El “Quijote azuleño” y el “Cura veloz”
Nadie estaba exento de sufrir un
accidente con cualquier vehículo. Sin embargo, simpáticas resultan las notas
cuando involucran a personajes reconocidos, siempre que no hubiera
consecuencias graves que lamentar. Tal es el caso de la crónica de “El
Ciudadano” del 18 de julio de 1918:
“ACCIDENTE AUTOMOVILÍSTICO.- Esta mañana se esparció el rumor de que el doctor Ronco, en circunstancias que viajaba por el partido de Olavarría en dirección a Iturregui, estancia de Mansilla Lauret, había sido víctima de un accidente automovilístico encontrándose gravemente herido. Inmediatamente nos largamos en la averiguación emergente pudiendo comprobar muy complacidos que si bien existía el accidente no era el doctor Ronco el herido sino su acompañante señor Lauret y su chauffeur.
En
efecto, el señor Lauret presenta una herida en el labio superior producida a
consecuencia de un choque no siendo felizmente delicado su estado.
El
choque se produjo a consecuencia de un imprudencia del Cura de Olavarría señor
Romano, quien sin prever consecuencias y debido a su falta de aptitud para manejar
autos, viajaba a toda velocidad sin tener en cuenta el peligro que podía
originarse si chocaba con algún vehículo o llevaba por delante a alguna
persona, como en efecto sucedió.
El
auto del doctor Ronco iba a velocidad prudencial y llevaba su mano, siendo pues
ajeno a las consecuencias de este accidente que felizmente no fueron mayores”.
Al día siguiente, el mismo medio en
pocas líneas repetía la noticia. Y por su lado, “La Provincia” (20 de
julio), remarcaba:
“ACCIDENTE.- En el camino principal a
Olavarría chocaron ayer los automóviles de los señores doctor Bartolomé J.
Ronco y el presbítero Francisco A. Romano. De resultas del choque quedaron
inutilizados ambos coches y con lesiones leves los conductores de estos”.
El porteño Bartolomé
José Ronco (1881 – 1952), graduado de abogado y doctorado en
Jurisprudencia, se estableció en Bahía Blanca, siendo designado Secretario de
la Cámara de Apelaciones –entonces Departamento Judicial Costa Sud – del Poder
Judicial de la Provincia de Buenos Aires. Fue miembro fundador del Colegio de
Abogados de aquella ciudad, mientras emprendía varios viajes por la Patagonia y
el sur de Chile, iniciando la formación de sus valiosas colecciones de platería
gauchesca y mapuche.
En 1908 había contraído matrimonio con la azuleña María
de las Nieves Clara “Santa” Giménez, a quien conocía desde hacía varios
años gracias sus frecuentes visitas laborales al Azul, y en 1909 había nacido
su única hija,Carlota Margarita.
Filántropo, carpintero, coleccionista, y por sobre
todo apasionado por “Don Quijote” y “Martín Fierro”, “Bartolo” -como lo
apodaban-, después de varias mudanzas, constituyó su hogar definitivamente en
la esquina céntrica y azuleña de San Martín y Rivadavia. En su carpintería
habían nacido juguetes, muebles que donaba a diversas instituciones, y las
vitrinas y mobiliarios para el que sería su querido Museo Etnográfico y Archivo
Histórico “Enrique Squirru” (1945). También de allí salieron muchos de
los muebles que se utilizarían en la “Agrupación Artística Maná”.
La muerte de su única hija,
llevaría al matrimonio a construir en su memoria una
pequeña plazoleta de estilo español denominada “Cantoncillo de Santa Margarita”
(ubicada en calles Bolívar y De Paula).
Autor de numerosas publicaciones, estudios y
revistas, en mayo del ’30 ingresaría a la Junta de Historia y Numismática Americana
y más tarde sería Miembro Correspondiente por la Provincia de Buenos Aires de
la Academia
Nacional de la Historia. También se convirtió en Presidente de la Biblioteca
Popular de Azul (que hoy lleva su nombre). Realizaría
sendas exposiciones dedicadas oportunamente a “Martín Fierro” (1931) y “Don
Quijote” (1932), exhibiendo parte de sus tesoros bibliográficos. Luego
sería nombrado Delegado Honorario de la “Comisión Nacional de Museos y Monumentos
Históricos” para la región centro y oeste de la Provincia de Buenos
Aires.
Ferviente, impulsaría la
creación de la Biblioteca Popular de Laprida e instaría la fundación de la
Escuela Profesional de Mujeres (“Elisa V.
de Ramongassie”), y formaría parte de la comisión que instalaría la primera
Compañía de Electricidad del Azul. Más tarde constituiría la Universidad
Popular “José Hernández”, respaldado por su incondicional amiga María
Aléx Urrutia Artieda y otros intelectuales azuleños.
Alguna vez escribió: "Mi vida comienza y recomienza en el momento que la estoy
viviendo. Esto, que es casi verdad hasta desde el punto de vista físico, es
absolutamente cierto en el aspecto de mis sentimientos y de mis ideas. Pero, mi
pasado me ha dejado cosas indestructibles. Lo son, porque, sin morir, renacen
todos los días; están en mi propia sustancia; perderlas sería como
desintegrarme...”. Al momento del accidente, además de sus ocupaciones
formales y pasatiempos, integraba la Comisión creadora del Parque Municipal que
lograría su refulgente objetivo en octubre de ese mismo año.
Por otra parte, no menos relevante resulta la
figura de “El Cura Gaucho” como se lo conociera. En su trabajo “Historias
de Olavarría 3: ADDUCCI”, el historiador olavarriense Walter Minor describe
al padre Francisco Antonio:
“Romano
había hecho sus primeros estudios en el Seminario de Buenos Aires, siendo luego
enviado al Colegio Pío Latino Americano en Roma, donde cursó los estudios de
filosofía y letras. Regresó a la Argentina luego de cinco años y terminó los
estudios en el Seminario de Santa Fe, ordenándolo sacerdote Monseñor Boneo en
el año 1898.
En 1899
iniciaba su carrera en la localidad de Rauch, donde Monseñor Francisco Alberti
le dedicó la ofrenda de circunstancia. Desde entonces desempeñó cargos
importantes en el clero de la provincia, hasta que en 1913 fue trasladado a
Olavarría.
Fue
párroco de la localidad durante 36 años. Era conocido como “El Cura Gaucho”,
por su sencillez en el trato.
Entre sus
gustos particulares estaba la inclinación a manejar velozmente. Esta afición le
trajo un dolor de cabeza a principio de los años ’30, cuando volcó
espectacularmente entrando a la localidad de General Lamadrid y los golpes
recibidos le costaron un largo tiempo de internación. Desde aquel momento, al
lugar donde se accidentó con su Ford T se lo conoce como ‘La curva del Cura’.
Falleció
en Buenos Aires el 9 de noviembre de 1949, a los 76 años, luego de padecer una
larga enfermedad. Fue el Párroco que mayor tiempo dirigió los actos
espirituales de la iglesia San José”.
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