martes, 13 de julio de 2021

Doña Mercedes y el Buen Pastor

 

Doña Mercedes y el Buen Pastor

 

El pasado 9 de julio se cumplieron 101 años del fallecimiento de Mercedes Castellanos de Anchorena, una de las grandes benefactoras de la obra de la actual Iglesia Catedral “Nuestra Señora del Rosario” y madrina de la misma, como así también impulsora del Asilo del Buen Pastor.

 

Por Eduardo Agüero Mielhuerry

 

María Lina de las Mercedes Castellanos nació en Rosario, provincia de Santa Fe, el 24 de septiembre de 1840. Sus padres fueron el salteño Aarón Castellanos Velasco y la porteña Secundina Juana María de la Iglesia Castro. Tuvo doce hermanos y completó su educación en París, con las Hermanas Canonesas de San Agustín.

Dueña de una exquisita belleza, supo destacarse en los círculos más selectos de la aristocracia porteña, haciendo gala de su refinamiento y estampa. Así también supo conquistar el corazón de un próspero comerciante y acaudalado estanciero porteño... El 24 de septiembre de 1864, contrajo matrimonio con Nicolás Hugo Anchorena Arana.

La pareja tuvo once hijos: Nicolás María Serviliano, Mercedes Benita, Mercedes Dionisia, Amalia Valentina, Aarón, Matilde Lidia, Josefina Anacleta del Corazón de Jesús, Aarón Félix Martín del Corazón de Jesús, Enrique Justino Pascual, Emilio Evaristo y Alberto Florentino del Corazón de Jesús.

Cuando en 1884 murió Nicolás Anchorena, dejó en campos, semovientes, propiedades urbanas y efectivo un capital de cuatro millones de libras esterlinas. Mercedes, se ocupó personalmente de la inmensa fortuna heredada de su esposo, integrada por más de veinte estancias a las que no se limitó a conservar sino que acrecentó notablemente en su producción y extensión anexándoles otras propiedades. Llegó a tener más de 350.000 hectáreas en Buenos Aires y Neuquén.

En los umbrales del siglo XX, pese a los grandes privilegios que le imponía su posición, y la comodidad que eso implicaba, ella mantuvo su generosidad y solidaridad ocupándose de múltiples cuestiones que iban más allá del mero goce de su fortuna. Así como lo había hecho en vida de su marido, Mercedes se abocó también a realizar múltiples donaciones a la Iglesia, contribuyendo no sólo a la erección de suntuosos y refinados templos, sino que colaboró y sostuvo la obra de diversas comunidades religiosas que bregaban por el bienestar de los menesterosos.

 

“San Ramón” en Azul

 

El 19 de diciembre de 1890, en París, Francia, falleció Mercedes Dionisia Anchorena, de apenas 19 años de edad. Poco después, su madre, Mercedes, decidió rendirle homenaje construyendo una capilla en “San Ramón”, estancia azuleña que no conocía hasta entonces, pero a la que decidió acercarse con su familia durante un verano.

Según relata Yuyú Guzmán en su libro “Estancias de Azul”: “Sus hijos, encantados con el lugar, le pidieron a su madre continuar los veraneos en ‘San Ramón’, donde el clima es más fresco que en Pila y se evitan las grandes invasiones de mosquitos, provocadas por los fangales y cangrejales que caracterizan la zona aproximada al Samborombón”, que era el sitio donde descansaban hasta entonces. La autora continúa: “En el año 1895 se inicia la construcción de la capilla y la escuela que iría al lado. Estas edificaciones se inauguran en 1897. Luego se levanta la casa principal, una residencia de dos pisos adosada a la pared lateral de la capilla.”.

En la capilla, de 30 metros de largo por 12 de ancho, diariamente un capellán oficiaba los servicios religiosos para el vecindario y los empleados del establecimiento. La capilla fue puesta bajo la advocación de Nuestra Señora de la Merced, conservándose en ella piezas de relevancia histórica y litúrgica. El 12 de febrero de 1904, el padre César Antonio Cáneva llegó por primera vez a “San Ramón” y entabló un importante vínculo con doña Mercedes.

 

“Por la corrupción de las costumbres”

 

En la edición del 25 de enero de 1957 del “Diario del Pueblo”, bajo el título “Humanitaria obra inspira al Hogar del Buen Pastor”, se cuentan cuáles fueron los orígenes del Asilo Buen Pastor. El escenario del encuentro fue “San Ramón”; la conversación entre el joven sacerdote y la millonaria benefactora, acaecida en 1918, habría nacido ante la creciente preocupación del religioso por la “corrupción de las costumbres en esta ciudad de Azul.”.

Mercedes, que muchas veces había colaborado en tantos requerimientos, “conmovida díjole: ‘y si trajésemos aquí a las religiosas del Buen Pastor para que establezcan una casa’ (…).”. El sacerdote respondió: “Señora, esto me abriría el cielo…” y comenzó a vislumbrar otra obra de calidad y contundencia para la comunidad…

Pocos días después, en Buenos Aires, “La digna señora de Anchorena se dirigió a la Casa Provincial y dijo a la Madre Visitadora: ‘vengo a pedir la fundación de una casa en el Azul y no puede negármela’.”. Y su voluntad comenzó a encaminarse hacia la concreción… La respuesta de la Madre Visitadora, María San Agustín de Fernández Concha, con la anuencia de la Madre General de la Congregación, María de Santa Domitila Larose, ante la generosa benefactora fue afirmativa.

Después de requerir el consentimiento del obispo de La Plata, monseñor Juan N. Terrero, inmediatamente la viuda de Anchorena efectuó la compra en Azul de tres manzanas de terreno, comprendidas por las calles Guaminí, Buenos Aires (luego General Uriburu; actual Int. Prof. Rubén C. De Paula), Burgos y calle sin nombre (actual Falucho). Aunque finalmente las construcciones se acotarían a dos manzanas, Mercedes “se proponía invertir un millón de pesos en esta obra destinada a salvar innumerables almas”.

A fines de febrero de 1919, Mercedes estuvo recorriendo los terrenos adquiridos para levantar el asilo junto a su joven y viuda nuera, Leonor Uriburu, y el padre César A. Cáneva.

 

Manos a la obra

 

En una nota del periódico “El Ciudadano”, publicada el lunes 3 marzo de 1919, se brindaban algunos detalles de la obra a realizarse y se ponía el acento en el grave problema que vivía la sociedad azuleña: El Asilo del Buen Pastor en el Azul. Una gran institución social. (…) En el Azul se ha extendido la inmoralidad, adquiriendo en estos últimos tiempos todos los caracteres de un verdadero flagelo que amenaza seriamente la familia de las clases proletarias. Según cálculos de algunos médicos, suman centenares las criaturas que sin ser núbiles requieren tratamientos médicos; y la policía registra en sus crónicas diarias también un gran número de intervenciones, por la contravención a las ordenanzas sobre la moralidad pública, debiendo decirse que hasta el presente las autoridades no han prestado mayor atención a ese servicio de vigilancia.

Esto así, el acto altruista de la señora Mercedes Castellanos de Anchorena, significa una verdadera solución, dada a un asunto cuya importancia creemos haber puesto de manifiesto. La obra que dentro de breve será emprendida, traerá incalculables beneficios para la dignidad social del Azul y en tal concepto, debemos todos prestarle nuestro más decidido apoyo.”.

El 12 de marzo de 1919 llegaron dos religiosas del Buen Pastor y se hospedaron en el Colegio de las Religiosas de la Inmaculada Concepción, quienes las recibieron con enorme amabilidad. Las Hermanas visitaron el solar y la parte que contenía una barraca (manzana que finalmente sería vendida y loteada años más tarde) y alguna edificación. Después de verificar la correcta marcha de las incipientes obras, regresaron a Buenos Aires satisfechas por lo que se estaba gestando en Azul.

El edificio debía contar con dos secciones: una con capacidad para 100 niñas pobres y la otra para idéntica cantidad de jóvenes necesitadas de rehabilitación moral. A su vez debía tener departamento para las Hermanas, Iglesia y todas las dependencias necesarias para funcionar intramuros. Mercedes puso un gran empeño para concretar su labor en Azul. Visitaba la ciudad con frecuencia o recibía información de manos del propio padre Cáneva o algún otro allegado. Escribió ella misma la lista de imágenes que debían colocarse en los coros y en los diversos departamentos. Nada escapaba a su ojo minucioso y meticuloso…

 

Enormes legados

 

Entre otras obras, Mercedes impulsó la construcción de la Basílica del Santísimo Sacramento de Buenos Aires (célebre no sólo por su rica arquitectura sino también por su Custodia para la adoración perpetua de la Eucaristía de tres metros, la que obtuvo el premio “Hors Concours” en la Exposición Universal en París), donó y dedicó a la memoria de sus padres el Altar del Señor del Milagro en la Catedral de Salta y parte de las instalaciones del Seminario Conciliar de Buenos Aires.

Contribuyó con el Monasterio de Madres Carmelitas Descalzas “Santa Teresa de Jesús” en el barrio porteño de Almagro y el noviciado de las hermanas del Buen Pastor en Caballito. Respaldó económicamente al Convento e Iglesia de los Franciscanos en Castellanos y el de las Hermanas Franciscanas Misioneras, ambas obras en la provincia de Santa Fe. Asimismo financió la refacción del Convento Franciscano en Santiago del Estero y otras tantas obras a lo largo y ancho de país. También entregó becas a jóvenes que eran aptos para ser admitidos por el Colegio Pío Latino en Roma. Y no dejó de sostener asilos y escuelas hasta en los rincones más recónditos de Argentina.

Azul tampoco estuvo ajena a su mano benefactora… Tal vez el aporte más significativo y caro a los sentimientos de los azuleños está ligado a la actual Iglesia Catedral “Nuestra Señora del Rosario”, que fuera inaugurada el 7 de octubre de 1906. Mercedes donó, junto a su nieta, Matilde Ortiz Basualdo de Zuberbühler, el Altar Mayor y una importante suma de dinero que contribuyó al avance de la obra que había reiniciado el joven sacerdote César Cáneva. Ella y el entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, Dr. Bernardo de Irigoyen, fueron nombrados padrinos de la ceremonia. Como ambos no pudieron asistir –ella se encontraba en Córdoba-, fueron representados respectivamente por la Presidenta de la “Comisión de Damas Pro-Templo”, Regina Gómez de Vázquez, y por el Presidente de la H. Cámara de Diputados, Dr. José María Vega.

 

La inesperada despedida…

 

El 1 de julio de 1920 visitó las obras desarrolladas en Azul, acompañada de los constructores y a pesar del riguroso frío de aquella mañana, recorrió con ellos toda la casa, haciéndoles tomar exactas medidas, desde la portería, sacristías, salones de labores, coros, oratorios, el campanario, cómodas para ornamentos, oficinas, lavaderos, cocinas, etc. Hizo recomendaciones para que todo se ajustara al “gusto de las religiosas”.

Aquella gélida mañana, Mercedes estuvo dos horas y media recorriendo y supervisando los avances de su nuevo proyecto benéfico. Tenía 79 años de edad, pero no se detuvo en ningún momento. Ni siquiera se sentó. Esa fue su última visita a Azul… Mercedes Castellanos de Anchorena falleció ocho días más tarde, el 9 de julio de 1920, en Buenos Aires. Tras un pomposo funeral, sus restos fueron sepultados en la Cripta de la Basílica del Santísimo Sacramento.

Diez años después, su hija, Josefina Anchorena de Rodríguez Larreta retomaría su labor, culminándola efectivamente en 1946 con la inauguración de la Capilla “Sagrado Corazón de María”, más conocida como “Buen Pastor”.



Mercedes Castellanos de Anchorena.

 

 

El presente artículo es un adelanto exclusivo para “El Tiempo” del libro ‘Yo soy el Buen Pastor’. Breve historia de la Capilla ‘Sagrado Corazón de María’ de Azul”, que Eduardo Agüero Mielhuerry presentará el próximo 9 de noviembre, al cumplirse el 75° aniversario de la inauguración del emblemático templo local.

1 comentario:

  1. Gracias Eduardo ¡Que interesante vida de esta mujer!.
    Que gran corazón!!!

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