domingo, 17 de mayo de 2020

Darhanpé, un apellido ejemplificador

Darhanpé, un apellido ejemplificador


Por Eduardo Agüero Mielhuerry


Jules Romain Darhanpé y Marie Elene Esteguy (nacida en 1844, sabía leer y escribir), ambos de origen francés, se conocieron tras su llegada al Río de la Plata, a donde los dos habían venido con más ilusiones que recursos. Enamorados, ambos católicos, contrajeron matrimonio en Paysandú, República Oriental del Uruguay.
El arribo de Julio al país se debió a cuestiones económicas. Se dedicaba a comprar y vender empresas o comercios que estuvieran en crisis o a punto de quebrar; él se ocupaba de recuperarlos y cuando volvían a funcionar los vendía a un buen precio.
Tuvieron nueve hijos, cuatro de los cuales fallecieron a temprana edad. En el Uruguay nacieron los dos primeros: José María, en 1872, y Eduardo, tres años más tarde.
El matrimonio cruzó el Río de la Plata hacia nuestro país y se instalaron temporalmente en la cosmopolita ciudad de Buenos Aires, donde nacieron Victoria, Justina y Ernestina. Empero pronto el interior, y particularmente Azul, atrajo la atención de Julio Román quien impulsó a la familia a trasladarse hasta aquí.
María Elene se sintió tan cómoda en nuestra ciudad que, cuando él le propuso seguir viaje hacia otro lugar, ella insistió en que no estaba dispuesta a marcharse. Azul le había robado el corazón.
Se instalaron en el domicilio de Rauch 136 (vieja numeración).
Más allá de su labor, Julio Román se dedicó a la política, aunque con un bajo perfil, y asimismo integró la “Sociedad Francesa de Azul” donde mantuvo vivas sus raíces y costumbres.
En el año 1890, mientras Manuel Toscano ejercía como intendente, Julio Román trabajó como Tesorero de la Municipalidad, mientras que su hijo Eduardo lo acompañaba como Auxiliar.
El 30 de julio de 1893, Hipólito Yrigoyen encabezó la Revolución del ’93, cuyo epicentro bonaerense -con su presencia-, fue Azul. El pueblo azuleño hizo causa común “porque el gobierno municipal era un semillero de escándalos y latrocinios” de la mano de los hermanos Manuel y Evaristo Toscano.
Las autoridades municipales y los toscanistas se atrincheraron en el Palacio Municipal, encontrándose entre ellos Julio Román y, posiblemente su hijo Eduardo. Sin embargo, pronto debieron deponer su actitud. Hipólito Yrigoyen armó una comisión y puso al frente de la Comisaría al “Gorra Colorada”, el comisario Luis Aldaz, quien supo con habilidad persuadir a los que se resistían. La revolución que se había iniciado simultáneamente en 82 ciudades, con un ejército de unos 8.000 hombres, triunfó en todas partes de la provincia. Empero cuando ya se celebraba la victoria, sus principales dirigentes cometieron importantes errores que los llevaron a la derrota…
Tal vez en estos enfrentamientos nació el marcado encono anti-radical de los varones Darhanpé (incluido José María), que quedaría en evidencia en las páginas de “El Imparcial”.
A temprana edad, Julio Román (Jules Romain), falleció en 1894. Así, aunque ya sus hijos eran maduros, cuando María Elene cumplió cincuenta años, había enviudado tras treinta años de matrimonio, quedando con la misión de bregar por el bienestar de su familia.
Un dato curioso es que la empresa que hacía la distribución de energía eléctrica, en los albores del 1900, era “Esteguy y Cía.”, la cual perteneció al francés Juan Pedro Esteguy, hermano de María Elene. Es decir, de alguna u otra forma, la familia en su conjunto se vio vinculada con nuestros pagos.
Marie Elene (María) Esteguy de Darhanpé falleció el 16 de noviembre de 1929.


Cinco hermanos para honrar un apellido


La familia Darhanpé tuvo una destacada actuación en nuestra ciudad. Desde el periodismo, la docencia, la religión, la política y prácticamente casi todos los ámbitos de la vida, los cinco hermanos no dudaron en honrar su apellido encarando juntos titánicos proyectos o tomando caminos inclusive opuestos.


José María


Nació en la República Oriental del Uruguay en 1872. 
A muy temprana edad, con su igualmente inquieto hermano, fundó el periódico “El Imparcial” en la ciudad de Montevideo, medio que podemos presumir ha sido de reducida tirada y corta existencia.
Siguiendo a su familia, más puntualmente a su padre, se radicó en la ciudad de Buenos Aires, donde se abrió frente a él un nuevo abanico de posibilidades. Prácticamente al mismo tiempo, como Escribano (notario), resultó cofundador del Colegio de Escribanos de la Provincia de Buenos Aires el 18 de febrero de 1889.
Estudió derecho, y aunque se dice que ejerció como abogado, no hay pruebas documentales que lo respalden.
La familia Darhanpé volvió a cambiar su domicilio y así se radicaron en Azul.
Aquí, José María comenzó a ejercer como maestro en la Escuela Normal, en el mismo establecimiento en el que estudiaban sus cuatro hermanos. 
Lleno de inquietudes, junto a otros Maestros Normales -incluido su hermano Eduardo-, en 1892, fundó la Biblioteca Popular de Azul, la cual con el correr de los años se convertiría en un faro cultural para toda la comunidad.
Al mismo tiempo, honrando las raíces de sus padres, integró la comisión directiva de la “Sociedad Francesa de Socorros Mutuos”.
            Asimismo, durante varios años trabajó como Secretario del Juzgado de Paz de Azul.
En 1894, fundó la que resultara su obra más reconocida y perdurable. Aquél año nació el periódico “El Imparcial”, del cual fue director y redactor.
José María contrajo matrimonio con Amalia O’Connor y Rosendi (nacida en Mercedes, Buenos Aires, en el año 1876), con quien al menos tuvo ocho hijos, todos los cuales nacieron en Azul: Amalia; Julia Esther (“Morocha”, nació el 31 de agosto de 1899; falleció en La Plata); José María (“Poroto”, nació el 12 de marzo de 1902; murió en La Plata el 2 de diciembre de 1974); Enrique (nació el 9 de febrero de 1903; murió en Las Flores, Bs. As.); Guillermo (nació en septiembre de 1905; murió el 25 de julio de 1989 en Punta Lara); Alfredo; Elena (“Haity”, nació en marzo de 1906) y Adela.
Interesado por los quehaceres locales, el progreso y la prosperidad de la ciudad, en el año 1900 José María publicó la “Guía del Azul”, editada en la Imprenta Popular.
En 1905 retornó a la dirección de su periódico, el cual se había convertido en el más importante e influyente de nuestro medio.
            En el año del “Centenario de la Revolución de Mayo”, José María se instaló en la capital bonaerense con su familia, donde, a pesar de sentirse aquejado por el imprevisto deterioro de su salud, comenzó a desarrollar nuevos emprendimientos.
Repentinamente, José María Darhanpé falleció en La Plata en el año 1914.
            Su esposa, Amalia, era propietaria de la Farmacia “La Estrella” (nombre particular si tenemos en cuenta la Logia a la que pertenecía su difunto esposo), en la ciudad de las diagonales, de la cual obtuvo buenos réditos hasta su fallecimiento acaecido el 7 de enero de 1930.
Una curiosidad: Amalia era medio hermana del Teniente de Marina Eduardo O’Connor, cuyo nombre quedó plasmado en una calle azuleña mediante el Decreto N° 441 del 16 de diciembre de 1979; también de él y su historia nos ocuparemos en su debido momento.


Eduardo Guillermo


Nació en la República Oriental del Uruguay, en el año 1875.
Fue cofundador de “El Imparcial” de Montevideo y arribó a nuestra ciudad con sus padres y hermanos tras algunos años de estadía en Buenos Aires.
Se graduó como Maestro de la Escuela Normal en 1891, junto a Manuela Alonso, Matilde Abeberry (hija del reconocido Martín Abeberry), Carmen González y Arturo López Claro.
Al año siguiente, junto a su hermano y otros docentes de la Escuela Normal fue fundador de la Biblioteca Popular de Azul. En 1895 se convirtió en su Secretario, y aunque luego no aparecería ocupando cargos relevantes en la Comisión Directiva de la misma, siempre fue un férreo sostenedor de la brillante institución.
Cuando en 1896 se constituyó el “Centro Uruguayo de Azul”, con muchos adherentes, la comisión directiva quedó conformada con Gustavo Duprat como presidente, secundado por Eduardo G. Darhanpé desempeñándose como Secretario, Juan B. Abreo como Tesorero y los vocales Pedro Hardoy, Francisco Vigna, Simón Vigna, Carlos Viana, Juan P. Iriarte, Santiago Moya, Felipe Vigna y Carlos Milone.
Tras el nacimiento de su primogénito, al que bautizó con el nombre de su padre, Julio Román, acaecido el 25 de enero de 1899, pocos días después Eduardo contrajo matrimonio en la Iglesia de Azul, el 1 de febrero, con Julia Celia Laborda.
La pareja tuvo al menos diez hijo, todos los cuales nacieron en Azul: el ya mencionado Julio Román; Eduardo Guillermo (18 de marzo de 1901); Alicia (4 de noviembre de 1902); Julia Celia (21 de agosto de 1904); José; Nicolás; Ernesto Uruguayo (18 de junio de 1908); Gilberto Florencio (27 de octubre de 1909), y dos niñas de las cuales solamente se recuerdan sus sobrenombres: Coca y Peta.
Habiendo sido Auxiliar de su padre Julio Román, que actuaba como Tesorero de la intendencia de Manuel Toscano (1891-1893), Eduardo continuó involucrado en la política e interesado profundamente en las cuestiones públicas. Así fue como se encolumnó bajo las ideologías del Dr. Ángel Pintos, quien tuvo un meteórico ascenso en el mundo de la política local (y de Olavarría), gracias a sus claras y concisas ideas que buscaban el progreso del pueblo, habiendo sido inclusive candidato a Vice gobernador bonaerense. Eduardo se convirtió en su Secretario y mano derecha durante un largo tiempo.
El 8 de enero de 1902, el intendente Dr. Ángel Pintos emitió un decreto por el cual confió la Dirección del Hospital Municipal a la Comisión de Damas integrada por Honoria L. de Lafontaine, María Luisa G. de Dhers, Aurora G. de Decoud, Regina G. de Vázquez, María B. de Wolterboer, Honoria L. de Piazza, Magdalena Dhers, María Chelle, Úrusla V. de Zapata, Rosa de Cajaraville y Leonor F. de Pintos, quienes debían remitir mensualmente una planilla de gastos y movimientos de enfermos. Se les entregó bajo inventario todas las existencias del Hospital y los empleados quedaron bajo las órdenes de la comisión la que debía informar al municipio sobre la inconducta de los mismos para adoptar las medidas disciplinarias, elevando anualmente al Concejo Deliberante un informe.
Así fue como el 9 de enero, a las 17, el secretario de la Intendencia, Eduardo G. Darhanpé, hizo entrega “de las llaves” del Hospital a la Comisión.
Al convertirse en intendente don Federico Urioste, Eduardo comenzó a desempeñarse como Secretario del Concejo Deliberante.  
            Eduardo actuó en “El Imparcial” como redactor, siendo sumamente duro con la Iglesia, enfrentándose abiertamente en muchas oportunidades. Inclusive, junto a Manuel G. López, quien fuera el primer bibliotecario de la Biblioteca Popular y escribiera en el periódico bajo el seudónimo “Tubalcaín”, supieron alzar grandes polémicas en repudio del catolicismo y de la monumental obra que se elevaba con la construcción de la actual Catedral, polémicas que muchas veces resultaron estériles ante el infatigable trabajo que comenzó a realizar el joven sacerdote César A. Cáneva. Cabe resaltar que tanto Eduardo como Manuel formaban parte de la Logia “Estrella del Sud” N° 25 que actuaba en nuestro medio.
Hacia finales de 1905 y principios del año siguiente, reemplazó en la dirección del periódico a su hermano José María.
Hacia 1917 fue director de la Escuela N° 7.
Tras el fallecimiento de su hermano mayor, Eduardo y su esposa decidieron mudarse a la Capital Federal junto a sus hijos, en busca de nuevos aires, dado que la situación del periódico dejó de ser la mejor.
Ocupó un puesto en el magisterio de la Capital Federal y otro en la redacción del afamado diario “La Prensa”. En dicho periódico continuó profundizando su oposición al radicalismo, en contra del cual había entablado tantas luchas políticas a través de sus editoriales en “El Imparcial” enfrentados a los de “El Ciudadano” azuleño.
Repentinamente, tuvo que abandonar toda actividad, pues una cruel enfermedad fue minando su organismo.
En el Barrio de Flores, donde residía, confortado con los Santos Sacramentos y la Bendición Apostólica, es decir, sorpresivamente convertido al catolicismo que tanto había combatido en el Azul, Eduardo Guillermo Darhanpé, falleció el martes 9 de mayo de 1922.


Victoria Rosa


Nació en Buenos Aires, en el año 1877. Llegó a Azul con toda su familia y aquí inició sus estudios en la Escuela Normal.
En el año 1894 egresó del establecimiento educacional recibida como Maestra Normal junto a Silvana Ollo, Ana Darrós, Alfredo Ronchetti, Carlos López y Rafael Furcate. Precisamente éste último, dos años mayor que ella, se convirtió en su novio.
            El 9 de febrero de 1907, Victoria contrajo matrimonio con Rafael Furcate en la Iglesia Nuestra Señora del Rosario de nuestra ciudad. La pareja tuvo al menos tres hijos que nacieron en Azul: María  Carlota, María Victoria y Rafael Julio.
Ejerció como docente en el mismo establecimiento de su formación hasta su jubilación.
Falleció en el año 1938.


Justina


Nació en la ciudad de Buenos Aires, en el año 1879.
            Radicada en Azul junto a su familia, comenzó sus estudios en la Escuela Normal, de la cual egresó como Maestra en 1897, siendo la novena promoción junto a Adela Alonso, Julia Andía, Justa Carnota, Gabriel Daugá y Ana López.
Con el previo consentimiento de su madre María Esteguy (dado que Julio Román había fallecido), Justina contrajo matrimonio el 8 de abril de 1899 con Carlos María de San Martín, en la Iglesia de la Inmaculada Concepción de la localidad de General Acha, La Pampa.
Tuvieron al menos siete hijos: María Justina, Carlos María, Ernesto (murió infante), Asunción Evangelina, Delia Esther, Mario César y Zulema Irene.
Cabe resaltar que Carlos María había nacido en Baradero el 2 de enero de 1869. Recibido de Contador Público, arribó al Territorio Nacional de La Pampa, donde fue elegido como Secretario de la gobernación en 1899. Murió el 11 de agosto de 1917 en Buenos Aires, en donde se había radicado con su numerosa familia.
En la Capital Federal, una vez viuda, Justina profundizó sus nexos con su hermano Eduardo y esporádicamente con la viuda de José María, Amalia, quien se hallaba al frente de su farmacia en La Plata.


Ernestina Francisca María


Nació en Buenos Aires el 4 de octubre de 1882.
            La menor de los Darhanpé egresó de la Escuela Normal como Maestra en 1898, junto a Aurora Cano, Juana Gicolini, María M. de Islas, Isabel Merodio y Emma Montes.
Ejerció precisamente como docente en el mismo establecimiento y luego fue nombrada directora de la Escuela N° 1 “General San Martín” a cuyo frente se hallaba hacia 1917. Luego fue nombrada en la Escuela N° 17, establecimiento al cual durante su dirección se lo llamó “Bartolomé Mitre” -nombre que paradójicamente también defenderá su hijo Ernesto siendo intendente en los años ’50, cuando algunos pretendían cambiarle la denominación a la neurálgica avenida por el de Eva Duarte-.
            El 9 de mayo de 1914, en la Iglesia Nuestra Señora del Rosario de Azul, Ernestina contrajo matrimonio con Pedro Malére, con quien tuvo tres hijos: Alejandro María, José María y Ernesto María.
            Pedro Malére había nacido en Azul el 27 de agosto de 1874. Era hijo del comerciante francés Alejandro Malére y María Chayé. Aquí había cursado sus estudios primarios, luego de lo cual se había trasladado a Buenos Aires para hacer el bachillerato. Graduado en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires con medalla de oro en 1897, inmediatamente había comenzado a ejercer su profesión en la función pública. Entre tantas, dirigió las obras ferroviarias a Bolivia. Empero quiso la suerte que tras el fallecimiento de su padre, ocurrido en 1909, debió regresar a Azul para administrar los negocios de su familia.
Aquí conoció a la que sería su esposa y madre de sus tres hijos. Años después proyectó y dirigió ad honorem las obras del Asilo de Ancianos, que hoy, convertido en Hogar de Ancianos, lleva el nombre de su abnegada mujer.
Malére ejerció el cargo de Jefe de la Oficina Técnica Municipal en forma ininterrumpida entre 1917 y 1922. Desde esa función emprendió trabajos en distintas zonas de la ciudad, proyectó y dirigió las compuertas del Parque Municipal y las obras de nivelación de ese paseo y realizó un plano gráfico de la ciudad que fue editado en 1923.
También ejerció la docencia, siendo profesor de Física y Química en el Colegio Nacional.
Militó en las filas de la Unión Cívica Radical y en la Acción Católica, institución de la cual era presidente cuando se produjo su deceso, el 17 de agosto de 1933, en su hogar de Av. Mitre 826.
Aunque viuda, Ernestina siguió con su lucha y actuó en numerosas obras de beneficencia siendo, asimismo, la responsable de la construcción de la Capilla Nuestra Señora de Lourdes, cuya Piedra Fundamental se colocó el 17 de agosto de 1935 y se inauguró el 3 de mayo del año siguiente, siguiendo los planos de Enrique Douellit y una ardua y veloz obra de la Empresa “Toscano y Lattanzi”. Cabe aclarar que la Gruta es una obra posterior inaugurada el 11 de febrero de 1960, réplica de la existente en Massabielle (Francia).
A lo largo de su vida la apuntalaron cuatro sentidos vocacionales que hicieron a Ernestina un ejemplo de esposa, madre, maestra y benefactora de los humildes e infortunados.
Ernestina Francisca María falleció en Azul en la madrugada del 11 de junio de 1940.


Para culminar…


La calle Darhanpé es la segunda de Azul en llevar un nombre que evoca exclusivamente un apellido familiar. Junto a la Avenida Piazza, son las únicas dos arterias de nuestra ciudad que “rompieron con la costumbre” de referirse con las denominaciones a países, provincias, ciudades, actividades sociales y, principalmente, personalidades destacadas y próceres.




José María, Eduardo, Victoria, Justina y Ernestina Darhanpé.




INFORMACIÓN EXTRA:

Génesis de la Biblioteca Popular de Azul


La primera tentativa para fundar una biblioteca pública en Azul se remonta al 12 de noviembre de 1872, cuando la Comisión Directiva de la Sociedad “La Cosmopolita” resolvió nombrar una comisión, solicitando también el respaldo del Municipio con otro órgano idéntico.
El 10 de diciembre se reunieron ambas comisiones con el fin de constituir sus autoridades y organizar la futura biblioteca, considerando como puntos principales la recolección de fondos y la suscripción de adherentes.
La idea no prosperó y, tras quince años, por invitación del doctor Isidoro Sayús, en junio de 1887, un nuevo grupo de personas se reunió en el “Café Colón”, con objetivos similares a los de sus antecesores…
Sin embargo, fracasado este nuevo intento, se produjo un tercero y definitivo. El 18 de abril de 1892 se reunieron en el hogar de Juan Forns y Artigas los jóvenes docentes de la Escuela Normal José María Darhanpé, Eduardo G. Darhanpé, Víctor Nigoul y Arturo López Claro.
Los cinco (masones) labraron un acta que rezaba:
 “En el Azul, a los diez y ocho días del mes de abril de mil ochocientos noventa y dos, los abajo firmados reunidos con el objeto de dar forma a la idea de dotar al Azul de una Biblioteca Popular, teniendo a la vista las actas y decisiones de la Comisión que con idénticos propósitos se constituyó en el año mil ochocientos setenta y dos, y después de haber estudiado los distintos trabajos que en varias épocas se han iniciado, persiguiendo siempre el laudable propósito por aquella iniciada, declaran:

1-      Que se adhieren a los trabajos que se hagan hasta dejar instalada la Biblioteca Popular de Azul.
2-      Que autorizan a Don José María Darhanpé, Don Arturo López Claro, Don Abelardo Cano y Don Eduardo G. Darhanpé para que inviten al mayor número de vecinos a firmar la presente declaración.
3-      Que autorizan a Don José María Darhanpé y a Don Víctor Nigoul, para convocar a Asambleas de Adherentes cuando lo crean conveniente, debiendo designar para la reunión un local público o perteneciente a alguna Sociedad con el objeto de elegir la Comisión definitiva y sancionar las bases de la Asociación.”.

El 8 de mayo del mismo año se llamó a Asamblea de Adherentes, la cual resolvió dejar por constituida la “Biblioteca Popular del Azul” y nombrar una Comisión Provisoria presidida por Emilio F. Recke. Finalmente, se llamó a Asamblea, la cual tuvo lugar el 18 de abril de 1893, quedando definitivamente establecida la Biblioteca Popular, encabezada por Silvano Bonnet como presidente, acompañado por Ramón A. Díaz como secretario, quien tiempo más adelante sería también director del matutino “El Imparcial”.


Periódico “El Imparcial”


 Corría el año 1894 cuando José María Darhanpé decidió darle vida a “El Imparcial”, copiando el mismo nombre del medio que brevemente había hecho circular en Montevideo.
Nació como diario de la mañana. Su corte era político, noticioso, comercial y de intereses locales. A pesar de su nombre, sostenía las ideas de la Unión Cívica Nacional y era abiertamente anticlerical y poco después absolutamente anti-radical.
La edición era un tanto limitada, pues apenas se publicaba tres veces por semana alcanzando una tirada de doscientos ejemplares impresos en prensas de mano. Sin embargo, su lenguaje conciso -muchas veces irónico- y eficaz posibilitó al periódico insertarse con prontitud en un pueblo como Azul, donde la masonería se desenvolvía con soltura.
El doctor Narciso Mallea tomó después su dirección, remplazando a éste poco después el señor Ramón A. Díaz, antiguo profesor de la Escuela Normal de esta ciudad. Obligado el señor Díaz a abandonar el Azul, volvió su fundador a la dirección del periódico en la que permaneció hasta principios de 1905.
            El formato del periódico trisemanal era de cuatro páginas, a 6 columnas en una hoja de 45 por 64 centímetros. El costo del ejemplar era de $ 0,10 m/n, mientras que la suscripción mensual tenía un costo de $ 1 m/n.
En tanto la pequeña hoja había ganado muchas simpatías y su redacción sana, seria y mensurada lo había colocado en uno de los primeros puestos del periodismo azuleño.
Hacia 1906, Eduardo Darhanpé tomó la dirección y el señor Gilberto Laurensena se hizo sentir como redactor en poco tiempo.
Tras trece años de existencia, al finalizar 1906, acumuló un total de 3.014 números, con un tiraje de 1.500 ejemplares. El formato varió levemente para, a pesar de seguir siendo de cuatro páginas, pasar a ser de 52 por 72 centímetros, a siete columnas de 65 milímetros de ancho, impreso el texto con tipo de cuerpo 8 y 10, frecuentemente ilustrado.
El precio de la suscripción apenas había cambiado a $ 1,30 m/n mensuales.
            “El Imparcial” atravesó algunos momentos de crisis, sobre todo cuando algunas de las críticas pregonadas desde el medio se extralimitaban. A veces se defendían absurdamente intereses políticos y hasta en varios momentos quedaban en evidencia considerables contradicciones. 
            Muchas veces, numerosos vecinos no dudaron en calificar a algunas publicaciones como “…chocantes, groseras, individualistas, puestas incondicionalmente al servicio de camarillas y caudillos politiqueros…”.
Sin embargo y haciendo con ellas un contraste visible, “El Imparcial” había alcanzado una importancia que lo colocaba a la altura de los mejores diarios de la Provincia.
Pocos diarios de Buenos Aires tuvieron el extenso y buen servicio telegráfico de “El Imparcial”. Asimismo, se destacaron en su redacción colaboradores y corresponsales como Ramiro Blanco, Norberto Astrada, Reader, José M. Neyra, y muchos otros. Paulino Rodríguez Ocón y José Romeo fueron también destacados directores y redactores.
Fue precisamente en “El Imparcial” donde Rodríguez Ocón mostró su estructura periodística polémica, en las que serían las segunda y tercera etapas de la existencia del periódico. Sus comienzos los podemos ubicar en el año 1913 y sus reafirmaciones más rotundas -como Director- a partir del triunfo radical de 1916 y, sobre todo, tras la intervención a la provincia de Buenos Aires en 1917.
Era evidente el enfrentamiento entre “El Imparcial” y “El Ciudadano”. Éste último, de corte radical, en la etapa en la que fuera conducido por José S. Ferreyro (fundador del diario y agudo polemista), mantuvo duras “batallas” con su colega. “El Ciudadano” aludía a “El imparcial” como “el diario oficial” o “el diario africano” (fustigando al matutino por el color de piel de su director); mientras que “El Imparcial” se refería al medio de Ferreyro como “el diario vespertino”, “el que aparecía ‘entre las sombras’”. La lucha entre ambos directores fue durísima y hasta en muchos momentos pasó al ámbito personal, pues así entendían entonces al periodismo, poniendo a prueba el límite de sus temperamentos.
“El Imparcial” tuvo varios domicilios: San Martín 256; San Martín 161; esquina Norte de Mitre y Burgos; Rivadavia entre Alsina (actual Yrigoyen) y Belgrano; Buenos Aires (actual De Paula) entre Alsina y San Martín; Colón entre San Martín y Alsina y la esquina Norte de San Martín (105 y 107 de la vieja numeración) y Alvear.
            Durante algún tiempo, funcionó (y vivió allí José María y su familia), en la esquina Oeste de San Martín y Necochea, en una de las dos propiedades de estilo ecléctico clasicista, más precisamente en el edificio de alto de San Martín 645. La propiedad pertenecía a Andrés Ginocchio, un hombre clave en el crecimiento y desarrollo de nuestra ciudad  y quizás el mayor desarrollador inmobiliario de toda su historia. 
Mientras el periódico estuvo en la calle Colón (entre San Martín y Alsina) sufrió un grave incendio que lo tuvo un tiempo fuera de circulación, tras lo cual se trasladó a su edificio propio en San Martín y Alvear, donde incorporó una linotipo.
            En su última etapa de existencia, Alberto Bosch fue tal vez el más destacado y eficaz de sus administradores.
En 1933, después de treinta y nueve años de trayectoria, tras publicaciones esporádicas, “El Imparcial” debió cerrar sus puertas.


Tres a dos…


            Los cinco hermanos Darhanpé fueron personas muy destacadas en la sociedad azuleña. De hecho, eran formadores de opinión y educadores. Y es así como, de alguna manera, la masonería y el catolicismo se los “disputaban”.
José María y Eduardo Guillermo eran miembros destacados de la Logia “Estrella del Sud” N° 25 (fundada el 8 agosto de 1867), que operaba libremente en nuestro medio.
Definida a sí misma como una institución discreta de carácter iniciático, no religiosa, filantrópica, simbólica y filosófica, fundada en un sentimiento de fraternidad, la masonería en general tiene como objetivo la búsqueda de la verdad a través de la razón y el fomento del desarrollo intelectual y moral del ser humano, además de su progreso social.
            Azul le debió mucho de sus progresos a los Hermanos masones, quienes eran hombres de raigambre dentro de la comunidad. El molino “Estrella del Norte”, perteneciente a Marcelino Riviére (primero que funcionó en la provincia), el Asilo Hiram (antecesor del Hospital Municipal “Dr. Ángel Pintos”), el Parque Municipal “Domingo Sarmiento”, la actual Catedral Nuestra Señora del Rosario, la Curtiembre y la Cervecería “Piazza Hnos.”, la Biblioteca Popular (hoy “Bartolomé J. Ronco), y tantos otros sitios de Azul encontraron sus orígenes en los esfuerzos y luchas de decenas de masones que con innovadoras ideas llegaron o nacieron en estas tierras para construir una ciudad en los cimientos de la Ciencia, la Justicia y el Trabajo...
            Lejos -y no tanto- del catolicismo, los hermanos masones hallaron en el Gran Arquitecto del Universo (G.A.D.U.), el nombre simbólico para referirse al Principio Creador o Causa Primera, independientemente de que ésta se interprete desde un punto de vista teísta o deísta.
            Y los católicos, aquellos que tal vez por miedo persiguieron a los herejes Hermanos de la escuadra y el compás (símbolos por excelencia de los masones), también supieron realizar diversas obras en beneficio de la comunidad, preocupados por los menesterosos, los hambrientos y enfermos. Allí estaban las hermanas Victoria, Justina y, principalmente, Ernestina, quienes desde la iglesia supieron encausar un sinfín de inquietudes propias, tendientes a mejorar la calidad de vida de aquellos que tanto lo necesitaban en aquél Azul tan teñido de contradicciones como siempre.
            Tres a dos…


Resguardando a los más necesitados


El “Asilo de Ancianos” de Azul fue fundado por la “Sociedad Pía Unión de San Antonio” y comenzó a funcionar originalmente en una humilde casa que alquilaron en marzo de 1921.
El grupo de damas que dirigía el Padre César A. Cáneva, realizaba desde hacía algún tiempo la caridad domiciliaria, visitando preferentemente los hogares con ancianos de menos recursos. Entre ellas y los Vicentinos se repartieron la honrosa distinción de llevar el consuelo caritativo a muchas familias postergadas por la injusticia y las diferencias sociales.
El número de ancianos socorridos se fue elevando, haciendo pensar en la necesidad de mejorar y ampliar las instalaciones para asistirlos.
En la reunión de la Comisión del 4 de agosto de 1922, se resolvió buscar un terreno suficientemente amplio para edificar confortables instalaciones. Ernestina Darhanpé tomó las riendas del proyecto junto a su esposo. Asimismo, Victoria respaldó con ahínco la labor abnegada de su hermana.
Gracias a una donación anónima ($ 2.000) y a la ayuda de la comunidad, se juntaron los $ 5.000 necesarios para comprar el terreno ubicado en el barrio de “La Tosquera”.
El 7 de octubre de 1923, Día de la Patrona del Azul, el Padre Cáneva bendijo la Piedra Fundamental del monumental edificio proyectado por Pedro Malére.
Trabajando sin pausa, bajo la estricta dirección de Malére, el Asilo se inauguró el 11 de noviembre de 1924, abarcando una superficie de dos manzanas con un complejo de pabellones, huerta, escuela, iglesia, casa parroquial y comedor escolar.
Las Hermanas de la Inmaculada Concepción, tuvieron a su cargo la sacrificada tarea de dirigir y asistir a los internados, como así también atender la Capilla de Lourdes.
            El 11 de junio de 1948, cuando se cumplieron ocho años del fallecimiento de Ernestina Darhanpé, esa infatigable mujer que había puesto todo su esfuerzo por la prosperidad del Asilo, que en definitiva era el bienestar de los desvalidos abuelos, el Hogar -como ya se lo llamaba desde un tiempo antes- pasó a denominarse Hogar de Ancianos “Ernestina Darhanpé de Malére”, descubriéndose asimismo un busto de la ilustre mujer en la entrada del edificio.





Un intendente en la familia


Ernesto María Malére nació en Azul el 27 de enero de 1921. Sus padres fueron el ingeniero Pedro Malére y la docente Ernestina Darhanpé.
Egresó como abogado de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional  de La Plata.
En pleno comienzo de una nueva etapa histórica de nuestro país, los municipios iniciaron sus campañas políticas para las elecciones que se realizaron el 14 de marzo de 1948. El Dr. Malére llegó al honroso cargo de Intendente constituyéndose, con tan sólo 27 años, en el Jefe comunal más joven que registra la historia de Azul y el primero Peronista.
En apenas cuatro años realizó una serie de obras de pequeña y mediana envergadura que se convirtieron en verdaderos pilares de desarrollo comunitario. En consecuencia, su Partido lo postuló para un nuevo período al frente de la Comuna. Así, el 11 de noviembre de 1951 las urnas volvieron a expresar la voluntad del pueblo y convirtieron a Ernesto María Malére en el primer Intendente de Azul en ser reelecto para un segundo mandato consecutivo.
Asumió el 1 de mayo de 1952 con el respaldo de la comunidad y una gestión exitosa como aval, procurando profundizar todas las medidas de carácter social y comunitario que venía desarrollando.
Como si las tareas al frente del Poder Ejecutivo no fuesen suficientes, sumó varias horas más a su accionar en la docencia, ejerciendo, ad-honorem, en el Colegio Nacional, la Escuela Normal y el Comercial Anexo.
Al concluir su mandato como intendente en 1955, pasó a actuar como Senador Provincial, cargo que desempeñó durante cuatro meses, hasta la caída del gobierno constitucional en manos de la “Revolución Libertadora”.
Hacia 1958, el panorama político de la República Argentina se planteaba complejo. Para Malére aquellos fueron años de retorno a la profesión y la docencia, aunque muchas veces fuera perseguido y hasta encarcelado por su “condición de peronista”.
En mayo de 1974 se incorporó al Consejo Escolar, tras haber sido temporalmente Asesor Legal del Municipio.

Ernesto María Malére falleció a los 54 años de edad, el día 8 de agosto de 1975.



Ernesto María Malére



2 comentarios:

  1. Grandes personas que nos legaron muchísimo!! ojalá muchos los imitaran en la actualidad.
    Gracias Eduardo

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