domingo, 30 de enero de 2022

El Apóstol de Azul y el cine

 El Apóstol de Azul y el cine


El “Libro de Fundadores y Bienhechores…” del Buen Pastor, inicia su período 1958 - 1959, con una frase contundente: “‘Gratias Deo super inenarrabili dono ejus’  repetimos nosotras también, a la vista de tantos beneficios recibidos de la Providencia de nuestro buen Padre de los Cielos por medio de nuestros insignes bienhechores.”. Sin dudas, aquella frase en latín (“Gracias a Dios por su don indescriptible”), fue profundamente sentida por las religiosas de la Congregación, pues a pesar de todas las dificultades, la comunidad azuleña jamás dejó de favorecerlas con todo tipo de colaboraciones. Por aquellos tiempos, se sumó a la cotidianeidad del Asilo un hombre de virtudes muy bien conocidas por los azuleños. Multifacético y de alma caritativa, Pedro Antonio Labattaglia, comenzó a asistir a la institución para compartir una de sus grandes pasiones: “En la lista de nuestros bienhechores merece un lugar especial el señor Pedro Labattaglia quien semanalmente obsequia a nuestras niñas con una función cinematográfica completamente gratuita. Sabemos que los gastos de películas son fruto de sacrificios, ya que él es padre de una numerosa familia. Solo su modestia iguala su generosidad: nunca admite agradecimiento alegando que Dios solo es el Dador de este beneficio semanal. La nobleza de esta alma de apóstol es para nosotras motivo de profunda admiración y estímulo en nuestra alma de apostolado.”.

Año tras año, las palabras de elogio hacia el querido vecino se multiplicaban: “El señor Labattaglia vino muy a menudo a instruir y recrear a nuestras niñas con funciones cinematográficas. Admiramos en él su profundo espíritu de fe que lo anima de una incomparable confianza en la Divina Providencia y su celo por la causa divina. Que Dios se digne recompensar con creces su caridad para con nuestras niñas a quienes favorece gratuitamente.”.

Como era costumbre de este apasionado por el cine, que deambulaba por la ciudad con su proyector y que en cualquier barrio, sobre una pared blanca en buenas condiciones, se detenía a proyectar sus películas para deleite de los niños, también convidaba a sus espectadores con algunas masitas o tortas que cocinaba su adorada esposa, América. 

Por Azul…

Pedro Antonio Labattaglia nació el 8 de diciembre de 1909. El reconocido periodista Juan Miguel Oyhanarte lo entrevistó para un artículo que se publicó el 16 de diciembre de 1989 en “El Tiempo” con motivo de la celebración de los 80 años de Pedro. Entre otros conceptos la nota rescata: “(…) no es necesario que le entregue el alma al Supremo Hacedor para cantarle alabanzas a este hombre excepcional. Primero, porque siendo un creyente sin concesiones puso desde niño su alma y su destino en manos del Padre Eterno. Y segundo, porque este artesano silencioso e infatigable ha hecho tantas, pero tantas cosas buenas, que el periodista no necesita ingenio para elaborar una nota. Por el contrario, solo precisa un poco de ‘mezquindad’ para ir sintetizando algunos pasajes –los más relevantes o llamativos, que seguramente para su natural humanidad no lo son- de la fecundísima trayectoria de este ser ‘fuera de serie’. (…).

Alcanzó el hito de los ochenta años con una salud ‘de hierro’, que le ha permitido trabajar ‘sin mirar el reloj’ desde los nueve años hasta ahora. (…).

Su esposa, compañera de toda la vida y hasta la eternidad, es doña América Soler. Sus hijos –todos casados- José María, Miguel Ángel, María Angélica, Inés Cecilia, Pedro Antonio, Graciela Carmen, María Matilde y Beatriz Emilia. (…).

‘Mi sueño más grande fue tener un pequeño taller para resolver cualquier problema. Dios me ayudó y tengo lo que yo quiero’. Y la fe religiosas guiando todos sus actos: ‘Siempre me encomiendo a Dios y a la Virgen antes de empezar un trabajo. Nuestras manos son instrumento de Dios. Todas las mañanas rezo’.

La experiencia personal le ha permitido comprobar que ‘no se puede ser un buen operario si no se tiene estudio, aunque sea precario. No se puede hacer nada sin estudiar’.

Empezó a trabajar cuando tenía solo nueve años, con el ingeniero mecánico Héctor Fontanén –tío suyo, que había venido de Tres Arroyos- y a quien don Pedro recuerda como ‘un bocho’, autor de varios inventos revolucionarios para el época –año 1924- como una máquina agujereadora de varillas de alambrado, que él ideó y fabricó (…).

Llevado por el afán de ampliar sus conocimientos en la materia, concurrió a la Escuela de Soldadura, en Buenos Aires, donde hizo el curso acelerado. Recién entraban al país elementos para la práctica de esa especialidad y era preciso conocer aspectos referidos a la aleación, resistencia de los metales, etcétera. Esta especie de obsesión por aprender todos los días algo más, le permitió ganar el respeto y el prestigio que lo respaldan desde hace muchos años. (…)

El anecdotario de don Pedro es tan extenso como jugosísimo. En la doble función de soldador y tornero ha establecido dos ‘records’ –entre otros- que no lograron envanecerlo pero si lo hicieron muy feliz. Uno data de mediados de la década de 1960, cuando debió aterrizar en Azul, por rotura de una pieza, el avión bimotor en el cual viajaba hacia el Sur el secretario del ministro de Guerra. Había que soldar y el mecánico del avión era pesimista por suponer que aquí no había un producto insustituible para garantizar la delicada soldadura. ‘Teóricamente el trabajo había que hacerlo en Buenos Aires. Ese producto era el alumite y don Pedro lo tenía! Lo había comprado junto con otros materiales también importados –todos caros- que le habían costado muchos pesos. La soldadura se hizo (ante el asombro del mecánico del avión) y el viaje pudo continuar. Días después Labattaglia recibía una carta del Ministerio de Guerra, agradeciéndosele ese imprevisto y accidental auxilio. (…).

            Recordando entre sus diversos ‘inventos’ hace mención a una ‘cunita eléctrica’ que se balanceaba mediante un motorcito y que era accionada con una perilla desde la cocina. El inolvidable médico Dr. Luis Molina Segura la vio, lo impactó… y tuvo que fabricarle una, quizá para regalar.

            (…) evoca con más entusiasmo y satisfacción algo que hizo en un pasado ‘fresquito’: año 1987. Y se trata de un trabajo de alta precisión: una aguja de uso médico cuya fabricación le fue pedida y orientada por los doctores Jorge Luis Zandoná y Horacio Boló. Especialmente con la ayuda de este último, debió ‘arreglarse’ mirando la figura del catálogo. Esta aguja, que se utiliza para la extracción de pequeñísimos fragmentos óseos y de médula, es de material inoxidable. Si no se fabricaba aquí había que importarla y su costo era, por entonces, de unos 240 dólares. Hizo varios experimentos. La mente y las manos –instrumentos de Dios, reitera- triunfaron y luego pudo fabricar varias agujas de ese tipo, sin cargo, para los destinatarios: el Hospital Municipal Dr. Ángel Pintos, Dr. René Favaloro, Academia Nacional de Medicina y una clínica de la Capital Federal.

            A raíz de este trabajo, recibió una honrosa invitación de la Academia Nacional de Medicina para hacerse presente en la sede de esa institución.”

El hombre de las películas

            Bajo el subtítulo “EL HOMBRE DE LAS PELICULAS”, Oyhanarte destacaba: “Es muy conocida por la comunidad la actividad de don Pedro –durante muchísimos años- en la misión (pues para él era eso: una misión, profundamente humana y cristiana), de proyectar películas con fines benéficos, percibiendo solamente alguna pequeña suma para sufragar gastos de cierta importancia. La tarea de operador de cine es otra de sus pasiones. Y en esto lleva también unas cuantas décadas, desde la época del cine mudo. Tenía diez años cuando ayudaba a pasar ‘las cintas’ en el ‘biógrafo’ del primitivo Cine-Bar Torras, antes del incendio que destruyó el edificio reemplazado por el que, luego reformado, hoy ocupan el Banco de Galicia y la Perfumería Loren’s. Hacia fines de la década de 1920, siendo ya Labattaglia un joven de ‘papeleta’ (libreta de enrolamiento) tiene la oportunidad de estar presente en una función privada que se efectuó en el Teatro Español para presentar el sistema phono-film, llegado al país en el año 1927, que consistía en acoplarle a la película el sonido mediante un gran disco de pasta. El operador del Teatro era un señor de apellido Caputi.”.

            Pedro Antonio Labattaglia falleció, a los 90 años de edad, el 28 de septiembre de 2000. Fue velado en la Capilla de Lourdes y sepultado en el Cementerio Central.




Pedro Antonio Labattaglia fue un fanático del cine, siempre dispuesto a colaborar con la comunidad, siendo llamado por las Hermanas del Buen Pastor como “El Apóstol”.




Los patios del Asilo del Buen Pastor se llenaban de bellas emociones cuando don Pedro se acercaba con su proyector para compartir las tardes con las niñas allí resguardadas.

jueves, 13 de enero de 2022

Algunos apuntes sobre el Palacio Municipal

                     Algunos apuntes sobre el Palacio Municipal

          

Por Eduardo Agüero Mielhuerry

 

         En 1875 pasó por Azul el explorador argentino Francisco Pascasio Moreno que diría en sus apuntes: “...Azul es todo dinero y carísimo (...) éste pueblo en vez de llamarse Azul debería ser Farmacia, por la abundancia de boticarios y galenos...”. A pesar de las apreciaciones del investigador, a punto de cumplir medio siglo de existencia, el pueblo no contaba, con importantes edificios privados y mucho menos públicos. De hecho, las instituciones administrativas funcionaron mucho tiempo en casas “alquiladas” a particulares o usurpadas…

La Corporación Municipal, en sesión del 26 de abril de 1872, había resuelto tomar posesión de la Casa Parroquial, para establecer allí sus oficinas y las del Juzgado de Paz. Y así había empezado un largo conflicto que se extendió más de una década. El por entonces Sacerdote argumentaba ante el atropello: “...informo al Señor Arzobispo de Buenos Aires respecto del terreno en que está situada la casa actualmente ocupada por la Municipalidad, anexa y apoyada a la iglesia actual, que en dicho terreno estaba la iglesia anterior a la que hoy existe y además había unos ranchos en que vivieron en pacifica posesión los Curas de la Sota, Riccardi, Robles y Martini, pues no se encuentra en este Archivo  Parroquial ningún escrito que diga que la Iglesia haya sufrido alguna interrupción en su pacífica posesión del expresado terreno ni tampoco que se haya despojado de él. Que también dice la voz general de este pueblo ser terreno de la Iglesia (...).

Sin embargo, a pesar del sólido argumento del Párroco, hasta el Telégrafo del Estado funcionó en la casa perteneciente a la Iglesia. El 25 de noviembre de 1884, el sacerdote José María Cambra y Rivas le envió una nota al arzobispo de Buenos Aires, monseñor Aneiros, en la que al final menciona: “(…)...apelo a Ud. suplicando interceda ante el señor Gobernador para recuperar la Casa Parroquial, pues ya hace tiempo que está concluido el Palacio Municipal...”.

No se sabe exactamente en qué momento se trasladaron las autoridades municipales a su nueva sede, pero el 31 de diciembre de 1884 el pueblo asistió a la inauguración del flamante Palacio Municipal, frente al cual, luego del Te Deum celebrado a las 10:30, se entonó el Himno Nacional ejecutado por la Banda Garibaldi.

 

 

Durante la “Década Usurpada”

 

 

En medio del conflicto con la Iglesia, recién en 1876 había surgido la idea de realizar una suscripción pública para recolectar fondos y lograr así erigir un edificio acorde para el asiento de las autoridades municipales. A tal fin se había conformado una comisión que culminó presidida por el inquieto vecino Ceferino Peñalva, a quien acompañaron los no menos conocidos y destacados Ignacio Rivas, Matías B. y Miñana y Celestino Muñoz.

Mientras los reclamos de la Iglesia eran ignorados y apenas subsanados con el pago del alquiler de una “piecita” para el Sacerdote en la calle Alsina N° 110 (actual Yrigoyen), la comunidad respondió positivamente y en muy poco tiempo se llamó a concurso para el nuevo edificio comunal.

El arquitecto francés Emilio B. Coutaret (Thiers, Francia, 10 de abril de 1863;  La Plata, 24 de junio de 1949), obtuvo el primer premio por el proyecto del Palacio Municipal de Azul, realizado en conjunto con el ingeniero Emilio Corti. Coutaret era sumamente renombrado para la época, siendo quien también diseñó la municipalidad de Bahía Blanca, la sede del Jockey Club de La Plata y la Catedral de Mar del Plata Plata –en conjunto con Pedro Benoit-, entra otras tantas obras.

Tras varias y largas sesiones en el Concejo, finalmente el proyecto del nuevo edificio quedó en manos del ingeniero arquitecto Juan Martín Burgos, involucrado poco antes en el diseño de la capital bonaerense, al frente de la cual estaba el Departamento de Ingenieros, con Pedro Benoit a la cabeza.

Los planos y el presupuesto fueron aprobados por la Corporación Municipal en 1881. Ese mismo año se iniciaron las obras, que fueron encomendadas a José Caputi, pues el arquitecto no se ocupó en lo más mínimo de las obras (tal vez por algún conflicto de intereses), siendo Caputi quien debió solucionar diversos problemas a lo largo de la construcción.

           

Algunas características arquitectónicas

 

El arquitecto Augusto Rocca, en su extraordinario libro “Historia de la arquitectura de Azul” describe con precisión el edificio:

“El Palacio Municipal es un edificio ecléctico que combina su predominante estilo renacentista italiano con una afrancesada cubierta de pizarra de gran pendiente que no llega a cubrir toda la superficie de planta. Esta hibridación es típica del eclecticismo de la época, que ya se orientaba hacia las formas francesas. Por detrás de la empinada techumbre  emerge la torre, que alude al carácter municipal del edificio, siguiendo el modelo de los ayuntamientos medievales. Cabe mencionar que en el proyecto original la torre se hallaba –como es lógico- delante de la cubierta de pizarra, apoyando sobre el pórtico de acceso. Quizás por razones estructurales, el constructor resolvió ubicarla detrás del edificio; para ello debió darle mayor altura de lo contrario apenas hubiera sido visible desde la calle.

La planta del Palacio antes de sufrir los múltiples agregados que la iban desfigurando presentaba una bien definida forma de “U”, formada por el bloque principal, paralelo a la calle Yrigoyen, y las dos alas que se extienden en sentido perpendicular hacia el fondo del terreno. Esta “U” encierra un patio que queda flanqueado por galerías con columnas y que en noviembre se tiñe de lila con la floración del más espléndido jacarandá de la ciudad. Las alas que forman la “U” no figuraban en el proyecto original; de hecho fueron agregadas por Caputi, quien también cambió de lugar la ubicación de la escalera.

El edificio fue concebido para ubicarse entre medianeras, por lo que muestra un único frente diseñado, el cual es simétrico, presentando dos leves salientes hacia los extremos y un cuerpo central bien adelantado que, abarcando los dos niveles, conforma un jerárquico acceso en planta baja y el balcón de la sala de sesiones, en planta alta. La planta baja de este cuerpo central, conformada por pilares y columnas toscanas, está inspirada en los pórticos del Palazzo degli Uffizi, en Florencia”.

 

De la gran inauguración a los intentos de demolición…


Finalmente, luego de casi tres años de trabajo, el último día del año 1884, se realizó la inauguración oficial del Palacio Municipal de Azul mediante una serie de actos. A cargo de la celebración estuvo una Comisión Especial, integrada por Eduardo Plot, Gonzalo Doblas, Juan Luciani, Bernardino Clérici, Bartolomé Gaviña, Cristóbal del Campo y Ricardo Dominique. Los señores Ruperto Dhers y Francisco Echevarría fueron designados para el recibimiento y alojamiento de muchos invitados.

Actuaron varias bandas musicales de las que tenía la ciudad, dándole brillo y marco a los acontecimientos, sobresaliendo la Banda Garibaldi y la Banda Infantil Municipal, con veinte ejecutantes, bajo la dirección del maestro Vicente Genovesi.

Pasaron los años y “pasaron cosas”, y el Palacio Municipal fue testigo estoico de: “La Revolución de los Médicos”, “La Revolución Radical del ’93”, el homicidio del presidente del Concejo Deliberante, Eufemio Zavala y García, romances inapropiados, Golpes Militares, “ladrones de guantes blancos” y políticos extraordinarios, proyectos brillantes cajoneados y cortinas de humo... Debates sobre el reloj en su torre (asentados en el Libro de Actas del Concejo Deliberante de los años 1886 y 1887), y la queja del “Diario del Pueblo” del 30 de diciembre de 1926 en la que se sentencia que “ningún reloj público funciona”, sin olvidarse del fracasado gas acetileno con el que se lo iluminó -y a la Plaza Colón (hoy San Martín)-, el 25 de mayo de 1902 y algún breve tiempo más…

Hacia 1932, el intendente Dante Bernaudo, presentó un importante proyecto para la demolición del actual Palacio Municipal y la construcción de uno mucho más amplio y funcional, atendiendo a las sucesivas críticas que se venían dando desde la administración, la comunidad y la prensa en general, la cual no dudaba en catalogar al edificio como “vetusto y poco funcional” desde hacía varias décadas. El proyecto de Bernaudo incluía la remodelación y ensanchamiento de la Plaza Colón, que abarcaría una cuadra y media de largo, al anexársele la mitad de la manzana que ocupa la Municipalidad, debiendo construirse el nuevo edificio en la mitad restante hacia la calle Belgrano. Pero el Palacio resistió…

Poco más tarde, finalizando la década del ’30, surgió otro proyecto de la mano del ingeniero y arquitecto Francisco Salamone. El nuevo y monumental edificio apenas quedó en bocetos, pues nunca se lograron los consensos necesarios para las partidas presupuestarias.

Y los años pasaron… y el Palacio Municipal continúa como uno de los símbolos edilicios de nuestro Azul. Lo flanquean las plazoletas “Adolfo Alsina” y “Coronel Pedro Burgos”, aunque muchos se empecinen en llamarlas corrientemente “de la calesita” o “de la Madre”. Y sus escalinatas estaban engalanadas con sendos bustos de ambos personajes históricos, controversiales, pero altamente relevantes para la historia y el desarrollo del pueblo devenido en ciudad. Aún los nichos siguen vacíos y mancillada la obra de la destacada Susana Vilardebó.

Los años lo golpearon y cambiaron su color azul-celeste original por el blanco que lo caracteriza hace mucho tiempo, sin embargo, en su hall, un remanso de poesía de la mano de la inolvidable María Aléx Urrutia Artieda invita a llenarse de esperanzas en un futuro venturoso, brillante, azul como nuestro Azul…



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Antigua Plaza Colón, hoy General San Martín


martes, 11 de enero de 2022

Ruén César De Paula, el docente de la Democracia

 Rubén César De Paula, el docente de la Democracia

 

Rubén César De Paula nació en Azul el 24 de diciembre de 1932. Sus padres fueron Raquel Tancredi y Francisco De Paula. Tuvo una única hermana, María Raquel.

Cursó prácticamente todos sus estudios primarios y secundarios en la Escuela Normal Superior Mixta “Bernardino Rivadavia”, salvo el primer grado, que lo hizo en el Colegio Inmaculada Concepción.

A los 16 años “Poliya” (sobrenombre ganado a temprana edad de la mano de una tía, gracias a su pasión por “apoliyar”), ya militaba en la Unión Cívica Radical, siguiendo la tradición de su familia, que, en General Alvear (de donde era oriundo don Francisco), contaba con una extensa y destacada trayectoria en sus filas.

Fue el único varón de la promoción 1951 de la Escuela Normal. Siguiendo su pasión por las leyes, comenzó la carrera de Abogacía en la Universidad de La Plata. Sin embargo, algunas complicaciones en el ámbito familiar precipitaron su regreso a Azul y culminó abandonando los estudios.

En breve comenzó a trabajar como maestro de grado en la Escuela N° 10 de Rauch y en la Unidad Penitenciaria local, donde adquirió el temple necesario para la interacción con grupos de riesgo.

Más allá de su abrupto retorno a la ciudad, el destino le reservó una “sorpresa” que cambiaría el curso de su vida. Iniciado en la docencia de la Educación Física, comenzó a ejercer en “su segunda casa” (como él solía decir), la Escuela Normal.

Su don de gente y simpatía lo llevaron a preparar equipos deportivos y así logró gran cantidad de éxitos al frente de los conjuntos de básquetbol de la Escuela Normal. Los entonces llamados “Campeonatos Evita” tuvieron en los conjuntos azuleños preparados por De Paula a constantes animadores, llegando en ocasiones a las instancias definitorias disputadas en la ciudad de La Plata.

Dedicándose a la docencia a nivel secundario, paralelamente prestó sus servicios a instituciones como Alumni Azuleño y Azul Athletic Club, en las que además hizo entrañables amigos como el profesor Dardo Restivo.

Dentro del numeroso alumnado, una joven atrapó su corazón y, a pesar de los nueve años de diferencia de edad y el vínculo docente-alumna, el día en que ella cumplió 18 años, con un enorme ramo de flores, él fue a su hogar a “pedirle la mano” a su madre. Finalmente, tras varios años de noviazgo, el 16 de febrero de 1963 contrajo matrimonio con Carmen Inés Vulcano, la jovencita que lo había cautivado y que se convertiría en su leal y adorable compañera para el resto de su vida. Del fruto de la pareja nacieron dos hijas: Valentina (26 de julio de 1965) y Carolina (7 de noviembre de 1975).

En la Unión Cívica Radical tuvo como guías a varios  ciudadanos de fuste, para asumir con solvencia las responsabilidades propias de la activa militancia cívica. Y bien pronto se reveló como discípulo distinguido de los dirigentes de mayor relevancia.

Desde sus primeros pasos en la Juventud Radical mostró el perfil que al cabo de unos pocos años lo proyectaría a importantes cargos partidarios y a la función pública. En esta última hizo su aparición integrando la bancada de concejales tras las elecciones del 7 de julio de 1963, de la cual surgió como intendente Pedro Armando López. Se le confió a De Paula la presidencia del bloque que integraba junto con los vecinos Clemente Oscar Gazzolo (elegido Presidente del Concejo Deliberante), Santos Luis Olguín, Julio César Schiaffino, Antonio Goenaga, Amelia Esther Prat, Mauricio Alberto Ponthot, Martín A. Arrouy, León Arnaldo Zitta y Ernesto Hesayne.

El deporte y la política fueron sus actividades más notorias, las mismas realizaciones que le acercaron infinidad de amigos provenientes de todos los sectores.

Como jugador integró los equipos de básquetbol del Club Alumni Azuleño, entidad en la que también pasó a cumplir funciones de entrenador de equipos. Siempre dando sobradas muestras de sus dotes, dirigió asimismo la actividad infantil y juvenil.

Pero su capacidad al servicio del deporte no se concentró sólo en la atención de los equipos. En 1971 cumplió funciones como Presidente de la Asociación Centro de Básquetbol, ente que también cobijó como afiliados a equipos de la vecina Olavarría. Posteriormente también brindó su apoyo al voleibol. Siendo Presidente de la Federación Bonaerense de Voleibol el señor Eduardo Arroyo, De Paula cumplió funciones de Secretario. En ese año, junto con el profesor Alberto Arouxet, fue nombrado Delegado Regional de las Competencias Intercolegiales Regionales.

Su labor como docente de la Educación Física en las escuelas secundarias de Azul y Chillar, más sus exitosas campañas al frente de los equipos azuleños, éxitos que compartió con el profesor Norberto Pedro Ladirat, lo impulsaron a publicar sus experiencias con su colega en la edición de un libro titulado “Mis apuntes”, donde ambos reseñaron lo experimentado en planes de la Educación Física para los establecimientos educacionales.

La comisión directiva de Azul Athletic, que comenzó su tarea renovadora en la entidad en 1975 encabezada por Mario Julio Layús, puso en marcha el denominado proyecto “Escuela Integral del Deporte”, nominando para su dirección  a De Paula, quien fue secundado por los profesores Juan Carlos Saldaño y Mirta Belén en los primeros años (1978). Su tarea de Coordinador General de la entidad lo llevó a programar la preparación física de los planteles superiores de la entidad, que participaban en la Liga de Fútbol.

 

¡Se siente, se siente, “Poliya” Intendente!

 

El Capitán de Navío Carlos Guillermo Cefaratti llegó a Azul en agosto de 1983 para asegurar las elecciones. Cansada de noches oscuras e inundadas de llanto, la Argentina buscaba el amanecer de una esperanza llamada democracia. Los cuatro meses que faltaban para culminar el año estuvieron cargados de ilusiones, discursos, promesas y temores...

Los candidatos más destacados para la intendencia azuleña eran Carlos Laurini, quien se sentía seguro de poder repetir las históricas victorias peronistas, y el profesor Rubén C. De Paula, quien esperaba recibir la confianza de la gente para realizar un gobierno austero y emprendedor.

Para su candidatura, “Poliya” fue postulado desde un sector interno de la U.C.R. denominado Movimiento de Renovación y Cambio, compitiendo en una interna muy reñida con César Luis Martínez.

Las elecciones del 30 de octubre de 1983 dieron su sentencia y marcaron a esa fecha como el comienzo de “otra historia”. Rubén César De Paula se convirtió en el Intendente de Azul, respaldado por 13.278 votos, contra 10.294 que obtuvo su principal opositor. El nuevo Intendente se transformó en una verdadera sorpresa para la ciudad y la misma Unión Cívica Radical.

De Paula siguió siendo un sencillo profesor de Educación Física, un hombre de pueblo, trabajador incansable, que había arribado al Municipio en su Dodge 1500 rural para cambiar la historia local…

Prestó juramento ante el Presidente del Honorable Concejo Deliberante, doctor César Luis Martínez, el domingo 11 de diciembre de 1983.

Por entonces, la Argentina experimentaba la sensación efervescente de la recuperada democracia, del libre juego de las instituciones, de la libertad de expresión.

            Fue tarea inicial del gobierno el ordenamiento de la situación político-económica heredada. No fueron pocas las sorpresas ante la dura realidad. Los Centros asistenciales estaban en caótica situación de mantenimiento y la maquinaria vial en estado crítico, con el 50% de su capacidad operable. Las obras de infraestructura imprescindibles no contaban con cobertura económica-financiera y, además, se detectaron irregularidades administrativas. La tarea por realizar no era sencilla.

Los escasos recursos con los que contaba el Municipio fueron encausados en obras referidas a la cultura, la educación y los deportes, con la fe puesta en la juventud y su desarrollo, para lo cual, por ejemplo, se creó la Escuela Municipal de Deportes.

Planes de viviendas y forestación, obras de pavimentación y numerosas obras de carácter social distinguieron a la administración en una mezcla inusual de conservadurismo y progresismo, que le dieron a Azul un importante carácter en la región.

Siguiendo su innata vocación y respeto por los adultos mayores, De Paula planificó la ampliación y mejoras de la casa del Centro de Día para la Tercera Edad, concretando en breve lo proyectado y sosteniendo a la institución a lo largo de los años con el significativo aporte del Municipio, persiguiendo siempre el cuidado y el respeto a los “abuelos”.

            En 1985 se habilitó en la antigua Estación del Ferrocarril Provincial, el Jardín Maternal (hoy lleva el nombre del extinto Profesor), cubriendo las necesidades de los barrios San Francisco y Villa Fidelidad.

El domingo 9 de junio del mismo año, llegó a nuestra ciudad el entonces gobernador de La Rioja, doctor Carlos Saúl Menem, en gira anticipada con vistas a la campaña previa a la elección presidencial de 1989. En la oportunidad recorrió la ciudad y culminó firmando en el despacho del Intendente el libro de visitantes distinguidos.

            El 22 de enero de 1986, De Paula anunció la pavimentación de la Avenida Intendente Juan José Mujica, arteria con la cual se le dio un importante impulso a la zona industrial de nuestra ciudad conectando directamente, por ejemplo, a San Lorenzo, el Parque Industrial y a Sudamtex, con la Ruta Nacional N° 3.

Una obra de envergadura fue la concretada en Villa Piazza con la realización de una amplia red de desagües pluviales, terminando con una grave problemática de esa gran barriada azuleña, la cual, tras cada lluvia, por mínima que fuese, sufría diversos anegamientos.


Un voto de confianza

 

A cuatro años del retorno de la democracia volvieron a darse en nuestro Partido elecciones para cargos municipales. De Paula había iniciado un gobierno progresista, su figura había ido creciendo y la ley le permitió la reelección. La Unión Cívica Radical avaló su candidatura para un nuevo mandato.

El Justicialismo, por su parte, propuso al joven dirigente y abogado Juan Atilio Barberena. Ex dirigente de la Juventud Peronista y Asesor letrado de la Municipalidad en los ’70, apareció como el hombre que podía enfrentar a un radical de fuerte presencia y gran carisma.

El primer domingo de septiembre de 1987, las urnas dieron su veredicto: De Paula obtenía su segundo período de gobierno con el aval de 17.334 sufragios, mientras que Barberena, aunque perdedor, se había aproximado mucho con 15.166 votos.

El segundo mandato de De Paula tuvo varias complicaciones.

El dólar y los Plazo fijo se convirtieron en la preocupación de cada día de los argentinos. Asimismo, el gobierno vio trabadas muchas de sus iniciativas por una cerrada oposición en el más alto nivel legislativo, al perder la mayoría en las elecciones para la renovación de la Cámara de Diputados de la Nación.

El 3 de diciembre de 1988, efectivos de la Guarnición Ejército Azul partieron hacia Campo de Mayo para colaborar con las tropas leales, en el control de la situación ante la rebelión y el amotinamiento de los Militares “Carapintada” en esa unidad. El ámbito militar sufrió tres fuertes remezones con las sublevaciones del teniente coronel Aldo Rico y el coronel Mohamed Seineldín, ambos de destacada actuación como Comandos en las Malvinas, y, en enero de 1989, con la sorpresiva reaparición de la guerrilla subversiva en su sangriento ataque al Cuartel de La Tablada.

La Dirección de Deportes de la Municipalidad de Azul, a través del Programa Municipal Comunitario (PRO.MU.CO.), inició la realización de los Juegos Olímpicos Barriales que tendrán frecuencia anual y a su vez se constituyó la Comisión Municipal de Lucha contra la Drogadicción.

            La situación económica del país comenzó a desestabilizarse. Aquí en Azul, Sudamtex, que se hallaba paralizada, suspendió a doscientos obreros. En julio Novotermic cesó provisoriamente sus actividades y la crisis empezó a relamerse sobre el espíritu de la sociedad.

Para contraatacar, Azul se convirtió en centro de eventos científicos tras la habilitación del edificio del Círculo Médico, cuyas amplias instalaciones le permitieron organizar cursos y jornadas importantes como el Ateneo del Hospital Municipal Dr. Ángel Pintos, los Cursos de la Asociación de Medicina del Deporte del Centro de la Provincia de Buenos Aires, las Conferencias del Departamento Zonal de Salud Mental, las Jornadas Multidisciplinarias del Hospital de Niños de Azul, un ciclo de charlas sobre Política Sanitaria y la Conferencia de la Sociedad de Pediatría del Centro de Buenos Aires, entre otras tantas.

En cuanto al desarrollo turístico, lentamente nuestra ciudad buscaba destacarse en la materia -que aún no estaba en boga tal como sucede en la actualidad- y persiguiendo un claro objetivo, se amplió y mejoró el Balneario Municipal, se reforestaron amplios sectores del Parque Municipal, se reacondicionaron varias plazas e inclusive se habilitó la Galería Paseo del Azul, que despertó un amplio interés dado su intrincado diseño. En el mismo sentido, desde el Departamento Ejecutivo se logró la donación por parte de Fabricaciones Militares de lo que en la actualidad conocemos como Parador de la Boca de las Sierras.

Sin embargo, la inflación acechaba; el Austral cedía ante el dólar. Los asalariados perdían su poder adquisitivo y otros perdían sus empleos. La violencia e inseguridad se convirtieron en moneda corriente. La crisis se hizo insostenible y ante la existencia de un presidente recientemente electo (Carlos Menem, por el FREJUPO), el doctor Raúl Alfonsín decidió adelantar cinco meses el traspaso de mando previsto originalmente para el 10 de diciembre de 1989.

En Azul la situación socioeconómica no era muy diferente. Sudamtex y Novotermic cerraron sus puertas; otras empresas amenazaban con idénticas medidas.

Afortunadamente, la estabilidad institucional de la Comuna era otra. Sin embargo, el problema de la inseguridad hizo su aparición en la escena local y llevó la situación a otros extremos. El 6 de mayo de 1990, el conocido médico cardiólogo, Edgardo Capelli, convocó al pueblo a la Plaza San Martín. El 12, la comunidad respondió en forma amplia a dicha convocatoria. Todos estaban de acuerdo en que los problemas de inseguridad eran graves pero, lamentablemente, aquél que se “animaba a ponerle el cascabel al gato”, fue repetidamente amenazado al igual que algunos de sus familiares; y como consecuencia, el profesional se hizo a un lado. El gobierno bonaerense prefirió no actuar y simplemente apostó a una solución dada por el simple paso del tiempo.  El Municipio quedó impotente ante la compleja situación y la reacción del Ejecutivo provincial.

  

A pedido del pueblo

 

Nada fue fácil en los comienzos de la década del ’90 o “menemista”.

Con el sistema democrático suficientemente consolidado en todo el país y en nuestra ciudad, llegó el momento de volver a elegir Intendente.

La oposición esperaba el fin de la era “depaulista”. La alianza social que lo había sostenido durante varios años, y que superaba largamente al Radicalismo, comenzaba a presentar algunas grietas, sólo selladas por su tenacidad, pero que lo llevaban a “parar él solito todas las pelotas”, como alguna vez se dijo, con el desgaste lógico que ello implicaba. Sin embargo, a pesar de todo, el Profesor conservaba sus reflejos y mantenía en la galera varias jugadas.

De Paula nunca dejó de ser el hombre llano, afectuoso y cordial, y como funcionario hizo denodados esfuerzos para contribuir a la mejora de la calidad de vida de todos los sectores de la ciudad. La lealtad a su pueblo y su Partido lo llevaron a aceptar el desafío de un tercer mandato, aunque nunca nadie se hubiera imaginado el abrupto y  lacerante final.

En la jornada del 8 de septiembre de 1991, Rubén César De Paula obtuvo el mayor respaldo de su historia al alcanzar en las urnas un total de 18.900 votos, mientras que el Justicialismo, representado por Nicolás Castiglione se alzó con apenas 12.191 sufragios.

            El jueves 12 de diciembre, el Presidente del Honorable Concejo Deliberante, Dr. Héctor José Rodríguez le tomó juramento a De Paula para iniciar su tercer mandato.

            Al año siguiente, algunas inundaciones menores produjeron un gran descontento en la comunidad. Por su parte, la cuestión productiva fue la cuña que la oposición había empezado a manejar en sus discursos, además de argumentar la necesidad de oxigenación de algunas áreas del Ejecutivo.

Lo que algunos olvidaban, era que Rubén “Poliya” De Paula era un verdadero amigo de la gente, un hombre que llevó adelante una administración de puertas abiertas y que caminaba por las calles como un vecino más, dejando de lado la carga del “título” de Intendente, para sólo llevar la responsabilidad de ayudar a los azuleños.

En los intrincados círculos de la política, él siempre resultaba un gran factor de diálogo y de comprensión. Su afiliación no le impidió atender a cualquier ciudadano, sea cual fuere su extracción política. A todos trató por igual y eso le valió el reconocimiento de las autoridades gubernamentales de la provincia que tuvieron para Azul y para el Intendente, una manifiesta y buena predisposición que le posibilitó la concreción de obras y proyectos de gran valor. Por vía de la coparticipación y otros tipos de asistencias, tuvo un firme respaldo tanto del gobierno de su correligionario Dr. Alejandro Armendáriz, como de los siguientes gobernadores justicialistas, los doctores Antonio Cafiero y Eduardo Duhalde. Éste último, inclusive, eligió a nuestro Intendente como uno de los quince mejores de Buenos Aires, enviándolo en comitiva especial a los Estados Unidos para “estudiar” la política norteamericana y promocionar a Azul.

El equipo de trabajo constituido por el Intendente, es decir sus funcionarios, desarrolló una tarea mancomunada con todo el personal. Y a pesar del peso político con el que contaba la oposición, la misma guardó una postura respetuosa de la investidura, contribuyendo en muchos aspectos con su labor. Vale marcar como ejemplo de armonía y dedicación los “paseos dominicales” que el Intendente realizaba junto a su Secretario de Gobierno, Rodolfo “Bicho” Ruibal, verificando diversas cuestiones de la ciudad, tomando nota de todas las necesidades que advertían.

El 22 de diciembre de 1993 cundió la noticia de que De Paula había sufrido una descompensación en la Plaza cuando despedía al colectivo que llevaba a su hija en “viaje de egresados”, tras la cual debió ser internado y luego trasladado a la Capital. El 24, el querido Profesor cumplió 61 años. Sin embargo, poco tuvo de festivo aquella jornada.

 

La hora de la triste despedida…

 

Sin posibilidades de mejoría, De Paula fue trasladado nuevamente a nuestra ciudad. Día a día su estado empeoró hasta que, el 11 de enero de 1994, Azul se enlutó para despedir a un verdadero baluarte de la comunidad. Una numerosa multitud acompañó al querido Intendente hasta su última morada en el Cementerio Municipal, en una muestra de real cariño.

Allí el primero en hablar fue el intendente interino, Dr. Héctor José Rodríguez en nombre de la comunidad, a quien le siguió el diputado nacional Alfredo Ernesto Prat en representación del Comité provincia de la Unión Cívica Radical. Tras él pronunció sus palabras el vicegobernador de la provincia de Buenos Aires Rafael Edgardo Romá en nombre del gobierno bonaerense, y por último habló el ex presidente de la Nación, Dr. Raúl Ricardo Alfonsín, como presidente del Comité Nacional del radicalismo, pero por sobre todo en su carácter de amigo personal.

Mientras la multitud esperaba para poder acceder al lugar donde había sido depositado el féretro, espontáneamente una señora comenzó a entonar las estrofas del Himno Nacional Argentino, y poco a poco fueron sumándosele las demás personas hasta que todos lo cantaron con profunda emoción. Sin ninguna duda fue la mejor manera de despedir a un hombre que abrazó a la política con amor y que tomó al diálogo como bandera, pero por sobre todo fue un verdadero docente de la Democracia


La Gran Paradoja


 

El 4 de junio de 1946, iniciando de alguna manera un proceso de reivindicación de personalidades nacionales, el Comisionado Municipal Silverio Carbone, por Decreto N° 293/46, decidió rebautizar a la calle Adolfo Alsina como Presidente Hipólito Yrigoyen. Ese mismo día quedó inaugurando un busto del líder de la Unión Cívica Radical en la rambla central de la avenida 25 de Mayo en su intersección con la renombrada arteria (busto que hoy se halla en el frente de la Escuela N°28).

Sin embargo, hubo un detalle que Carbone no tuvo en cuenta o no quiso remediar. Cuando se había cumplido el segundo aniversario del derrocamiento del gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen, acaecido el 6 de septiembre de 1930, el entonces intendente Dante Bernaudo, había decidido renombrar a la calle Buenos Aires como Teniente General José Félix Uriburu, quien fuera precisamente el que derrocó al gobierno de la U.C.R.

Golpista y derrocado se cruzaban en una esquina azuleña.

A través de la Ordenanza 2283/04 aprobada por el Honorable Concejo Deliberante de Azul el 29 de noviembre de 2004 y promulgada, por el Poder Ejecutivo, el 17 de diciembre del mismo año mediante el Decreto 1721/04, el intendente Omar Arnaldo Duclós dispuso el cambio del nombre de la calle Uriburu por Intendente Profesor Rubén César De Paula.

Tras el seguimiento de los pasos legales correspondientes, unos días después se descubrió una placa en la esquina Sur de las calles De Paula e Yrigoyen.

            Poco más tarde, la placa que estaba ubicada en la esquina Este de San Martín y la renombrada arteria, fue retirada y trasladada al Museo Etnográfico y Archivo Histórico “Enrique Squirru” donde actualmente se la preserva como testimonio de una de las paradojas azuleñas que se mantuvo por 72 años.



Rubén César De Paula




Cuatro grandes de la U.C.R.: Antonio Deluca, Juan Prat, Amelia Pray y Rubén César De Paula.





domingo, 9 de enero de 2022

Sobre Hesperidina, mermelada, galletitas y Azul

                        Sobre Hesperidina, mermelada, galletitas y Azul

  

Por Eduardo Agüero Mielhuerry

            

En su más reciente libro, titulado Grandes historias de la cocina argentina”, el historiador Daniel Balmaceda narra en el capítulo “Naranjas, Hespérides y cócteles patrios”, la historia de la célebre bebida creada por Bagley en la segunda mitad del siglo XIX y que se convirtiera en un verdadero furor:

           Melville Sewell Bagley, nacido en la ciudad norteamericana de Bangor, en el estado de Maine, tenía 24 años cuando arribó a Buenos Aires en 1862. Consiguió trabajo con los hermanos suizos Demarchi en la droguería ‘La Estrella’, antecesora de la farmacia que lleva el mismo nombre, una de las clásicas de la ciudad. Su desempeño le valió la confianza de los boticarios que lo contrataron. No solo aprendió rápidamente el idioma, sino que encontró un nicho donde desarrollar su potencial.

Luego de dos años de servicios intachables, se asoció con sus empleadores y estableció una casa de pastas y licores que era una novedad para esos tiempos. Y fue en esa época cuando, impulsado por el bioquímico Domingo Parodi, asociado a los suizos, Bagley ideó el primer producto de la compañía: la Hesperidina, una bebida estimulante y con virtudes curativas. El nombre era una evocación al mítico Jardín de Hespérides, con el árbol cuyo fruto eran las manzanas doradas que en varias interpretaciones figuraron como naranjas.

Bagley comenzó a preparar su producto en 1864, empleando una fórmula que contenía, además de las cáscaras, agua de azahar, manzanilla y otras hierbas importadas. De las propias manifestaciones del autor del elixir se desprende que aplicó la receta del doctor Samuel Cooley, a quien podemos citar como el padre de las bitter oranges (naranjas amargas) en los Estados Unidos. Sin duda, el brebaje argentino contendría ciertas adaptaciones locales.

El éxito de la bebida curativa fue inmediato. Influyeron las propiedades sanadoras de las naranjas y el sabor que cautivó a argentinos y uruguayos. Pero estos factores se complementaron con una genialidad de Bagley, la original campaña publicitaria del lanzamiento del producto, basada en la intriga.

Antes de que irrumpiera la primera botella en el mercado, en los cordones de las veredas aparecían pintadas misteriosas con el nombre ‘Hesperidina’. También se veían carteles que comunicaban un extraño mensaje: ‘Se viene la Hesperidina’.

En el popular diario ‘La Tribuna’, a través de avisos enigmáticos, se anunciaba la llegada de una nueva bebida. La incógnita fue develada con una publicidad en el mismo diario, el 24 de diciembre de 1864. En la gráfica se informaban los beneficios que el ‘bitter estomacal’ aportaba a la salud (para contrarrestar dispepsia, indigestión, cólicos, ataques nerviosos y dolores de cabeza, entre otros) y los lugares donde podía adquirirse, como la droguería de los Demarchi, la Confitería del Cabildo, el Café de los Catalanes o la botica de Aurelio French, hijo del conocido militar que actuó en la Revolución de Mayo.

En las etiquetas de las primeras botellas, similares a las de ginebra, señalaba: ‘Estimula y entona el sistema nervioso, promueve las saludables secreciones del cuerpo’ y ‘Es un licor exquisito de mesa para disponer el apetito y facilitar la digestión de los alimentos’.

Tuvo, además, una valiosa e inesperada ayuda que le posibilitó multiplicar la difusión del aperitivo. Durante la cruenta Guerra del Paraguay, los jefes argentinos advirtieron una gran cantidad de bajas debidas al paludismo o malaria. Los remedios aportados por los médicos no lograban detener los contagios. Sin embargo, la solución se encontraba al alcance de la mano y en abundancia. Los soldados que masticaban cáscaras de naranjas amargas como una golosina no eran derrotados por el paludismo. Lo mismo ocurría con aquellos que saciaban el hambre cotidiana con esa fruta. Se corrió la voz para que todos se proveyeran en los miles de naranjos que crecían naturalmente. ¿El tratamiento puso fin al problema? No en forma completa. Pero el descenso de casos de malaria fue notable.

Mientras las tropas aplicaban la terapia de las naranjas amargas en territorio guaraní, el joven Bagley preparaba en Buenos Aires su bebida curativa a base de naranjas amargas que revolucionaba el mercado, sin descuidar ninguna arista del negocio.

A los dos años del lanzamiento, rediseñó la botella original. Fue entonces cuando adoptó la forma clásica de barril y causó sensación. Esto se debió a un problema que se había presentado: los imitadores. En 1866, el emprendedor debió concurrir a la Justicia en dos oportunidades. Pero no alcanzó. De vez en cuando surgía un nuevo intento de aprovecharse y una vez más el norteamericano buscaba amparo en los tribunales. Incluso, encargó la impresión de las etiquetas al Bank Note Company de Nueva York, una de las entidades donde se imprimían los dólares norteamericanos. Y eso no fue todo. En 1876 consiguió la atención del presidente Nicolás Avellaneda, quien creó la Oficina Nacional de Patentes de Invención. El primer registro, del 27 de octubre, corresponde a la Hesperidina de Bagley.”.

            En otro capítulo, titulado Si es Bagley, tiene historia”, Balmaceda agrega a la historia del inventor:

“Hasta que Melville Bagley compró una quinta en Bernal, fueron los propios vecinos de la ciudad de Buenos Aires quienes proveyeron la materia prima para su genial Hesperidina. Un carrito recorría las calles y paraba en las casonas para preguntar: ‘¿Tiene naranjas para vender?’. Los frondosos naranjeros eran habituales en los patios del fondo por una costumbre de contar con cítricos a fin de disimular los malos olores.

(…) Bagley disfrutaba del éxito, pero había asumido que no podía quedarse con su producto estrella, sino que debía diversificarse. En 1875, un año antes de patentar la marca Hesperidina, Melville lanzó las primeras galletitas Bagley: Lola. Y luego una mermelada (donde se aprovechaba la pulpa de las naranjas amargas que se usaban para su popular bebida). (…).

Bíter, galletitas y mermelada. Los tres productos se afianzaron en el mercado gracias, una vez más, a la visión publicitaria del innovador, quien creó el eslogan: ‘Las tres cosas buenas de Bagley’.”.

 

Si es Bagley, es bueno…

  

Balmaceda transcribe diversas recetas vinculadas justamente con los cocteles que surgieron con base en la Hesperidina y otras tantas comidas elaboradas con los productos que se promocionaban bajo el eslogan: “Si es Bagley, es bueno”.

La empresa de Melville S. Bagley (que murió el 14 de julio de 1880, a los 42 años de edad), diversificó su producción y sumó a su oferta conservas, encurtidos,  vinagre y una línea de postres llamada Jelina. Y más tarde llegaron: Ópera, Criollitas, Merengadas, Sonrisas, Rex, Mellizas, Amor, Rumba, Traviata, Chocolinas y más… 


 ¿Y en Azul?

 

            Una característica particular de nuestra ciudad es la abundancia en las veredas de varias calles de longevos naranjos. En el libro “Los Belgrano y el Azul”, en el capítulo titulado “El arbolado de la calle Belgrano”, el ingeniero agrónomo Eduardo Luis Farina describe el relevamiento realizado en dicha arteria, el cual sirve como un perfecto muestrario del potencial que preserva nuestra ciudad:

             “El 17 de junio de 1950, el municipio prevenía a los vecinos comprendidos en las calles Belgrano de Lavalle a 1º de Mayo, Yrigoyen de Colón a 1º de Mayo, y San Martín de Colón a 1º de Mayo, como asimismo al público en general, sobre “la existencia de hoyos que personal municipal está abriendo en las citadas arterias con el fin de embellecerlas mediante la plantación de naranjos”. Poco después, el 12 de julio, también por disposición del intendente doctor Ernesto María Malére, se comenzaron a remover los árboles existentes en la calle Necochea, desde Avenida Mitre a Sarmiento, para también poner en su reemplazo naranjos.

En la actualidad, la calle General Belgrano, en el sector comprendido entre 1º de Mayo y Av. Cáneva, se caracteriza por la abundancia de Naranjo Amargo, especie que fue  implantada por el Municipio. Se registraron 182 arbolitos, siendo la cuadra entre Rivadavia y Colón la que posee mayor número de ejemplares, llegando a veintiuno.

Pertenece a la Familia Rutáceas, su nombre latino Citrus aurantium (Citrus, nombre clásico del cidro (Citrus medica), aurantium, alude al color dorado de sus frutos). En castellano se llama en comúnmente naranjo amargo, naranjo agrio, naranjo de Sevilla.

            Hábitat: sudeste de Asia, aunque no se conoce en estado silvestre, su cultivo fue difundido por los árabes en todo el litoral mediterráneo.

Características morfológicas:

Hábito de crecimiento: arbolito de copa redondeada y de follaje siempre-verde, ramitas angulosas, verdosas, con espinas solitarias.

Hojas: compuestas por un folíolo, alternas, enteras, con glándulas en su superficie, de color verde oscuro en la cara superior, más clara en la inferior, pecíolo ensanchado en forma de ala, adoptando la imagen de un corazón.

Flores: hermafroditas, blancas, aromáticas, dispuestas en racimos axilares.

Fruto: carnoso, globoso, con la corteza gruesa, rugosa, de color anaranjado, se caracteriza por tener el eje central hueco, una corteza que se separa con facilidad y una pulpa de sabor amargo y agrio.

Multiplicación: por semillas.

Usos: como arbolito de alineación en veredas angostas, por su resistencia ha sido utilizada como pie de injerto de otras especies de cítricos, de sus flores se obtienen esencias para perfumería, los frutos ácidos son utilizados en la fabricación de mermeladas. La Hesperidina es una bebida argentina a base de corteza de naranjas amargas o agrias y dulces de frutos inmaduros. Su creador fue el estadounidense Melville Sewell Bagley, fundador de la empresa argentina Bagley.

Observaciones: florece en octubre, los frutos maduran en otoño y persisten hasta la nueva floración.

Curiosidades:

+ Las flores de los cítricos en general se denominan azahar y son de color blanco, con un perfume inigualable, dulce, suave, embriagador y penetrante. El azahar fue utilizado como el más generalizado de los perfumes, gracias a los árabes llegó a España y luego pasó a Francia, país que supo industrializarlo. El agua de azahar es el producto que se obtiene tras de la destilación  de la flor de naranjo amargo, posee propiedades medicinales entre las que se destacan la de sedante del sistema nervioso. En la actualidad se ha popularizado el consumo de preparados comerciales de infusiones que, con nombres comerciales tan sugerentes como 'buenas noches' o 'dulces sueños', contienen flores de azahar. Pero las aplicaciones del 'agua de azahar' no se limitan a la medicina tradicional, sino que también se utiliza en repostería para dar un especial aroma a ciertos postres y masas pasteleras, por ejemplo las que se usan para preparar el “pan de muerto” en México o el “roscón de reyes” en España.

+ La denominación de mermelada es atribuida a dos versiones: la versión francesa nace del uso que se hacía de la naranja para aportar Vitamina C a los marineros en las largas travesías y poder combatir así la ‘enfermedad del mar’, el escorbuto, que ellos denominaban ‘mar-malade’. La versión inglesa se atribuye al médico francés de la reina María Tudor, cuando padeciendo de falta de apetito por encontrarse muy débil, el médico le recetó mermelada, naciendo el ‘Mary-malade’, que con el tiempo se transformó en ‘marmalade’. En España se hacía también una mermelada de excelente calidad en ciudades como Granada o Sevilla. De hecho, hay una referencia histórica sobre el famoso general inglés, el Duque de Wellington, que durante la Guerra de la Independencia contra los franceses pasó por Sevilla y comprobó personalmente la calidad de la mermelada de naranja, comparable a la mejor de las inglesas y fabricada a partir de los frutos de las naranjas amargas de las huertas de los alrededores de Sevilla y de su Alcázar.

+ Tradicionalmente la Paella Valenciana se debe elaborar al aire libre y si es posible con leña de naranjo (ramas y troncos finos) porque aparte de darle al arroz un sabor especial y único (gracias a la esencia del humo de la leña), proporciona un fuego constante y mucha llama.”.

Aunque muchos intentan vincular la plantación de dichos naranjos con las obras del arquitecto e ingeniero Francisco Salamone, suponiendo que las plantas señalan el camino hacia las obras del mismo, sin ningún otro sustento más que la casualidad de que algunas de las arterias efectivamente conducen a sus legados, lo cierto es que el Concejo Deliberante de Azul, mediante la Ordenanza Nº 3.576, sancionada el día 15 de septiembre de 2014, se declararon “Patrimonio Urbanístico de la Ciudad de Azul a las arboledas de naranjos amargos de las calles Necochea de Belgrano a Sarmiento; Colón desde San Martín a Guaminí; Belgrano, Yrigoyen y San Martín (estas tres últimas en el sector de Cáneva a Av. Catriel).”, prohibiéndose en consecuencia la extracción de los ejemplares existentes –salvo expresa autorización del cuerpo-. Dentro de las consideraciones evaluadas para sustentar la disposición se menciona: “Que los naranjos amargos dan una belleza y un carácter especial a las arterias mencionadas (…)”; “Que, asimismo, con sus frutos se realizan mermeladas, tortas y postres artesanales, habiendo sido una opción tradicional dulce en el Concurso ‘Buscando a Dulcinea: el sabor dulce para Azul’ del II Festival Cervantino de la Argentina.”; “Que, la edad y desarrollo de los ejemplares los hacen irremplazables (…)” y que “…en varias oportunidades, se ha contado con el padrinazgo de instituciones educativas y con participación de funcionarios e intendentes de distintas administraciones, resaltando aún más el valor que estas especies tienen para nuestra ciudad.”.

El inmigrante Melville Sewell Bagley, con su férrea voluntad de progreso y un gran ingenio inventó numerosos productos derivados de las naranjas amargas y construyó una empresa que perdura a través de los años… ¿Y en Azul?