“Gran
Hotel Azul,ícono de la
vida sociocultural azuleña”
Tras el reparto de
los solares en el Azul, en 1832, al coronel Pedro Burgos se le asignó
la parcela este (solar N° 113) de la manzana comprendida entre las actuales
calles Yrigoyen, Colón, Rivadavia y San Martín. Cabe destacar que nunca ocupó
dicha parcela más que por el tiempo que permaneció en el Fuerte; luego el lote,
que era un cuarto de manzana, se fue dividiendo y vendiendo.
Un siglo más
tarde, el 3 de junio de 1938, Enrique Loustau adquirió al señor
Guillermo Davidson el amplio terreno (del que solo se conservaban las antiguas
fachadas de propiedades demolidas en su totalidad), ubicado en calle Colón
entre San Martín y Alsina (hoy Yrigoyen), frente a la entonces Plaza Colón que
en breve se transformaría radicalmente para convertirse en la actual San
Martín.
Justamente por esos tiempos, el arquitecto e
ingeniero Francisco Salamone estaba en nuestra ciudad diseñando la
remodelación del paseo, según el ambicioso plan de obras desarrollado por el
gobernador Dr. Manuel Fresco y al cual había adherido el diputado nacional e
intendente azuleño, Dr. Agustín J. Carús. Salamone, desde los balcones del
Teatro Español, realizó un boceto de cómo se vería la Plaza una vez concluida
su tarea. Como buen artista, incluyó en el dibujo todo el entorno que
circundaría al nuevo paseo. De acuerdo al ángulo de su visión dibujó la Estación
de Servicio de Loustau (ubicada en la esquina oeste de Colón y Alsina), con su
singular estilo colonial e incorporó un par de autos en el terreno lindante,
separado de la vereda por un extenso paredón.
El 9 de septiembre de 1938, Loustau concretó
la venta del terreno que estaba por “detrás” de su local y que eran utilizados
como estacionamiento de vehículos. Buena parte del cuarto de manzana fue
vendido en $ m/n 20.227 para la construcción del “Gran Hotel Azul”, aunque
Loustau continuó utilizando el espacio hasta el inicio de obras. La asamblea
de constitución del directorio se había efectuado el 14 de mayo y el 19 de ese
mes se lo había elegido Presidente.
Manos a la obra
En su libro “Historia de la arquitectura de
Azul” el arquitecto Augusto Rocca cuenta:
La comisión estaba constituida de la
siguiente manera: Presidente, Enrique Loustau; Vicepresidente, Andrés M.
Lafontaine; Secretario, Federico J. Piazza; Tesorero, Ángel Canevello; Vocales:
José R. Piazza, Manuel Galdós, Luis Molina Segura, Benito S. Ondarra, Enrique
Carlos Squirru, Julio Ramongassie, Antonio Rodríguez y Díaz, Juan Oscar Tourné,
Dante Bernaudo y Miguel Villanueva.
La comisión inicio una suscripción
de acciones, que contó con cerca de 90 adherentes, creando la firma ‘Gran Hotel
Azul S.A.’. El Directorio estaba encabezado por Enrique Loustau como presidente
y José R. Piazza como vice. A principios de 1942 se llevó a cabo el ‘Concurso
de Anteproyectos para la construcción del Gran Hotel Azul’, el cual había sido
convocado por la firma y organizado por la Sociedad Central de Arquitectos de
Buenos Aires. A tal efecto, fueron designados los arquitectos Luis J. Fourcade
y Fernando Tiscornia como jurados y Blas J. Dhers como asesor. Con la presencia
del Sr. José R. Piazza en representación de la firma, se abrieron los sobres.
De estre los 28 trabajos presentados, obtuvo el Primer Premio el Arq. José
María Olivera; el Segundo, los Arqs. Adolfo J. Estrada, Alberto R. Cuenca y
Armando P. Pascucci; y el Tercero, los Arqs. Carlos E. A. Galli y Hugo R.
Chiaramonti. Los proyectos fueron expuestos en la Sociedad Central de
Arquitectos y posteriormente en el Club Social de Azul. Por una cláusula de las
bases del concurso, el consorcio se reservaba el derecho de reformar, si así lo
estimaba conveniente, el anteproyecto original. Esta tarea fue encomendada a
los arquitectos Blas J. Dhers y Hugo Garbarini, quienes realizaron el proyecto definitivo.
A diferencia de los diseños premiados del concurso, de líneas generalmente
racionalistas o próximas a esa corriente, el de Dhers y Garbarini es de un
estilo híbrido, típico de los años 40. En el que las formas clásicas adquieren
cierto carácter moderno.
Cabe destacar que, contribuyendo al
emprendimiento, los arquitectos cobraron honorarios inferiores a los que
hubieran correspondido, que fueron pagados en acciones.
La
construcción del hotel, que demandó una inversión de $391.901,30 m/n, fue
adjudicada por licitación a la empresa ‘Toscano, Lattanzi y Barbetti’. Las
obras comenzaron el 13 de julio de 1942 y duraron casi 17 meses.
El Gran Hotel Azul, con sus
elegantes salones y sus 68 habitaciones originales, fue habilitado el 16 de
diciembre de 1943 y la inauguración oficial se llevó a cabo el 8 de enero de
1944.
Bastante tiempo después, el edificio
fue ampliado mediante la adición de un nuevo bloque de habitaciones en la parte
posterior y la confitería fue reformada. A pesar de ello, en líneas generales
el edificio mantiene la fisonomía original.”.
Grandes visitas
En los primeros años del Gran Hotel Azul,
anunciaba un amplio y singular menú:
“Fiambres: huevos mollet y frou frou; Sopas: consomme brunoise y crema de aves; Entradas: frito mixto o tomate farcie au gratin, pavo asado a la carioca, y bife de lomo a la valenciana; Postres: copa oriental y tortas varias”.
(…) en Azul
tenía yo un amigo, el doctor Bartolomé Ronco, abogado, notario, bibliófilo,
hombre de mucho viaje y mucha lectura, con quien me había relacionado en Buenos
Aires en casa de Toño Salazar. De manera que no bien fue hora adecuada para
ello, lo llamé por teléfono para cumplimentarlo.
-Estoy enfermo- me dijo desde la otra
punta del hilo-.Pero véngase por acá
para que charlemos…
Fui,
naturalmente. No era nada grave, aunque veíase forzado a guardar cama. A mitad
de nuestra conversación, el doctor Ronco se interrumpió súbitamente, y
dirigiéndose a su secretario, le pidió que me enseñara “el libro que él sabía”.
-¿Qué libro es, si se puede decir?- le
pregunté.
- Uno que tengo aquí, y que quiero mostrarle.
Ya lo verá…
Pero el
secretario regresó con las manos vacías, pues no pudo dar con el volumen. El
doctor Ronco me explicó entonces:
-Se trata de un libro de Martí; un tomito que
perteneció a Estanislao Zeballos, y el cual está formado por los “Versos
sencillos”, puestos en primer término, a pesar de que son de fecha posterior, y
el “Ismaelillo”. Deje… Ya aparecerán: yo quiero que usted los vea.
Esto era al
mediodía. Por la noche, a primera hora, dispuesto ya a salir, vino el
secretario al hotel y me entregó el volumen en cuestión. Sin tiempo para otra
cosa, no tuve más remedio que guardarlo para cuando yo volviera de la calle.
Regresé tarde, por lo que me metí en la cama y no desperté hasta bien entrada
la mañana siguiente… A penas hay que decir que mi primer pensamiento fue para
el libro. Me incorporé en su busca, y ya con él en las manos, me eché de nuevo
para leerlo con toda comodidad.
Era
efectivamente lo que me había dicho el doctor Ronco: un pequeño tomo
encuadernado en tela negra, que comenzaba con los “Versos sencillos”, impresos como se sabe en Nueva York, año de
1891. En segundo lugar, el “Ismaelillo”,
editado en la misma ciudad en 1882. En la portada del primero, que conservó el
encuadernador, aparece tachado con lápiz rojo el apellido Martí. En la propia carátula también
está tachada la palabra sencillos del
título, y subrayado en rojo la palabra Versos. Debajo, tres iniciales con letras de molde: E. S. Z.
Seguí hojeando el ejemplar, y de inmediato di con una dedicatoria de puño y
letra de Martí, en la página anterior a la falsa portada. Sólo que el
encuadernador, al cortar el volumen, se llevó con la cuchilla parte de lo
escrito, por lo que nada más se lee lo siguiente: “___autor de un poema___ estos octosílabos sinceros de su servidor.
José Martí. N. York, Nov.23/93”.
Prosiguiendo el examen, noté tres
nuevas particularidades: una marca o línea perpendicular, en el margen derecho
de la página siete, hecha a lápiz, que empieza donde dice: ‘Y la agonía en que viví, hasta que pude
confirmar la cautela y el brío de nuestro pueblo…’, y termina en la
página siguiente vuelta, con la marca de lápiz en el margen izquierdo, y donde
se lee: ‘a veces susurra la abeja
merodeando entre las flores’. Otra marca corresponde a la bien conocida
redondilla “Para Aragón en España”, etc., en la página 23. La última hallábase
en estos versos: “Corazón que lleva rota/el ancla fiel del hogar/va como barca
perdida/que no sabe adónde va…”, en la página 26.
El Ismaelillo fue encuadernado sin
carátula. Aunque la dedicatoria está más completa, también el corte del
encuadernador hizo su estrago. Dice así: “Sr. Estanislao S. Zeballo, que tiene un hijo___ su amigo y servidor.
José Martí. N. 93”. Falta evidentemente la contracción Al, y también algo relativo a la
fecha y el lugar en que fue dedicado el libro: Nueva York, seguramente, pues en
el 93 estaba Martí en esa ciudad.
Mientras
observaba yo esto, un pensamiento malsano ocupaba mi mente con la terquedad de
una idea fija ¿Y si me quedara con el volumen? Sin embargo, ¿cómo hacerlo?
Pedírselo al doctor Ronco me parecía un abuso de confianza; robárselo era
todavía algo peor… Con infantil egoísmo pensaba que aquella joya debía quedarse
en mis manos, a fuer de ser yo compatriota de Martí, bien que no podía ignorar
los títulos de mi amigo para conservarla en las suyas, aunque sólo fuera por
haber nacido él en la misma patria que Zeballos…
En la duda, habíame decidido por lo
mejor, esto es, plantearle mis pretensiones sin ambages, cuando hojeando una
vez más el libro, me atrajo una escritura en la que no había reparado antes. Me
lancé sobre ella, y ¡oh sorpresa!, el libro era mío… El doctor Ronco me lo
dedicaba a su vez, con unas palabras que callo, no ya por modestia, sino por
rubor, de tan finas y generosas que ellas son. Él me explicó luego que el
tomito llegó a sus manos junto con otros libros que habían pertenecido a la
biblioteca del prócer argentino, muerto en 1923, a los setenta años de su edad,
la misma que por esa fecha hubiera contado Martí, pues ambos vinieron al mundo
en 1853. (…).
De todas
suertes, ello es que Zeballos guardó con firme aprecio los versos de Martí; los
encuadernó para su biblioteca, y allí estuvieron hasta la hora de su muerte,
hace más de medio siglo, en que al dispersarse con otros libros por el
territorio de la patria, vinieron a dar a las manos de un argentino generoso,
cultivado, inteligente, que los pasó a las mías. Grande fue el regalo, y como
tal lo recibí y conservo, seguro de que el honor que ello significa no
corresponde tanto a mis merecimientos como a mi buena fortuna. (…)”.
Guillén
dejó nuestra ciudad en los primeros días de octubre de 1947. Aquella fue la
última vez que estuvo con su amigo, el doctor Bartolomé J. Ronco, pues sus
vidas circularon por diversos caminos. Sin embargo, entre sus pertenencias,
Guillén se llevó el magnífico obsequio, ese libro que viajó por el mundo y tal
vez hoy se encuentre resguardado en alguna biblioteca…
Televisión y política
Después de numerosos intentos fallidos en Mar
del Plata, Olavarría y Tandil, el 16 de noviembre 1952,
Azul recibió la primera señal de televisión. El exitoso ensayo se concretó,
justamente, en el “Gran Hotel Azul”, y estuvo a cargo de Egon Strauss, director
técnico de la organización TELRAD (primera distribuidora de televisores) y Carlos
Montejo, especialista en la construcción de antenas.
Dentro de la
comitiva, indudablemente la figura descollante fue la de Egon Strauss (1918-2006):
Nació en Viena, Austria en donde la llegada de los nazis en 1938 impidió la
terminación de sus estudios de ingeniería en la Technische Hochschule en Viena.
Fue sobreviviente del Holocausto. Al llegar a la Argentina comenzó una
fructífera carrera en ingeniería electrónica, siendo designado Gerente de
Service de Televisión en TELRAD en 1951. En 1956, fue nombrado Gerente de
Fábrica en TELESUD, durante 17 años. En 1973 fue designado Gerente de Fábrica
en AURORA S.A durante diez años más, hasta su jubilación. Actuó como Docente en
Perú, Venezuela, México, España e Israel. Construyó el primer televisor Zenith
en Israel y dictó numerosas conferencias. Entretanto, publicó numerosos
artículos técnicos y unos 70 libros técnicos en Argentina, Brasil, México y
Estados Unidos, algunos en español, portugués e inglés. Colaboró en forma
voluntaria en la Fundación Raoul Wallenberg y en la Fundación del Holocausto. Fue
premiado en un Concurso Literario de la Editorial Nuevo Ser.
En el Azul, aquél día, exactamente a
las 21:27 horas se recibió con total nitidez la primera imagen, emitida desde
la Capital Federal por “TV Radio Belgrano”,
siendo nuestra ciudad, luego de Rosario, la segunda del país que recibió señal
de televisión estando situada a más de 150 kilómetros de Buenos Aires.
Finalmente y como prueba del espíritu colaborativo azuleño, como todavía no se
contaba con corriente alternada, la firma “Aztiria y Piazza” facilitó un
convertidor a nafta y “Radio Azul” varios elementos
técnicos.
Años más tarde, el 19 de abril de 1958,
el gobernador electo Dr. Oscar Alende, antes de asumir
formalmente el gobierno bonaerense, sesionó a modo de ensayo en el “Gran
Hotel Azul”. El flamante gabinete estaba integrado por Felipe Díaz
O´Kelly (Gobierno), Ataúlfo Serafín Pérez Aznar (Educación), Horacio Jorge
Zubiri (Obras Públicas), Aldo Ferrer (Economía), Pascual Actis Caporale (Salud
Pública), y el chillarense Bernardo Barrere (Asuntos Agrarios).
Continuar…
Con
altibajos en su actividad, el “Gran Hotel Azul” continuó marcando
por años un claro camino a transitar, respondiendo de alguna forma a la
publicidad que apareciera en los años ’80 en el diario “El Tiempo”:
Porque nunca dejamos de ser un cálido ámbito para la buena vida
azuleña.
Por eso somos un gran hotel.
Restaurant
GRAN HOTEL AZUL
Salón de Convenciones
Salón de Fiestas
Confitería – Bar
Room Service las 24 horas.
Reservas 22011”
Punto de
referencia
Con el paso de los años, la
estructura creció en varios aspectos y al mismo tiempo en otros tantos se fue
deteriorando. Sin embargo, para los propios azuleños o los huéspedes, no dejó
nunca de constituirse en un punto de referencia.
En su libro “Misteriosa Argentina: diario de
viaje” (2013), el reconocido periodista Mario Markic escribió:
Por otro lado, años más tarde, la
querida y recordada Elva Haydée Gratas Abot en “Quebrantos. Antología. Narrativas-Poemas”
(2022), dejaría plasmada su experiencia de vida y un pequeño fragmento de lo
acontecido en el 2010, cuando se concretó la primera unión civil de personas
del mismo sexo en nuestra ciudad:
María
Luisa y Elva se casaron el 6 de agosto de 2010 en la ciudad de Azul
Al
ser el primer casamiento en la ciudad color con la nueva ley, tuvo repercusión
nacional; fue trasmitido en directo por el canal de tv loca y desde allí al
país y países limítrofes.
Les
acompañó mucho público y una apertura periodística de gran nivel. En el Gran
Hotel Azul, ícono de la vida sociocultural azuleña, las contrayentes realizaron
la fiesta donde agasajaron a familiares y amigos.
Veían
los frutos del amor sostenido. Disfrutaron ese momento.”
Vista del flamante "Gran Hotel Azul" y la plaza "Gral. San Martín"
Imagen de la Plaza Colón en 1879, tomada por Estanislao Zeballos (retocada por el autor). Al fondo las edificaciones que ocuparan el solar donde se levantaría el "Gran Hotel Azul" en el siglo XX.
Boceto del ingeniero y arquitecto Francisco Salamone. Se puede apreciar em la parte superior izquierda el solar donde se dejaban automóviles estacionados.