domingo, 14 de junio de 2020

Manuel Vega Belgrano, comerciante

Los Belgrano y el Azul


Manuel Vega Belgrano, comerciante


Por Eduardo Agüero Mielhuerry


Manuel Vega Belgrano nació en Buenos Aires en 1813. Fue hijo del portugués Claudio Vega Torres y Josefa Belgrano Melián. Ambos contrayentes eran parientes; sin embargo, no se conoce ciertamente la filiación de Josefa. Algunos indican que era hija de Joaquín Cayetano Lorenzo Belgrano González –hermano del General- y de Catalina Melián y Correa, pero no se ha hallado documentación que confirme dicha afirmación. Otros sostienen que ese matrimonio no tuvo hijos biológicos y sí se ocuparon de la crianza del hijo sacrílego del canónigo Domingo Belgrano, Joaquín Eulogio Estanislao Belgrano. De acuerdo a estas posibilidades, de todas maneras, Manuel Vega Belgrano terminaría siendo a la postre sobrino nieto y/o yerno del general Manuel Belgrano.
Siendo muy joven, en 1836, Manuel se radicó en los incipientes pagos del Azul, donde abrió una pulpería para lo que obtuvo licencia, según consta, el 29 de julio de aquél año. Y luego un almacén de ramos generales, al que seis años después logró adquirir, teniendo patente en 1848.
Casi inmediatamente a su actividad comercial, comenzó a desarrollarse como productor agropecuario tanto en Azul como en lo que años más tarde sería el Partido de Olavarría, en la zona cercana entre Nieves e Hinojo.
Las suertes de estancia Nº 59 (“Las Catalinas”), 67, 213 y 274 alguna vez pertenecieron a Manuel Vega Belgrano. También él fue uno de los primeros interesados en la suerte de estancia Nº 70, más conocida posteriormente como “La Chumbeada”, solicitando a las autoridades pertinentes “para ubicarse”, tal como se expresaba por entonces la intención de poblar extensiones pertenecientes al Estado, aunque finalmente se mandó a escriturar en 1879 a favor de Andrés Fernández por transferencia de los herederos de Tiburcio Martínez.
Con su sencillo accionar y su don de gente, sumando su íntima amistad con Pedro Pablo Rosas y Belgrano –que en un futuro se convertiría en su cuñado-, logró cultivar estrechas relaciones entre los azuleños, quienes lo vieron contribuir con las más variadas propuestas que se ejecutaban en el pueblo. De hecho, vale como ejemplo de su vocación de servicio el hecho de que después de Caseros cedió gratuitamente su casa en Azul para Juzgado de Paz. Y, además, solicitó al gobierno provincial que los $300 que le correspondían por el alquiler fueran afectados a la construcción de una escuela.
Debido a su actividad comercial, Manuel viajaba con frecuencia entre Buenos Aires y Azul. Según sostienen, en aquella primera ciudad, habría sido el propio Pedro Pablo Rosas y Belgrano quien le presentó a su hermana paterna Manuela Mónica.


Amor…


Se desconoce cuánto tiempo duró el noviazgo entre Manuel y Manuela Mónica, pero lo cierto es que cuando ella contaba con 34 años de edad y él 40, el 30 de mayo de 1853, contrajeron matrimonio.
Tuvieron seis hijos: Gregoria Flora “Florita”; Manuel León; Manuel Félix; Carlos Manuel Silvano; Josefa Luisa Nicolasa; y Máxima Josefa del Corazón de Jesús “Pepita”.


Un nuevo templo para el Azul


El segundo edificio de la Iglesia de Azul, en evidente estado de ruina, fue de muy precaria construcción y no duró más de veinte años. Esta situación llevó al Jefe del Ejército de la Frontera Sud, general Manuel Escalada (cuñado del general José de San Martín), a plantear la necesidad de una nueva edificación.
            El presbítero Eduardo Martini, de nacionalidad italiana, llegó a Azul en febrero de 1862, coincidiendo su arribo con la conformación de una nueva Comisión “Pro Templo”, la que traería nuevos aires a la obra. La misma estaba constituida de la siguiente manera:

            Manuel B. Belgrano (Presidente), Eduardo Martini (Cura Párroco), Vicente Pereda, Alejandro Brid, Martín Abeberry, Juan Lartigo, Marcelino Riviére y Aureliano Lavie”.
           
El arquitecto Aurelio López Bertodano fue el director de la obra. El cura Martini informa a la Municipalidad que habiendo hecho traer de Europa candelabros, evangelios, cruces y flores, “adornos indispensables para solemnizar con decoro las funciones religiosas, y estando en la imposibilidad de sufragar los gastos que demanda la compra de dichos adornos, espera que la generosidad de la Corporación Municipal le facilite los fondos necesarios para tan laudable objetivo”.
            Aunque inconcluso, el nuevo templo fue inaugurado, según consta en el Libro de Actas de la Iglesia, el día 25 de marzo de 1863.
Aquél miércoles, con la celebración de la Santa Misa a las 11:30 de la mañana, fue bendecida la nueva parroquia azuleña.
El padre Eduardo Martini encabezó la celebración de la que participaron los miembros de la Comisión “Pro Templo”, de las fuerzas armadas, y numerosos vecinos.
La Comisión había estado encargada de la ornamentación interior, habiéndose comisionado Vicente Pereda para que adquiriera en Buenos Aires el altar de madera, tallado, y un púlpito del mismo estilo. La Municipalidad había contratado tallistas y doradores para la colocación y retoque del nuevo altar, donde había sido colocada la imagen de Nuestra Señora del Rosario, traída desde Italia por el Padre Martini, la misma que aún hoy preside el Altar Mayor de la actual Catedral.
El presidente de la Corporación Municipal y, al mismo tiempo, presidente de la Comisión “Pro Templo”, Manuel Vega Belgrano, dirigió finalmente algunas palabras a los presentes en el atrio de la iglesia, al tiempo que lo saludaban y felicitaban por el logro alcanzado.
El día de la inauguración parcial del tercer templo, lucían relucientes las flamantes Pila Bautismal y Fuentes de Agua Bendita donadas por el propio Manuel Vega Belgrano. Las piezas de  mármol veteado beige oscuro y blanco -que años más tarde fueron colocadas en la actual Catedral-, tienen la leyenda:

OBSEQUIO DE MANUEL B. BELGRANO-1863”

Cabe aclarar que el respetado vecino escribía Vega Belgrano o Bega Belgrano indistintamente.
El templo, en principio, “debió ser de tres naves, cinco altares, dos torres, techo de tejas, cielorraso de madera y piso de baldosas, con lumbreras o claraboyas y poseía un coro”. Nunca alcanzó a terminarse y poco antes de que se cumpliera una década de su construcción comenzó a mostrar graves problemas en los techos. De todas maneras se mantendría en pie hasta 1899, año en que se la demolería para dar lugar a la actual Catedral.


Los Catriel


Tras el fallecimiento de “El Viejo” Catriel, su sucesor fue su hijo mayor, también llamado Juan, conocido como “El Joven”.
Sus años de cacicazgo fueron conflictivos al igual que los de su padre, tocándole ver como sucesivamente los pueblos originarios iban siendo diezmados en reiterados enfrentamientos con “los blancos” quienes, sin prisa pero sin pausa, corrían lentamente las fronteras “un poco más allá”. De todas maneras, entre los representantes de los pueblos originarios pacíficos, que aceptaban las nuevas reglas de la civilización para contar con las garantías pactadas que salvaguardaban a sus tribus, se hallaba el cacique Juan “El Joven” Catriel.
Los catrieleros mantenían un fluido intercambio de productos con los azuleños y Manuel Vega Belgrano era uno de los principales representantes de los comerciantes del pueblo. De hecho, mantenía alguna correspondencia con el Cacique y, más allá de las formalidades, expresiones como “Mi estimado hermano” o “su hermano y amigo y S.S.S.” vertidas por la principal figura de la tribu -que se hallaba radicado en el Arroyo Nievas hacia 1864-, marcan el estrecho vínculo entre ambos.
El cacique Juan “El Joven” Catriel, en 1866, poco antes de su fallecimiento, dejó como heredero de su cacicazgo a su hijo mayor Cipriano con la aprobación de su tribu. El nuevo Cacique mantuvo el vínculo con Vega Belgrano y se mostró mucho más afín a las “comodidades” de la vida en el poblado, estrechando lazos con otros tantos azuleños.


Entre Azul y Buenos Aires…


Cuando enviudó, en 1866, dispuso que sus dos hijos, Manuel y Carlos, se sumaran al Seminario Inglés. Mientras que su hija “Florita” quedó al cuidado de sus primas Flora y Josefa. Él continuó viajando entre Azul y Buenos Aires…
Ante la inminente invasión que realizaría el cacique Calfucurá, tres vecinos en particular del Azul colaboraron con el general Ignacio Rivas. Inmediatamente el General procuró reforzar sus tropas recibiendo la ayuda de Manuel Vega Belgrano, Vicente Pereda y el doctor Alejandro Brid, quienes aportaron importantes sumas de dinero para dotar a las tropas de caballos y otros insumos.
Finalmente, gracias a la importante colaboración que recibiera, el general Rivas resultó vencedor de las tropas de Calfucurá, en la que se conocería como Batalla de San Carlos de Bolívar, desencadenada en 8 de marzo de 1872.


¡Adiós!


          Manuel Vega Belgrano falleció el 28 de febrero de 1875. Fue sepultado en el Cementerio de la Recoleta. Había nombrado albacea testamentario a Luis Belgrano Ramos y tutor de sus hijos menores.




(Museo Squirru)
Manuel Vega Belgrano