jueves, 30 de abril de 2020

Martín Torino, amigo y médico

Martín Torino, amigo y médico


Por Eduardo Agüero Mielhuerry

Martín Marcos Antonio Torino nació el 13 de julio de 1863 en Gualeguaychú, Entre Ríos. Fue bautizado el 24 de septiembre del año siguiente. Sus padres fueron Ricardo Torino Santibáñez y Zenona Hernández. Tuvo al menos cuatro hermanos: Ricardo, Joaquín Olayo, Mercedes y Máximo.
Martín hizo sus estudios de segunda enseñanza en el Colegio de Concepción del Uruguay. En la Capital Federal obtuvo el título de farmacéutico en el año 1885, graduándose en medicina, cinco años después, en la Universidad de Buenos Aires.
En calidad de practicante hizo la campaña del Chaco en 1884. A él se debe la fundación del Hospital Crónicos, desempeñando el cargo de administrador del mismo durante cinco años consecutivos. En el año 1887, fue trasladado al Hospital “San Roque” como subdirector y administrador, actuando en tal carácter durante la epidemia de cólera.
Desde muy joven, Martín Torino comenzó a participar activamente en la vida política nacional. Y fueron precisamente los ideales esgrimidos por su amigo y paciente, Leandro N. Alem, los que lo atrajeron primordialmente y lo empujaron a seguirlo en un no siempre venturoso vaivén.


La “Revolución del Parque”


El abril de 1890, en un masivo acto en el Frontón Buenos Aires, se reunieron los opositores al gobierno de Miguel Juárez Celman y se unificaron en un nuevo partido llamado Unión Cívica del cual Leandro N. Alem fue nombrado presidente. En la ocasión asimismo se decidió realizar un levantamiento armado para derrocar al gobierno y convocar a elecciones libres.
            Alem quería que la revolución estallara cuanto antes. En cambio, su sobrino Hipólito Yrigoyen sostenía que había que esperar hasta que se sumaran todos los cuerpos del Ejército. Tampoco estaba de acuerdo con la idea de su tío de secuestrar al Presidente y a sus ministros en la velada del 9 de Julio que se celebraría en la Ópera o en el Politeama. Y mucho menos con el disparate de suministrarles narcóticos a los jefes que se opusieran a la salida de sus tropas, aunque fueran recetados por su médico, el doctor Martín Torino. Por suerte, en esto último primó la cordura y los hechos se dieron de otra manera…
            El sábado 26 de julio de 1890, en plena madrugada, Leandro N. Alem, al frente de un regimiento cívico armado, tomó el estratégico Parque de Artillería. Junto a él también marchó el doctor Torino, quien estaba listo para atender a cualquier herido que se produjera.
Una vez concentradas las tropas revolucionarias, el general Campos cambió el plan establecido la noche anterior, y en lugar de atacar las posiciones del gobierno y tomar la Casa Rosada, dio la orden de permanecer en el interior del Parque.
Alem cuestionó inicialmente la decisión del General porque se apartaba del plan revolucionario, pero finalmente terminó aceptándola sin plena conciencia de que afectaba las posibilidades de éxito de la revolución.
Se combatió hasta el 29 de julio cuando fue firmado el cese del fuego. Si bien la “Revolución del Parque” no logró su cometido original, fue un gran triunfo político para la Unión Cívica, ya que el presidente Juárez Celman se vio obligado a renunciar y en su lugar asumió el vicepresidente, Carlos Pellegrini.


Unas semanas antes…


Unas semanas antes de que se produjera la “Revolución del Parque”, salió la primera entrega del diario “El Argentino”. Su número inaugural definió cuál sería el carácter asumido por aquella publicación: circularía como el “Órgano de la Unión Cívica, nuevo partido fundado por el impetuoso idealismo de Alem y el fervor patrio de un grupo de jóvenes.
Fundamentalmente bajo la conducción de Adolfo Saldías o Lisandro de la Torre, Martín Torino colaboró con exquisitos artículos que ligaban sus múltiples intereses –como la medicina o el campo-, con la política como medio para llevar a la realidad cualquier ideal.


Leandro N. Alem en Azul


            En octubre de 1890, Leandro N. Alem llegó en tren al Azul con la intención de organizar a la Unión Cívica local. Al mismo tiempo, visitó la estancia “San Nicanor” de la familia Acosta,  que administraba su médico personal, Torino, desde 1889.


El amor…


Martín Torino contrajo matrimonio el 10 de octubre de 1892, en la Basílica Nuestra Señora de la Merced, Buenos Aires, con Elena Acosta Castelli (nacida en 1871). La pareja tuvo una hija: Isabel Torino Acosta.
Elena era hija de Eliseo Pablo Acosta Martínez y Ángela Mercedes Dolores Castelli Boise. Su padre era el único descendiente del matrimonio pionero formado por Pablo Acosta y Javiera Martínez Vidal. El matrimonio había recibido por enfiteusis unas doce leguas cuadradas a las que llamaron “San Javier”. Con el paso del tiempo, y para una mejor atención de la hacienda, dividieron la enorme extensión en cuatro puestos a los que denominaron: “San Pablo”, “San Antonio”, “San Eliseo” y “San Nicanor”. Este último puesto estaba ubicado en el sector más sureño del terreno, sobre una loma muy cercana al Arroyo de los Huesos; y era el administrado discrecionalmente por Torino.


San Nicanor


Fundado en el año 1863, el establecimiento abarcaba una extensión de 3.116 hectáreas de campo, de las cuales más de 500 estaban dedicadas al cultivo de maíz, trigo, avena y 120 para alfalfares.
Construido en la parte alta de una colina, desde la que se dominaba un pintoresco paisaje surcado por los arroyos Los Huesos, Torinofú, Los Burros y otros. Se  destacaba el chalet rodeado por un cerco que abarcaba 20 hectáreas pobladas en su mayor parte de árboles frutales, arbustos y variadas plantas (álamos de la Carolina, pinos y paraísos) que procuraban el embellecimiento de anchas avenidas y callejuelas que derivaban en un lago artificial logrado bajo la guía de Torino.
Había edificados dos galpones destinados al acopio de productos finos y también maquinarias y frutos del país. Asimismo cerca de la casa principal se erigían dos chalets, uno para el mayordomo y otro gemelo con diversas dependencias como farmacia, despensa, bodega, carnicería y carpintería.
El Dr. Torino dedicó sus actividades, con preferencia, al fomento de la ganadería, ramo en el que llegó a un grado tal de adelanto que sus haciendas gozaban de señalada reputación; su espíritu emprendedor y progresista, lejos de concretarse al cultivo de las especies que predominaban en la República, buscó ambiciosamente nuevos y diversos campos de acción, produciendo por ejemplo, por selección, un hermoso plantel de raza Shorthon-Durham.
También había conseguido la aclimatación de la cabra llamada de Angora y la mestización de la cabra Criolla, cruzándola con Cachemira, producto valiosísimo que en determinados países -como en Estados Unidos- aportaba una importante producción. Igualmente, pasó muchos años empeñado en la aclimatación de la raza ovina “Kara-Kul”, cuya piel se conoce con el nombre de Astracán.


La Revolución Radical del ’93


Casi al mismo tiempo en que se definía la Revolución Radical que iniciara Hipólito Yrigoyen -el 30 de julio de 1893-, desde Azul en toda la provincia de Buenos Aires, en Corrientes, el 14 de agosto, dos días después de la renuncia de Aristóbulo del Valle, un movimiento radical derrocó al Gobernador, y si bien fue inmediatamente intervenida, el gobierno revolucionario resistió. Este hecho hizo que Leandro N. Alem considerase que, lejos de haber sido derrotada, la revolución estaba todavía latente y solo faltaba una chispa que la reactivase. Muchos de sus hombres hicieron denodados esfuerzos para lograr los objetivos planteados.
Sin embargo, la revolución fue vencida en todo el país.
El 1 de octubre Alem fue capturado y encerrado con cientos de revolucionarios, para permanecer preso por meses. Así, también, se inició el exilio de centenares de radicales…


Ene de ´nada´


Leandro Alem y Martín Torino estuvieron confinados durante tres meses en un buque de guerra, siendo deportados a Montevideo después de vencido ese plazo. Precisamente, en aquella ciudad uruguaya, intentó develar un curioso misterio que se cernía sobre su amigo.
Bautizado como Leandro Alen, ya en la universidad, cambió su apellido para atenuar la permanente discriminación que sufriera por el recuerdo de su padre: siempre fue “el hijo del ahorcado” o “el hijo del mazorquero”. A tal fin reemplazó la ene final de su apellido, por una eme. Simultáneamente diseñó su firma como “L. n. Alem”,  agregando una ene minúscula entre las dos mayúsculas correspondientes a su nombre y apellido de bautismo.
Hallándose exiliados, Alem le pidió a Torino que le hiciera imprimir unas tarjetas personales. Martín le preguntó qué significaba esa n minúscula junto a la L inicial. Y él le respondió: “Quiere decir nada”.
En verdad, la ene era la inicial de Nicéforo.
Para entonces, el doctor Torino ya notaba el ánimo de su amigo un tanto quebrantado. Sus esfuerzos no estaban dando los frutos que esperaba. Y para peor, sus recursos económicos comenzaban a menguar aceleradamente. E inclusive, empezaba a ver como viejos aliados retaceaban su apoyo…


Entre el campo y la política


Durante algún tiempo, Martín Torino fue secretario privado del abogado, político y diplomático radical Bernardo de Irigoyen. Con él, además, compartía otra pasión: la cría de lanares. De Irigoyen, habiendo heredado modestas tierras de su padre, alejadas de la ciudad de Buenos Aires, consiguió un préstamo mediante el cual desarrolló una explotación ovina, que creció a tal punto que al cabo de unos años contaba con negocios agropecuarios sumamente diversificados. Por tal motivo, se lo considera uno de los pioneros de la producción y exportación de lana a partir de la oveja.
En 1895, Torino fue diputado por la Capital Federal, donde su actuación por demás significativa y sus numerosas y patrióticas campañas políticas, dieron margen a la construcción de los primeros acorazados argentinos, el Garibaldi y el “Pueyrredón”. Se deben también a sus iniciativas el viejo edificio de la Morgue y la Escuela de Higiene Experimental de Córdoba.


Hasta el último momento…


El 29 de enero de 1896 falleció imprevistamente Aristóbulo del Valle, condiscípulo de Alem en la Universidad. Los mismos ideales, cárcel y destierro unieron a Alem con sus seis mejores amigos. Entre reuniones políticas, proyectos y desencantos transcurrió el otoño.
La salud de Alem se deterioraba rápidamente. Los amigos lo notaban alarmados. Acarreaba enormes pesares. La disgregación del partido, la actitud de su sobrino Hipólito, las acusaciones de Pellegrini, la calumnia y la pobreza que le impidió concretar su matrimonio con doña Catalina Tomkinson, eran algunas de aquellas desgracias…
El 1 de julio envió breves esquelas a sus amigos: Francisco Barroetaveña, Enrique de Madrid, Oscar Liliedal, Domingo Demaría, Adolfo Saldías y Martín Torino citándolos a su casa. Cuando estaban todos reunidos, Alem les dijo que iba a salir por cinco minutos. Pero la espera se alargó. Subió a un coche en la puerta de su casa y le indicó al cochero que lo llevase al Club del Progreso. Cuando llegaron a destino, Alem se había suicidado. El cochero no oyó el disparo, amortiguado por el trote del caballo sobre los adoquines. En un bolsillo encontraron un papel: “Perdónenme el mal rato pero he querido que mi cuerpo caiga en manos amigas”. La situación vivida fue muy dura e impactante para todos ellos.


Después de Alem


Desde el año 1897, en que abandonó temporalmente la política, Torino comenzó a dedicarse de lleno al ejercicio de su profesión atendiendo en la Capital Federal. Asimismo, también solía atender pacientes de la zona rural de Entre Ríos, donde su familia poseía campos a los que asistía frecuentemente como a su estancia “de veraneo” en Azul.
Por otra parte, fue vocal de la Comisión de Fomento y Creación de las bibliotecas populares de la República.


Los regalos del Presidente


Alrededor de 1910, el establecimiento “San Nicanor” contaba con unas 3.800 cabezas de ganado vacuno, 2.250 ovinos Lincoln puros por cruza y un número considerable de equinos para diversos servicios.
En amplios locales expresamente construidos, ofrecidos a la división de ganadería de la Nación por el doctor Torino, supieron ser alojados y confiados a su vigilancia y cuidado, dieciséis ovejas y cuatro carneros “Karakul”, ejemplares de los más puros de su raza y únicos en el país, que fueran regalados al Presidente de la Nación, Dr. Roque Sáenz Peña, por el emperador Francisco José de Austria, correspondiendo a la gentileza con que se trató al Dr. Krupp, enviado especial de Imperio Austro-Húngaro a las fiestas del Centenario de la Revolución de Mayo.
Gracias a este valioso obsequio, no se malogró el esfuerzo hecho por el entonces ministro de Agricultura, ingeniero Pedro Ezcurra, para introducir en la República algunos ejemplares de esta preciosa especie de la raza ovina, pues por entonces estaba prohibida su exportación.
Aquellos veinte “pensionistas” de la cabaña del Dr. Torino procedían a su vez de un regalo que hizo el Emperador de Rusia al de Austria-Hungría. Eran todos puros de raza “Karakul”, originaria de Siria, raza que supo extenderse por Rusia, China, Persia, Asia Menor y Arabia, islas Mediterráneas, Grecia, etc.
El vellón de los adultos, mezcla de lana y pelo, se forma en mechas puntiagudas; en los recién nacidos es de color negro fuerte que va aclarándose a medida de su crecimiento hasta tomar en el extremo de las mechas un tono marrón que más tarde se vuelve gris. Según su clase y procedencia, los cueros de corderitos reciben los nombres de Breischwanz, Karakul, Astracán, Persianos, Schiras, Bagdad, Afganistán y Crimeos, siendo los primeros de mejor calidad.
Los campos de Salta y Jujuy, por sus condiciones, resultaban los ideales para el emprendimiento encarado. Sin embargo, el Dr. Torino hizo todo su esfuerzo y logró su objetivo en los pagos azuleños.


Últimos años…


Siendo Senador Nacional por Entre Ríos desde 1917, Torino estuvo decididamente en contra de Hipólito Yrigoyen, y presidió el movimiento anti-personalista en sus primeros pasos.
De hecho, encabezando a un grupo de diputados y senadores alvearistas, en julio de 1924, logró que se decretara “consultar al radicalismo de todas las provincias y Capital Federal mediante un llamamiento” sobre las posibilidades de efectuar una reorganización general del partido con exclusión de las autoridades de aquel entonces. Así comenzó una de las etapas más complejas del radicalismo, produciéndose en su seno un gran cisma, profundo e irreductible. Personalistas y antipersonalistas batallarían hasta descubrir que como reza el “Martín Fierro”, “… si entre ellos se pelean…”, un golpe de Estado culminaría por muchos años con las posibilidades del radicalismo de conducir la Nación
Sin dejar definitivamente su acción política, el doctor Torino presidió la Academia Nacional de Medicina entre los años 1926 y 1928, luego de lo cual siguió ejerciendo su profesión en la Capital Federal a pesar de su avanzada edad.
Durante los veranos, como siempre lo había hecho, volvía a descansar a su estancia en Azul.
           Martín Marcos Antonio Torino falleció a los 91 años de edad, el 27 de febrero de 1955, siendo sepultado en el Cementerio de Olivos.





No hay comentarios:

Publicar un comentario