jueves, 16 de abril de 2020

Casa Vigna

Casa Vigna


Por Eduardo Agüero Mielhuerry

Los hermanos Francisco (1854) y Simón Vigna (1858), nacidos en Montevideo, República Oriental del Uruguay, fueron los primeros de la familia en arribar muy jóvenes a nuestra ciudad. Iniciaron su actividad comercial en un modesto local ubicado en la calle 9 de Julio N° 221 hacia mediados del año 1884. Con esfuerzo y dedicación, el almacén, que vendía al por mayor y menor, poco a poco fue creciendo e incorporando diversos rubros que iban desde alimentos a tienda y zapatería.
Lentamente los Vigna se fueron afianzando en la comunidad. Francisco contrajo matrimonio con Francisca Toribia Monteguilfo, con quien tuvo cuatro hijos: José, Antonio, María Modesta y Rosita.
En 1896 se constituyó el “Centro Uruguayo”. Francisco y Simón integraron la comisión de la institución como vocales, al igual que el recientemente llegado hermano Felipe Vigna. Nacido en Montevideo en 1860, casado con Catalina Rosso, Felipe se había radicado en nuestra ciudad junto a su esposa y sus hijos Pedro, Catalina y Sara. Aquí pronto comenzó a trabajar en su oficio de licorista.
Con el pasar de los años, toda la familia Vigna quedó finalmente radicada en la Argentina y buena parte de ella en Azul, donde los pioneros marcarían la historia comercial del pueblo-ciudad.


Un cruce de calles con historia…


Poco tiempo después, ante el crecimiento de la actividad, la “Casa Vigna” abrió sus puertas en un local ubicado en la esquina Sur de la Avenida 25 de Mayo y calle General José de San Martín. En una modesta pero amplia casa de una única planta, con importantes frentes sobre ambas arterias, la casa comercial progresaba aún más en su nueva y céntrica ubicación.
En el flamante siglo XX, sobre una avenida empedrada y sumamente transitada, la “Casa Vigna” ampliaba sus rubros incorporando bazar, juguetería y lozas, teniendo un amplio surtido en “artículos para regalo” tal como promocionaban desde los carteles pintados en los muros frontales del local.
Después de casi dos décadas de arduo trabajo, devenido en un puntal fundamental de la activa sociedad, soltero y sin hijos, Simón Vigna falleció a los 47 años de edad el 18 de julio de 1905 víctima de hepatitis.
Agobiado, Francisco decidió vender la llave de comercio a una firma constituida por algunos de los que habían sido empleados de la Casa y de esta manera replanteó su vida y su actividad laboral.
El establecimiento comercial fue adquirido a finales de 1905 por la firma social “Lobato, Inza y Cía.”, desde cuya fecha tomó vuelo y acentuó sus progresos, bajo la competente dirección de sus nuevos dueños.
En el año del Centenario de la Revolución de Mayo, entre los propietarios de la “Casa Vigna” se comenzó a gestar un importante proyecto. Habían adquirido un extenso solar en la esquina Norte de la Avenida 25 de Mayo y la calle General José de San Martín. Allí, la Empresa constructora del señor José Hilario Brumana (con domicilio en la calle 9 de Julio 475), fue la proyectista y ejecutora de una monumental obra.
El magnífico edificio construido, que se culminó hacia 1912, se constituyó en el más amplio –y posiblemente también el más lujoso-, de los establecimientos comerciales de la ciudad, con dos pisos y grandes sótanos, anchas y cómodas entradas, nueve vidrieras que medían, cinco de ellas, 3 metros por 2,70, y las restantes 1,00 por 2,70 metros, exhibiéndose en las mismas prolija y artísticamente distribuidos todo tipo de artículos.
Para lograr formarse  una idea acabada de la magnitud del edificio, alcanza con decir que el mismo ocupaba un cuarto de manzana, y que su construcción, de sólido material, era para la época, desde todo punto de vista, elegante y moderna.


De todo un poco


El establecimiento comercial de los señores Laureano Lobato, Casiano Inza y otros socios, por su magnitud, por su capital, por los diversos ramos que explotaba y las diferentes operaciones en las que intervenía, reflejaba el desenvolvimiento incesante y progresivo de Azul.
Los ramos que explotaba la Casa con provechosos resultados, y de los cuales tuvo siempre un variado surtido, eran: almacén de comestibles y bebidas, por mayor y menor; Ferretería, Bazar, Juguetería. Librería, Papelería, Casa de música, Grafófonos, Mueblería, Máquinas de coser, Tienda, Sastrería, Zapatería, Agentes de la Cervecería Quilmes, Casa de giros, máquinas agrícolas -de las cuales poseían un stock permanente-, objetos de arte, artefactos eléctricos en general, automóviles, carruajes, etc.. De los ramos mencionados, constituyen su especialidad descollante, los de almacén, tienda y artículos rurales.
La firma de este establecimiento poseía la representación de las principales casas de artículos rurales; de la Cervecería Quilmes; de los automóviles Ford y E.M.F. Company (firma fundada por Barney Everitt, William Metzger y Walter Flanders); y de los fonógrafos y grafófonos Columbia y Pathé.
La Casa ocupaba alrededor de unos 30 empleados y contaba con una clientela asidua y numerosa en todo el Partido de Azul y en la región, a donde eran remitidos los artículos requeridos mediante un servicio propio de distribución.


Los nuevos dueños

Laureano Lobato había nacido en 1872, en España, llegando a la Argentina en 1887 y ese mismo año a nuestra ciudad. Tenía 15 años de edad cuando comenzó a trabajar como un modesto empleado de tienda. Durante 18 años trabajó en tres casas comerciales. En la “Casa Vigna” fue empleado por un período de 8 años.
Lobato fue consejero de la sucursal del Banco de la Provincia, demostrando una importante preparación en asuntos financieros. También durante varios períodos fue nombrado por el superior gobierno de la Provincia para fiscalizar las declaraciones sobre el capital en giro. Formó parte por más de 10 años de la Comisión Directiva de la Sociedad Española de Socorros Mutuos y del Club Español, desde la fundación de éste último.
El portentoso desarrollo realizado por el establecimiento, que sobresale entre los de su género, por su fuerte venta, su amplio surtido y vistosas instalaciones, se debe, en gran parte, al señor Lobato, que, con su práctica, en los negocios, lo habìa impulsado poderosamente secundado con eficacia por sus socios.
Casiano Inza había nacido en España en el año 1874. Era hijo de José Manuel Inza y Rosa Urreta. Arribó a la Argentina en 1887. Fue empleado comercial durante 18 años y trabajó en la “Casa Vigna” como empleado por 7 años, de la cual se convirtió en propietario junto a su socio Lobato y otros.
En 1898, cuando se inició la guerra entre España y Estados Unidos (Guerra hispano-estadounidense, denominada comúnmente en España como Guerra de Cuba o Desastre del ’98, en Cuba como Guerra hispano-cubano-norteamericana, y en Puerto Rico como Guerra hispanoamericana), su patriotismo llevó a Inza a alistarse como voluntario, sirviendo dos años y haciendo la campaña de Cuba en donde recibió varias heridas como lo demostraban las cicatrices que ostentaba. Retornó a su patria adoptiva a principios del siglo XX y retomó sus labores como comerciante en Azul.
El 2 de agosto de 1917 contrajo matrimonio en Azul con la argentina Teresa Demar de 27 años de edad, hija de los italianos Próspero Demar y María D’Elía. Tuvieron al menos un hijo, José Manuel Inza, que nació el 14 de mayo de 1918 y fuera bautizado el 6 de enero de 1920.


Hacia el final…


Los señores Manuel Gurruchaga, Pedro Felipe Ibarborday Tomás Galarraga -socios también de la firma- cooperaban eficazmente en el engrandecimiento de la casa, con sus esfuerzos y energías. Los socios comanditarios, eran los conocidos capitalistas señores José A. Vigna y Antonio Vigna, hijos de Francisco, uno de los fundadores de la casa.
            La casa comercial supo también estar bajo la firma “Vigna, Ibarborda y Cía.”.
Una publicidad de mediados de los años ’20 rezaba:
La “Casa Vigna” en el Azul lo que “Gath & Chaves” en Buenos Aires, “El Louvre” en París, “El Siglo” en Barcelona. Con esto está todo dicho.
Y precisamente esta misma publicidad encierra uno de los puntos que llevó al cierre de la Casa. El 16 de abril de 1928, en un destacado local de la calle San Marín entre Moreno y Buenos Aires (actual De Paula), la famosa tienda Gath& Chaves abrió su sucursal número diecinueve de la Argentina en nuestra ciudad. Dos años después, el 7 de abril, la firma abrió su magnífico local en la esquina Oeste de las calles San Martín y Moreno, edificio que con los años iría adquiriendo una impronta imponente con sus amplios salones en el subsuelo y en el primer piso anexado con posterioridad.
            La competencia comenzó a ser implacable…
Erasmo Berdiñas (1909-1996), quien trabajó en la “Casa Vigna” desde muy joven, alguna vez contó: “El final de la Casa Vigna se dio un poco porque los patrones fueron muriendo, los que quedaban, se iban abriendo negocios solos, y la casa iba cambiando de firma. Los empleados iban transformándose en patrones. Poco a poco se comenzó a perder clientela, el negocio se iba viniendo abajo con la gente desconocida que ya no se identificaba como clientes fieles. Entre los empleados siempre hubo compañerismo, pero ese compañerismo al final se desvirtuó y fue demasiado. Porque a raíz de eso se vino abajo la casa. Por lo que llamaban compañerismo, en el final se tapaban macanas del uno al otro, hacían cualquier cosa. Un empleado de Zapatería se cambiaba un corte de género con un empleado de la Tienda… En el Empaque sobornaban al empleado con alguna otra cosa… Todos eran abusos. Era demasiado. Así el negocio no aguantó…”.
Perdida entre competencia y desidia, la “Casa Vigna” perdió su esplendor y un día cerró sus puertas. El tiempo impiadoso pasó… Pero algunos fragmentos de su espléndido edificio aún sirven para recordarnos tiempos gloriosos e historias y personajes del Azul.



Un edificio imponente
Por Octavio Fiorenza

El estilo ecléctico fue un nuevo modo de ver y concebir la ciudad con una arquitectura de postura intermedia, que no sigue soluciones bien definidas. Un lenguaje que se manifiesta en todo el mundo occidental entre la segunda mitad del ’800 y la década del 1920 aproximadamente. Dicha  manifestación se reproduce, como es evidente en nuestra ciudad, orientándose hacia las principales vanguardias europeas. Casi como una nueva concepción filosófica del proyecto, el eclecticismo o la integración de distintos lenguajes historicistas combinan al arquitecto con el artista, capaz de integrar articuladamente el ornamento y la decoración en línea con aquellos cánones clásicos del proyecto arquitectónico. Esta “Nueva Arquitectura” fue en grado de asociar estilos, corrientes y significados del  clasicismo en una nueva expresión con variados mensajes y lecturas. Transmitir al crítico observador los nuevos códigos significantes de una arquitectura de libre composición, disgregando  los convencionales productos neoclásicos de puro lenguaje historicista, frutos del siglo precedente en Europa.
Así  es como  se vuelve rico y complejo el aspecto de nuestra ciudad pensada e integrada como un único organismo colectivo, no como elementos de instintiva  agregación, sino componibles de un sistema urbano programado atento a los resultados, donde cada una de las partes es  indicativa de la totalidad.
La poética neoclásica se desarrolla paralelamente a la innovación en nuevas técnicas constructivas y funcionales, aplicadas a las formas más variadas, un vínculo entre modernas  tecnologías en fusión de la proyección y las rigurosas normas de los órdenes  arquitectónicos clásicos. Los mismos arquitectos, formados en las escuelas de las más altas vanguardias europeas, asociados a las corporaciones de maestranzas (constructores y decoradores), fruto de la nueva inmigración en nuestro país.
En el caso de la ex “Casa Vigna” presenta uno de pocos ejemplos en Azul  de ochava en planta semicircular, se articula en dos niveles. Una serie de arcos rebajados con  juego de molduras al exterior o archivolta los cuales se destacan en toda la estructura inferior, separados por bandas lombardas estilizadas con decoraciones tendentes al Art-Nouveau. La vista en ochava se encuentra limitada por dos muros impuestos figurativamente como bastión que cubre verticalmente las dos plantas. Cada cuerpo de ventanas al nivel superior, se organiza en grupos de dos, a modo de bíforas, sostenidas lateralmente por bandas de orden tuscánico. La decoración se manifiesta mayormente con una austera expresión ecléctico racional, limitándola y evidenciando los tradicionales lineamientos arquitectónicos.
Toda la composición se concluye con una clásica solución horizontal de friso y cornisa, soportado por ménsulas; un remate semicircular de influencia romana que encuadra dicha conformación.





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