domingo, 28 de junio de 2020

El homenaje de Azul al general Belgrano

El homenaje de Azul al general Belgrano


Por Eduardo Agüero Mielhuerry


Hasta 1879 las calles de Azul poseyeron numeración romana entre el I y el XXXVI, aclarando que los límites originales del pueblo estaban desdibujados y había otras arterias, pero las mismas quedaron sin ser numeradas ni nominadas por no estar debidamente trazadas.
            El 25 de marzo de 1879, el Presidente de la Corporación Municipal, Federico Julián Olivencia, dictó el Decreto N° 183:

Nomenclatura de calles. La Municipalidad en sesión de la fecha, acuerda y ordena: Artículo único. Las calles que en la actualidad tienen numeración romana se designarán en adelante con los siguientes nombres: Calle: I, Guaminí; II, Carhué; III, Puan; IV, Olavarría; V, Tapalqué; VI, Juárez; VII, 9 de Julio; VIII, Bolívar; IX, San Martín; X, Alsina; XI, Belgrano; XII, Comercio; XIII, Entre Ríos; XIV, Córdoba; XV, Tucumán; XVI, Corrientes; XVIII, Santa Fe; XVIII, Salta; XIX, La Rioja; XX, Jujuy; XXI, Las Flores; XXII, Patagones; XXIII, Maipú; XXIV, Alvear; XXV, Rivadavia; XXVI, Colón; XXVII, Burgos; XXVIII, Buenos Aires; XXIX, Moreno; XXX, 25 de Mayo; XXXI, Necochea; XXXII, Arenales; XXXIII, Rauch; XXXIV, Tandil; XXXV, Dolores; XXXVI, Bahía Blanca”

Buena parte de las denominaciones mencionadas se siguen utilizando en la cuadrícula urbana de la ciudad, algunas desaparecieron y otras fueron reubicadas años más tarde.
La disposición Nº 183 no especifica las causas que llevaron a elegir los nombres referidos, pero se puede deducir repasando la lista que la gran mayoría se corresponden con pueblos del interior bonaerense y provincias. Aunque, como también es evidente, son homenajes a grandes patriotas como los generales José de San Martín y Manuel Belgrano.
En el año 1953, mediante la Ordenanza N° 18, el Intendente Ernesto María Malére pretendió renombrar a todas las calles con un sistema numérico arábigo, correspondiéndole entonces a la arteria el número 25. Pero el sistema no fue aceptado masivamente y cayó en desuso, aunque nunca fue derogada la disposición.


La placa del Centenario


El 20 de junio de 1920, en la esquina de la calle Belgrano y la avenida 25 de Mayo, el intendente radical Abelardo Cano descubrió una placa que reza:
“CALLE GENERAL MANUEL BELGRANO. 3 DE JUNIO DE 1770 – 20 DE JUNIO DE 1820. EL PUEBLO DE AZUL EN EL PRIMER CENTENARIO DE SU MUERTE. 1920.”
El periódico “El Ciudadano”, en su edición del 21 de junio de 1920, narraba:
EL CENTENARIO DE BELGRANO. Su celebración en ésta. Todos los números del interesante programa han sido desarrollados en medio del mayor entusiasmo e inusitado esplendor.- Hacer crónica detallada de los festejos realizados a la memoria del ilustre prócer, cuyo primer centenario de su fallecimiento cumplióse ayer, implicaría proyectar lo que cada habitante capacitado de esta ciudad ha visto con sus propios ojos, aquilatando asimismo en toda su magnitud el éxito que ha caracterizado a cada uno de los números del programa, desarrollado en medio del delirante entusiasmo de la población entera.
Por eso es que, nosotros, en esta breve reseña, para no caer en detalles superfluos, desde luego por demasiado sabidos, nos concretamos a puntualizar únicamente aquellos actos en que personas y entidades tomaron parte y que la prensa, intérprete de los sentires del pueblo, tiene el deber de recalcar, llevándoles el incentivo de su aliento y la expresión del aplauso sincero a quienes que, tan gentil y tan patrióticamente, prestaron su valioso concurso e influyeran por ese medio a que el homenaje del pueblo del Azul alcanzara las magnas proporciones, mil y una vez superiores a las calculadas por los espíritus más optimistas.
En aquel sentido, pues, merece mención especial el bizarro Batallón II de Zapadores Pontoneros, cuya participación directa en todos los actos conmemorativos constituyó la nota netamente patriótica y argentinista, robusteciendo en el corazón de los hijos de este suelo la convicción jamás debilitada de que, todavía y aún por los siglos de los siglos, vive latente y seguirá viviendo el entrañable amor a la patria, a esta patria grande, hermosa y libre que nos legaron nuestros abuelos, forjada su actual grandeza en el yunque de sus abnegaciones, de sus viriles arrojos y de sus sublimes aspiraciones.
Otra nota altamente simpática, sin duda, la dieron las escuelas locales y Colegio Nacional, concurriendo igualmente a todos los actos realizados e imprimiéndoles ese brillo característico, exclusivo don de la infancia y de la juventud, que es todo animación y orgullo y vida, máxime cuando como en esta memorable jornada histórica, ella está bien compenetrada de la finalidad que se persigue y de la importante trascendencia que entrañan esos actos cívicos, tradicionales, en estas latitudes en que parecería que el pulpo de las ideas exóticas tendiera hacia nosotros sus poderosos tentáculos, para hacernos presa de su voracidad insaciable, a título de utópicas redenciones.
El acto de colocación de la placa rememorativa, en la calle General Belgrano y 25 de Mayo, dio margen a uno de los más significativos homenajes en el concierto de los muy sentidos y patrióticos tributados ayer.
En esta ceremonia, como estaba oficialmente anunciado, hizo uso de la palabra el rector de nuestro Colegio Nacional, señor Reynaldo Marín. Pretender, tan siquiera en síntesis, recordar en esta reseña las elocuentes frases del orador, resultaría ardua tarea para el cronista. Baste decir que, aunque sabedores nosotros de la sólida preparación del maestro y hombre de ciencias, al igual de la enorme muchedumbre que lo escuchara en medio de un silencio rayano en religiosidad, hubimos de ser sorprendidos también por la vehemencia de sus palabras, por el regio colorido de las imágenes y la novedad histórica de sus argumentos, al trazar la biografía del prócer, con cuya placa perpetúase entre nosotros su venerada memoria.
Insinuó en uno de sus pasajes el señor Marín, la idea, -que ojala no haya caído en el vacío oficial-, de que el escueto pedestal de nuestra plaza Colón debería ser destinado a sostener una estatua, la de Belgrano, insinuación que fue recibida con una atronadora salva de aplausos, elocuentísima exteriorización popular que no a menester traducirla, pues que con ella sintetizóse la unánime aprobación con que fueron recibidas aquellas sus palabras.
Con esta ceremonia, la última de la tarde de ayer, verdadero broche de oro, clausuróse la serie de los actos recordatorios. A las 12 de la noche, muchas fueron las personas que interrumpiendo toda actividad material, dedicaron íntegramente su pensamiento durante 3 minutos ‘a evocar el espíritu del general Belgrano, para que ruegue a Dios fuente de toda razón y justicia que proteja, por los siglos de los siglos, la inmortal bandera que él creó.’.”.

Un nuevo paseo…


Mediante la Ordenanza N° 15, sancionada el 14 de junio de 1952 y promulgada por el intendente Ernesto María Malére, el día 18 del mismo mes, se designó con el nombre de Plaza General Manuel Belgrano al espacio público ubicado en la manzana comprendida por las calles Santa Fe (actual Amado Diab), Intendente Manuel Castellár, Salta y General Lavalle.
El viernes 20 de junio de aquél año, el diario “El Tiempo” anunciaba los actos y celebraciones que se desarrollarían en esa jornada: “Destacados contornos habrán de alcanzar los actos en celebración del Día de la Bandera. En la plaza San Martín y en el Destacamento Naval Azopardo.- Se celebrará hoy en nuestra ciudad, como en todo el país, el Día de la Bandera, con diversos actos que habrán de adquirir indudablemente destacados contornos. Los actos principales se cumplirán en la plaza San Martín (…). A las 9:30, homenaje a Manuel Belgrano al pie de su busto situado en el Parque Municipal, depositándose palmas en nombre del 2 de Artillería y de la Intendencia Municipal, para luego hacer uso de la palabra, en presencia de autoridades civiles y militares, el teniente Federico Siders, guardándose un minuto de silencio al toque de corneta por un trompa de la unidad local (…) a las 16, inauguración y bendición de la plaza General Manuel Belgrano y su mástil, ceremonia éste última que estará a cargo del señor obispo auxiliar monseñor Antonio José Plaza, entonándose a continuación el Himno Nacional, tras lo cual el teniente Faustino Gómez dirá palabras alusivas a la personalidad del prócer y por su parte el jefe de Obras Públicas de la Municipalidad, agrimensor Floriano M. Riviére, declarará incorporado el nuevo lugar de esparcimiento al servicio público, ejecutándose a continuación la Marcha del Azul (…)”.
Curiosamente, el paseo no tuvo una estatua o busto del General hasta varios años después.
En Azul, durante muchos años, los actos por el “Día de la Bandera” se concretaron en la flamante obra de Francisco Salamone, la plaza General San Martín, a pesar de que ya existía un espacio en homenaje a Belgrano. Y, como corolario, se colocaba una ofrenda floral y se rendía homenaje en el busto emplazado en el Parque Municipal, monumento que muchos años después fuera finalmente trasladado a la actual Plaza que lleva el nombre del ilustre patriota argentino.





sábado, 20 de junio de 2020

Los herederos del general Manuel Belgrano

“Los Belgrano y el Azul”


Los herederos del general Manuel Belgrano


Por Eduardo Agüero Mielhuerry

El 25 de mayo de 1820, Manuel Belgrano recibió en su casa al escribano Narciso Iranzuaga, José Ramón Milá de la Roca, Manuel Díaz y Juan Pablo Sáenz Valiente. Un escribano y tres testigos.
Diez años después de aquella brillante jornada para las Provincias Unidas del Río de la Plata, Manuel Belgrano, uno de los actores principales, estaba postrado en una cama en su casa paterna. Ante el Escribano y los testigos manifestó: “estando enfermo de la que Dios Nuestro Señor se ha servido darme; pero, por su infinita misericordia, en mi sano juicio; temeroso de la infalible muerte a toda criatura e incertidumbre de su hora, para que no me asalte sin tener arregladas las cosas concernientes al descargo de mi conciencia y bien de mi alma, he dispuesto ordenar éste, mi testamento”.
Al principio realizó una extensa profesión de fe cristiana, con invocación de la Santísima Trinidad, de la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica Romana, la Serenísima Virgen María, su amante esposo San José, el Ángel de la Guarda, el Santo de su nombre y demás miembros de la corte celestial. Seguidamente pidió que su cuerpo fuera “amortajado con el hábito de patriarca de Santo Domingo” y que lo sepultaran “en el panteón que mi casa tiene en dicho Convento”. Por otra parte, declaró: “Que soy de estado soltero y que no tengo ascendiente ni descendiente”, aunque en otra foja se ocupó de aclarar que su albacea –su hermano Domingo Estanislao-, “al cual, respecto a que no tengo heredero ninguno forzoso, ascendiente ni descendiente, le instituyo y nombro de todas mis acciones y derechos presentes y futuros”. En otras palabras, encomendaba a su hermano que se ocupara “de lo que pudiera ocurrir”. En verdad, Manuel Belgrano estaba protegiendo a su hija Manuela Mónica del Corazón de Jesús Belgrano. Su primogénito, Pedro Pablo Rosas y Belgrano, tenía su educación y futuro económico asegurados gracias a que de alguna manera lo habían adoptado –aunque la adopción no se estilaba en los términos actuales- Juan Manuel de Rosas y su esposa, Encarnación Ezcurra.
Quien quedaba en una situación desventajosa era su hija natural. En consecuencia, encomendó a través del testamento a su hermano que se encargue de resolver todos los asuntos ligados a la pequeña tucumana que el 4 de mayo había cumplido un año de edad.
No declaró ningún patrimonio, sólo deudores y acreedores. Luego, con las escasas fuerzas que tenía, Manuel Belgrano firmó su testamento fechado una década después de la gloriosa epopeya de 1810.
Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano falleció, a los 50 años de edad, el 20 de junio de 1820.


El primogénito


María Josefa Ezcurra era una jovencita de apenas 16 años, gozosa de una buena posición económica y social, cuando conoció a Manuel Belgrano. Se enamoraron profundamente y mantuvieron una intensa relación entre 1802 y 1803. Sin embargo, su padre la casó con su primo, Juan Esteban de Ezcurra, proveniente de Pamplona de Navarra, (España). Después de nueve años de matrimonio, sin hijos, y disconforme con la Revolución de Mayo, Ezcurra se exilió en su patria. María se negó a acompañarlo y aunque nunca más volvió a verlo, él la nombró su heredera.
Guiada por sus impulsos amorosos, cuando Belgrano fue nombrado General en Jefe del Ejército Auxiliar del Perú, María Josefa partió a buscarlo. San Salvador de Jujuy fue el sitio donde se produjo el anhelado reencuentro en los primeros días de mayo de 1811. Allí permanecieron juntos tres meses.
Posteriormente, María Josefa decidió seguirlo en el Éxodo Jujeño y hasta en la batalla de Tucumán. Sin embargo, la historia de los amantes dio un drástico giro. En octubre concibieron un hijo en San Miguel de Tucumán, donde residieron hasta finales de enero de 1813. Ella tuvo que cambiar su rumbo y abandonar a Belgrano, pues con su avanzado embarazo le resultaba imposible continuar viajando con el agobiante clima norteño.
El niño nació en una estancia de Santa Fe el 29 de julio de 1813 y fue bautizado en la Iglesia Matriz de Santa Fe de la Veracruz. Para evitar la deshonra de María Josefa, que aún se hallaba casada con su primo que residía en Cádiz, su hermana Encarnación Ezcurra y su cuñado, Juan Manuel de Rosas, inscribieron al bebé en el Libro de Bautismos como huérfano bajo el nombre de Pedro Pablo Rosas. Recién al cumplir los 20 años de edad, Pedro fue informado por Rosas sobre su verdadero origen. Desde entonces incorporó su apellido biológico, pasando a llamarse Pedro Pablo Rosas y Belgrano.
Durante el año 1837 Pedro Pablo Rosas y Belgrano se trasladó a Azul y ejerció como Juez de Paz y Comandante del Fuerte San Serapio Mártir, con el grado de Mayor. A fines de ese año pidió ser relevado y se dedicó a administrar sus estancias.
            Durante la década del ’40 nuevamente fue nombrado Comandante de Azul y oficialmente encargado de las relaciones con los indígenas en todo el Sur de la provincia.
En 1841 comenzó una relación sentimental con una joven de Azul llamada Juana Rodríguez, con quien se casó en 1851 en la Iglesia Nuestra Señora del Rosario. Aquí en Azul nacería buena parte de los dieciséis hijos que tuvo la pareja, de los cuales la mitad fallecieron siendo niños.
Después de la caída de su padre adoptivo, siguió siendo el Juez de Paz de Azul, por orden directa del general Justo José de Urquiza. A fines de noviembre de 1852 estaba en Buenos Aires cuando estalló la rebelión del general Hilario Lagos, que pronto dominó gran parte del interior de la provincia y puso sitio a la ciudad de Buenos Aires. La batalla del Rincón de San Gregorio fue una verdadera catástrofe para las tropas que defendían la causa porteña, pues murieron unos mil hombres y casi todos los oficiales fueron tomados prisioneros.
Rosas y Belgrano fue trasladado como prisionero al Cabildo de Luján, y quiso el destino que fuera alojado en la misma celda donde permaneció su padre a fines de 1813, cuando fue procesado por las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma. Un Consejo de guerra presidido por el coronel Isidro Quesada condenó a Rosas y Belgrano a muerte. Pero Lagos no quiso cumplir la orden y lo puso en libertad, considerando la carta que Manuela Mónica Belgrano le entregara pidiéndole por la vida de su hermano “teniendo en cuenta su sangre”.
En 1859, poco después de la batalla de Cepeda, el general Urquiza volvió a avanzar sobre Buenos Aires. Allí organizó la defensa el general Bartolomé Mitre, mientras los jefes de frontera trataban de defenderse de un posible avance desde el sur. Urquiza nombró a Rosas y Belgrano Comandante de armas del sur de la provincia y lo envió hacia esa zona. Éste convenció al Cacique General Calfucurá, para que enfrente al comandante Ignacio Rivas en Cruz de Guerra, pero el ataque fracasó. Enviado por Rosas y Belgrano, el coronel Federico Olivencia tomó la ciudad de Azul. Pero por desentendimientos, todo fracasó. Rosas y Belgrano debió huir, pero fue tomado prisionero en cercanías de Rosario y, a pesar de que algunos oficiales pidieron que fuera ejecutado, su vida fue respetada por órdenes del General Bartolomé Mitre. Además, viendo que estaba ya muy enfermo, lo dejó regresar a Buenos Aires empero con la orden expresa de que no se acerque a Azul.
Pedro Pablo Rosas y Belgrano falleció en Buenos Aires el 27 de septiembre de 1863.


La protegida


En 1812, Manuel Belgrano y María de los Dolores Helguero Liendo tuvieron un casual primer encuentro, en el que él quedó perdidamente enamorado de la joven que desbordaba de belleza.
Debido a los trajines de la guerra, tuvieron que distanciarse pero cuando se reencontraron, vivieron un intenso romance, fruto del cual Dolores quedó embarazada. Belgrano marchó a cumplir con sus obligaciones militares y los padres de Dolores la obligaron a casarse con un tal Rivas. Pero entonces nació la hija de Belgrano y el esposo de Dolores se marchó abandonándolas.
El 4 de mayo de 1819 nació Manuela Mónica del Corazón de Jesús. Debido a la gravedad de su enfermedad y a su delicado estado, Manuel Belgrano solicitó una licencia para atender sus afecciones. Entonces decidió viajar a Tucumán para conocer a su hija.
            En su libro “Manuela Belgrano, la hija del General”, Isaías José García Enciso describe: “El vivir en la casa de los Belgrano y desde luego, a pesar de ser hija natural disfrutar del tratamiento de hija plena y sin distingos, hizo también que Manuela se vinculara con lo más granado y conspicuo de la sociedad porteña. Esto la llevó a participar de reuniones sociales, tertulias y saraos en las casas de mayor renombre y prestigio, como las de los  Altolaguirre, Pueyrredón, Balvastro, Escalada y los Alvear, entre otras.
            En una de esas fiestas  Manuela y Juan Bautista se conocieron.
            La niña poseía una inteligencia poco común. Era fina y delicada, formal y de gran carácter y físicamente tenía el tipo de los Belgrano. Un cuadro de ella, pintado por el célebre Prilidiano Pueyrredón, actualmente en poder de la Sra. Casiana Belgrano, descendiente directa de Manuela Mónica y por ende, del mismísimo Gral. Manuel Belgrano, nos muestra el parecido con este, su padre.
            Alberdi era un joven brillante, notable abogado, culto y  prometedor, animador de las fiestas y saraos ejecutando el clavicordio.  Lo que se dice un gran partido, al que aspiraron muchas niñas quedando solo en el suspiro, o en el romance furtivo.  Era mayor que Manuela en nueve años.
            Todo indica que entre los jóvenes hubo una primera atracción, que llevó a posteriores visitas en la casa donde vivía la niña.
Lo cierto, es que después de un corto tiempo se dieron cuenta que no congeniaban y que una pareja entre ellos no era viable ni conveniente. Y entonces lucidamente cortaron. Por cierto que en muy buenos términos, porque esa primera relación se transformó en una amistad cortés y considerada.”.
El 30 de mayo de 1853, Manuela Mónica contrajo matrimonio con Manuel Vega Belgrano, sobrino nieto del creador de la Bandera y un importantísimo comerciante radicado en Azul, con quien tuvo seis hijos de los cuales sobrevivieron: Gregoria Flora, Manuel Félix y Carlos Miguel.
Manuela Mónica del Corazón de Jesús Belgrano falleció a temprana edad, en Buenos Aires, el 5 de febrero de 1866.





El presente artículo es una síntesis del capítulo correspondiente del libro a editarse “Los Belgrano y el Azul”, trabajo Declarado de Interés Cultural y Educativo por Resolución 4.412/2020 del Concejo Deliberante de Azul.

jueves, 18 de junio de 2020

RESOLUCIÓN DEL CONCEJO DELIBERANTE

RESOLUCIÓN NÚMERO 4.412

EXPEDIENTE N° 14.312/2020 C.D. (Archivo N° 125/2020). CONCEJALES DEL PARTIDO DE AZUL. Elevan proyecto de Resolución ref. Declarar de Interés Cultural y Educativo el libro del escritor azuleño Eduardo Agüero Mielhuerry denominado “Los Belgrano y el Azul”.


VISTA la publicación de la nueva obra literaria del escritor azuleño Eduardo Agüero Mielhuerry, denominada “Los Belgrano y el Azul”.

Y CONSIDERANDO
Que a través del Decreto 2/2020, publicado en el Boletín Oficial el día 3 de enero, el Presidente de la Nación declaró al 2020 como “Año del General Manuel Belgrano”, en concordancia con la conmemoración del 250° aniversario de su natalicio y los 200 años de su fallecimiento.
Que sobre el General Manuel Belgrano se ha escrito mucho a lo largo de la historia. Sin embargo, un aspecto notoriamente desconocido es el de su entorno familiar y principalmente el referido al de su descendencia directa.
Que justamente, Eduardo Agüero Mielhuerry, a través de su nuevo libro “Los Belgrano y el Azul”, muestra a la luz de sus investigaciones los vínculos de la familia del gran patriota argentino con Azul.
Que el General fue protagonista de dos romances intensos. María Josefa Ezcurra y María de los Dolores Helguero Liendo fueron, respectivamente, las madres de Pedro Pablo y Manuela Mónica, frutos de aquellas pasiones.
Que el primogénito –adoptado por su tío Juan Manuel de Rosas-, Pedro Pablo Rosas y Belgrano, vivió en Azul, siendo su Juez de Paz y Jefe de la Frontera Sur durante casi dos décadas. Aquí contrajo matrimonio y aquí también nacieron varios de sus hijos.
Que posiblemente por nuestros pagos haya andado Manuela Mónica Belgrano, la hija tucumana de uno de los principales impulsores de la Revolución de Mayo y vocal de la Primera Junta.
Que aquí vivió y se convirtió en un importante comerciante Manuel Vega Belgrano, sobrino nieto y a la postre yerno del mentor y ejecutor del “Éxodo jujeño”. También fue Presidente de la Corporación Municipal de Azul y algunos obsequios suyos aún se preservan en la actual Catedral “Nuestra Señora del Rosario”.
Que uno de los hijos de Manuela Mónica y Manuel Vega Belgrano, Carlos Vega Belgrano, fue mecenas y un personaje reconocido de la cultura nacional. Fue Comisionado de Azul en uno de los momentos más álgidos de su historia.
Que la plaza “General Manuel Belgrano” supo tener un busto obsequiado por el Instituto Belgraniano de la ciudad de Buenos Aires. Asimismo, dicha pieza fue apadrinada por Mario Carlos Belgrano, descendiente directo del vencedor de las batallas de Salta y Tucumán.
Que una calle céntrica, establecimientos educativos y otras tantas expresiones, perpetúan en nuestra ciudad la memoria del creador de la Bandera.
Que en la actualidad, descendientes del General viven entre nosotros y otros tantos nos visitan con frecuencia.
Que en definitiva, en pocas líneas, muchos son los motivos para descubrir en “Los Belgrano y el Azul” -que en el corriente año será presentado en sociedad- los estrechos vínculos de la familia del patriota con nuestra comunidad.
Que para la comunidad en general y para la historia de la ciudad en particular, el libro guarda un trabajo abordado desde distintas disciplinas y con la participación de diversos actores, como el ingeniero agrónomo Eduardo Luis Farina, Claudia Uberuaga y Miriam Conte, y los fotógrafos Ignacio “Nacho” Correa y Lorena Giansanti Splendiani. Asimismo se contó con el asesoramiento y acompañamiento de los historiadores Norma Iglesias y Alberto Sarramone.
Que el prólogo del trabajo fue redactado por Manuel Belgranopresidente del Instituto Belgraniano- y Andrea Belgrano, choznos nietos del General.
POR ELLO, en uso de sus atribuciones
EL PRESIDENTE DEL CONCEJO DELIBERANTE DEL PARTIDO DE AZUL
RESUELVE

PRIMERO.- DECLARAR de Interés Cultural y Educativo el libro del escritor azuleño Eduardo Agüero Mielhuerry denominado “Los Belgrano y el Azul”.

SEGUNDO.- LA presente iniciativa se dicta ad referéndum de este Concejo Deliberante, para ser convalidada en la próxima sesión ordinaria a llevarse a cabo el 7 de julio del corriente año.

TERCERO.- COMUNICAR al Departamento Ejecutivo.
DADA en la ciudad de Azul, provincia de Buenos Aires, a los dieciocho días del mes de junio de dos mil veinte.

18/06/2020.cap-




martes, 16 de junio de 2020

De "Los Belgrano y el Azul"

Las plantas en el Escudo familiar de los Belgrano
Síntesis del capítulo homónimo del libro “Los Belgrano y el Azul”
Por el Ing. Agr. Eduardo Luis Farina


Doménico Francesco Gaetano Belgrano y Peri nacido en Oneglia (actual ciudad de Imperia), región de Liguria (Italia) y radicado en Buenos Aires fue el fundador del linaje argentino de los Belgrano, casado con María Josefa González Casero tuvieron 16 hijos entre ellos Manuel, prócer de la patria y creador de nuestra bandera.
El apellido Belgrano, según una antigua publicación italiana, procede de un elogio hecho a unos agricultores por el monarca en un modesto reinado de la antigua Liguria; éste tuvo un encuentro con unos productores rurales de la zona y al observar el producido de sus cosechas expresó a viva voz “¡Que bel grano il tuo!”, de ahí la presencia del trigo como elemento principal del blasón familiar.
El Escudo de Armas posee: un campo rojo, tres espigas de trigo plantadas en un terreno verde, un fondo azul con tres flores de lis amarillas, en la parte superior una corona con cuatro florones y otras tantas perlas y como adorno complementario lambrequines (que representan a una tela cortada con forma de hojas de acanto) con los colores del escudo.
El trigo es una hierba de duración anual de la Familia Gramíneas, posee flores dispuestas en espiguillas que en conjunto forman una espiga.
La flor de lis no es una planta sino la representación artificial de la flor del lirio, posiblemente del lirio azul, hierba de duración perenne perteneciente a la Familia Iridáceas, se la asocia particularmente con la monarquía francesa ya que el rey Luis VII sería el primer soberano en adoptarla como parte de su emblema real, incorporándola a su escudo sembrado de flores de lis de oro sobre campo azul, convirtiéndose en la flor de Louis que fue transformándose posteriormente en flor de lys o flor de lis. También se ha utilizado en escudos de España, Inglaterra e Italia.
             El acanto es un una hierba de duración perenne perteneciente a la Familia Acantáceas, posee hojas grandes, arrosetadas y divididas, sus flores son blancas (ocasionalmente con tintes morados) dispuestas en espigas erguidas, en La Argentina es conocida comúnmente como cucaracha.












El ingeniero agrónomo Eduardo Luis Farina agradece la ayuda brindada por el heráldico y artista realizador de escudos Rolando Ýñigo-Genio.

domingo, 14 de junio de 2020

Manuel Vega Belgrano, comerciante

Los Belgrano y el Azul


Manuel Vega Belgrano, comerciante


Por Eduardo Agüero Mielhuerry


Manuel Vega Belgrano nació en Buenos Aires en 1813. Fue hijo del portugués Claudio Vega Torres y Josefa Belgrano Melián. Ambos contrayentes eran parientes; sin embargo, no se conoce ciertamente la filiación de Josefa. Algunos indican que era hija de Joaquín Cayetano Lorenzo Belgrano González –hermano del General- y de Catalina Melián y Correa, pero no se ha hallado documentación que confirme dicha afirmación. Otros sostienen que ese matrimonio no tuvo hijos biológicos y sí se ocuparon de la crianza del hijo sacrílego del canónigo Domingo Belgrano, Joaquín Eulogio Estanislao Belgrano. De acuerdo a estas posibilidades, de todas maneras, Manuel Vega Belgrano terminaría siendo a la postre sobrino nieto y/o yerno del general Manuel Belgrano.
Siendo muy joven, en 1836, Manuel se radicó en los incipientes pagos del Azul, donde abrió una pulpería para lo que obtuvo licencia, según consta, el 29 de julio de aquél año. Y luego un almacén de ramos generales, al que seis años después logró adquirir, teniendo patente en 1848.
Casi inmediatamente a su actividad comercial, comenzó a desarrollarse como productor agropecuario tanto en Azul como en lo que años más tarde sería el Partido de Olavarría, en la zona cercana entre Nieves e Hinojo.
Las suertes de estancia Nº 59 (“Las Catalinas”), 67, 213 y 274 alguna vez pertenecieron a Manuel Vega Belgrano. También él fue uno de los primeros interesados en la suerte de estancia Nº 70, más conocida posteriormente como “La Chumbeada”, solicitando a las autoridades pertinentes “para ubicarse”, tal como se expresaba por entonces la intención de poblar extensiones pertenecientes al Estado, aunque finalmente se mandó a escriturar en 1879 a favor de Andrés Fernández por transferencia de los herederos de Tiburcio Martínez.
Con su sencillo accionar y su don de gente, sumando su íntima amistad con Pedro Pablo Rosas y Belgrano –que en un futuro se convertiría en su cuñado-, logró cultivar estrechas relaciones entre los azuleños, quienes lo vieron contribuir con las más variadas propuestas que se ejecutaban en el pueblo. De hecho, vale como ejemplo de su vocación de servicio el hecho de que después de Caseros cedió gratuitamente su casa en Azul para Juzgado de Paz. Y, además, solicitó al gobierno provincial que los $300 que le correspondían por el alquiler fueran afectados a la construcción de una escuela.
Debido a su actividad comercial, Manuel viajaba con frecuencia entre Buenos Aires y Azul. Según sostienen, en aquella primera ciudad, habría sido el propio Pedro Pablo Rosas y Belgrano quien le presentó a su hermana paterna Manuela Mónica.


Amor…


Se desconoce cuánto tiempo duró el noviazgo entre Manuel y Manuela Mónica, pero lo cierto es que cuando ella contaba con 34 años de edad y él 40, el 30 de mayo de 1853, contrajeron matrimonio.
Tuvieron seis hijos: Gregoria Flora “Florita”; Manuel León; Manuel Félix; Carlos Manuel Silvano; Josefa Luisa Nicolasa; y Máxima Josefa del Corazón de Jesús “Pepita”.


Un nuevo templo para el Azul


El segundo edificio de la Iglesia de Azul, en evidente estado de ruina, fue de muy precaria construcción y no duró más de veinte años. Esta situación llevó al Jefe del Ejército de la Frontera Sud, general Manuel Escalada (cuñado del general José de San Martín), a plantear la necesidad de una nueva edificación.
            El presbítero Eduardo Martini, de nacionalidad italiana, llegó a Azul en febrero de 1862, coincidiendo su arribo con la conformación de una nueva Comisión “Pro Templo”, la que traería nuevos aires a la obra. La misma estaba constituida de la siguiente manera:

            Manuel B. Belgrano (Presidente), Eduardo Martini (Cura Párroco), Vicente Pereda, Alejandro Brid, Martín Abeberry, Juan Lartigo, Marcelino Riviére y Aureliano Lavie”.
           
El arquitecto Aurelio López Bertodano fue el director de la obra. El cura Martini informa a la Municipalidad que habiendo hecho traer de Europa candelabros, evangelios, cruces y flores, “adornos indispensables para solemnizar con decoro las funciones religiosas, y estando en la imposibilidad de sufragar los gastos que demanda la compra de dichos adornos, espera que la generosidad de la Corporación Municipal le facilite los fondos necesarios para tan laudable objetivo”.
            Aunque inconcluso, el nuevo templo fue inaugurado, según consta en el Libro de Actas de la Iglesia, el día 25 de marzo de 1863.
Aquél miércoles, con la celebración de la Santa Misa a las 11:30 de la mañana, fue bendecida la nueva parroquia azuleña.
El padre Eduardo Martini encabezó la celebración de la que participaron los miembros de la Comisión “Pro Templo”, de las fuerzas armadas, y numerosos vecinos.
La Comisión había estado encargada de la ornamentación interior, habiéndose comisionado Vicente Pereda para que adquiriera en Buenos Aires el altar de madera, tallado, y un púlpito del mismo estilo. La Municipalidad había contratado tallistas y doradores para la colocación y retoque del nuevo altar, donde había sido colocada la imagen de Nuestra Señora del Rosario, traída desde Italia por el Padre Martini, la misma que aún hoy preside el Altar Mayor de la actual Catedral.
El presidente de la Corporación Municipal y, al mismo tiempo, presidente de la Comisión “Pro Templo”, Manuel Vega Belgrano, dirigió finalmente algunas palabras a los presentes en el atrio de la iglesia, al tiempo que lo saludaban y felicitaban por el logro alcanzado.
El día de la inauguración parcial del tercer templo, lucían relucientes las flamantes Pila Bautismal y Fuentes de Agua Bendita donadas por el propio Manuel Vega Belgrano. Las piezas de  mármol veteado beige oscuro y blanco -que años más tarde fueron colocadas en la actual Catedral-, tienen la leyenda:

OBSEQUIO DE MANUEL B. BELGRANO-1863”

Cabe aclarar que el respetado vecino escribía Vega Belgrano o Bega Belgrano indistintamente.
El templo, en principio, “debió ser de tres naves, cinco altares, dos torres, techo de tejas, cielorraso de madera y piso de baldosas, con lumbreras o claraboyas y poseía un coro”. Nunca alcanzó a terminarse y poco antes de que se cumpliera una década de su construcción comenzó a mostrar graves problemas en los techos. De todas maneras se mantendría en pie hasta 1899, año en que se la demolería para dar lugar a la actual Catedral.


Los Catriel


Tras el fallecimiento de “El Viejo” Catriel, su sucesor fue su hijo mayor, también llamado Juan, conocido como “El Joven”.
Sus años de cacicazgo fueron conflictivos al igual que los de su padre, tocándole ver como sucesivamente los pueblos originarios iban siendo diezmados en reiterados enfrentamientos con “los blancos” quienes, sin prisa pero sin pausa, corrían lentamente las fronteras “un poco más allá”. De todas maneras, entre los representantes de los pueblos originarios pacíficos, que aceptaban las nuevas reglas de la civilización para contar con las garantías pactadas que salvaguardaban a sus tribus, se hallaba el cacique Juan “El Joven” Catriel.
Los catrieleros mantenían un fluido intercambio de productos con los azuleños y Manuel Vega Belgrano era uno de los principales representantes de los comerciantes del pueblo. De hecho, mantenía alguna correspondencia con el Cacique y, más allá de las formalidades, expresiones como “Mi estimado hermano” o “su hermano y amigo y S.S.S.” vertidas por la principal figura de la tribu -que se hallaba radicado en el Arroyo Nievas hacia 1864-, marcan el estrecho vínculo entre ambos.
El cacique Juan “El Joven” Catriel, en 1866, poco antes de su fallecimiento, dejó como heredero de su cacicazgo a su hijo mayor Cipriano con la aprobación de su tribu. El nuevo Cacique mantuvo el vínculo con Vega Belgrano y se mostró mucho más afín a las “comodidades” de la vida en el poblado, estrechando lazos con otros tantos azuleños.


Entre Azul y Buenos Aires…


Cuando enviudó, en 1866, dispuso que sus dos hijos, Manuel y Carlos, se sumaran al Seminario Inglés. Mientras que su hija “Florita” quedó al cuidado de sus primas Flora y Josefa. Él continuó viajando entre Azul y Buenos Aires…
Ante la inminente invasión que realizaría el cacique Calfucurá, tres vecinos en particular del Azul colaboraron con el general Ignacio Rivas. Inmediatamente el General procuró reforzar sus tropas recibiendo la ayuda de Manuel Vega Belgrano, Vicente Pereda y el doctor Alejandro Brid, quienes aportaron importantes sumas de dinero para dotar a las tropas de caballos y otros insumos.
Finalmente, gracias a la importante colaboración que recibiera, el general Rivas resultó vencedor de las tropas de Calfucurá, en la que se conocería como Batalla de San Carlos de Bolívar, desencadenada en 8 de marzo de 1872.


¡Adiós!


          Manuel Vega Belgrano falleció el 28 de febrero de 1875. Fue sepultado en el Cementerio de la Recoleta. Había nombrado albacea testamentario a Luis Belgrano Ramos y tutor de sus hijos menores.




(Museo Squirru)
Manuel Vega Belgrano




domingo, 7 de junio de 2020

Periodista, comisionado de Azul y nieto de Belgrano

Periodista, comisionado de Azul y nieto de Belgrano



Por Eduardo Agüero Mielhuerry


Carlos Manuel Silvano Vega Belgrano y Belgrano nació en Buenos Aires el 2 de diciembre de 1858. Sus padres fueron Manuela Mónica Belgrano y Manuel Vega Belgrano, hija y sobrino nieto, respectivamente, del General Manuel Belgrano.
Perdió a su madre cuando apenas tenía 7 años. Sin embargo, a pesar de las prolongadas ausencias de su padre -quien comerciaba en Azul-, éste le aseguró una buena formación y educación, enviándolo al Seminario Inglés.
Fundó y dirigió con Gregorio Uriarte “El Plata literario”, en 1875. Ese mismo año, falleció su padre, dejándole a él y sus hermanos (Manuel y “Florita”) una considerable fortuna que les garantizó el porvenir.
En 1877 viajó a Europa. Estudió en París, Francia, y en Heidelberg y Bonn, Alemania, a cuyas universidades concurrió.
En 1885 se integró a la delegación nacional en Berlín, que estaba a cargo de Carlos Calvo (el autor del “Antiguo Nobiliario del Río de la Plata”).
Estando en el “viejo continente” escribió “Pensamientos”.  La obra fue publicada en Hamburgo, en 1890, en dos volúmenes, siendo muy bien recibida por la crítica en general y especialmente elogiada por el reconocido onegliense Edmundo D’Amicis.
Fue cónsul general entre 1886 y 1891.
Al regresar al país se consagró al periodismo y comenzó su actuación como excepcional mecenas de escritores y periodistas. Gracias a su intervención, el nicaragüense Rubén Darío pudo publicar “Prosas Profanas”.


“El Tiempo”


En 1894 (y hasta 1913) comenzó a editar el diario “El Tiempo”, de tendencia radical. Allí transcribía notas de diarios especializados de Europa, que traducía del francés, inglés, italiano, alemán y hasta del ruso.
En la afamada “Caras y Caretas”, en la edición del 28 de julio de 1900, se daba una auspiciosa noticia con simpáticos detalles:
“…Este importante diario, fundado en Octubre de 1894, por su actual director, señor Carlos Vega Belgrano, ha instalado su imprenta y oficinas en la gran casa próxima á la que antes ocupaba en la calle Piedad, traslado que reclamaban las mejoras materiales en él introducidas. (…) A los progresos realizados por ‘El Tiempo’, que han exigido su traslado, debe añadirse la instalación de una máquina rotativa Derrier, que empezará á funcionar próximamente, y que alcanza á tirar quince mil ejemplares por hora. Nos congratulamos de la prosperidad de nuestro colega haciendo votos por que ésta siga en aumento.”.
                Además de darle muchas satisfacciones y unos cuantos dolores de cabeza, el diario se llevaría su fortuna…
En abril de 1902, Carlos compró en Azul una propiedad en Mitre 431, entre Burgos y Colón.


Los tiempos duros…


En enero de 1905, el Dr. Ángel Pintos fue electo intendente de Azul por el “Comité Popular” -de extracción mitrista-. Aquellos conflictos que siempre habían estado latentes durante la administración de Federico Urioste -quien con su carácter conciliador había logrado en algunos momentos apaciguar los ánimos-, se desencadenaron cuando los férreos opositores decidieron solicitar la impugnación de las elecciones ante la Justicia del Crimen.
El Juez de Paz dictó una rápida sentencia que no fue acatada por el flamante Intendente, quien en agosto fue injustamente detenido y “conducido preso por las calles”, pretendiendo menospreciar y vapulear su imagen pública.
Finalmente, el 14 de octubre de aquel año, Pintos renunció a su cargo asumiendo interinamente como intendente Eufemio Zavala y García (que había sido elegido Presidente del Concejo). Pero la situación continuó deteriorándose hasta que el 24 de junio de 1906 se llamó nuevamente a elecciones, ganadas una vez más por el afamado médico.
Tras numerosas idas y vueltas judiciales, se designó a Manuel Aztiria como intendente y a Eufemio Zavala y García como Presidente del Concejo Deliberante. Sin embargo, la Suprema Corte de Justicia de la provincia de Buenos Aires designó como Comisionado de Azul a Carlos Vega Belgrano.


El día funesto


El 26 de noviembre se realizó una nueva sesión en el recinto del Concejo, la cual tomó un rumbo insospechado y dramático.
Tal como lo había establecido el comisionado Vega Belgrano, a las 15 horas, en el Palacio Municipal comenzaron a reunirse los municipales convocados para constituir la municipalidad de acuerdo a lo establecido por la Suprema Corte de Justicia bonaerense. Uno a uno arribaron Eufemio Zavala y García, Bernardo Guiraut, Manuel Aztiria, Luis Saint Germes, Gumersindo L. Cristobó, Ángel G. Toscano, Pacomio F. Ávila, Hipólito V. Dhers, Luis J. Cornille, entre muchos otros vecinos. 
Cuando el recinto estaba colmado y apenas se habían iniciado las formalidades, sin ningún fundamento salvo un absurdo entredicho, uno de los presentes -identificado con “la barra” opositora ligada a los hermanos Manuel y Evaristo Toscano- comenzó a disparar con un arma de fuego a mansalva.
Un confuso griterío, corridas y balazos por doquier configuraron una escena que dejó perplejo al comisionado Carlos Vega Belgrano. Enmudecido, apenas atinó a socorrer a Paulino Rodríguez Ocón, quien cayó a su lado herido en una pierna.
Más allá también fueron heridos Gumersindo L. Cristobó, Juan Bosch y Luis Cornille.
Cuando los ánimos se calmaron, abatidos sobre amplios charcos de sangre se hallaban los cuerpos sin vida de Miguel “Marota” Biggi (quien inició los disturbios) y el presidente del Concejo, Zavala y García.
La policía, que arribó “tarde”, se llevó a varios detenidos. Días después, el comisario Luis Aldaz fue convocado otra vez para reimplantar el orden en la ciudad.
Aquellos que habían sido detenidos por la policía fueron liberados lenta y sucesivamente.
El periódico “El Imparcial”, el viernes 28 de diciembre de 1906, daba la noticia de la renuncia del Comisionado y su alejamiento de la ciudad. Jugando a ser ingenuo, el periódico se manifestaba desconocedor de las razones que lo motivaron a renunciar. Sin embargo, después de lo acontecido en noviembre, a pocos días de su arribo a la ciudad, el alejamiento de Vega Belgrano era más que entendible.


Por la cultura…


En varias oportunidades, Carlos Vega Belgrano presentó su candidatura a diputado nacional, pero no fue electo.
Fue Presidente de la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares. En 1907, Joaquín V. González lo nombró bibliotecario de la Universidad de La Plata, cargo que mantuvo hasta su fallecimiento.
Entre aquél año y 1915 fue miembro del Consejo de Educación de la provincia de Buenos Aires. Además, en 1910 fue nombrado Director General de Escuelas.
Asimismo, fue presidente del Círculo de la Prensa, presidente de la biblioteca municipal, presidente de El Ateneo, vicepresidente de la conferencia pedagógica de Córdoba y de la Sociedad de amigos de la educación. Y colaboró asiduamente en periódicos y revistas.
Viejo y en la pobreza, Carlos recompensaba su parvo sueldo de bibliotecario llevando cada día en su viaje por tren a La Plata una parte de sus libros, que donaba a la biblioteca universitaria.
Alguna vez, el escritor (también pintor y diplomático) Emilio Lascano Tegui o Vizconde de Lascano Tegui, escribió: “Plantear la figura de Carlos Vega Belgrano como la de un gran periodista de la época de oro de Buenos Aires sería mezquino. Pero es en parte culpa suya. Es en la prensa donde ha señalado — a pesar suyo y de esa su gran modestia que lleva coquetamente a caballo de sus lentes — su extensa obra de cultura nacional. Ha sido un alto educador, un educador literario. (…) ‘El Tiempo’ fue el diario más prestigioso de la prensa de la tarde. El más leído. El más gustado.”


El final…


Soltero y sin hijos, Carlos Manuel Silvano Vega Belgrano falleció el 19 de abril de 1930.

Los miembros del Círculo de la Prensa le hicieron guardia de honor en la capilla ardiente, junto con los integrantes de la Liga Nacional de Educación.



El presente artículo es una síntesis del capítulo correspondiente al libro “Los Belgrano y el Azul” que el autor de la nota editará antes de fin de año.





Carlos Vega Belgrano