El pasado 9 de julio se cumplieron
101 años del fallecimiento de Mercedes Castellanos de Anchorena, una de las
grandes benefactoras de la obra de la actual Iglesia Catedral “Nuestra Señora del
Rosario” y madrina de la misma, como así también impulsora del Asilo del Buen
Pastor.
Por Eduardo Agüero Mielhuerry
María Lina de las Mercedes Castellanos nació en Rosario, provincia de Santa
Fe, el 24 de septiembre de 1840. Sus padres fueron el salteño Aarón
Castellanos Velasco y la porteña Secundina Juana María de la Iglesia Castro.
Tuvo doce hermanos y completó su educación en París, con las Hermanas Canonesas
de San Agustín.
Dueña de una exquisita belleza, supo
destacarse en los círculos más selectos de la aristocracia porteña, haciendo
gala de su refinamiento y estampa. Así también supo conquistar el corazón de un
próspero comerciante y acaudalado estanciero porteño... El 24 de septiembre de
1864, contrajo matrimonio con Nicolás Hugo Anchorena Arana.
La pareja tuvo once hijos: Nicolás
María Serviliano, Mercedes Benita, Mercedes
Dionisia, Amalia Valentina, Aarón, Matilde Lidia, Josefina
Anacleta del Corazón de Jesús, Aarón Félix Martín del Corazón de Jesús,
Enrique
Justino Pascual, Emilio Evaristo y Alberto
Florentino del Corazón de Jesús.
Cuando en 1884 murió Nicolás Anchorena, dejó
en campos, semovientes, propiedades urbanas y efectivo un capital de cuatro
millones de libras esterlinas. Mercedes, se ocupó personalmente de la inmensa
fortuna heredada de su esposo, integrada por más de veinte estancias a las que
no se limitó a conservar sino que acrecentó notablemente en su producción y
extensión anexándoles otras propiedades. Llegó a tener más de 350.000 hectáreas
en Buenos Aires y Neuquén.
En los umbrales del siglo XX, pese a los
grandes privilegios que le imponía su posición, y la comodidad que eso
implicaba, ella mantuvo su generosidad y solidaridad ocupándose de múltiples
cuestiones que iban más allá del mero goce de su fortuna. Así como lo había
hecho en vida de su marido, Mercedes se abocó también a realizar múltiples
donaciones a la Iglesia, contribuyendo no sólo a la erección de suntuosos y
refinados templos, sino que colaboró y sostuvo la obra de diversas comunidades
religiosas que bregaban por el bienestar de los menesterosos.
“San Ramón” en Azul
El 19 de
diciembre de 1890, en París, Francia, falleció Mercedes Dionisia Anchorena,
de apenas 19 años de edad. Poco después, su madre, Mercedes, decidió rendirle
homenaje construyendo una capilla en “San Ramón”, estancia azuleña que no
conocía hasta entonces, pero a la que decidió acercarse con su familia durante
un verano.
Según
relata Yuyú Guzmán en su libro “Estancias de Azul”: “Sus hijos, encantados con el lugar, le
pidieron a su madre continuar los veraneos en ‘San Ramón’, donde el clima es
más fresco que en Pila y se evitan las grandes invasiones de mosquitos,
provocadas por los fangales y cangrejales que caracterizan la zona aproximada
al Samborombón”, que era el sitio donde descansaban hasta entonces. La
autora continúa: “En el año 1895 se
inicia la construcción de la capilla y la escuela que iría al lado. Estas
edificaciones se inauguran en 1897. Luego se levanta la casa principal, una
residencia de dos pisos adosada a la pared lateral de la capilla.”.
En la
capilla, de 30 metros de largo por 12 de ancho, diariamente un capellán
oficiaba los servicios religiosos para el vecindario y los empleados del
establecimiento. La capilla fue puesta bajo la advocación de Nuestra Señora de
la Merced, conservándose en ella piezas de relevancia histórica y litúrgica. El
12
de febrero de 1904, el padre César Antonio Cáneva llegó por
primera vez a “San Ramón” y entabló
un importante vínculo con doña Mercedes.
“Por
la corrupción de las costumbres”
En la edición del 25 de
enero de 1957 del “Diario del Pueblo”, bajo el título “Humanitaria obra inspira al Hogar del Buen
Pastor”, se cuentan cuáles fueron los orígenes del Asilo Buen Pastor. El
escenario del encuentro fue “San Ramón”; la conversación entre
el joven sacerdote y la millonaria benefactora, acaecida en 1918,
habría nacido ante la creciente preocupación del religioso por la “corrupción de las
costumbres en esta ciudad de Azul.”.
Mercedes, que muchas veces había colaborado en tantos requerimientos, “conmovida díjole: ‘y si trajésemos aquí a
las religiosas del Buen Pastor para que establezcan una casa’ (…).”. El sacerdote respondió: “Señora, esto me abriría el cielo…” y
comenzó a vislumbrar otra obra de calidad y contundencia para la comunidad…
Pocos días después, en Buenos Aires, “La digna señora de Anchorena se dirigió a la Casa Provincial y dijo a
la Madre Visitadora: ‘vengo a pedir la fundación de una casa en el Azul y no
puede negármela’.”. Y su voluntad comenzó a encaminarse hacia la
concreción… La respuesta de la Madre Visitadora, María San Agustín de Fernández
Concha, con la anuencia de la Madre General de la Congregación, María
de Santa Domitila Larose, ante la generosa benefactora fue afirmativa.
Después de requerir el consentimiento del obispo de La Plata, monseñor Juan
N. Terrero, inmediatamente la viuda de Anchorena efectuó la compra en
Azul de tres manzanas de terreno, comprendidas por las calles Guaminí,
Buenos Aires (luego General Uriburu; actual Int. Prof. Rubén C. De Paula), Burgos
y calle sin nombre (actual Falucho). Aunque finalmente las construcciones se acotarían
a dos manzanas, Mercedes “se proponía
invertir un millón de pesos en esta obra destinada a salvar innumerables almas”.
A fines
de febrero
de 1919, Mercedes estuvo recorriendo los terrenos adquiridos para
levantar el asilo junto a su joven y viuda nuera, Leonor Uriburu, y el
padre César A. Cáneva.
Manos a la obra
En una
nota del periódico “El Ciudadano”,
publicada el lunes 3 marzo de 1919,
se brindaban algunos detalles de la obra a realizarse y se ponía el acento en
el grave problema que vivía la sociedad azuleña: “El Asilo del Buen Pastor en el
Azul. Una gran institución social. (…) En el Azul se ha extendido la
inmoralidad, adquiriendo en estos últimos tiempos todos los caracteres de un
verdadero flagelo que amenaza seriamente la familia de las clases proletarias. Según
cálculos de algunos médicos, suman centenares las criaturas que sin ser núbiles
requieren tratamientos médicos; y la policía registra en sus crónicas diarias
también un gran número de intervenciones, por la contravención a las ordenanzas
sobre la moralidad pública, debiendo decirse que hasta el presente las
autoridades no han prestado mayor atención a ese servicio de vigilancia.
Esto así, el acto altruista de la señora
Mercedes Castellanos de Anchorena, significa una verdadera solución, dada a un
asunto cuya importancia creemos haber puesto de manifiesto. La obra que dentro
de breve será emprendida, traerá incalculables beneficios para la dignidad
social del Azul y en tal concepto, debemos todos prestarle nuestro más decidido
apoyo.”.
El 12 de
marzo de 1919 llegaron dos religiosas del Buen Pastor y se hospedaron
en el Colegio de las Religiosas de la Inmaculada Concepción, quienes las
recibieron con enorme amabilidad. Las Hermanas visitaron el solar y la parte
que contenía una barraca (manzana que finalmente sería vendida y loteada años
más tarde) y alguna edificación. Después de verificar la correcta marcha de las
incipientes obras, regresaron a Buenos Aires satisfechas por lo que se estaba
gestando en Azul.
El
edificio debía contar con dos secciones: una con capacidad para 100 niñas
pobres y la otra para idéntica cantidad de jóvenes necesitadas de
rehabilitación moral. A su vez debía tener departamento para las Hermanas,
Iglesia y todas las dependencias necesarias para funcionar intramuros. Mercedes
puso un gran empeño para concretar su labor en Azul. Visitaba la ciudad con
frecuencia o recibía información de manos del propio padre Cáneva o algún otro
allegado. Escribió ella misma la lista de imágenes que debían colocarse en los
coros y en los diversos departamentos. Nada escapaba a su ojo minucioso y
meticuloso…
Enormes legados
Entre otras obras, Mercedes impulsó la
construcción de la Basílica del Santísimo Sacramento de Buenos Aires (célebre no
sólo por su rica arquitectura sino también por su Custodia para la adoración
perpetua de la Eucaristía de tres metros, la que obtuvo el premio “Hors Concours” en la Exposición
Universal en París), donó y dedicó a la memoria de sus padres el Altar
del Señor del Milagro en la Catedral de Salta y parte de las
instalaciones del Seminario Conciliar de Buenos Aires.
Contribuyó con el Monasterio de Madres
Carmelitas Descalzas “Santa Teresa de
Jesús” en el barrio porteño de Almagro y el noviciado de las hermanas del
Buen Pastor en Caballito. Respaldó económicamente al Convento e Iglesia de los
Franciscanos en Castellanos y el de las Hermanas Franciscanas Misioneras, ambas
obras en la provincia de Santa Fe. Asimismo financió la refacción del Convento
Franciscano en Santiago del Estero y otras tantas obras a lo largo y ancho de
país. También entregó becas a jóvenes que eran aptos para ser admitidos por el
Colegio Pío Latino en Roma. Y no dejó de sostener asilos y escuelas hasta en
los rincones más recónditos de Argentina.
Azul tampoco estuvo ajena a su mano
benefactora… Tal vez el aporte más significativo y caro a los sentimientos de
los azuleños está ligado a la actual Iglesia Catedral “Nuestra Señora del
Rosario”, que fuera inaugurada el 7 de octubre de 1906. Mercedes donó,
junto a su nieta, Matilde Ortiz Basualdo de Zuberbühler, el Altar Mayor y una
importante suma de dinero que contribuyó al avance de la obra que había
reiniciado el joven sacerdote César Cáneva. Ella y el entonces gobernador de la
provincia de Buenos Aires, Dr. Bernardo de Irigoyen, fueron
nombrados padrinos de la ceremonia. Como ambos no pudieron asistir –ella se
encontraba en Córdoba-, fueron representados respectivamente por la Presidenta
de la “Comisión de Damas Pro-Templo”,
Regina
Gómez de Vázquez, y por el Presidente de la H. Cámara de Diputados, Dr.
José
María Vega.
La inesperada despedida…
El 1 de
julio de 1920 visitó las obras desarrolladas en Azul, acompañada de los
constructores y a pesar del riguroso frío de aquella mañana, recorrió con ellos
toda la casa, haciéndoles tomar exactas medidas, desde la portería, sacristías,
salones de labores, coros, oratorios, el campanario, cómodas para ornamentos, oficinas,
lavaderos, cocinas, etc. Hizo recomendaciones para que todo se ajustara al “gusto de las religiosas”.
Aquella
gélida mañana, Mercedes estuvo dos horas y media recorriendo y supervisando los
avances de su nuevo proyecto benéfico. Tenía 79 años de edad, pero no se detuvo
en ningún momento. Ni siquiera se sentó. Esa fue su última visita a Azul… Mercedes Castellanos de Anchorena falleció
ocho
días más tarde, el 9 de
julio de 1920, en Buenos Aires. Tras un pomposo funeral, sus restos
fueron sepultados en la Cripta de la Basílica del Santísimo Sacramento.
Diez años después, su hija, Josefina Anchorena de Rodríguez Larreta retomaría su labor, culminándola efectivamente en 1946 con la inauguración de la Capilla “Sagrado Corazón de María”, más conocida como “Buen Pastor”.
Mercedes Castellanos de Anchorena.
El presente artículo
es un adelanto exclusivo para “El Tiempo” del libro “‘Yo soy el Buen Pastor’. Breve historia de la Capilla
‘Sagrado Corazón de María’ de Azul”, que Eduardo Agüero
Mielhuerry presentará el próximo 9 de noviembre, al cumplirse el 75° aniversario
de la inauguración del emblemático templo local.