martes, 14 de abril de 2020

Alfonsina Stroni, poesía pura...

Alfonsina Storni, poesía pura…



Por Eduardo Agüero Mielhuerry


Alfonsina Carolina Storni nació en la aldea Sala Capriasca (cantón del Ticino), Suiza, el 29 de mayo de 1892. Fue hija de Alfonso Ambrosio Storni Guidetti y Paulina Martignoni Vailati, y tuvo cuatro hermanos: Romeo, María Ana, Pascualina Segunda e Hildo Alberto.
Sus padres habían llegado a la ciudad de San Juan desde Lugo, Suiza, en 1880. Pronto instalaron una humilde pero próspera cervecería familiar “Los Alpes” (Storni y Compañía).
El matrimonio y sus dos hijos, Romeo y María Ana, regresaron a Suiza en 1891, sin embargo, cinco años después volvieron a la Argentina con la pequeña Alfonsina, que poco después ingresaría a un jardín de infantes sanjuanino y aprendería italiano y francés.
En 1901 la familia se trasladó a la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe. Paulina abrió una pequeña escuela domiciliaria y su esposo instaló el llamado “Café Suizo”, cerca de la estación del ferrocarril Rosario Central.
Tras graves problemas de salud, el 16 de julio de 1906 falleció don Alfonso. Alfonsina dejó de asistir a la escuela y se vio empujada a trabajar lavando platos y como mesera. Al mismo tiempo, ayudaba a su madre como costurera y cuidaba a sus dos hermanos menores.
 En 1907, Manuel Cordero, un director teatral que estaba de gira en las provincias junto con su compañía, arribó a Rosario. Alfonsina asistió a los ensayos y, dado que dos días antes del estreno se enfermó el actor que personificaba a San Juan Evangelista, y que ella sabía de memoria todos los papeles y no le incomodaba interpretar a un hombre, lo reemplazó. Al otro día la prensa elogió su actuación.
Al poco tiempo visitó Rosario la compañía de José Tallavi para entrevistarse con Alfonsina y le ofreció trabajo. De esta manera, ella dejó su hogar para recorrer en un año Santa Fe, Córdoba, Mendoza, Santiago del Estero y Tucumán.
A su regreso escribió su primera obra de teatro, “Un corazón valiente” y además, se enteró de que su madre había contraído matrimonio con Juan Perelli, un tenedor de libros, y que se había mudado a la localidad de Bustinza, donde había establecido nuevamente su escuela domiciliaria. Hacia allá se dirigió y comenzó a dictar clases de recitado y de buenos modales en dicho establecimiento.
Para terminar sus estudios, en 1909, Alfonsina se trasladó a Coronda, donde se inscribió en la Escuela Normal Mixta de Maestros Rurales. Fue aceptada aunque no tenía certificado de estudios primarios y, además, la nombraron celadora. Al año siguiente, recibió su diploma.


Madre soltera, madre de poesías infinitas…


Embarazada, guardando en secreto íntimamente el nombre del padre de su hijo, en 1911 se trasladó a Buenos Aires. El 21 de abril, en el Hospital San Roque (actual Ramos Mejía), nació Alejandro.
Después de unos meses consiguió trabajo de cajera en una farmacia y posteriormente en una tienda. Luego ingresó en “Freixas Hermanos”, que se dedicaba a importar aceite. Al mismo tiempo, comenzó a realizar varias colaboraciones en “Caras y Caretas” donde se relacionó con José Enrique Rodó, Amado Nervo, José Ingenieros y Manuel Baldomero Ugarte.
Hacia 1913, en Montevideo, conoció a la poetisa uruguaya Juana de Ibarbourou y al que sería su gran amigo, el escritor también uruguayo Horacio Quiroga.
En 1916 publicó “La inquietud del rosal”, un libro de poesías donde expresaba sus deseos como mujer y describía su condición de madre soltera sin ningún tipo de complejo. El libro no tuvo una buena aceptación. Sin embargo, la ayuda del poeta Juan Julián Lastra y las colaboraciones en “Caras y Caretas” le permitieron relacionarse con los editores de la revista “Nosotros”, que reunía a los escritores más conocidos de la época. Para complementar sus actividades, Storni escribía gratis para el periódico socialista “La Acción” y en la revista latinoamericanista “Proteo”.
A raíz de algunas críticas de sus jefes, quienes no veían bien tener como empleada a una escritora cuyo libro rozaba la inmoralidad, tuvo que renunciar. Buscó un trabajo más rentable y consiguió ser directora en el Colegio Marcos Paz, y en 1918 publicó “El dulce daño”.
Alfonsina recibió una medalla de miembro del Comité Argentino Pro Hogar de los Huérfanos Belgas, donde también se homenajeó a Alicia Moreau de Justo y Enrique del Valle Iberlucea por haber aparecido como concurrente a un acto en defensa de Bélgica, con motivo de la ocupación alemana.
En 1919, Amado Nervo llegó a la Argentina como embajador de su país, y frecuentó las mismas reuniones que Alfonsina. Ella le dedicó un ejemplar de “La inquietud del rosal” y lo llamó en su dedicatoria “poeta divino”.
Su libro “Languidez”, editado en 1920, mereció el Primer Premio Municipal de Poesía y el Segundo Premio Nacional de Literatura, lo que la colocó muy por encima de sus pares y levantó una ola de admiración y simpatía.
Viajó a Montevideo, con el fin de leer en algunos actos su poesía y la de Delfina Bunge, esposa del novelista Manuel Gálvez, cuyo libro “Poemas” fue traducido del francés por Alfonsina. Por entonces, también publicó el libro “Irremediablemente” y comenzó a escribir su poema “Ocre” que tardó cinco años en publicar reiterando la temática de la mujer. Al mismo tiempo participó en el grupo “Anaconda”, una agrupación literaria cuyas reuniones se celebraban en el hogar del acuarelista Emilio Centurión, en Capital Federal.


Éxitos y manías


Tantas actividades le produjeron estrés a Alfonsina, quien viajó varias a veces a Mar del Plata y a Los Cocos, Córdoba, para descansar. También acostumbraba acompañar a Horacio Quiroga al cine –solían ir con los hijos de ambos-, a las tertulias literarias, a escuchar música o viajaba con frecuencia a Montevideo. Eran muy amigos, tanto que algunos los creyeron amantes.
            En 1925 publicó “Ocre”, que marcó un cambio decisivo en su poesía. Desde hacía dos años era profesora de lectura y declamación en la Escuela Normal de Lenguas Vivas. Al año siguiente, Gabriela Mistral visitó a Alfonsina. En la oportunidad, la chilena quedó sorprendida gratamente con su anfitriona, a tal punto que publicó su experiencia en “El Mercurio”.
Después de la publicación de “Poemas de amor”, Alfonsina elaboró sus teorías acerca de la relación entre hombres y mujeres con el objetivo de volcarlo en una obra teatral; el resultado se vio reflejado el 20 de marzo de 1927 cuando se estrenó su obra de teatro “El amo del mundo”, que despertaba las expectativas del público y de la crítica. El día del estreno asistió el presidente Marcelo T. de Alvear acompañado de su esposa, Regina Pacini. La obra no tuvo una buena crítica, y a los tres días tuvo que retirarse de cartel, lo que provocó la indignación de Alfonsina. Este fracaso fue difícil para ella, ya que venía de diez años de elogios por cada libro de poemas y ahora estaba exponiendo sus verdades más íntimas.
La poetisa tuvo una intensa participación en el gremialismo literario e intervino en la creación de la Sociedad Argentina de Escritores, mientras continuó escribiendo poemas para “La Nación”.
En 1928, Alfonsina vivió en Rosario, pero lamentablemente se intensificaron sus manías y delirios persecutorios. Para intentar distraerla, su amiga Blanca de la Vega, la impulsó a hacer ese un viaje a Europa, que repitió en 1931 en compañía de su hijo. Allá conoció a otras escritoras, y la poeta Concha Méndez le dedicó algunos poemas. En Madrid visitó el Lyceum Club y la Residencia de Señoritas que dirigía María de Maetzu, donde dio conferencias y cursos destacándose una titulada “Una mujer ultramoderna y su poesía”.
En una cena en la Cámara del Libro en su honor conoció al novelista Carlos Soldevilla y al poeta catalán José María de Segarra. Este último escribió en “El Mirador” una crónica en su homenaje en la que la comparó con Rubén Darío, lo que puso muy contenta a Alfonsina.
A su regreso, Alfonsina y su hijo se instalaron en una pensión de la calle Rivadavia, muy cerca del Café Tortoni en el que ella participó de su peña Signos junto a Quinquela Martín, Juan de Dios Filiberto y Pascual de Rogatis, entre otros.


Las letras de Alfonsina en Azul


Alfonsina Storni mantuvo un fluido contacto con al menos dos personalidades destacadas de nuestra ciudad: María Aléx Urrutia Artieda y Bartolomé José Ronco.
Con la primera compartía el gusto por las letras y la poesía, además intercambiaron misivas con diversos comentarios e inclusive Alfonsina dejó su firma en un álbum que poseía la azuleña. Por su parte, el doctor Ronco la convocó para escribir en “Azul. Revista de Ciencias y Letras”.
En julio de 1931, para celebrar el éxito del libro “Hombres grises, montañas azules”, del periodista y escritor Pablo Rojas Paz y su asunción como codirector de la revista “Azul”, sus amigos le ofrecieron un agasajo en un restaurante de la ciudad de Buenos Aires. Firmaron la tarjeta de invitación entre otras personalidades Alfonsina Storni, Norah Lange, Nydia Lamarque, María Rosa Oliver, Amado Alonso, Rafael Alberto Arrieta,  Paco Luis Bernárdez y Ramón Gómez de la Serna.
En la actualidad, en la Casa Ronco se preservan los dibujos del conocido crítico Néstor Ibarra (que sería el principal impulsor de la traducción de las obras de Borges al francés), quien caricaturizó a varios de los presentes. Además, se conserva un texto de Alfonsina manuscrito en el reverso del menú del restaurante. Con prisa y sin pausa, casi desprolija y con correcciones, ella escribió: “Esto es honor de ‘Azul’, / reunión cordial, reunión franca / Más que sería de Azul / si a Azul le faltara blancura”.
Por otra parte, en Azul, entre 1936 y 1942 se editó la revista “Maná” que alcanzó un total de 30 números y entre sus colaboradores se destacaron Alfonsina Storni, Fermín Estrella Gutiérrez, Carlos Leiva, Bartolomé J. Ronco, Alfredo L. Palacios, Amado Nervo y Rubén Darío.


Más talento…


En 1932, publicó “Dos farsas pirotécnicas” (Cimbelina en 1900 y pico y Polixena y la cocinerita). También colaboró en los diarios Crítica y La Nación y sus clases de teatro fueron su rutina diaria.
A menudo viajó a la casa de su amiga María Sofía Kusrow (“Fifí”), en un campo en Colonia, en el Real de San Carlos. También en esa época inició amistad con la poeta Haydée Ghío, con quien concurrió a la Peña del Hotel Castelar, donde Alfonsina cantaba de mesa en mesa algunos tangos. Allí conoció a Federico García Lorca, a quien le dedicó el poema “Retrato de García Lorca”.
Después de ocho años, publicó un nuevo libro llamado “Mundo de siete pozos”, una recopilación de poemas que dedicó a su hijo Alejandro. Gabriela Mistral, al leer el libro, comentó que “poetas como ella nacen cada cien años”.
En 1937 escribió su último libro llamado “Mascarilla y trébol” publicado finalmente al año siguiente. Lo compuso durante las noches en Bariloche, y trató de desarrollar una nueva forma de pensar la poesía y, por consiguiente, una nueva forma de pensar el mundo.
Alfonsina recibió en Colonia -donde estaba vacacionando en 1938-, una invitación del Ministerio de Instrucción Pública de Uruguay que intentaba reunir en un mismo acto a las tres grandes poetas del momento: Juana de Ibarbourou, Gabriela Mistral y ella. El encuentro se realizó en el Instituto Vázquez Acevedo, resultando un éxito rotundo.


Alfonsina y el mar…


El 20 de mayo de 1935, Alfonsina fue operada de un cáncer de mama en el Sanatorio Arenales. Se pensaba que era un tumor benigno, pero en realidad tenía ramificaciones. La mastectomía le dejó grandes cicatrices físicas y emocionales, recrudeciendo los síntomas de su enfermedad mental.
Su carácter cambió, ya no visitó más a sus amistades y no podía admitir sus limitaciones físicas; no aceptaba los tratamientos impuestos por los médicos. Solo asistió a una sesión de rayos que la dejó exhausta y no pudo soportar el tratamiento.
El 18 de octubre de 1938, Alfonsina viajó sola a Mar del Plata.
El jueves 20 escribió todo el día encerrada en su habitación, abrigada con un poncho catamarqueño, aunque era primavera. El sábado despachó en una carta al diario “La Nación” su poema “Voy a dormir”, el último que escribió. El lunes le solicitó a la mucama del hotel en el que se hospedaba que escribiese por ella una carta para Alejandro.
Hacia la 1 de la madrugada del martes 25 de octubre de 1938, con sigilo, Alfonsina Storni abandonó su habitación y se dirigió a la playa La Perla con una maleta de pesares…
Alfonsina se arrojó al mar desde la escollera del Club Argentino de Mujeres.

Fue sepultada en el Cementerio de la Recoleta de la ciudad de Buenos Aires. En 1963 el féretro se trasladó al “Recinto de las Personalidades” del Cementerio de la Chacarita, donde actualmente reposa en el interior de una escultura realizada por Julio César Vergottini.




Alfonsina Carolina Storni se destacó abiertamente por su obra literaria, imponiéndose como una verdadera referente de la poesía Argentina y de América Latina.

El padre de "Martín Fierro"

El padre de “Martín Fierro”



Por Eduardo Agüero Mielhuerry


José Rafael Hernández y Pueyrredón nació el 10 de noviembre de 1834, en la “Chacra Pueyrredón”, partido de San Martín, provincia de Buenos Aires, propiedad de su tía Victoria Pueyrredón. Sus padres fueron Rafael Hernández e Isabel de Pueyrredón. Tuvo dos hermanos, Rafael y Magdalena.
Fue bautizado el 27 de julio de 1835 en la actual Basílica de la Mercedes, conocida entonces como la Catedral del Norte.


Aquí me pongo a cantar…


Entre 1841 y 1845 estudió en el Liceo Argentino de San Telmo, recibiendo clases de lectura y escritura, doctrina cristiana, historia antigua, romana y de España, aritmética, dibujo y gramática castellana. Luego realizó cursos de francés, geometría y geografía.
Tras la muerte de su madre (acaecida en 1843), hacia 1846, por problemas de salud, José abandonó sus estudios y poco después se trasladó junto a sus hermanos y su padre -que era mayordomo de las estancias del gobernador Rosas-, a la zona de Camarones y Laguna de los Padres.
Se enroló en las milicias del Estado de Buenos Aires poco después de la Batalla de Caseros. Bajo el mando de Pedro Rosas y Belgrano y Faustino Velazco, intervino en 1853 en la represión del levantamiento del coronel Hilario Lagos contra el gobernador Valentín Alsina; fueron derrotados en San Gregorio el 22 de enero del año siguiente. Siendo ya teniente, participó en la batalla de El Tala (1854).
Intervino posteriormente en las batallas de Cepeda y Pavón bajo las órdenes de Justo José de Urquiza, con quien rompió relaciones poco después.
Junto a su hermano Rafael, participó de la batalla de Cañada de Gómez, en la que también fueron derrotados por los mitristas.


Como la ave solitaria, con el cantar se consuela


En 1856 inició su carrera periodística y se alineó en el Partido Federal Reformista, dirigido por Nicolás Calvo, que apoyaba la incorporación de Buenos Aires a la Confederación.
Hernández se vinculó al periódico de ese partido, “La Reforma Pacífica”, editado por Juan José Soto. Allí actuó como corresponsal en Paraná, hacia donde se había trasladado en 1858, tras un duelo con un dirigente oficial opositor, que a su vez le forzó a dejar el ejército. Allí trabajó como empleado de comercio y en la Administración Nacional.
Ingresó en el Club Socialista Argentino entre 1859 y 1860. Al año siguiente ingresó en la Logia Masónica del Litoral llegando a ser su secretario al año siguiente. Poco antes de su fallecimiento fue proclamado Miembro Libre de la Orden por haber cumplido 25 años de militancia.
En 1861 fue nombrado secretario del general Juan Esteban Pedernera, vicepresidente de la Confederación bajo la presidencia de Santiago Derqui.
A pesar de ser partidario de Urquiza, militante federal, apoyaba la posición integracionista de Derqui con la esperanza de un futuro de paz y progreso, como sostenía en todas sus colaboraciones en el diario “El Nacional Argentino” de Paraná. También  colaboró en el diario “El Litoral” de aquella ciudad, propiedad de Evaristo Carriego (padre), medio de tendencia antimitrista y en ocasiones también antiurquicista y federal disidente.
Inquieto, en 1862 fundó “El Argentino”, donde entre otros temas trató sobre la federalización de la Ciudad de Buenos Aires, la extensión del Código de Comercio y el nombramiento en el Ejército de nuevos generales. Realizaba también críticas a políticos y candidatos a políticos de diferentes provincias, como así también al Congreso de la Nación, ironizando sobre la falta de actividad absoluta del mismo.


Yo hago en el trébol mi cama, y me cubren las estrellas


El 8 de junio de 1863, en la catedral de Paraná, contrajo matrimonio con Carolina González del Solar, con quien tuvo ocho hijos: Isabel Carolina, Manuel Alejandro, María Mercedes, Margarita Teresa, Juan José, María Josefa, María Teresa y Carolina.
El 12 de noviembre le tocó cubrir en su medio el asesinato del general Ángel Vicente Peñaloza, cuya cabeza fue exhibida en la plaza de Olta, La Rioja. El hecho conmovió profundamente a Hernández, que lo reflejó en las editoriales de su periódico:
 “ASESINATO ATROZ. El general de la Nación Don. Ángel Vicente Peñaloza ha sido cosido a puñaladas en su lecho, degollado y llevada su cabeza de regalo al asesino de Benavídez, de los Virasoro, Ayes, Rolta, Giménez y demás mártires, en Olta, la noche del 12 del actual.
El general Peñaloza contaba 70 años de edad; encanecido en la carrera militar, jamás tiñó sus manos en sangre y la mitad del partido unitario no tendrá que acusarle un solo acto que venga a empañar el valor de sus hechos, la magnimidad de sus rasgos, la grandeza de su alma, la generosidad de sus sentimientos y la abnegación de sus sacrificios.
La historia tiene para el general Peñaloza el lugar que debe ocupar el caudillo más prestigioso y más humano y el guerrero más infatigable.
El asesinato del general Peñaloza es la obra de los salvajes unitarios; es la prosecución de los crímenes que van señalando sus pasos desde Dorrego hasta hoy.
Que la maldición del cielo caiga sobre sus bárbaros matadores. Los millares de argentinos a quienes el general Peñaloza ha salvado la vida, rogarán por él.”.
Durante el mes del ajusticiamiento del caudillo riojano le dedicó editoriales, que posteriormente fueron reunidos con el nombre de “Vida del Chacho” o “Rasgos biográficos del general don Ángel V. Peñaloza” que entre otras cosas afirmaba:
“Vamos a escribir, a grandísimos rasgos, la vida de este héroe sencillo y modesto, a bosquejarla con la brevedad con que nos lo permite el carácter y aún el objeto de esta publicación.
Pocos habrá, quizá, que conozcan una existencia extraordinaria, como la de este caudillo valiente, generoso y caballeresco, que ha sido actor en las escenas más notables del drama de nuestras luchas civiles y a quien sus perversos enemigos han pintado como el tipo de la ferocidad y encarnación del crimen”. Y comentaba, entre otras cosas, que: “No creemos necesario detenernos mucho para recordar a nuestros lectores, la resistencia heroica que el general Peñaloza hizo por el espacio de muchos meses al ejército que después de Pavón envió el general Mitre al interior y que fue a ensangrentar el suelo de las provincias. Aún están vivos eses hechos en la memoria de todos y todos saben que ante su prestigio, su actividad y su arrojo, únicos elementos de que podía disponer, fue a estrellarse todo el poder de las huestes invasoras, políticas de ese partido, cuya ambición es su único fin, el asesinato su único medio”.
A fines de 1863 dejó de aparecer “El Argentino”. Hernández permaneció en Entre Ríos, dedicado a actividades comerciales rurales.
Tras el inicio de la Guerra del Paraguay se trasladó a Corrientes, donde su cuñado, Melitón González del Solar, ejercía la medicina. Fue nombrado Fiscal Interino del Estado en reemplazo del doctor Tomás J. Luque, que había renunciado. Además comenzó a escribir en el diario “El Eco de Corrientes”.
El 27 de mayo de 1868 fue derrocado el gobernador Evaristo López y sus ministros fueron perseguidos. José Hernández debió renunciar a su cargo y también al de maestro de gramática del colegio San Agustín. Se refugió en Rosario, donde Ovidio Lagos le ofreció colaborar con el diario “La Capital”. Las colaboraciones fueron diarias hasta el 21 de julio, cuando Hernández se trasladó a Buenos Aires, y dos días después Ovidio Lagos le dedicó una emotiva despedida.
Una vez asentado en la ciudad porteña, instaló en la calle Victoria 202 la administración y redacción del diario “El Río de la Plata”. El tono del diario fue equilibrado y evitaba los ataques personales, recurso que por entonces era habitual en la prensa. Este periódico, más que criticar los problemas diarios, trató de afrontar otros como los objetivos de autonomía municipal, abolición de contingentes de fronteras y elección popular de jueces de paz, comandantes militares y consejeros escolares.
Hacia 1870 se trasladó a Entre Ríos, donde formó parte de la última rebelión gaucha que intentó defender la autonomía de esa provincia y al Partido Federal contra los embates del presidente Domingo F. Sarmiento. Derrotados en 1871, Ricardo López Jordán y José Hernández se exiliaron en Santana do Livramento, Brasil. Allí permaneció hasta 1872, año en que emigró a Montevideo, Uruguay.


A mi historia le faltaba lo mejor…


Posteriormente, amnistiado por el Presidente Sarmiento, regresó a la Argentina y comenzó a escribir algunos poemas de amor. Sin interrumpir su trabajo, escribió a continuación -en papel de estraza de una libreta de pulpería- los siete cantos y medio que aún perduran de la primera edición de “El Gaucho Martín Fierro”. El 28 de noviembre de 1872, el diario “La República” inició la publicación por entregas del poema de Hernández, que se completó al poco tiempo. En diciembre de ese año, la obra apareció en formato de libro, editado por la imprenta La Pampa, precedida por una importante carta del autor a su amigo y editor José Zoilo Miguens. La obra comenzó inmediatamente a venderse en las zonas rurales, donde más de uno se encontraba reflejado en la obra.
A mediados de 1873, regresó al Uruguay, al estallar la segunda rebelión jordanista, ya que sus vínculos con el jefe rebelde eran notorios. En agosto de 1874 regresó por breve tiempo a Buenos Aires, y a su retorno a Montevideo redactó por solicitud de López Jordán un pedido de auxilio en armas que debía tramitarse ante las autoridades del Imperio del Brasil, pero que nunca llegó a ser ejecutado. Meses después, se separó definitivamente del caudillo, por diferencias estratégicas.
Hacia 1875 Hernández regresó a Buenos Aires amparado en la política conciliadora del presidente Nicolás Avellaneda, que había asumido la presidencia de la Nación el 12 de octubre del año anterior.
Colaboró también en “El Bicho Colorado”, una publicación humorística que apareció en Buenos Aires el 1 de febrero de 1876, dirigida por el mismo Hernández.
Otro semanario humorístico en el que colaboró fue en “Martín Fierro”, aparecido el domingo 13 de agosto de 1876. “Tres gauchos baqueanos” aparecían como redactores y tenía composiciones en prosa y en verso. Se supone que Hernández firmó como “El payador Pepe José”.
En 1878 instaló en sociedad con Rafael Casagemas la Librería del Plata, que más tarde adquirió completamente. También se afilió a la logia masónica “Obediencia”, en la que participó hasta su fallecimiento. Ese año fue diputado provincial y luego senador.
Participó del proyecto de expropiar los terrenos para fundar el pueblo de Necochea con fondos de Rentas Generales, y fue uno de los colaboradores de Dardo Rocha en el proyecto de erección de la ciudad de La Plata (nombre ideado y defendido por el propio Hernández), de hecho, el día de la fundación oficial de la ciudad, José Hernández hizo el asado que compartieron los asistentes.
En 1879, cuando el “El Gaucho Martín Fierro” ya había sido reeditado varias veces, se publicó la continuación de la obra, llamada “La vuelta de Martín Fierro”, en una edición ilustrada por el dibujante francés Carlos Clérice, y en cuyo prólogo hace referencia al periódico local “…‘El Heraldo’ del Azul…”. Poco tiempo después, ambas partes pasaron a conformar un único libro conocido como el “Martín Fierro”.


No es para mal de ninguno, sino para bien de todos


En 1880, en sociedad con Hipólito Yrigoyen, fundó el Club de la Juventud Porteña en apoyo a la candidatura de Julio Argentino Roca, quien ganaría las elecciones por amplia mayoría. Ese mismo año, al producirse la federalización de Buenos Aires como Capital del país, defendió el proyecto en el senado provincial, en un histórico debate en que enfrentó a Leandro N. Alem.
En 1881 fue nuevamente electo senador provincial, y reelecto en 1885.
“Instrucción del Estanciero”, una obra que trata sobre las posibilidades económicas del campo argentino, con consejos para el hombre de campo, fue un ambicioso proyecto de Hernández que resultó editado por Casavalle en 1881.Otras obras importantes fueron el relato gauchesco “Los treinta y tres orientales”, y varios escritos dispersos, que fueron recopilados póstumamente en “Prosas del autor del Martín Fierro”.
José Rafael Hernández falleció el jueves 21 de octubre de 1886 en su quinta de Belgrano, ubicada en la entonces calle Santa Fe 468. Se afirma que sus últimas palabras fueron: “¡Buenos Aires!¡Buenos Aires!”.
Sus restos descansan en el Cementerio de la Recoleta.


Apasionados azuleños…


En febrero de 1930 Bartolomé José Ronco publicaba el primer número de “Azul - Revista de Ciencias y Letras”. Dentro de esta interesante obra realizó una reproducción facsimilar íntegra, la primera hecha en el país, del ejemplar del “Martín Fierro” que perteneciera al abogado y diplomático Estanislao S. Zeballos, con correcciones del puño y letra de José Hernández.
Del 28 al 30 de junio de 1931, la Biblioteca Popular de Azul organizó en su sede la “Exposición Martín Fierro”. Del amplio y valiosísimo material exhibido -en su mayoría propiedad de Ronco- se destacan la primera edición de la Primera Parte del máximo poema nacional (Imprenta La Pampa, Buenos Aires, 1872) con correcciones de puño y letra del autor, y la primera edición de “La vuelta de Martín Fierro” (Librería del Plata, Imprenta de Pablo Coni, Buenos Aires, 1874) con una dedicatoria autógrafa de José Hernández al Dr. Estanislao Zeballos, fechada en Buenos Aires el 6 de marzo de 1879.
Dicha exposición fue reeditada en 1972 por María de las Nieves “Santa” Giménez de Ronco, en adhesión al centenario de la aparición de la obra hernandiana.
Entre otras tantas realizaciones, Bartolomé Ronco fue el fundador en Azul de la Universidad Popular “José Hernández” e impulsó el nombre de “Martín Fierro” para una estación ferroviaria en el Partido, además de haber realizado profundas investigaciones y estudios sobre la obra de Hernández.

El material mencionado, al que debe sumársele la exquisita colección que perteneciera a Francisco Ingrasiotano, junto a la Colección Cervantina, se atesora hoy en la conocida como “Casa Ronco” de nuestra ciudad.



José Rafael Hernández y Pueyrredón nació el 10 de noviembre de 1834. El día de su natalicio, en nuestro país, se celebra el “Día de la Tradición”. (retrato realizado por Genaro Pérez en 1887).