La batalla que ganó el Balneario
Paseo requerido por los azuleños durante todo el año,
pero en particular durante el verano, el Balneario Municipal cuenta con una
intrincada historia de numerosos antecesores y un conflicto inesperado con la
Iglesia.
Por Eduardo Agüero
Mielhuerry
La Piedra Fundamental del Seminario Diocesano debería haber sido
colocada en la chacra “Santa Elena”, ubicada en la margen
izquierda del Arroyo a pocos metros de cruzar el puente San Benito. Sin embargo,
como los días previos a la ceremonia habían sido de mal clima y con importantes
precipitaciones, la prolongación de la calle Colón –actual avenida Carlos
Pellegrini- era verdaderamente intransitable. Ante este inconveniente y para
evitar cualquier disgusto frente a los ilustres visitantes –entre ellos el
Vicepresidente de la Nación-, el padre César Antonio Cáneva decidió realizar el
acto de Bendición de la Piedra, el 12 de octubre de 1939, en el
atrio de la Iglesia Catedral Nuestra Señora del Rosario, mismo día en
que se concretó la inauguración formal de la Plaza San Martín remodelada de la
mano de Francisco Salamone.
La celebración fue magnífica. Sin
embargo, aquello fue la prueba cabal de que la batalla estaba perdida antes de
comenzar. Prácticamente al mismo tiempo, desde diversos sectores de la
comunidad y con el apoyo de la propia municipalidad, surgió la idea de crear en
el Paraje San Benito un balneario…
Cuando el año estaba a punto de
culminar, los trabajos que comenzaron a ejecutarse en la costa oriental del
Arroyo, a pocos metros del puente San Benito, demostraron el vehemente interés
de los vecinos por concretar un espacio recreativo para poder pasar el caluroso
verano.
Hasta entonces, Azul supo de
numerosos intentos previos, en distintos puntos del recorrido del Arroyo al
atravesar el casco urbano. Sin embargo, este nuevo proyecto estaba destinado a
ser el último y definitivo.
Indudablemente, monseñor Cáneva
fue plenamente consciente de los contratiempos que implicaban para su
obra la iniciativa impulsada por el intendente Luis Hugo Mauri y
numerosos vecinos. En consecuencia, y buscando terminar de antemano con los
posibles conflictos, Cáneva decidió buscar otro lugar como alternativa para su
magnánimo proyecto…
La
ironía como arma de doble filo
Formalmente el Balneario fue inaugurado el “Día de Reyes” de 1940. Sin embargo, desde tiempo antes ya se
usaban sus instalaciones a medida que los vecinos iban acrecentándolas con
numerosas donaciones.
Con su particular ironía, el periódico “El Ciudadano”, en su edición del 4 de
enero de 1940, comentaba en un diálogo ficticio lo que se vivía en el Palacio
Municipal (al que llama “Palacio Beige”,
no tan lejos del blanco que hoy ostenta), menciona la efusividad de los
funcionarios municipales (hace alusión a Alfredo Requena que era Inspector
General de la Municipalidad), nos compara –como siempre nos gusta
autoflagelarnos- con los vecinos de Olavarría y Tapalqué, y finalmente deja
entreabierta la puerta del conflicto a saldarse frente a la construcción del
Seminario. Con sarcasmo, “El Ciudadano” sentenciaba lo indiscutible:
“San Serapio ya es una
ciudad balnearia
- Ya tenemos balneario
Perico de los Palotes y de ahora en adelante dejará de ser San Serapio la
ciudad de la larga siesta pampeana, para transformarse en una ciudad veraniega
de alto vuelo.
- Veintidós años han
tardado los municipales para dar ese gustazo a los azuleños.
- Decías veintidós años…
- Más o menos, desde que
se inauguró el Parque y surgió la primera iniciativa de hacer algo en tal
sentido…
- Tardidos pero seguros,
los muchachos de la intendencia, que han cumplido aquel viejo refrán que dice
“Nunca es tarde cuando la dicha es buena”.
- Siempre que sea porque
este balneario que EL CIUDADANO ya bautizó con el nombre de “Napoleón”, ha
provocado tales manifestaciones de entusiasmo entre la gente allegada al
“Palacio Beige”… que da miedo… Pareciera ser esta la única buena obra realizada
por la comuna en los últimos lustros.
- Allí no se oye hablar
de otra cosa que del balneario, por arriba y por abajo. ¿Han visto el
balneario? ¿Les gusta el balneario? ¿Se han tirado a las aguas del balneario?
Se preguntan unos y otros y atropellan con el gastado sonsonete a cuanta
persona cae por esos lares.
- El mismo caso del nene,
a quien le han regalado un juguetito de cero diez centavos: Lo mira por arriba,
por abajo y luego lo exhibe en todo el barrio.
- No veo la comparación,
por qué eso de regalado…
- Esa es la cuestión. El
dichoso balneario ha sido construido a fuerza de donaciones. Unos regalaban
ladrillos, otros cemento portland; aquellos diez casillas de material para
refugio de los bañistas y ya han sido vistos varios vecino para que donen otras
nuevas.
- Entonces, quiere decir
que el balneario “Napoleón” pudo hacerse mediante el aporte del vecindario?
- Ni más ni menos. Aunque
no podemos olvidar que la obra fue dirigida por técnicos municipales y la
superintendencia de Von Alfredo, que líricamente se jugó entero en la partida,
haciendo como que trabajaba de sol a sol.
- “Como aramos” dijo el
mosquito.
- El asunto es que ya
tenemos un bañadero y podemos aguantar sin sonrojos a cualquier olavarriense o
tapalquenero que se nos venga con el balneario de su pueblo. Lo que sí
estoy viendo subir nubes en el
horizonte. Me palpito que dentro de algunos veranos, vamos a tener que pelear
fiero por el balneario “Napoleón”. Por sus alrededores se va a establecer una
fábrica, cuyos productos deberán ser puros y cristalinos como límpida agua de
oculta fuente virgen. A lo mejor el balneario puede turbar la serena
tranquilidad de las almas impolutas y ¡zás! Vendrán las quejas, los lamentos y
si los oídos no son sordos, puede llegarle al balneario “Napoleón” su Waterloo.
- Cosas tuyas Cristóforo
amigo. Olvidas aquel precepto: “Mens sana in corpore sano”? A que tanto lío?
Después de todo no olvides que en la actualidad los edificios se construyen a
pruebas de ruidos y con vidrios opacos.
- Puedes tener razón; pero la sed es algo terrible en el
desierto… peor aún cuando se ve el agua desde lejos, en un brillante
espejismo…. ¡Ah! San Antonio…El hecho cierto es que tenemos balneario y allí
pueden ir a zambullirse todo el que tenga un trajecito de baño, sea niña, joven
o vieja, varón de
La prensa como voz del pueblo
Al iniciarse el año 1940, ya era un
secreto a voces que monseñor Cáneva no estaba dispuesto a dilapidar los escasos
recursos con los que contaba para la construcción de su anhelado “Semillero” en
erigirlo en un sitio que tarde o temprano le acarrearía sucesivos conflictos
con la comunidad. Nada estaba más lejos de sus objetivos que enfrentar dos
proyectos titánicos y tan disímiles con la sola existencia del Arroyo Azul como
sutil división.
El 3 de febrero de 1940,
respondiendo a una de las tantas notas irónicas –y no tanto- que publicaba su
colega “El Ciudadano”, el “Diario del Pueblo” se explayaba:
“La creación del Balneario es un acierto. No
son las torpes críticas las que pueden desviar una cuestión ya definitivamente
resuelta.- Vemos por segunda vez que el Balneario San Benito está siendo
víctima de las iras e infundios de un colega de la tarde que no sabemos cómo se
ha desviado tan torpemente para decir una serie de sandeces fuera de toda
realidad y toda lógica. El balneario no es una obra que pueda ser atacada bajo
ningún concepto. Ni bajo el concepto legal –porque entonces no creeríamos que
tienen en la casa un ‘abogado’- ni bajo el aspecto moral porque entonces
creeríamos que se trata de un cronista beato que se ruboriza ante la presencia
de unas piernas más o menos contorneadas o que un modernísimo ‘short’ lo saca de
quicio, o sencillamente se trata de un desorientado a quien las cosas de hoy le
causan el reparo de ayer…
El
Balneario es todo un acierto municipal que no puede ser discutido bajo aspecto
alguno como lo prueba la circunstancia de que toda la población de Azul se ha
volcado en el mismo cuando el tiempo se prestaba para ello y debemos dejar
constancia que en ningún momento se produjo nota alguna de inmoralidad como lo
supone el torpe cronista, y porque un balneario nunca ha sido nada inmoral como
lo justifica Mar del Plata donde existe un balneario y donde infinidad de
seglares se bañan en las playas respectivas sin más reparo que el que impone al
decencia y los buenos hábitos, y la buena educación que parece que aquí no se
estila según el cegatón cronista. Nuestro balneario es tan bueno en todo
sentido como el mejor y su ubicación no puede ser movida por las razones que se
exponen porque entonces creeremos que no hay fe en los hombres, porque entre
las tentaciones están los santos y los hombres probos y no en los claustros ni
en los aislamientos más profundos porque allí ‘cualquiera’ es santo.
Para
atacar ésta obra que según el pueblo es la mejor obra de la municipalidad se ha
dicho una serie de sandeces ridículas impropias de hombres que están frente de
un diario, porque los diarios, que son los orientadores y los trasuntadores de
todo lo que es aspiración pública, deben estar siempre con el pueblo y no
contra éste y atacar en las actuales circunstancias al Balneario es atacar al
mismo pueblo ya que no hay azuleño que
no mire con simpatía su balneario y no crea que se trata de una de las
conquistas más simpáticas de los últimos años. Y para atacar la obra que debe
ser inconmovible, se apela a recursos rastreros como los de afirmar que las
autoridades tienen alguna connivencia con la empresa de ómnibus y que el
balneario ha sido establecido para favorecer esos intereses, y otras cosas por
el estilo impropias de un vocero que se dice defensor valiente de los intereses
vecinales.
El señor Mauri, como
creador indiscutido del balneario, con la colaboración de capacitados y
prestigiosos vecinos, está en la obligación de mantener el balneario popular en
el lugar en que ha sido instalado, ya que procediendo de otra manera afrentaría
al pueblo en lo que tiene de culto y de sano y hasta de respetuoso por ideas y
sentimientos.
Las autoridades han
tenido todo un acierto en la creación del balneario y en el arroyo no había
otro lugar más aparente que ese pues en el resto del arroyo su lecho es
completamente barroso o cree el señor cronista que se puede cambiar éste
aspecto a voluntad sin gastar más de lo invertido? Que coincide con la próxima
ubicación del Seminario! Bueno, disponer las cosas de manera que uno nada tenga
que decir del otro ‘para que el mundanal ruido no distraiga a los seminaristas
con sus tentaciones y distraimientos’. Pero si la moral del cronista o
convicciones lo hacen hablar de esa manera, agresiva y torpe, igual derecho
tendría el pueblo de Azul, y óigase bien que decimos el pueblo, de solicitar
que el Seminario fuera construido en otro lugar para evitar entredichos y
situaciones de incomodidad.
No hay
incompatibilidad entre una cosa y la otra porque los seminaristas no van a
estar mirando a las bañistas y nuestras bañistas no saltarán la tapia del seminario,
y el mundanal ruido no será tan fuerte que les impida estudiar a los futuros
sacerdotes ya que la temporada de baños coincide con las vacaciones, cuando el
seminario está poco menos que abandonado porque cada estudiante habrá ido a
visitar a sus padres.
Se trata de una cuestión torpemente tratada y desviada de la realidad y si alguien, por razones de comodidad y conveniencia tiene derecho a protestar, no podemos admitir que se altere la verdad y que se diga que un balneario es una inmoralidad porque entonces creeríamos que tratamos con locos o con personas de un evidente desequilibrio mental, con verdaderos paramnésicos que sería mejor transportarlos a Melchor Romero, y que deben ser algo así ya que para hablar mal del balneario ha sido necesario, para el cegatón del cronista, demostrar que sus estudios de derecho no le han acortado las orejas…”.