jueves, 7 de mayo de 2020

Pedro Guiraut, el iluminado

Pedro Guiraut, el iluminado


Por Eduardo Agüero Mielhuerry


Pedro Guiraut nació el 24 de septiembre de 1872, en Ranchos, actual Partido de General Paz, provincia de Buenos Aires. Era hijo de Bernardo Guiraut y María Minvielle, ambos de origen francés. Tuvo además dos hermanos: Delfina y Bernardo.
            Siendo muy joven viajó a Francia para cursar sus estudios, radicándose en la casa de unos familiares. En aquél país adquirió un enorme bagaje de conocimientos que le mostraron un interesante abanico de opciones culturales y comerciales.
            Al regresar a la Argentina, sus padres se habían radicado en Azul, en la Suerte de Estancia N° 240 que habían adquirido al Oeste del ejido del pueblo, donde él decidió también instalarse.
            Aquí conoció a la que sería su compañera por el resto de su vida, su adorada Clementina Cousté. Ella era una joven azuleña, nacida en 1880, hija de los franceses Juan Cousté y Clementina Duetrey.
            Pedro y Clementina, con 30 y 23 años respectivamente, contrajeron matrimonio el 4 de abril de 1903 en la Iglesia Nuestra Señora del Rosario, en el templo ubicado temporalmente en la esquina de Moreno y 9 de Julio, pues se estaba construyendo la actual Catedral.
En breve se radicaron en el domicilio de la calle Necochea 729.


La política como un canal de realizaciones


Habiendo comenzado a participar en la vida política azuleña, en el año 1909, Pedro Guiraut fue electo como concejal por primera vez.
La situación política en nuestra ciudad se había tornado compleja tras el inapropiado e injusto arresto del intendente Ángel Pintos (promovido en base a falsas acusaciones políticas), y el homicidio -en plena sesión- del presidente del Concejo Deliberante, don Eufemio Zavala y García. Desde entonces, el gobernador bonaerense Marcelino Ugarte, quien de por sí era adicto a controlar férreamente el poder a través de cualquier estrategia “caudillista”, dispuso el nombramiento de comisionados en el Azul. Incluso su sucesor, Ignacio Darío Irigoyen, continuó con su misma política de manejo territorial. Sin embargo, lo que el Ejecutivo provincial no pudo imaginarse fue el profundo rechazo que la figura del Comisionado provocaría en la comunidad. Este sentimiento mayoritario llevó a muchos vecinos a unirse en la que se denominó “Comisión de Fomento”.
Dicha Comisión culminó dando origen al “Partido Popular”, el cual contaba entre sus filas con prestigiosos profesionales, estancieros y comerciantes, destacándose: Federico Urioste, Aquiles Pouyssegur, Evaristo Giménez, Juan P. Sarthou, Enrique Squirru, Luis Arieu y Eduardo Naulé, entre muchos otros. El principal referente de este prestigioso grupo era el reconocido martillero Manuel Castellár.
El 26 de enero de 1911 se realizaron los comicios que dieron triunfador al “Partido Popular” y al haber alcanzado la mayoría dentro del Concejo Deliberante, éste órgano eligió como intendente a Manuel Castellár. Poco después, la elección tuvo la aprobación del gobernador José Inocencio Arias.
El 7 de abril de aquel año se concretó una transición municipal sumamente ordenada, dando paso a la administración del flamante Intendente, la cual se convirtió en una de las más destacadas y desarrollistas de la primera mitad del siglo XX. Basta con mencionar que el gobierno municipal, encabezado por Castellár, tuvo entre sus funcionarios y concejales a destacadas personalidades azuleñas como Pedro Guiraut, Paulino Rodríguez Ocón, Enrique Squirru, Federico Urioste, Juan Lacoste, Eduardo Elizalde y Juan M. Navas. Médicos, abogados, comerciantes, periodistas y productores agropecuarios, entre otros, daban cuerpo a un Poder Ejecutivo de ideologías “conservadoras intermedias”, que tenía como destino marcado constituirse en la única salida válida ante tanto descontrol y desequilibrio en la administración y la economía municipal.


Sociedad, política y familia


Pedro Guiraut fue un hombre de empresa, accionista de la Sociedad Cooperativa de Hacendados y miembro de la Sociedad Rural.
El 14 de agosto de 1912, poco después de las 9 de la noche, reunidos en la casa conocida como “Pensión Italia”, los señores Manuel F. Campos, Francisco O. Pourtalé, Gervasio Mentasty, Belisario Zapata, Luis Saint Germes, Emilio Vázquez, Héctor y Federico Urioste, Nicolás Navas, Carlos S. Duprat y Pedro Guiraut, entre otros, resolvieron fundar un centro social y a la vez asociación tendiente a cooperar y  propender al mejoramiento de la raza caballar, centro que se denominó “Jockey Club de Azul”, adoptando los estatutos del Jockey Club de Buenos Aires. En la ocasión resultó electo presidente César A. Reyes, siendo sus vice y vice segundo don Héctor Urioste y Francisco O. Pourtalé respectivamente; el primer secretario fue Carlos S. Duprat y el tesorero Emilio Vázquez.
El 5 de octubre de 1915, a los 49 años, falleció el mayor de los hermanos, Bernardo Guiraut, en el domicilio familiar de la calle Buenos Aires 837 (luego Gral. José F. Uriburu, actual Int. Prof. Rubén C. De Paula). Había sido Juez de Paz de Azul en dos oportunidades y había administrado inteligente y positivamente la fracción de campo que había heredado a la que denominó “El Descanso”.  
En 1916, Pedro fue electo concejal y, a su vez, designado como Presidente del Honorable Concejo Deliberante por dos períodos consecutivos.
María Minvielle viuda de Guiraut falleció a los 76 años el 17 de marzo de 1922, también en el domicilio familiar de la calle  Buenos Aires. A su muerte, sus hijos Delfina Guiraut de Vázquez y Pedro Guiraut, se convirtieron en los administradores del campo familiar,  la Suerte N° 240.


Un interinato de lujo


En noviembre de 1923, el Dr. Ángel Pintos, de 67 años de edad, fue electo intendente por el Partido Conservador, ganando por amplia mayoría. Asumió como Jefe comunal el 1 de enero del año siguiente.
El 7 de abril de 1924, Pedro Guiraut asumió como intendente interino, reemplazando al destacado médico, quien en las elecciones del 23 de marzo de ese mismo año había resultado electo Diputado por la Provincia de Buenos Aires por un período de cuatro años. Guiraut eligió como secretario a Trinitario González, quien fue su más activo colaborador.
Por entonces, el Dr. Pintos envió un proyecto de Ordenanza al Concejo para dotar a la ciudad de un balneario y procurar el embellecimiento y las defensas del Arroyo Azul.
El Diputado tuvo una importante influencia en las ciudades de Azul y Olavarría. Su labor dentro del Partido Conservador lo llevó a la intendencia de ambas localidades en varias oportunidades y, al ser electo Diputado, no abandonó su “puesto de lucha” hasta el golpe de 1930, retirándose definitivamente de la actuación partidaria seis años más tarde.
Los años ’20 serán destinados a la expansión; nacerán nuevas arterias y pequeños barrios. Sin embargo, uno de los acontecimientos más destacados será la llegada del Ferrocarril Provincial, con el cual se instaló la Estación en la barriada conocida como Villa Fidelidad. Todo hacía suponer que el tren modificaría radicalmente el aspecto de aquel sector de la ciudad que, desde antaño, había estado olvidado.
Los proyectos trascendieron a las gestiones de Guiraut y su sucesor (Juan José Mujica), empero serán ellos los encargados de trazar los principales lineamientos en torno a la llegada de “El Provincial”.
            El Municipio encomendó un proyecto de embellecimiento urbanístico, cuyo autor fue el agrimensor Antonino Álvarez. El mismo integraba todo ese sector de la ciudad mediante un sistema de diagonales; el foco estaba en la plaza redonda frente a la estación la cual sería la más grande. Desde allí partían la continuación de la Avenida Humberto I (actual Av. Gral. Martín Miguel de Güemes) y dos anchas diagonales, una de las cuales terminaba en la Avenida Mitre y la otra en el Parque Municipal. A mitad de camino, las diagonales se cruzaban en forma perpendicular con otras dos de menor jerarquía. En estos cruces había nuevamente plazas circulares, aunque más pequeñas. Por último, el proyecto contemplaba la apertura de una avenida costanera en aquella margen.
            Sólo se empedró la prolongación de la avenida desde el puente hasta la estación, y se construyó la mayor de las plazas redondas proyectadas. Los planos prometían prosperidad, pero todo quedó en papeles…
           

La “Usina del Pueblo”, la luz del progreso


A principios del siglo XX, la Compañía de Electricidad del Sud Argentino, conocida popularmente como el “Trust”, de capitales ingleses, ejercía el monopolio de la industria de generación de energía eléctrica en toda la provincia y las tarifas que estaban en vigencia eran más que elevadas, rapaces.
El 17 de diciembre de 1918, la Liga Comercial e Industrial del Azul, se reunió para fundar una sociedad “Cooperativa de Electricidad y fuerza motriz”, para dar por finalizado el contrato con la por entonces compañía prestadora del servicio.
Se designó una comisión a la que se le dio la tarea de estudiar y propiciar en todo sentido la realización de la iniciativa lanzada por el activo vecino Bartolomé José Ronco, abogado de la institución.
Claro que no todo se concretó con facilidad. La idea fue adquiriendo forma, pero debió ser don Constantino Fernández quien tomara la posta para seguir en la lucha contra la empresa foránea.
La colocación de la piedra fundamental, para la Usina Eléctrica de Azul, tuvo lugar el 20 de diciembre de 1923, a las 17 Hs., en la esquina de Alsina (actual H. Yrigoyen) y Alvear.
Con gran concurrencia de público, el 9 de julio de 1924, se inauguró la Compañía de Electricidad del Azul, conocida popularmente como la “Usina del Pueblo”.
El primero en hacer uso de la palabra fue el Presidente del Directorio y alma máter del proyecto, don Constantino Fernández, quien presentó formalmente a los miembros encargados de llevar adelante la flamante institución:
Presidente: Constantino Fernández; Vice: Constantino Rey; Tesorero: Pedro Guiraut; Pro tesorero: Ignacio Goñi; Secretario: Pedro Saenz; Vocales: Camilo Campagnale, Mariano Berdiñas, Germán Louge y José Posse; Síndico: Jorge Oyharzabal.

Luego hablaron el diputado nacional Dr. Ángel Pintos, en su carácter de Intendente titular, y el Dr. Agustín Carús, entre otros.
El Padre César Antonio Cáneva bendijo los motores de la nueva Usina, tras lo cual se pusieron en marcha dos de los tres motores, produciendo gran efecto entre el numeroso público.
Después del almuerzo a la criolla, se hizo una manifestación hasta la Intendencia, con autoridades y la banda a la cabeza, acompañados por unos cuantos entusiastas que a los gritos de “¡Viva la Usina Nueva!”, siguieron al Jefe comunal interino, don Guiraut, hasta el Palacio Municipal, con lo que terminó el acto.
De allí, el señor José Posse invitó a algunos miembros del Directorio y amigos a tomar café en su casa de la calle Alsina y por la noche Constantino Fernández invitó a cenar, en el “Gran Hotel Colón”, a los miembros del Directorio, a algunos accionistas y amigos.
La nueva Usina se inauguró efectivamente el 9 de julio, sin embargo, como buenos augurios y “conquistando” al pueblo, dio luz gratuitamente los días 6,7 y 8 previos. Sus redes llegaban hasta los suburbios y pronto instaló una red en el Parque Municipal, para alumbrar este importante paseo durante la noche.
El fundador de la “Usina del Pueblo”, don Constantino Fernández supo conquistar un lugar honroso entre las grandes figuras benefactoras de Azul. Su tenacidad, su entusiasmo, su inteligencia y su integridad moral, le permitieron vencer las infinitas dificultades que se presentaron en los primeros tiempos de la iniciativa.
Tras la inauguración de la “Usina del Pueblo”, quedó en evidencia ante propios y ajenos, la importancia de ésta empresa, que cumplió ampliamente los fines que inspiraron su creación, los cuales eran abaratar los precios de la corriente eléctrica para los servicios públicos y particulares del Azul, que estaba soportando la expoliación más descarada a que la tenía sometido el “Trust” con sus elevados precios.
La usina redujo los precios en general a menos de la tercera parte; además suprimió el alquiler de los medidores, dejó de cobrar por los derechos de conexión, ni cobró por “consumo mínimo”, amén de las importantes donaciones que comenzó a hacer anualmente para iluminaciones de aniversarios patrios, nacionales y extranjeros, fiestas de caridad, los asilos, etc.
Varios millones de pesos quedaron en la ciudad durante los primeros diez años de la Usina. Esa fue la obra material... La obra moral no fue menos importante. Colocó a Azul al frente del patriótico movimiento de las usinas populares, hizo que su nombre sea voceado como ejemplo en centenares de pueblos, estimulando a los vecindarios a emprender la gran obra de liberarse de la explotación del “trust”. Significó también importantes avances para toda la República, pues la Compañía de Electricidad del Azul fue la madre de la mayor parte de las usinas populares del país, hecho que se reflejaba en sus propios estatutos, donde estaban transcriptos casi íntegramente los azuleños.


Los monumentos de la Plaza Colón


En 1912 habían sido retiradas las popularmente conocidas como “Las Nereidas” de la Plaza Colón (hoy Plaza San Martín), pues como decía una solicitada de la época, “atentaban contra la moral y las buenas costumbres” con sus torsos desnudos. Despojada de toda identidad, la Plaza central de Azul supo de varios proyectos y de pretendidos monumentos, pero lo cierto es que pasarían varios años en los que sólo habría un basamento, realizado en 1916, consistente en un podio con escalinatas y balaustradas curvas, en el cual se alzaba un pedestal proyectado para sostener una estatua de Mariano Moreno (que nunca llegó a traerse desde Buenos Aires).
Siendo evidente que nuestra ciudad necesitaba un monumento que la identificara, el 9 de Julio de 1925 Azul inauguró -sobre el pedestal preexistente- su “Pirámide de Julio”, monumento que tendría una corta existencia, pero que le dio sentido al criticado basamento (al cual despectivamente llamaban “mingitorio”). Inclusive, prácticamente al mismo tiempo de su inauguración, en el recinto del Concejo Deliberante, se aprobaba la construcción en la plaza de un monumento a la Bandera (que tampoco se concretó).
En la oportunidad, se celebraron las fiestas julias con la presencia del Jefe Comunal, don Pedro Guiraut, el cuerpo deliberante a pleno y una nutrida concurrencia de vecinos. La ocasión fue amenizada por la Banda Municipal.
Sin mayores sobresaltos, Guiraut culminó su mandato dejando muchas obras en ejecución, siendo la más importante el desarrollo de Villa Fidelidad.
El 1 de enero de 1926, firmando las actas correspondientes, Pedro Guiraut le entregó el gobierno al intendente electo Juan José Mujica.


La Década Infame


La Gran Depresión, también conocida como Crisis del ’29, fue una debacle económica mundial que se prolongó durante la década de 1930. Se originó en los Estados Unidos, a partir de la caída de la Bolsa de Nueva York, acaecida el 29 de octubre de 1929 (día conocido como Martes Negro, aunque cinco días antes, el 24 de octubre, ya se había producido el Jueves Negro), y rápidamente se extendió a casi todos los países del mundo.
La quiebra de la Bolsa fue el momento más dramático de una crisis sin precedentes. La desmedida producción no planificada y la brutal competencia que acarreó, supuso un rápido aumento de productos que no hallaban mercado, a la par de una acumulación monopolística de capitales en unas cuantas manos de grandes propietarios.
La depresión tuvo efectos devastadores en casi todos los países, ricos y pobres. La renta nacional, los ingresos fiscales, los beneficios y los precios cayeron, y el comercio internacional descendió hasta más de un 60%.
            Los países comenzaron a recuperarse progresivamente a mediados de la década de 1930, pero sus efectos negativos en muchos otros duraron hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial.
            Tras el derrocamiento del presidente constitucional Hipólito Yrigoyen y la asunción del primer presidente de facto de la Argentina, el general José Félix Uriburu, el país comenzó a transitar por un sinuoso camino conocido como la “Década Infame”.
            En Azul hubo figuras relevantes del conservadurismo como los doctores Pintos, Caputi Ferreyra y Carús, quienes dentro de su “metier” político trascendieron también en lo social, económico y cultural a la comunidad y la ciudad.
            Desde el 1 de enero de 1930, el Dr. Agustín Juan Carús se desempeñaba como intendente, sin embargo, a partir del 22 de septiembre se convirtió en Comisionado, aunque no por mucho tiempo. Su carácter y su militancia política hicieron que tomara distancia de la administración comunal puesto que no tenía campo de acción, ya que todas las decisiones “venían tomadas” desde el ejecutivo bonaerense. Lo sucedió el comisionado don Francisco O. Poutalé (20/10/1930-27/2/1932) y luego ocuparon el Palacio Municipal los intendentes Dante Bernaudo (28/2/1932-29/7/1932) y José María Caputi Ferreyra (30/7/1932-31/12/1933). A todos ellos les tocó atravesar una compleja situación económica a la cual tampoco escapó quien volvería a ser el intendente de Azul, don Pedro Guiraut.
            El período más complejo de esta época comprende un delicado lapso entre 1934-1937. Primero, de crisis general y, por lógica, política. Estos años fueron, paradójicamente, los de mayor gravitación política para Carús desde su repetido cargo en la intendencia a su banca de diputado de la Nación; gravitación que mantuvo durante el mandato del discutido gobernador Dr. Manuel A. Fresco.
            En el mismo sentido, Pedro Guiraut supo desarrollar una sensibilidad especial frente a los problemas sociales, coyunturales y generales, contando para la apreciación de diversas situaciones con una certera “primera impresión”, más la motivación para actuar y la convicción precisa de enfrentarse a las adversidades cualquiera fuera su naturaleza. Sin embargo, el primer año de su nuevo mandado no será sencillo...


La Usina del Pueblo en los años ’30


El Diputado Nacional e Intendente Municipal de Azul, Dr. Agustín Carús, también se jugó en favor de la Usina y de él dependieron las resoluciones sancionadas al respecto por la municipalidad, puesto que como jefe político del Partido Conservador representaba la mayoría en aquel Concejo Deliberante que, sin distinción de matices políticos, prestó la más amplia conformidad a dichas resoluciones.
Cuando la Usina azuleña se encontraba en pleno apogeo, por el esfuerzo de los miembros del Directorio, se pretendió colocarla en una situación desventajosa, mediante el “dumping”, y toda clase de artimañas y hechos de mala fe.
            El Concejo Deliberante, entonces, merced a gestiones de esa Compañía del Azul, dictó una Ordenanza, el 10 de noviembre de 1932, que implicó la expulsión del “Trust” que ya no tenía razón de ser, para explotar los servicios eléctricos en Azul.
La Municipalidad, a cuyo frente se hallaba el intendente José María Caputi Ferreyra, consecuente con sus deberes y cooperando con los altos intereses de la “Usina del Pueblo”, no titubeó un instante en afrontar el juicio de inconstitucionalidad que se planteaba y para lo cual solicitó el concurso del inteligente letrado Dr. Rodolfo Moreno, para la defensa ante la Suprema Corte de Justicia en Provincia y la Corte Suprema de la Nación. Ambas instancias fueron favorables a la Municipalidad de Azul y al “Trust” sólo le quedó resistir un poco más…


Volviendo al “Sillón de Burgos”


El día 1 de enero de 1934 a las 10 horas, en un acto sencillo, sin ningún ceremonial, se efectuó en los salones de la Intendencia la transmisión del mando al intendente electo Pedro Guiraut.
El doctor José María Caputi Ferreyra, en breves palabras delegó el mando diciendo que se retiraba de la Intendencia lamentando que a pesar de su buena voluntad y la cooperación que había encontrado entre los vecinos y en sus mismos empleados, se vio obligado a concentrase en regularizar la marcha administrativa de la Comuna, descuidando tal vez otros aspectos. Agradeciendo a todos, hizo votos para que el nuevo Intendente pueda vencer los obstáculos y realizar una verdadera obra de progreso.
El señor Guiraut manifestó que pondría de su parte todas sus energías para “el mejor éxito en el alto cargo que le confiara el Partido Demócrata Nacional”, esperando que todas sus iniciativas encontraran eco en sus colaboradores y en el vecindario azuleño. Asimismo afirmó que: “las puertas de la Intendencia Municipal quedan abiertas para todos sin distinción de colores políticos ni clases; será la verdadera casa del pueblo”.
Acallados los aplausos tomó la palabra el señor Adalgerio Battigelli quien en nombre del Concejo Deliberante manifestó que dicha corporación iba a secundar y cooperar eficazmente en la obra constructiva con el señor Intendente.
Encontrándose presente en el acto el Diputado Nacional Dr. Agustín J. Carús, hizo uso de la palabra y en breves frases manifestó que era deber de todos prestar su cooperación al nuevo Intendente a fin de que el Azul figurara entre los primeros pueblos de la provincia por su adelanto y que esperaba que la construcción de las obras de aguas corrientes y sanitarias sean un hecho en el plazo más perentorio, dando así ocupación a muchos obreros por una parte y por otra la necesidad urgente de estas obras para la salud pública. Asimismo, el Dr. Carús puso todas sus expectativas en el respaldo de los gobiernos provincial y nacional.
Después de los aplausos tributados al doctor Carús, el concejal señor Luis Hugo Mauri dio por terminado el acto al que habían asistido los miembros del Concejo Deliberante, Consejo Escolar, Juzgado de Paz, Policía, empleados de la administración y vecinos en general.


En carrera una vez más…


El 22 de mayo de 1927 fue había promulgado una ley que específicamente prohibía el funcionamiento de hipódromos en el interior bonaerense. Así, para el disgusto de muchos, el 25 de mayo de aquél año, el Hipódromo local cerró sus puertas, perdiendo Azul uno de sus principales “atractivos”.
El 28 de octubre de 1934, merced a las arduas gestiones de los legisladores Dres. Agustín Carús y Humberto Campagnale, el Hipódromo reinició oficialmente sus actividades.
            Para la oportunidad se realizó una importante fiesta a la que asistieron diversas autoridades nacionales y provinciales, el intendente Guiraut, concejales y visitantes de otras ciudades del país. Asimismo, en la ocasión se inauguraron las obras de restauración general que se habían hecho en las tribunas, la confitería, los caminos y los jardines.


Por la  justicia y la equidad


El pueblo comenzó a reprocharle a las autoridades las obras sanitarias prometidas, el afirmado de las calles, el pabellón de infecciosos del Hospital Municipal, la ordenanza de cercos y veredas, la salud pública, la higiene, y todos problemas y necesidades que la población esperaba ver prontamente solucionados.
Debido al crítico estado de las finanzas, se atrasaron considerablemente los pagos salariales de empleados y obreros, intentando evitar que le fuera cortado el crédito a la Comuna antes que adoptar una posición de firmeza lógica y obligada, tanto por la desorganización interna de las oficinas receptoras de recursos como por la mala fe de muchos contribuyentes morosos.
Por otra parte, el problema de la higiene de las calles se tornó insostenible, dado que parecía imposible convencer al vecindario de prestar la mínima colaboración y al mismo tiempo, las autoridades no lograban imponer orden en la dirección de los subordinados que ofrecían un espectáculo de indisciplina y anarquía.
En la provincia comenzó a generarse una centralización con respecto a la administración de Justicia y fue Azul uno de los partidos que lideró dicho movimiento. Como prueba, dentro ya de 1934, se incluyó en el presupuesto provincial la obra del Palacio de Tribunales del Departamento Judicial de Azul, que se llevó a cabo en breve, convirtiéndose en cabecera y agrupando localidades como Olavarría y Tandil. También se habilitaron los Tribunales de Trabajo.
            En octubre de 1934 el Concejo Deliberante propuso la creación de un “dispensario nocturno para enfermedades venéreas”, dado que el ejercicio de la prostitución se hallaba profundamente arraigado. Vale destacar que la lucha emprendida desde el gobierno municipal siempre se había encontrado debilitada dada la complicidad de diversos sectores.


Buscando un nuevo rumbo


Las dificultades económicas que atravesaba la Comuna quedaron expuestas ante la comunidad mediante el Boletín Oficial de 1934 en el cual, por sólo mencionar un dato elocuente, en el primer semestre a las arcas municipales ingresaron menos de un tercio de los fondos presupuestados. Los contribuyentes morosos eran más de la mitad de los activos.
En consecuencia, se autorizó al Intendente a intimar a los deudores e iniciar las ejecuciones correspondientes.
Hacia noviembre de 1934, el gobierno comenzó a mostrar su optimismo a partir de la próxima concreción de diversas obras sanitarias en Azul. A su vez, las mismas determinarían una renovación total de los afirmados céntricos, satisfaciendo los anhelos del pueblo en general que estaba harto de transitar calles barrosas y llenas de pozos. Además, resultaría importante sumar la influencia positiva que las obras tendrían en la economía local, volcando millones de pesos “al mercado”, acarreando la disminución del número de desocupados y la mejora consustancial del comercio.
Mediante el informe del concejal Musso, se propuso la creación de la Academia de Música. Asimismo se instrumentó la formación de Escuelas Nocturnas Municipales para Adultos.


Centésimo segundo aniversario


La situación en aquel momento era delicada. No había forma de pensar en celebraciones cuando se le adeudaban sueldos a peones y empleados, cuando las arcas comunales estaban exhaustas y los acreedores formaban una “legión amenazante”.
Con más buenas intenciones que recursos, desde la Municipalidad se solicitó la cooperación de las entidades deportivas y sociales, de las agrupaciones culturales y de las salas de espectáculos. Asimismo, se fijó para el día 16 de diciembre la colocación de la piedra fundamental del pabellón de infecciosos en el Hospital Municipal.
En la misma jornada, tras un solemne Te Deum en la Catedral, participando algunas autoridades de la Provincia, se inauguró -con disparos de bombas de estruendo- el puente San Benito en la prolongación de la calle Colón (actualmente Avenida Carlos Pellegrini). Posteriormente se llevó a cabo un reparto de víveres a los pobres.
Así transcurrió el 102 aniversario de la ciudad, sin pompas, pero cumpliendo el imperioso deber de honrar la memoria de los que dieron nacimiento a Azul.


Un Intendente demasiado bondadoso


Si los imperativos de la política no se hubieran opuesto, las autoridades municipales deberían haber salvado las finanzas de la Comuna reajustando severamente el presupuesto.
En 1933, cuando en los últimos días de diciembre se aprobó el presupuesto que rigió durante el año siguiente, se iba a producir un cambio de Intendente en la Municipalidad. Como se desconocía la energía y entusiasmos con que llegaría al poder, el cálculo de gastos y recursos que se había aprobado “exigía un gran Intendente”. Si Pedro Guiraut no se hubiera dejado dominar por sus sentimientos excesivamente bondadosos y tolerantes, el fracaso evidente del presupuesto tal vez hubiese sido menor.
El Concejo Deliberante autorizó al Intendente a cobrar sin multa las contribuciones atrasadas en la forma que estimara más conveniente, procediendo de acuerdo con las pésimas prácticas que regían en la política financiera de la Comuna.
La bondad del Intendente fue muy grande cuando accedió a las súplicas de los verdaderamente imposibilitados de pagar que eran los menos, olvidándose de los acreedores de la Comuna, también necesitados de cobrar, que eran los más. Y su ingenuidad fue casi superior a sus sentimientos bondadosos porque creyó en los lamentos y en las plañideras solicitudes de vecinos que pudiendo pagar no lo hacían. Todo sin contar los compromisos políticos y de amistad.
Si el Concejo no se hubiera demorado tanto en darle el mandato imperativo de proceder al cobro judicial, eso lo habría ayudado a resistir los dictados de su bondad que si bien era digna de elogio en la vida privada, resultaba criticable en el ejercicio de la función pública.


El “punto final” de Guiraut


Tal como titulara el diario “El Tiempo”: “¡TRIUNFÓ EL PUEBLO!”. El domingo 4 de agosto de 1935, haciendo cumplir el Decreto firmado por el intendente Pedro Guiraut, el jefe de Obras Públicas de la Municipalidad, agrimensor Cesáreo Hernández, y el electricista, Fresio, cortaron los cables alimentadores de la red de la Usina del “Trust” a pesar de la negativa del ingeniero de ésta, Radamés Marini. Tras un intercambio de palabras, y la redacción de las correspondientes actas, a las 12:20 se detuvo la Usina y sus motores se apagaron para siempre...
Parecerá asombrosa la cifra pero se estima que puede hablarse de no menos de cincuenta millones de pesos para calcular el perjuicio que sufrió el “trust” de la electricidad como consecuencia del patriótico movimiento que tuvo como líder a don Constantino Fernández. Solamente en Azul, se vio privado de ganancias que habrían superado los diez o doce millones de pesos en pocos años. A lo que se deben sumar las utilidades previstas en otros pueblos que se independizaron en la provisión del servicio público de la energía eléctrica determinados por el ejemplo de Azul.
Los nombres de esas figuras inolvidables que dieron pródigamente, altruistamente, a la “Usina del Pueblo”, sus bienes, sus entusiasmos y sus energías, fueron, entre muchos otros: Martín Villanueva, Esteban J. Louge, Jaime Soler, Juan José Mujica, Jorge Bosc, Celestino Iglesias, Constantino Rey, Félix Etchepare, Camilo Campagnale, Juan P. Torras, Jorge Oyarzábal, Ramón Andía, Pedro Guiraut, Francisco O. Pourtalé, Ignacio Goñi, Urbano Domecq, Carlos Boaglio, José María Cier y Constantino Fernández.


Una sucesión conservadora
           

            El año 1935 resultó mucho más próspero para la administración de Pedro Guiraut.
A mediados de año se inició un ambicioso plan de pavimentación urbana mediante el cual se asfaltaron hacia 1937 un total de 200 cuadras, complementadas luego con otras 130. Semejante obra, teniendo en cuenta las dimensiones totales de la ciudad, fue reconocida por muchas décadas como “los pavimentos de los conservadores”, pavimentos que en algunos sectores aún se preservan increíblemente en buen estado.
Asimismo, se concretaron veinticuatro cuadras de pavimento granítico hacia la Cárcel Departamental y se colocó macadam en la calle Guaminí entre Colón y la Avenida 25 de Mayo. Con respecto a esta última arteria, la misma comenzó por entonces a ser completamente modernizada.
En el mismo período, se remodeló el puente de la Avenida Humberto, el cual era cotidianamente empleado por los vecinos azuleños, principalmente por el desarrollo de Villa Fidelidad y la instalación de la Estación del Ferrocarril Provincial.
Otras obras importantes se dieron en el Hospital Municipal al construirse el pabellón de contagiosos y las salas para niños y de ginecología. Por otra parte se produjo el emplazamiento definitivo del Regimiento de Artillería y la aprobación del edificio para Tribunales.
Más allá de los serios problemas que debió afrontar, y las implacables críticas que recibía a diario, Guiraut antepuso su bondad y don de gente para atender las necesidades de la comunidad azuleña con la mayor premura posible.
Sin mayores protocolos, el 1 de enero de 1936 Pedro Guiraut fue sucedido por el conservador Francisco Octaviano Pourtalé.


El final de un fructífero camino


Pedro Guiraut falleció a los 64 años, a causa de una angina de pecho, el 31 de mayo de 1937. Murió rodeado de sus afectos, en el que fuera su domicilio. Fue sepultado en la bóveda familiar del Cementerio Central de Azul.

INFORMACIÓN EXTRA:


“Azul, siempre Azul”


Corría el mes de septiembre de 1905 cuando el Diputado Provincial, Matías Pinedo Oliver, presentó un proyecto de ley ante las cámaras legislativas con la intención de cambiar el nombre de Azul por el de General Ignacio Rivas.
Inmediatamente la comunidad azuleña reaccionó ante la propuesta.
El italiano José Peluffo, dueño de una flota de carros, los pintó de azul y les colocó la leyenda “Azul, siempre Azul”. Por su parte la señorita Justa Gallardo convocó desde los balcones de su casa a los vecinos a defender el nombre de la ciudad con inclaudicable fervor. Prácticamente todos los días se produjeron diversas manifestaciones en distintos lugares de la ciudad e inclusive en los medios periodísticos.
El 22 de octubre se realizó una nutrida reunión en el Teatro Español, donde se constituyó una “Comisión de Propaganda” formada, entre otros, por los reconocidos vecinos: Eufemio Zavala y García, Francisco Leyría, Alejandro Brid, Ceferino Peñalva, Eugenio Dupleix, Juan P. Torras, Luis Maffoni, Hipólito Dhers, Eduardo Darhanpé, Emilio Pourtalé, Aquiles Pouyssegur, Antonio Aztiria, Martín Abeberry, Miguel Castellár, y los hermanos Bernardo y Pedro Guiraut.
Una semana más tarde, se habían recolectado más de 17.000 firmas en contra del proyecto del Diputado. El miércoles 1 de noviembre se desarrolló una nueva sesión en la Legislatura bonaerense. A pesar de la insistencia del diputado Oliver Pinedo, el proyecto se archivó. Y Azul se quedó con su nombre.


Un legado que transitamos día a día…


Entrado el siglo XX, el crecimiento poblacional y la dispersión de construcciones dentro de la forzosamente ampliada cuadrícula urbana, conllevaron a la imperiosa necesidad de trazar nuevas arterias para facilitar la circulación y desarrollar ordenadamente el ejido de Azul.
            Una Comisión especial, conformada por Eduardo Berdiñas, Gregorio Motti, Francisco Gilardoni y Pedro Guiraut, decidió presentar como proyecto la imposición de nombres a veinte nuevas calles que se abrieron y/o fueron rectificadas en su trayecto. Los nuevos nombres elegidos fueron: Falucho, Comandante Matías B. y Miñana, San Luis, Mendoza, Neuquén, Chubut, Formosa, Misiones, Santa Cruz, Tandil, Tapalqué, Tiro Federal, San Juan, Catamarca, Francisco N. de Laprida, Juan Bautista Alberdi, Constitución, Libertad, Comercio e Industria.
El 18 de octubre de 1924, por unanimidad, el Honorable Concejo Deliberante aprobó la propuesta presentada mediante la Ordenanza N° 782. Poco después, el entonces intendente Pedro Guiraut promulgó la disposición posibilitando su concreción.

De esta manera se realizó una de las ampliaciones más importantes de la cuadricula urbana de Azul durante el siglo XX. Asimismo, es interesante destacar que a la par de la imposición de nombres se ejecutó el mejoramiento de las arterias, corrigiendo el trazado de las mismas, y colocándoles adoquines o reafirmando el entoscado.



Pedro Guiraut




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