jueves, 16 de abril de 2020

Casa Vigna

Casa Vigna


Por Eduardo Agüero Mielhuerry

Los hermanos Francisco (1854) y Simón Vigna (1858), nacidos en Montevideo, República Oriental del Uruguay, fueron los primeros de la familia en arribar muy jóvenes a nuestra ciudad. Iniciaron su actividad comercial en un modesto local ubicado en la calle 9 de Julio N° 221 hacia mediados del año 1884. Con esfuerzo y dedicación, el almacén, que vendía al por mayor y menor, poco a poco fue creciendo e incorporando diversos rubros que iban desde alimentos a tienda y zapatería.
Lentamente los Vigna se fueron afianzando en la comunidad. Francisco contrajo matrimonio con Francisca Toribia Monteguilfo, con quien tuvo cuatro hijos: José, Antonio, María Modesta y Rosita.
En 1896 se constituyó el “Centro Uruguayo”. Francisco y Simón integraron la comisión de la institución como vocales, al igual que el recientemente llegado hermano Felipe Vigna. Nacido en Montevideo en 1860, casado con Catalina Rosso, Felipe se había radicado en nuestra ciudad junto a su esposa y sus hijos Pedro, Catalina y Sara. Aquí pronto comenzó a trabajar en su oficio de licorista.
Con el pasar de los años, toda la familia Vigna quedó finalmente radicada en la Argentina y buena parte de ella en Azul, donde los pioneros marcarían la historia comercial del pueblo-ciudad.


Un cruce de calles con historia…


Poco tiempo después, ante el crecimiento de la actividad, la “Casa Vigna” abrió sus puertas en un local ubicado en la esquina Sur de la Avenida 25 de Mayo y calle General José de San Martín. En una modesta pero amplia casa de una única planta, con importantes frentes sobre ambas arterias, la casa comercial progresaba aún más en su nueva y céntrica ubicación.
En el flamante siglo XX, sobre una avenida empedrada y sumamente transitada, la “Casa Vigna” ampliaba sus rubros incorporando bazar, juguetería y lozas, teniendo un amplio surtido en “artículos para regalo” tal como promocionaban desde los carteles pintados en los muros frontales del local.
Después de casi dos décadas de arduo trabajo, devenido en un puntal fundamental de la activa sociedad, soltero y sin hijos, Simón Vigna falleció a los 47 años de edad el 18 de julio de 1905 víctima de hepatitis.
Agobiado, Francisco decidió vender la llave de comercio a una firma constituida por algunos de los que habían sido empleados de la Casa y de esta manera replanteó su vida y su actividad laboral.
El establecimiento comercial fue adquirido a finales de 1905 por la firma social “Lobato, Inza y Cía.”, desde cuya fecha tomó vuelo y acentuó sus progresos, bajo la competente dirección de sus nuevos dueños.
En el año del Centenario de la Revolución de Mayo, entre los propietarios de la “Casa Vigna” se comenzó a gestar un importante proyecto. Habían adquirido un extenso solar en la esquina Norte de la Avenida 25 de Mayo y la calle General José de San Martín. Allí, la Empresa constructora del señor José Hilario Brumana (con domicilio en la calle 9 de Julio 475), fue la proyectista y ejecutora de una monumental obra.
El magnífico edificio construido, que se culminó hacia 1912, se constituyó en el más amplio –y posiblemente también el más lujoso-, de los establecimientos comerciales de la ciudad, con dos pisos y grandes sótanos, anchas y cómodas entradas, nueve vidrieras que medían, cinco de ellas, 3 metros por 2,70, y las restantes 1,00 por 2,70 metros, exhibiéndose en las mismas prolija y artísticamente distribuidos todo tipo de artículos.
Para lograr formarse  una idea acabada de la magnitud del edificio, alcanza con decir que el mismo ocupaba un cuarto de manzana, y que su construcción, de sólido material, era para la época, desde todo punto de vista, elegante y moderna.


De todo un poco


El establecimiento comercial de los señores Laureano Lobato, Casiano Inza y otros socios, por su magnitud, por su capital, por los diversos ramos que explotaba y las diferentes operaciones en las que intervenía, reflejaba el desenvolvimiento incesante y progresivo de Azul.
Los ramos que explotaba la Casa con provechosos resultados, y de los cuales tuvo siempre un variado surtido, eran: almacén de comestibles y bebidas, por mayor y menor; Ferretería, Bazar, Juguetería. Librería, Papelería, Casa de música, Grafófonos, Mueblería, Máquinas de coser, Tienda, Sastrería, Zapatería, Agentes de la Cervecería Quilmes, Casa de giros, máquinas agrícolas -de las cuales poseían un stock permanente-, objetos de arte, artefactos eléctricos en general, automóviles, carruajes, etc.. De los ramos mencionados, constituyen su especialidad descollante, los de almacén, tienda y artículos rurales.
La firma de este establecimiento poseía la representación de las principales casas de artículos rurales; de la Cervecería Quilmes; de los automóviles Ford y E.M.F. Company (firma fundada por Barney Everitt, William Metzger y Walter Flanders); y de los fonógrafos y grafófonos Columbia y Pathé.
La Casa ocupaba alrededor de unos 30 empleados y contaba con una clientela asidua y numerosa en todo el Partido de Azul y en la región, a donde eran remitidos los artículos requeridos mediante un servicio propio de distribución.


Los nuevos dueños

Laureano Lobato había nacido en 1872, en España, llegando a la Argentina en 1887 y ese mismo año a nuestra ciudad. Tenía 15 años de edad cuando comenzó a trabajar como un modesto empleado de tienda. Durante 18 años trabajó en tres casas comerciales. En la “Casa Vigna” fue empleado por un período de 8 años.
Lobato fue consejero de la sucursal del Banco de la Provincia, demostrando una importante preparación en asuntos financieros. También durante varios períodos fue nombrado por el superior gobierno de la Provincia para fiscalizar las declaraciones sobre el capital en giro. Formó parte por más de 10 años de la Comisión Directiva de la Sociedad Española de Socorros Mutuos y del Club Español, desde la fundación de éste último.
El portentoso desarrollo realizado por el establecimiento, que sobresale entre los de su género, por su fuerte venta, su amplio surtido y vistosas instalaciones, se debe, en gran parte, al señor Lobato, que, con su práctica, en los negocios, lo habìa impulsado poderosamente secundado con eficacia por sus socios.
Casiano Inza había nacido en España en el año 1874. Era hijo de José Manuel Inza y Rosa Urreta. Arribó a la Argentina en 1887. Fue empleado comercial durante 18 años y trabajó en la “Casa Vigna” como empleado por 7 años, de la cual se convirtió en propietario junto a su socio Lobato y otros.
En 1898, cuando se inició la guerra entre España y Estados Unidos (Guerra hispano-estadounidense, denominada comúnmente en España como Guerra de Cuba o Desastre del ’98, en Cuba como Guerra hispano-cubano-norteamericana, y en Puerto Rico como Guerra hispanoamericana), su patriotismo llevó a Inza a alistarse como voluntario, sirviendo dos años y haciendo la campaña de Cuba en donde recibió varias heridas como lo demostraban las cicatrices que ostentaba. Retornó a su patria adoptiva a principios del siglo XX y retomó sus labores como comerciante en Azul.
El 2 de agosto de 1917 contrajo matrimonio en Azul con la argentina Teresa Demar de 27 años de edad, hija de los italianos Próspero Demar y María D’Elía. Tuvieron al menos un hijo, José Manuel Inza, que nació el 14 de mayo de 1918 y fuera bautizado el 6 de enero de 1920.


Hacia el final…


Los señores Manuel Gurruchaga, Pedro Felipe Ibarborday Tomás Galarraga -socios también de la firma- cooperaban eficazmente en el engrandecimiento de la casa, con sus esfuerzos y energías. Los socios comanditarios, eran los conocidos capitalistas señores José A. Vigna y Antonio Vigna, hijos de Francisco, uno de los fundadores de la casa.
            La casa comercial supo también estar bajo la firma “Vigna, Ibarborda y Cía.”.
Una publicidad de mediados de los años ’20 rezaba:
La “Casa Vigna” en el Azul lo que “Gath & Chaves” en Buenos Aires, “El Louvre” en París, “El Siglo” en Barcelona. Con esto está todo dicho.
Y precisamente esta misma publicidad encierra uno de los puntos que llevó al cierre de la Casa. El 16 de abril de 1928, en un destacado local de la calle San Marín entre Moreno y Buenos Aires (actual De Paula), la famosa tienda Gath& Chaves abrió su sucursal número diecinueve de la Argentina en nuestra ciudad. Dos años después, el 7 de abril, la firma abrió su magnífico local en la esquina Oeste de las calles San Martín y Moreno, edificio que con los años iría adquiriendo una impronta imponente con sus amplios salones en el subsuelo y en el primer piso anexado con posterioridad.
            La competencia comenzó a ser implacable…
Erasmo Berdiñas (1909-1996), quien trabajó en la “Casa Vigna” desde muy joven, alguna vez contó: “El final de la Casa Vigna se dio un poco porque los patrones fueron muriendo, los que quedaban, se iban abriendo negocios solos, y la casa iba cambiando de firma. Los empleados iban transformándose en patrones. Poco a poco se comenzó a perder clientela, el negocio se iba viniendo abajo con la gente desconocida que ya no se identificaba como clientes fieles. Entre los empleados siempre hubo compañerismo, pero ese compañerismo al final se desvirtuó y fue demasiado. Porque a raíz de eso se vino abajo la casa. Por lo que llamaban compañerismo, en el final se tapaban macanas del uno al otro, hacían cualquier cosa. Un empleado de Zapatería se cambiaba un corte de género con un empleado de la Tienda… En el Empaque sobornaban al empleado con alguna otra cosa… Todos eran abusos. Era demasiado. Así el negocio no aguantó…”.
Perdida entre competencia y desidia, la “Casa Vigna” perdió su esplendor y un día cerró sus puertas. El tiempo impiadoso pasó… Pero algunos fragmentos de su espléndido edificio aún sirven para recordarnos tiempos gloriosos e historias y personajes del Azul.



Un edificio imponente
Por Octavio Fiorenza

El estilo ecléctico fue un nuevo modo de ver y concebir la ciudad con una arquitectura de postura intermedia, que no sigue soluciones bien definidas. Un lenguaje que se manifiesta en todo el mundo occidental entre la segunda mitad del ’800 y la década del 1920 aproximadamente. Dicha  manifestación se reproduce, como es evidente en nuestra ciudad, orientándose hacia las principales vanguardias europeas. Casi como una nueva concepción filosófica del proyecto, el eclecticismo o la integración de distintos lenguajes historicistas combinan al arquitecto con el artista, capaz de integrar articuladamente el ornamento y la decoración en línea con aquellos cánones clásicos del proyecto arquitectónico. Esta “Nueva Arquitectura” fue en grado de asociar estilos, corrientes y significados del  clasicismo en una nueva expresión con variados mensajes y lecturas. Transmitir al crítico observador los nuevos códigos significantes de una arquitectura de libre composición, disgregando  los convencionales productos neoclásicos de puro lenguaje historicista, frutos del siglo precedente en Europa.
Así  es como  se vuelve rico y complejo el aspecto de nuestra ciudad pensada e integrada como un único organismo colectivo, no como elementos de instintiva  agregación, sino componibles de un sistema urbano programado atento a los resultados, donde cada una de las partes es  indicativa de la totalidad.
La poética neoclásica se desarrolla paralelamente a la innovación en nuevas técnicas constructivas y funcionales, aplicadas a las formas más variadas, un vínculo entre modernas  tecnologías en fusión de la proyección y las rigurosas normas de los órdenes  arquitectónicos clásicos. Los mismos arquitectos, formados en las escuelas de las más altas vanguardias europeas, asociados a las corporaciones de maestranzas (constructores y decoradores), fruto de la nueva inmigración en nuestro país.
En el caso de la ex “Casa Vigna” presenta uno de pocos ejemplos en Azul  de ochava en planta semicircular, se articula en dos niveles. Una serie de arcos rebajados con  juego de molduras al exterior o archivolta los cuales se destacan en toda la estructura inferior, separados por bandas lombardas estilizadas con decoraciones tendentes al Art-Nouveau. La vista en ochava se encuentra limitada por dos muros impuestos figurativamente como bastión que cubre verticalmente las dos plantas. Cada cuerpo de ventanas al nivel superior, se organiza en grupos de dos, a modo de bíforas, sostenidas lateralmente por bandas de orden tuscánico. La decoración se manifiesta mayormente con una austera expresión ecléctico racional, limitándola y evidenciando los tradicionales lineamientos arquitectónicos.
Toda la composición se concluye con una clásica solución horizontal de friso y cornisa, soportado por ménsulas; un remate semicircular de influencia romana que encuadra dicha conformación.





El sueño que no fue...

El sueño que no fue…


Por Eduardo Agüero Mielhuerry


El fracaso del alzamiento porteño de 1880 -del cual entre otros participó el destacado general Francisco Leyría-, motivado por el recurrente enfrentamiento en el que se hallaba la Provincia de Buenos Aires con la Nación por el control de la Ciudad de Buenos Aires (entonces capital tanto del Estado Provincial como del Nacional), concluyó en la federalización de la ciudad, y por ende, el fin de ésta como capital de la provincia homónima. Dardo Rocha, investido gobernador bonaerense tras la revuelta, se vio entonces ante la necesidad de instalar su gobierno y administración en otra ciudad.


Uno de los grandes impulsores…


El inquieto vecino azuleño Ceferino Peñalva fue un férreo impulsor del proyecto que pretendía convertir a Azul en Capital de la Provincia de Buenos Aires. Y dados los “antecedentes” de Peñalva, muchos confiaban en que tendría éxito…
A partir de 1875, Ceferino había integrado la comisión encargada de recaudar fondos para construir el Palacio Municipal (concretado en 1884). Había encabezado en 1876 la comisión de festejos conformada con motivo de la llegada del Ferrocarril a nuestro pueblo. Y también había sido uno de los encargados de asignarle nombres a las calles azuleñas; además, había tenido como objetivo mejorar la iluminación pública del pueblo mediante faroles de kerosene.
Perseverante y con “contactos” importantes, Peñalva tenía una casa-quinta en la prolongación de la calle Colón hacia el Sur (actual Av. Carlos Pellegrini), en parte de los terrenos que hoy ocupa el Parque Municipal “Domingo F. Sarmiento”, y otra importante casa en el centro azuleño (actual calle Yrigoyen entre Moreno y De Paula), ambos lugares donde se dieron varias reuniones tendientes a alcanzar el nombramiento de Azul como capital bonaerense.


Azul, la candidata


Domingo Faustino Sarmiento y otras personalidades de la época también propusieron a Azul como candidata para convertirse en la Capital de la Provincia. Su ubicación geográfica y su desarrollo poblacional, como así también su función como nodo de múltiples caminos, punto medio del ferrocarril y centro de comunicaciones, fueron algunas de las cualidades tenidas en cuenta. Asimismo, la actividad comercial, la ganadería y el preservado diseño de su planta urbana en forma de damero (es decir, una distribución en forma de cuadricula equilibrada, que le permitiría crecer enormemente manteniendo su delicado perfil), se sumaron como ventajas con respecto a sus competidoras. Sin embargo, los planes de Rocha eran otros…


Los planes del Gobernador…


El Gobernador de Buenos Aires, Dardo Rocha, planteó la realización de diversos estudios y así nació una nueva propuesta: crear una nueva ciudad. De esta forma, el 1 de mayo de 1882 se hizo ley la elección del paraje de Lomas de Ensenada de Barragán, declarándose al municipio Capital de Buenos Aires. A unos kilómetros del pueblo existente, se eligieron terrenos poblados por montes, lomas y bañados recorridos de suroeste a noreste, hasta desaguar en el cercano Río de la Plata, por el Arroyo del Gato (hoy entubado), constituían parte de las propiedades de Martín Iraola, hallándose adyacentes al pueblo de Tolosa (fundado en 1871, y en aquel entonces, habitado por 7000 personas). Para el diseño de la urbe, se convocó al ingeniero Pedro Benoit que trazó los planos de la futura capital bonaerense.
El nombre de la nueva capital se trató en sesión de la Cámara de Legisladores de la Provincia. El senador José Hernández, autor del célebre “Martín Fierro”, propuso el nombre de La Plata. Fundamentó su posición en consideraciones históricas, teniendo en cuenta que la región se había llamado Virreinato del Río de la Plata y Provincias Unidas del Río de la Plata. A lo largo de su historia, la ciudad preservó intacto su nombre, salvo entre 1952 y 1955, años durante los cuales fue rebautizada como Eva Perón.


La Piedra Fundacional


A pesar de las críticas de Sarmiento, se decidió colocar la Piedra Fundacional de la ciudad. La colocación se concretó el 19 de noviembre de 1882 en una excavación practicada a metro y medio al noroeste del punto céntrico de la Plaza Mayor (actual Plaza Moreno).
Consistió en una caja de piedra de las canteras de Azul, en cuyo interior se encontraba otra de plomo soldada que contenía una redoma de cristal (sellada y lacrada) en la que se colocaron elementos representativos de la época. Se colocaron en su interior el Acta de Fundación firmada en un pergamino; un ejemplar de 1a Constitución de la Provincia; una copia de la Ley de federalización de Buenos Aires; un plano de La Plata y una caja de madera elaborada en el taller de 1a Escuela de Artes y Oficios de la Provincia conteniendo medallas, monedas y diversos trabajos realizados en ese taller. La piedra fue cerrada con una tapa de mármol de Carrara, en la que se colocó la siguiente inscripción: Esta caja contiene el Acta de Inauguración de la Ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires”.


El gran día


En el palco oficial y en las estructuras levantadas en la plaza llevaban grabadas leyendas de contenido ideológico, tales como: “Paz y Libertad”; “Orden y Progreso”; “Educación Común y Sufragio Libre”; “No basta odiar la tiranía, es necesario amar la libertad”.
En el acto, que contó con la presencia del ministro Victorino de la Plaza en representación del presidente Julio A. Roca, Dardo Rocha pronunció las siguientes palabras: “Hemos dado a la nueva capital el nombre del río magnífico que la baña, y depositamos bajo esta piedra, esperando que aquí queden sepultadas para siempre, las rivalidades, los odios, los rencores, y todas las pasiones que han retardado por tanto tiempo la prosperidad de nuestro país”.


Crecimiento, diagonales y Masones


Entre el 25 y el 29 de marzo de 1884 se llevó a cabo el primer censo de la ciudad. Éste determinó que estaba habitada por 10.407 personas, siendo solo 1.278 argentinos y el resto extranjeros, provenientes mayormente de Italia, España, Francia, Portugal, Austria e Inglaterra.
En abril de 1886 se declaró instalado el alumbrado eléctrico en la ciudad, con lo cual La Plata fue la primera ciudad de América del Sur con este servicio. El servicio era provisto en aquel entonces por la Brush Electric Company.
El 20 y 24 de agosto de 1887 fueron inaugurados los servicios de telegrafía y telefonía de la ciudad. Las líneas telefónicas habilitadas posibilitaban las comunicaciones con las ciudades de Buenos Aires y Ensenada.
A La Plata se la apoda frecuentemente como la “Ciudad de las Diagonales” y en menor medida como la “Ciudad de los Tilos”.
Esta ciudad planificada es reconocida por su trazado, un cuadrado perfecto con el “Eje Histórico” conservado hasta hoy en forma intacta; al igual que el diseño sobresaliente de las diagonales que lo cruzan formando rombos dentro de su contorno, bosques y plazas colocados con exactitud cada seis cuadras. Otros estudiosos marcan como detalle el hecho de que tanto las diagonales como las calles principales forman los contornos de un compás y una escuadra, dos símbolos básicos de la masonería. Cabe aclarar que Dardo Rocha y Pedro Benoit eran Hermanos Masones.


La Catedral neogótica


Fue proyectada por el Departamento de Ingenieros de la provincia de Buenos Aires, al mando del ingeniero Pedro Benoit, correspondiendo los dibujos al arquitecto Ernesto Meyer, colaborando con ellos el arquitecto Emilio Coutaret. Para su construcción fueron inspiración las catedrales de Amiens (Francia) y la de Colonia (Alemania). Presenta un estilo neogótico. La piedra fundacional fue colocada en 1884, situándose el acta de fundación en una urna de cristal junto con monedas de plata y bronce, tarjetas y una medalla con la imagen del papa León XIII; la misma se halla en una caja de mármol negro en la cual se inscribió ANNO DOMINI 1884.
El 22 de diciembre de 1902 fue inaugurada la Parroquia Nuestra Señora de los Dolores, en el cincuentenario de la ciudad, comenzando a funcionar la Catedral como templo mayor el 19 de noviembre de 1932, fecha considerada como inaugural. Así quedaron abiertas al culto la Parroquia Nuestra Señora de los Dolores (en la planta baja) y la Iglesia de la “Cátedra”, bajo el patrocinio de la “Inmaculada Concepción”, en la parte superior del edificio.
A fines de la década de 1930, las obras de construcción de la catedral se interrumpieron por tiempo indefinido. De acuerdo con algunos estudios, los cimientos originales eran insuficientes para completar las torres y revestir la catedral de piedra, tal como estaba planeado en el diseño original.
A mediados de la década de 1990, tras sesenta años de haber interrumpido las tareas, la Unidad Ejecutora de las Obras de la Catedral anunció que el edificio sería restaurado y completado, y para ello se sancionó la ley provincial 11.861, en 1996. El 16 de febrero de 1998, el gobierno provincial a cargo de Eduardo Duhalde adjudicó la primera etapa a la Unión Transitoria de Empresas “Carner” y “Palma-Rol Ingeniería”. La obra de restauración y terminación de la catedral incluyó: reforzar los cimientos, detener el deterioro de los ladrillos y las juntas, completar las dos torres laterales, seis torretas, 200 pináculos, y 800 agujas y detener su derrumbe parcial, instalar un carillón de 25 campanas y sustituir la cruz de hierro del cuerpo principal.
La tarea se realizó utilizando técnicas muy modernas. Por ejemplo, el refuerzo de los cimientos se realizó mediante un sistema de micropilotaje de hormigón que se inyectó a través de pequeñas perforaciones.
Finalmente, se decidió no revestir el templo de piedra, sino dejarlo con ladrillo a la vista. Este arreglo le da a la catedral un carácter muy singular y diferente a otras catedrales neogóticas, y evoca el estilo gótico báltico, a veces llamado gótico de ladrillos.
El 20 de diciembre de 1998 se celebró la terminación de la fachada e instalación de los cristales del rosetón. El papa Juan Pablo II bendijo los trabajos. Las obras principales, incluyendo dos gigantescas torres de 112 metros de altura, concluyeron a fines de 1999, y un festejo de inauguración se realizó la noche de ese 19 de noviembre.


Progreso, educación, cultura y deportes…


El 3 de junio de 1887 se fundó el Club de Gimnasia y Esgrima La Plata, que comenzó sus actividades deportivas con los dos deportes que forman su nombre; la gimnasia y la esgrima.
En 1887 también se inició la construcción del viejo Teatro Argentino a cargo del arquitecto italiano Leopoldo Rocchi. Su construcción demandó cinco años, aunque se inauguró el 19 de noviembre de 1890 con la obra Otello de Giuseppe Verdi.
La primera línea de tranvía a caballo fue inaugurada en 1885 y era propiedad de Manuel Giménez. Su flotilla estaba compuesta por 8 coches cerrados, 10 jardineras, 25 zorras para carga y 254 caballos. Contaba con 53 empleados y tenía un promedio de 30.000 clientes por mes. Inicialmente recorría 16 kilómetros y llegaba hasta Ensenada.
El 8 de noviembre de 1892 se realizó el primer ensayo del recorrido del tranvía eléctrico con un trayecto bastante corto. Fue así que La Plata fue la primera ciudad de Sudamérica en tener un servicio de tranvía eléctrico.
En 1897 el senador Rafael Hernández fundó la Universidad Provincial de La Plata, que sería nacionalizada en 1905 por el doctor Joaquín Víctor González. El 4 de agosto de ese mismo año se fundó el Club Estudiantes de La Plata. El crecimiento demográfico de La Plata fue excepcional, llegando en 1914 a ser la tercera ciudad de la Argentina, sólo superada por Buenos Aires y Rosario.
Bajo la administración del presidente Marcelo Torcuato de Alvear (1922-1928), Enrique Mosconi, el presidente de la petrolera estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), construyó la destilería de La Plata, que fue la décima destilería más grande del mundo.


Un siglo después…


Al cumplirse el centenario de la fundación de La Plata, la piedra fue exhumada, constatándose la existencia de la caja de piedra con tapa de mármol de Carrara.
Fueron extraídas de la caja de madera 278 medallas y monedas, depositadas por los fundadores. De la redoma de cristal que se encontraba, al igual que el cofre de plomo, lleno de agua, se recuperaron gran parte de los documentos allí depositados. Actualmente estas reliquias se pueden ver en el Museo Archivo Dardo Rocha.
En el centro de la Plaza Moreno se han depositado los nuevos dones legados como mensaje a la conmemoración del bicentenario de la ciudad. La nueva redoma contiene siete mensajes: una fotografía aérea de Plaza Moreno; un ejemplar de 1a Crónica del Centenario, escrita por el Dr. Miguel Szelagowski; un ejemplar del diario El Día y, un ejemplar de La Gaceta, ambos del día 19 de noviembre de 1982; y 231 medallas de organismos oficiales y entidades civiles. La redoma fue colocada en una cápsula de acero de cierre hermético, asimismo se conservan las Actas de la Escribanía General de Gobierno que se refieren a los actos realizados durante el año 1982.
            Además de los actos concretados para celebrar el centenario de la ciudad, se emitió un sello postal en el cual se destacaban el Palacio Municipal, la Catedral, Museo de Ciencias Naturales y el Observatorio.





                        El diseño y trazado de La Plata estuvo influenciado por diferentes miembros de la masonería, de hecho, se sostiene que en el plano de la ciudad se pueden observar símbolos masónicos como el compás, la escuadra y la plomada.