domingo, 24 de mayo de 2020

María Aléx, poesía hecha mujer

María Aléx, poesía hecha mujer



Por Eduardo Agüero Mielhuerry


María Alejandra Urrutia Artieda nació el 27 de febrero de 1903, en el paraje “La Protegida”, en el Partido de Azul. Sus padres fueron Martín Urrutia (nacido en Bilbao, España, en 1864) y Emilia Artieda (nacida en Buenos Aires en 1877, hija de Manuel y María Apestegui, español y francesa respectivamente). Tuvo diez hermanos: Martín Sixto (murió a los 20 años, cuando estudiaba Derecho), Sara Alida, Raquel Mercedes (Sole), Beatriz (Bea), Ermelina (Gelo), Carlota Elida (Tita), Arturo Héctor,Mario,Helva Stella (Chuqui) y Emilio.
“Janny” -como era cariñosamente apodada María Alejandra en su círculo íntimo-, vivió su infancia en la zona rural, en torno al almacén familiar “La Protegida”, donde supo asimilar con amor y fervor las historias de malones y milicos, de gauchos y naturaleza que años después marcarían su obra literaria.
Con el gran esfuerzo que implicaba viajar desde la zona rural hasta la ciudad -hospedándose muchas veces lejos de su familia-, cursó los estudios primarios en la Escuela N° 2, ubicada en la calle Burgos entre Alsina (actual H. Yrigoyen) y Belgrano-donde actualmente se halla la Plazoleta Coronel Pedro Burgos-, establecimiento conocido por entonces como “Escuela ‘de Islas’”, pues allí se desempeñaban cuatro maestras de este apellido.
Realizó los estudios secundarios en el Colegio Nacional, en el que fuera el edificio primigenio de la institución -propiedad de la familia Zapata-, en la calle Burgos entre Córdoba y Tucumán (entre las actuales Int. Dr. Malére y Dr. Bogliano, respectivamente). Por entonces el establecimiento estaba bajo la conducción del profesor Víctor M. Herrera y resultó uno de los maestros dilectos de María Alejandra el profesor Reynaldo Marín.


Volver a nacer


En algún cuadernillo o en alguna hoja suelta, en algún incierto momento, en tinta presurosa o absolutamente calma, nació un primer poema, un verso arrancado a la mismísima inspiración. Un día, Janny se convirtió definitivamente en María Aléx.
Una vez concluido el secundario, María Aléx viajó a La Plata -donde vivía parte de su familia materna, quienes la hospedaron cálidamente-, para iniciar sus estudios en el Profesorado de Letras de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Allí fue una alumna brillante, educada por destacados docentes como Carmelo Bonet, Arturo Marasso, Rafael Alberto Arrieta, Arturo Capdevila, entre otros destacados catedráticos.
En aquellos años de incesante aprendizaje y de afanes juveniles, María Aléx comenzó a cosechar elogios a través de sus primeras colaboraciones en el diario “La Razón” y las revistas “Mundo Argentino” y “El Hogar” de alcance nacional.
En la década del ’30, cuando culminó su carrera, retornó a nuestra ciudad para abocarse apasionadamente a la docencia en el Colegio Nacional “Esteban Echeverría” y en la Escuela Normal “Bernardino Rivadavia”.
En los primeros años de vida del diario “El Tiempo” -nacido el 9 de julio de 1933-, María Aléx comenzó a colaborar con frecuencia dejando preciosos fragmentos de su talento entre sus páginas, involucrándose asimismo con las diversas actividades culturales de la ciudad. Entre 1938 y 1939 dirigió el suplemento literario del Diario, trabando amistad con su director, el doctor Carlos A. Ronchetti.
Para entonces, ya compartía una intensa amistad con otro paladín de la cultura local, el doctor Bartolomé José Ronco, quien en su dilatada trayectoria gestó diversos proyectos culturales para los cuales contó con la participación de la afamada poetisa.De hecho, María Aléx formó parte del cuerpo de docentes de la Universidad Popular “José Hernández” -emplazada en el edificio que actualmente ocupa la Facultad de Derecho en la calle Bolívar entre Burgos y De Paula-, fundada por el filántropo coleccionista cervantista y hernandiano, en la cual dictó gratuitamente y durante cuarenta y cinco años clases de Castellano, Ortografía, Redacción y Selección de Textos.
María Aléx fue una mujer de fuerte carácter, pero por demás cordial, que dejó para esta tierra decenas de palabras emanadas del corazón ardiente de quien su nombre fue poesía en sí mismo. 
Integró el grupo fundador de la Agrupación Artística Maná y fue, durante muchos años, miembro de la Comisión Directiva de la Biblioteca Popular de Azul (hoy “Bartolomé J. Ronco”).


Pasiones de una mujer


Con su mirada tierna y una pluma vehemente, María Aléx canalizó en letras como nadie el amor, el amor por Azul, por su gente, por su historia y sus desventuras. Su primer libro de poesías “Música Interior” (1938), fue solicitado por la Biblioteca Pública de Nueva York por su calidad literaria para ser incorporado a su patrimonio bibliográfico. Figura además con mención de honor para la creación poética femenina en la Exposición permanente bibliográfica de Cuba. Y se lo incluyó también en una antología poética de Alemania.
Dos años después publicó “Brujerías” (Poemario de la Andanza).
En 1946 editó “Poemas” y un ensayo sobre Antonio Machado, el cual fue impreso para la serie “Cuadernos de Azul” de la Biblioteca Popular.
El 30 de abril de 1947, su estimado amigo Bartolomé José Ronco, publicó en el diario “El Tiempo” un artículo titulado “Un gran acontecimiento”, en el cual anoticiaba a la comunidad de que el eminente escritor inglés sir EugenMillington Drake, que había estado dos años antes en Azul, había concluido su programa de Poesías de las Provincias Argentinas y que habiendo conocido los dos poemas de María Aléx titulados “Dar” y “Pequeña cosa”, los había recitado en varias oportunidades en Londres y París (en el Departamento Hispánico de la Sorbona).
En mayo de 1948, en el Cine Teatro San Martín, se le rindió un cálido homenaje al doctor Ronco, quien también demostró con su trayectoria el profundo amor que sentía por Azul. En la oportunidad, María Aléx pronunció palabras de su autoría, las cuales quiso el destino que se mantuvieran preservadas en un pergamino que no tuvo ninguna difusión más que en aquella ocasión:

Mensaje cordial para el Dr. Bartolomé J. Ronco:Y dijo el corazón: “Él es mi amigo./ Yo lo siento y lo quiero. Está conmigo/ como el astro y la rosa. Yo lo quiero/ porque sabe del lírico sendero/ del Ensueño y el Bien y la Belleza,/ donde todo es verdad, todo pureza,/ en el íntegro afán y en el desvelo/ de cambiar esta tierra en claro cielo…/ Yo lo siento en mi vida, en mi latido,/ en mi hondo anhelar estremecido,/ y lo sé entre los sueños de mi andanza/ con la luz de la fe y la esperanza…/ Yo lo siento y lo quiero. Está conmigo/ como el astro y la flor, y lo bendigo por la gracia celeste y la ventura/ que dejara en mi senda su dulzura"./ Y calló el corazón. Pero al instante,/ sobre el pecho dolido y palpitante,/ en dulcísima ofrenda silenciosa/ asomó, toda trémula, una rosa…/ Una rosa pequeña y encendida:/ mi profunda ternura agradecida.


Las calles de María Aléx


Mediante el Decreto-Ordenanza del 12 de noviembre de 1956, firmado por el comisionado Guillermo Rodolfo Sarmiento, se le impusieron nombres a quince nuevas calles de la ciudad. La disposición fue promulgada el 27 de diciembre del mismo año a través del Decreto N° 23.777/56 de la Intervención Nacional y recién se hicieron efectivas las imposiciones el 3 de enero de 1957.
Las denominaciones fueron propuestas por la “Comisión Municipal de Investigaciones Históricas del Partido de Azul”, a cuyo frente se hallaba el historiador azuleño Vicente Porro, acompañado fervientemente por María Aléx.
Sin lugar a dudas, ella fue quien propuso buena parte de los nombres que finalmente se impusieron, dada su acentuada pasión por la historia lugareña. Las nuevas denominaciones elegidas fueron: De las Postas, De los Fortines, De las Carretas, Misia Magdalena Barranco, Comisario Luis Aldaz, Fuerte Federación, Francisco Mesura, Darhanpé, Martín Abeberry, Miguel Ituarte, De los Agrarios, San Serapio Mártir, San Carlos, De las Cautivas y General Manuel Escalada. Para postular cada uno de estos nombres, se escribió un fundamento –presentado en el decreto- en el que se evidencia la pluma de la poetisa, quien tampoco dudó en plasmar en sus libros poemas dedicados a dichas arterias, bajo los títulos “Calle Sargenta Barranco”, “Calle de las Carretas” y “Calle de las Cautivas” entre otros.


Apasionada por la cultura…


Fue una integrante fundamental de la Comisión Municipal de Cultura integrada por destacadas instituciones azuleñas como la Agrupación Artística Maná, Centro de Instrucción Cívica “Mariano Moreno”, Biblioteca Popular “Bartolomé J. Ronco”, Centro Cultural Horizontes, Universidad Popular “José Hernández”, Centro Cultural Cervantes, Centro del Magisterio “Domingo F. Sarmiento”, Centro Universitario Azuleño y Foto Club Azul.
En 1958 nació su tercer libro, “Cantos”, compuesto de treinta y tres poemas donde reaparecieron en tonos cada vez más depurados sus sueños, dejando improntas serenas y traslúcidas, de alto vuelo lírico, derivadas de las sugestiones de su solar nativo. Esta obra fue ilustrada por su estimado amigo Santo Glorioso.
El Centro Numismático “Bartolomé Mitre”, prestigioso órgano cultural de Azul le dedicó en 1963 su “Primer Cuaderno Azuleño”, donde ella volvió a retomar la exaltación lírica de su terruño publicando ocho poemas bajo el título“Cantos de la Patria Chica”, todos de particular belleza.
Su antología poética, llamada “Ayer iluminado”, se conoció en 1968; también apareció de su autoría una semblanza de Francisco López Merino.
El último libro de María Aléx fue “Mujeres de aquella Pampa”, dedicado a las primeras valientes y abnegadas pobladoras de esta zona, madres o esposas que resignaron la calma para acompañar a sus hombres en las luchas de las fronteras.
De sus diversas colaboraciones en diario local sobresalen sus “Apuntes Histórico-Líricos de Azul”, publicados en 1968, en los cuales abordó poéticamente una vez más temas fundacionales de nuestros pagos.
Tras haberse jubilado como docente, lamentablemente su cuerpo le falló, quedando postrada en una silla de ruedas. Pero su voluntad fue inquebrantable y su mente lúcida siguió destellando magnificencias.
En 1971 recibió el Premio Almafuerte, otorgado por la Sociedad de Escritores de la Provincia de Buenos Aires, siendo la primera mujer en recibir dicho reconocimiento.
El mismo año, la Subsecretaría de Cultura de la Provincia le dedicó el número 15 de sus Cuadernos del Instituto de Literatura, titulado “Urrutia Artieda y Azul”.


Esa figura rutilante…


Por Decreto del Poder Ejecutivo de Buenos Aires, el 13 de septiembre de 1974 se la consagró “Hija Benemérita de la Provincia”. El primer artículo de la trascendente disposición rezaba: “…en mérito a su categoría intelectual, tareas de bien público y de unión entre los pueblos de la provincia…”.
El acontecimiento motivó el viaje a nuestra ciudad del entonces ministro de Educación, Dr. Tomás Diego Bernard, quien en la sede del Colegio de Escribanos –colmada de público-, el sábado 16 de noviembre, le hizo entrega de una medalla de oro y un diploma.En el tramo final de su discurso el Ministro expresó: “… Esta noche yo quería decirles, en nombre del gobierno de Buenos Aires, que si María Aléx recibe la más alta distinción, distinción singular que creo no se ha otorgado a ningún otro poeta hasta hoy, de ser declarada hija benemérita de la provincia, lo es por sus méritos propios; lo es por la alta dignidad del magisterio que ha ejercido en la docencia, en el periodismo, en el libro. Pero más que todo en la escuela de la vida. Esa figura rutilante que pasó por todos los ambientes con modestia pero que dejó indeleble en todas partes el sello de una auténtica personalidad. Una mujer que sembró el bien y recoge ahora el bien que le debemos.
Por eso, María Aléx, yo también prescindo de todo protocolo. Quizá esté al margen de lo que debía ser la misión ministerial. Pero aquí en Azul, donde todos te conocen y te honran, sería vana presunción mía querer exaltar un acto del Poder Ejecutivo más allá de la letra que ha grabado tu fuego en tu corazón. Esto es tuyo porque lo has ganado, pero por sobre todo, es tuyo nuestro cariño y nuestro reconocimiento, porque mujeres como esta mujer son las que necesitamos para el futuro de la Patria.”.


Las últimas letras…


En 1975 la Biblioteca Popular de Azul la designó Socia Honoraria, y laEscuela Provincial N°2 la hizo, simbólicamente, depositaria de su llave.Al año siguiente, la Intendencia Municipal declaró a su obra “La Patria Chica” como Poemario Oficial de Azul.
Al cumplirse en 1978 el cuadragésimo aniversario de la publicación de su primer libro, “Música Interior”, el diario “El Tiempo” y la comunidad azuleña le rindieron un sincero homenaje al descubrir una placa en el frente de su hogar. Ese mismo año apareció “Las Raíces”, cuya edición estuvo a cargo del Museo Etnográfico y Archivo Histórico “Enrique Squirru”, institución para la cual se destinó lo recaudado con su venta.
María Alejandra Urrutia Artieda falleció a las 13:15 del día15 de octubre de 1982. Sus restos fueron inhumados en el Cementerio Único.
A los pies de un ciprés, prácticamente en la entrada de la necrópolis, descansa la inquieta mujer de fuerte carácter y delicadas caricias. Sin embargo, María Aléx no murió… Ella aún vive en sus letras, en sus sabias y melodiosas palabras, en las páginas de sus libros, en las alas de sus versos. Tal como proclama en su epitafio (escrito en 1971): 

Caminante: Aquí dice María Aléx;
mas no creas que yazgo en esta fosa;
pues apenas llegada, presurosa,
me trepé por la savia silenciosa
hasta el gajo más alto del ciprés.
Y allí estoy, caminante, allá en la altura
como ayer en la tierra y en el anhelo:
rodeada de pájaros y cielo,
encendida de canto y de dulzura.





INFORMACIÓN EXTRA:

“La Protegida”


Martín Urrutia y Emilia Artieda se conocieron en la ciudad de La Plata, en la última década del siglo XIX.
Hacia 1896, la familia Urrutia decidió probar suerte en el interior de la provincia de Buenos Aires y así fue como se instaló en la ciudad de Olavarría. En cambio la joven pareja decidió instalarse en Hinojo -Partido de Olavarría-, donde abrieron un almacén.
Allí, trabajando arduamente, los jóvenes consolidaron una pequeña fortuna que les permitió comenzar a armar planes de progreso. Y también comenzaron a acrecentar la familia, pues el 1 de septiembre de 1899 nació el primogénito, Martín Sixto. Sus padrinos fueron su tío Agustín Urrutia (español, domiciliado en Olavarría, de 24 años de edad) y su abuela María Apestegui de Artieda (nacida en Francia, domiciliada en La Plata, de 52 años de edad).
Poco tiempo más estuvieron por aquellos lares. El destino les tenía reservado un lugar en Azul, cerca de las estancias “La Narcisa” y “La Ysidora”, donde compraron una pequeña fracción de campo y levantaron una casa grande que se llenó de hijos y en la que instalaron un almacén de ramos generales.
El almacén era un lugar pintoresco, destacado y concurrido. Los caballos retozaban a la sombra del montecillo que al verse desde lejos anunciaba la importante presencia de “La Protegida”.
Apenas cruzaban el umbral, los clientes eran recibidos por un aroma penetrante, mezcla del de las especias, del café en grano, el cuero de los aperos, los quesos apilados en el mostrador y los chacinados, con el olor añejo proveniente del despacho de bebidas contiguo donde predominaba el humo del tabaco negro que consumían los parroquianos en cigarrillos armados a mano.
En el salón principal, con piso de ladrillos, se hallaba el almacén propiamente dicho. Entre otros rubros, tenía zapatería, tienda y mercería. Sobre la pared del fondo, en una estantería, se podía encontrar desde la mecha para un farol hasta los cordones para zapatos, pasando por el hilo para coser ropa o bien el de atar chorizos, cuchillos, bombillas, mates y una cantidad interminable de artículos de uso diario. En la parte inferior de aquella monumental estantería, en cajones con tapas deslizantes, se hallaba el azúcar en terrones y fideos varios, que se expendían en paquetes armados con papel de estraza; la yerba, en cambio, se vendía en bolsas de arpillera.
En un extremo del mostrador reinaba una balanza de platos; en el otro, varios quesos protegidos por una especie de campana de vidrio y la fiambrera.
Tenían un acopio de frutos del país y también vendían productos importados de España, como vinos y conservas enviadas por un amigo de la familia.
Un rincón del salón lo ocupaban los aperos y herramientas: pecheras, cinchas, pretales, serruchos, martillos, morsas, leznas y todo lo necesario para las tareas rurales. Sobre un mostrador mucho más decoroso se apilaban bombachas, camperas, camisas, cinturones, boinas, fajas y alpargatas de yute.
Había también espacio para las barricas de vino y las que contenían las tripas conservadas en sal que se utilizaban en las carneadas. El despacho de bebidas era fundamental para muchos viajeros o lugareños; bebidas servidas en vasos de vidrio grueso y sobre un mostrador con cubierta de estaño. Básicamente funcionaba como un club rural, un lugar donde se iba por necesidad y por gusto, un local donde los hombres se demoraban comentando las novedades, tomando una copa…
Algunos días fijos de la semana hacía parada la galera “San Julián”, que iba y venía entre la ciudad de Azul y la estancia “El Sol Argentino” situada en el Partido de Benito Juárez, perteneciente a Mariano Roldán (fundador, justamente, del pueblo de Benito Juárez y propietario primigenio de la que hoy conocemos como “Casa Ronco” en Azul).
Asimismo, Urrutia había conseguido que su almacén brindara los servicios de estafeta de correos y allí se dejaba o se recibía la correspondencia de la vecindad, que se despachaba por Hinojo.
En la trastienda funcionaba el “escritorio”, donde se controlaban las libretas que saldaban los chacareros no más de una o dos veces al año, cuando levantaban sus cosechas.
A un costado del edificio principal, en un gran galpón de chapa, se acumulaban materiales de construcción, maderas, postes y varillas para alambrados, rollos de alambre liso y de púas, torniquetes y una variedad sin fin de insumos para la actividad rural, hasta molinos “Hércules”.
A pesar de todo el esfuerzo que demandaba la atención del almacén, Martín le dedicaba varias horas a la lectura y hacía circular sus libros y diarios entre la clientela aficionada a su misma costumbre. Así llegaban quienes buscaban o devolvían “La Prensa”, o quienes pedían prestada la revista “Caras y Caretas” o entregaban un cuadernillo de las “Novelas Españolas” para tener derecho a llevar otro capítulo. Además, con diversas inquietudes que excedían lo meramente literario y pasaban al campo de la filantropía, Martín Urrutia se incorporó a la logia masónica “Obreros del Sud” N° 94, de la vecina ciudad de Olavarría.
Como si todo fuese poco, cada quince días se montaba un improvisado consultorio médico, en el que atendía el reconocido doctor Ángel Pintos, quien viajaba desde Azul recorriendo las más de diez leguas que separaban la ciudad de “La Protegida” para atender la clientela lugareña. También, con la misma frecuencia, pero los domingos, iba un peluquero que cortaba el cabello a los vecinos, principalmente la peonada y sus familias.
Indudablemente, “La Protegida” era un verdadero punto de encuentro y un eje fundamental de desarrollo en la zona. Sin embargo, cuando rondaba los 60 años de edad, tal vez agobiado por tanta labor, Martín Urrutia decidió vender el almacén. Así, alrededor del año ’20, buscando nuevos horizontes se trasladó definitivamente a la ciudad de Azul, instalándose en la casa de la calle Buenos Aires N° 474 (actual Intendente Prof. De Paula), entre Avenida Mitre y Entre Ríos (actual Dr. Alfredo Prat).


De ardores y de afanes


En el hall del Palacio Municipal, desde diciembre de 1971, una placa preserva las más bellas palabras dedicadas por la poetisa a su tierra natal bajo el título “Nombre total”.


Qué otro nombre mejor para tu empeño
y el amor que madura tu esperanza
que este nombre que es signo de alabanza
porque nombra, nombrándote, tu sueño?

Qué otro nombre mejor a tu pujanza
y el ardor y el afán de que eres dueño,
que este nombre cabal que, si pequeño,
todo un mundo inefable se le alcanza?

Qué otro nombre mejor a tu desvelo
y a tu fiebre de luz y anhelo de vuelo
que este nombre total de fe y altura?

Qué otro nombre mejor para nombrarte
que este Azul que te nombra y te imparte
un seguro destino de ventura?


Una estrella y dos alas


En 1977, en el 45° Aniversario de “Maná”, María Aléx le dedicó unas sentidas palabras al entonces desaparecido Alberto López Claro: “Don Alberto: Hoy son cuarenta y cinco los años de Maná en esta andanza de sembrar generosa la Belleza con todos los primores de su magia, bajo un signo cabal y luminoso; una estrella y dos alas.
Cuarenta y cinco ya!... Cómo se ha ido el tiempo con sus bríos y mudanzas!... Si parece fue ayer… ayer no más… Recuerda don Alberto, esa mañana de aquel domingo veintitrés de octubre en el Colegio Nacional?... Estaban con usted y conmigo, don Reynaldo G. Martín, el rector de esa casa; don Julio García Hugoni, su segundo, venido a nuestro Azul de Bahía Blanca, y don David Cordeviola; los tres mentores entusiastas.
A todos nos movía en esa hora idéntica inquietud esperanzada: fundar una entidad de arte que fuera latido espiritual de esta comarca, por su siembre tenaz y generosa de colores, sonidos y palabras. A todos nos urgía ese anhelo sentido con pasión hasta la entraña, y creamos entonces, jubilosos, la agrupación artística soñada: esta que andando siempre su camino con fervor y verdad en gozo y dádiva, hoy celebra el milagro de su siembra que es milagro de gracia.
¿Recuerda don Alberto?... Fue usted mismo quien en tan empeñosa circunstancia, propusiera este bíblico bisílabo contenido de fe, para nombrarla; este nombre, Maná, que es desde entonces señal de esperanza.
Don Alberto: Hoy son cuarenta y cinco los años de Maná en su labranza y por ello esta hora es su hora de himnos y campanas. Pero ocurre también que en esta fecha, un tiempo transcurrido nos señala el vigésimo quinto aniversario de su muerte, sentida, inesperada; su muerte, don Alberto; ese paso de su vida de asombros y pujanza, encendida de luz y de fervores, a la noche inviolada.
Por eso en esta hora evocativa y en el alto precioso de su andanza, Maná dice su nombre, don Alberto; su nombre enaltecido, que la alcanza como estímulo y guía sostenedores de su siembra perseverada, bajo un signo celeste y venturoso nacido de la esencia de su alma: este signo inefable que es su gloria: una estrella y dos alas.”.


El legado


Raquel Mercedes Urrutia Artieda, conocida como Sole-la última sobreviviente de los hermanos-, falleció el 16 de julio de 2003, seis días después de haber cumplido 90 años de edad. A través de su testamento ológrafo legó en partes iguales su propiedad de la calle Gral. Uriburu 474(actual Intendente Prof. De Paula) al Hospital Municipal “Dr. Ángel Pintos” y al Hospital Materno Infantil “Argentina Diego”.
Dentro de la Ordenanza N° 2.319 del 25 de abril de 2005, por la cual se aceptaba la donación, el Concejo Deliberante dejó expresada su “…inquietud de crear en la mismauna ‘Casa de la Cultura’ y conservar el valor histórico de cuanto forma parte de ella, al propio tiempo de recoger un anhelo que cuenta con vasto respaldo, que sobreviene como un imperativo de preservar la identidad cultural de la comunidad…”.

Sin embargo, la propiedad fue vendida y actualmente funciona allí el Juzgado Federal N° 2 de Azul.




María Aléx Urrutia Artieda fue una destacada y querida docente que supo trascender las fronteras del tiempo y el espacio a través de sus versos apasionados cargados de vívidas historias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario