jueves, 30 de abril de 2020

Ricardo Balbín, apóstol de la Democracia

Ricardo Balbín, apóstol de la Democracia


Por Eduardo Agüero Mielhuerry

Ricardo Balbín nació en la ciudad de Buenos Aires el 29 de julio de 1904. Sus padres, inmigrantes españoles, fueron la andaluza Encarnación Morales y el asturiano Cipriano Balbín. Tuvo tres hermanas mayores, Encarnación, María Luisa y Ángela; y un hermano menor, Armando.
        Cipriano trabajaba en el Ferrocarril del Sud, en la sección confiterías, siendo el encargado del coche comedor. Al poco tiempo del nacimiento de Ricardo, la empresa decidió su traslado al interior bonaerense.
            Aunque por poco tiempo, la familia Balbín se radicó en Azul.
Más tarde, también por razones laborales, se mudaron a Laprida. Allí Cipriano instaló un bar. Asimismo, en dicha localidad, el 10 de enero de 1909 nació Armando Rodolfo, el quinto y último hijo del matrimonio. Poco después del nacimiento, Encarnación viajó a España por serios problemas de salud donde finalmente falleció al cabo de un tiempo.
Apesadumbrado, junto a sus hijos, Cipriano se trasladó a Ayacucho, Estación Solanet, para atender los negocios de un familiar que había fallecido recientemente. En aquella localidad, Cipriano instaló un almacén de ramos generales.
En Ayacucho, Ricardo fue pupilo del Colegio San Luis Gonzaga. En 1916, ingresó al Colegio San José de los Padres Bayonenses de la Capital Federal. En 1921 egresó como bachiller, con diploma de honor, e ingresó en la Universidad de Buenos Aires para estudiar Medicina. Sin embargo, al poco tiempo, debió abandonar la carrera por cuestiones económicas.
En 1922 se afilió a la Unión Cívica Radical. Asimismo, en dicho año, por problemas familiares, se trasladó a La Plata, donde finalmente residirá el resto de su vida. En la Capital bonaerense comenzó a estudiar en la Facultad de Derecho, recibiéndose de abogado en 1927. Poco antes de alcanzar su título, dada su activa militancia político estudiantil, Ricardo fue temporalmente expulsado de la facultad. Sin embargo, con su última materia aprobada a finales del ’26, fue reincorporado y se graduó.
Ese mismo año, falleció su padre Cipriano, que se hallaba radicado en España desde finales de 1924.
En 1928, Ricardo contrajo matrimonio con Indalia Ponzetti, con quien tendría tres hijos: Lía Elena, Osvaldo y Enrique.
Aquel mismo año, participó activamente en la campaña política que condujo a Hipólito Yrigoyen, por segunda vez, a la presidencia de la Nación. Poco más tarde, fue designado Fiscal del Crimen por la intervención federal de la provincia de Mendoza, a cargo de Carlos Borzani.
Balbín retornó a La Plata y, en 1930, fue electo presidente del Comité de la Unión Cívica Radical de la Sección Primera.
            En 1931 fue electo Diputado por la Provincia de Buenos Aires, pero el presidente de facto, José F. Uriburu, anuló los comicios frente a lo que había resultado un abrumador triunfo radical.
            Durante la década del ’30, Balbín desarrolló una intensa actividad política contra el régimen fraudulento imperante, lo que lo llevó a ser perseguido y encarcelado.
            Fue un destacado orador en las campañas de Marcelo Torcuato de Alvear, de hecho, en agosto de 1937 estuvo junto al por entonces ex Presidente, en el Teatro Español de Azul. Asimismo, orientó al Movimiento Revisionista de la Unión Cívica Radical bonaerense junto a Alejandro Leloir y Luis Cetrá.
            En 1940 Balbín fue nuevamente electo Diputado por la Provincia de Buenos Aires, pero renunció a su banca debido a que los comicios habían sido escandalosamente fraudulentos, cumpliendo con su promesa de campaña en la que había afirmado que no asumiría si las elecciones no eran “limpias”.
            Cuando los sectores alvearistas comenzaron a propugnar una coalición electoral con otras fuerzas políticas, Balbín se opuso rotundamente y trabajó activamente para nuclear a todos los sectores radicales intransigentes. En 1945 se cumple su objetivo cuando funda, junto a dirigentes como Arturo Frondizi, Moisés Lebensohn, Crisólogo Larralde, Héctor Virgilio Noblía, Antonio Manuel Sobral, entre otros, el Movimiento de Intransigencia y Renovación (M.I.R.).
            En las elecciones de 1946 cuando triunfó el peronismo sobre la Unión Democrática, integrada por la UCR y otras fuerzas, Balbín fue electo Diputado Nacional siendo elegido por sus pares presidente de que se conocería como “Bloque de los 44”.


“¡Hay que ir a escuchar a Balbín!”

En los cortos momentos que le otorgaban previo a las campañas electorales desde la tribuna podía hacer sus anuncios y propuestas, sin distinción de partidos. Los ciudadanos amantes de la libertad acudían a los mitines y boca a boca transmitían: “¡Hay que ir a escuchar a Balbín!”.
Sin carteles, bombos ni banderas, las multitudes se formaban silenciosamente alrededor de la tribuna de madera que se armaba en Parque Rivadavia, Plaza Constitución o al amparo del Cid Campeador en la equina de Parral y Gaona. Los socialistas acostumbrados a similares discursos de Alfredo Palacios, con espíritu solidario concurrían para unirse a la lucha contra el autoritarismo. Las respuestas con pañuelos blancos se unían a una ovación para que cada uno liberara su bronca reprimida frente a funcionarios delatores, sindicalistas prepotentes, deportistas “chupamedias”, represores perversos y hasta profesores alcahuetes.
Balbín pedía calma, aunque algunos vociferaban: “¡Pegales duro, Chino!”. El tribuno respondía con su voz grave: “Quieren que nuestros hijos crezcan en la adulación, que aprendan a decir Perón y Evita antes que pronunciar el nombre de sus padres” “No advierten que, tarde o temprano, darán cuenta a la historia de sus fechorías”.
Encarnaba a Palacios, Repetto, Sánchez Viamonte, entre algunos de los tantos presos por disentir.


En Azul…


            El 8 de octubre de 1949 se desarrolló en el Teatro Español el VII Congreso Provincial Juvenil de la Unión Cívica Radical, al que concurrieron delegados de todas las secciones electorales. Disertaron los dirigentes Ricardo Balbín y Moisés Lebensohn. Además, participaron Juan Prat, Federico Meijide, Eduardo Plani y Alfredo Sarno, entre otros destacados correligionarios.


Candidato preso


            Ricardo Balbín desarrolló una firme acción opositora contra el gobierno de Juan Domingo Perón. Su ferviente defensa de la libertad lo llevó a tener varios procesos por “desacato a la figura presidencial”. En 1949 tildó al gobierno de “dictatorial”, tras lo cual, el bloque oficialista promovió su expulsión de la Cámara de Diputados para someterlo a proceso penal.
            El 12 de marzo de 1950 se realizaron elecciones generales en la provincia de Buenos Aires, siendo los primeros comicios que se celebraban desde la reforma constitucional del ’49 que, entre muchas otras cosas, habilitaba la reelección inmediata para la mayoría de los cargos y establecía un período provisorio para los gobernadores en el que el mandato duraría dos años (4 de junio de 1950 - 4 de junio de 1952) para que los siguientes comicios colindaran con las elecciones presidenciales venideras.
            Teniendo permitida la reelección, el gobernador Domingo Mercante, del Partido Peronista, se presentó para el período provisorio. Su vicegobernador, Juan Bautista Machado, no se presentó a la reelección, por lo que en su lugar José Luis Passerini fue el compañero de fórmula de Mercante. Su principal competidor sería Ricardo Balbín, acompañado por el doctor Héctor Virgilio Noblía como candidato a vicegobernador.
            El día de las elecciones, Balbín fue repentinamente detenido en su domicilio, poco después de emitir sufragio. Lo trasladaron a Rosario, a San Nicolás y finalmente a la cárcel de Olmos. Por aquel entonces pronunció aquella frase histórica: “A veces es necesario que entren algunos dignos y libres a la cárcel para conocer dónde irán después los delincuentes de la República.
            A fines del mismo año fue indultado por el presidente Perón, medida que Ricardo rechazó, solicitando que continúe el proceso, ya que en la causa  no había recaído sentencia firme contra él. Poco después fue liberado.  La Convención Radical proclamó a Balbín como candidato a presidente de la República, acompañado en la fórmula por Arturo Frondizi, para las elecciones de noviembre de 1951.
            A pesar de la derrota electoral, Balbín más tarde apoyaría en 1954 la elección de Frondizi como presidente del Comité Nacional de la Unión Cívica Radical.


Espectacular accidente


En 1954 se realizó un nuevo llamado a elecciones para elegir diputados nacionales. Los comicios se realizarían el 25 de abril, un año antes de lo que establecía el régimen electoral de la época, en coincidencia con las elecciones a vicepresidente, con el objetivo de ocupar el cargo vacante dejado por Hortensio Quijano (Vicepresidente electo: 1952-1958), al fallecer antes de asumir, el 4 de junio de 1952.
            En ese marco, el doctor Ricardo Balbín participaba activamente de la campaña proselitista, acompañando a los candidatos a diversos actos que se realizaban por todo el país y fundamentalmente en el interior bonaerense, brindando encendidos discursos propios de su estilo.
En su edición del jueves 15 de abril de 1954, el diario “El Tiempo” encabezaba su tapa con el título: “Se salvó milagrosamente el Dr. Balbín”: “Volcó cerca de Chillar su automóvil- Todos ilesos. Chillar, 14- (Corresponsal). A mediodía de hoy, a unas cuatro leguas de esta localidad –a la altura del kilómetro 340, para más precisa- volcó espectacularmente el automóvil en el cual el presidente del Comité Provincia de la Unión Cívica Radical, el Dr. Ricardo Balbín, viajaba rumbo a Juárez en compañía de su señora esposa, su hijo, un amiguito de éste y el diputado Parodi.
El coche conducido por el doctor Balbín aprestábase a pasar a otro vehículo cuando inexplicablemente ya que ni siquiera rozó al auto que le precedía, al tomar la banquina dio dos vueltas completas para quedar en posición normal, es decir sobre sus cuatro ruedas, pero con destrozos de gran consideración. Por obra de un verdadero milagro el Dr. Balbín y sus acompañantes resultaron ilesos.
En el lugar del vuelco los viajeros fueron recogidos por el automóvil del señor Nicomedes Zabalza y más tarde llegó a Chillar el dirigente radical de Juárez doctor Actis, quien los condujo a esa ciudad, donde almorzaron.
Durante su permanencia en Chillar el alto dirigente del radicalismo recibió innumerables muestras de simpatía y congratulación por el feliz desenlace del accidente.”.
            Después del suceso que fue un tremendo susto para sus actores y cuyo saldo por suerte no fue más que algunas contusiones menores y un auto destruido mayoritariamente del lado del conductor, la política siguió con su trajinar.
            El peronismo se impuso de manera avasallante en los comicios, logrando 161 bancas frente a las escasas 12 que consiguió el radicalismo. Y, como era lógico que sucediera, en la competencia por la vicepresidencia entre el peronista Alberto Tessaire, y Crisólogo Larralde, por la Unión Cívica Radical, venció el primero.


Visitas y divisiones


            Poco antes de la fractura del radicalismo, en 1956, Ricardo Balbín visitó Azul, captando la atención de propios y ajenos gracias a la elocuencia de su discurso. Prácticamente fue la contracara de la visita del por entonces presidente de facto de la República, general Pedro Eugenio Aramburu.
            Desde 1959, Balbín comenzó a presidir el Comité Nacional de la  Unión Cívica Radical del Pueblo, pues como se preveía desde bastante tiempo antes, el radicalismo se fracturó en 1957, quedando “en la otra vereda” Arturo Frondizi.
            El 4 de octubre de 1964, junto a Juan Prat, Ricardo Balbín, ante una nutrida concurrencia, colocó una ofrenda floral a los pies del monumento del General José de San Martín, en la plaza homónima de nuestra ciudad.
            El 4 de marzo de 1965, Balbín volvió a Azul para pronunciar un encendido discurso, defendiendo la endeble democracia que evidenciaba una marcada crisis.


Con la compañía de un azuleño


            En marzo de 1960, siendo secretario general de la Juventud de la Provincia de Buenos Aires de la Unión Cívica Radical del Pueblo, Balbino Pedro Zubiri, con apenas 22 años de edad, acompañó al doctor Ricardo Balbín en una gira por el interior bonaerense que abarcó entre otras las ciudades de Bragado, Carlos Casares, Chivilcoy y Pehuajó.
            Además, el joven dirigente azuleño hizo uso de la palabra en las localidades de Tres Arroyos y Orense, destacándose como elocuente orador, compartiendo tribuna con Crisólogo Larralde, construyéndose lentamente en un destacado dirigente para nuestro medio.


Despidiendo a un amigo


Posiblemente apesadumbrado por lo que acontecía en el país y  en nuestra propia ciudad, Juan Prat murió de un infarto en la puerta de su Estudio Jurídico, en la tardecita del 4 de julio de 1966.
En medio de la nutrida concurrencia que había asistido al Cementerio local a despedir a un ciudadano ejemplar, el doctor Ricardo Balbín realizó una sentida semblanza de su amigo y correligionario: “Yo vengo acá en nombre del radicalismo del país, afirmativo, vigente, inextinguible, a decir la palabra del adiós a don Juan Prat. Hablar de él, es hablar de las mejores cosas. En la política, en el hogar, en la profesión, en la amistad. Hay hombres que pasan y hay hombres que dejan el ejemplo vigoroso de su vida, la conducta permanente de sus ideas, el sentir profundo de las convicciones. Muchos somos iguales, pero hay distintos. Estos son los distintos. Los que cuando mueren empiezan a enseñar definitivamente. Nuestra causa, que él sirvió  con pasión, nuestro sentido religioso de la vida política, encontró a este monje del radicalismo, fuerte, levantado, altivo, imbatible. Y cuando una generación joven vio caer hace muchos años a Yrigoyen, vinimos a él y con él iniciamos en Buenos Aires la gran cadena inmortal del pensamiento, de la acción, de la altivez sin claudicaciones. Sin ambiciones, abrió lugar para todos y sus dolores los amasaba para adentro. Tal vez los dolores del país fueron gastando su salud. Y la última alevosía lo encontró herido y la angustia lo dejó muerto en la calle. Ejemplo de vida, de virtud y de decencia. Cariñoso, además, en el pueblo. Virtuoso de la ley. Justo, como debe ser la democracia de los argentinos. Él se va hoy, amasando la última angustia argentina. Y nosotros nos quedamos hoy para liberar al país de la última angustia. Yo no diré la palabra común, que siempre parece el rito de estas ceremonias. Que descanse en paz y volveremos a darle la nueva buena. Algunos llegarán. El los acompañará permanentemente”.


Una vez más en Azul


            El doctor Ricardo Balbín visitó nuestra ciudad el 5 de diciembre de 1968 siendo recibido por un importante número de partidarios radicales, quienes buscaban en él al conductor confiable hacia una salida de la compleja situación política que atravesaba la Argentina. Con su inconfundible estilo conciliador, sin embargo, fue categórico en su discurso al afirmar que: “…la eclosión habrá de producirse, inevitablemente…”. Y, lamentablemente, frente a los atropellos del gobierno de facto del general Juan Carlos Onganía, Balbín no se equivocó...


La última visita “oficial”…


         El 6 de febrero de 1973, Ricardo Balbín visitó “oficialmente” nuestra ciudad en plena campaña electoral.
En las elecciones del 11 de marzo, Balbín obtuvo algo más del 22% de los votos siendo derrotado por la fórmula del FRE.JU.LI., Héctor Cámpora - Vicente Solano Lima.
Tras el regreso definitivo de Perón al país, Cámpora, objeto de múltiples presiones y como parte del orquestado plan de “retorno del General”, renunció a la presidencia. Su sucesor Raúl Alberto Lastiri convocó a comicios presidenciales para septiembre de 1973.
Se realizaron varias conversaciones interpartidarias para lograr una fórmula presidencial de unidad nacional “Perón-Balbín”, pero fracasaron. El binomio radical se conformó con Balbín como cabeza de fórmula, acompañado por el joven senador Fernando De la Rúa como aspirante a vicepresidente.
Sin embargo, el triunfo de Juan Domingo Perón –acompañado en la fórmula por su tercera esposa María Estela Martínez, conocida como “Isabelita”-, fue abrumador.
La algarabía popular duró poco. Lentamente Argentina entraba en el tramo más oscuro y nefasto de su historia. El 1 de julio de 1974 falleció Perón y en su sepelio, fue Balbín quien realizó el más sentido homenaje al pronunciar una frase histórica: “Este viejo adversario, despide a un amigo”.


La ineptitud al gobierno


Inmediatamente se creó un clima de inestabilidad. Perón había intentado corregir el rumbo tras la forzada renuncia del gobernador bonaerense, el azuleño Oscar Raúl Bidegain. Sin embargo, la violencia había ganado las calles. Y tras la muerte del líder, su sucesora, “Isabelita”, poco pudo hacer ante su propia ineptitud.
Balbín intentó convencer a la Presidenta de la necesidad de cambiar el rumbo del país, no solo por los problemas económicos que afloraban, sino por sobre todo frente a la violencia inusitada que asolaba las calles donde se convertían en moneda corriente los atentados con explosivos, los tiroteos y los secuestros extorsivos.
Pero no fue posible. A mediados de marzo Balbín se dirigió al país por televisión llamando a la unidad nacional y a apoyar la legalidad. Sin embargo, no lo entendieron o no quisieron hacerlo. El 24 de marzo de 1976 la presidenta María Estela “Isabelita” Martínez de Perón fue derrocada, se clausuró el Congreso y quedaron proscriptos los partidos políticos. Así comenzó el nefasto “Proceso de Reorganización Nacional”.


Sin ver los frutos de su lucha


Durante la dictadura militar, Balbín intentó afanosamente mantener la unidad del radicalismo…
En 1980 viajó al Vaticano. Allí se entrevistó con el Papa Juan Pablo II y a su regreso, impulsó el nacimiento de la Convocatoria Multipartidaria, recreando el espíritu de unidad nacional que venía pregonando desde varias décadas atrás.
En una entrevista, el 24 de octubre de 1980, Ricardo expresó: “… se está especulando suciamente con la cooperación mía con Perón. Había que dar ejemplos y amigar al pueblo, y nada más que por eso fui a hablar con Perón. Entre él y yo no hubo ninguna alianza, pero el pueblo se dio la mano. Y para hacerlo tuve que dejar de lado muchos dolores míos. Yo lo combatí. No participé de sus modos políticos. Causamos profundas separaciones en el pueblo. Pero dejé mucho de lo mío, y tal vez haya dejado algo de lo de él para poder conversar. Esa conversación, lo sigo creyendo, fue una de las buenas cosas que ocurrieron en la Argentina. A pesar de todos sus esfuerzos, la Argentina se disgregaba… y se desangraba.
Ya por entonces comenzó a tener dolencias físicas que lo llevaron a reducir su actividad política. Sin embargo, nunca dejó de ser una fuente importante de consejos para sus correligionarios o cualquier otro político que recurriera a visitarlo en su hogar.

Ricardo Balbín falleció en la ciudad de La Plata el 9 de setiembre de 1981. Murió sin ver los frutos de su lucha…



Ricardo Balbín

Martín Torino, amigo y médico

Martín Torino, amigo y médico


Por Eduardo Agüero Mielhuerry

Martín Marcos Antonio Torino nació el 13 de julio de 1863 en Gualeguaychú, Entre Ríos. Fue bautizado el 24 de septiembre del año siguiente. Sus padres fueron Ricardo Torino Santibáñez y Zenona Hernández. Tuvo al menos cuatro hermanos: Ricardo, Joaquín Olayo, Mercedes y Máximo.
Martín hizo sus estudios de segunda enseñanza en el Colegio de Concepción del Uruguay. En la Capital Federal obtuvo el título de farmacéutico en el año 1885, graduándose en medicina, cinco años después, en la Universidad de Buenos Aires.
En calidad de practicante hizo la campaña del Chaco en 1884. A él se debe la fundación del Hospital Crónicos, desempeñando el cargo de administrador del mismo durante cinco años consecutivos. En el año 1887, fue trasladado al Hospital “San Roque” como subdirector y administrador, actuando en tal carácter durante la epidemia de cólera.
Desde muy joven, Martín Torino comenzó a participar activamente en la vida política nacional. Y fueron precisamente los ideales esgrimidos por su amigo y paciente, Leandro N. Alem, los que lo atrajeron primordialmente y lo empujaron a seguirlo en un no siempre venturoso vaivén.


La “Revolución del Parque”


El abril de 1890, en un masivo acto en el Frontón Buenos Aires, se reunieron los opositores al gobierno de Miguel Juárez Celman y se unificaron en un nuevo partido llamado Unión Cívica del cual Leandro N. Alem fue nombrado presidente. En la ocasión asimismo se decidió realizar un levantamiento armado para derrocar al gobierno y convocar a elecciones libres.
            Alem quería que la revolución estallara cuanto antes. En cambio, su sobrino Hipólito Yrigoyen sostenía que había que esperar hasta que se sumaran todos los cuerpos del Ejército. Tampoco estaba de acuerdo con la idea de su tío de secuestrar al Presidente y a sus ministros en la velada del 9 de Julio que se celebraría en la Ópera o en el Politeama. Y mucho menos con el disparate de suministrarles narcóticos a los jefes que se opusieran a la salida de sus tropas, aunque fueran recetados por su médico, el doctor Martín Torino. Por suerte, en esto último primó la cordura y los hechos se dieron de otra manera…
            El sábado 26 de julio de 1890, en plena madrugada, Leandro N. Alem, al frente de un regimiento cívico armado, tomó el estratégico Parque de Artillería. Junto a él también marchó el doctor Torino, quien estaba listo para atender a cualquier herido que se produjera.
Una vez concentradas las tropas revolucionarias, el general Campos cambió el plan establecido la noche anterior, y en lugar de atacar las posiciones del gobierno y tomar la Casa Rosada, dio la orden de permanecer en el interior del Parque.
Alem cuestionó inicialmente la decisión del General porque se apartaba del plan revolucionario, pero finalmente terminó aceptándola sin plena conciencia de que afectaba las posibilidades de éxito de la revolución.
Se combatió hasta el 29 de julio cuando fue firmado el cese del fuego. Si bien la “Revolución del Parque” no logró su cometido original, fue un gran triunfo político para la Unión Cívica, ya que el presidente Juárez Celman se vio obligado a renunciar y en su lugar asumió el vicepresidente, Carlos Pellegrini.


Unas semanas antes…


Unas semanas antes de que se produjera la “Revolución del Parque”, salió la primera entrega del diario “El Argentino”. Su número inaugural definió cuál sería el carácter asumido por aquella publicación: circularía como el “Órgano de la Unión Cívica, nuevo partido fundado por el impetuoso idealismo de Alem y el fervor patrio de un grupo de jóvenes.
Fundamentalmente bajo la conducción de Adolfo Saldías o Lisandro de la Torre, Martín Torino colaboró con exquisitos artículos que ligaban sus múltiples intereses –como la medicina o el campo-, con la política como medio para llevar a la realidad cualquier ideal.


Leandro N. Alem en Azul


            En octubre de 1890, Leandro N. Alem llegó en tren al Azul con la intención de organizar a la Unión Cívica local. Al mismo tiempo, visitó la estancia “San Nicanor” de la familia Acosta,  que administraba su médico personal, Torino, desde 1889.


El amor…


Martín Torino contrajo matrimonio el 10 de octubre de 1892, en la Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, con Elena Acosta Castelli (nacida en 1871). La pareja tuvo una hija: Isabel Torino Acosta.
Elena era hija de Eliseo Pablo Acosta Martínez y Ángela Mercedes Dolores Castelli Boise. Su padre era el único descendiente del matrimonio pionero formado por Pablo Acosta y Javiera Martínez Vidal. El matrimonio había recibido por enfiteusis unas doce leguas cuadradas a las que llamaron “San Javier”. Con el paso del tiempo, y para una mejor atención de la hacienda, dividieron la enorme extensión en cuatro puestos a los que denominaron: “San Pablo”, “San Antonio”, “San Eliseo” y “San Nicanor”. Este último puesto estaba ubicado en el sector más sureño del terreno, sobre una loma muy cercana al Arroyo de los Huesos; y era el administrado discrecionalmente por Torino.


San Nicanor


Fundado en el año 1863, el establecimiento abarcaba una extensión de 3.116 hectáreas de campo, de las cuales más de 500 estaban dedicadas al cultivo de maíz, trigo, avena y 120 para alfalfares.
Construido en la parte alta de una colina, desde la que se dominaba un pintoresco paisaje surcado por los arroyos Los Huesos, Torinofú, Los Burros y otros. Se  destacaba el chalet rodeado por un cerco que abarcaba 20 hectáreas pobladas en su mayor parte de árboles frutales, arbustos y variadas plantas (álamos de la Carolina, pinos y paraísos) que procuraban el embellecimiento de anchas avenidas y callejuelas que derivaban en un lago artificial logrado bajo la guía de Torino.
Había edificados dos galpones destinados al acopio de productos finos y también maquinarias y frutos del país. Asimismo cerca de la casa principal se erigían dos chalets, uno para el mayordomo y otro gemelo con diversas dependencias como farmacia, despensa, bodega, carnicería y carpintería.
El Dr. Torino dedicó sus actividades, con preferencia, al fomento de la ganadería, ramo en el que llegó a un grado tal de adelanto que sus haciendas gozaban de señalada reputación; su espíritu emprendedor y progresista, lejos de concretarse al cultivo de las especies que predominaban en la República, buscó ambiciosamente nuevos y diversos campos de acción, produciendo por ejemplo, por selección, un hermoso plantel de raza Shorthon-Durham.
También había conseguido la aclimatación de la cabra llamada de Angora y la mestización de la cabra Criolla, cruzándola con Cachemira, producto valiosísimo que en determinados países -como en Estados Unidos- aportaba una importante producción. Igualmente, pasó muchos años empeñado en la aclimatación de la raza ovina “Kara-Kul”, cuya piel se conoce con el nombre de Astracán.


La Revolución Radical del ’93


Casi al mismo tiempo en que se definía la Revolución Radical que iniciara Hipólito Yrigoyen -el 30 de julio de 1893-, desde Azul en toda la provincia de Buenos Aires, en Corrientes, el 14 de agosto, dos días después de la renuncia de Aristóbulo del Valle, un movimiento radical derrocó al Gobernador, y si bien fue inmediatamente intervenida, el gobierno revolucionario resistió. Este hecho hizo que Leandro N. Alem considerase que, lejos de haber sido derrotada, la revolución estaba todavía latente y solo faltaba una chispa que la reactivase. Muchos de sus hombres hicieron denodados esfuerzos para lograr los objetivos planteados.
Sin embargo, la revolución fue vencida en todo el país.
El 1 de octubre Alem fue capturado y encerrado con cientos de revolucionarios, para permanecer preso por meses. Así, también, se inició el exilio de centenares de radicales…


Ene de ´nada´


Leandro Alem y Martín Torino estuvieron confinados durante tres meses en un buque de guerra, siendo deportados a Montevideo después de vencido ese plazo. Precisamente, en aquella ciudad uruguaya, intentó develar un curioso misterio que se cernía sobre su amigo.
Bautizado como Leandro Alen, ya en la universidad, cambió su apellido para atenuar la permanente discriminación que sufriera por el recuerdo de su padre: siempre fue “el hijo del ahorcado” o “el hijo del mazorquero”. A tal fin reemplazó la ene final de su apellido, por una eme. Simultáneamente diseñó su firma como “L. n. Alem”,  agregando una ene minúscula entre las dos mayúsculas correspondientes a su nombre y apellido de bautismo.
Hallándose exiliados, Alem le pidió a Torino que le hiciera imprimir unas tarjetas personales. Martín le preguntó qué significaba esa n minúscula junto a la L inicial. Y él le respondió: “Quiere decir nada”.
En verdad, la ene era la inicial de Nicéforo.
Para entonces, el doctor Torino ya notaba el ánimo de su amigo un tanto quebrantado. Sus esfuerzos no estaban dando los frutos que esperaba. Y para peor, sus recursos económicos comenzaban a menguar aceleradamente. E inclusive, empezaba a ver como viejos aliados retaceaban su apoyo…


Entre el campo y la política


Durante algún tiempo, Martín Torino fue secretario privado del abogado, político y diplomático radical Bernardo de Irigoyen. Con él, además, compartía otra pasión: la cría de lanares. De Irigoyen, habiendo heredado modestas tierras de su padre, alejadas de la ciudad de Buenos Aires, consiguió un préstamo mediante el cual desarrolló una explotación ovina, que creció a tal punto que al cabo de unos años contaba con negocios agropecuarios sumamente diversificados. Por tal motivo, se lo considera uno de los pioneros de la producción y exportación de lana a partir de la oveja.
En 1895, Torino fue diputado por la Capital Federal, donde su actuación por demás significativa y sus numerosas y patrióticas campañas políticas, dieron margen a la construcción de los primeros acorazados argentinos, el Garibaldi y el “Pueyrredón”. Se deben también a sus iniciativas el viejo edificio de la Morgue y la Escuela de Higiene Experimental de Córdoba.


Hasta el último momento…


El 29 de enero de 1896 falleció imprevistamente Aristóbulo del Valle, condiscípulo de Alem en la Universidad. Los mismos ideales, cárcel y destierro unieron a Alem con sus seis mejores amigos. Entre reuniones políticas, proyectos y desencantos transcurrió el otoño.
La salud de Alem se deterioraba rápidamente. Los amigos lo notaban alarmados. Acarreaba enormes pesares. La disgregación del partido, la actitud de su sobrino Hipólito, las acusaciones de Pellegrini, la calumnia y la pobreza que le impidió concretar su matrimonio con doña Catalina Tomkinson, eran algunas de aquellas desgracias…
El 1 de julio envió breves esquelas a sus amigos: Francisco Barroetaveña, Enrique de Madrid, Oscar Liliedal, Domingo Demaría, Adolfo Saldías y Martín Torino citándolos a su casa. Cuando estaban todos reunidos, Alem les dijo que iba a salir por cinco minutos. Pero la espera se alargó. Subió a un coche en la puerta de su casa y le indicó al cochero que lo llevase al Club del Progreso. Cuando llegaron a destino, Alem se había suicidado. El cochero no oyó el disparo, amortiguado por el trote del caballo sobre los adoquines. En un bolsillo encontraron un papel: “Perdónenme el mal rato pero he querido que mi cuerpo caiga en manos amigas”. La situación vivida fue muy dura e impactante para todos ellos.


Después de Alem


Desde el año 1897, en que abandonó temporalmente la política, Torino comenzó a dedicarse de lleno al ejercicio de su profesión atendiendo en la Capital Federal. Asimismo, también solía atender pacientes de la zona rural de Entre Ríos, donde su familia poseía campos a los que asistía frecuentemente como a su estancia “de veraneo” en Azul.
Por otra parte, fue vocal de la Comisión de Fomento y Creación de las bibliotecas populares de la República.


Los regalos del Presidente


Alrededor de 1910, el establecimiento “San Nicanor” contaba con unas 3.800 cabezas de ganado vacuno, 2.250 ovinos Lincoln puros por cruza y un número considerable de equinos para diversos servicios.
En amplios locales expresamente construidos, ofrecidos a la división de ganadería de la Nación por el doctor Torino, supieron ser alojados y confiados a su vigilancia y cuidado, dieciséis ovejas y cuatro carneros “Karakul”, ejemplares de los más puros de su raza y únicos en el país, que fueran regalados al Presidente de la Nación, Dr. Roque Sáenz Peña, por el emperador Francisco José de Austria, correspondiendo a la gentileza con que se trató al Dr. Krupp, enviado especial de Imperio Austro-Húngaro a las fiestas del Centenario de la Revolución de Mayo.
Gracias a este valioso obsequio, no se malogró el esfuerzo hecho por el entonces ministro de Agricultura, ingeniero Pedro Ezcurra, para introducir en la República algunos ejemplares de esta preciosa especie de la raza ovina, pues por entonces estaba prohibida su exportación.
Aquellos veinte “pensionistas” de la cabaña del Dr. Torino procedían a su vez de un regalo que hizo el Emperador de Rusia al de Austria-Hungría. Eran todos puros de raza “Karakul”, originaria de Siria, raza que supo extenderse por Rusia, China, Persia, Asia Menor y Arabia, islas Mediterráneas, Grecia, etc.
El vellón de los adultos, mezcla de lana y pelo, se forma en mechas puntiagudas; en los recién nacidos es de color negro fuerte que va aclarándose a medida de su crecimiento hasta tomar en el extremo de las mechas un tono marrón que más tarde se vuelve gris. Según su clase y procedencia, los cueros de corderitos reciben los nombres de Breischwanz, Karakul, Astracán, Persianos, Schiras, Bagdad, Afganistán y Crimeos, siendo los primeros de mejor calidad.
Los campos de Salta y Jujuy, por sus condiciones, resultaban los ideales para el emprendimiento encarado. Sin embargo, el Dr. Torino hizo todo su esfuerzo y logró su objetivo en los pagos azuleños.


Últimos años…


Siendo Senador Nacional por Entre Ríos desde 1917, Torino estuvo decididamente en contra de Hipólito Yrigoyen, y presidió el movimiento anti-personalista en sus primeros pasos.
De hecho, encabezando a un grupo de diputados y senadores alvearistas, en julio de 1924, logró que se decretara “consultar al radicalismo de todas las provincias y Capital Federal mediante un llamamiento” sobre las posibilidades de efectuar una reorganización general del partido con exclusión de las autoridades de aquel entonces. Así comenzó una de las etapas más complejas del radicalismo, produciéndose en su seno un gran cisma, profundo e irreductible. Personalistas y antipersonalistas batallarían hasta descubrir que como reza el “Martín Fierro”, “… si entre ellos se pelean…”, un golpe de Estado culminaría por muchos años con las posibilidades del radicalismo de conducir la Nación
Sin dejar definitivamente su acción política, el doctor Torino presidió la Academia Nacional de Medicina entre los años 1926 y 1928, luego de lo cual siguió ejerciendo su profesión en la Capital Federal a pesar de su avanzada edad.
Durante los veranos, como siempre lo había hecho, volvía a descansar a su estancia en Azul.
           Martín Marcos Antonio Torino falleció a los 91 años de edad, el 27 de febrero de 1955, siendo sepultado en el Cementerio de Olivos.





martes, 28 de abril de 2020

La inolvidable "Inundación del '80"

La inolvidable “Inundación del ’80”


Por Eduardo Agüero Mielhuerry     


Se podría decir que después de cuarenta años “ha corrido mucha agua debajo del puente”. Pero, seguramente, luego de aquella y otras tantas inundaciones de las que fue víctima la ciudad de Azul, la frase no suena simpática…
Abril de 1980 había comenzado con las celebraciones de Semana Santa. El entonces obispo de la Diócesis de Azul, monseñor Manuel Marengo, se hallaba muy contento por la reciente reapertura del Seminario Diocesano, ese anhelado “semillero” de su antecesor monseñor César Antonio Cáneva. En consecuencia, realizó una fuerte exhortación pastoral ante la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones Sacerdotales y la Semana Diocesana Vocacional. Su llamado estuvo destinado a los jóvenes, “la porción predilecta de la Iglesia y la más querida del Obispo. Jesús, mis queridos jóvenes, los invita a seguirle. Como en otro tiempo en Palestina, su tierra natal, su voz sigue resonando y diciéndoles: vengan conmigo y síganme' yo los haré pescadores de hombres...”.
            Su alegría ante la obra reiniciada en el Seminario lo llevó a poner en procesión a la Virgen de Nuestra Señora de Luján, imagen que monseñor César A. Cáneva había traído en el invierno de 1903 cuando llegara a Azul por primera vez. Pero toda su algarabía se trastocaría en preocupación frente a la imparable fuerza de la naturaleza…
El 26 de abril de 1980, tras un período de intensas lluvias, un inesperado aluvión de agua y barro se precipitó sobre la ciudad. Azul comenzó a sufrir los embates de la peor inundación de su historia.
Las aguas comenzaron a avanzar sobre el casco urbano. Inmediatamente el intendente designado, teniente coronel Carlos Manuel Ricardes, reunió a sus colaboradores más cercanos para evaluar las acciones a tomar. Sin embargo, no había mucho que hacer…
La inundación alcanzó a gran cantidad de viviendas, lo que obligó a las autoridades a improvisar lugares alternativos de evacuación. El triste panorama que ofrecía la ciudad también se extendió a la localidad de Cacharí, multiplicando las pérdidas materiales de miles de hogares.
Por primera vez en su historia, las aguas del Arroyo llegaron a cubrir con varios centímetros la totalidad de la plaza San Martín. Esto fue un hecho inédito que dejaba al descubierto la tragedia que azotaba a la ciudad.
Cuando el agua bajó y el Arroyo retomó su cauce normal, las escenas desoladoras se repitieron en cada esquina. Quedó a la vista el desastre…
Para realizar una recorrida por los lugares más afectados, y organizar el envío de materiales de construcción, medicamentos y víveres en general, el 3 de mayo llegaron a Azul el presidente de facto de la Nación, teniente general Jorge Rafael Videla, y el gobernador de facto de la Provincia de Buenos Aires, general de brigada Ibérico Manuel Saint Jean. Fueron recibidos por el intendente designado Ricardes y el obispo monseñor Manuel Marengo, entre otros.
El aspecto que ofrecía la ciudad luego de la gran inundación era deplorable, y tal vez por ello, las autoridades apenas estuvieron una hora en Azul
El recuento de los daños y las pérdidas fue enorme. Desde historias simples guardadas en álbumes familiares arrastradas por las incontenibles aguas por las calles de la ciudad, hasta la salud y la calma de decenas de azuleños que desde entonces no volvieron a ser los mismos… El patrimonio histórico de la comunidad también se vio afectado. El Museo Etnográfico y Archivo Histórico “Enrique Squirru” perdió parte de las piezas exhibidas en sus salas. Y hasta la hoy conocida como Hemeroteca “Juan Miguel Oyhanarte”, que por entonces estaba en el subsuelo de la Biblioteca Popular “Bartolomé J. Ronco” en la calle Burgos entre Bolívar y San Martín, se vio afectada considerablemente.
Los paseos públicos también sufrieron los embates de las aguas. El Balneario Municipal “Almirante Guillermo Brown” perdió el puente (construido por Pagano y Santillán) que se hallaba a la altura del sector conocido como “La Terraza”, y vio seriamente dañado al puente “Moto Arias” construido sobre las compuertas. En el Parque Municipal “Domingo F. Sarmiento” el viejo y maltrecho “Puente Amarillo”, donado muchos años antes por Celedonio Pereda, fue destruido completamente. Y finalmente el puente de piedra que conectaba la ya desaparecida isla a la altura de la calle 9 de Julio, también sucumbió ante la imparable crecida. Y la lista podría seguir…
Según el informe de diciembre de 2013 titulado Sequías e inundaciones en la provincia de Buenos Aires y su distribución espacio-temporal”, realizado para el Boletín del Instituto de Geografía:
Se considera como una de las peores inundaciones la que se registró en 1980, dado que en este año llovieron 30.000 millones de litros de agua que anegaron 37 partidos bonaerenses y cubrieron cuatro millones de hectáreas. La Cuenca del Río Salado es una región bonaerense muy característica, su superficie alcanza los 170.000 km2 ubicados en la franja central y noroeste de la provincia, donde se obtiene el 25% de la producción agrícola-ganadera nacional.”.








Fotos Archivo Diario "El Tiempo"

(El presente artículo es una escueta síntesis de “El corazón de Azul. De Plaza Mayor a General San Martín; recortes de una larga historia…” y “El ‘Semillero’ de Monseñor Cáneva. Breve historia del Seminario Diocesano de Azul”, editados por el autor de la nota; y del libro a editarse “Balneario Municipal de Azul”.)