domingo, 6 de octubre de 2024

Santo Glorioso

Santo Glorioso

 


Santo Glorioso nació en Azul el 13 de agosto de 1910. Sus padres fueron Antonio Glorioso y Francisca Ciampanella, ambos inmigrantes italianos, que se unieron en matrimonio en la Iglesia Nuestra Señora del Rosario de Azul el día 24 de marzo de 1906.

La pareja tuvo, además, seis hijos, Aníbal, Roberto y Lila, que fallecieron a temprana edad, y Rosalía, Vicente (Pilo) y Omar Víctor (Bebe).

El despertar de su pasión por el dibujo y la pintura tal vez se dio cuando, siendo muy pequeño, con tizas o pedazos de ladrillos dibujaba las baldosas de la vereda de su casa.

Cuando pasaron los años, su ductilidad para el dibujo se hizo notoria y pronto buscó una mano rectora, la que halló en la reconocida y estimada Ángela Di Ferrante, hija del célebre fotógrafo Domingo.

Luego de culminar el Servicio Militar Obligatorio se dedicó a hacer caricaturas, las que vendía a falta de otro trabajo. Tiempo más tarde, logró trasladarse a Tandil donde cursó sus estudios específicos.

Con una forma sumamente especial y con una técnica sabiamente practicada, incursionó por el mundo de las caricaturas representando a diversas personalidades azuleñas de la época con una tónica festiva, pero absolutamente respetuosa.

Ingresó a la docencia azuleña e inmediatamente se destacó por su carácter afable. Por entonces había establecido un estrecho vínculo con Alberto López Claro, con quien coincidía en una irrefrenable pasión por la pintura, aunque ambos distaban en sus técnicas y estilos.

Durante muchos años, Santo dictó cursos libres de Dibujo y Pintura en la Agrupación Artística “Maná” (creada por López Claro y María Aléx, entre otros), como así también en su domicilio particular.

Signado por la pujanza de su juventud y su natural talento, Santo se convirtió en un excelente educador de la escuela común. Dictó cátedra de Dibujo en el Colegio Nacional “Esteban Echeverría” y en la Escuela Industrial “Vicente Pereda”.

Junto a personalidades de la cultura azuleña como Alberto López Claro y María Aléx Urrutia Artieda, formó parte -durante 25 años- del cuerpo de docentes de la Universidad Popular “José Hernández” -emplazada en el edificio que actualmente ocupa la Facultad de Derecho en la calle Bolívar entre Burgos y De Paula-, fundada por el doctor Bartolomé J. Ronco, en la cual dictó clases de dibujo.

Hacia 1932 comenzó a recorrer la región, recibiendo el elogio de quienes contemplaban sus obras en ciudades como General Lamadrid, Benito Juárez, Bahía Blanca, Tandil, Rauch y Tapalqué.

En 1934 ganó el premio Rotary Club con una obra dedicada al carismático mendigo Aranda, hecha en una enorme tela.

Enseñaba el arte de dibujar y pintar a la vez que él mismo cultivaba su propio crecimiento y afianzamiento, creando constantemente, incursionando también en la escultura y en el bajorrelieve. Interesado por las manifestaciones culturales en forma integral, durante muchos años fue integrante de la comisión de la Agrupación Artística Maná y de la Biblioteca Popular(hoy “Bartolomé J. Ronco”), institución esta última a la que solía frecuentar por las tardecitas para disfrutar de algún libro sentado junto al gran ventanal del salón principal.

 

 

Obras para la posteridad

 

 

En 1937, Santo pintó al Padre César Antonio Cáneva. Esta obra, de importantes dimensiones, hoy se halla en el primer piso de la Biblioteca que lleva el nombre del recordado y querido primer Obispo de la Diócesis de Azul.

Con un destino específico -y predeterminado- nacieron: “Bartolomé Mitre”, donado a la Escuela N° 17; “El Cacique Cipriano Catriel”, destinado para una escuela rural; “San Martín” obsequiado a la Escuela Industrial (ubicado en el hall de la esquina de Colón y Belgrano); y “Maternidad” y un dibujo norteño regalados al Hospital de Niños “Argentina Diego”. También supo plasmar a personajes lugareños como Castrito, Cobanea, Acosta, De los Santos.

El retrato de Juan Carlos Dhers fue confeccionado para la Biblioteca Popular y el de Reynaldo Marín fue obsequiado al Colegio Nacional “Esteban Echeverría” al cumplirse el sexagésimo quinto aniversario de su fundación.

Pero por sobre todos sus modelos, siempre sintió un afecto especial por la talentosa María Aléx Urrutia Artieda, con quien conformó una interesante dupla cultural, ilustrando varios de sus poemas y libros, realizando algunos retratos de la joven poetisa.

En 1940 realizó la primera “Exposición de Caricaturas Azuleñas” en el Hotel Argentino, cuando este ocupaba el añejo edificio de la esquina Este de Yrigoyen y Burgos, demolido para construir el Cine Teatro San Martín y el Edificio Miranda (donde supo estar en la esquina el Trust Joyero Relojero).

A los 30 años de edad, contrajo matrimonio con Irma Alejandrina Pérez (hija de Manuel Antonio Pérez y Agripina Cuevas), el día 26 de abril de 1941 en la Iglesia Nuestra Señora del Rosario. Los recién casados se radicaron en el que sería su hogar por el resto de sus vidas, en la calle Colón 391.

Santo sacó su caballete a la calle y entre “manchas” plasmó obras que finalmente “Maná” expuso en 1942 en la Plaza San Martín. Como dijo: “A medida que pasaba el tiempo traté de salir de lo totalmente figurativo, buscando una pintura más moderna”.Así nacieron óleos como “Naturaleza muerta”, “Paisaje”, entre otros…

Poco después, el 12 de febrero de 1943 nació la única hija de la pareja, María Irma.

Más tarde, Santo tomó clases con el joven profesor Fioravanti Bangardini, quien en los años ’50 sería uno de los precursores del grupo de artistas ópticos e impulsor del arte cinético (arte abstracto y contemporáneo que se basa en crear objetos cambiantes con movimiento real o virtual para producir ilusiones ópticas).

En los años 1946 y 1948 fue merecedor del premio Adquisición de Maná.

Para el centenario de la muerte del general José de San Martín, el entonces intendente Ernesto María Malére le solicitó la realización de una obra como homenaje al Padre de la Patria, cuadro de grandes dimensiones que una vez culminado pasó a engalanar el despacho del Jefe Comunal (donde aún se encuentra). Pronto se convirtió en el pintor oficial del Municipio, comenzando a trabajar como empleado municipal, en pleno auge del Peronismo a pesar de ser abiertamente radical. Doce años estuvo en la Municipalidad, donde pesó más su talento que su ideología.

Artista de vocación, Santo jamás persiguió el lucro. La mayoría de sus obras fueron regalos para instituciones, amigos, entidades públicas. La única recompensa recibida fue el reconocimiento de la gente a través de múltiples exposiciones que presentó en Azul, Tres Arroyos, General Lamadrid, Necochea, Capital Federal, etc.

Además de su actividad artística, durante algunos años compartió con sus hermanos Vicente y Omar la atención del negocio que tenían en San Martín 466 (al lado de “Óptica Guarella”). El reconocido comercio, “Glorioso Hermanos”, nació como salón de lustrar, cigarrería y agencia de lotería, pero con los años prescindió de algunos rubros e incorporó otros, como por ejemplo perfumería.

 

 

Buscando nuevos colores…

 

 

Junto a su esposa y su pequeña hija, en los años ’50, Santo viajó a Salta y Jujuy donde se nutrió de nuevas experiencias. Decía: “Después de conocer el Norte de nuestro país sentí la necesidad de todo aquello llevarlo a la pintura con el color de su tierra y de su piel; es así que preferí las tierras para realizarlos…”. De esa época son obras admirables “Vendedor de máscaras” y “Coya con sicure”. Y a partir de entonces, también se evidencia en la obra de Santo un vuelco drástico en la paleta cromática, intensificando los colores y buscando inclusive nuevas texturas en las pinceladas.

En las páginas de “El Tiempo” se preserva un dibujo célebre. Santo diseñó el legendario hombrecito gruñón que pisa unas “Baldosas flojas”, que por tantos años acompañara el espacio de miscelánea periodística llevado adelante por el queridísimo Juan Miguel Oyhanarte (y otros colaboradores). También, en la redacción de nuestro matutino se conserva una de sus pinturas que recuerda la figura del desaparecido canillita Enrique “Tipo Diario” Acuña.

En Tandil conquistó el premio del Museo de Bellas Artes en 1959 y en el Primer Salón Regional Municipal de Azul conquistó el segundo premio.

Fue formador de artistas y de docentes de arte en la Escuela Nacional de Bellas Artes “Luciano Fortabat” (de la cual fue uno de sus impulsores), plasmando en cada alumno todas esas experiencias logradas día a día en su taller.

A la Escuela se incorporaron Dohelia Álvarez y Mateo Amado Sosa, conformando así un equipo de ideales, de amistad y trabajo pictórico. Surgieron entonces los murales de la Escuela Técnica “Vicente Pereda”, de la Curtiembre Piazza, el Colegio Nacional “Esteban Echeverría” y la Escuela N° 1 “Gral. San Martín”, entre otros.

En ocasión de celebrarse la “Semana de Azul” en 1971, el programa cultural del Colegio de Escribanos, del Centro Numismático Bartolomé Mitre y del Círculo Literario -en conjunto-, incluyó una muestra homenaje a la tarea ejemplar que hasta entonces Santo había cumplido dentro y fuera de nuestro medio.  En la ocasión se expusieron treinta óleos de una paleta luminosa que fue variando a través del tiempo y de las vivencias plenas.

El 28 de julio de 1973 su única hija, María Irma, contrajo matrimonio con el joven ingeniero Humberto Luis Magistratti. Al año siguiente nació la primera hija de esta pareja Sofía y dos años después llegaría Julia.

Después de casi cinco años sin exponer en Azul, el  domingo 14 de diciembre de 1975 inauguró una muestra de unos veinte óleos en el local de su hermano Omar (San Martín y España).

 

 

Últimas pinceladas

 

 

El artista plástico azuleño fue objeto de una expresiva distinción por parte de la prestigiosa Fundación Givré –entidad que poco antes también había distinguido al doctor Hugo Bergoglio-. El jurado constituido al efecto el 4 de diciembre de 1977, seleccionó el cuadro titulado “La caja” -óleo- para ser exhibido en la II Fiesta de la Pintura Argentina, importante manifestación cultural que se efectuaba con el patrocinio del Fondo Nacional de las Artes.

En una comunicación suscripta por el presidente de la Fundación, profesor Alfredo Givré, felicitó al pintor azuleño “por tan significativa determinación, lo que habla muy claramente sobre el valor de su obra”.

El 12 de diciembre, en el Auditorio de la Fundación (Av. Callao 22 de la Capital Federal) fue ofrecida una recepción y en la sede del Fondo Nacional de las Artes se produjo la consagración de los premiados.

Treinta y cinco obras compusieron una exposición retrospectiva de don Santo tras medio siglo de trayectoria. Fue realizada entre el 12 y el 19 de octubre de 1985, auspiciada por la Dirección Municipal de Cultura y Educación, y llevada a cabo en el salón de exposiciones de la Escuela Nacional de Bellas Artes y organizada por ésta y la Cooperadora del establecimiento. El pintor decía: “mi pintura fue figurativa, mi preferencia era el retrato”, al tiempo que se lucían obras magistrales como “Autorretrato”, “Mi hija” y “Familia”, entre otras.

Desde 1934 hasta 1984, Santo trabajó intensamente en la realización y promoción de la plástica bonaerense, presentándose en numerosos salones regionales, provincial de La Plata, y Nacional de Buenos Aires, siéndole otorgados distintos premios.

Desafortunadamente, durante los últimos 22 años de su vida tuvo una extraña enfermedad que le impidió caminar, llevándolo al extremo de quedar postrado en una silla de ruedas. Sin embargo, a pesar de tal dificultad, halló la manera de desplazarse en su hogar, obviando casi por completo su discapacidad. Aquella enfermedad le había afectado la movilidad de sus manos, pero tal fue su fuerza de voluntad que logró recuperarlas casi por completo.

Sin embargo, quiso el destino que otra desgracia lo golpeara. El 5 de octubre de 1992 falleció María Irma, su única y adorada hija, situación que lo sumió en un profundo pesar al igual que a su esposa. Ya no volvió a pintar. Ya no hubo colores que lo alegren; sólo le quedaron el amparo de su amada esposa y las añoranzas de recuerdos sepia.

Santo Glorioso falleció en Azul, a los 84 años de edad, el 23 de febrero de 1995.




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