El padre de “Martín Fierro”
Por Eduardo Agüero Mielhuerry
José Rafael
Hernández y Pueyrredón nació el 10 de noviembre de 1834,
en la “Chacra Pueyrredón”, partido de San Martín, provincia de Buenos Aires, propiedad
de su tía Victoria Pueyrredón. Sus padres fueron Rafael Hernández e Isabel
de Pueyrredón. Tuvo dos hermanos, Rafael y Magdalena.
Fue bautizado el
27 de julio de 1835 en la actual Basílica de la Mercedes, conocida entonces
como la Catedral del Norte.
Aquí me pongo a cantar…
Entre 1841 y
1845 estudió en el Liceo Argentino de San Telmo, recibiendo clases de lectura y
escritura, doctrina cristiana, historia antigua, romana y de España,
aritmética, dibujo y gramática castellana. Luego realizó cursos de francés,
geometría y geografía.
Tras la muerte
de su madre (acaecida en 1843), hacia 1846, por problemas de salud, José
abandonó sus estudios y poco después se trasladó junto a sus hermanos y su
padre -que era mayordomo de las estancias del gobernador Rosas-, a la zona de
Camarones y Laguna de los Padres.
Se enroló en las
milicias del Estado de Buenos Aires poco después de la Batalla de Caseros. Bajo
el mando de Pedro Rosas y Belgrano y Faustino Velazco, intervino en 1853 en
la represión del levantamiento del coronel Hilario Lagos contra el gobernador Valentín
Alsina; fueron derrotados en San Gregorio el 22 de enero del año
siguiente. Siendo ya teniente, participó en la batalla de El Tala (1854).
Intervino
posteriormente en las batallas de Cepeda y Pavón bajo las órdenes de Justo
José de Urquiza, con quien rompió relaciones poco después.
Junto a su
hermano Rafael, participó de la batalla de Cañada de Gómez, en la que también
fueron derrotados por los mitristas.
Como la ave solitaria, con el cantar se
consuela
En 1856 inició
su carrera periodística y se alineó en el Partido Federal Reformista, dirigido
por Nicolás
Calvo, que apoyaba la incorporación de Buenos Aires a la Confederación.
Hernández se
vinculó al periódico de ese partido, “La Reforma Pacífica”, editado por Juan
José Soto. Allí actuó como corresponsal en Paraná, hacia donde se había trasladado
en 1858, tras un duelo con un dirigente oficial opositor, que a su vez le forzó
a dejar el ejército. Allí trabajó como empleado de comercio y en la Administración
Nacional.
Ingresó en el
Club Socialista Argentino entre 1859 y 1860. Al año siguiente ingresó en la Logia
Masónica del Litoral llegando a ser su secretario al año siguiente.
Poco antes de su fallecimiento fue proclamado Miembro Libre de la Orden por
haber cumplido 25 años de militancia.
En 1861 fue
nombrado secretario del general Juan Esteban Pedernera,
vicepresidente de la Confederación bajo la presidencia de
Santiago
Derqui.
A pesar de ser
partidario de Urquiza, militante federal, apoyaba la posición integracionista
de Derqui con la esperanza de un futuro de paz y progreso, como sostenía en
todas sus colaboraciones en el diario “El Nacional Argentino” de Paraná.
También colaboró en el diario “El
Litoral” de aquella ciudad, propiedad de Evaristo Carriego (padre), medio de
tendencia antimitrista y en ocasiones también antiurquicista y federal
disidente.
Inquieto, en
1862 fundó “El Argentino”, donde entre otros temas trató sobre la
federalización de la Ciudad de Buenos Aires, la extensión del Código de
Comercio y el nombramiento en el Ejército de nuevos generales. Realizaba
también críticas a políticos y candidatos a políticos de diferentes provincias,
como así también al Congreso de la Nación, ironizando sobre la falta de
actividad absoluta del mismo.
Yo hago en el trébol mi cama, y me
cubren las estrellas
El 8 de junio de
1863, en la catedral de Paraná, contrajo matrimonio con Carolina González del Solar,
con quien tuvo ocho hijos: Isabel Carolina, Manuel
Alejandro, María Mercedes, Margarita Teresa, Juan
José, María Josefa, María Teresa y Carolina.
El 12 de
noviembre le tocó cubrir en su medio el asesinato del general Ángel
Vicente Peñaloza, cuya cabeza fue exhibida en la plaza de Olta, La
Rioja. El hecho conmovió profundamente a Hernández, que lo reflejó en las
editoriales de su periódico:
“ASESINATO
ATROZ. El general de la Nación Don. Ángel Vicente Peñaloza ha sido cosido a
puñaladas en su lecho, degollado y llevada su cabeza de regalo al asesino de
Benavídez, de los Virasoro, Ayes, Rolta, Giménez y demás mártires, en Olta, la
noche del 12 del actual.
El general Peñaloza contaba 70 años de
edad; encanecido en la carrera militar, jamás tiñó sus manos en sangre y la
mitad del partido unitario no tendrá que acusarle un solo acto que venga a
empañar el valor de sus hechos, la magnimidad de sus rasgos, la grandeza de su
alma, la generosidad de sus sentimientos y la abnegación de sus sacrificios.
La historia tiene para el general
Peñaloza el lugar que debe ocupar el caudillo más prestigioso y más humano y el
guerrero más infatigable.
El asesinato del general Peñaloza es la
obra de los salvajes unitarios; es la prosecución de los crímenes que van
señalando sus pasos desde Dorrego hasta hoy.
Que la maldición del cielo caiga sobre
sus bárbaros matadores. Los millares de argentinos a quienes el general
Peñaloza ha salvado la vida, rogarán por él.”.
Durante el mes
del ajusticiamiento del caudillo riojano le dedicó editoriales, que
posteriormente fueron reunidos con el nombre de “Vida del Chacho” o “Rasgos
biográficos del general don Ángel V. Peñaloza” que entre otras cosas
afirmaba:
“Vamos a escribir, a grandísimos rasgos,
la vida de este héroe sencillo y modesto, a bosquejarla con la brevedad con que
nos lo permite el carácter y aún el objeto de esta publicación.
Pocos habrá, quizá, que conozcan una
existencia extraordinaria, como la de este caudillo valiente, generoso y
caballeresco, que ha sido actor en las escenas más notables del drama de
nuestras luchas civiles y a quien sus perversos enemigos han pintado como el
tipo de la ferocidad y encarnación del crimen”.
Y comentaba, entre otras cosas, que: “No
creemos necesario detenernos mucho para recordar a nuestros lectores, la
resistencia heroica que el general Peñaloza hizo por el espacio de muchos meses
al ejército que después de Pavón envió el general Mitre al interior y que fue a
ensangrentar el suelo de las provincias. Aún están vivos eses hechos en la
memoria de todos y todos saben que ante su prestigio, su actividad y su arrojo,
únicos elementos de que podía disponer, fue a estrellarse todo el poder de las
huestes invasoras, políticas de ese partido, cuya ambición es su único fin, el
asesinato su único medio”.
A fines de 1863
dejó de aparecer “El Argentino”. Hernández permaneció en Entre Ríos, dedicado a
actividades comerciales rurales.
Tras el inicio
de la
Guerra del Paraguay se trasladó a Corrientes, donde su cuñado, Melitón
González del Solar, ejercía la medicina. Fue nombrado Fiscal Interino del Estado
en reemplazo del doctor Tomás J. Luque, que había renunciado. Además comenzó a
escribir en el diario “El Eco de Corrientes”.
El 27 de mayo de
1868 fue derrocado el gobernador Evaristo López y sus ministros
fueron perseguidos. José Hernández debió renunciar a su cargo y también al de
maestro de gramática del colegio San Agustín. Se refugió en Rosario, donde Ovidio
Lagos le ofreció colaborar con el diario “La Capital”. Las
colaboraciones fueron diarias hasta el 21 de julio, cuando Hernández se
trasladó a Buenos Aires, y dos días después Ovidio Lagos le dedicó una emotiva
despedida.
Una vez asentado
en la ciudad porteña, instaló en la calle Victoria 202 la administración y
redacción del diario “El Río de la Plata”. El tono del
diario fue equilibrado y evitaba los ataques personales, recurso que por
entonces era habitual en la prensa. Este periódico, más que criticar los
problemas diarios, trató de afrontar otros como los objetivos de autonomía
municipal, abolición de contingentes de fronteras y elección popular de jueces
de paz, comandantes militares y consejeros escolares.
Hacia 1870 se
trasladó a Entre Ríos, donde formó parte de la última rebelión gaucha que
intentó defender la autonomía de esa provincia y al Partido Federal contra los
embates del presidente Domingo F. Sarmiento. Derrotados en 1871, Ricardo López
Jordán y José Hernández se exiliaron en Santana do Livramento, Brasil. Allí
permaneció hasta 1872, año en que emigró a Montevideo, Uruguay.
A mi historia le faltaba lo mejor…
Posteriormente,
amnistiado por el Presidente Sarmiento, regresó a la Argentina y comenzó a
escribir algunos poemas de amor. Sin interrumpir su trabajo, escribió a
continuación -en papel de estraza de una libreta de pulpería- los siete cantos
y medio que aún perduran de la primera edición de “El Gaucho Martín Fierro”.
El 28 de noviembre de 1872, el diario “La República” inició la publicación por
entregas del poema de Hernández, que se completó al poco tiempo. En diciembre
de ese año, la obra apareció en formato de libro, editado por la imprenta La
Pampa, precedida por una importante carta del autor a su amigo y editor José
Zoilo Miguens. La obra comenzó inmediatamente a venderse en las zonas rurales,
donde más de uno se encontraba reflejado en la obra.
A mediados de
1873, regresó al Uruguay, al estallar la segunda rebelión jordanista, ya que
sus vínculos con el jefe rebelde eran notorios. En agosto de 1874 regresó por
breve tiempo a Buenos Aires, y a su retorno a Montevideo redactó por solicitud
de López
Jordán un pedido de auxilio en armas que debía tramitarse ante las
autoridades del Imperio del Brasil, pero que nunca llegó a ser ejecutado. Meses
después, se separó definitivamente del caudillo, por diferencias estratégicas.
Hacia 1875 Hernández regresó a Buenos Aires
amparado en la política conciliadora del presidente Nicolás Avellaneda, que
había asumido la presidencia de la Nación el 12 de octubre del año anterior.
Colaboró también
en “El
Bicho Colorado”, una publicación humorística que apareció en Buenos
Aires el 1 de febrero de 1876, dirigida por el mismo Hernández.
Otro semanario
humorístico en el que colaboró fue en “Martín Fierro”, aparecido el domingo 13
de agosto de 1876. “Tres gauchos baqueanos” aparecían como redactores y tenía
composiciones en prosa y en verso. Se supone que Hernández firmó como “El
payador Pepe José”.
En 1878 instaló
en sociedad con Rafael Casagemas la Librería del Plata, que más tarde
adquirió completamente. También se afilió a la logia masónica “Obediencia”,
en la que participó hasta su fallecimiento. Ese año fue diputado provincial y
luego senador.
Participó del
proyecto de expropiar los terrenos para fundar el pueblo de Necochea
con fondos de Rentas Generales, y fue uno de los colaboradores de Dardo
Rocha en el proyecto de erección de la ciudad de La Plata (nombre ideado y
defendido por el propio Hernández), de hecho, el día de la fundación oficial de
la ciudad, José Hernández hizo el asado que compartieron los asistentes.
En 1879, cuando
el “El
Gaucho Martín Fierro” ya había sido reeditado varias veces, se publicó
la continuación de la obra, llamada “La vuelta de Martín Fierro”, en una
edición ilustrada por el dibujante francés Carlos Clérice, y en cuyo prólogo
hace referencia al periódico local “…‘El Heraldo’ del Azul…”. Poco
tiempo después, ambas partes pasaron a conformar un único libro conocido como
el “Martín
Fierro”.
No es para mal de ninguno, sino para
bien de todos
En 1880, en
sociedad con Hipólito Yrigoyen, fundó el Club de la Juventud Porteña
en apoyo a la candidatura de Julio Argentino Roca, quien ganaría las elecciones
por amplia mayoría. Ese mismo año, al producirse la federalización de Buenos
Aires como Capital del país, defendió el proyecto en el senado provincial, en
un histórico debate en que enfrentó a Leandro N. Alem.
En 1881 fue
nuevamente electo senador provincial, y reelecto en 1885.
“Instrucción del
Estanciero”, una obra que trata sobre las posibilidades
económicas del campo argentino, con consejos para el hombre de campo, fue un
ambicioso proyecto de Hernández que resultó editado por Casavalle en 1881.Otras
obras importantes fueron el relato gauchesco “Los treinta y tres orientales”,
y varios escritos dispersos, que fueron recopilados póstumamente en “Prosas
del autor del Martín Fierro”.
José Rafael
Hernández falleció el jueves 21 de octubre de 1886 en su quinta de Belgrano, ubicada
en la entonces calle Santa Fe 468. Se afirma que sus últimas palabras fueron: “¡Buenos
Aires!¡Buenos Aires!”.
Sus restos
descansan en el Cementerio de la Recoleta.
Apasionados
azuleños…
En
febrero de 1930 Bartolomé José Ronco publicaba el primer número de “Azul
- Revista de Ciencias y Letras”. Dentro de esta interesante obra realizó
una reproducción facsimilar íntegra, la primera hecha en el país, del ejemplar
del “Martín
Fierro” que perteneciera al abogado y diplomático Estanislao S. Zeballos, con
correcciones del puño y letra de José Hernández.
Del
28 al 30 de junio de 1931, la Biblioteca Popular de Azul organizó en su sede la
“Exposición
Martín Fierro”. Del amplio y valiosísimo material exhibido -en su
mayoría propiedad de Ronco- se destacan la primera edición de la Primera Parte
del máximo poema nacional (Imprenta La Pampa, Buenos Aires, 1872) con correcciones
de puño y letra del autor, y la primera edición de “La vuelta de Martín
Fierro” (Librería del Plata, Imprenta de Pablo Coni, Buenos Aires, 1874) con
una dedicatoria
autógrafa de José Hernández al Dr. Estanislao Zeballos, fechada en
Buenos Aires el 6 de marzo de 1879.
Dicha
exposición fue reeditada en 1972 por María de las Nieves “Santa”
Giménez de Ronco, en adhesión al centenario de la aparición de la obra
hernandiana.
Entre
otras tantas realizaciones, Bartolomé Ronco fue el fundador en Azul de la Universidad
Popular “José Hernández” e impulsó el nombre de “Martín Fierro” para
una estación ferroviaria en el Partido, además de haber realizado profundas
investigaciones y estudios sobre la obra de Hernández.
El material mencionado, al que
debe sumársele la exquisita colección que perteneciera a Francisco Ingrasiotano,
junto a la Colección Cervantina, se atesora hoy en la conocida como “Casa
Ronco” de nuestra ciudad.
José
Rafael Hernández y Pueyrredón nació el 10 de noviembre de 1834. El día de su natalicio,
en nuestro país, se celebra el “Día de la Tradición”. (retrato realizado por
Genaro Pérez en 1887).
No hay comentarios:
Publicar un comentario