El mecánico francés
Paul Menetret nació en París, Francia, en
1864. Sus padres fueron María Rosa Vicent e Hipólito Menetret. Convertido en
Ingeniero, “Pablo” se trasladó a la Argentina con su madre viuda.
El 10 de noviembre de 1886, Pablo
contrajo matrimonio en la Parroquia “Nuestra Señora del Rosario” de Azul con Teresa
Correger (nacida en 1866; hija de Próspero y de Juana Sempé). La pareja
tuvo siete hijos: María Luisa “Lila”,
Hipólito, Enrique (murió a poco de nacer), Amelia Leónidas “Mely”, Teresa Enriqueta “Queta”,
Juana Genoveva “Guega” y Norberta “Berta”.
De acuerdo al Censo de 1895, se
declaraba como “Maquinista”, lo que hace suponer que trabajó para el
Ferrocarril del Sud, considerando también la ubicación de su domicilio al final
de la entonces Avenida Humberto I, hoy Juan D. Perón -esquina sur del cruce con
la calle Juan Bautista Alberdi-, en inmediaciones de los galpones ferroviarios.
Con Enrique Baron, su íntimo amigo y masón
como él, integró la Comisión Directiva del “Ciclista Club Azuleño”, fundado el 17 de junio de 1899.
Estuvo dentro de los pioneros
propietarios de automóviles y el historiador Alberto Sarramone lo
señala como el primero en tener un taller mecánico en su domicilio. Lo cierto
es que en 1908 fue de los primeros en poner a la venta su vehículo
anunciándolo en el periódico “El Imparcial” (repitiendo el aviso
entre octubre y noviembre):
“VENTA DE UN AUTOMÓVIL.- ‘León’ de la Casa Peugeot Frères, apropiado como para médico. Muy buen estado de conservación y de fácil manejo. Dirigirse a casa de Pablo Menetret, calle Humberto I 285”.
Fue el primer radioaficionado de Azul y su matrícula era E.C.8, siendo asimismo propietario de un avión francés marca “Doran”. De hecho, el periódico “El Ciudadano” del miércoles 14 de septiembre de 1921 informaba:
“UN AEROPLANO.- El mecánico Don Pablo Menetret ha adquirido un aeroplano modelo Doran de 200 H. P. con capacidad para tres pasajeros. Se propone realizar una gira por la provincia para después venir a esta. Lo piloteará el conocido aviador ex Cabo Fels”.
En posesión de sus descendientes, una fotografía de la época reza: “una gira por Sudamérica (Buenos Aires-San Pablo)”, en alusión al viaje que realizara junto al afamado aviador Teodoro Fels.
El 20 de junio de 1929, en
los medios azuleños comenzó a promocionarse la apertura –para el día 27 ya
concretada-, de un nuevo taller mecánico en las instalaciones que ocupara Pablo
Menetret quien quedaría en la “Dirección
Técnica” del mismo:
“NUEVO TALLER MECÁNICO.- Dentro de breves días los señores Gallo y Viel, establecerán un nuevo taller mecánico en nuestra ciudad, ocupando el local de la Casa Menetret calle Humberto y Alberdi. Este nuevo taller abarcarlos ramos de reparación de automóviles y toda clase de máquinas agrícolas, contando con modernas herramientas y todo lo indispensable para realizar un trabajo bien hecho y dejar conforme al cliente más exigente.
La
dirección del taller estará cargo del señor Pablo Menetret, que es uno de los
más competentes en mecánica de nuestra ciudad. El nuevo taller en poco tiempo ha de contar con numerosa
clientela” (“Diario del Pueblo”).
Innovando permanentemente, el ingeniero
Menetret se convirtió en noticia a través de una invención:
“PISTA FIJA PARA PROBAR LA VELOCIDAD DE LOS AUTOS. Notable invento-azuleño.- Los señores Gallo y Viel, bajo la dirección del señor Pablo Menetret han construido un aparato que es toda una pista fija para probar la velocidad de los autos, sin que estos tengan necesidad de andar corriendo peligro e inquietudes por los caminos, que da la velocidad exacta que el coche es capaz de desarrollar.
Hasta este
momento se han venido realizando diversas pruebas todas ellas con óptimos
resultados, que dan la sensación de que el aparato ha llegado a su necesario
perfeccionamiento y que puede ser usado con toda confianza, que resulta para el
aficionado útil ya que podrá tener la sensaci6n de cuál es la verdadera
velocidad que desarrolla su auto, pues es bien sabido entre los aficionados que
casi todos los marcadores de los autos marchan un poco adelantados.
El
aparato que nos ocupa es de un principio sencillo y al mismo tiempo ingenioso,
sobre el que hay que colocar el auto para que este al desarrollar su velocidad
marque lo que en realidad corre, con una exactitud que no se consigue en los
marcadores de los coches, pues hemos observado en las pruebas que los
inventores realizaron ante nuestra presencia de que hay efectivamente
diferencia entre la velocidad marcada por el coche y la que marca el aparato de
referencia.
Se trata de toda
una novedad en la materia que está llamada a popularizarse rápidamente y
auguramos que los inventores han de lograr colocar entre los talleres mecánicos
y casas del ramo en la capital y pueblos de importancia, puesto que resulta efectivamente
útil para probar los coches sin necesidad de correr por esos caminos con la
probabilidad de rompérsela crisma en el primer barquinazo.
Felicitamos
sinceramente a los señores Gallo, Viel y Menetret, y deseamos de corazón que el
aparato que acaban de inventar alcance la difusión necesaria como aliciente del
esfuerzo realizado” (“Diario del Pueblo” del 12 de septiembre de 1929).
Algún tiempo más tarde, un particular accidente
ocurrió en la tarde gris del 24 de enero de 1932 cuando el joven Jorge
Waddell, de 15 años de edad (la nota indica erróneamente que tenía
apenas 12), al volante de un camión de la quinta “San Jorge”, perdió el control y fue a incrustarse directamente en
el dormitorio de la residencia de Pablo Menetret y su familia. El
periódico “El Ciudadano” describió en
detalle el episodio protagonizado por el hijo del reconocidísimo “Mister”
Roberto E. Waddell:
“UN GRAVE ACCIDENTE DE TRÁFICO OCURRIÓ AYER EN LA TARDE EN NUESTRA
CIUDAD. Un camión dirigido por un menor de doce años embistió a una casa de
familia penetrando en una habitación en la que hallaba una anciana enferma y
varios familiares que la acompañan.- En la tarde de ayer ocurrió en el
barrio de la estación del Sud un grave accidente de tráfico, en el cual
estuvieron en inminente peligro de perder su vida numerosas personas conocidas,
las cuales sobrevivieron al suceso, por verdadero milagro, dado las
características y peligrosidad del accidente a que hacemos mención en estas
líneas.
Un camión,
dirigido por un menor de doce años y a cual acompañaba un distinguido
profesional de Olavarría, embistió la casa ubicada en la intersección de la
avenida Humberto I y la calle Alberdi, penetrando en una habitación en la que
se hallaba guardando cama, la estimable convecina señora Teresa C. de Menetret,
a la cual acompañaban varios familiares.
Felizmente,
el accidente no tuvo las graves consecuencias que es dable imaginar, dado que
aparte de los daños materiales, que se consideran de importancia, solo tres de
los protagonistas del suceso resultaron con lesiones de carácter leve. (…).
Aproximadamente a las 16 horas
cuando la tempestad con que nos obsequió la Madre Naturaleza estaba en su
apogeo, circulaba por la avenida Humberto I, rumbo al sudeste de la ciudad un
camión ‘Chevrolet’ guiado por el niño Jorge Waddell al cual acompañaba en la
garita del vehículo el conocido abogado de Olavarría, doctor Amílcar Elías
Casado.
Al llegar a
la calle Alberdi el conductor viró con el objeto de tomar esa arteria y seguir
por ella en dirección al Sud; pero sea por la escasa visibilidad a causa de la
lluvia y la tierra, agravada por el fuerte viento reinante en esas
circunstancias, sea por que el conductor no hizo la maniobra del vehículo en
debida forma o por que la dirección del vehículo no respondió a sus esfuerzos,
el caso es que el camión se precipitó violentamente sobre la casa del señor
Pablo Menetret, abriendo un amplio boquete en la pared a unos diez metros de
distancia de la ochava y penetrando en una habitación del edificio toda la
parte delantera del vehículo.
Una prueba
evidente de la violencia de la embestida nos la da el hecho de que la pared
pese a su espesor de treinta centímetros, no fue obstáculo suficiente para que
el camión la redujera a escombros.
En el
interior de dicha habitación se hallaban en esas circunstancias la señora de
Menetret y sus señoritas hijas Lila, Mely y Berta.
Cabe
destacar el hecho de que esta última se hallaba sentada junto a la ventana a
escasos centímetros del lugar en el que el camión abrió el boquete, salvándose
así en forma providencial de una muerte segura.
Al penetrar
en la habitación el ‘chassis’ del vehículo se produjo en el lugar del
siniestro, un caos indescriptible.
Gran parte
del moblaje de la pieza voló por los aires en mil astillas de todos los
tamaños, conjuntamente con los escombros de la pared destruida, todo lo cual
dejó convertido el interior de habitación en un campo Agramante.
Únase a lo
dicho los gemidos lastimeros de los heridos y los gritos en demanda de socorro,
proferidos por las demás personas y se tendrá una idea aproximada del carácter
trágico de aquella escena.
Debido a la
violencia de la tempestad, ninguna persona de la vecindad acudió en auxilio de
los accidentados los que tuvieron que afrontar solos la gravedad de la
situación. (…). La primera medida tomada por los actores del suceso, fue
liberar a la señora de Menetret, que yacía en el lecho, aprisionada por el
marco y la persiana de la ventana, en la cual se habían acumulado grandes
trozos de pared, los que de no mediar la circunstancia de la persiana y postigos
los contuvieron hubieran causado la muerte, indudablemente, a la señora de
Menetret. Luego fueron solicitados telefónicamente, desde la misma casa la
presencia del doctor Adolfo Pintos y los servicios de la policía.
Entretanto
llegaban los auxilios pedidos, las señoritas de Menetret hicieron la primera
cura al niño Waddell que sangraba profusamente por la nariz y al doctor Casado,
que sufrió una lesión cortante en el lado izquierdo del cuerpo. También sufrió
lesiones pero de menor consideración que los anteriores, la señorita Mely
Menetret la que ha sido golpeada fuertemente por los escombros en el brazo y
hombro derecho. (…) Los heridos fueron trasladados al Sanatorio Azul donde el
doctor Pintos les hizo la cura correspondiente retirándose luego, cada uno de
ellos a sus respectivas residencias”.
De manera más escueta, el mismo día, el “Diario del Pueblo” agrega como detalle que: “Enseguida de tener conocimiento la policía, se hizo presente el comisario señor Chaumeil y el oficial Espínola que tomaron las providencias del caso. Concurrió también el señor Roberto E. Waddell, quien después de establecer que el accidente fue motivado por el ventarrón llegó a un acuerdo con el señor Menetret, en el sentido de hacer reparar el daño producido, actitud digna de todo elogio”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario