lunes, 14 de julio de 2025

Historias de Francia al Azul: HOURNAU

                             Hournau: con “H” de Herrería e Historia

           

            Ubicada sobre el antiguo Camino Real, arteria que años más tarde de haberse constituido el pueblo fue bautizada como calle Colón, y lo que a finales del siglo XIX eran las afueras de la ciudad hacia el sur, Jean Hournau instaló su herrería en Azul.

            Entre las calles Guaminí y General Rivas, en lo que hoy es el comienzo o el final de la Avenida Carlos Pellegrini, comenzó a trabajar una de las más importantes herrerías del pueblo, frente a la Plaza de Carretas que usaban los que transportaban productos desde y hacia el cercano Molino Harinero “La Estrella del Sud” que otrora fundaran sus coterráneos franceses Blas Dhers y José Luis Barés (primero cuñado y luego, a la vez, yerno de Dhers). Vale aclarar que dicha Plaza, conocida como “Marte” y luego “Gral. Rivas”, en la actualidad constituye el acceso al Parque Municipal “Domingo F. Sarmiento”.

            Los herreros formaron parte de las corrientes colonizadoras de estas tierras y las herrerías se fueron incorporando a la vida pueblerina en la medida en que iban desarrollándose simultáneamente.

  

Al Azul

  

            Jean (Juan) Hournau había nacido en Francia, el 4 de octubre de 1873. Hijo de Pierre Hournau y Marie Julienne Charramiou. Tuvo siete hermanos: Catherine (1875), Jean Baptiste (1877), Marie (1879), Gabriel (1881), Anne (1883), Léon (1885) y Pierre Édouard (1887).

            Buscando nuevos horizontes, llegó al Puerto de Buenos Aires en 1890. En la cosmopolita ciudad comenzó a desempeñarse en el oficio que había aprendido prácticamente desde la cuna: la herrería. En el Censo Nacional de 1895 aparece radicado en Pilar, soltero y, justamente, trabajando como herrero. Sin embargo, para entonces ya tenía una hija, María Luisa (1894), y convivía con su coterránea María Maire (nacida en 1866) con quien finalmente se casó y tuvo dos hijos más -en el que sería su nuevo destino-, Juan (11 de julio de 1899) y Ana Clementina (1905).

            Faltando un par de años para el inicio del nuevo siglo, Juan llegó con su familia a Azul en una época de pujanza, de construcciones relevantes a cada paso y grandes progresos sociales y económicos. Invirtió sus ahorros en la compra de un amplio terreno (comprendido por las actuales Av. Pellegrini, Gral. Rivas, Cnel. Burgos y Guaminí), donde instaló su herrería. Asimismo, en el mismo predio, su primo hermano, Miguel Hournau, instaló un hospedaje que resultó de mucha actividad dado el constante trajinar de carreteros. Por otra parte, en contacto permanente con su hermano Pedro Eduardo, Juan le contó fascinado el desarrollo que se vivía por los pagos azuleños. Finalmente, el menor de los Hournau, decidió instalarse a unas veinte cuadras de la Estación Shaw del Ferrocarril del Sud con una herrería que se tornaría de suma relevancia para el incipiente poblado.

  

La herrería

            

            La herrería de Juan Hournau iniciaría su etapa de esplendor con el radiante y prometedor siglo XX. Distribuiría su labor entre la construcción de herrajes para carros, el afilado de rejas de arado, hachas, picos, cortafierros, entre otras. Sin embargo, a esas tareas menores sumaría con frecuencia casi diaria la reparación y/o construcción de ruedas de carros y el herrado de caballos.

            La infraestructura básica, común a casi cualquier herrería, estaba constituida por el yunque, la fragua y el fuelle, complementadas por herramientas de corte, de estampado, sujeción y acabado, entre otras. La herrería era uno de los pocos oficios artesanales que contaban con un gran número de herramientas que eran fabricadas por los mismos herreros, muchas de las cuales pasaban de generación en generación.

            El yunque (que hoy se preserva en el Museo criollo “Beato Pereyra”) es un gran bloque de hierro de cuyos extremos sobresalen dos picos de diferente forma. La parte superior es el lugar de trabajo del herrero donde el metal incandescente era golpeado sucesivamente para moldearlo; en la zona de unión de los extremos posee dos agujeros: uno circular y otro rectangular, que se utilizaban para situar encima de ellos las trincas y/o para realizar perforaciones sobre el metal en caliente o manipular y dar forma al metal.

            El lugar donde se calentaban los metales para una vez blandos e incandescentes lograr forjarlos, era la fragua. Por arriba se cargaba el carbón de piedra y por debajo a través de un conducto llegaba el aire insuflado por el fuelle que avivaba la llama producida.

            Por otra parte, dentro de las herramientas era común hallar: mandarrias (utilizadas para percutir, similares a un martillo pero de mayor tamaño y peso); marrones (semejantes a un martillo grueso con cabeza en forma de prisma, empleado para dar forma al hierro); y una gran diversidad de tenazas, cinceles, piedras de afilar, alicates, y otros tantos tipos y tamaños de martillos. A esta lista deben sumarse también las herramientas para trabajar la madera, ya que también se encargaban de la reparación de carros y carretas (algunas veces hasta construirlos completamente), vehículos en los cuales confluyen la madera y el hierro.

            Mayoritariamente asistían a la herrería aquellas carretas que luego de haber trasportado mercaderías por los caminos rurales, hasta los más recónditos rincones de la llanura, llegaban a duras penas para reparar los rayos de la rueda (una de las tres partes fundamentales). En los cubos se incrustaban los rayos (solían ser de 12,14 o 16 por rueda,) y sobre éstos iban las pinas que daban forma circular a la rueda. La llanta se formaba a partir de una planchuela de hierro que se le daba forma haciéndola pasar entre rodillos y luego sus extremos eran calentados al rojo vivo, adicionándoles una “placa” para facilitar la unión que se lograba mediante el martilleo sobre el yunque. Luego se calentaba toda la llanta para posteriormente colocarla alrededor de las pinas, rápidamente se la enfriaba con agua para evitar que se quemen las piezas de madera, con ello la llanta se contraía presionando con fuerza las pinas y rayos contra el cubo. A esto se llamaba “dar tiraje”.

            Finalmente, también recurrían “a lo de Hournau” para herrar los caballos, elementos necesarios para resguardar los vasos de los caballos del desgaste por el trajinar sobre los adoquines de la ciudad que lentamente dejaba de ser pueblo.    

            

La suerte del Molino

            

            La cercanía de la Herrería con el Molino Harinero fue vital para el sostenimiento de la demanda de trabajo para el primer trabajo. Asimismo, la ubicación estratégica en el sur del pueblo-ciudad marcaba otra de las fortalezas del establecimiento del inmigrante francés.    El Molino supo ser de vital importancia para el desarrollo industrial de Azul y las diversas actividades que se generaban en derredor. Tras el fallecimiento de Blas Dhers (12 de julio de 1886), la administración del Molino “La Estrella del Sud” había quedado en manos de su hijo Luis Francisco Marcelo Dhers Barés, quien había sumado la explotación de la “Estrella del Norte” (fundado por Rivière). En 1901 Luis se asoció con Esteban Louge, logrando la modernización de las instalaciones del conocido por entonces como “Molino Azul”; sin embargo, Esteban falleció el 24 de septiembre de 1911, tras lo cual, su hijo Esteban Juan tomó las riendas de la administración del Molino con su suegro Luis Francisco Marcelo Dhers Barés, pues se había casado con Elena María Dhers (hija de Luis y María Luisa Gunche). En la madrugada del 5 de junio de 1921 un devastador incendio destruyó completamente las instalaciones del “Molino Azul” y buena parte de la producción almacenada. Prácticamente la casa familiar fue lo único que salvó de aquel desastre. Las pérdidas económicas fueron tan contundentes que marcaron la declinación de la empresa, cerrando la industria definitivamente en 1926.

            Indudablemente, el cierre del Molino marcó el declive de la actividad en la zona, que ya de por sí había menguado bastante por la llegada de los automóviles y el cambio radical en el transporte que se estaba produciendo, quedando cada vez más relegada –hasta prácticamente desaparecer- la tracción a sangre.

            Otro cambio sustancial en el paisaje se había suscitado cuando el 10 de octubre de 1918 se había inaugurado el Parque Municipal (hoy “Domingo F. Sarmiento”), empleando la vieja Plaza de Carretas -que había sido brevemente Velódromo-, como parte del acceso al paseo. Considerándolo un bello avance para la comunidad, Juan decidió donar un banco circular que fue colocado cerca de la margen del Arroyo (en el sector del actual Patio Andaluz).

  

“Hotel de France”

  

            Miguel mantuvo por algún tiempo el hotel junto a la herrería de su primo. Sin embargo, el crecimiento de la actividad de ambos, llevó al hotelero a apostar a un nuevo desafío…

            El viejo edificio que ocupara Adrián Loustau (con el “Hotel de la Paz”) se convirtió en el “Hotel de France” que fuera en un principio de Zamora y Peyrouselle, quienes en 1896 promocionaban: “(…) Servicio esmerado para pasajeros, familias, banquetes y casamientos (…)”. Luego pasaría a ser propiedad de Miguel Hournau que antes de finalizar el siglo lo trasladaría al más amplio edificio de Colón y Av. Tapalqué (luego Av. Humberto I, actual Av. Perón) y promocionaba:

 

            “Hotel y Restaurant Francés de Miguel Hournau – Calle Colón y Av. Tapalqué – Azul - Gran comodidad y esmerado trato para familias y pasajeros. Gran corralón para Galeras, Carruajes, Carros y caballos”

 

            Como dato vale agregar que en la ubicación de Colón y 9 de Julio, se habían instalado las mensajerías “La Azuleña” y “La Argentina”, de José M. y Manuel San Julián, respectivamente. Promocionaban entre otros medios en la “Guía del Azul” del año 1900, las salidas y regresos desde y hacia “Sol Argentino” de Mariano Roldán y “Loma de las Ovejas” (negocio de los Sres. Loustalet y Froment).

  

Galera “San Julián”

             La empresa de servicio de galera llamada “San Julián” era de propiedad de José María y Manuel San Julián. Los hermanos, que fueron sus primeros conductores, a fines del siglo XIX, una vez por semana partían del Azul hacia la estancia “El Sol Argentino” en Benito Juárez. Fundada hacia 1869 por Mariano Roldán, la estancia se transformó en centro de la actividad ganadera de Benito Juárez, siendo punto de asistencia, apoyo y aprovisionamiento de las tropas.

            El trayecto era de 22 leguas, dividido en tramos de 4, cada uno se denominaba posta, donde recibían pasajeros, correo, encomiendas y cambiaban caballos.Las postas eran “La Nutria”, “La Barrancosa”, “El Socorro”, y el Almacén “San Juan”.

            El penúltimo conductor fue Ramón Sánchez, quien además oficiaba de peluquero del personal de la estancia, y el último fue Domingo Padrón, apodado “El Canario” por ser oriundo de Islas Canarias.

            La galera funcionó hasta 1913 y en el taller de Hournau fue reparada en más de una oportunidad.

  

Sucesores

  

            El único hijo varón que tuviera Juan, orgullosamente homónimo de su padre, desde pequeño comenzó a inmiscuirse en el fascinante mundo de la herrería, ese mágico sitio para un niño por donde desfilaban corceles a herrar o carruajes que llegaban dañados y salían plenamente reconstruidos. Ya siendo un adulto, un día tomó las riendas…

            Juan Hournau (h) contrajo matrimonio con María Antonia Rosa (nacida en 1901). La pareja tuvo cuatro hijos: Juan Carlos (1924), Héctor Adolfo (1930), Oscar Ramón (1931) y María Ángela “Negra”.

            Ligado al barrio, siendo uno de los vecinos más antiguos, Juan trabajó y fue nombrado presidente honorario de la “Asociación Villa del Parque”.

            En la década del ’40, en los periódicos anunciaba su herrería:

             “JUAN HOURNAU (hijo) - Carpintería, Herrería y Fábrica de Carruajes. Carrocería para camiones. Soldadura autógena. Se atienden trabajo de agricultura. U.T. 503 – Colón 1081”.

             Y llegó el día en que Juan también comenzó a cederles el lugar a sus hijos, quienes también habían vivido desde pequeños. En el periódico “Del Pueblo” del 9 de mayo de 1958 podía leerse:

             “Casa HOURNAU E HIJOS - Colón 1079 – T.E. 503 – AZUL – OFRECE el mejor servicio de reparación de elásticos para autos y camiones. Los trabajos se hacen en el día. Pida turno.”.

             Dignos herederos, los Hournau continuaron con toda una tradición familiar que se había iniciado en los albores del siglo XX y trascendió hasta el presente…



De izq. a der. 2° Juan Carlos, 4° Juan y 6° Jean Hournau


Juan Hournau







Al centro de la imagen Jean Hournau, con su hijo, nietos y vecinos. Detrás, la galera "San Julián".





MUCHAS GRACIAS A DANIEL Y PABLO HOURNAU POR LAS FOTOGRAFÍAS Y DATOS DE LA FAMILIA!!!!


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