domingo, 29 de junio de 2025

Historias de hoteles: "GRAN HOTEL AZUL, ÍCONO DE LA VIDA SOCIOCULTURAL AZULEÑA"

 

“Gran Hotel Azul,ícono de la vida sociocultural azuleña”

 

 

 Por Eduardo Agüero Mielhuerry

 

            Tras el reparto de los solares en el Azul, en 1832, al coronel Pedro Burgos se le asignó la parcela este (solar N° 113) de la manzana comprendida entre las actuales calles Yrigoyen, Colón, Rivadavia y San Martín. Cabe destacar que nunca ocupó dicha parcela más que por el tiempo que permaneció en el Fuerte; luego el lote, que era un cuarto de manzana, se fue dividiendo y vendiendo.

            Un siglo más tarde, el 3 de junio de 1938, Enrique Loustau adquirió al señor Guillermo Davidson el amplio terreno (del que solo se conservaban las antiguas fachadas de propiedades demolidas en su totalidad), ubicado en calle Colón entre San Martín y Alsina (hoy Yrigoyen), frente a la entonces Plaza Colón que en breve se transformaría radicalmente para convertirse en la actual San Martín.

Justamente por esos tiempos, el arquitecto e ingeniero Francisco Salamone estaba en nuestra ciudad diseñando la remodelación del paseo, según el ambicioso plan de obras desarrollado por el gobernador Dr. Manuel Fresco y al cual había adherido el diputado nacional e intendente azuleño, Dr. Agustín J. Carús. Salamone, desde los balcones del Teatro Español, realizó un boceto de cómo se vería la Plaza una vez concluida su tarea. Como buen artista, incluyó en el dibujo todo el entorno que circundaría al nuevo paseo. De acuerdo al ángulo de su visión dibujó la Estación de Servicio de Loustau (ubicada en la esquina oeste de Colón y Alsina), con su singular estilo colonial e incorporó un par de autos en el terreno lindante, separado de la vereda por un extenso paredón.

El 9 de septiembre de 1938, Loustau concretó la venta del terreno que estaba por “detrás” de su local y que eran utilizados como estacionamiento de vehículos. Buena parte del cuarto de manzana fue vendido en $ m/n 20.227 para la construcción del “Gran Hotel Azul”, aunque Loustau continuó utilizando el espacio hasta el inicio de obras. La asamblea de constitución del directorio se había efectuado el 14 de mayo y el 19 de ese mes se lo había elegido Presidente.

 

Manos a la obra

 

            En su libro “Historia de la arquitectura de Azul” el arquitecto Augusto Rocca cuenta:

             “En 1938 se formó una comisión “Pro Hotel”, constituida por eminentes vecinos de Azul, con el objeto de construir un gran hotel para la ciudad, anhelo que estaba presente desde al menos una década atrás y que era imperioso realizar porque la capacidad hotelera ya no daba abasto y ese mismo año se terminaría la Ruta 3, que uniría Buenos Aires con Bahía Blanca, quedando Azul como parada obligada a mitad de camino.

            La comisión estaba constituida de la siguiente manera: Presidente, Enrique Loustau; Vicepresidente, Andrés M. Lafontaine; Secretario, Federico J. Piazza; Tesorero, Ángel Canevello; Vocales: José R. Piazza, Manuel Galdós, Luis Molina Segura, Benito S. Ondarra, Enrique Carlos Squirru, Julio Ramongassie, Antonio Rodríguez y Díaz, Juan Oscar Tourné, Dante Bernaudo y Miguel Villanueva.

            La comisión inicio una suscripción de acciones, que contó con cerca de 90 adherentes, creando la firma ‘Gran Hotel Azul S.A.’. El Directorio estaba encabezado por Enrique Loustau como presidente y José R. Piazza como vice. A principios de 1942 se llevó a cabo el ‘Concurso de Anteproyectos para la construcción del Gran Hotel Azul’, el cual había sido convocado por la firma y organizado por la Sociedad Central de Arquitectos de Buenos Aires. A tal efecto, fueron designados los arquitectos Luis J. Fourcade y Fernando Tiscornia como jurados y Blas J. Dhers como asesor. Con la presencia del Sr. José R. Piazza en representación de la firma, se abrieron los sobres. De estre los 28 trabajos presentados, obtuvo el Primer Premio el Arq. José María Olivera; el Segundo, los Arqs. Adolfo J. Estrada, Alberto R. Cuenca y Armando P. Pascucci; y el Tercero, los Arqs. Carlos E. A. Galli y Hugo R. Chiaramonti. Los proyectos fueron expuestos en la Sociedad Central de Arquitectos y posteriormente en el Club Social de Azul. Por una cláusula de las bases del concurso, el consorcio se reservaba el derecho de reformar, si así lo estimaba conveniente, el anteproyecto original. Esta tarea fue encomendada a los arquitectos Blas J. Dhers y Hugo Garbarini, quienes realizaron el proyecto definitivo. A diferencia de los diseños premiados del concurso, de líneas generalmente racionalistas o próximas a esa corriente, el de Dhers y Garbarini es de un estilo híbrido, típico de los años 40. En el que las formas clásicas adquieren cierto carácter moderno.

            Cabe destacar que, contribuyendo al emprendimiento, los arquitectos cobraron honorarios inferiores a los que hubieran correspondido, que fueron pagados en acciones.

La construcción del hotel, que demandó una inversión de $391.901,30 m/n, fue adjudicada por licitación a la empresa ‘Toscano, Lattanzi y Barbetti’. Las obras comenzaron el 13 de julio de 1942 y duraron casi 17 meses.

            El Gran Hotel Azul, con sus elegantes salones y sus 68 habitaciones originales, fue habilitado el 16 de diciembre de 1943 y la inauguración oficial se llevó a cabo el 8 de enero de 1944.

            Bastante tiempo después, el edificio fue ampliado mediante la adición de un nuevo bloque de habitaciones en la parte posterior y la confitería fue reformada. A pesar de ello, en líneas generales el edificio mantiene la fisonomía original.”.

  

Grandes visitas

  

En los primeros años del Gran Hotel Azul, anunciaba un amplio y singular menú:

Fiambres: huevos mollet y frou frou; Sopas: consomme brunoise y crema de aves; Entradas: frito mixto o tomate farcie au gratin, pavo asado a la carioca, y bife de lomo a la valenciana; Postres: copa oriental y tortas varias”.

         El 30 septiembre de 1947, Azul recibió la visita del cubano Nicolás Guillén. La Agrupación Artística Maná y el Jockey Club Azul, fueron las dos instituciones que aunaron esfuerzos para concretar la visita del consagrado poeta. En 1982, cuando Guillén cumplió 80 años de edad, publicó sus memorias bajo el título “Páginas Vueltas”. En el capítulo III, el célebre cubano cuenta su experiencia en nuestra ciudad, relato en el cual, a decir verdad, muy poca importancia le da a su actuación. Sin embargo, cuenta meticulosamente su trascendente encuentro con el doctor Bartolomé José Ronco y agrega los pensamientos que lo invadieron en la habitación que ocupara en el “Gran Hotel Azul”:

             “(…) La cosa fue que cierto día recibí un telegrama de alguien para mí desconocido: el señor Blas Dhers, arquitecto. El señor Dhers me invitaba, a nombre de un grupo de amigos de la sociedad de Azul, a pronunciar una conferencia y leer un puñado de versos… Acepté de inmediato, y trabada ya amistad con mi comunicante, vine al conocimiento de que éste era un hombre de cernida cultura, muy asiduo queredor de la música, alejado de toda militancia política y tan fino de espíritu como bondadoso de corazón. Con él me fui a Azul, pues, una tarde, y allí llegamos ya bien de noche, luego de tres o cuatro horas de viaje en tren. ¿Qué había que hacer? Nada… Esperar al día siguiente, que era el de mi debut y dormir con toda dignidad en un hotel de gran estilo, bajo el frío seco de que hace gala aquella encantadora región en el invierno.

(…) en Azul tenía yo un amigo, el doctor Bartolomé Ronco, abogado, notario, bibliófilo, hombre de mucho viaje y mucha lectura, con quien me había relacionado en Buenos Aires en casa de Toño Salazar. De manera que no bien fue hora adecuada para ello, lo llamé por teléfono para cumplimentarlo.

-Estoy enfermo- me dijo desde la otra punta del hilo-.Pero véngase por acá para que charlemos

Fui, naturalmente. No era nada grave, aunque veíase forzado a guardar cama. A mitad de nuestra conversación, el doctor Ronco se interrumpió súbitamente, y dirigiéndose a su secretario, le pidió que me enseñara “el libro que él sabía”.

-¿Qué libro es, si se puede decir?- le pregunté.

Uno que tengo aquí, y que quiero mostrarle. Ya lo verá…

Pero el secretario regresó con las manos vacías, pues no pudo dar con el volumen. El doctor Ronco me explicó entonces:

-Se trata de un libro de Martí; un tomito que perteneció a Estanislao Zeballos, y el cual está formado por los “Versos sencillos”, puestos en primer término, a pesar de que son de fecha posterior, y el “Ismaelillo”. Deje… Ya aparecerán: yo quiero que usted los vea.

Esto era al mediodía. Por la noche, a primera hora, dispuesto ya a salir, vino el secretario al hotel y me entregó el volumen en cuestión. Sin tiempo para otra cosa, no tuve más remedio que guardarlo para cuando yo volviera de la calle. Regresé tarde, por lo que me metí en la cama y no desperté hasta bien entrada la mañana siguiente… A penas hay que decir que mi primer pensamiento fue para el libro. Me incorporé en su busca, y ya con él en las manos, me eché de nuevo para leerlo con toda comodidad.

Era efectivamente lo que me había dicho el doctor Ronco: un pequeño tomo encuadernado en tela negra, que comenzaba con los “Versos sencillos”, impresos como se sabe en Nueva York, año de 1891. En segundo lugar, el “Ismaelillo”, editado en la misma ciudad en 1882. En la portada del primero, que conservó el encuadernador, aparece tachado con lápiz rojo el apellido Martí. En la propia carátula también está tachada la palabra sencillos del título, y subrayado en rojo la palabra Versos. Debajo, tres iniciales con letras de molde: E. S. Z. Seguí hojeando el ejemplar, y de inmediato di con una dedicatoria de puño y letra de Martí, en la página anterior a la falsa portada. Sólo que el encuadernador, al cortar el volumen, se llevó con la cuchilla parte de lo escrito, por lo que nada más se lee lo siguiente: “___autor de un poema___ estos octosílabos sinceros de su servidor. José Martí. N. York, Nov.23/93”.

            Prosiguiendo el examen, noté tres nuevas particularidades: una marca o línea perpendicular, en el margen derecho de la página siete, hecha a lápiz, que empieza donde dice: ‘Y la agonía en que viví, hasta que pude confirmar la cautela y el brío de nuestro pueblo…’, y termina en la página siguiente vuelta, con la marca de lápiz en el margen izquierdo, y donde se lee: ‘a veces susurra la abeja merodeando entre las flores’. Otra marca corresponde a la bien conocida redondilla “Para Aragón en España”, etc., en la página 23. La última hallábase en estos versos: “Corazón que lleva rota/el ancla fiel del hogar/va como barca perdida/que no sabe adónde va…”, en la página 26.

El Ismaelillo fue encuadernado sin carátula. Aunque la dedicatoria está más completa, también el corte del encuadernador hizo su estrago. Dice así: “Sr. Estanislao S. Zeballo, que tiene un hijo___ su amigo y servidor. José Martí. N. 93”. Falta evidentemente la contracción Al, y también algo relativo a la fecha y el lugar en que fue dedicado el libro: Nueva York, seguramente, pues en el 93 estaba Martí en esa ciudad.

Mientras observaba yo esto, un pensamiento malsano ocupaba mi mente con la terquedad de una idea fija ¿Y si me quedara con el volumen? Sin embargo, ¿cómo hacerlo? Pedírselo al doctor Ronco me parecía un abuso de confianza; robárselo era todavía algo peor… Con infantil egoísmo pensaba que aquella joya debía quedarse en mis manos, a fuer de ser yo compatriota de Martí, bien que no podía ignorar los títulos de mi amigo para conservarla en las suyas, aunque sólo fuera por haber nacido él en la misma patria que Zeballos…

            En la duda, habíame decidido por lo mejor, esto es, plantearle mis pretensiones sin ambages, cuando hojeando una vez más el libro, me atrajo una escritura en la que no había reparado antes. Me lancé sobre ella, y ¡oh sorpresa!, el libro era mío… El doctor Ronco me lo dedicaba a su vez, con unas palabras que callo, no ya por modestia, sino por rubor, de tan finas y generosas que ellas son. Él me explicó luego que el tomito llegó a sus manos junto con otros libros que habían pertenecido a la biblioteca del prócer argentino, muerto en 1923, a los setenta años de su edad, la misma que por esa fecha hubiera contado Martí, pues ambos vinieron al mundo en 1853. (…).

De todas suertes, ello es que Zeballos guardó con firme aprecio los versos de Martí; los encuadernó para su biblioteca, y allí estuvieron hasta la hora de su muerte, hace más de medio siglo, en que al dispersarse con otros libros por el territorio de la patria, vinieron a dar a las manos de un argentino generoso, cultivado, inteligente, que los pasó a las mías. Grande fue el regalo, y como tal lo recibí y conservo, seguro de que el honor que ello significa no corresponde tanto a mis merecimientos como a mi buena fortuna. (…)”.

 

            Guillén dejó nuestra ciudad en los primeros días de octubre de 1947. Aquella fue la última vez que estuvo con su amigo, el doctor Bartolomé J. Ronco, pues sus vidas circularon por diversos caminos. Sin embargo, entre sus pertenencias, Guillén se llevó el magnífico obsequio, ese libro que viajó por el mundo y tal vez hoy se encuentre resguardado en alguna biblioteca…

  

Televisión y política

  

Después de numerosos intentos fallidos en Mar del Plata, Olavarría y Tandil, el 16 de noviembre 1952, Azul recibió la primera señal de televisión. El exitoso ensayo se concretó, justamente, en el “Gran Hotel Azul”, y estuvo a cargo de Egon Strauss, director técnico de la organización TELRAD (primera distribuidora de televisores) y Carlos Montejo, especialista en la construcción de antenas.

            Dentro de la comitiva, indudablemente la figura descollante fue la de Egon Strauss (1918-2006): Nació en Viena, Austria en donde la llegada de los nazis en 1938 impidió la terminación de sus estudios de ingeniería en la Technische Hochschule en Viena. Fue sobreviviente del Holocausto. Al llegar a la Argentina comenzó una fructífera carrera en ingeniería electrónica, siendo designado Gerente de Service de Televisión en TELRAD en 1951. En 1956, fue nombrado Gerente de Fábrica en TELESUD, durante 17 años. En 1973 fue designado Gerente de Fábrica en AURORA S.A durante diez años más, hasta su jubilación. Actuó como Docente en Perú, Venezuela, México, España e Israel. Construyó el primer televisor Zenith en Israel y dictó numerosas conferencias. Entretanto, publicó numerosos artículos técnicos y unos 70 libros técnicos en Argentina, Brasil, México y Estados Unidos, algunos en español, portugués e inglés. Colaboró en forma voluntaria en la Fundación Raoul Wallenberg y en la Fundación del Holocausto. Fue premiado en un Concurso Literario de la Editorial Nuevo Ser.

En el Azul, aquél día, exactamente a las 21:27 horas se recibió con total nitidez la primera imagen, emitida desde la Capital Federal por “TV Radio Belgrano”, siendo nuestra ciudad, luego de Rosario, la segunda del país que recibió señal de televisión estando situada a más de 150 kilómetros de Buenos Aires. Finalmente y como prueba del espíritu colaborativo azuleño, como todavía no se contaba con corriente alternada, la firma “Aztiria y Piazza” facilitó un convertidor a nafta y “Radio Azul” varios elementos técnicos.

Años más tarde, el 19 de abril de 1958, el gobernador electo Dr. Oscar Alende, antes de asumir formalmente el gobierno bonaerense, sesionó a modo de ensayo en el “Gran Hotel Azul”. El flamante gabinete estaba integrado por Felipe Díaz O´Kelly (Gobierno), Ataúlfo Serafín Pérez Aznar (Educación), Horacio Jorge Zubiri (Obras Públicas), Aldo Ferrer (Economía), Pascual Actis Caporale (Salud Pública), y el chillarense Bernardo Barrere (Asuntos Agrarios).

 

Continuar…

  

            Con altibajos en su actividad, el “Gran Hotel Azul” continuó marcando por años un claro camino a transitar, respondiendo de alguna forma a la publicidad que apareciera en los años ’80 en el diario “El Tiempo”:

             “…y por qué seguimos siendo el Gran Hotel? Porque somos el esfuerzo de un numeroso grupo de azuleños que con inversiones chicas y grandes supieron ver el futuro. Porque con ese aporte crearon una vocación hotelera que creció con el tiempo, hasta convertirse en celoso custodio de un prestigio hoy consolidado. Porque nos preocupamos por suministrar servicios y comidas de la mejor calidad a precios competitivos.

Porque nunca dejamos de ser un cálido ámbito para la buena vida azuleña.

Por eso somos un gran hotel.

Restaurant

GRAN HOTEL AZUL

Salón de Convenciones

Salón de Fiestas

Confitería – Bar

Room Service las 24 horas.

Reservas 22011”

 

 

Punto de referencia

  

Con el paso de los años, la estructura creció en varios aspectos y al mismo tiempo en otros tantos se fue deteriorando. Sin embargo, para los propios azuleños o los huéspedes, no dejó nunca de constituirse en un punto de referencia.

En su libro “Misteriosa Argentina: diario de viaje” (2013), el reconocido periodista Mario Markic escribió:

 “Desde la terraza del Gran Hotel Azul, la gran plaza central se ve amplia, rara, con su San Martín ecuestre y su fuente respectiva. Pero de movida se observa el raro cruce de líneas rectas combinadas con un piso extraño, tapizado de baldosas negras y blancas”.

             Aunque no es la única perspectiva en altura que se puede tener de la Plaza General San Martín, obra del genial arquitecto e ingeniero Francisco Salamone, es posiblemente la única de acceso público o para los huéspedes.

            Por otro lado, años más tarde, la querida y recordada Elva Haydée Gratas Abot en “Quebrantos. Antología. Narrativas-Poemas” (2022), dejaría plasmada su experiencia de vida y un pequeño fragmento de lo acontecido en el 2010, cuando se concretó la primera unión civil de personas del mismo sexo en nuestra ciudad:

 “’De antemano sabíamos a lo que nos exponíamos. Nos metimos en esta realidad porque somos viejitas y queremos remar para los que vienen. Es más, hay muchas parejas que tienen que salir del oscurantismo, eso no tiene que existir más en este país’. (…) Como corolario expresamos que el martes 20 de julio la jueza Dora Fernández Seixo ordenó el casamiento de la pareja formada por María Luisa y Elva, lo hizo a través del Recurso de Amparo, sólo 24 horas antes de que la señora presidente Cristina Fernández de Kirchner, promulgara la Ley 26.618 de Matrimonio Igualitario el miércoles 21 de julio.

María Luisa y Elva se casaron el 6 de agosto de 2010 en la ciudad de Azul

Al ser el primer casamiento en la ciudad color con la nueva ley, tuvo repercusión nacional; fue trasmitido en directo por el canal de tv loca y desde allí al país y países limítrofes.

Les acompañó mucho público y una apertura periodística de gran nivel. En el Gran Hotel Azul, ícono de la vida sociocultural azuleña, las contrayentes realizaron la fiesta donde agasajaron a familiares y amigos.

Veían los frutos del amor sostenido. Disfrutaron ese momento.”

             Finalmente, el testimonio más cercano a nuestros días de un huésped, puede leerse en el libro “De la Patagonia a México” (2024) de Hebe Uhart. La autora cuenta:

 “Llegamos a Azul unos quince escritores de todas las edades para desarrollar miles de actividades, dar charlas, recibirlas, dar entrevistas, leer textos, realizar visitas y recorridos; esos son deberes que nos impone el Filba, porque el último día hay que leer lo que se produjo. (…) Estamos parando en el Gran Hotel Azul que es de 1945 pero parece más antiguo, como si recordara alguna gloria pasada. Sus pasillos son austeros, sin ningún cuadrito o nota de color. Los ventanales de los pasillos que dan a la calle son amplios, se ve la ciudad por ellos. Me hacen acordar de que Azul, o el Azul como se decía antes, era un fortín y el ochenta por ciento del fortín era el mirador.”.

             Lo reflejado hasta estas líneas es apenas un ápice de las historias que se guardan en sus pasillos y habitaciones. Artistas, políticos, religiosos, homicidas y suicidas, infieles y recién casados, gente común sin demasiadas historias en sus valijas, pasaron en sus más de 80 años de existencia por el “Gran Hotel Azul” que aún se alza como un recuerdo de “glorias pasadas”, como un ícono de la vida sociocultural azuleña”.



Vista del flamante "Gran Hotel Azul" y la plaza "Gral. San Martín"


    Imagen de la Plaza Colón en 1879, tomada por Estanislao Zeballos (retocada por el autor). Al fondo las edificaciones que ocuparan el solar donde se levantaría el "Gran Hotel Azul" en el siglo XX.


    Boceto del ingeniero y arquitecto Francisco Salamone. Se puede apreciar em la parte superior izquierda el solar donde se dejaban automóviles estacionados.