Alfredo Ferro, abanderado de la
salud
Por Eduardo Agüero Mielhuerry
Alfredo Pascual Ferro nació en Cacharí
el 17
de mayo de 1901. Fue el cuarto hijo varón del matrimonio formado por el
farmacéutico Arturo Horacio Ferro y Concepción Corvalán (hija de una
antigua familia patricia de Mendoza). La pareja tuvo además siete hijos varones
y dos mujeres.
Alfredo realizó sus estudios
primarios en Tapalqué donde se había instalado su familia y donde su padre
había abierto una farmacia. Más tarde se trasladó a Buenos Aires donde se
recibió de bachiller en el Colegio Nacional Bartolomé Mitre. Su
preferencia e inclinación hacia la biología lo indujeron a ingresar en el Instituto
Nacional de Profesorado donde en 1922 egresó con el título de Profesor
de Ciencias Biológicas. Durante sus estudios también inició la carrera de Medicina, graduándose
como médico en la Universidad Nacional de Buenos Aires el 17 de marzo de 1926.
Por entonces Alfredo vivió en
Lomas de Zamora, en la casa de sus tías maternas, al tiempo que actuó como
practicante en el Hospital “Luisa Cravenna de Gandulfo” de
dicha localidad. Allí conoció a los doctores José María Jorge,
Bartolomé Calcagno, Felipe Manfredi, quienes eran
verdaderos expertos en el estudio y en el conocimiento de la enfermedad
hidatídica y con ellos asistió a numerosos enfermos de esa dolencia que
concurrían al Hospital de Lomas.
Una vez recibido de médico se
instaló en Azul el 8 de abril de 1926, junto a su hermano Enrique, quien
se dedicaba a tareas rurales. Pronto comenzó a trabajar como médico interno del
Hospital
Municipal (actual “Dr. Ángel Pintos”) y luego como cirujano en el mismo
nosocomio.
En 1936 se radicó en nuestra
ciudad su hermano Ernesto Víctor, médico radiólogo, quien comenzó a colaborar con
sus investigaciones. Y en 1940, el menor de sus hermanos, Horacio Néstor, también
médico, se instaló en la localidad de Chillar.
Apasionado por la investigación y la salud
Alfredo poseía un espíritu
emprendedor y deseoso de ser útil a sus semejantes. Observó muchos pacientes
que en su juventud eran llevados al Hospital, ofreciendo al examen prominente y
distendido por la hidatidosis peritoneal múltiple, nunca asistida por no ser
dolorosa, una parrilla costal enormemente deformada por un quiste del hígado
que le elevaba, un gran tumor del flanco o de la región lumbar por un gran
quiste del riñón; o una jovencita que era llevada de urgencia con una vómica de
líquidos y membranas hidatídicas, provenientes de un quiste pulmonar
desconocido. Todas eran motivaciones suficientes para que en el ánimo de aquel
cirujano se despertaran otros sentimientos que la simple tarea asistencial.
Afirmado decididamente en su
vocación irrenunciable se dedicó al estudio de al equinococosis o enfermedad
hidatídica. Su espíritu inquieto, su curiosidad científica, no le
permitían contentarse con atender a estos enfermos, operarlos y pasar luego a
otra tarea. Los interrogaba sobre el lugar de trabajo, averiguaba la existencia
de la hidatidosis familiar, se dirigía al campo y observaba cómo se faenaban
los animales de consumo y como se infectaban los perros. Examinó el trabajo en
el Matadero Municipal de Azul y observó que más de la mitad de los animales
faenados estaban contaminados con las vejigas de agua.
Estudió la bibliografía
argentina, revisó los archivos de las bibliotecas médicas y se vinculó con la Escuela del Profesor Arce
del Hospital de Clínicas. Conoció al Dr. Ivanisevich y vio con claridad que tal
enfermedad podía ser erradicada del campo realizando una adecuada profilaxis.
Siendo una enfermedad perfectamente conocida, sabiendo las causas de la misma y
las formas de evitar su propagación, la manera más eficiente de combatirla era
evitar la contaminación humana a través de la profilaxis.
En sus viajes a Buenos Aires
visitó con frecuencia a uno de los pioneros de la lucha contra la enfermedad,
el profesor José M. Jorge. Escuchó también los consejos de los doctores Herrera
Vegas y Cranwell, bien conocidos por su versación en este tema. Muchos
años después aparecería una brillante biografía de aquel clásico de nuestra
historia quirúrgica de principios de siglo.
Fruto de viajes y de las
observaciones sobre la lucha contra la enfermedad, es el Proyecto de Ley de Profilaxis de
la Hidatidosis que fuera presentado por el doctor Ferro en la Cámara de
Diputados de la Nación.
Como el propósito no prosperó en la Legislatura, en
compañía de otros colegas y amigos, fundó en 1939 el Instituto de Hidatidología.
Desde ese instituto inició su
campaña, patrocinó reuniones con sus colegas e interesó a las autoridades
Municipales para que mejoren el Matadero de Azul. En los maestros tuvo colaboradores
eficaces en la tarea de divulgación Sanitaria en las Escuelas y llevó su
prédica a los partidos vecinos de Tandil, Olavarría, Benito Juárez, Tapalqué y
otras poblaciones de la región.
El Instituto fue oficializado
durante el ministerio del doctor Alberto Bocalandro, en 1948, constituyéndose
en la primera creación orgánica de nuestro país dedicada la profilaxis de la
Hidatidosis. En los últimos años colaboraría con él su sobrino Jorge Ferro
(veterinario), hijo de su hermano Enrique.
Alfredo Pascual atendió y operó a
muchos pacientes en este periodo de formación quirúrgica en Azul y de sus
investigaciones nació su primera publicación en forma de fascículo de 100
páginas, que apareció en 1934, y en la que presenta documentados 322
casos de Hidatidosis Humana en el Partido de Azul.
Llevaba prolijamente registrado
un fichero con todos los casos de hidatidosis de nuestro país, clasificados por
órganos y lugar de origen, habiendo coleccionado cerca de diez mil
observaciones, constituyendo una valiosa
fuente de información a la que recurrían todos los médicos.
Un lugar en el mundo y más trabajo…
Amante de las
costumbres rurales, en 1935 compró la estancia “La Juanita” (fundada por
Francisco Mujica), ubicada a unos cinco kilómetros de la ciudad, sobre el actual
Camino Viejo a Tandil, a la que rebautizó como “El Estribo”.
Dicha estancia
se convirtió en “su lugar en el mundo”. La visita de hermanos, familiares y
numerosos amigos eran constantes al establecimiento, donde Alfredo atesoraba
ricas e interesantes colecciones criollas, cultivando una peculiar biblioteca,
sin descuidar nunca su profesión a la que abrazó con pasión.
Desde su campo, por los años ’60
hacía inseminación artificial en forma experimental y probaba diferentes
semillas hibridas para forraje, entre otros tantos trabajos de investigación y
desarrollo.
Durante 25 años fue Secretario
General de la Comisión
Mundial de Hidatidología. Bastaría solo
citar los lugares en que se realizaron los congresos internacionales a los que
asistió para imaginarse cuanto tiempo y esfuerzo dedicó a la Institución. El
primero se realizó en Durazno (Uruguay) en 1941, luego Azul en 1949, Santiago de
Chile en 1952, Madrid 1954, Roma 1956, Atenas (Grecia), 1958, Argel (África del
Norte), Santa Ana de Livramento (Brasil) y Rivera Uruguay, y el IX en San
Martín de los Andes en 1969.
En San Martín de los Andes, en
presencia de todos los congresales, como prueba del valor de las exigencias
profilácticas para erradicar la Hidatidosis, tal como Ferro había enseñado y
difundido, se faenaron tres ejemplares ovinos tomados al azar que resultaron
indemnes de parásitos.
Eso fue una etapa triunfal de la
prédica y el mejor aliciente que tuvieron quienes como él se habían desvivido
para combatir la hidatidosis.
A este último congreso fue acompañado
por su sobrino Horacio Eduardo Ferro, que al año siguiente se recibió de
médico y que en 1975, como Pediatra, se instaló en Azul.
En 1950 publica conjuntamente con
el doctor Arístides Ghio, un trabajo titulado “Bibliografía de la Equinococosis Argentina”
en donde figuran prolijamente detallados los datos de 1320 publicaciones
aparecidas entre los años 1926 y 1950 en nuestro país.
En oportunidad de llevarse a cabo
el primer Congreso Nacional en 1949, con la Presidencia del Médico
Veterinario Dr. Benjamín Blood y la dirección general del doctor Ferro, se
aprovechó la existencia de un Matadero Moderno instalado en la Estancia “Los
Manantiales” de Enrique Larreta a 15 kilómetros de Chillar, con maquinaria
especial y horno para quemar las vísceras y se filmó una película documental
llamada “Cómo se carnea una vaca en una estancia modelo Argentina”.
Esta película fue llevada a Australia, Checoslovaquia, Canadá y otros lugares,
donde se trató internacionalmente el tema de la Hidatidosis.
Al frente de la Municipalidad
Ferro ejerció como Comisionado
Municipal desde el 15 de julio de 1940 hasta el 18 de octubre de 1941 y
desde el 7 de febrero de 1945 hasta el 12 de junio del mismo año. Su secretario
fue el Dr. Marcelo Baudron.
Una semana después de
asumir su primer mandato designó una comisión “Pro-Balneario”, que
estaba integrada por: Francisco Toscano (presidente), Alfredo Begbeder
(secretario), Juan Carboni (tesorero), y Eduardo Rodríguez Bozo, Alberto
Cordeu, Luis Hugo Mauri, Trinitario González, Domingo Mujica y César Leo como
vocales.
Las obras de ampliación
del primitivo Balneario que había sido inaugurado el 6 de enero de 1940,
también fueron proyectadas por el arquitecto Ricardo O. Marré –autor
de la primera etapa-, y la maqueta realizada fue expuesta al público en la “Sastrería Toscano” (Yrigoyen 527). Se
realizaron diversas obras, movimientos de tierra, construcción pircas,
vestuarios, kioscos y hasta se trajeron en tren 80 toneladas de arena de Mar
del Plata.
La Usina Eléctrica
colaboró con la energía e iluminación de la por entonces calle Colón (actual
Av. Pellegrini), hasta el sector del Puente San Benito y aledaños.
Buena parte de las obras fueron
realizadas por los empleados municipales, sin embargo, más de un centenar de
empleados de la firma “Toscano, Lattanzi
y Barbetti”, donaron medio día de trabajo para imprimirle buen ritmo a la
labor.
Otro de los intereses del
Comisionado Municipal
estuvo puesto en lograr el máximo desarrollo de la avenida costanera. Las obras
comenzaron inmediatamente y fueron proyectadas por el paisajista y director de
Parques y Paseos, Ángel Sala. Pronto también se formó una
comisión “Pro Avenida Costanera”, la cual estuvo encabezada por Alfonso
Lafosse.
Se construyeron
amplias veredas de laja, una extensa pirca entre la Av. Humberto I –actual Pte.
Perón- y la Av. Mitre, realizada con las viejas trotadoras para los carruajes
removidas de diversos sectores de la ciudad. Se plantaron castaños y eucaliptos,
se hizo un pequeño embalse (cerca del actual puente de la Av. Mitre), y se
construyó -abriendo un relativamente estrecho canal- una larga Isla
entre las calles Bolívar y Gral. Julio A. Roca como elemento principal del
paseo planteado por Sala. La misma estaba conectada con ambas márgenes del
arroyo mediante dos puentes peatonales de piedra a la altura de la calle 9 de
Julio.
Es importante mencionar que la
obra fue realizada con la ayuda de vecinos y que el doctor Ferro aportó el
tractor de su establecimiento y la mano de obra de sus peones.
El 20 de mayo de
1941, el comisionado Ferro acompañado de un número importante de vecinos
inauguró el primer tramo de la Costanera que estaba comprendido entre la
Avenida Humberto I y la calle San Martín.
El 7 de
septiembre de 1942, bajo la presidencia del titular Luis Hugo Mauri y con la
presencia de sus once componentes, se constituyó en sesión ordinaria el Concejo
Deliberante, ingresando a conocimiento del cuerpo el proyecto de imposición de
nombre a la arteria -de doble sentido de circulación- que, inmediatamente
paralela, seguía el sinuoso recorrido del Arroyo Azul.
El nombre
propuesto fue el de Cacique Cipriano Catriel y fue aprobado mediante la Ordenanza
N° 23, la cual fuera promulgada por el intendente José María Peluffo
(21/5/1942-1/7/1943).
Pensando en el prójimo
Ferro se caracterizó por ser un
buen administrador de recursos, logrando en sus dos gestiones el inicio y la
conclusión de diversas obras de diferente envergadura. Uno de sus principales
méritos fue lograr la amplia colaboración de la comunidad a través de Juntas
Vecinales, que le permitieron llevar a cabo diversas obras a pesar del déficit
comunal.
En su afán de embellecer la
ciudad hizo plantar 1500 árboles en las calles. Cambió así la fisonomía de la Avenida
Mitre, obligó a los vecinos a uniformar veredas y hacer jardines entre la
vereda y el cordón, colocando además columnas de alumbrado. Asimismo consiguió
por parte del Gobierno Nacional el envío de técnicos para el estudio de la
canalización de las aguas, para atenuar los problemas.
Azul, con la “Administración
Ferro” vivió dentro de las dificultades de esa época un ritmo progresista. Su
labor, en una y otra oportunidad, significó el acicate que el funcionario
público necesitaba para redoblar esfuerzos y prodigarse de la manera que lo
hizo.
Tiempo para todo…
El doctor Ferro calibró un
quehacer que no tuvo pausas. Alternó su actividad científica con la pública,
sin descuidar el impulso de sus intimas vibraciones humanas. Tampoco descartó
el valor de las inclinaciones políticas, habiendo sido afiliado del Partido
Socialista, para posteriormente enrolarse en las filas de UDELPA
(Unión del Pueblo Argentino), partido que apareció en el escenario
nacional luego de la Revolución Libertadora. Con una y otra agrupación cívica
colaboró, llegando a postularse su nombre para funciones legislativas.
Fue socio fundador de la Cooperativa
Agraria e intervino en la formación de la Cooperativa
Eléctrica de Azul Ltda. (siendo presidente de la Comisión Pro Formación
de este ente).
Creó la Comisión de
Lucha Antituberculosa, que dio nacimiento al Dispensario, el primero
en el mundo.
Le otorgaron el Premio “Profesor
Manuel Jorge” al mejor trabajo sobre hidatidosis, donando lo obtenido.
Con idéntico tesón investigó
y estudió sobre la rabia, haciendo grandes campañas; la brucelosis, la
tuberculosis bovina y el mal de los rastrojos.
Participó durante mucho tiempo en
la Agrupación
Artística Maná.
Alternaba sus actividades
ciudadanas con su residencia en su hogar rural, en donde hacia frecuentes
reuniones con amigos que apreciaban su camaradería y sus conocimientos de
hombre de campo y notable versación en tradiciones, hábitos y costumbres. Consecuencia
de estos conocimientos vernáculos fue su actuación en los últimos años de vida
como director del Museo Etnográfico y Archivo Histórico “Enrique Squirru”, como
sucesor de Vicente Porro desde 1966.
Rodeado de sus hermanos y
sobrinos, convivió en su campo “El Estribo” sus últimos años con dos sobrinos
nietos, nietos de Benjamín Blood.
Alfredo Pascual Ferro falleció el
29
de diciembre de 1969.
Un merecido homenaje
El amplio edificio del Laboratorio de Hidatidología de la Dirección de Medicina
Sanitaria de Azul, ubicado en la calle España entre Roca y 9 de Julio,
lleva su nombre por resolución Nª 00499 del Ministerio de Salud Bonaerense. Esto
se llevó a cabo en 1983, siendo comisionado el coronel (RE) Fortunato Gómez
Romero y como Ministro de Salud de la Provincia el doctor Guillermo Baéz.
El Dr. Alfredo P. Ferro fue un gran estudioso de
diferentes enfermedades como la rabia, la tuberculosis y la hidatidosis. Contra
ellas emprendió denodadas luchas que lo llevaron a un reconocimiento mundial.