miércoles, 6 de mayo de 2020

Federico Urioste, el innovador

Federico Urioste, el innovador


Por Eduardo Agüero Mielhuerry


El ancestro más antiguo de los Urioste del que se tenga algún registro documental es don Cosme de Urioste, que nació en San Jorge de Santurce, Vizcaya, hacia 1665.
Julián Félix Urioste de la Campa nació el 19 de agosto de 1791 en San Juan de Somorrostro. Era hijo de Manuel de Urioste Escobal y María Asunción de la Campa Foncerrada, y tuvo dos hermanos: Manuel María y María Benita Paula. Siendo muy joven, el vizcaíno decidió viajar al Río de la Plata a buscar fortuna y, tras establecerse en Buenos Aires, se convirtió en muy poco tiempo en un importante comerciante.
En pleno corazón de la ciudad fue quien mandó a construir la primera casa de tres pisos edificada en Buenos Aires, conocida como “los altos de Urioste”, situada entre los altos de Riglos y el cruce de calles, a escasos metros de la Plaza de la Victoria (actual Plaza de Mayo).
Rodeado de un círculo influyente y con sobrados méritos comerciales, formó parte del Directorio del Banco de la Provincia de Buenos Aires y del Banco Nacional.
El 9 de septiembre de 1820 contrajo matrimonio con Ramona Victoria Fernández de Molina y González (nacida el 23 de diciembre de 1801 en Buenos Aires, hija de Don Juan Fernández de Molina y Obregón, natural de Asturias, y María Ramona González de Noriega y Gómez; falleció el 17 de noviembre de 1883).
Tuvieron siete hijos: Juana Ramona (nacida el 23 de junio de 1821); Carlos Juan del Corazón de Jesús (nacido el 7 de enero de 1824, fue diputado nacional, fundador de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires; contrajo matrimonio el 29 de agosto de 1857 con Máxima Rubio Molina); Victoria (nacida el 20 de diciembre de 1825, contrajo matrimonio con Mariano José Casares y Rodríguez Rojo el 24 de octubre de 1842, murió el 9 de abril de 1850); Federico; Ramón; Félix y Dolores (nacida en 1836).
Transcurrían los últimos meses de 1835 cuando, regresando a la ciudad, dos pendencieros, quizás borrachos, quizás superados por la envidia ante la fortuna amasada por don Julián F. Urioste de la Campa, en un suceso por demás confuso, lo hirieron gravemente, provocándole la muerte en pocos minutos.
Durante el velatorio, que encontró a Ramona Victoria embarazada de su séptimo hijo (una niña a la que bautizaría y de alguna manera marcaría con el nombre de Dolores), la sorpresa la invadió aún más cuando, en la capilla ardiente improvisada en su hogar, se apersonó el mismísimo general Juan Manuel de Rosas (quien asumiósu segundo mandato como Gobernador bonaerenseen abril de  ese año). Él le dio el pésame y prometió capturar a los delincuentes que habían desatado la tragedia.
Lo más curioso a destacar de la situación es que la familia no se hallaba vinculada al rosismo, empero la presencia del General marcó a las claras la importancia y el peso social de don Urioste.
            Al poco tiempo los asesinos fueron hallados y ajusticiados.


Federico Urioste Molina


Federico Urioste Molina nació en Buenos aires en 1827. Siendo muy joven siguió los pasos de su padre y -a la muerte de éste-, llevó adelante importantes negocios ganaderos.
El 20 de mayo de 1862, contrajo matrimonio en la ciudad de Buenos Aires con Balbina de las Mercedes Ramos Basomba (nacida en Bs. As. el 30 de marzo de 1836, hija de Don Juan Ramos y Juana BasombaSilveyra).
Tuvieron seis hijos: Eduardo (26 de septiembre de 1857 – 15 de enero de 1908), Máxima Elvira (2 de septiembre de 1864 – 12 de diciembre de 1933), Federico Félix, Leonardo Ricardo (6 de noviembre 1868 – 15 de mayo de 1869), Héctor  y Ernestina (26 de mayo de 1871 – 9 de mayo de 1948).


El futuro Intendente

Federico Félix UriosteRamos nació en Buenos Aires el 8 de noviembre de 1867.
Desde pequeño dedicó su vida a aprender todo lo referido a los negocios rurales, dado que las múltiples inversiones de su padre así lo demandaban. Su principal punto de referencia era la Estancia azuleña “La Dolores”, a la cual no sólo explotaban con excelentes rindes sino que también la empleaban como lugar de descanso para pasar largos y agobiantes veranos, cuando no viajaban a Europa.
Siguiendo la tradición trazada por su padre, Federico Urioste fue un destacado dirigente ruralista e integró la Sociedad Rural de Azul, aunque -al contrario de su hermano Héctor-, sin ocupar ningún cargo.
Federico nunca contrajo matrimonio, sin embargo, convivió durante muchos años con la que sería la madre de su único hijo, Eusebia Lucero. El niño, que nació en Azul el 19 de enero de 1902, fue bautizado como Héctor Félix Urioste Lucero.


Un conservador en el Palacio Municipal

           
            En diciembre de 1902, se realizaron en Azul comicios para la elección de un nuevo Intendente. Empero los sucesos tuvieron un complejo devenir.
            Hubo dos lugares de votación. Por un lado, mediante el uso de armas de fuego para intimidar, un grupo se reunió en el recinto del Concejo Deliberante. Al mismo tiempo, las autoridades “salientes” se reunieron en el Despacho del Intendente, con el Dr. Ángel Pintos encabezando el grupo.
La decisión fue compleja, sin embargo, del segundo grupo, de marcada línea conservadora y sin la absurda necesidad de recurrir a la violencia -como sí lo hicieron los opositores-, eligieron a don Federico Urioste como intendente y a Manuel Castellár como presidente del Concejo Deliberante.
            El 1 de enero de 1903 asumieron las flamantes autoridades, tocándoles conducir la Comuna en un período sumamente complejo. El 3 de agosto del mismo año, la Suprema Corte de Justicia convalidó las elecciones en las que habían obtenido el triunfo los miembros del Partido Republicano. Poco después, acontecieron nuevos comicios en los que se contabilizaron 299 votos, 210 de los cuales fueron emitidos en favor de los republicanos Ángel Pintos, Eufemio Zavala y García, Antonio Aztiria, Joaquín López, y Carlos S. Ramírez, quienes se convirtieron en miembros del cuerpo deliberativo.


Fiat Lux (Hágase la luz)


En los albores del nuevo siglo, en Azul comenzó a gestarse la idea de dar un salto cualitativo en cuanto al desarrollo urbano de la ciudad.
            El pueblo (devenido en ciudad a partir de 1895), había transitado por diversos métodos para iluminar sus hogares y calles -tal como hacía referencia el periódico “El Porvenir”- pasando del alumbrado a velas -elaboradas desde 1875 por Lorenzo Piazza y luego en “La Estrella del Sud” de Lorenzo Piazza y Hermanos-, al de kerosene, llegando hasta el costosísimo intento de alumbrado a alcohol o bien el efímero y poco seguro gas.
La intención del Municipio era unificar toda la ciudad bajo el sistema de iluminación eléctrica, empero, dada la extensión de la misma, no fue fácil lograr unanimidad de criterio.
            En abril de 1902, siendo miembros de la Comisión de Obras Públicas del Concejo Deliberante don Matías B. y Miñana y el Dr. Ángel Pintos, se autorizó a la Intendencia a gastar hasta $ 4.000 moneda nacional para reformas de la Plaza Colón  e instalaciones del alumbrado a gas acetileno, para hacerlo extensivo luego al Palacio Municipal y a la Comisaría (que por entonces estaba en la misma manzana, sobre calle Belgrano).
“El Porvenir”, el 14 de abril de 1903, publicó una simpática pero a la vez durísima carta cuestionando la implantación del servicio eléctrico en la ciudad:
“¿Habrá gato encerrado? De tiempo en tiempo se pone sobre el tapete la cuestión del alumbrado eléctrico. Seríamos muy miopes si no quisiéramos ver que hoy en día es el alumbrado mejor, pero de esto a que sea una necesidad para Azul, hay una gran diferencia. Sobre todo porque se habla de la necesidad de que contribuya la Municipalidad con una gruesa suma de dinero y el vecindario, por acciones. ¿Está aquí el gato encerrado? ¿Y si no, porque querer mezclar a los vecinos en un negocio que se pondera como bueno? Creemos que para implantar el alumbrado eléctrico no es necesario recurrir a capitales europeos. Aquí hay capitales suficientes. Alguno está ya haciendo cálculos con la prima que le otorgarán si se hace el negocio, como pasó ya hace con otra persona iniciadora, cuando vino el representante de una casa de Buenos Aires.El público azuleño debe abrir bien los ojos y hacer oídos de mercader si se presenta en su casa algún propagandista, haciendo ver con papeles y muchas cifras que es lo mismo 8 que 80. Todavía está fresco el fracaso del alumbrado a gas, cuya cañería se encuentra perdida en nuestras calles.”
En la sesión del Honorable Concejo Deliberante del 16 de noviembre de 1903, presidida por Manuel Castellár se autorizó al Departamento Ejecutivo para llamar a licitación al servicio de alumbrado público a luz eléctrica, de acuerdo con el pliego de condiciones ya aprobado y para estudiar las propuestas que se presenten.
El intendente Federico Urioste demostró que los recursos municipales eran insuficientes para el cambio inmediato del sistema, sin embargo, el concejal Squirru planteó que de todas formas debía llamarse a licitación mientras se obtenían los fondos de acuerdo al nuevo presupuesto. Al mismo tiempo se convocó para el 25 de noviembre a una Asamblea de Mayores Contribuyentes (Naulé, Ruiz, Louge, Dietrich, Piazza, Lafontaine, Diffenbacher, Tejedor, Vigna, Duprat, entre otros), a fin de sancionar un aumento en el impuesto al alumbrado. Tras varias idas y vueltas, se planeó dotar a buena parte de la ciudad de luz eléctrica, instalando unos 900 focos de arco voltaico, manteniendo, de todas maneras, el sistema a querosene para “las afueras del pueblo”.
Tras el llamado a licitación efectuado por la Municipalidad, se presentaron cuatro firmas. De las propuestas, es interesante resaltar algunos puntos de la presentada por Ángel Brumana, que finalmente resultó el elegido: “Se proyecta construir un edificio sólido, en mampostería, dimensiones suficientes para instalar la maquinaria actual y previsto para futuros aumentos. Chimenea de material y de dimensiones suficientes para una capacidad triple de la maquinaria que a la presente se instalará. Para empezar se instalarán dos motores, cada uno capaz de desarrollar 175 caballos efectivos de fuerza. Los motores serán fabricados por la casa Franco Tosi de Legnano (…). Directamente acoplado a cada motor habrá una dínamo a corriente continua de 120 Kw. de capacidad fabricada por una firma de Berlín (…). Se colocarán dos calderas multitubulares, inexplosibles, de la casa Franco Tosi de Legnano. La red de alimentación y distribución de la corriente será aérea del sistema trifilar. Se colocarán 3 alimentadores de diferentes sesiones cada uno de los cuales alimentará un circuito de distribuidores. (…) Tanto los alimentadores como los distribuidores y red propiamente dicha serán aislados sobre aisladores de doble campana. Estos serán soportados por ejes de hierro sobre ménsulas de hierro colocadas en las paredes o en postes. Estos serán de madera, debidamente cepillados, pintados y empatillados con madera de quebracho, colocados en el piso con Pórtland y ladrillos. Las suspensiones de las lámparas de arco se harán con cable metálico, roldanas y torniquetes, fijados en las paredes o columnas (…).”.
Reunido nuevamente el Concejo Deliberante, el 28 de diciembre, marcando cierta tirantez con el Ejecutivo, los concejales Enrique Squirru, WalterioGrant y Enrique Frers plantearon que la decisión de aceptar o no los presupuestos corría pura y exclusivamente por el cuerpo legislativo, desestimando con un tono bastante despectivo la intervención con buenas intenciones del intendente Urioste. Empero, se aceptó la participación del ingeniero Jorge Newbery, quien presentó un extenso informe aconsejando la propuesta de Brumana, a pesar de que su pensamiento apuntaba a la municipalización del servicio (imposible en nuestro medio dadas las razones expresadas por el Intendente).
            La totalidad del Concejo (integrado entonces por Castellár, Squirru, Vázquez, Albizu, Ávila, Pourtalé, Frers, Grant y Portarrieu), el 29 de diciembre de 1903 aceptó un contrato con la Compañía Brumana y Esteguy, contrato el cual se firmó ante el escribano de La Plata, Alberto Consela.
            Todo hacía suponer que el año venidero iba a traer gran prosperidad para la ciudad, sin embargo, algunos, un tanto pesimistas publicaban cuestionamientos como el de “El Porvenir” del 29 de marzo de 1904: “Bien sabemos nosotros que el afortunado empresario de la luz eléctrica tendrá que presentar alguna solicitud pidiendo prórroga por fuerza mayor, porque es sabido que la mayoría de ellos lo hacen. A Brumana le empiezan a salir los obstáculos para que también se vea obligado a hacerlo, y hasta parece que alguna maldición pesa sobre don Federico(Urioste), a fin de que no mueva este año la palanca que regule la corriente eléctrica alumbrar a Azul de ese modo. Ya saben nuestros lectores que el empresario anduvo un tiempo tanteando varias manzanas que le parecían buenas para edificar la Usina y no ignora que varios propietarios desalmados tratan de cobrarle esas manzanas a precio de oro, hasta que Petronila Buzzaca le vendiera en Buenos Aires (luego Gral. Uriburu, actual Int. Prof. Rubén C. De Paula) y 9 de Julio. Ya estaban por escriturar cuando se les antoja, desde La Plata, devolver el título, diciendo que es nulo, por falta de transcripción en el nombramiento del Intendente. Como el Sr. Ángel Brumana tendría que presentarse pidiendo prórroga, unimos nuestra influencia que es mucha, hacia don Federico, a fin de que este acuerde el plazo que solicite para construir la Usina”.
            Y, efectivamente, el 16 de junio de 1904, ante el secretario del Concejo Deliberante, Eduardo G. Darhanpé, el señor Ángel Brumana solicitó una prórroga para librar al servicio público el alumbrado eléctrico.
            Empero los periódicos no daban tregua (“El Porvenir” 24 de julio de 1904): “Pasada la una de la mañana, ya no se encuentra encendido sino uno que otro farol a querosene, en distancias, a veces de seis cuadras, por cualquier lado que se mira. Esperanzas en Brumana”.
            Al mismo tiempo, daban cuenta del paso del ingeniero Newbery por nuestro medio: “… Hubo estos días en el Azul un Ingeniero llamado por la Intendencia para inspeccionar las instalaciones del alumbrado eléctrico y las causas de sus deficiencias, para poder luego la Municipalidad, estar munida de razonamientos para hacerle cumplir obligaciones a la Empresa. No dimos la noticia en su momento por no recomendarlo la discreción, debido a sospecharse la existencia de algún tapado que servía a la empresa para hacer de ese servicio un negoción. El Ingeniero ha llegado, ha visitado “a la tal dama”, pero no por eso ha experimentado en sus “execrables servicios”, alivio benéfico alguno, como puede deducirse del comportamiento de anoche de la Empresa, que dejó al vecindario a oscuras, en medio de “horribles contorsiones”.”
            Con las demoras imaginables, hacia fin de año, el periódico “El Imparcial” el 26 de octubre de 1904 informaba: “Continúan con toda actividad los trabajos de instalación de la Usina Eléctrica. Dentro de pocos días quedará instalada la red de calles que unirán a las dínamos con los 110 focos que han de funcionar. La maquinaria se instala con gran prolijidad. La Empresa cree que antes de un mes y medio empezará el servicio. Hemos leído en un importante diario porteño y en una revista técnica que las instalaciones eléctricas de campaña más perfectas, del punto de vista de la maquinaria y demás son las de Tucumán y Azul. Contestando a las preguntas que dirige un vecino de la Av. Mitre, le hacemos saber que los pilares que sostendrán los focos en esa avenida deben ser de fierro pero de distinta forma de los que estaban colocados en Plaza Colón”.
            Con entusiasmo, el mismo periódico comunicaba el 1 de diciembre: “Han comenzado con resultado satisfactorio los ensayos de luz eléctrica. Los focos encendidos las últimas noches han funcionado sin tropiezos dando una luz clara, fija y bastante intensa. Los ensayos se prolongarán un par de días y luego empezará el servicio público que recibirá la Intendencia. Se habla de organizar una pequeña fiesta para conmemorar el feliz acontecimiento”.
            Seis días más tarde, el señor Ángel Brumana se dirigió mediante nota formal al intendente, Federico Urioste, manifestándole que la instalación del alumbrado público que constaba de 109 focos estaba terminada y que después de varios ensayos diarios efectuados desde el 29 de noviembre, que habían durado hasta las 12 de la noche con un resultado satisfactorio como era público y notorio, la empresa, por lo tanto, consideraba poder librar el alumbrado al servicio público.
Respaldando la decisión tomada por el Concejo Deliberante y el Departamento Ejecutivo, aunque el primero pretendiera desacreditar la importante injerencia en el asunto del segundo, el ingeniero Jorge Newbery, asesor técnico de la Intendencia manifestó en un extenso informe que el precio de la Empresa Brumana no podía ser más módico y agregaba “… Leyendo las tarifas de la Cía. Alemana de Buenos Aires, paga por cada foco igual a los nuestros $ 23,26, y si se tiene en cuenta la diferencia de flete de los motores de la Usina y sobre todo del carbón, resulta que en Azul se paga relativamente la luz más barata que allí, pues la diferencia de precio en el carbón cuesta $ 6 más por tonelada. Deducida esa diferencia, cada foco resultaría a $ 21,30, dos pesos menos que en Buenos Aires.”.
A pesar de los inconvenientes acaecidos, de las duras críticas del periodismo, de las quejas de algunos vecinos y del necesario reajuste de las tarifas, la Compañía “Brumana & Esteguy” continuó creciendo, ocupándose de la ejecución de las instalaciones interiores de los domicilios a precios módicos y brindando un servicio que fue mejorando su calidad con el paso del tiempo, además de incorporar, por ejemplo, una nueva caldera, con una potencia de 300 caballos, nuevas dínamos y maquinaria europea...


Ángel Pintos marcando la agenda local

           
            Durante la primera sesión del Concejo Deliberante, acaecida en febrero de 1904, el concejal Ángel Pintos mocionó para que se lleven a cabo todas las acciones tendientes a impedir un nuevo atropello institucional, dado que se hacían cada vez más fuertes los rumores sobre una nueva intervención provincial en la Municipalidad de Azul.  
            En otra sesión del mismo año, el Dr. Pintos expresó su profunda preocupación por el agua que consumía la comunidad de Azul, resaltando “…los enormes perjuicios que causa al vecindario el consumo de aguas pluviales y de la primera napa…” y luego de hacer algunas consideraciones científicas al respecto de dichas aguas que constituían un serio peligro para la salud pública explicó “…la urgencia de establecer el servicio de aguas corrientes, aún a costa de cualquier sacrificio”. Fue entonces cuando el Concejo Deliberante aprobó la Ordenanza N° 682 que luego fuera promulgada por el intendente Urioste.
La disposición resaltaba: 1° “Habiendo demostrado la ciencia y comprobado la experiencia que la primera napa de agua alojada en las capas superficiales del suelo es alimentada por las aguas pluviales que arrastran en su corriente gérmenes microscópicos y sustancias orgánicas que engendran, las primeras enfermedades infecciosas y las segundas padecimientos gastrointestinales actualmente endémicos en nuestra población que se sirve de ese vehículo para su alimentación”.
2° “Que existe en nuestro suelo una segunda napa de agua denominada semisurgente exenta de contaminaciones superficiales y que la química y análisis bacteriológicos reputa apta para la alimentación por su carencia de las referidas sustancias”.
3° “Y considerando que es un deber de las Municipalidades velar por la salud pública, haciendo toda clase de sacrificios para alejar toda causa comprobada de mortalidad en la población”.
Repentinamente comenzaron a darse sucesivos y graves casos de escarlatina, sarampión y difteria. Frente a esto, el Dr. Ángel Pintos mocionó para que se clausuraran los establecimientos educacionales y hacer en ellos pozos semisurgentes. Asimismo, propuso que un grupo de médicos y vecinos informados en la materia realicen visitas domiciliarias para detectar focos infecciosos.
En el mismo sentido, preocupado por el decadente sistema de recolección de residuos domiciliarios, propuso la construcción de seis carros cerrados para recorrer la ciudad. Por otra parte, mocionó para reforzar la limpieza de los terrenos baldíos dispersos a lo largo y ancho de la ciudad.
Todo lo propuesto por el Dr. Ángel Pintos fue ejecutado con premura por el Departamento Ejecutivo, lo cual llevó a evitar males peores.


La libertad que nunca llegó…

           
En 1904, la Liga Patriótica Azuleña le comunicó al intendente Federico Urioste(quien a su vez formaba parte de la misma como un destacado tirador), la realización del “Primer Campeonato Provincial de Sociedades de Tiro” y concurso respectivo, a celebrarse el 9 de julio de ese año.
            Azul recibió con beneplácito la visita del Ministro de Guerra, el general Pablo Riccheri, quien asistió al campeonato organizado por la Liga y aprovechó la oportunidad para recorrer la ciudad. Atendido cordialmente por el intendente Federico Urioste, el militar le hizo al Jefe Comunal una propuesta sumamente interesante. El Ministro se comprometió a obsequiarle a la ciudad una estatua fundida en bronce de “La Libertad” o una obra en mármol, con el mismo nombre, cuya confección quedaría a cargo de la célebre escultora Lola Mora. La misma sería emplazada en el centro de la Plaza Colón (actual Plaza San Martín), donde aún ostentaban majestuosidad las popularmente conocidas como “Las Nereidas” (modeladas por Carlos Dusio), debiendo la comuna sólo pagar el pedestal.
En noviembre de 1904, la tucumana visitó nuestra ciudad para tomar dimensiones e “inspirarse” para llevar adelante la escultura. Sin embargo, por razones desconocidas, la estatua nunca llegó, y el por entonces principal espacio verde de la ciudad continuó con sus “obscenas” esculturas, las cuales sobrevivieron muy poco tiempo más…


Los tiempos duros…


En enero 1905 don Federico Urioste traspasó el mando al Dr. Ángel Pintos, quien había sido nuevamente electo intendente por el “Comité Popular”, de extracción mitrista.
Aquellos conflictos que siempre habían estado latentes durante la administración de Urioste -quien con su carácter conciliador había logrado en algunos momentos apaciguar los ánimos-, se desencadenaron cuando los férreos opositores decidieron solicitar la impugnación de las elecciones ante la Justicia del Crimen.
El Juez de Paz dictó una rápida sentencia la cual no fue acatada por el flamante Intendente, quien en agosto fue injustamente detenido y “conducido preso por las calles”-pretendiendo menospreciar y vapulear su imagen pública.
Finalmente, el 14 de octubre de aquel año, Ángel Pintos renunció a su cargo, asumiendo interinamente como intendente don Eufemio Zavala y García (que había sido elegido Presidente del Concejo). Pero la situación continuó deteriorándose hasta que el 24 de junio de 1906 se llamó nuevamente a elecciones, las cuales fueron ganadas una vez más por Pintos.
Tras numerosas idas y vueltas judiciales, se designó así a don Manuel Aztiria como intendente y a don Eufemio Zavala y GarcíacomoPresidente del Concejo Deliberante. Empero la Suprema Corte de Justicia designó como Comisionado a Carlos Vega Belgrano. 
El 26 de noviembre se realizó una nueva sesión en el recinto del Concejo, la cual tomaría un rumbo insospechado y dramático. Sin ningún fundamento, salvo un absurdo entredicho, uno de los presentes –identificado con “la barra” opositora- comenzó a disparar a mansalva.
Hubo varios heridos y dos muertos: Miguel “Marota” Biggi (quien inició los disturbios) y el Presidente del Concejo. La policía, que arribó “tarde”, se llevó a varios detenidos, pero todos recuperaron luego la libertad.
Los restos del Presidente del Concejo Deliberante descansan en el Cementerio local y su epitafio dice: “Eufemio Zavala y García. Murió en cumplimiento del deber. Homenaje de la Municipalidad de Azul”.
Desde entonces, el gobernador bonaerense Marcelino Ugarte, quien de por sí era adicto a controlar férreamente el poder a través de cualquier estrategia "caudillista", dispuso el nombramiento de comisionados en Azul. Incluso su sucesor, Ignacio Darío Irigoyen, continuó con su misma política de manejo territorial.
Esta actitud provocó en la comunidad un profundo rechazo lo cual derivó en la conformación de una “Comisión de Fomento”. Ésta culminó dando origen al “Partido Popular”, el que contaba entre sus filas con prestigiosos profesionales, estancieros y comerciantes, destacándose: Federico Urioste, Aquiles Pouyssegur, Evaristo Giménez, Juan P. Sarthou, Enrique Squirru, Luis Arieu y Eduardo Naulé, entre muchos otros. El principal referente de este prestigioso grupo fue el reconocido martillero Manuel Castellár.
En enero de 1911 el “Partido Popular” se consagró alcanzando la mayoría en el Concejo Deliberante y pudiendo, por ende, elegir intendente.
El Gobierno municipal quedó encabezado por Manuel Castellár, quien tuvo entre sus funcionarios y concejales a destacadas personalidades azuleñas como Paulino Rodríguez Ocón, Enrique Squirru, Federico Urioste (Defensor de Menores), Pedro Guiraut, Juan Lacoste, Eduardo Elizalde y Juan M. Navas. Médicos, abogados, comerciantes, periodistas y productores agropecuarios, entre otros, daban cuerpo a un Poder Ejecutivo de ideologías "conservadoras intermedias", que tenía como destino marcado constituirse en la única salida válida ante tanto descontrol y desequilibrio en la administración y la economía municipal.


La pasión por los caballos


            La consolidada posición económica de Federico Urioste lo llevó a ser uno de los pocos vecinos azuleños en tener automóvil, justamente en una época en la cual un vehículo era un verdadero distintivo social.
El 14 de agosto de 1912, poco después de las 9 de la noche, reunidos en la casa conocida como “Pensión Italia”, los señores Manuel F. Campos, Francisco O. Pourtalé, Gervasio Mentasty, Belisario Zapata, Luis Saint Germes, Emilio Vázquez, Héctor y Federico Urioste, Nicolás Navas, Carlos S. Duprat y Pedro Guiraut, entre otros, resolvieron fundar un centro social y a la vez asociación tendiente a cooperar y  propender al mejoramiento de la raza caballar, centro al que denominaron“Jockey Club de Azul”, adoptando los estatutos del Jockey Club de Buenos Aires.
Resultó electo presidente César A. Reyes, siendo sus vice y vice segundo don Héctor Urioste y Francisco O. Pourtalé respectivamente. El primer secretario fue Carlos S. Duprat y el tesorero Emilio Vázquez.
Los hermanos Urioste compartían una especial afición por las carreras de caballos y todas las actividades referidas a lo hípico, de las cuales, nuestro Hipódromo era epicentro en la provincia de Buenos Aires. Héctor, cuando su actividad como representante de la “Casa Bullrich” se lo permitía, era el más asiduo concurrente y un fuerte apostador, lo cual le acarrearía serios problemas económicos a los que su hermano Federico respondió con celeridad.


El sueño de un Intendente concretado por otro…


El Mercado Municipal, al cual se lo calificara como “uno de los mejores en la provincia en el concepto de la estética y de la higiene, que llenó una premiosa necesidad de la comuna y borró para siempre la nota ingrata del barracón inmundo y mal oliente”, se constituyó en un ícono de la gestión del intendente Manuel Castellár.
En sus Memorias, Castellár decía: “El Mercado Municipal que ostentaba en el centro de la ciudad como una nota discordante en medio de nuestros progresos urbanos, debía desaparecer en homenaje a la salud pública y la estética. El viejo mercado no reunía las más elementales comodidades y era absolutamente reducido, sucio, mal ventilado, impropio en todo sentido del objeto a que estaba destinado. Por otra parte no admitía reforma de ninguna especie y todo gasto que se hubiera hecho en el sentido de mejorar su mal estado, hubiera sido gastar dinero”.
El Intendente presentó un proyecto que se basó en uno perteneciente al ingeniero Domingo Selva y planificado durante la administración del intendente Federico Urioste, el cual era “cómodo y estético” y “no monumental”. En consecuencia, Castellár planteó llevar adelante este modesto pero amplio local, extendido en dos alas perpendiculares desde la esquina de las calles San Martin y 25 de Mayo, donde los puestos serían colocados simétricamente, cada uno con el espacio requerido y suficiente.
A cargo de la obra estuvieron los señores Zone y Brumana. Después de un año de labor, el mismo Castellár, como Comisionado, tuvo el orgullo de inaugurar el moderno Mercado Municipal el 16 de febrero de 1913, sin olvidar nunca que el proyecto original le perteneció a su antecesor, quien fuera invitado especialmente a la inauguración.


Una siesta eterna


El año 1929 estaba llegando su fin. El mundo entero se veía sacudido por una de las mayores crisis económicas de la historia. Sin embargo, la vida de los Urioste se encaminaba en otro sentido, distendida entre estadías en la Capital Federal o el campo.
Por entonces, mediante diversas cartas, Héctor Félix le contaba a sus padres que presentaría en la familia a la que sería su futura esposa, Marta Clara Cabral, a quien había conocido en el “viejo continente”, y en breve estarían de regreso en la Argentina para concretar la boda.
Por estos pagos, un caluroso verano agobiaba a la ciudad, empero en el campo, entre la frescura de los árboles y el armonioso paisaje, la situación se hacía más llevadera.
Como próximamente la familia se reuniría en la Capital Federal, Federico y Eusebia prepararon un ligero equipaje y ante el agotamiento que él tuvo, decidió recostarse un rato antes de emprender el largo viaje.
Era el 30 de diciembre de 1929. En absoluta paz, Federico Urioste falleció en su estancia “La Dolores” mientras dormía la siesta…
            Sus restos fueron trasladados a la Capital Federal donde fueron velados y sepultados en el Cementerio de la Recoleta.
Unos meses más tarde, Héctor Félix contrajo matrimonio con Marta Clara Cabral el 20 de marzo de 1930, con quien tuvo dos hijos: Federico y Carlos Alberto.




INFORMACIÓN EXTRA:


Estancia “La Dolores”


En el año 1870, buscando nuevos horizontes, tres jóvenes amigos se adentraron en la pampa bonaerense para adquirir algunas extensiones de campo y procurar la explotación de las mismas. Ellos eran Manuel Fernández Llanos, César Adrogué y Federico Urioste Molina, quienes compraron una fracción de 5.049 hectáreas cada uno en la misma vecindad. En esas tierras fundaron respectivamente las estancias “San Manuel”, “La Ysidora” y “La Dolores”, propiedades que en su mayoría aún conservan las mismas familias. La fracción comprada por Urioste abarcaba las suertes 225, 226 y la mitad de la 229, las que habían sido anteriormente de Dionisio Villanueva, Justo Merlo y Rufina Ponce, respectivamente.
Federico le impuso el nombre de “La Dolores” a su estancia como homenaje a su querida hermana, Dolores Urioste Molina de Casares, quien naciera unos meses después del homicidio de su padre.
En tan considerable extensión de campo, don Federico mandó a edificar una confortable vivienda a orillas del Arroyo Azul. Sin embargo, no habitó en ella por demasiado tiempo, pues en verdad, como hombre de mundo, prefería viajar -principalmente por Europa-, dejando que su administrador y sus hijos se ocupen de la estancia.
Su hijo, llamado igual, fue quien dio impulso y carácter a este establecimiento ganadero. Este trasladó el casco de la estancia, desde el primitivo emplazamiento, junto al Arroyo Azul, hasta el actual lugar, donde hizo construir la casa para la familia y plantar la notable y variada arboleda que la rodea. La casa, que tiene más de noventa años, ha sido muchas veces reformada, buscando en cada transformación líneas arquitectónicas más actualizadas y el máximo confort para vivir en el campo.
Federico Urioste Molina falleció en Tigre el 17 de febrero de 1893 y fueron sus herederos los que conservaron intacto hasta nuestros días aquél bello lugar.


Un amigo de “El Pueblo”


Federico Urioste tuvo a lo largo de su vida diversas inquietudes, las cuales lo llevaron a vincularse estrechamente con las instituciones de la ciudad y, asimismo, a trabar fuertes amistades como la que tuvo con Manuel Chans y Paulino Rodríguez Ocón.
La primera institución que los encontró trabajando codo a codo fue la “Liga Patriótica Azuleña”, la cual estuvo presidida desde sus comienzos por Chans. Fue precisamente la idea de construir un polígono de tiro la que unió a los periodistas con el estanciero. En la Liga también se congregaron personalidades como los señores Alejandro Brid, Ángel Pintos, Francisco Leyría, Héctor Urioste, Antonio Aztiria, Carlos Ángel Boll, Francisco M. Rodríguez, Isidoro Sayús, Belisario Zapata, Guillermo Purvis, Luis Dhers, Rosa Ávila y Pablo Laclau, entre otros.
Luego, el periódico local “El Pueblo”, del cual Chans fue su fundador (1890) y director, y Rodríguez Ocón redactor, se convirtió en una excelente herramienta de comunicación para los proyectos y las opiniones de la comunidad. Y cuando Urioste se convirtió en Jefe Comunal, supo hacer un buen uso de este medio para difundir buena parte de las obras de su gestión.
            Para marcar la estrecha amistad que existía entre los tres, es interesante destacar que, al fallecer Chans, el 6 de septiembre de 1904, su cuerpo fue velado en el domicilio de Rodríguez Ocón y el mismísimo Intendente, don Urioste, encabezó el cortejo fúnebre, el cual según crónicas de la época se extendió por más de ocho cuadras.


El consejero Newbery


Jorge Alejandro Newbery nació el 29 de mayo de 1875 en Buenos Aires. Fue un aviador, deportista, funcionario público, ingeniero y hombre de ciencia. Junto al mexicano Alberto Braniff y al peruano Jorge Chávez fue uno de los primeros aviadores iberoamericanos. Cabe destacar que es considerado como el artífice y fundador de la Aeronáutica Militar Argentina.
Fue Director del Servicio de Alumbrado de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires hasta el día de su muerte. Como funcionario público Newbery era partidario de la municipalización del servicio de alumbrado, en contra de lo que se realizaba por entonces que consistía en la concesión del servicio a empresas privadas.
En 1903/1904 se produjo en Buenos Aires un amplio debate sobre la conveniencia del sistema público o del sistema de concesión privada. Newbery participó activamente en dicho debate y llegó a escribir un extenso informe titulado “Consideraciones generales sobre la municipalización del servicio de alumbrado”, que fue publicado en los Anales de la Sociedad Científica Argentina, en los números de abril, mayo y junio de 1904.
Newbery también se dedicó al estudio de soluciones para la locomoción y tráfico en la ciudad de Buenos Aires, en 1908, proponiendo la eliminación de los tranvías e impulsando nuevas técnicas de transporte masivo.
El 1 de marzo de 1914, mientras se encontraba haciendo una demostración previa a cruzar la Cordillera de los Andes en el próximo mes, murió al caer su avión en el campo de aviación Los Tamarindos, como se conocía entonces a la actual zona de El Plumerillo en el distrito de Las Heras, Mendoza, al precipitarse a tierra en un avión Morane-Saulnier que él mismo manejaba. Tenía 38 años.


Dos intendentes en la familia


Alberto Ildefonso Casares y Urioste Molina nació el 23 de enero de 1855 en Buenos Aires. Sus padres fueron Sebastián Casares y Dolores Urioste Molina, ambos de familias de la clase alta porteña.
Contrajo matrimonio conIsabel Lumb, con quien tuvo cuatro hijos. Más tarde formó parte del Jockey Club y fue Intendente de la ciudad de Arrecifes, localidad en la cual su familia materna poseía una estancia y campos. Luego fue Director del Banco de la Provincia de Buenos Aires en 1886, Ministro de Economía de la Provincia de Buenos Aires durante el gobierno de Julio A. Costa, Legislador en la Sala de Representantes de la Provincia de Buenos Aires entre 1890 y 1892, Director de la Caja de Conversión e Intendente General de la Marina.
A fines de 1902 sucedió en su cargo a Adolfo Bullrich,convirtiéndose en intendente de Buenos Aires, cargo que conservó a lo largo de la última parte de la segunda presidencia de Julio Argentino Roca, hasta fines de 1904, cuando el cargo fue asignado a Carlos Roseti.
Durante su intendencia se destacan la inauguración del Monumento a Garibaldi en la Plaza Italia, el 19 de junio de 1904, con un gran acto público encabezado por el presidente Roca, con presencia del ex presidente Bartolomé Mitre, entre otros; y la realización del Segundo Censo Municipal (entre el 11 y el 18 de septiembre).
Reorganizó financieramente la ciudad, y también lo hizo en el terreno de la recolección de residuos. Entre numerosas medidas, una de las más destacadas fue el dictado de la ordenanza municipal que decretó que las calles Caseros, Garay, San Juan, Independencia, Belgrano, Corrientes, Córdoba y Santa Fe deberían prepararse para un ensanche que las transformaría en avenidas, en el tramo desde Entre Ríos - Callao hasta el Puerto. Las obras no se concretaron de inmediato, pero evidenciaron una interesante proyección de futuro para la Capital Federal.
Durante la presidencia de Manuel Quintana, en 1906, fue nombrado nuevamente como Intendente. Durante este breve segundo período, en mayo se compró a la financiera BaringBrothers la antigua Quinta Hale, que había pertenecido a la familia inglesa Hale Pearsons. El proyecto del intendente Casares fue el de proyectar un barrio de residencias palaciegas de la aristocracia, aprovechando la vista privilegiada que daba al lugar la barranca del Río de la Plata.
Fue contratado para ello el arquitecto francés Joseph Bouvard, Director de Parques de París, quien diseñó el trazado de calles y un pequeño belvedere que es hoy la Plaza Mitre. Se realizó el loteo y la posterior subasta con gran éxito, y comenzó la construcción de los palacios, de los cuales ya casi no sobrevive ninguno.Hoy el barrio se conoce con el nombre de La Isla.
Falleció el 9 de noviembre de 1906, a los 51 años, cuando aún ejercía el cargo.
Vale resaltar queAlberto Ildefonso Casares y Urioste Molina, era primo hermano de Federico Félix Urioste y Ramos, y ambos fueron respectivamente intendentes de la Capital Federal y de Azul, prácticamente en la misma época.


El hogar de los Urioste en Azul


          En 1931, Adolfo Bullrich, sobrino de don Federico Urioste, rediseñó para la viuda de su tío la propiedad ubicada en la calle Buenos Aires 468 (convertida en breve en Gral. Uriburu, actualmente Intendente Prof. Rubén C. De Paula), casa en la que más adelante instalaría por un tiempo una “sucursal” de su escritorio de remates y hacienda (el escritorio principal lo tenía en la ciudad de Buenos Aires). En la actualidad, en dicha propiedad funciona el Juzgado Federal N°1.



Federico Urioste



Entrada a la estancia "La Dolores"



Casa de "La Dolores"