jueves, 15 de mayo de 2025

El "Quijote azuleño" y el "Cura veloz"

            El “Quijote azuleño” y el “Cura veloz”

 

            Nadie estaba exento de sufrir un accidente con cualquier vehículo. Sin embargo, simpáticas resultan las notas cuando involucran a personajes reconocidos, siempre que no hubiera consecuencias graves que lamentar. Tal es el caso de la crónica de “El Ciudadano” del 18 de julio de 1918:

         ACCIDENTE AUTOMOVILÍSTICO.- Esta mañana se esparció el rumor de que el doctor Ronco, en circunstancias que viajaba por el partido de Olavarría en dirección a Iturregui, estancia de Mansilla Lauret, había sido víctima de un accidente automovilístico encontrándose gravemente herido. Inmediatamente nos largamos en la averiguación emergente pudiendo comprobar muy complacidos que si bien existía el accidente no era el doctor Ronco el herido sino su acompañante señor Lauret y su chauffeur.

            En efecto, el señor Lauret presenta una herida en el labio superior producida a consecuencia de un choque no siendo felizmente delicado su estado.

            El choque se produjo a consecuencia de un imprudencia del Cura de Olavarría señor Romano, quien sin prever consecuencias y debido a su falta de aptitud para manejar autos, viajaba a toda velocidad sin tener en cuenta el peligro que podía originarse si chocaba con algún vehículo o llevaba por delante a alguna persona, como en efecto sucedió.

            El auto del doctor Ronco iba a velocidad prudencial y llevaba su mano, siendo pues ajeno a las consecuencias de este accidente que felizmente no fueron mayores”.

           

            Al día siguiente, el mismo medio en pocas líneas repetía la noticia. Y por su lado, “La Provincia” (20 de julio), remarcaba:

 

ACCIDENTE.- En el camino principal a Olavarría chocaron ayer los automóviles de los señores doctor Bartolomé J. Ronco y el presbítero Francisco A. Romano. De resultas del choque quedaron inutilizados ambos coches y con lesiones leves los conductores de estos”.

 

El porteño Bartolomé José Ronco (1881 – 1952), graduado de abogado y doctorado en Jurisprudencia, se estableció en Bahía Blanca, siendo designado Secretario de la Cámara de Apelaciones –entonces Departamento Judicial Costa Sud – del Poder Judicial de la Provincia de Buenos Aires. Fue miembro fundador del Colegio de Abogados de aquella ciudad, mientras emprendía varios viajes por la Patagonia y el sur de Chile, iniciando la formación de sus valiosas colecciones de platería gauchesca y mapuche.

En 1908 había contraído matrimonio con la azuleña María de las Nieves Clara “Santa” Giménez, a quien conocía desde hacía varios años gracias sus frecuentes visitas laborales al Azul, y en 1909 había nacido su única hija,Carlota Margarita.

Filántropo, carpintero, coleccionista, y por sobre todo apasionado por “Don Quijote” y “Martín Fierro”, “Bartolo” -como lo apodaban-, después de varias mudanzas, constituyó su hogar definitivamente en la esquina céntrica y azuleña de San Martín y Rivadavia. En su carpintería habían nacido juguetes, muebles que donaba a diversas instituciones, y las vitrinas y mobiliarios para el que sería su querido Museo Etnográfico y Archivo Histórico “Enrique Squirru” (1945). También de allí salieron muchos de los muebles que se utilizarían en la “Agrupación Artística Maná”.

La muerte de su única hija, llevaría al matrimonio a construir en su memoria una pequeña plazoleta de estilo español denominada “Cantoncillo de Santa Margarita” (ubicada en calles Bolívar y De Paula).

Autor de numerosas publicaciones, estudios y revistas, en mayo del ’30 ingresaría a la Junta de Historia y Numismática Americana y más tarde sería Miembro Correspondiente por la Provincia de Buenos Aires de la Academia Nacional de la Historia. También se convirtió en Presidente de la Biblioteca Popular de Azul (que hoy lleva su nombre). Realizaría sendas exposiciones dedicadas oportunamente a “Martín Fierro” (1931) y “Don Quijote” (1932), exhibiendo parte de sus tesoros bibliográficos. Luego sería nombrado Delegado Honorario de la “Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos” para la región centro y oeste de la Provincia de Buenos Aires.

Ferviente, impulsaría la creación de la Biblioteca Popular de Laprida e instaría la fundación de la Escuela Profesional de Mujeres (“Elisa V. de Ramongassie”), y formaría parte de la comisión que instalaría la primera Compañía de Electricidad del Azul. Más tarde constituiría la Universidad Popular “José Hernández”, respaldado por su incondicional amiga María Aléx Urrutia Artieda y otros intelectuales azuleños.

Alguna vez escribió: "Mi vida comienza y recomienza en el momento que la estoy viviendo. Esto, que es casi verdad hasta desde el punto de vista físico, es absolutamente cierto en el aspecto de mis sentimientos y de mis ideas. Pero, mi pasado me ha dejado cosas indestructibles. Lo son, porque, sin morir, renacen todos los días; están en mi propia sustancia; perderlas sería como desintegrarme...”. Al momento del accidente, además de sus ocupaciones formales y pasatiempos, integraba la Comisión creadora del Parque Municipal que lograría su refulgente objetivo en octubre de ese mismo año.

Por otra parte, no menos relevante resulta la figura de “El Cura Gaucho” como se lo conociera. En su trabajo “Historias de Olavarría 3: ADDUCCI”, el historiador olavarriense Walter Minor describe al padre Francisco Antonio:

 

“Romano había hecho sus primeros estudios en el Seminario de Buenos Aires, siendo luego enviado al Colegio Pío Latino Americano en Roma, donde cursó los estudios de filosofía y letras. Regresó a la Argentina luego de cinco años y terminó los estudios en el Seminario de Santa Fe, ordenándolo sacerdote Monseñor Boneo en el año 1898.

En 1899 iniciaba su carrera en la localidad de Rauch, donde Monseñor Francisco Alberti le dedicó la ofrenda de circunstancia. Desde entonces desempeñó cargos importantes en el clero de la provincia, hasta que en 1913 fue trasladado a Olavarría.

Fue párroco de la localidad durante 36 años. Era conocido como “El Cura Gaucho”, por su sencillez en el trato.

Entre sus gustos particulares estaba la inclinación a manejar velozmente. Esta afición le trajo un dolor de cabeza a principio de los años ’30, cuando volcó espectacularmente entrando a la localidad de General Lamadrid y los golpes recibidos le costaron un largo tiempo de internación. Desde aquel momento, al lugar donde se accidentó con su Ford T se lo conoce como ‘La curva del Cura’.

Falleció en Buenos Aires el 9 de noviembre de 1949, a los 76 años, luego de padecer una larga enfermedad. Fue el Párroco que mayor tiempo dirigió los actos espirituales de la iglesia San José”.

Como corolario vale resaltar que el Sacerdote -de acuerdo a lo acontecido con Ronco y lo descripto por Minor-, nunca escarmentó ni se amedrentó al volante.



Padre Francisco Antonio Romano


Bartolomé J. Ronco
 


MUCHAS GRACIAS A WALTER MINOR
POR LOS DATOS Y LA IMAGEN DEL SACERDOTE







El mecánico francés

                             El mecánico francés

  

            Paul Menetret nació en París, Francia, en 1864. Sus padres fueron María Rosa Vicent e Hipólito Menetret. Convertido en Ingeniero, “Pablo” se trasladó a la Argentina con su madre viuda.

        El 10 de noviembre de 1886, Pablo contrajo matrimonio en la Parroquia “Nuestra Señora del Rosario” de Azul con Teresa Correger (nacida en 1866; hija de Próspero y de Juana Sempé). La pareja tuvo siete hijos: María Luisa “Lila”, Hipólito, Enrique (murió a poco de nacer), Amelia Leónidas “Mely”, Teresa Enriqueta “Queta”, Juana Genoveva “Guega” y Norberta “Berta”.

           De acuerdo al Censo de 1895, se declaraba como “Maquinista”, lo que hace suponer que trabajó para el Ferrocarril del Sud, considerando también la ubicación de su domicilio al final de la entonces Avenida Humberto I, hoy Juan D. Perón -esquina sur del cruce con la calle Juan Bautista Alberdi-, en inmediaciones de los galpones ferroviarios.

Con Enrique Baron, su íntimo amigo y masón como él, integró la Comisión Directiva del “Ciclista Club Azuleño”, fundado el 17 de junio de 1899.

            Estuvo dentro de los pioneros propietarios de automóviles y el historiador Alberto Sarramone lo señala como el primero en tener un taller mecánico en su domicilio. Lo cierto es que en 1908 fue de los primeros en poner a la venta su vehículo anunciándolo en el periódico “El Imparcial” (repitiendo el aviso entre octubre y noviembre):

         VENTA DE UN AUTOMÓVIL.- ‘León’ de la Casa Peugeot Frères, apropiado como para médico. Muy buen estado de conservación y de fácil manejo. Dirigirse a casa de Pablo Menetret, calle Humberto I 285”.

           Fue el primer radioaficionado de Azul y su matrícula era E.C.8, siendo asimismo propietario de un avión francés marca “Doran”. De hecho, el periódico “El Ciudadano” del miércoles 14 de septiembre de 1921 informaba:

         UN AEROPLANO.- El mecánico Don Pablo Menetret ha adquirido un aeroplano modelo Doran de 200 H. P. con capacidad para tres pasajeros. Se propone realizar una gira por la provincia para después venir a esta. Lo piloteará el conocido aviador ex Cabo Fels”.

           En posesión de sus descendientes, una fotografía de la época reza: “una gira por Sudamérica (Buenos Aires-San Pablo)”, en alusión al viaje que realizara junto al afamado aviador Teodoro Fels.

            El 20 de junio de 1929, en los medios azuleños comenzó a promocionarse la apertura –para el día 27 ya concretada-, de un nuevo taller mecánico en las instalaciones que ocupara Pablo Menetret quien quedaría en la “Dirección Técnica” del mismo:

            “NUEVO TALLER MECÁNICO.- Dentro de breves días los señores Gallo y Viel, establecerán un nuevo taller mecánico en nuestra ciudad, ocupando el local de la Casa Menetret calle Humberto y Alberdi. Este nuevo taller abarcarlos ramos de reparación de automóviles y toda clase de máquinas agrícolas, contando con modernas herramientas y todo lo indispensable para realizar un trabajo bien hecho y dejar conforme al cliente más exigente.

            La dirección del taller estará cargo del señor Pablo Menetret, que es uno de los más competentes en mecánica de nuestra ciudad. El nuevo taller en poco tiempo ha de contar con numerosa clientela” (“Diario del Pueblo”).

            Innovando permanentemente, el ingeniero Menetret se convirtió en noticia a través de una invención:

             PISTA FIJA PARA PROBAR LA VELOCIDAD DE LOS AUTOS. Notable invento-azuleño.- Los señores Gallo y Viel, bajo la dirección del señor Pablo Menetret han construido un aparato que es toda una pista fija para probar la velocidad de los autos, sin que estos tengan necesidad de andar corriendo peligro e inquietudes por los caminos, que da la velocidad exacta que el coche es capaz de desarrollar.

         Hasta este momento se han venido realizando diversas pruebas todas ellas con óptimos resultados, que dan la sensación de que el aparato ha llegado a su necesario perfeccionamiento y que puede ser usado con toda confianza, que resulta para el aficionado útil ya que podrá tener la sensaci6n de cuál es la verdadera velocidad que desarrolla su auto, pues es bien sabido entre los aficionados que casi todos los marcadores de los autos marchan un poco adelantados.

            El aparato que nos ocupa es de un principio sencillo y al mismo tiempo ingenioso, sobre el que hay que colocar el auto para que este al desarrollar su velocidad marque lo que en realidad corre, con una exactitud que no se consigue en los marcadores de los coches, pues hemos observado en las pruebas que los inventores realizaron ante nuestra presencia de que hay efectivamente diferencia entre la velocidad marcada por el coche y la que marca el aparato de referencia.

         Se trata de toda una novedad en la materia que está llamada a popularizarse rápidamente y auguramos que los inventores han de lograr colocar entre los talleres mecánicos y casas del ramo en la capital y pueblos de importancia, puesto que resulta efectivamente útil para probar los coches sin necesidad de correr por esos caminos con la probabilidad de rompérsela crisma en el primer barquinazo.

         Felicitamos sinceramente a los señores Gallo, Viel y Menetret, y deseamos de corazón que el aparato que acaban de inventar alcance la difusión necesaria como aliciente del esfuerzo realizado” (“Diario del Pueblo” del 12 de septiembre de 1929).

           

Algún tiempo más tarde, un particular accidente ocurrió en la tarde gris del 24 de enero de 1932 cuando el joven Jorge Waddell, de 15 años de edad (la nota indica erróneamente que tenía apenas 12), al volante de un camión de la quinta “San Jorge”, perdió el control y fue a incrustarse directamente en el dormitorio de la residencia de Pablo Menetret y su familia. El periódico “El Ciudadano” describió en detalle el episodio protagonizado por el hijo del reconocidísimo “Mister” Roberto E. Waddell:

 

UN GRAVE ACCIDENTE DE TRÁFICO OCURRIÓ AYER EN LA TARDE EN NUESTRA CIUDAD. Un camión dirigido por un menor de doce años embistió a una casa de familia penetrando en una habitación en la que hallaba una anciana enferma y varios familiares que la acompañan.- En la tarde de ayer ocurrió en el barrio de la estación del Sud un grave accidente de tráfico, en el cual estuvieron en inminente peligro de perder su vida numerosas personas conocidas, las cuales sobrevivieron al suceso, por verdadero milagro, dado las características y peligrosidad del accidente a que hacemos mención en estas líneas.

            Un camión, dirigido por un menor de doce años y a cual acompañaba un distinguido profesional de Olavarría, embistió la casa ubicada en la intersección de la avenida Humberto I y la calle Alberdi, penetrando en una habitación en la que se hallaba guardando cama, la estimable convecina señora Teresa C. de Menetret, a la cual acompañaban varios familiares.

            Felizmente, el accidente no tuvo las graves consecuencias que es dable imaginar, dado que aparte de los daños materiales, que se consideran de importancia, solo tres de los protagonistas del suceso resultaron con lesiones de carácter leve. (…).

Aproximadamente a las 16 horas cuando la tempestad con que nos obsequió la Madre Naturaleza estaba en su apogeo, circulaba por la avenida Humberto I, rumbo al sudeste de la ciudad un camión ‘Chevrolet’ guiado por el niño Jorge Waddell al cual acompañaba en la garita del vehículo el conocido abogado de Olavarría, doctor Amílcar Elías Casado.

            Al llegar a la calle Alberdi el conductor viró con el objeto de tomar esa arteria y seguir por ella en dirección al Sud; pero sea por la escasa visibilidad a causa de la lluvia y la tierra, agravada por el fuerte viento reinante en esas circunstancias, sea por que el conductor no hizo la maniobra del vehículo en debida forma o por que la dirección del vehículo no respondió a sus esfuerzos, el caso es que el camión se precipitó violentamente sobre la casa del señor Pablo Menetret, abriendo un amplio boquete en la pared a unos diez metros de distancia de la ochava y penetrando en una habitación del edificio toda la parte delantera del vehículo.

                Una prueba evidente de la violencia de la embestida nos la da el hecho de que la pared pese a su espesor de treinta centímetros, no fue obstáculo suficiente para que el camión la redujera a escombros.

               En el interior de dicha habitación se hallaban en esas circunstancias la señora de Menetret y sus señoritas hijas Lila, Mely y Berta.

            Cabe destacar el hecho de que esta última se hallaba sentada junto a la ventana a escasos centímetros del lugar en el que el camión abrió el boquete, salvándose así en forma providencial de una muerte segura.

            Al penetrar en la habitación el ‘chassis’ del vehículo se produjo en el lugar del siniestro, un caos indescriptible.

            Gran parte del moblaje de la pieza voló por los aires en mil astillas de todos los tamaños, conjuntamente con los escombros de la pared destruida, todo lo cual dejó convertido el interior de habitación en un campo Agramante.

            Únase a lo dicho los gemidos lastimeros de los heridos y los gritos en demanda de socorro, proferidos por las demás personas y se tendrá una idea aproximada del carácter trágico de aquella escena.

            Debido a la violencia de la tempestad, ninguna persona de la vecindad acudió en auxilio de los accidentados los que tuvieron que afrontar solos la gravedad de la situación. (…). La primera medida tomada por los actores del suceso, fue liberar a la señora de Menetret, que yacía en el lecho, aprisionada por el marco y la persiana de la ventana, en la cual se habían acumulado grandes trozos de pared, los que de no mediar la circunstancia de la persiana y postigos los contuvieron hubieran causado la muerte, indudablemente, a la señora de Menetret. Luego fueron solicitados telefónicamente, desde la misma casa la presencia del doctor Adolfo Pintos y los servicios de la policía.

            Entretanto llegaban los auxilios pedidos, las señoritas de Menetret hicieron la primera cura al niño Waddell que sangraba profusamente por la nariz y al doctor Casado, que sufrió una lesión cortante en el lado izquierdo del cuerpo. También sufrió lesiones pero de menor consideración que los anteriores, la señorita Mely Menetret la que ha sido golpeada fuertemente por los escombros en el brazo y hombro derecho. (…) Los heridos fueron trasladados al Sanatorio Azul donde el doctor Pintos les hizo la cura correspondiente retirándose luego, cada uno de ellos a sus respectivas residencias”.

       De manera más escueta, el mismo día, el “Diario del Pueblo” agrega como detalle que: Enseguida de tener conocimiento la policía, se hizo presente el comisario señor Chaumeil y el oficial Espínola que tomaron las providencias del caso. Concurrió también el señor Roberto E. Waddell, quien después de establecer que el accidente fue motivado por el ventarrón llegó a un acuerdo con el señor Menetret, en el sentido de hacer reparar el daño producido, actitud digna de todo elogio”.

            
            Pablo Menetret falleció en Azul el 8 de octubre de 1940, “confortado con los auxilios de la Santa Religión y la Bendición Papal”.



Paul Menetret (1864-1940)



MUCHAS GRACIAS A DIANA SOTILE 

POR LA INFORMACIÓN