Narciso
Mallea, su vida, sus fobias…
Por Eduardo
Agüero Mielhuerry
Narciso
Segundo Mallea nació el 15
de mayo de 1858 en San Juan. Sus padres fueron Narciso Eugenio de Mallea
Sarmiento y Petrona Leonor Zavalla Merlo. Tuvo dos hermanas Amelia y Amalia.
Se
educó en la capital de su terruño natal y, guiado por una ferviente inclinación
humanitaria, ingresó a la
Facultad de Medicina de Buenos Aires
En
1880 dejó momentáneamente las aulas para plegarse a la revolución encabezada
por Carlos Tejedor. Se graduó en 1883. Así, el arte de curar fue su apostolado
y sirvió a la medicina con el apasionamiento que siempre caracterizó su acción.
Se
radicó en Azul y dado que quien se convertiría en su suegro, Antonio Aztiria,
poseía campos hacia Benito Juárez, comenzó a vincularse también con aquella
población, ejerciendo la medicina en ambas localidades. De hecho, actuando en
política y desde Benito Juárez, sostuvo como ágil y batallador periodista la
candidatura de Eduardo Costa a la gobernación de Buenos Aires. También en Azul
ejerció el periodismo.
Finalmente,
el 1
de abril de 1893, en Azul, contrajo matrimonio con Manuela Aztiria (hija de
Antonio y Valentina Garay), en la Iglesia
Nuestra Señora del Rosario de Azul. La pareja tuvo tres
hijos: Narciso Enrique (nacido en Azul el 28 de febrero de 1895), Eduardo
Alberto (nacido en Bahía Blanca el 14 de agosto de 1903) y Fernando
Antonio (nacido en Bahía Blanca el 12 de noviembre de 1911).
Unión Cívica
A fines de 1890, se
había formado el comité de la
Unión
Cívica Nacional, presidido por el
hacendado Eufemio Zavala y García, comité que pronto se dividió en dos:
“cívicos nacionales” y “cívicos radicales”. Pero, el surgimiento de estas
agrupaciones políticas alteró muy poco la vida política local, firmemente controlada
desde hacía tiempo por los hermanos Evaristo y Manuel Toscano, caudillos
que habían instaurado una cuasi dictadura en Azul, contando con la complicidad
del Juez de Paz y de la policía, además del concurso de numerosos “hombres de
acción”.
Narciso Mallea, unos
de los líderes de los “cívicos nacionales”, sostenía que estos tenían el apoyo
de “estancieros de valiosísimo caudal
electoral, como José Vitón (perteneciente al comité de Buenos Aires), Pablo
Laclau, Juan Frers, Germán Balcarce –padre-, José Vidal, J. M. Berdiñas, etc.,
que nos supieron prestar su concurso con peonadas montadas que en más de una
ocasión llegaron a formar un magnífico espectáculo cívico… Pero todo fue inútil
hasta que llegó la revolución del ’93. Porque el despojo del voto, si hoy
todavía es práctica, era entonces más crudo, ya que pareciera tener la vincha
del malón… El partido que gobernaba la provincia tenía en cada pueblo un
gobierno local encargado de hacer triunfar a sus candidatos a los puestos
públicos a todo trance y la consigna se cumplía al pie de la letra. Era inútil
concurrir al comicio. Ese estado de cosas trajo en Azul un malestar que llegó a
ser social.”.
Revolución de los médicos
Disconforme con la situación
reinante, el doctor Isidoro Sayús, médico salteño que ejercía en Azul, a principios
de 1890 promovió la llamada “Revolución de los médicos”.
Invitó a su casa a los doctores Narciso
Mallea, Ángel Pintos y Emiliano Astorga, a los cuales,
mateada de por medio, les contó sus planes de tomar el lugar de quien fuera el
Intendente, quien se hallaba en la ciudad de La Plata. Les propuso
conformar una comisión gobernante, para lo cual los nombraría concejales, y les
expresó que contaba con el apoyo del entonces gobernador de la Buenos Aires ,
Julio Costa, y con la complicidad del Jefe de la Policía local.
Convencidos con estos detalles
quedaron en encontrarse en la
Municipalidad a la mañana siguiente.
Se presentaron ante el Secretario
de gobierno, a quien el Dr. Sayús le comunicó que a partir de ese momento se
hacía cargo del Ejecutivo Municipal y que lo comunicara a todo el personal de
la misma. Los médicos de Azul hicieron una especie de “copamiento” de la Municipalidad.
En horas de la noche de ese mismo
día el intendente Evaristo Toscano regresó de La Plata conociendo lo que sucedía. Intentando
recuperar el control de la situación, dispuso que el Jefe de la Policía procediera a la
detención de los médicos revolucionarios, que debieron comparecer ante el Juez
de Paz, Solís.
Al día siguiente fueron
trasladados en calidad de detenidos a la ciudad de La Plata , viajando “en segunda clase, como vulgares presos”
y custodiados por dos policías. Los diarios de la capital bonaerense publicaron
la noticia como una operación comando llevada a cabo por estos profesionales.
Los detenidos fueron esperados
-en el andén de la estación-, por el Dr. Ángel Peñalba, amigo de Pintos, por
Ángel Oyuela, amigo de Sayús y gente de La Plata que se había congregado para
aplaudir a los detenidos, estando entre los presentes también los doctores
Vicente Gallastegui y Francisco del Carril. Estos médicos platenses son quienes
consiguieron que los revolucionarios sean alojados en una casa de familia como
detenidos y no en la cárcel.
Tres días después, luego de que
el Juez del Crimen, Dr. José Nicolás Matienzo, adustamente
les tomara declaración, fueron dejados en libertad bajo fianza y con ello se
dio por terminado el insólito episodio.
Duelo de espadas
El control ejercido por
parte del “toscanismo” en Azul de alguna manera replicaba el ejercicio del
poder que se proyectaba en cada municipio desde el Ejecutivo de la Provincia de
Buenos Aires. Las discrepancias políticas eran notorias y hasta se suscitaron
diversos hechos de violencia. Enfrentados ideológicamente, el vecino Luis
Ferrer retó a duelo a Evaristo Toscano. Le envió a sus
padrinos, los doctores Isidoro Sayús y Narciso Mallea. Al negarse Toscano a
darle personería a Ferrer, terminó batiéndose con Mallea, quien era un asiduo
esgrimista que hasta había contado con el reconocido doctor Adolfo Longo como
“docente” en el arte de la espada.
El cruce a sable se
suscitó en el pueblo de Hinojo, pero del enfrentamiento el único herido resultó
el intendente y diputado, quien recibió un corte en su mano. Aquellos
partidarios del herido que presenciaban el enfrentamiento pretendieron tomarse
revancha por lo acontecido, sin embargo, el propio Toscano los detuvo.
La Revolución Radical
del ’93 desde Azul
El 30 de julio de 1893, procedente de Las Flores, Hipólito
Yrigoyen arribó de incógnito en tren a Azul…
En su campo “El Trigo”, ubicado en el Partido de Las Flores,
Hipólito Yrigoyen se había retraído un tiempo atrás pergeñando su revolución
contra un régimen político fraudulento y autoritario que, según su visión,
hundía al país en una profunda crisis política, social y económica. Tras un
importante esfuerzo logró reunir un gran número de hombres a los cuales se
ocupó de armar.
La Revolución del ’93 fue la primera en concretarse en la
provincia de Buenos Aires y comenzó, tal como lo había decidido el “Peludo”,
con la toma de la ciudad de Azul. Aquel frío día invernal
Yrigoyen llegó con una considerable fuerza revolucionaria armada con la cual
buena parte del pueblo azuleño hizo causa común “porque el gobierno
municipal era un semillero de escándalos y latrocinios” de la mano de los
hermanos Manuel y Evaristo Toscano.
Las autoridades municipales y los toscanistas se atrincheraron en el
Palacio Municipal. De hecho, la policía –adicta mayoritariamente al régimen-, y
civiles se apostaron en los techos del edificio y en los de diversos domicilios
a lo largo de las calles Alsina (actual Yrigoyen) y San Martín, esperando la
marcha de los revolucionarios.
Pero, como as en la manga, Yrigoyen había traído en el tren un valioso
rehén: ni más ni menos que Evaristo Toscano, el conflictivo
diputado e intendente de Azul que había sido capturado en Las Flores.
El Dr. Yrigoyen decidió enviar emisarios para intimar a los que defendían
la Municipalidad, para que se rindieran. La negativa a deponer las armas fue
rotunda. Un segundo intento de los revolucionarios tuvo la misma respuesta. La
tercera vez, los enviados de Yrigoyen llevaron una carta de puño y letra de
Evaristo Toscano, dirigida a su hermano Manuel pidiéndole que se rindiera ya
que era inútil cualquier resistencia porque toda la Provincia había caído en
manos revolucionarias. Si no lo hacían, aclaraban que marcharían al Palacio
Municipal con Evaristo como escudo al frente de la columna radical. Manuel
Toscano, que organizaba la resistencia, no tuvo otra alternativa que deponer su
actitud.
A las 10 de la mañana los revolucionarios tomaron la Municipalidad en medio
de ovaciones.
Hipólito Yrigoyen armó una comisión y puso al frente de la Comisaría al
“Gorra Colorada”, el comisario Luis Aldaz, quien supo con
habilidad persuadir a los que se resistían. El doctor Narciso Mallea,
como testigo de los episodios, un tiempo después hizo una extensa descripción
de los mismos destacando: “Hipólito Yrigoyen está en el centro de un montón
de gentes envuelto en una enorme humareda, todos fumaban, menos ‘el Cristo
mudo’. Viste de chaqué. Está como si tuviera que dictar su clase en la Escuela
Normal… Se ve en él una severa energía; no levanta la voz, ordena sin
descompostura. Una boina se mueve por
encima de todas las cabezas, es el Comisario Luis Aldaz… que ha venido a
incorporarse a Yrigoyen.”.
En Azul, que era un pueblo fundamentalmente mitrista, el radicalismo no
tenía caudal político. Pero la revolución pudo triunfar, paradójicamente, gracias
al apoyo de los seguidores del general Bartolomé Mitre que constituyeron los
contingentes más numerosos para la lucha.
Con el doctor Isidoro Sayús en la Intendencia y Luis
Aldaz en la Comisaría, Yrigoyen, la Junta Revolucionaria y la tropa
radical pasaron a almorzar en la cancha de pelota de Miguel Olasagasti.
Luego, Yrigoyen se fue tan silencioso como había llegado…
A la intendencia de Azul
Tras
la Revolución del ’93, que implicó en el ámbito provincial, el desplazamiento
del gobernador Julio A. Costa y, en el ámbito local, el fin del poder de los
hermanos Toscano, se reorganizó el tablero político azuleño.
Posteriormente,
la intervención provincial que puso fin a la revolución, convocó a elecciones
de municipales. En Azul se presentaron tres listas: la radical, la cívico
nacional y la “gubernista” (ex toscanistas). Triunfaron los cívicos nacionales
y asumió como intendente el doctor Narciso Segundo Mallea. Por entonces
asumió la gobernación de la provincia el Dr. Guillermo Ascencio Udaondo.
Azul declarada
ciudad
A mediados de los ’90 Azul ya contaba con
dos molinos, una fábrica de jabón, una de grasa, aceite, quesos y manteca,
varias de licores y otras de carruajes y talleres de reparación de material
ferroviario, una curtiembre y una cervecería, entre otras. Todo ello convertía
a Azul en la tercera localidad en importancia de la provincia de Buenos Aires,
con un empuje incontenible. Merced al impulso de Celestino Muñoz y numerosos
azuleños, el 23 de octubre de 1895, Azul fue declarada ciudad.
Aquél
año, en que nació el primer hijo del matrimonio, Narciso Enrique, Mallea
dejó temporalmente el gobierno en dos oportunidades en manos de los intendentes
interinos: Carlos Clou y Manuel Castellár.
Puente “La Nutria ” sobre el Arroyo
Azul
El
camino viejo a Benito Juárez resultaba
arduamente transitado, entre otros por la Galera “San Julián” que conectaba
Azul con la afamada Estancia “El Sol Argentino” de Mariano Roldán
(establecimiento donde se hospedara varias veces Bartolomé Mitre). Y también
era el camino prácticamente obligado para los viajes entre Azul y Bahía Blanca.
Durante
la administración del intendente Mallea se planteó la necesidad de reparar
el viejo puente sobre el Arroyo Azul, ubicado a 49 kilómetros al Sur
del casco urbano azuleño, en el camino a Benito Juárez, conocido como puente de
“La
Nutria”.
El 25
de octubre de 1895 el Poder Ejecutivo de la Provincia decretó la
conformación de una Comisión de vecinos a la que se le encomendó el seguimiento
de los trabajos a realizarse en el puente. El decreto detallaba: “Requiriendo algunas reparaciones el puente
situado sobre el arroyo del Azul, camino general a Juárez, conocido por de ‘La Nutria ’ así como los
terraplenes que dan acceso al mismo”. A continuación, en su articulado
especificaba: “Art. 1°: Nombrase a los
señores Dr. Narciso S. Mallea, Fortunato Gómez, José Ibarbide y Manuel Aztiria
para que constituyan una Comisión encargada de realizar las reparaciones que
sean más indispensables. Art. 2°: Queda facultada la Comisión para solicitar
el concurso de las autoridades y vecinos, asignándosele de la partida
‘Mejoramiento de Puentes y Caminos’ del P.V., la suma de quinientos pesos m/n
con que el P.E. contribuye al expresado objeto”.
La construcción
fue comenzada en el transcurso del año 1896 y concluyó el 30 de
diciembre de ese mismo año.
En
la cabecera
izquierda del puente, mirando a Benito Juárez, una placa rememoraba el
acontecimiento de inauguración y los nombres de los vecinos que auspiciaron la
construcción: Fortunato Gómez, José Ibarbide, Narciso S. Mallea, Manuel
Aztiria y otros.
Lamentablemente,
el Intendente no estuvo en la inauguración…
Una despedida
planificada
A principios de febrero de 1896, Narciso
tomó licencia de su cargo, quedando al frente de la intendencia el Presidente
del Concejo Deliberante, Joaquín López. Poco más tarde, a
finales de marzo, junto a su familia, se embarcó en viaje de placer a Brasil.
Al parecer, al retornar a nuestra
ciudad, Narciso lo hizo con la convicción de abandonar la intendencia e
inclusive la ciudad para radicarse en el sur bonaerense, más precisamente en
Bahía Blanca.
Los periódicos de la época daban
cuenta del anuncio de su retiro e inclusive de la organización de un remate
de buena parte de sus bienes y su propiedad.
El acto del 9 de julio de 1896 fue el
último que encabezó.
Otros aires
A
finales de 1896 se radicó en Bahía Blanca para dedicarse de lleno
a la medicina y restaurar su situación económica, la cual había descuidado por
su actividad política. Allí dirigió el Hospital Municipal y cooperó en
múltiples obras de bien como ciudadano y como miembro del Concejo Deliberante.
Su
actuación fue destacada, desde la simpleza con sus visitas domiciliarias a
bordo de un sulky, cada vez que un paciente lo requería, pasando por su gestión
como director del Hospital o impulsando la modernidad en su campo al instalar
la primera máquina de rayos X conocida por aquellas tierras.
El 25 de mayo de 1897, Narciso
llevó a la mencionada localidad el segundo equipo, y organizó una
reunión en su hogar, en la que convocó a colegas y amigos para señalar “las ventajas de ese descubrimiento”.
Un nuevo
destino
Radicado en Bahía Blanca, Narciso se sintió cómodo en una ciudad a la alguna
vez explicó como “bañada casi siempre de
claridad”, convirtiéndose rápidamente en protagonista de su vida social y
un habitual concurrente al bar Londres, de O’Higgins y Chiclana, un “antro de vida, de sangre en ebullición”,
donde cada tarde consignatarios, concejales, políticos, comerciantes y viajeros
se reunían, entre la densa nube del humo del cigarrillo, a liquidar negocios,
ajustar cuentas y curiosear las cuestiones del pago chico.
En
1903, nació su hijo Eduardo Alberto, quien se convertiría en uno de los escritores
más destacados de la literatura nacional. Al año siguiente, la familia se
dirigió a Azul temporalmente y aprovecharon la ocasión para bautizar al pequeño
el 12 de enero, siendo sus padrinos Emiliano Astorga y su señora Antonia.
En 1907 la familia Mallea realizó un viaje prolongado a Europa.
Además de atender su consultorio y ser uno de los dos médicos del Hospital
Municipal de Bahía Blanca, Narciso aceptó, en 1910, ser concejal por la agrupación
Comité
Popular. Al año siguiente nació su tercer y último hijo, Fernando
Antonio.
Para
apoyar a sus hijos en sus estudios, Narciso repitió lo que había hecho veinte
años antes. Remató todos sus bienes y decidió mudarse. En 1916 se instaló en la
ciudad de Buenos Aires donde siguió ejerciendo su profesión.
Adiós
En
la Capital Federal
volvió a actuar durante algún tiempo en las filas de la Unión Cívica. Y por
entonces publicó sus libros “Mi vida, mis fobias” y sus cuentos,
dando muestras de un espíritu superior e inquieto creador, cuentos que de tarde
en tarde se dio el lujo de escribir firmados como Segundo Huarpe.
Narciso
Segundo Mallea falleció en
Buenos Aires el 6 de diciembre de 1941. Sus restos fueron sepultados en el
Cementerio Central de Azul.
Una
calle en Bahía Blanca lleva su nombre por Ordenanza del 2 de septiembre de
1958.
Narciso Segundo Mallea fue protagonista de
diversos episodios de nuestra ciudad y llegó a convertirse en intendente en
1893.