lunes, 13 de abril de 2020

María Gómez de Enciso, caridad hecha mujer

María Gómez de Enciso, caridad hecha mujer 


Por Eduardo Agüero Mielhuerry


María Rosalía Gómez nació el 4 de septiembre de 1867 en Carmen de Las Flores. Fue bautizada diez días después por el sacerdote Severino Soria. Sus padres fueron los porteños José María Gómez y Marta Utrera, quienes se hallaban domiciliados en la vecina ciudad. El matrimonio tuvo al menos otros seis hijos: Crisanta, Adolfo Fabio, Juana, Rosario, Julia y Narciso.
            Siendo aún muy jovencita, María conoció en su pueblo natal al que en poco tiempo se convertiría en su esposo, el porteño José Antonio Enciso, más de diez años mayor que ella.
            Unidos en sagrado matrimonio se radicaron en Ranchos -actual Partido de General Paz-, donde se instalaron debido a las ocupaciones comerciales de Antonio. Apenas pasaron unos meses cuando el hogar se vio bendecido con la llegada de la niña Delia Marta que nació el 3 de junio de 1887 y fue bautizada en la Iglesia Nuestra Señora del Pilar de los Ranchos el 9 de septiembre del mismo año.
            Empero la desgracia inmediatamente opacó toda felicidad. La pequeña enfermó de meningitis y murió con apenas siete meses de edad, el 3 de enero de 1888. Todo aquello que supo ser sonrisas y dicha se perdió en el oscuro mundo de la zozobra y el dolor. La pareja quedó destruida.
            Sin embargo, tal vez las eternas oraciones de María o su inconmensurable generosidad lograron un nuevo milagro. El 9 de agosto de aquel año que había empezado fatídicamente, en la Capital Federal, nació Antonio Pastor.
El matrimonio Enciso-Gómez volvió a radicarse en Ranchos y allí bautizaron al bebé en la Iglesia local, el 20 de mayo de 1889. La vida parecía encarrilarse nuevamente, pero vaya uno a saber qué vuelta del destino o qué infame designio hizo que la muerte volviera a relamerse… El pequeño Antonio Pastor murió repentinamente sumiéndola en la terrible realidad de haber perdido a sus dos hijos.
Pero los infortunios no terminarían ahí para María. El 6 de septiembre de 1889, en el Hotel Universal de la ciudad de Tucumán, José Antonio Enciso, de 34 años, después de un triste accidente doméstico, falleció por gangrena. Antonio se hallaba en la capital tucumana impulsado por su labor como comerciante. Fue sepultado en el Cementerio del Oeste de aquella localidad.
Así, con algo más de veinte años, María Rosalía Gómez de Enciso, en un abrir y cerrar de ojos, se quedó absolutamente sola. Sólo Dios fue su sostén…


Enseñar a pesar del dolor


Una imprecisa mañana, María llegó al Azul en tren…
A pesar de que tenía garantizado un buen “pasar económico”, su inquebrantable decisión de servir a la comunidad la llevó a convertirse en maestra de la Escuela Normal. Allí conoció a varios de quienes como ella se convertirían en destacadas personalidades de la ciudad como los hermanos Darhanpé (José María, Eduardo, Victoria, Justina y Ernestina), Abelardo Cano, Víctor Nigoul, Luis Robín, Amelia Elizagaray y Ángela Di Ferrante, entre otros. A su vez, entabló una estrecha amistad con María del Carmen Ducós, con quien compartió no sólo la pasión por la docencia, sino también por la caridad y la beneficencia.


Construyendo un hogar de amor


El 19 de marzo de 1890, Monseñor Agustín Boneo realizó su segunda visita pastoral a Azul. Llegó acompañado del subdirector del Apostolado de la Oración en el país, presbítero Bartolomé Más. Ambos se reunieron con el padre Luis María Cambra y las “celadoras” o miembros del Apostolado local: María Gómez de Enciso, Eufemia Bargas, Filomena O. de Peñalva, María Klein, Paula Mármol, Rosa R. Silva, Berna Mármol, Justina Leal de Leyría, Felisa Ballesteros, Juana Ball, Adelina Ballesteros, Ercilia Muñoz, Valentina Ballesteros, Paula G. de Rodríguez, Rosa Domínguez, Pilar P. de Domínguez, Virginia Claro, Fortunata Ballesteros, Eduviges Luna, Dorotea Bargas, Juliana Leal, María Ballesteros.
El “Apostolado de la Oración” se había fundado en la Iglesia de Azul el 14 de noviembre de 1886. Su objetivo primordial era promover la fe y el amor al Divino Corazón de Jesús, a través de la oración, y por otro lado, la consagración a obras de caridad, principalmente ligadas a los niños huérfanos.
De acuerdo a los objetivos fijados en los estatutos del Apostolado, formaron la comisión de “Damas de Caridad del Sagrado Corazón de Jesús”. María Gómez de Enciso, modestamente, ocupó un lugar como vocal dentro de dicha sociedad.
El 24 de mayo de 1896, las “Damas de Caridad…” fundaron el Asilo de Huérfanas “Sagrado Corazón”, cuya primera ubicación fue en la esquina de las calles Gral. San Martín y Rivadavia, propiedad que le alquilaban a Mariano Roldán (dicha vivienda, en la actualidad, es la que conocemos como “Casa Ronco”).
Después de algunas mudanzas y de gastar bastante dinero en alquileres, surgió la idea adquirir un terreno donde edificar una sede propia. Por iniciativa del Padre Manuel Pujato, en julio de 1899, se le compró a Antonio Lanusse el solar ubicado en la calle Rivadavia entre Benito Juárez y Av. Tapalqué (es decir, entre las actuales Gral. Julio Roca y Av. Pte. Gral. Juan D. Perón).
La Piedra fundamental del Asilo de Huérfanas fue colocada el 8 de diciembre de 1899, día de la Inmaculada Concepción. Visiblemente emocionada, María Gómez de Enciso fue una de las madrinas de la ceremonia.
Siguiendo los planos del Ingeniero Juan Ochoa, la costosa construcción se fue realizando por etapas, siendo la parte más antigua la que se erigió sobre la calle Rivadavia, que fue inaugurada el 16 de junio de 1901. Por entonces -desde el 1 de enero de ese año-, era presidenta de la sociedad de “Damas…” la infatigable y estoica María... La inauguración fue una verdadera fiesta en la cual se repartieron quinientas medallas recordatorias.
María condujo la Sociedad “Damas de Caridad del Sagrado Corazón de Jesús” desde el 1 de enero de 1901 hasta enero de 1920, es decir, por siete mandatos consecutivos, siempre elegida por unanimidad de los votos de la Comisión.


Un santo entre los azuleños


La fría tarde del 13 de Julio de 1903, en el Ferrocarril Sud, el joven sacerdote César Antonio Cáneva llegó a nuestra ciudad para hacerse cargo de la parroquia. Todo su capital estaba constituido por una enorme Fe y una imagen de la Virgen de Luján que trajo bajo el brazo.
Era un joven nacido en Carlazzo, Italia, el 27 de Marzo de 1874; tras la muerte de su madre, a temprana edad había llegado con su padre y sus dos hermanas a la Argentina.
Había iniciado sus estudios y al despertarse su férrea vocación religiosa, ingresó al Seminario de Buenos Aires. Más tarde, fue ordenado sacerdote el 21 de diciembre de 1901 en la iglesia de San Ponciano de La Plata, donde el día de Navidad celebró su primera Misa.
Su tarea en Azul no fue sencilla. En 1900 se había comenzado a construir un nuevo templo, pero con el correr del tiempo la obra se hallaba paralizada.
El nuevo siglo y el Sacerdote trajeron cambios muy profundos para la ciudad. Carismático y campechano, Cáneva supo “ganarse” a la comunidad. Y así, el 7 de octubre de 1906, a tan sólo tres años de su llegada logró inaugurar el neogótico templo de la Iglesia Nuestra Señora del Rosario y San Serapio Mártir como supo ser desde antaño.
Sin embargo, a pesar de ser la más conocida, la obra de la actual Catedral no fue su única preocupación ni su único legado. Y tampoco estuvo solo. Supo congregar a su alrededor un excelente equipo de personas cuyo objetivo primordial era asistir a los desamparados. Entre ellos, sin dudas, sobresalió María Gómez de Enciso, quien formó, junto a muchas otras mujeres como Ernestina Darhanpé o Justa Gallardo,  la “Comisión de Damas” cuyo objetivo principal era la recaudación de fondos para la construcción del nuevo templo azuleño.


Hermanas Azules


El 17 de octubre de 1907, llegaron a Azul diecinueve Hermanas de la Congregación de la Inmaculada Concepción (habían arribado a Buenos Aires a bordo del “Magallan” desde Francia, previa escala en Lisboa). Fueron recibidas por María Gómez de Enciso, presidenta de las “Damas…”, y el Padre César Antonio Cáneva. Marie Alphonse Rheit se convirtió en la primera superiora de la casa y a su vez y desde ese momento, en la primera superiora provincial de Argentina. También llegaron con ella Sylvie Azais, Saint Emile, Saint Robert, Francois de Borgia, Marcellin y Clementine, entre otras.
Las  Hermanas Azules, con el impulso irrefrenable del Padre Cáneva y el apoyo incondicional de María Gómez de Enciso, lograron inaugurar el 15 de marzo de 1908 el Colegio Inmaculada Concepción. Y así comenzó una tarea mancomunada que se extendió en el tiempo por más de ochenta y cinco años…


Una nueva y monumental obra


El 17 de marzo de 1904 se reunió la Comisión Directiva de la “Pía Unión de San Antonio”, la cual era presidida por la señora Úrsula Vásquez de Zapata. En dicha reunión se hizo evidente la necesidad de fundar un asilo para niños huérfanos, a imagen y semejanza del “Sagrado Corazón” dedicado a las niñas.
En 1906 se concretó la compra del terreno ubicado en la calle Dolores entre Entre Ríos y Córdoba (las actuales Gral. Francisco Leyría entre Dr. Alfredo Prat e Intendente Dr. Ernesto M. Malére).
El 2 de junio de 1907 se colocó la Piedra fundacional, bendecida por el Obispo de La Plata, Monseñor Francisco Alberti. A pesar de la fría jornada, una nutrida concurrencia acompañó la ocasión en la que la señora Vásquez de Zapata hizo uso de la palabra. A su lado, el Padre Cáneva sonreía henchido de emoción frente a la gran obra que avizoraba en beneficio de la comunidad y los más desprotegidos.
Tras varios contratiempos, el Asilo de Huérfanos “San Antonio”, fue inaugurado el 1 de octubre de 1911, bajo la presidencia de María Gómez de Enciso, quien sumó así una obra más al servicio de los más necesitados y en especial de los niños sin hogar.
El Asilo procuró la educación de los niños desde una faz práctica, por ejemplo, en su imprenta se confeccionaba “La Revista”, órgano de difusión de las diversas obras. Éste semanario, que alcanzó los dos mil ejemplares por número, comenzó a publicarse en abril de 1915 y tuvo una existencia de más de treinta y cinco años. Vale destacar que todo lo producido por la venta de la misma estaba destinado a los dos Asilos.
Algún tiempo después, gracias a la contribución de la señora Rufina de Martínez Berdes, el 5 de noviembre de 1916, se inauguró la iglesia de “San Antonio”.
Desde entonces, cada día fue convertido en la excusa perfecta para contribuir de una u otra manera a mejorar el estilo de vida de los jóvenes hospedados en los orfanatos. Socios bienhechores, rifas, bazares de caridad, conciertos, subvenciones, legados y donaciones “anónimas” fueron varios de los recursos que ayudaron a prosperar a los Asilos.


El final de un fructífero camino…


María fue una mujer piadosa. Perdió a toda su familia, pero supo recuperarlos en cada sonrisa que le devolvían aquellos centenares de niños y niñas huérfanos a los que ayudó denodadamente hasta el límite de sus fuerzas. Todo abandonó en su afanosa lucha por el bienestar de los desamparados, pero jamás dejó de lado sus nobles ideales y su profunda fe en Dios…
A causa de una peritonitis, María Rosalía Gómez de Enciso falleció en su domicilio de la calle Bolívar N° 575, en Azul, el 26 de enero de 1920. Tenía cincuenta y dos años de edad y un enorme y bello rosario de obras dedicadas a la caridad.
Mediante su última voluntad legó todos sus bienes a obras de beneficencia.
En su sepelio hablaron la maestra María del Carmen Ducós, el diputado Provincial Dr. Agustín J. Carús y el carismático Padre César A. Cáneva, con quien había trabajado codo a codo en beneficio de la comunidad azuleña.


Monumento funerario a su memoria


En septiembre del año de su deceso, se conformó una comisión –encabezada por Julia Saint Germes de Cier- y se inició una suscripción pública para erigir un monumento a su memoria.
El trabajo fue encomendado al arquitecto Julio C. Maschio y se le encargó al escultor belga Luis Brunninx la realización de una escultura femenina con su mirada hacia el cielo sosteniendo a un niño en su brazo izquierdo y protegiendo a otro con su diestra.
El escultor, que estaba radicado en la Capital Federal, envió las piezas confeccionadas en mármol de Carrara en septiembre de 1922 e inmediatamente comenzó la construcción del monumento.
En un homenaje acaecido el 10 de diciembre de 1922, Amelia Elizagaray –amiga íntima de María- pronunció un sentido discurso y el obispo Francisco Alberti bendijo el monumento funerario.







El monumento funerario fue realizado por el arquitecto Julio C. Maschio y se le encargó al escultor belga Luis Brunninx la realización de la escultura. El conjunto fue bendecido el 10 de diciembre de 1922.



Por iniciativa del ahora ex concejal Santiago Zaffora, se le impuso el nombre María Gómez de Enciso a la calle Nº 327 –primera arteria paralela a la Av. Mujica hacia el Norte-, para homenajear a esta gran mujer.

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