Los Hermanos Piazza
Por Eduardo Agüero Mielhuerry
En un remoto pueblito al norte de
Italia, el matrimonio constituido por José Antonio Piazza (natural de
Craveggia) y María RizzoBottoli (Rizza según las actas de matrimonio de sus
hijos y Rizzi según el censo de 1895 –nacida en Finero fracción de Malesco, en
el año 1828-), tuvo un total de ocho hijos: Lorenzo (1853), Carolina
(1856), Francisco (1857), Remigio (1860), Félix (1862), María
(1865), Antonia (1867) y Pedro (1870).
A unos 900
metros sobre el nivel del mar, en medio de quebradas montañas, a mediados del
siglo XIX, Craveggia era un pequeño pueblo de poco más de mil habitantes
en la provincia de Novara (actualmente Craveggia pertenece a la provincia de
Verbano-Cusio-Ossola, creada en 1992, región de Piamonte). Allí, la pequeña
población buscaba el progreso en uno de los pueblos más pintorescos de la
región dado su emplazamiento natural y la abundancia de chimeneas de piedra que
sobresalían por encima de los tejados, las cuales, a mayor altura, eran
consideradas un símbolo de riqueza (en medio de un mar de necesidades). Como
contracara, los terrenos circundantes parecían reservados exclusivamente a las
cabras y a algún osado agricultor.
Poco después del nacimiento de su octavo hijo, José Antonio entendió que
era el momento indicado para buscar fortuna en otros lares, ya que Craveggia, a
pesar de la prosperidad de muchos, dejaba necesidades insatisfechas en otros
como él.
Así, buscando nuevos horizontes, en la primavera de 1870, don José
Antonio acompañado por su hijo mayor, Lorenzo, llegó a nuestro país con un
sinfín de esperanzas en la renombrada Argentina, esa tierra al sur del nuevo
continente en la que todo estaba por hacerse...
Los dos inmigrantes arribaron a la ciudad de Buenos Aires, donde
trabajaron temporalmente como saladores de cuero y luego, guiados por un
espíritu curioso y emprendedor, decidieron viajar hasta un afamado pueblo del
interior, en el cual –según se decía- “estaba
el futuro”.
A pesar de que al Azul aún lo azotaban esporádicos malones, todos
apostaban a su inmediato desarrollo, pues concentraba buena parte de la
actividad comercial del interior, siendo además la puerta de acceso al indómito
“desierto” para comerciar con los “indios amigos”.
José Antonio trabajó como carpintero a jornal y, junto a su hijo,
también en una chacra en la cual cosechaban extensos frutales. Con esfuerzo,
lograron posicionarse económicamente bastante bien como para costear el que
fuera el regreso de Lorenzo a su pueblo natal con la intención de organizar el
que sería el arribo a Azul del núcleo familiar.
Empero la historia de los Piazza daría un drástico giro.
El 24 de junio de 1873, Lorenzo volvió a la Argentina acompañado
por Francisco
y Remigio.
Ansioso, esperando reunir al resto de su familia, a los pocos meses,
José Antonio lamentablemente cayó de una planta y sufrió un aneurisma lo que
deterioró considerablemente su salud. Buscando una mejor atención, y agobiado,
decidió regresar a Italia para, una vez recuperado, reencaminarse por la senda
argentina que tantas satisfacciones le había dado hasta el momento.
José Antonio se embarcó hacia su Patria, empero no logró concluir la
travesía. Falleció en alta mar y, como era costumbre en la época, su cuerpo fue
arrojado al océano.
Convertido en el conductor de la familia, en Azul, Lorenzo se asoció
con otro inmigrante, de apellido Cancellieri, en una modesta fábrica
de velas, en terrenos cerca del Cementerio Único, los cuales le habían sido
cedidos por el antiguo patrón de su padre. Allí había dos precarios ranchos a
los que, al tener techo de paja, por una cuestión de seguridad, primeramente
cambiaron para mejorar las instalaciones.
En breve pudieron fundir y licuar la primera grasa en una caldera (que
aún conservan miembros de la familia como un ícono). El trabajo era agotador,
incómodo de desarrollar en un espacio limitado y, para colmo, los moldes eran
pocos y eso los empujaba a apresurarse para no usarlos más tiempo del
necesario.
Empero la sociedad duraría poco...
Fabricando
las luces del futuro
Durante el día, Lorenzo y su socio se ocupaban de manufacturar la
grasa para llenar los moldes. De noche se dedicaban a vaciar las velas
solidificadas para pulirlas y prepararlas para la venta del día siguiente. Sin
embargo, Cancellieri solía tener diversas dolencias, de modo que el mayor
trabajo culminaba recayendo sobre Lorenzo.
Cansado, Lorenzo acordó con su socio quedarse con el negocio,
desvinculándolo definitivamente. Un nuevo camino se abría frente al emprendedor
italiano…
El 17 de octubre de 1875, Lorenzo se puso al frente de la pequeña fábrica
de velas a la que, a la brevedad, le surgió una competidora a la que el
pionero no dudó en comprar a pesar de contraer alguna deuda. El arduo trabajo
que demandaban ambas empresas culminó por doblegar la salud del progresista
inmigrante quien, a riesgo de perder lo que había construido, convocó primero a
su hermano Francisco y luego a Remigio para asociarse. Así nació la
primera empresa de “los hermanos Piazza”.
Recuperado plenamente, sin dudarlo, Lorenzo tomó la posta para salir a
comprar grasa en las carnicerías del pueblo con la que sus hermanos elaboraban
las velas. Más tarde, él mismo salía a venderlas a pie por las calles del Azul,
llevándolas en un pesado canasto. En breve, tanto empeño lo llevó a comprar un
carro y un caballo con los que alivió su tarea, aunque no mucho, pues amplió su
recorrido a toda la campaña. En esa imperiosa necesidad de trabajar y crecer,
Lorenzo solía adentrarse mucho en los campos, a tal punto de pasar las noches
al amparo de las estrellas, cubriéndose con un poncho (que la familia aún
preserva como una verdadera reliquia), a merced de los peligros que aún
ofrecían los campos aledaños al pueblo.
Brillantes
como pompas de jabón
Trabajando arduamente, los tres hermanos decidieron, hacia 1879, traer
desde Italia a Félix y, al año siguiente, a su madre María y a sus hermanos María,
Antonia,
Carolina
y el pequeño Pedro. Finalmente, después de muchos años, la familia estuvo
reunida totalmente y aunque faltaba el patriarca, Lorenzo supo ocupar dicho
lugar con holgura.
La fabricación de velas demandaba muchísimo trabajo, sin embargo, los
Piazza decidieron investigar un nuevo nicho de producción. Durante el licuado
de la grasa para la confección de las velas, se producía un remanente que los
hermanos consideraron interesante no descartar, dado que se podía obtener un
rédito extra. En consecuencia, en 1883, asociados Francisco, Félix
y Lorenzo,
comenzaron a fabricar jabones.
Como ya había sucedido con la fabricación de velas, ninguno de los
emprendedores tenía siquiera una idea de cómo trabajar en la materia, empero
gracias a la gran curiosidad que los gobernaba y a la enorme ambición de
progreso, pronto aprendieron las técnicas precisas de la nueva empresa en la
que se embarcaron.
Lorenzo Piazza no tenía estudios, apenas sabía leer y escribir, pero
en cambio poseía una gran intuición para los negocios.
Así, lentamente, mejoraron la calidad de los productos y pronto
comenzaron a investigar y desarrollar un interesantísimo abanico de variedades
de los mismos. En sus comienzos las instalaciones de las fábricas fueron
precarias, pues se iban mejorando de acuerdo con las necesidades, persiguiendo
siempre alcanzar la óptima calidad de los productos elaborados.
Un nuevo
eslabón en la cadena productiva
Sin embargo, con el desarrollo del nuevo emprendimiento y la incesante
fabricación de velas, comenzaron a notar una falencia en el circuito
productivo. Precisamente, no lograban recolectar la suficiente grasa para
suplir la demanda tanto de velas como de jabones. El problema principal
radicaba en que en Azul operaba otra grasería, bajo la firma “Rodulfo
y Cía.”. En consecuencia, hacia 1885, los Piazza dejaron de salir a
buscar la grasa por el pueblo y en cambio empezaron a producirla ellos mismos
al instalar, a unas cuadras de la Estación de trenes, un matadero de yeguas las
que abundaban como remanente de las tantas que demandaba el consumo indígena.
Vale destacar como dato sobresaliente el hecho de que en el matadero“Estrella
del Sud”se llegaron a faenar un centenar de animales por día.
El circuito productivo comenzó a marchar de manera impecable.
Asimismo, incorporaron la elaboración de lubricantes para máquinas agrícolas a
partir del aceite que obtenían de las patas de los equinos.
Poco más tarde, los hermanos comenzaron a faenar ovinos con el
propósito de obtener una grasa más refinada y también carne para el consumo de
la población azuleña.
Evidentemente, la inmediata competidora, “Rodulfo y Cía.”
prácticamente se movilizó en el mismo sentido, llegando entre ambas a faenar
una enorme cantidad de animales.
Hasta entonces, el gobierno Municipal se había mantenido absolutamente
al margen, de hecho no ejercía ningún control sobre la matanza de animales y
esto motivó la pronta queja del vecindario dada la gran cantidad de problemas
que aquejaban a los que vivían cerca, quienes debían soportar malos olores,
roedores, insectos, etc..
El Juez de Paz, Teófilo Alcántara, y el Intendente, Manuel
Toscano, fueron quienes debieron solucionar los problemas denunciados
y, en consecuencia, dictaron una serie de normas que en lo inmediato demandaban
el alejamiento de cualquier grasería a no menos de cinco mil metros de la Plaza
Colón (actual Plaza San Martín).
Los Piazza -que a decir verdad preservaban su empresa con una
destacada higiene-, debieron solicitar una “medida
excepcional” que evitase el quiebre del floreciente emprendimiento. Y tras
serles concedida por el Municipio -que entendió que el problema no estaba en
ellos sino en su competencia- desde entonces quedaron sometidos a rigurosos
controles de los inspectores de la Comisión Municipal de Higiene, controles que
aprobaron siempre satisfactoriamente.
Por entonces, a pesar de algunas situaciones adversas, los hermanos
Piazza comenzaron a indagar un nuevo mercado que, comenzando en la cría
de cerdos, culminaba en la elaboración de salames y jamones,
productos que hasta entonces llegaban importados a la región y que en poco tiempo fueron sustituidos por
los locales.
Las
cinco “P”
Sin embargo, los hermanos empezaron a notar que se producía un
remanente del cual no obtenían ningún provecho: abundaban los cueros. En
consecuencia, valiéndose de la gran cantidad de éstos, crearon en 1892 la
segunda curtiembre del pueblo, empero la primera que lograría un
extraordinario desarrollo.
Dos años más tarde, Remigio y Pedro se incorporaron a
la empresa y quedó conformada por primera vez “formalmente” la firma de las cinco
“P”, cuyo emblema fue durante muchos años un verdadero ícono del arduo
trabajo y, de alguna manera, todo un distintivo de nuestra ciudad.
A pesar de que en un comienzo no tenían conocimientos exhaustivos en
la materia, en poco tiempo lograron posicionar a la empresa, convirtiéndola en
una de las más destacadas del interior de la provincia. Con el desarrollo de la
“Curtiembre Piazza” (emplazada en la actual calle Industria, con acceso a
metros de la actual calle Bogliano -ex Tucumán-), los hermanos lograron casi
inmediatamente una gran diversificación de actividades.
Por su parte, el ferrocarril posibilitaba el envío de los cueros
curtidos a Buenos Aires, y desde allí se los exportaba a Inglaterra, Francia y
Holanda.
Cerveza azuleña versus cerveza alemana
En la última década del siglo XIX, el alemán Maschmeier había
establecido en Azul una fábrica de cerveza en el extremo sudeste del ejido
urbano. Al poco tiempo comenzó a tener serias dificultades económicas, tras lo
que decidió poner en venta la joven industria. Interesados en el negocio, Félix
Piazza y sus hermanos, adquirieron la cervecería en 1896.
A pesar de no
conocer en lo más mínimo la actividad, dispusieron no contratar a un cervecero
especializado. En consecuencia, Félix se propuso adquirir todos los
conocimientos necesarios para poner en marcha eficazmente la cervecería, para
lo cual, entre otras cosas, debió aprender alemán pues los Tratados de
producción de cerveza se hallaban en dicho idioma.
Lentamente la
fábrica comenzó a funcionar. Sin embargo, el problema inicial se suscitó con la
calidad de la cebada, dado que la producida a nivel nacional no era de óptimas
características. Entonces, sin dudarlo, los Piazza decidieron traer cebada de
primera calidad desde Alemania.
La cerveza
alemana tenía fama de ser la mejor del mundo pero los Piazza, al cabo de pocos
años de dedicación y esfuerzo, lograron una cerveza que la igualaba e incluso,
según muchas opiniones, la superaba.
Llegaron a
producir 150.000 litros diarios de cerveza y, como allí también se instaló una
fábrica de hielo, alcanzaron a elaborarpoco más de dos toneladas de hielo por
día para las heladeras domésticas. Los
envases que utilizaban eran del tipo chancho, gres con una etiqueta pegada
mandada a imprimir a un impresor de la época de la ciudad de Rosario, aunque
también utilizaban botellas de vidrio.
Sin pausa,
fueron incorporando maquinaria para ampliar la producción, llegando la cerveza
azuleña, en sus más diversas variedades (Munich, Pilsen, Tehuelche -posiblemente la más
recordada-, Malta), hasta los rincones más alejados de la
Argentina ganando un sinfín de concursos nacionales e internacionales. Vale
mencionar algunos de los premios obtenidos por la cerveza pura malta “Negra
Azul”: Montevideo (1907), París y Buenos Aires (1910), y Londres y
Torino (1911).
Los
premios del nuevo siglo, desmembramientos y cambios
Numerosas fueron las medallas de oro, plata o bronce y los diplomas
que obtuvieron los hermanos Piazza por la alta calidad de sus productos dentro
del amplio abanico abarcado por los establecimientos industriales de la
familia: los jabones marca Piazza, Veteado, Azuleño, Cinco P; las cervezas
Munich, Blanca, Pilsen, Tehuelche, Malta; los cueros de vaca, becerro y potro,
las suelas y cola de carpintero, etc.
Francisco, dada
su endeble salud, en 1906 dejó la firma y los negocios, y lamentablemente dos
años después falleció a los 51 años de edad. Al poco tiempo, también se retiró Remigio
de la sociedad (a pesar de que la firma siguió imponiéndose con sus “Cinco P”)
y se dedicó a algunas actividades que emprendió personalmente tal como la
talabartería, pinturería y tapicería de carruajes, la cual había instalado
tiempo atrás en la esquina de las calles Colón y 9 de Julio.
Lorenzo, Félix
y Pedro
quedaron al frente de las empresas –entre las que ya no se contaba a la fábrica
de velas que había perdido su razón de ser dado el avance de la electricidad-, acompañados
por entonces por sus hijos, que habían comenzado a manejar los negocios con el
éxito de sus antecesores.
Como la Curtiembre requería para sus labores gran cantidad de tanino,
hacia 1916, los jóvenes Piazza (principalmente hijos de Lorenzo) decidieron
adquirir distintos quebrachales, y en Barranqueras, provincia del Chaco,
instalaron una fábrica de aquél producto. José Piazza y su esposa Josefina
Maschio se instalaron en la zona hasta que la Compañía Productora de Tanino “Z”
llegó a exportar a Europa sus excedentes.
En 1919, a los 59 años, falleció Remigio y, aunque la “sangre” de la
empresa se había renovado con la incorporación de los hijos de los cinco
hermanos, el golpe fue durísimo.
La
“Década de la Expansión Comercial”
Los hermanos Piazza habían instalado originalmente un negocio
comercial en la esquina Oeste de Moreno y Alsina (actual Hipólito Yrigoyen) para
la venta de sus productos, el que con el tiempo, fue destinado a las oficinas
de la administración. Junto al mismo, y por Alsina, se abrió el Almacén de
Suelas donde se comercializaban los productos de la Curtiembre, debiendo
destacarse el cuero llamado “London Special” destinado a la fabricación de la
famosa pelota de fútbol “Super Ball”.
A comienzos de la década del ’30, el Almacén de Suelas, Zapatería y
Anexos se trasladó al suntuoso edificio (actual Galería Piazza) de la esquina
Sur del mismo cruce de calles. Allí, por más de veinte años hasta su cierre
acaecido en 1955, revestía especial importancia la talabartería, destinada a
satisfacer las necesidades del hombre de campo: riendas, bozales, encimeras,
pecheras, estribos, bastos, etc.
En 1933 abrieron una sucursal en Rosario, mientras que en la Capital,
la firma “Atorrasagasti, Bargués, Piazza y Cía.” era la encargada de
colocar los productos de la Curtiembre.
Para lo que políticamente fue la “Década Infame”, para los Piazza fue
la “Década de la Expansión Comercial”, llegando a tener un total de treinta y
nueve sucursales de venta en toda la provincia de Buenos Aires y una en
Rosario, la cual proveía a las provincias de Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe,
Santiago del Estero, Chaco, Formosa y Misiones.
También es de resaltar que “Piazza” era proveedora de la afamada
fábrica de zapatos “Grimoldi” de la Capital Federal(Durante la primera mitad del siglo XX, la
compañía “Grimoldi Hermanos” creció hasta transformarse en una de las empresas
de fabricación y venta de calzado más importante de América Latina, y fue
pionera en acuerdos con firmas internacionales tales como “Bally” de Suiza y “UnitedStatesShoeCorp”,
de Estados Unidos.), y que
llegó a tener una marca propia de zapatos para hombres y niños conocida como “Calzados
Piazza”.
El ocaso
de un Imperio
Claro que todo aquello que supo ser
expansión a la vista de la ciudadanía, “puertas
para adentro” fue cautela, ajustes e incertidumbre, aunque nunca se tradujo
en “despido de personal”.
La Gran Depresión, también conocida como Crisis
del ’29, fue una debacle económica mundial que se prolongó durante la
década de 1930. Se originó en los Estados Unidos, a partir de la caída de la Bolsa
de Nueva York, acaecida el 29 de octubre de 1929 (día conocido como
Martes Negro, aunque cinco días antes, el 24 de octubre, ya se había producido
el Jueves Negro), y rápidamente se extendió a casi todos los países del mundo.
La quiebra de la Bolsa fue el momento más
dramático de una crisis sin precedentes. La desmedida producción no planificada
y la brutal competencia que acarreó, supuso un rápido aumento de productos que
no hallaban mercado, a la par de una acumulación monopolística de capitales en
unas cuantas manos de grandes propietarios.
La depresión tuvo efectos devastadores en casi
todos los países, ricos y pobres. La renta nacional, los ingresos fiscales, los
beneficios y los precios cayeron, y el comercio internacional descendió hasta
más de un 60%.
Los
países comenzaron a recuperarse progresivamente a mediados de la década de
1930, pero sus efectos negativos en muchos otros duraron hasta el comienzo de
la Segunda Guerra Mundial.
Tras el derrocamiento
del presidente constitucional Hipólito Yrigoyen y la asunción del
primer presidente de facto de la Argentina, el general José Félix Uriburu, el
país comenzó a transitar por un sinuoso camino conocido como la “Década
Infame”.
Como corolario de la difícil
situación, los Piazza debieron afrontar nuevos desafíos, los cuales no supieron
sortear con buena fortuna…
Para entonces ya no existían la
fábrica de velas –que había cedido ante el avance de la luz eléctrica- ni el
matadero de yeguas –pues se habían agotado las enormes manadas equinas-, empero
la Jabonería, la Cervecería y la Curtiembre seguían produciendo buenos rindes,
aunque las tres debieron sortear dificultades sumamente complejas.
Por un lado, la firma “Lever Hermanos”, con su jabón “Federal”,
apostó a un recurso novedoso para la época con la intención de aumentar sus
ventas: “La llave de la Felicidad”. La promoción, que consistía en
hallar escondida en un pan de jabón la llave de una casa, hizo que las amas de
casa se volcaran masivamente a dicha marca. Más allá de las quejas realizadas
por los Piazza (inclusive ante organismos del Estado) y de que esta “idea” no
provocó el cierre inmediato de la empresa, fue sin dudas el comienzo del fin.
Tiempo más tarde apareció en los mercados el jabón en polvo y definitivamente,
ante la falta de adaptación a las nuevas demandas de los consumidores, la
Jabonería cerró sus puertas a mediado de los ’50.
Por otra parte, en cuanto a la
Cervecería, la misma vio decaer sus ventas por la falta de inversión y las
decisiones desacertadas de su Directorio -el cual se negó a adquirir una
embotelladora con diez veces mayor capacidad que la que tenían- y a ello hay
que sumarle el trabajo incesante de las cervecerías competidoras como Quilmes,
Palermo
y Biecker.
Finalmente, la Curtiembre supo
sobrevivir a pesar de los avatares y vicisitudes. Al inicio la curtiembre
ocupaba de 10 a 18 personas. Con los años fue creciendo, pero además, la
familia sumó actividades relacionadas; en Buenos Aires la firma “Atorrasagasti,
Bargués, Piazza y Cía.” era la encargada de colocar los productos de la
empresa. Su local estaba ubicado en Buenos Aires en la calle Bartolomé Mitre
1443; vendía productos para la industria de calzado, y actividades afines, como
el repujado. Fue el local más grande de Sudamérica en el rubro (su salón de
ventas tenía más de 2.000 m²).
Hasta habían llegado a producir el
tanino necesario para la curtiduría (en la Compañía Productora de Tanino “Z”),
con lo cual lograron curtir más de 100.000 cueros anualmente. Posteriormente
crecieron aún más y se especializaron en la producción de cueros para
vestimenta semi-terminados para exportación.
En los años ’70, en manos de los nietos de los
cinco hermanos Piazza, cambia de dueños; Guillermo Meiners moderniza la fábrica
y hacia 1980 se instala el “aspa más grande del mundo”, capaz de procesar
45.000 Kg. de cuero salado, lo cual fue muy controvertido a pesar de los
estudios realizados por Cristian Sieburger presentado en el Congreso
Latinoamericano de Químicos del Cuero (1978).
La planta continuó creciendo hasta alcanzar
una capacidad de 3.000 cueros diarios. Posteriormente comenzó a trabajar con el
grupo Beninca, incorporando en la década del ’90 maquinaria para producir
tapicería. Finalmente en el año 1997 cerró definitivamente sus puertas en medio
de la crisis de la década menemista.
Los
ladrillos de los Piazza
Los edificios que dejaron los Piazza como legado en nuestra ciudad van
desde los que actualmente son dependencias del Estado hasta templos religiosos
y numerosos domicilios particulares. Muchas instituciones fueron sostenidas por
los hermanos, pero otras fueron producto de la laboriosidad y el interés de sus
hijos.
La propiedad de Remigio (Av.
Piazza 1225), años después de su muerte, temporalmente, se convirtió en el
Convento de las Monjas Carmelitas Descalzas y luego pasó a ser sede de la Escuela
Especial N° 504 (hasta la actualidad).
Los herederos de Pedro, tras su
fallecimiento, alquilaron su propiedad (Av. Piazza 1250) a la Dirección de
Zoonosis de la Provincia de Buenos Aires y en el año 1973 la vendieron al
gobierno de la Provincia y allí se instaló la Policía Bonaerense, quienes
adaptaron el edificio y el terreno circundante de acuerdo a los requerimientos
de la institución. Hoy es sede de la Jefatura Departamental de Policía.
Los hermanos Piazza también fueron parte fundante de la Capilla
Nuestra Señora del Carmen.
José Piazza, hijo de Lorenzo, en honor a sus padres, mandó edificar la
Capilla
Santa Rosa y San Lorenzo en el solar ubicado en la esquina Este de las
calles Industria y Avenida Piazza. Don José fue quien también respaldó y
sostuvo por muchos años al Cine San Martín.
La familia tuvo activa participación en la fundación de distintas
entidades sociales y deportivas, entre ellas el Club de Remo y Sportivo
Piazza; y además, formaron parte de los Directorios del Gran
Hotel y del Nuevo Banco de Azul.
Y más importante de destacar resulta la extensa barriada a la que
conocemos como “Villa Piazza” (Norte, Centro y Sur), la cual fue conformándose
con la instalación de las familias de obreros en torno a las fábricas. La
misma, con los años, alcanzó dimensiones excepcionales para nuestra ciudad.
Sobre padres, hijos y nietos
Cabe destacar que se estima que en la época de
esplendor de las empresas, las mismas daban trabajo directamente a poco más de
medio millar de personas e indirectamente a muchos más.
Los hijos y nietos de los Piazza ayudaron a sostener y expandir la
obra de sus predecesores, pero además, y por sobre todo, apostaron al
desarrollo comercial a través de diversas firmas que los tenían siempre como
piezas fundamentales. El camino que ellos recorrieron fue muy extenso y
variado, empero hasta aquí sólo hicimos un breve –brevísimo- repaso de ese providencial
recorrido, dado que el legado familiar excede los tiempos de los “Hermanos
Piazza”.
INFORMACIÓN
EXTRA:
Los Hermanos de la
“Estrella del Sud”
La francmasonería o masonería
se define a sí misma como una institución discreta de carácter iniciático, no
religiosa, filantrópica, simbólica y
filosófica, fundada en un sentimiento de fraternidad. Tiene como objetivo la
búsqueda de la verdad a través de la razón y fomentar el desarrollo intelectual
y moral del ser humano, además del progreso social.
Aparecida en Europa entre finales
del siglo XVII y principios
del XVIII, la masonería
moderna o "especulativa" ha sido descripta a menudo como un
sistema particular de moral ilustrada por símbolos. La masonería procede de
los gremios de
constructores medievales de castillos y catedrales (la llamada masonería
operativa ), que
evolucionaron hacia comunidades de tipo especulativo e intelectual, conservando
parte de sus antiguos ritos y símbolos. Este proceso, que pudo iniciarse en
distintos momentos y lugares, culminó a principios del siglo
XVIII.
Los constructores o
albañiles medievales, denominados masones, disponían de lugares de reunión y
cobijo, denominados logias, situados
habitualmente en las inmediaciones de las obras. Era común a los gremios
profesionales de la época el dotarse de reglamentos y normas de conducta de
régimen interior, siguiendo un modelo ritualizado para dar a sus miembros
acceso a ciertos conocimientos o funciones.
El Gran Arquitecto del Universo, expresado habitualmente con el acrónimo G.A.D.U., es el nombre simbólico con el
que suele referirse en masonería al Principio
Creador o Causa Primera, independientemente de que ésta se interprete desde un
punto de vista teísta o deísta.
A mediados del siglo XIX,
en el centro de la provincia de Buenos Aires, Azul se constituía y consolidaba
como cabecera y eje fundamental del desarrollo productivo agrícola-ganadero. Al
mismo tiempo, los hombres de la masonería comenzaron a sobresalir gracias a sus
inquietudes y labores.
Mediante un pedido del
coronel Álvaro Barros (fundador de Olavarría), que se hallaba a cargo
de la Jefatura de la Frontera de Azul, elevado a José Roque Pérez, por
entonces Gran Maestre de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados
Masones, quedó autorizado para constituir, el 8 de agosto de 1867, una
logia en Azul bajo el nombre “Estrella del Sud” N°25.
Entre
los primeros hermanos que constituyeron el Cuadro de Logia se encontraban:
Saturnino López, Pililiano Sánchez Boado,
Blas Dhers, José Barés, Pedro Loustau, Joaquín Pourtalé, Luis
Lajeunesse; Matías B. y Miñana, Hilario Martínez, Antonio Fretes, Jorge
Mandinich y Juan Rivademar. Luego se sumaron otros como los militares Hilario
Lagos, Nicolás Levalle, Francisco Leyría, Ignacio Rivas y Wenceslao Paunero.
Azul
le debió mucho de sus progresos a los Hermanos masones, quienes eran hombres de
raigambre dentro de la comunidad. A tal punto que lo dicho era evidente en
cosas sencillas como el nombre “Estrella del Sud”, tan común en el
entorno de los azuleños, ya que así se llamaban la “Botica” de Luis Soula, el “Molino
Harinero” de Dhers y Barés (ubicado en la costa del Arroyo Azul en los actuales
terrenos del Regimiento), y el “Matadero, jabonería y velería”, de
Lorenzo Piazza y sus hermanos.
El molino
“Estrella del Norte”, perteneciente a Marcelino Riviére (primero que funcionó
en la provincia), la Biblioteca Popular (hoy “Bartolomé J. Ronco), el Asilo
Hiram (antecesor del Hospital Municipal “Dr. Ángel Pintos”), el Parque
Municipal “Domingo Sarmiento”, la actual Catedral Nuestra Señora del Rosario,
la Curtiembre
y la Cervecería“Piazza
Hnos.”, y tantos otros sitios de Azul encontraron sus orígenes en los
esfuerzos y luchas de decenas de masones que con innovadoras ideas llegaron o
nacieron en estas tierras para construir una ciudad en los cimientos de la
Ciencia, la Justicia y el Trabajo...
Corriendo la Ruta
Durante el gobierno
del general Agustín P. Justo (1932-1938) se empezaron a sentir las consecuencias
de la crisis del ’29, entre ellas la paralización de la economía y la quiebra
de empresas, lo que provocó gran desocupación. En consecuencia, tratando de
paliar la situación,con el propósito de combatir el desempleo, se iniciaron
grandes obras públicas, entre ellas la construcción de carreteras pavimentadas
casi inexistentes en el país en ese entonces -ya sumamente necesarias para
facilitar las comunicaciones ante el avance de los automotores-.
Dentro de este plan, en el año 1936, se inició
la construcción de la hoy Ruta Nacional N° 3, cuyo primer
tramo era Buenos Aires-Bahía Blanca. Este camino, en su trazado original, al
pasar por Azul lo hacía por el frente de la Curtiembre Piazza, obligándola a
demoler parte de sus instalaciones. Ante semejante problema, el Directorio de
la Compañía realizó arduas gestiones para desviar el recorrido. Los trámites
fueron muchos, pero se consiguió el objetivo y por eso la Ruta, al llegar al
kilómetro 293, antes del cruce con la Ruta N° 60, se desvía considerablemente hacia
el Sur para retomar el recorrido previsto en su empalme con la Ruta N° 226.
Ocho hermanos para una historia
Lorenzo Piazza nació en 1853.
Una vez consolidada su posición económica en Azul, siempre fue gustoso de
intervenir activamente en la vida social siendo un generoso sostenedor de
varias obras de bien.
Tuvo una destacada participación
en la “Sociedad Filantrópica Italiana de Azul”.
Contrajo matrimonio con Catalina
Rosa Motti (1859 - 1941) el 30 de diciembre de 1878. Tuvieron diez
hijos, ocho varones y dos mujeres: José, Félix Ambrosio, María, José Remigio,
Moisés, Braulio, Atilio, Edmundo, Celia y Remo.
Lorenzo se inició en la “Estrella
del Sud” N° 25 de Azul en agosto de 1885. Dentro de la organización de
la Logia, se desempeñó como Porta Espada, Hospitalario, Archivero y
Guardasellos, Maestro de Banquetes y Venerable. La mayor de sus hijas, María,
contrajo matrimonio con Leopoldo Marchisio mediante una ceremonia masónica.
Tuvo el honor de ser designado “Caballero
de la Corona
de Italia” por el Rey Víctor Manuel III, merced a la ayuda que prestó a
su patria durante la Primera Guerra Mundial.
Vivía con su familia en una casa
quinta junto a la Curtiembre, a la que llamó “La Catalina”, en honor a su mujer. A pesar de que pasaba los
inviernos en Italia, en una villa a la que había bautizado como “La Argentina”,
decidió construirse una nueva vivienda en el centro azuleño, más cómoda y
adaptada a los adelantos de la época.
La obra a levantarse en la
esquina Sur de Bolívar y Buenos Aires (actual Intendente Prof. Rubén C. De
Paula) quedó encomendada a Julio C. Maschió. La empresa “Belsito y Campos” la
inició en octubre de 1925 y la concluyó hacia 1927.
Lorenzo falleció el 19 de
febrero de 1935.
Carolina Piazza nació en 1856.
Se casó con Nicolás Zezza (italiano de 33 años), el 22 de octubre de 1881.
En segundas nupcias se casó con Pedro Antonio Guillarmetti, con
quien tuvo una única hija: Cecilia Ema (nacida el 6 de diciembre de 1890).
Francisco Piazza nació en 1857.
Contrajo matrimonio con Gregoria Álzaga (española nacida en
1859), con quien tuvo ocho hijos, cuatro varones y cuatro mujeres: Josefa,
Lorenzo, Manuel, Ernesto, Primitiva, Celina, Alberto y Ángela.
Siguiendo a sus hermanos, integró
la Logia “Estrella del Sud” N° 25, empero al igual que su hermano menor, se
mantuvo inactivo durante mucho tiempo, posiblemente debido a su endeble salud.
Francisco murió en 1908.
Remigio Piazza nació en 1860.
El 28 de noviembre de 1885 se casó con Honoria Lier (1869). Tuvieron dos
hijos, Julia y Aníbal. Viudo, contrajo nuevas nupcias con doña Isabel
Olmos con quien no tuvo hijos. Integró la Comisión Directiva del “Ciclista
Club Azuleño” en 1900 y también la “Sociedad Filantrópica Italiana”.
En marzo de 1887 se inició en la Logia azuleña, en la que se
desempeñó como Porta Espada, Maestro de Ceremonias, Tesorero, 1º Experto y 2º
Vigilante.
Remigio mandó a construir
su hogar sobre un importante predio en la prolongación de la Av. Mitre (actual
Av. Piazza 1225 entre Libertad y Comercio), muy cerca de la Curtiembre.
Falleció el 19 de agosto
de 1919 en la ciudad de Buenos Aires.
Félix Piazza nació en 1862.
Se casó con María Basqué, el 12 de agosto de 1885. Tuvieron seis hijos, de
los cuales sobrevivieron: Arturo, Alfredo, Aurora, Amadeo y Aida.
En la Logia “Estrella del Sud” fue
iniciado en enero de 1888. Se desempeñó como Secretario y Vigilante en períodos
alternados, hasta que en 1907 fue elegido como Venerable (rango más alto dentro
de la Logia), cargo en el que fue reelecto para dos períodos posteriores.
El templo de la Logia se hallaba
ubicado en la calle Buenos Aires N° 262
(actual Intendente Prof. Rubén César De Paula del 528 al 534), entre Belgrano y
Av. Comercio (actual Av. Mitre). Los propietarios eran Aquiles Pouyssegur, Félix
Piazza y la Logia en sí como institución.
Fue Vicepresidente de la
Biblioteca Popular de Azul (hoy “Bartolomé J. Ronco). Además, integró la
Comisión Administradora del Instituto Popular de Enseñanza y la “Sociedad Filantrópica
Italiana”. Integró el Directorio del Banco Comercial del Azul y fue el primer
Presidente del Directorio del Nuevo Banco de Azul. También se desempeñó como
Agente Consular de Italia en Azul y Presidente honorario del Club “Sportivo
Piazza”.
Estuvo al frente de la Cervecería familiar, en
cuyo predio vivió desde el momento en que contrajo matrimonio, en una antigua
casona.
Durante el invierno, Félix y su
esposa e hijos vivían en la ciudad de Buenos Aires, en un petit-hotel (Arenales 2449), empero en 1924 le hizo una oferta a la
Sociedad Francesa para adquirirle su sede social en la esquina Oeste de Burgos
y Bolívar. La institución efectivizó la venta y Félix mandó a construir su
residencia en base a un proyecto del arquitecto Julio C. Maschió. En 1926 el
“Villino” de Félix Piazza estuvo culminado.
Félix falleció el 21 de enero de
1931.
María Piazza nació en 1865.
Se casó el 20 de febrero de 1882 con Antonio Fiscalini (nacido en Suiza
1849), con quien tuvo seis hijos: Pedro, María, José, Elvira, Leonor Adelina y
Roberto.
Antonia Piazza nació en 1867.
A los 16 años se casó con José Antonietti (italiano nacido en
1854), el 23 de junio de 1884 en la Iglesia Nuestra Señora del Rosario.
Tuvieron tres hijos de los cuales sobrevivieron sólo: José Antonio y Amelia
Antonia.
Al igual que sus dos hermanas,
tuvo gran injerencia en las decisiones tomadas en el conjunto de las empresas
familiares, inclusive siendo ya bastante avanzada su edad.
Antonia fue la última en fallecer
de los ocho hermanos Piazza.
Pedro Piazza nació en 1870.
Se casó con Emilia Arbucco, con quien tuvo seis hijos, cuatro mujeres y dos
varones: Federico, María Luisa, Herminia, Haydee, Ricardo y Esther.
Al igual que sus hermanos
mayores, Pedro formó parte de la Logia Masónica de nuestra ciudad, sin embargo,
debido a razones desconocidas se mantuvo por muchos años como miembro inactivo.
Hacia 1909, don Pedro mandó a
edificar su residencia en un amplio terreno a escasos metros de la Curtiembre
familiar, en la prolongación de la avenida Mitre (actual Av. Piazza 1250, entre
Comercio e Industria).
Los cinco hermanos Piazza, de izquierda a
derecha, en la fila superior se hallan Pedro y Remigio y en la inferior Félix,
Lorenzo y Francisco.
Vista aérea de la Curtiembre Piazza en todo su
esplendor, ocupando una amplia superficie en las afueras de Azul.
Humildes ranchos (cercanos al Cementerio) donde
originalmente Lorenzo Piazza instaló su fábrica de velas de sebo el 17 de
octubre de 1875.