martes, 14 de abril de 2020

Alfonsina Stroni, poesía pura...

Alfonsina Storni, poesía pura…



Por Eduardo Agüero Mielhuerry


Alfonsina Carolina Storni nació en la aldea Sala Capriasca (cantón del Ticino), Suiza, el 29 de mayo de 1892. Fue hija de Alfonso Ambrosio Storni Guidetti y Paulina Martignoni Vailati, y tuvo cuatro hermanos: Romeo, María Ana, Pascualina Segunda e Hildo Alberto.
Sus padres habían llegado a la ciudad de San Juan desde Lugo, Suiza, en 1880. Pronto instalaron una humilde pero próspera cervecería familiar “Los Alpes” (Storni y Compañía).
El matrimonio y sus dos hijos, Romeo y María Ana, regresaron a Suiza en 1891, sin embargo, cinco años después volvieron a la Argentina con la pequeña Alfonsina, que poco después ingresaría a un jardín de infantes sanjuanino y aprendería italiano y francés.
En 1901 la familia se trasladó a la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe. Paulina abrió una pequeña escuela domiciliaria y su esposo instaló el llamado “Café Suizo”, cerca de la estación del ferrocarril Rosario Central.
Tras graves problemas de salud, el 16 de julio de 1906 falleció don Alfonso. Alfonsina dejó de asistir a la escuela y se vio empujada a trabajar lavando platos y como mesera. Al mismo tiempo, ayudaba a su madre como costurera y cuidaba a sus dos hermanos menores.
 En 1907, Manuel Cordero, un director teatral que estaba de gira en las provincias junto con su compañía, arribó a Rosario. Alfonsina asistió a los ensayos y, dado que dos días antes del estreno se enfermó el actor que personificaba a San Juan Evangelista, y que ella sabía de memoria todos los papeles y no le incomodaba interpretar a un hombre, lo reemplazó. Al otro día la prensa elogió su actuación.
Al poco tiempo visitó Rosario la compañía de José Tallavi para entrevistarse con Alfonsina y le ofreció trabajo. De esta manera, ella dejó su hogar para recorrer en un año Santa Fe, Córdoba, Mendoza, Santiago del Estero y Tucumán.
A su regreso escribió su primera obra de teatro, “Un corazón valiente” y además, se enteró de que su madre había contraído matrimonio con Juan Perelli, un tenedor de libros, y que se había mudado a la localidad de Bustinza, donde había establecido nuevamente su escuela domiciliaria. Hacia allá se dirigió y comenzó a dictar clases de recitado y de buenos modales en dicho establecimiento.
Para terminar sus estudios, en 1909, Alfonsina se trasladó a Coronda, donde se inscribió en la Escuela Normal Mixta de Maestros Rurales. Fue aceptada aunque no tenía certificado de estudios primarios y, además, la nombraron celadora. Al año siguiente, recibió su diploma.


Madre soltera, madre de poesías infinitas…


Embarazada, guardando en secreto íntimamente el nombre del padre de su hijo, en 1911 se trasladó a Buenos Aires. El 21 de abril, en el Hospital San Roque (actual Ramos Mejía), nació Alejandro.
Después de unos meses consiguió trabajo de cajera en una farmacia y posteriormente en una tienda. Luego ingresó en “Freixas Hermanos”, que se dedicaba a importar aceite. Al mismo tiempo, comenzó a realizar varias colaboraciones en “Caras y Caretas” donde se relacionó con José Enrique Rodó, Amado Nervo, José Ingenieros y Manuel Baldomero Ugarte.
Hacia 1913, en Montevideo, conoció a la poetisa uruguaya Juana de Ibarbourou y al que sería su gran amigo, el escritor también uruguayo Horacio Quiroga.
En 1916 publicó “La inquietud del rosal”, un libro de poesías donde expresaba sus deseos como mujer y describía su condición de madre soltera sin ningún tipo de complejo. El libro no tuvo una buena aceptación. Sin embargo, la ayuda del poeta Juan Julián Lastra y las colaboraciones en “Caras y Caretas” le permitieron relacionarse con los editores de la revista “Nosotros”, que reunía a los escritores más conocidos de la época. Para complementar sus actividades, Storni escribía gratis para el periódico socialista “La Acción” y en la revista latinoamericanista “Proteo”.
A raíz de algunas críticas de sus jefes, quienes no veían bien tener como empleada a una escritora cuyo libro rozaba la inmoralidad, tuvo que renunciar. Buscó un trabajo más rentable y consiguió ser directora en el Colegio Marcos Paz, y en 1918 publicó “El dulce daño”.
Alfonsina recibió una medalla de miembro del Comité Argentino Pro Hogar de los Huérfanos Belgas, donde también se homenajeó a Alicia Moreau de Justo y Enrique del Valle Iberlucea por haber aparecido como concurrente a un acto en defensa de Bélgica, con motivo de la ocupación alemana.
En 1919, Amado Nervo llegó a la Argentina como embajador de su país, y frecuentó las mismas reuniones que Alfonsina. Ella le dedicó un ejemplar de “La inquietud del rosal” y lo llamó en su dedicatoria “poeta divino”.
Su libro “Languidez”, editado en 1920, mereció el Primer Premio Municipal de Poesía y el Segundo Premio Nacional de Literatura, lo que la colocó muy por encima de sus pares y levantó una ola de admiración y simpatía.
Viajó a Montevideo, con el fin de leer en algunos actos su poesía y la de Delfina Bunge, esposa del novelista Manuel Gálvez, cuyo libro “Poemas” fue traducido del francés por Alfonsina. Por entonces, también publicó el libro “Irremediablemente” y comenzó a escribir su poema “Ocre” que tardó cinco años en publicar reiterando la temática de la mujer. Al mismo tiempo participó en el grupo “Anaconda”, una agrupación literaria cuyas reuniones se celebraban en el hogar del acuarelista Emilio Centurión, en Capital Federal.


Éxitos y manías


Tantas actividades le produjeron estrés a Alfonsina, quien viajó varias a veces a Mar del Plata y a Los Cocos, Córdoba, para descansar. También acostumbraba acompañar a Horacio Quiroga al cine –solían ir con los hijos de ambos-, a las tertulias literarias, a escuchar música o viajaba con frecuencia a Montevideo. Eran muy amigos, tanto que algunos los creyeron amantes.
            En 1925 publicó “Ocre”, que marcó un cambio decisivo en su poesía. Desde hacía dos años era profesora de lectura y declamación en la Escuela Normal de Lenguas Vivas. Al año siguiente, Gabriela Mistral visitó a Alfonsina. En la oportunidad, la chilena quedó sorprendida gratamente con su anfitriona, a tal punto que publicó su experiencia en “El Mercurio”.
Después de la publicación de “Poemas de amor”, Alfonsina elaboró sus teorías acerca de la relación entre hombres y mujeres con el objetivo de volcarlo en una obra teatral; el resultado se vio reflejado el 20 de marzo de 1927 cuando se estrenó su obra de teatro “El amo del mundo”, que despertaba las expectativas del público y de la crítica. El día del estreno asistió el presidente Marcelo T. de Alvear acompañado de su esposa, Regina Pacini. La obra no tuvo una buena crítica, y a los tres días tuvo que retirarse de cartel, lo que provocó la indignación de Alfonsina. Este fracaso fue difícil para ella, ya que venía de diez años de elogios por cada libro de poemas y ahora estaba exponiendo sus verdades más íntimas.
La poetisa tuvo una intensa participación en el gremialismo literario e intervino en la creación de la Sociedad Argentina de Escritores, mientras continuó escribiendo poemas para “La Nación”.
En 1928, Alfonsina vivió en Rosario, pero lamentablemente se intensificaron sus manías y delirios persecutorios. Para intentar distraerla, su amiga Blanca de la Vega, la impulsó a hacer ese un viaje a Europa, que repitió en 1931 en compañía de su hijo. Allá conoció a otras escritoras, y la poeta Concha Méndez le dedicó algunos poemas. En Madrid visitó el Lyceum Club y la Residencia de Señoritas que dirigía María de Maetzu, donde dio conferencias y cursos destacándose una titulada “Una mujer ultramoderna y su poesía”.
En una cena en la Cámara del Libro en su honor conoció al novelista Carlos Soldevilla y al poeta catalán José María de Segarra. Este último escribió en “El Mirador” una crónica en su homenaje en la que la comparó con Rubén Darío, lo que puso muy contenta a Alfonsina.
A su regreso, Alfonsina y su hijo se instalaron en una pensión de la calle Rivadavia, muy cerca del Café Tortoni en el que ella participó de su peña Signos junto a Quinquela Martín, Juan de Dios Filiberto y Pascual de Rogatis, entre otros.


Las letras de Alfonsina en Azul


Alfonsina Storni mantuvo un fluido contacto con al menos dos personalidades destacadas de nuestra ciudad: María Aléx Urrutia Artieda y Bartolomé José Ronco.
Con la primera compartía el gusto por las letras y la poesía, además intercambiaron misivas con diversos comentarios e inclusive Alfonsina dejó su firma en un álbum que poseía la azuleña. Por su parte, el doctor Ronco la convocó para escribir en “Azul. Revista de Ciencias y Letras”.
En julio de 1931, para celebrar el éxito del libro “Hombres grises, montañas azules”, del periodista y escritor Pablo Rojas Paz y su asunción como codirector de la revista “Azul”, sus amigos le ofrecieron un agasajo en un restaurante de la ciudad de Buenos Aires. Firmaron la tarjeta de invitación entre otras personalidades Alfonsina Storni, Norah Lange, Nydia Lamarque, María Rosa Oliver, Amado Alonso, Rafael Alberto Arrieta,  Paco Luis Bernárdez y Ramón Gómez de la Serna.
En la actualidad, en la Casa Ronco se preservan los dibujos del conocido crítico Néstor Ibarra (que sería el principal impulsor de la traducción de las obras de Borges al francés), quien caricaturizó a varios de los presentes. Además, se conserva un texto de Alfonsina manuscrito en el reverso del menú del restaurante. Con prisa y sin pausa, casi desprolija y con correcciones, ella escribió: “Esto es honor de ‘Azul’, / reunión cordial, reunión franca / Más que sería de Azul / si a Azul le faltara blancura”.
Por otra parte, en Azul, entre 1936 y 1942 se editó la revista “Maná” que alcanzó un total de 30 números y entre sus colaboradores se destacaron Alfonsina Storni, Fermín Estrella Gutiérrez, Carlos Leiva, Bartolomé J. Ronco, Alfredo L. Palacios, Amado Nervo y Rubén Darío.


Más talento…


En 1932, publicó “Dos farsas pirotécnicas” (Cimbelina en 1900 y pico y Polixena y la cocinerita). También colaboró en los diarios Crítica y La Nación y sus clases de teatro fueron su rutina diaria.
A menudo viajó a la casa de su amiga María Sofía Kusrow (“Fifí”), en un campo en Colonia, en el Real de San Carlos. También en esa época inició amistad con la poeta Haydée Ghío, con quien concurrió a la Peña del Hotel Castelar, donde Alfonsina cantaba de mesa en mesa algunos tangos. Allí conoció a Federico García Lorca, a quien le dedicó el poema “Retrato de García Lorca”.
Después de ocho años, publicó un nuevo libro llamado “Mundo de siete pozos”, una recopilación de poemas que dedicó a su hijo Alejandro. Gabriela Mistral, al leer el libro, comentó que “poetas como ella nacen cada cien años”.
En 1937 escribió su último libro llamado “Mascarilla y trébol” publicado finalmente al año siguiente. Lo compuso durante las noches en Bariloche, y trató de desarrollar una nueva forma de pensar la poesía y, por consiguiente, una nueva forma de pensar el mundo.
Alfonsina recibió en Colonia -donde estaba vacacionando en 1938-, una invitación del Ministerio de Instrucción Pública de Uruguay que intentaba reunir en un mismo acto a las tres grandes poetas del momento: Juana de Ibarbourou, Gabriela Mistral y ella. El encuentro se realizó en el Instituto Vázquez Acevedo, resultando un éxito rotundo.


Alfonsina y el mar…


El 20 de mayo de 1935, Alfonsina fue operada de un cáncer de mama en el Sanatorio Arenales. Se pensaba que era un tumor benigno, pero en realidad tenía ramificaciones. La mastectomía le dejó grandes cicatrices físicas y emocionales, recrudeciendo los síntomas de su enfermedad mental.
Su carácter cambió, ya no visitó más a sus amistades y no podía admitir sus limitaciones físicas; no aceptaba los tratamientos impuestos por los médicos. Solo asistió a una sesión de rayos que la dejó exhausta y no pudo soportar el tratamiento.
El 18 de octubre de 1938, Alfonsina viajó sola a Mar del Plata.
El jueves 20 escribió todo el día encerrada en su habitación, abrigada con un poncho catamarqueño, aunque era primavera. El sábado despachó en una carta al diario “La Nación” su poema “Voy a dormir”, el último que escribió. El lunes le solicitó a la mucama del hotel en el que se hospedaba que escribiese por ella una carta para Alejandro.
Hacia la 1 de la madrugada del martes 25 de octubre de 1938, con sigilo, Alfonsina Storni abandonó su habitación y se dirigió a la playa La Perla con una maleta de pesares…
Alfonsina se arrojó al mar desde la escollera del Club Argentino de Mujeres.

Fue sepultada en el Cementerio de la Recoleta de la ciudad de Buenos Aires. En 1963 el féretro se trasladó al “Recinto de las Personalidades” del Cementerio de la Chacarita, donde actualmente reposa en el interior de una escultura realizada por Julio César Vergottini.




Alfonsina Carolina Storni se destacó abiertamente por su obra literaria, imponiéndose como una verdadera referente de la poesía Argentina y de América Latina.

4 comentarios:

  1. Hola Eduardo!!! Muy interesante tu blog. Gracias por compartirnos la historia de esta hermosa mujer. Saludos.

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    1. Me alegro que te haya gustado!!! Seguiré sumando historias... espero seguir teniendote como lector...

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  2. Hola, una vida muy difícil para una mujer de esa época, el texto es corto e interesante.

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    1. Sin dudas... A pesar de las dificultades, dejó muestras bellísimas de su talento.

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