domingo, 3 de enero de 2021

La masacre de la que nos salvó Brid

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El 1 de enero de 1872 se produjo en Tandil un episodio de sangre del que resultaron víctimas mortales casi medio centenar de personas. El sindicado como responsable y su banda de cómplices habían sido expulsados del Azul por gestiones del doctor Alejandro Brid.



Por Eduardo Agüero Mielhuerry


Alejandro José Brid de la Lama nació en Bidania, Guipúzcoa (País Vasco, España), en 1817. Sus padres fueron Jacinto Brid y Galarraga y María Prudencia de la Lama Urraca. A muy temprana edad Alejandro y su familia arribaron a la Argentina. Se instalaron en la ciudad de Buenos Aires donde él comenzó sus estudios en medicina y asimismo conoció a la que se convertiría en su esposa, la joven tucumana Manuela Ugarte Gramajo.

Sin embargo, cuando el futuro era prometedor en la ciudad, decidieron probar suerte en el interior de la Provincia. Así fue como a mediados de 1854 decidieron viajar a Azul, sin saber que Manuela estaba embarazada.

Inmediatamente, Alejando comenzó a ejercer su profesión anotándose así en la historia lugareña como uno de los primeros médicos locales.

Con la expedición fundadora había llegado el Dr. Juan Fernando Michemberg, médico que ni siquiera alcanzó a permanecer un mes por estos lares (aunque luego volvería al Azul y tendría una numerosa familia cuyos descendientes aún viven entre nosotros), ya que el 8 de enero de 1833 el coronel Pedro Burgos lo dio de baja con cualquier excusa, aunque la verdad era que “no abrazaba la causa”. En su lugar fue enviado el Dr. Pedro Piscueta, de origen español, que tampoco satisfizo a Burgos y fue enviado de vuelta debido. Recién con la llegada del tercer facultativo, el Dr. Pedro Ramos, la situación se normalizó, distinguiéndose este médico por su acción profesional como por la comunitaria. Sumándose como anecdótico que su hija lo haría abuelo de Manuel Belgrano, nieto del general homónimo.

Por su parte, el doctor Alejandro Brid (tal vez cuarto o quinto médico del Azul si no se agrega otro facultativo a los mencionados), representaba al prototipo del médico rural, un profesional con un nivel de preparación superior al habitual por aquellos años. Asimismo, todo el vecindario lo apreciaba mucho pues no sólo se destacaba por su carácter afable sino que solía atender a muchos enfermos sin siquiera cobrar un centavo.

Construyendo una posición económica acomodada, el doctor Brid comenzó a invertir en la compra de tierras. Así fue como se convirtió en propietario de numerosas “suertes de estancias” que representaban unas cuantas miles de hectáreas productivas. Alejandro y Manuela tuvieron cuatro hijos: Manuela Dolores (1855), Alejandro María del Pilar (1857), Juana Dominga Liberata (1860) y Antonia Dolores (1863). A pesar de los años que llevaban juntos, la pareja recién contrajo matrimonio en la Iglesia Nuestra Señora del Rosario de Azul el 12 de mayo de 1862.

El 3 de junio de 1870, mediante la Ordenanza N° 108, se designó a Brid –que también actuaba en la política local- como médico municipal. Poco tiempo después, más precisamente el 8 de julio, el Doctor envió una misiva al Presidente de la Corporación Municipal solicitando material para la higiene y el cuidado de los enfermos del Hospital -que funcionaba en la casa de don Ventura Miñana, situada en la esquina Oeste de las actuales calles Colón y Corrientes, conocida luego como “la casa de Catriel”, hoy desaparecida-.

 

Azul, tierra de ingenuos

 

No se sabe cuándo ni dónde nació, pero lo cierto es que Jerónimo Solané, tras breves estadías en Santa Fe y Rosario, se radicó en Azul, en unos campos limítrofes con Tapalqué. Allí no trabajaba de manera convencional. Él se dedicaba a “sanar cuerpos y almas”. Sin embargo, nunca había estudiado medicina mas apenas sabía leer pero ni siquiera escribir.

Con una figura desgarbada, humilde, con el cabello canoso y desarreglado, y una larga barba blanca, pese a no alcanzar los 50 años de edad, en su rol de sanador y profeta era conocido como “Tata Dios” y así se haría tristemente célebre.

Su popularidad no dejaba de crecer, principalmente entre aquellos “crédulos” que buscaban una cura entre los brebajes que indiscriminadamente proporcionaba el falso médico o curandero. Con una verba escasa pero convincente, sus artilugios adivinatorios no excedían de un buen secretario que, sutilmente, interrogaba a los pacientes mientras Solané aguardaba escuchando atentamente detrás de una puerta de tela en el precario rancho donde atendía. Por lo demás, la sorpresa del enfermo ante las exclamaciones precisas del “adivino” y los “milagrosos remedios” completaban la fórmula de la estafa.

El manto de seriedad estaba dado por la imagen de la Virgen de Luján a los pies de la que los “clientes” dejaban su dádiva voluntaria.

En una campaña donde las necesidades eran infinitas y pocos se comprometían a ayudar, la astucia del curandero Jerónimo “Tata Dios” Solané había encontrado el terreno fértil para su astuto ardid.

Sin tapujos, anunció que el 15 de noviembre de 1871 el mismísimo San Francisco de Asís aparecería en el pueblo del Azul. Desde ya que semejante noticia causó un gran revuelo y logró el desplazamiento de unos cuatrocientos vecinos de la región, poniendo en alerta a las autoridades municipales.

El médico de Policía, Alejandro Brid, completamente alarmado, hizo una breve aunque certera denuncia ante el comisario Reginaldo Ferreyra, exigiéndole que lo hiciera comparecer por “ejercicio ilegal de la medicina”.

La denuncia del doctor Brid sentenciaba: “Un individuo llamado según me dicen Solano (o Médico de Dios) y que vive en el cuartel 7°, a cinco leguas distante de este pueblo, en dirección a Tapalquén, está cometiendo escandalosos abusos, tanto por estar ejerciendo la medicina indebidamente cuanto de los medios supersticiosos de que se vale para engañar a las personas ignorantes, que desgraciadamente es la mayor parte que viven en la campaña, haciéndoles creer que es el inspirado de Dios y conversa con él cuantas veces quiere y otras bribonadas por el estilo para expoliarles a mansalva”.

Solané llegó a la Comisaría de Azul alrededor de la medianoche, acompañado por más de cuarenta personas a caballo. En su comparecencia ante el Comisario y el doctor Brid, el “Tata Dios” reconoció que les brindaba remedios y algunos brebajes a las personas que iban a buscarlos, aunque no era médico recibido para hacerlo. Asimismo, irónicamente se le preguntó si conocía a San Francisco y él, con absoluto desparpajo, afirmó que sí, e inclusive que el Santo lo había impulsado a hacer un servicio a la Humanidad, curando a los enfermos.

El “Tata Dios” quedó detenido en Azul por ejercicio ilegal de la medicina tal como lo había denunciado Brid. Aunque no por mucho tiempo… El Juez de Paz del pueblo, José Botana, tomó cartas en el asunto e intervino dejándolo en libertad.

A los pocos días de abandonar la delegación policial, Solané se dirigió a la ciudad de Tandil para continuar con sus actividades. El doctor Alejandro Brid había desmantelado en el Azul su castillo de artilugios, predicciones y brebajes.

En los últimos días de diciembre de 1871, Jacinto Pérez (también llamado “El Viejo” o “San Jacinto”), acérrimo seguidor de Solané, incitado por éste, reunió a varias decenas de paisanos criollos en las sierras cercanas al pueblo. Allí les planteó una serie de dramáticas predicciones -hechas por el “Tata Dios”-, las que hablaban de la aproximación del día de “El Juicio Final” y de un diluvio que acabaría hundiendo a Tandil para dar paso a un nuevo pueblo que nacería al pie de la “Piedra Movediza”, donde habitarían “las almas” de los elegidos. La única condición para acceder al glorioso vergel era deshacerse de todos los gringos y masones, culpables de las desgracias de los criollos.

Poco después, el 1 de enero de 1872, pasadas las 2 de la madrugada, Solané y un grupo de hombres a caballo, al grito de “¡Viva la Patria!”, ¡Viva la religión!” y “¡Mueran los gringos y masones!”, atravesaron el pueblo sembrando pánico y regando de sangre inocente las calles del Tandil.

 

Año nuevo… sangre fresca e inocente

 

Este luctuoso episodio, en el que fue asesinado casi medio centenar de personas, fue un absurdo ataque xenófobo y, raramente, “antimasónico”, ya que en la serrana ciudad no había ninguna logia organizada. Pero las prédicas del “Tata Dios” contra los extranjeros y masones habían calado muy hondo en la fragmentada sociedad de la época.

En la madrugada del 6 de enero, en el Día de los Reyes Magos, Jerónimo Solané murió baleado desde una pequeña ventana en el calabozo en el que estaba custodiado por guardias y civiles armados. Su sangre salpicó las paredes de la inmunda prisión. En su cuerpo se encontraron trece heridas, aunque sólo se oyó un disparo, por lo que se estima que fue asesinado por un tiro de tercerola o un trabuco.

Fue sepultado en el acceso al viejo Cementerio Municipal, fuera del camposanto, en lo que actualmente es la Plaza Moreno (en cercanías al acceso al Parque Independencia). Se dice que el lugar fue elegido para que fuese pisoteado por quienes llegaran a la necrópolis; supuestamente, además, fue enterrado con los grilletes puestos y de pie, para que no descanse en paz.

Sólo dos cómplices fueron condenados a muerte y fusilados en la Plaza Mayor de Tandil. Los demás detenidos fueron liberados uno a uno… Mientras tanto las calles tandilenses siguieron manchadas de sangre… sangre inocente.

 

Seguir adelante…

 

Tremenda tragedia conmocionó a toda la región y pasmó a Azul cuando se supieron varios detalles sobre los hechos, en especial, cuando se hizo público el testimonio del azuleño José Caballero quien sostuvo, ante los Jueces de Paz de Tandil y del Azul, que: “... El golpe dado en el Tandil, el día primero no estaba preparado así, pues se había precipitado a ello, por cuanto debía tener lugar el día doce o catorce en el Azul...”.

De alguna u otra manera se podría decir que el doctor Alejandro Brid salvó a nuestro pueblo de una verdadera masacre. Pero su preocupación por el Azul no se acabaría…

A fines de febrero de 1872, el general Ignacio Rivas fue alertado sobre la gestación de un formidable malón que se dirigiría a Azul. Inmediatamente el General procuró reforzar sus tropas recibiendo la ayuda de los vecinos Vicente Pereda, Manuel Vega Belgrano y el doctor Alejandro Brid, quienes fundamentalmente aportaron caballos y otros recursos menores. Finalmente, el general Rivas resultó vencedor en la que se conocería como la Batalla de San Carlos de Bolívar, desencadenada en 8 de marzo de 1872.

El (segundo) Hospital del pueblo fue parte de los desvelos de Brid. Entendía que la salud de los azuleños eran prioridad y por ello respaldaba a la señora Candelaria Álvarez de Bustos, que se ocupaba de curar y asilar a los enfermos. Asimismo, él nunca dejó de demandar recursos para intentar mejorar las instalaciones sanitarias; sin embargo, no siempre fue escuchado…

El estimado doctor Alejandro Brid falleció repentinamente el 4 de abril de 1875, siendo sepultado en el Cementerio de Azul.





Doctor Alejandro Brid