Alfonsina Storni, poesía pura…
Por Eduardo Agüero Mielhuerry
Alfonsina
Carolina Storni nació en la aldea Sala Capriasca (cantón
del Ticino), Suiza, el 29 de mayo de 1892. Fue hija de Alfonso
Ambrosio Storni Guidetti y Paulina Martignoni Vailati, y tuvo
cuatro hermanos: Romeo, María Ana, Pascualina Segunda e Hildo Alberto.
Sus padres
habían llegado a la ciudad de San Juan desde Lugo, Suiza, en 1880.
Pronto instalaron una humilde pero próspera cervecería familiar “Los
Alpes” (Storni y Compañía).
El matrimonio y
sus dos hijos, Romeo y María Ana, regresaron a Suiza en 1891, sin embargo,
cinco años después volvieron a la Argentina con la pequeña Alfonsina, que poco
después ingresaría a un jardín de infantes sanjuanino y aprendería italiano y
francés.
En 1901 la familia
se trasladó a la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe.
Paulina abrió una pequeña escuela domiciliaria y su esposo instaló el llamado “Café
Suizo”, cerca de la estación del ferrocarril Rosario Central.
Tras graves
problemas de salud, el 16 de julio de 1906 falleció don Alfonso. Alfonsina dejó
de asistir a la escuela y se vio empujada a trabajar lavando platos y como
mesera. Al mismo tiempo, ayudaba a su madre como costurera y cuidaba a sus dos
hermanos menores.
En 1907, Manuel Cordero, un director teatral
que estaba de gira en las provincias junto con su compañía, arribó a Rosario.
Alfonsina asistió a los ensayos y, dado que dos días antes del estreno se
enfermó el actor que personificaba a San Juan Evangelista, y que ella sabía de
memoria todos los papeles y no le incomodaba interpretar a un hombre, lo
reemplazó. Al otro día la prensa elogió su actuación.
Al poco tiempo
visitó Rosario la compañía de José Tallavi para entrevistarse con
Alfonsina y le ofreció trabajo. De esta manera, ella dejó su hogar para
recorrer en un año Santa Fe, Córdoba, Mendoza, Santiago del Estero y Tucumán.
A su regreso
escribió su primera obra de teatro, “Un corazón valiente” y además, se
enteró de que su madre había contraído matrimonio con Juan Perelli, un tenedor
de libros, y que se había mudado a la localidad de Bustinza, donde había
establecido nuevamente su escuela domiciliaria. Hacia allá se dirigió y comenzó
a dictar clases de recitado y de buenos modales en dicho establecimiento.
Para terminar
sus estudios, en 1909, Alfonsina se trasladó a Coronda, donde se inscribió en
la Escuela
Normal Mixta de Maestros Rurales. Fue aceptada aunque no tenía
certificado de estudios primarios y, además, la nombraron celadora. Al año
siguiente, recibió su diploma.
Madre soltera, madre de poesías
infinitas…
Embarazada,
guardando en secreto íntimamente el nombre del padre de su hijo, en 1911 se
trasladó a Buenos Aires. El 21 de abril, en el Hospital San
Roque (actual Ramos Mejía), nació Alejandro.
Después de unos
meses consiguió trabajo de cajera en una farmacia y posteriormente en una
tienda. Luego ingresó en “Freixas
Hermanos”, que se dedicaba a importar aceite. Al mismo tiempo, comenzó a
realizar varias colaboraciones en “Caras y Caretas” donde se relacionó
con José
Enrique Rodó, Amado Nervo, José Ingenieros y Manuel
Baldomero Ugarte.
Hacia 1913, en
Montevideo, conoció a la poetisa uruguaya Juana de Ibarbourou y al que sería
su gran amigo, el escritor también uruguayo Horacio Quiroga.
En 1916 publicó “La
inquietud del rosal”, un libro de poesías donde expresaba sus deseos
como mujer y describía su condición de madre soltera sin ningún tipo de complejo.
El libro no tuvo una buena aceptación. Sin embargo, la ayuda del poeta Juan
Julián Lastra y las colaboraciones en “Caras y Caretas” le permitieron relacionarse con los editores de
la
revista “Nosotros”, que reunía a los escritores más conocidos de la
época. Para complementar sus actividades, Storni escribía gratis para el periódico
socialista “La Acción” y en la revista latinoamericanista “Proteo”.
A raíz de
algunas críticas de sus jefes, quienes no veían bien tener como empleada a una
escritora cuyo libro rozaba la inmoralidad, tuvo que renunciar. Buscó un
trabajo más rentable y consiguió ser directora en el Colegio Marcos Paz, y en
1918 publicó “El dulce daño”.
Alfonsina
recibió una medalla de miembro del Comité Argentino Pro Hogar de los Huérfanos
Belgas, donde también se homenajeó a Alicia Moreau de Justo y Enrique
del Valle Iberlucea por haber aparecido como concurrente a un acto en
defensa de Bélgica, con motivo de la ocupación alemana.
En 1919, Amado
Nervo llegó a la Argentina como embajador de su país, y frecuentó las
mismas reuniones que Alfonsina. Ella le dedicó un ejemplar de “La
inquietud del rosal” y lo llamó en su dedicatoria “poeta divino”.
Su libro “Languidez”,
editado en 1920, mereció el Primer Premio Municipal de Poesía y el Segundo
Premio Nacional de Literatura, lo que la colocó muy por encima de sus pares y
levantó una ola de admiración y simpatía.
Viajó a
Montevideo, con el fin de leer en algunos actos su poesía y la de Delfina
Bunge, esposa del novelista Manuel Gálvez, cuyo libro “Poemas”
fue traducido del francés por Alfonsina. Por entonces, también publicó el libro “Irremediablemente”
y comenzó a escribir su poema “Ocre” que tardó cinco años en
publicar reiterando la temática de la mujer. Al mismo tiempo participó en el
grupo “Anaconda”, una agrupación literaria cuyas reuniones se
celebraban en el hogar del acuarelista Emilio Centurión, en Capital
Federal.
Éxitos y manías
Tantas
actividades le produjeron estrés a Alfonsina, quien viajó
varias a veces a Mar del Plata y a Los Cocos, Córdoba, para descansar. También
acostumbraba acompañar a Horacio Quiroga al cine –solían ir
con los hijos de ambos-, a las tertulias literarias, a escuchar música o
viajaba con frecuencia a Montevideo. Eran muy amigos, tanto que algunos los
creyeron amantes.
En
1925 publicó “Ocre”, que marcó un cambio decisivo en su poesía. Desde hacía
dos años era profesora de lectura y declamación en la Escuela Normal de Lenguas Vivas.
Al año siguiente, Gabriela Mistral visitó a Alfonsina. En la oportunidad, la
chilena quedó sorprendida gratamente con su anfitriona, a tal punto que publicó
su experiencia en “El Mercurio”.
Después de la
publicación de “Poemas de amor”, Alfonsina elaboró sus teorías acerca de la
relación entre hombres y mujeres con el objetivo de volcarlo en una obra
teatral; el resultado se vio reflejado el 20 de marzo de 1927 cuando se estrenó
su obra de teatro “El amo del mundo”, que despertaba las expectativas del público
y de la crítica. El día del estreno asistió el presidente Marcelo T. de Alvear
acompañado de su esposa, Regina Pacini. La obra no tuvo una
buena crítica, y a los tres días tuvo que retirarse de cartel, lo que provocó
la indignación de Alfonsina. Este fracaso fue difícil para ella, ya que venía
de diez años de elogios por cada libro de poemas y ahora estaba exponiendo sus
verdades más íntimas.
La poetisa tuvo una
intensa participación en el gremialismo literario e intervino en la creación de
la Sociedad
Argentina de Escritores, mientras continuó escribiendo poemas para “La
Nación”.
En 1928,
Alfonsina vivió en Rosario, pero lamentablemente se intensificaron sus manías
y delirios persecutorios. Para intentar distraerla, su amiga Blanca
de la Vega, la impulsó a hacer ese un viaje a Europa, que repitió en
1931 en compañía de su hijo. Allá conoció a otras escritoras, y la poeta Concha
Méndez le dedicó algunos poemas. En Madrid visitó el Lyceum
Club y la Residencia de Señoritas que dirigía María de Maetzu, donde
dio conferencias y cursos destacándose una titulada “Una mujer ultramoderna y su poesía”.
En una cena en
la Cámara del Libro en su honor conoció al novelista Carlos Soldevilla y al
poeta catalán José María de Segarra. Este último escribió en “El Mirador” una
crónica en su homenaje en la que la comparó con Rubén Darío, lo que puso
muy contenta a Alfonsina.
A su regreso,
Alfonsina y su hijo se instalaron en una pensión de la calle Rivadavia, muy
cerca del Café Tortoni en el que ella participó de su peña Signos
junto a Quinquela Martín, Juan de Dios Filiberto y Pascual
de Rogatis, entre otros.
Las letras de
Alfonsina en Azul
Alfonsina
Storni mantuvo un fluido contacto con
al menos dos personalidades destacadas de nuestra ciudad: María Aléx Urrutia Artieda
y Bartolomé
José Ronco.
Con
la primera compartía el gusto por las letras y la poesía, además intercambiaron
misivas con diversos comentarios e inclusive Alfonsina dejó su firma en un
álbum que poseía la azuleña. Por su parte, el doctor Ronco la convocó para
escribir en “Azul. Revista de Ciencias y Letras”.
En
julio de 1931, para celebrar el éxito del libro “Hombres grises, montañas azules”,
del periodista y escritor Pablo Rojas Paz y su asunción como
codirector de la revista “Azul”, sus amigos le ofrecieron un agasajo en un
restaurante de la ciudad de Buenos Aires. Firmaron la tarjeta de invitación
entre otras personalidades Alfonsina Storni, Norah Lange, Nydia
Lamarque, María Rosa Oliver, Amado Alonso, Rafael Alberto Arrieta, Paco Luis Bernárdez y Ramón Gómez de la
Serna.
En
la actualidad, en la Casa Ronco se preservan los dibujos
del conocido crítico Néstor Ibarra (que sería el principal impulsor de la
traducción de las obras de Borges al francés), quien caricaturizó a varios de
los presentes. Además, se conserva un texto de Alfonsina manuscrito en
el reverso del menú del restaurante. Con prisa y sin pausa, casi desprolija y
con correcciones, ella escribió: “Esto es honor de ‘Azul’, / reunión cordial,
reunión franca / Más que sería de Azul / si a Azul le faltara blancura”.
Por otra parte, en Azul, entre 1936
y 1942 se editó la revista “Maná” que alcanzó un total de 30
números y entre sus colaboradores se destacaron Alfonsina Storni,
Fermín Estrella Gutiérrez, Carlos Leiva, Bartolomé
J. Ronco, Alfredo L. Palacios, Amado Nervo
y Rubén Darío.
Más talento…
En 1932, publicó
“Dos
farsas pirotécnicas” (Cimbelina en 1900 y pico y Polixena y la
cocinerita). También colaboró en los diarios Crítica y La Nación y sus clases
de teatro fueron su rutina diaria.
A menudo viajó a
la casa de su amiga María Sofía Kusrow (“Fifí”), en un campo en Colonia, en el
Real de San Carlos. También en esa época inició amistad con la poeta Haydée
Ghío, con quien concurrió a la Peña del Hotel Castelar, donde Alfonsina
cantaba de mesa en mesa algunos tangos. Allí conoció a Federico
García Lorca, a quien le dedicó el poema “Retrato de García Lorca”.
Después de ocho
años, publicó un nuevo libro llamado “Mundo de siete pozos”, una
recopilación de poemas que dedicó a su hijo Alejandro. Gabriela Mistral, al
leer el libro, comentó que “poetas como
ella nacen cada cien años”.
En 1937 escribió
su último libro llamado “Mascarilla y trébol” publicado
finalmente al año siguiente. Lo compuso durante las noches en Bariloche,
y trató de desarrollar una nueva forma de pensar la poesía y, por consiguiente,
una nueva forma de pensar el mundo.
Alfonsina
recibió en Colonia -donde estaba vacacionando en 1938-, una invitación del Ministerio
de Instrucción Pública de Uruguay que intentaba reunir en un mismo acto
a las tres grandes poetas del momento: Juana de Ibarbourou, Gabriela
Mistral y ella. El encuentro se realizó en el Instituto Vázquez Acevedo,
resultando un éxito rotundo.
Alfonsina y el mar…
El 20 de mayo de
1935, Alfonsina fue operada de un cáncer de mama en el Sanatorio
Arenales. Se pensaba que era un tumor benigno, pero en realidad tenía
ramificaciones. La mastectomía le dejó grandes cicatrices físicas y
emocionales, recrudeciendo los síntomas de su enfermedad mental.
Su carácter
cambió, ya no visitó más a sus amistades y no podía admitir sus limitaciones
físicas; no aceptaba los tratamientos impuestos por los médicos. Solo asistió a
una sesión de rayos que la dejó exhausta y no pudo soportar el tratamiento.
El 18 de octubre
de 1938, Alfonsina viajó sola a Mar del Plata.
El jueves 20
escribió todo el día encerrada en su habitación, abrigada con un poncho
catamarqueño, aunque era primavera. El sábado despachó en una carta al diario
“La Nación” su poema “Voy a dormir”, el último que
escribió. El lunes le solicitó a la mucama del hotel en el que se hospedaba que
escribiese por ella una carta para Alejandro.
Hacia la 1 de la
madrugada del martes 25 de octubre de 1938, con sigilo,
Alfonsina Storni abandonó su habitación y se dirigió a la playa La Perla con
una maleta de pesares…
Alfonsina se arrojó
al mar desde la escollera del Club Argentino de Mujeres.
Fue sepultada en
el Cementerio
de la Recoleta de la ciudad de Buenos Aires. En 1963 el féretro se
trasladó al “Recinto de las Personalidades” del Cementerio de la Chacarita,
donde actualmente reposa en el interior de una escultura realizada por Julio
César Vergottini.
Alfonsina
Carolina Storni se destacó abiertamente por su obra literaria, imponiéndose
como una verdadera referente de la poesía Argentina y de
América Latina.
Hola Eduardo!!! Muy interesante tu blog. Gracias por compartirnos la historia de esta hermosa mujer. Saludos.
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado!!! Seguiré sumando historias... espero seguir teniendote como lector...
EliminarHola, una vida muy difícil para una mujer de esa época, el texto es corto e interesante.
ResponderEliminarSin dudas... A pesar de las dificultades, dejó muestras bellísimas de su talento.
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