

El 25 de mayo de 1820, Manuel Belgrano recibió en su casa al escribano Narciso Iranzuaga, José Ramón Milá de la Roca, Manuel Díaz y Juan Pablo Sáenz Valiente. Un escribano y tres testigos.
Diez años después de aquella brillante jornada para las Provincias Unidas del Río de la Plata, Manuel Belgrano, uno de los actores principales, estaba postrado en una cama en su casa paterna. Ante el Escribano y los testigos manifestó: “estando enfermo de la que Dios Nuestro Señor se ha servido darme; pero, por su infinita misericordia, en mi sano juicio; temeroso de la infalible muerte a toda criatura e incertidumbre de su hora, para que no me asalte sin tener arregladas las cosas concernientes al descargo de mi conciencia y bien de mi alma, he dispuesto ordenar éste, mi testamento”.
Al principio realizó una extensa profesión de fe cristiana, con invocación de la Santísima Trinidad, de la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica Romana, la Serenísima Virgen María, su amante esposo San José, el Ángel de la Guarda, el Santo de su nombre y demás miembros de la corte celestial. Seguidamente pidió que su cuerpo fuera “amortajado con el hábito de patriarca de Santo Domingo” y que lo sepultaran “en el panteón que mi casa tiene en dicho Convento”. Por otra parte, declaró: “Que soy de estado soltero y que no tengo ascendiente ni descendiente”, aunque en otra foja se ocupó de aclarar que su albacea –su hermano Domingo Estanislao-, “al cual, respecto a que no tengo heredero ninguno forzoso, ascendiente ni descendiente, le instituyo y nombro de todas mis acciones y derechos presentes y futuros”. En otras palabras, encomendaba a su hermano que se ocupara “de lo que pudiera ocurrir”. En verdad, Manuel Belgrano estaba protegiendo a su hija Manuela Mónica del Corazón de Jesús Belgrano. Su primogénito, Pedro Pablo Rosas y Belgrano, tenía su educación y futuro económico asegurados gracias a que de alguna manera lo habían adoptado –aunque la adopción no se estilaba en los términos actuales- Juan Manuel de Rosas y su esposa, Encarnación Ezcurra.
Quien quedaba en una situación desventajosa era su hija natural. En consecuencia, encomendó a través del testamento a su hermano que se encargue de resolver todos los asuntos ligados a la pequeña tucumana que el 4 de mayo había cumplido un año de edad.
No declaró ningún patrimonio, sólo deudores y acreedores. Luego, con las escasas fuerzas que tenía, Manuel Belgrano firmó su testamento fechado una década después de la gloriosa epopeya de 1810.
Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano falleció, a los 50 años de edad, el 20 de junio de 1820.


El primogénito


María Josefa Ezcurra era una jovencita de apenas 16 años, gozosa de una buena posición económica y social, cuando conoció a Manuel Belgrano. Se enamoraron profundamente y mantuvieron una intensa relación entre 1802 y 1803. Sin embargo, su padre la casó con su primo, Juan Esteban de Ezcurra, proveniente de Pamplona de Navarra, (España). Después de nueve años de matrimonio, sin hijos, y disconforme con la Revolución de Mayo, Ezcurra se exilió en su patria. María se negó a acompañarlo y aunque nunca más volvió a verlo, él la nombró su heredera.
Guiada por sus impulsos amorosos, cuando Belgrano fue nombrado General en Jefe del Ejército Auxiliar del Perú, María Josefa partió a buscarlo. San Salvador de Jujuy fue el sitio donde se produjo el anhelado reencuentro en los primeros días de mayo de 1811. Allí permanecieron juntos tres meses.
Posteriormente, María Josefa decidió seguirlo en el Éxodo Jujeño y hasta en la batalla de Tucumán. Sin embargo, la historia de los amantes dio un drástico giro. En octubre concibieron un hijo en San Miguel de Tucumán, donde residieron hasta finales de enero de 1813. Ella tuvo que cambiar su rumbo y abandonar a Belgrano, pues con su avanzado embarazo le resultaba imposible continuar viajando con el agobiante clima norteño.
El niño nació en una estancia de Santa Fe el 29 de julio de 1813 y fue bautizado en la Iglesia Matriz de Santa Fe de la Veracruz. Para evitar la deshonra de María Josefa, que aún se hallaba casada con su primo que residía en Cádiz, su hermana Encarnación Ezcurra y su cuñado, Juan Manuel de Rosas, inscribieron al bebé en el Libro de Bautismos como huérfano bajo el nombre de Pedro Pablo Rosas. Recién al cumplir los 20 años de edad, Pedro fue informado por Rosas sobre su verdadero origen. Desde entonces incorporó su apellido biológico, pasando a llamarse Pedro Pablo Rosas y Belgrano.
Durante el año 1837 Pedro Pablo Rosas y Belgrano se trasladó a Azul y ejerció como Juez de Paz y Comandante del Fuerte San Serapio Mártir, con el grado de Mayor. A fines de ese año pidió ser relevado y se dedicó a administrar sus estancias.
            Durante la década del ’40 nuevamente fue nombrado Comandante de Azul y oficialmente encargado de las relaciones con los indígenas en todo el Sur de la provincia.
En 1841 comenzó una relación sentimental con una joven de Azul llamada Juana Rodríguez, con quien se casó en 1851 en la Iglesia Nuestra Señora del Rosario. Aquí en Azul nacería buena parte de los dieciséis hijos que tuvo la pareja, de los cuales la mitad fallecieron siendo niños.
Después de la caída de su padre adoptivo, siguió siendo el Juez de Paz de Azul, por orden directa del general Justo José de Urquiza. A fines de noviembre de 1852 estaba en Buenos Aires cuando estalló la rebelión del general Hilario Lagos, que pronto dominó gran parte del interior de la provincia y puso sitio a la ciudad de Buenos Aires. La batalla del Rincón de San Gregorio fue una verdadera catástrofe para las tropas que defendían la causa porteña, pues murieron unos mil hombres y casi todos los oficiales fueron tomados prisioneros.
Rosas y Belgrano fue trasladado como prisionero al Cabildo de Luján, y quiso el destino que fuera alojado en la misma celda donde permaneció su padre a fines de 1813, cuando fue procesado por las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma. Un Consejo de guerra presidido por el coronel Isidro Quesada condenó a Rosas y Belgrano a muerte. Pero Lagos no quiso cumplir la orden y lo puso en libertad, considerando la carta que Manuela Mónica Belgrano le entregara pidiéndole por la vida de su hermano “teniendo en cuenta su sangre”.
En 1859, poco después de la batalla de Cepeda, el general Urquiza volvió a avanzar sobre Buenos Aires. Allí organizó la defensa el general Bartolomé Mitre, mientras los jefes de frontera trataban de defenderse de un posible avance desde el sur. Urquiza nombró a Rosas y Belgrano Comandante de armas del sur de la provincia y lo envió hacia esa zona. Éste convenció al Cacique General Calfucurá, para que enfrente al comandante Ignacio Rivas en Cruz de Guerra, pero el ataque fracasó. Enviado por Rosas y Belgrano, el coronel Federico Olivencia tomó la ciudad de Azul. Pero por desentendimientos, todo fracasó. Rosas y Belgrano debió huir, pero fue tomado prisionero en cercanías de Rosario y, a pesar de que algunos oficiales pidieron que fuera ejecutado, su vida fue respetada por órdenes del General Bartolomé Mitre. Además, viendo que estaba ya muy enfermo, lo dejó regresar a Buenos Aires empero con la orden expresa de que no se acerque a Azul.
Pedro Pablo Rosas y Belgrano falleció en Buenos Aires el 27 de septiembre de 1863.


La protegida


En 1812, Manuel Belgrano y María de los Dolores Helguero Liendo tuvieron un casual primer encuentro, en el que él quedó perdidamente enamorado de la joven que desbordaba de belleza.
Debido a los trajines de la guerra, tuvieron que distanciarse pero cuando se reencontraron, vivieron un intenso romance, fruto del cual Dolores quedó embarazada. Belgrano marchó a cumplir con sus obligaciones militares y los padres de Dolores la obligaron a casarse con un tal Rivas. Pero entonces nació la hija de Belgrano y el esposo de Dolores se marchó abandonándolas.
El 4 de mayo de 1819 nació Manuela Mónica del Corazón de Jesús. Debido a la gravedad de su enfermedad y a su delicado estado, Manuel Belgrano solicitó una licencia para atender sus afecciones. Entonces decidió viajar a Tucumán para conocer a su hija.
            En su libro “Manuela Belgrano, la hija del General”, Isaías José García Enciso describe: “El vivir en la casa de los Belgrano y desde luego, a pesar de ser hija natural disfrutar del tratamiento de hija plena y sin distingos, hizo también que Manuela se vinculara con lo más granado y conspicuo de la sociedad porteña. Esto la llevó a participar de reuniones sociales, tertulias y saraos en las casas de mayor renombre y prestigio, como las de los  Altolaguirre, Pueyrredón, Balvastro, Escalada y los Alvear, entre otras.
            En una de esas fiestas  Manuela y Juan Bautista se conocieron.
            La niña poseía una inteligencia poco común. Era fina y delicada, formal y de gran carácter y físicamente tenía el tipo de los Belgrano. Un cuadro de ella, pintado por el célebre Prilidiano Pueyrredón, actualmente en poder de la Sra. Casiana Belgrano, descendiente directa de Manuela Mónica y por ende, del mismísimo Gral. Manuel Belgrano, nos muestra el parecido con este, su padre.
            Alberdi era un joven brillante, notable abogado, culto y  prometedor, animador de las fiestas y saraos ejecutando el clavicordio.  Lo que se dice un gran partido, al que aspiraron muchas niñas quedando solo en el suspiro, o en el romance furtivo.  Era mayor que Manuela en nueve años.
            Todo indica que entre los jóvenes hubo una primera atracción, que llevó a posteriores visitas en la casa donde vivía la niña.
Lo cierto, es que después de un corto tiempo se dieron cuenta que no congeniaban y que una pareja entre ellos no era viable ni conveniente. Y entonces lucidamente cortaron. Por cierto que en muy buenos términos, porque esa primera relación se transformó en una amistad cortés y considerada.”.
El 30 de mayo de 1853, Manuela Mónica contrajo matrimonio con Manuel Vega Belgrano, sobrino nieto del creador de la Bandera y un importantísimo comerciante radicado en Azul, con quien tuvo seis hijos de los cuales sobrevivieron: Gregoria Flora, Manuel Félix y Carlos Miguel.
Manuela Mónica del Corazón de Jesús Belgrano falleció a temprana edad, en Buenos Aires, el 5 de febrero de 1866.





El presente artículo es una síntesis del capítulo correspondiente del libro a editarse “Los Belgrano y el Azul”, trabajo Declarado de Interés Cultural y Educativo por Resolución 4.412/2020 del Concejo Deliberante de Azul.