"La Pampa Florida" y una corrida de toros en pleno centro
Aniceto Angulo nació en
España en el año 1871. Llegó a nuestro país en 1886. Como muchos inmigrantes
trajo tantos sueños como ganas de prosperar.
Comenzó a trabajar como empleado de Gregorio Olaso en la ciudad de Tandil,
que resultara su primer destino.
En 1896, la firma “Gregorio Olaso y
Cía.” fundó en Azul la tienda “La Pampa Florida”. Apenas dos años
más tarde, gracias a su esfuerzo y tesón, el comercio pasó a manos de la firma “Alonso, Angulo, Ormazabal y Cía”; y
aunque temporalmente estuvo en manos de “Casas,
Villanueva, López y Cía.”, para 1911
era plena propiedad de Aniceto Angulo.
La gran tienda estaba ubicada en la calle Burgos Nº 451 esquina San Martín.
Con ritmo vertiginoso, “La Pampa Florida” progresó y se “instaló” en la
sociedad azuleña, destacándose por los ramos explotados y sus “instalaciones elegantes y vastísimo y
variado surtido”.
Asimismo, la tienda se consolidó con diversas ramificaciones como el “Bazar
del Teatro” situado frente por frente del local que ocupara “La Pampa
Florida” y de la Plaza Colón –actual Plaza General San Martín-, ocupaba un
local de 10 por 35 metros, comprendiendo en su vasto surtido todos los
artículos de bazar, librería, juguetería, joyería, relojería, objetos para
regalos, novedades, grafófonos y discos de las mejores marcas, taller de marcos
para cuadros y retratos, de los cuales tiene gran variedad de modelos, haciendo
en su taller de relojería, composturas en general de relojes, fonógrafos, etc.
La tienda “San Juan”, otra de las propiedades de Angulo, fundada por éste
en 1908, en Olavarría, ocupaba un edificio cuya superficie es de metros 13 por
34, en las calles Vicente López esquina General Paz, comprendiendo los ramos de
tienda, sastrería, zapatería, mercería, talabartería y anexos.
Por su parte, la sucursal de Cacharí, denominada también “La Pampa
Florida”, estaba instalada en un local de 25 por 25 metros, teniendo un surtido
completo de tienda, zapatería y talabartería.
El personal que ocupaba “La Pampa Florida” y sus sucursales, se componía de
más de 20 empleados.
“El señor Aniceto Angulo, que
vigila y dirige personalmente sus casas, goza de crédito en la Banca por su
honradez y de consideraciones en el partido por las excelentes cualidades que
adornan su persona, siendo miembro caracterizado de la colectividad española y
de la Sociedad Española de Socorros Mutuos (…) …animoso y emprendedor, desplegó
al instante sus energías, trabajando durante varios años en diversas casas
importantes del ramo, donde adquirió conocimientos y práctica suficientes para
desenvolverse por su cuenta, hasta llegar a formar parte de las sociedades que
más arriba mencionamos, y concluir por establecerse solo. Ha tenido, como es
consiguiente, que luchar mucho y trabajar para arribar a este resultado y
conquistar la posición desahogada que hoy disfruta merced a sus esfuerzos y energías.”.
Lamentablemente, en 1912, “La Pampa Florida” sufrió un descomunal incendio que
redujo sus instalaciones completamente a cenizas. Desde entonces, por muchos
años, el predio se mantuvo como un terreno baldío.
Sin embargo, hubo un tiempo en el que la esquina volvió a cobrar
protagonismo. “La Revista”, en su edición del 18 de abril de 1925 reproduce la
siguiente noticia:
“Espectáculo interesante.- Así titulábamos el que iba a ofrecer una
Empresa mediante la doma de potros y vacunos (vulgo corrida de toros).
Y a fe que fue de lo más
interesante que se haya presenciado en el Azul en cuestión de mieditis, chucho,
canguelo, pánico, etc. etc. Un torito se salió del redondel y visitó al público
que presenciaba el espectáculo. Fue este un momento que sólo una máquina de
impresionar películas podría describir en todos sus detalles… Tal fue la
algarabía y desorden que se posesionó de todos. El toro y sus mochadas astas se
veían por todas partes. Muchos llevan en su cuerpo cornadas imaginaris, pues,
cualquiera que atropellara en su afán de poner su vida a salvo, era un toro
para el atropellado… ¡Y fueron tantos!... Moretones, pantalones rotos, sacos
con grandes sietes, polleras rotas también… casi el fin del mundo.
Los toreros se hicieron humo con
semejante bicho… pero la ‘afición reaccionó’, y a la voz de ¡que lo maten! docenas
de revólveres descargaron sus balas, incrustándolas en el suelo… ¡tal era la
puntería! Y en el cuerpo del animal. Las primeras balas le enfurecían más,
hasta que fueron tantas las alojadas en su cuerpo que por fin quedó desplomado
y lleno de plomo, por estar materialmente cosido a tiros. Por un gran milagro,
ningún tiro fue a alojarse en algún cuerpo humano, lo que pudo muy bien suceder
en medio de tanta confusión. Hay que afirmar que no bajaron de 150 los tiros
disparados.
Hemos oído censurar docenas de
veces las corridas de toros en España. Por violenta que sea la muerte de un
toro allí, no lo será tanto como la realizada con el torito de la ganadería del
señor Irurzun, el Duque de Veragua azuleño, por la excelsa calidad de sus reses
lidiables.
Los que asistieron a la corrida
creemos no les habrá quedado ganas de tentar nuevamente la suerte. Fue
demasiado general… la corrida…
La pista o redondel era reducido;
las barreras bajas; el sitio demasiado céntrio. La víspera antes de la corrida,
oímos decir a un joven que el toro iría a tomar chocolate en el “Tokio”. No
erró por mucho...”.
El 12 de abril de 1969, llegó la noticia a Azul –que reprodujo “El Tiempo”- que la casa central del Banco de la Nación Argentina tenía previsto construir un nuevo edificio para la sucursal Azul en el terreno de la esquina sur de San Martín y Burgos. Poco tiempo después fue inaugurada.