domingo, 28 de febrero de 2021

El "mago" de las acuarelas

                     El “mago” de las acuarelas

  

Por Eduardo Agüero Mielhuerry

      

Alberto Carlos Otero Maffoni nació en Azul el 21 de septiembre de 1920. Fue el único hijo del matrimonio conformado por Manuel Otero (oriundo de Tandil, hijo de inmigrantes españoles) y Teresa Maffoni (azuleña, descendiente de inmigrantes italianos), quienes se habían casado poco antes, el 20 de diciembre de 1919 en la Iglesia Nuestra Señora del Rosario de Azul.

Alberto fue bautizado el 7 de mayo de 1923 -en el mismo templo en que se casaron sus padres-, y sus padrinos fueron sus abuelos maternos, Dionisio Maffoni y Luisa Guerci de Maffoni.

Siendo muy pequeño, su familia se trasladó a la ciudad de Tandil. Estudió en el Colegio “San José”, el primer establecimiento católico de varones de la serrana ciudad y la primera obra de los Hermanos de la Sagrada Familia de Belley, en la Argentina.

Aunque no lo demostrara asiduamente, Alberto poseía una condición innata para el dibujo, captando minuciosos detalles de su entorno. También percibía y reproducía en papel y lápiz con gran ductilidad una amplia variedad de colores y tonalidades.

Alberto comenzó a pintar asiduamente hacia 1936, cuando circunstancialmente descubrió todo un universo de experiencias a través de óleos y pinceles. Todo comenzó un día de lluvia, cuando salía del colegio rumbo a su hogar y decidió deambular con algunos compañeros hacia el Parque Independencia, a unas cuadras de su establecimiento educacional.

En una amplia terraza del paseo, donde se encontraban los tradicionales jardines ornamentados con coníferas y canteros de estilo italiano cultivados con variadas especies florales, Carlos tuvo un encuentro decisivo, a tal punto que cambiaría el rumbo de su vida. Allí estaba el inmigrante francés José Rayú, un excelente floricultor que denodadamente trabajaba en el Parque desde su creación. El cielo estaba cubierto y el ambiente húmedo, por lo que el jardinero se hallaba seleccionando semillas porque no podía trabajar en los canteros por el agua. Alberto observaba unas flores y expresó: “¡Qué lindas son!”, a lo que el trabajador le respondió: “Las flores hay que verlas en París”, y recalcó: “Ni a pincel se puede hacer una flor como las de Francia…”.

Alberto siguió paseando con sus amigos, pero la última frase que pronunció Rayú quedó retumbando en su cabeza. A media tarde, ese mismo día, el joven compró un pincel y tubos de óleo. Así, buscando rebatir aquello de “Ni a pincel…” empezó su carrera en la pintura, anhelando perfeccionarse en cada pincelada.

A los dos años realizó su primera muestra de variados óleos, pero no quedó conforme con el resultado y se sintió frustrado, aunque no dejó de pintar.

 

Primeros pasos…

 

Durante muchos años trabajó con óleos desarrollándose en dicha técnica porque sus docentes se la recomendaban, pues resulta mucho más práctica al momento de hacer cualquier corrección. Entre sus maestros estuvieron el pintor y grabador de Tres Arroyos –radicado en Tandil-, Guillermo Teruelo, sobrino del afamado olavarriense Dámaso Arce, y el tandilense Ernesto Rafael Valor, alguna vez nombrado como el “poeta del paisaje”.

Teruelo, “el más expresionista de la época”, marcó los primeros pasos de Alberto. En el mismo sentido, consustanciados con el paisaje de Tandil, sus sierras y sus árboles, sus pájaros y su cielo, Valor acostumbraba salir a la calle con sus alumnos, con sus pinceles, con su sombrero de siempre y su toscano en la comisura de sus labios, para captar con aptitud inigualable las pequeñas casas al borde del camino, las variaciones de la luz en días de tormenta, el sol mañanero alumbrando el sendero entre las hojas, alguna figura humana devorada por la luz y el color. Con él, Alberto comenzó a desenvolverse plenamente, concibiendo para sus obras infinidad de paisajes urbanos o rurales que luego se verían reflejados también en acuarelas.

A medida que pasaban los años, Alberto también se vinculó con otros pintores y supo ser un ferviente admirador de Pío Collivadino (1869-1945, pintor, grabador y escenógrafo argentino) y Tito Soubidet (1891 – 1943, acuarelista nacido en Tapalqué, que residió en Azul y dictó cátedras de pintura en Francia).

También contó entre sus docentes en la Escuela Nacional de Bellas Artes “Prilidiano Pueyrredón” de la ciudad de Buenos Aires a tres artistas destacadísimos. Por un lado el reconocido Enrique de Larrañaga (1900-1956), con quien se hallaba emparentado, que dejando atrás temas españoles pasó a ocuparse de paisajes y temas circenses. Por otra parte, Alberto María Rossi (1879 – 1965), integrante del “Grupo Nexus” junto a la figura central de Pío Collivadino, pintor cuya obra estaba signada por escenas circenses y payasos, escenas de la vida nocturna y cotidiana, y paisajes urbanos. Y finalmente Roberto Rossi (1896 – 1957), creador de naturalezas muertas y temas de flores que fueron evolucionando desde un realismo hasta una figuración de poético clima, a partir de un dibujo preciso con ricos y precisos colores.

Por fuera de lo académico, Alberto mantuvo una estrecha y profunda amistad con el profesor de Dibujo y Decoración Samuel Mallo López (1905 – 1994).

Como consecuencia de la influencia de estas personalidades del arte, sin lugar a dudas, en sus obras, técnicas y temáticas se hallan claramente las raíces que marcaron la trayectoria del azuleño para convertirlo finalmente en un reconocido acuarelista, destacado por sus paisajes urbanos y rurales y sus mágicos payasos nacidos de pocos y enigmáticos trazos.

 

Arte, arte, arte…

 

A comienzos de la década del ’40 el Frigorífico “La Negra” (Compañía Sansinena de Carnes Congeladas), instalado en Avellaneda, contaba con unas doscientas sucursales en Capital Federal, Gran Buenos Aires, Rosario, La Plata, Mar del Plata, Bahía Blanca y Río Colorado y muchos barrios porteños contaban con una carnicería de la familia Sansinena. Alberto Carlos Otero Maffoni era viajante de la empresa cárnica. Sin embargo, antes de terminar la década, dejó su empleo seguro y productivo y se volcó abiertamente hacia la pintura.

Por entonces retornó a su ciudad natal y conoció a la que poco después se convertiría en su esposa. El 21 de mayo de 1949, Alberto Carlos contrajo matrimonio con la azuleña Juana Lucía Amoroso (hija de José Amoroso y Ana María Cantellucci), en la Iglesia Catedral de nuestra ciudad, ante el cura párroco José Ráed.

La pareja tuvo dos hijos. Primero nació Alberto Manuel, el 1 de junio de 1951 y luego llegó Julio César, que nació el 1 de septiembre de 1960.

Ejercía como profesor en la Escuela de Bellas Artes, pero esto no lo complacía plenamente. Como buen autodidacta, él amaba crear libremente. Después de la creación, a puro instinto y con la música clásica girando en el tocadiscos, el artista armaba un rollo o llenaba una carpeta y salía a la calle a ofrecer su producción, recorriendo no solamente Azul, sino también ciudades como Olavarría, Tandil, Mar del Plata o Buenos Aires e incluso la provincia de La Pampa. Así mantenía el hogar.

Silencioso, recluido y entregado a la laboriosidad diaria de su taller, Alberto dedicó sus acuarelas a ricos motivos, íntimos y cotidianos de la historia de la pintura. Durante su vida hizo un trabajo tan modesto como iluminado.

Munido de talento y concentración, pintó durante casi cincuenta años. En el camino hizo del género una excusa para desplegar su propio mundo de verdades fluidas. Pero lejos de la repetición árida y vacía, Alberto logró plasmar en tintas desde abiertos paisajes serranos o calles empedradas y carruajes, hasta icónicos payasos o simples floreros y algunos escasos barcos.

Sus primeras pinturas, vinculadas con intenciones alegóricas, fueron convencionales, pero si se las observaba bien, las pinceladas rápidas de color sobre el vidrio de un botellón o el asa de una fuente de barro, ya anunciaban lo que vendría.

La pasión obsesiva del artista en colaboración con sus materiales. Alberto tenía sus “días particulares”, con situaciones a veces torpes y alborotadas, y también con momentos inspirados, inspiradísimos, en especial con el color. Así, una aparente simple mancha naranja nos dice todo lo que se sabe sobre la luz cuando colisiona con una fruta que se torna dulcísima como el paisaje.

Su pintura se volvió más austera y la paleta restringida. Buscando nuevos horizontes cambió su manera de pintar: las formas se volvieron difusas, los planos se rebatieron, el color se potenció y el óleo se trastocó en acuarela.

 

Nuevo mundo

 

La acuarela es una pintura sobre papel o cartulina con colores diluidos en agua. Los colores utilizados son transparentes (según la cantidad de agua en la mezcla) y a veces dejan ver el fondo del papel (blanco), que actúa como otro verdadero tono. En sus procedimientos se emplea la pintura por capas transparentes, a fin de lograr mayor brillo y soltura en la composición que se está realizando. En la pintura china, coreana y japonesa ha sido un medio pictórico dominante, realizado frecuentemente en tonalidades monocromáticas negras o sepia.

El término acuarela se refiere frecuentemente a la acuarela transparente o al gouache (una forma opaca de la misma pintura.).

La acuarela está hecha de pigmento fino o tinta mezclada con goma arábiga para darle cuerpo y glicerina o miel para darle viscosidad y unir el colorante a la superficie a pintar. Un relleno sin pigmentar se añade al gouache para dar opacidad a la pintura.

La técnica “transparente” de la acuarela implica la superposición de lavados finos y se basa en la blancura del papel para obtener sus efectos y los toques de luz. A medida que se superponen más lavados el color se hace más profundo. El color de la acuarela se puede modificar añadiendo o quitando agua, usando pinceles, esponjas o trapos.

La acuarela da muchas posibilidades: la técnica del lavado permite crear degradados o lavados uniformes, incluso superposición de colores. Con la técnica “húmedo sobre húmedo” se pinta con la acuarela sobre el soporte previamente humedecido, obteniendo un efecto diferente. También se pueden realizar lavados del pigmento una vez seco, dependiendo del papel, del pigmento y la temperatura del agua.

 

Reconocimiento al talento

 

Fiel a su carácter afable, pero un tanto retraído al momento de mostrar su trabajo ante grupos numerosos, Alberto realizó exposiciones de sus obras en varias ocasiones.

Con apenas 20 años, en 1940, realizó una muestra en el ahora mítico “Refugio Maná”, en el subsuelo de la Biblioteca Popular de Azul (hoy “Bartolomé J. Ronco”). Seis años más tarde realizó una importante muestra en su ciudad por adopción, Tandil, en la Biblioteca Popular “Bernardino Rivadavia”; poco después, en 1949, expuso sus trabajos en el Centro Cultural de La Plata. En dos años consecutivos, Azul tuvo el privilegio de contar con sendas muestras realizadas en 1960 y 1961, en la “Galería Guarella” (en el primer piso de la Óptica), en el Arsenal Naval Azopardo y en la localidad de Chillar. Finalmente, en 1962, Alberto volvió a exponer en Tandil, cerrando así prácticamente su ciclo de muestras.

Entretanto, participó de diversos concursos, obteniendo importantes premios y reconocimientos como fuera el caso de “Maná” en 1949 y en el Museo Municipal de Bellas Artes de Tandil, en el cual, además de varios segundos y terceros puestos, obtuvo la máxima distinción en 1954, 1969, 1970 y 1971. También obtuvo el Primer Premio del Salón de Acuarelas de Tandil bajo la consigna “Sol”, realizado en el año 1985.

Conocido popularmente -en buena medida por su perseverancia-, recibió importantes ofertas de galerías capitalinas y de afamados marchands que quisieron representarlo. Sin embargo, fiel a su estilo, rechazó cada propuesta persuadido en concebir a la pintura como una actividad genuina y por sobre todas las cosas, natural. Consecuente con su pensamiento, jamás logró concretar obras “por encargo”, pues él íntimamente estaba convencido de que todo debía fluir, como el agua de sus acuarelas, aunque bajo la estricta observancia de la disciplina.

Asimismo, los autodidactas le merecieron el mayor de sus respetos y les dejó un rotundo consejo: “Ellos tienen que hacer una pequeña escuela al lado de un maestro de dibujo, porque si no saben ‘plantar’ un paisaje, no deben iniciar la tarea. Trabajar con la naturaleza y no con las reproducciones. Tomar un tema sencillo, fácil, como puede ser una casita o un portón viejo, y dibujarlo y después darle color. No debe dibujar imaginando. Imaginar es para los grandes maestros. El arte es oficio y hay que trabajar mucho en él. Es difícil. Es como un orfebre, un violinista. Cuanto más pinta más fácil se le hace. A la acuarela se la debe tomar como una expresión agradable, espontánea, para que de esa manera transmita paz y tranquilidad”.

 

¡En cada rincón!

 

Entre los años ’60 y ’70, Alberto vivió su etapa de esplendor. Pintaba afanosamente todos los días, conservando la originalidad y frescura a pesar de la abundancia de su creación, estimada en un total de más de 5.000 acuarelas. De este número apabullante, unas 300 traspusieron las fronteras de nuestro país y llegaron a Europa, África y Estados Unidos, siendo obsequiadas por el autor a diversas personalidades.

Sus trabajos se podían disfrutar casi en cualquier parte. De hecho, restablecidas las relaciones diplomáticas entre Argentina y Japón, la Embajada de nuestra República emplazada en la ciudad de Tokio, supo estar decorada con obras del artista azuleño.

Llegó a hacer las decoraciones del “Gran Hotel Azul” (intervino con sus obras el hall principal, el restaurante y pasillos), y del “Hotel Mar del Plata” de nuestra ciudad, como así también el embellecimiento del “Gran Hotel Avenida” de la ciudad de Las Flores, entre otras. Y dado el carácter y la gracilidad de sus payados, sus obras llegaron a diversos establecimientos educacionales de Azul y a las salas pediátricas del Sanatorio Anchorena de Buenos Aires, de la Clínica “San Luis” de Mar del Plata y de la Clínica Modelo de Tandil.

Alberto se dedicó también a pintar numerosos lugares que marcaron la historia local. Una acuarela realizada por Alberto refleja “mágicamente” el que fuera el primer Hospital de Tropa del Azul, luego hogar de Cipriano Catriel. La casa que fuera originalmente propiedad de Ventura Miñana (padre del Comandante Matías B. y Miñana), estaba ubicada en la esquina Oeste de las calles XVI y XXVI (actuales Corrientes y Colón). La obra, cargada de vívidas tonalidades de anaranjado y morado, fue realizada en 1973 y se preserva en la Biblioteca Pública “Monseñor Cáneva”. Lamentablemente, la casa fue demolida hace algunos años.

Sus obras fueron centenares, pero en todas buscó la simpleza y la esencia de lo que reflejaba a través de sus acuarelas. También supo hacer tarjetas para celebraciones, en las cuales cada invitado recibía una acuarela hecha especialmente.

 

Fluir hacia la eternidad

 

A muchas obras les puso títulos aunque no era su costumbre. Así nacieron “La casa de Juan”, “Paisaje”, “De Tandil”, “Caserío”, “La casa de López”, “De Azul” y “Mancha”, entre muchos otros. Todos sus trabajos llevan su trazo inconfundible, el que no necesita firmas sino sensibilidad para ser interpretado puramente en su eterna fluidez.

            Alberto Carlos Otero Maffoni falleció en Azul, a los 70 años de edad, el 5 de febrero de 1991.









domingo, 21 de febrero de 2021

Amado Diab: legítimo símbolo de pueblo

                Amado Diab: legítimo símbolo de pueblo

 

 

Por Eduardo Agüero Mielhuerry

 

 

Amado Diab nació el 22 de enero de 1920. Sus padres, procedentes de Beirut, capital del Líbano, se habían radicado poco antes en Azul. Amado tuvo diez hermanos: Juan, Azíz (Elías), José, Miguel, Jaled (“Geli”), Marcelo, Ada, Halim, Antonio y Emma (quien murió siendo muy pequeñita).

Cursó sus estudios primarios en la Escuela N° 2 y los secundarios en el Colegio Nacional “Esteban Echeverría”.

            Al no ser sencilla la realidad económica y teniendo la necesidad de generar otro ingreso monetario que ayude a sostener al grupo familiar, Amado optó por comenzar a trabajar en un estudio contable de la mano de su amigo Nicolás Néder Vivot. En la Organización Técnica Vivot construyó una intachable trayectoria de 25 años, siendo Técnico en Réditos y gozando así de una gran confianza en una función de tanta responsabilidad. 

Desde pequeño, Amado se había forjado en la lucha misma de los hogares humildes, pero ricos en formación moral, sumido en el sentimiento más profundo de hermandad y fraternidad, reuniendo una a una todas las virtudes de un hombre de pueblo, de un amigo afable, cordial, generoso…


Albergando los sueños de un trabajador

 

Siendo un adolescente, pero con sólidos principios republicanos y una profunda fe democrática, Amado Diab comenzó a participar en la vida política de la comunidad abrazando con fervor los ideales de la Unión Cívica Radical.

Los años ’40 trajeron un sinfín de cambios estructurales, dando un vuelco drástico hacia una nueva concepción socioeconómica que devino en la elección del Coronel Juan Domingo Perón como presidente de la República Argentina. Las reformas suscitadas fueron sumamente profundas, despertando tantas pasiones como odios exacerbados. Y así, lamentablemente la historia argentina comenzó a oscilar en un juego peligroso, que hallará su más duras repercusiones en los años ’70.

Por aquél entonces, en 1955, la “Revolución Libertadora” intentó cambiar el rumbo del país derrocando al Presidente. Peor aún, trató de aniquilar todo lo referido al peronismo. Sin embargo, la historia terminó demostrando que el nuevo Partido político había llegado para quedarse.

Empero, el accionar de los golpistas no tendría efectos exclusivos sobre el Partido Peronista. Por el contrario, todo el arco político de la época se vio inmerso en una sucesión de cambios drásticos, quiebres y alianzas por doquier.  La Unión Cívica Radical, por su parte, se fragmentó en U.C.R. Intransigente y U.C.R. del Pueblo, intentando ofrecer una alternativa de gobierno que restableciera el orden constitucional. Sin embargo, la tarea no fue sencilla. Por un lado, el Peronismo se constituía en la fuerza con mayor caudal electoral, pero si para triunfar se pactaba con ellos (“los proscriptos”), los militares hacían su entrada en escena, actuando como árbitros. Por el contrario, si no se pactaba con el Peronismo, el poder resultaba endeble y los “árbitros” volvían a intervenir.

Así se planteaba el gran dilema argentino, problema que no halló solución en lo inmediato. 

En pleno clima de futuras elecciones la proscripción del peronismo molestaba a muchos de los partidarios de la ciudad, quienes intentaban reorganizar y afirmar el funcionamiento del aparato peronista. Sin embargo, las alternativas locales para elegir a un nuevo Intendente giraban en torno a dos destacados vecinos del radicalismo. Por un lado, Amado Diab se candidateó por la Unión Cívica Radical Intransigente, mientras que el Dr. Alfredo Prat se presentó como candidato por la Unión Cívica Radical del Pueblo.


Un Municipio de puertas abiertas


            Las urnas dieron su veredicto consagrando como presidente de la República al Dr. Arturo Frondizi, gobernador bonaerense al Dr. Oscar Eduardo Alende e intendente de Azul a Amado Diab. Por su parte, el Dr. Palmiro Bartolomé Bogliano -azuleño por adopción-, fue electo Diputado Nacional por la provincia de Buenos Aires. Los cuatro pertenecían a la Unión Cívica Radical Intransigente. 

            En los comicios que se desarrollaron el 23 de febrero de 1958 se produjo algo por entonces inusual para nuestra localidad, ya que se presentaron un total de trece candidatos para ejercer la conducción de la Municipalidad. Sin embargo, como en muchas oportunidades se produjo, la elección culminó polarizándose. Amado Diab obtuvo 12.258 sufragios, mientras que su inmediato competidor, el Dr. Prat se alzó con 9.310. El tercer puesto fue ocupado por el candidato del Partido Conservador de la Provincia que recibió 1.411 votos, seguido por el Partido Conservador que obtuvo tan sólo 775 sufragios. Los nueve candidatos restantes obtuvieron menos de 600 votos, cifra la cual se correspondió con los votos en blanco que se contabilizaron.

            Los resultados fueron contundentes en toda la Argentina. La UCRI obtuvo la mayoría en ambas Cámaras del Congreso de la Nación y el total de los gobiernos provinciales. Como consideraron muchos militares -y varios sectores de la UCR del Pueblo-, “Frondizi había manipulado la proscripción de los peronistas en contra de la Revolución Libertadora”. Los militares aguardaron al acecho…

            El comisionado de Azul, Pedro Luis Gregorio Ramírez Drake, que había sido designado por el gobierno de facto bonaerense, se expresó ampliamente satisfecho de retornarle la conducción de la ciudad a un Intendente elegido por el pueblo. El saliente Comisionado invitó a toda la comunidad a participar del acto de traspaso de mando, al que consideraba un suceso trascendente.

            Amado Diab asumió como Intendente Municipal del Azul el 1 de mayo de 1958.

            Azul comenzó a vivir una interesante etapa de progreso. Uno de los pasos más trascendentes que diera nuestra ciudad se concretó el 28 de noviembre de 1959. Ese día se inauguró la Súper Usina de corriente alterna de la Cooperativa Eléctrica de Azul Limitada, dejando atrás la corriente continua, gracias al drástico respaldo prestado por Diab a los impulsores de éste cambio que finalmente provocó mejoras no sólo en la calidad de vida de los vecinos, sino que también allanó el camino para la futura radicación de fábricas, las que serán el principal motor en las décadas venideras. En lo inmediato, el 9 de abril de 1960 entró en funcionamiento I.P.A., Industria Papelera Azuleña, empresa que se constituirá en todo un ícono local, principalmente por lo que será su lucha para subsistir después de cincuenta años de labor.

            Las gestiones de Diab lo llevaron a sumar colaboradores de diversos sectores de la comunidad, entre ellos, el Club Alumni Azuleño que realizó su Primera Exposición Industrial y Comercial, promovida por don Francisco Toscano.

            Asimismo, Diab impulsó con gran interés el desarrollo turístico de la ciudad, poniendo en valor muchos de los espacios públicos significativos del “pago chico”; el Parque Municipal, el Balneario y varias plazas fueron objeto de múltiples arreglos y reformas que redundaron en beneficios para los turistas y los mismos azuleños.  En esta misma dirección, se realizó la primera Conferencia de Promoción Turística y se comenzaron a construir las primeras galerías comerciales, inaugurándose en 1962 la Galería Alsina y poco después la Galería Piazza. 

Más allá de su función religiosa y espiritual, en 1959 se inauguró el Monasterio Cisterciense Nuestra Señora de los Ángeles, destinado a convertirse en un atractivo turístico de la zona serrana de Azul. Allí se conjugaron múltiples factores que pronto se constituyeron en un polo de atracción para diversas actividades que a través de los años tendrán diferentes estrategias para captar a los visitantes.

Creada a partir de la iniciativa del Dr. Juan Antonio Miranda y con el respaldo de la Municipalidad, inició sus actividades educativas la Escuela de Visitadoras Sanitarias de Azul.

            En el ámbito de la salud, Diab se interesó en incrementar sustancialmente el presupuesto del Hospital Municipal “Dr. Ángel Pintos”, buscando alcanzar una maximización en la utilización de los recursos. En este punto, vale marcar una anécdota sencilla que pinta con total claridad la concepción que Amado tenía de su función al frente del Municipio. A la hora de hacer ajustes económicos, Diab sacó de circulación el vehículo oficial que hasta entonces habían utilizado los Jefes Comunales, al que dejó sobre cuatro tacos, pues lo consideraba innecesario, sobre todo porque prefería que las cubiertas del coche y el combustible se utilicen en las ambulancias municipales. Además, como pocos, gustaba de largas caminatas que lo acercaban a los vecinos con los que se detenía a conversar y al mismo tiempo a escuchar sus inquietudes. Un ejemplo a cada paso…


Trabajando codo a codo

 

Durante la administración de Diab, el Dr. Palmiro Bartolomé Bogliano se constituyó en un punto de influencia sustancial en cuanto a la concreción de todo tipo de proyectos para nuestra localidad.

Una de las obras más trascendentes fue la realización de la red cloacal, a lo que siguió la pavimentación de 57 cuadras. Lo más importante es remarcar que, gracias al trabajo mancomunado entre el Intendente y el Diputado, ambas obras fueron subvencionadas por la provincia de Buenos Aires, lo que significó que no tuvieron ningún costo para los vecinos.

Asimismo, logrando afianzar la hermandad de las localidades, y concretando un viejo anhelo, el Dr. Bogliano respaldó fervientemente a la Comisión Pro Ruta Provincial N° 60 entre Azul y Rauch. Los antecedentes en este sentido eran altamente positivos, pues alcanzaba con ver el grado de integración logrado con la habilitación de las rutas pavimentadas a Saladillo, Olavarría y Tandil, teniendo a Azul como punto medio e impulsor.

Por otra parte, en la misma época se reactivó la creación de los nuevos juzgados en lo Civil y Penal, que estaban determinados por Ley, pero habían quedado en el olvido.

Cuatro leyes de especial significación para Azul, sancionadas por el Congreso y promulgadas por el Poder Ejecutivo, lamentablemente no fueron llevadas a la práctica. Esas leyes fueron: la 15.708 (1960), destinando 25 millones de pesos para construir un Hotel de Turismo en el Balneario Municipal; la 15.887 (1961) destinando 16 millones de pesos para construir e instalar la Casa del Niño en el terreno propiedad de la Sociedad Protectora de Niños; la 16.072 (1961) asignando 20 millones de pesos para ampliar el edificio de la Escuela Normal Mixta “Bernardino Rivadavia”; y la 16.101 (1961) autorizando la inversión de hasta 500.000 pesos para erigir un monumento a Domingo F. Sarmiento en el Parque Municipal.

 

 La cultura y la educación como pilares de la sociedad

 

Continuando por el prodigioso camino trazado por su pluma poética, María Aléx Urrutia Artieda presentó en 1958 su libro “Cantos”, constituyéndose en otra pieza dilecta de la literatura local.

Afirmando el acervo cultural azuleño, el 11 de julio de 1959 se inauguró la sede de la Biblioteca Pública “Monseñor Cáneva”, institución desde la cual se gestarán numerosas investigaciones –históricas principalmente- que contribuirán al conocimiento local y bonaerense.

En el ámbito educacional, se habilitaron dos importantes centros de enseñanza, merced al accionar legislativo del Dr. Palmiro B. Bogliano y un vasto sector de comunidad encabezado por el Intendente. Por un lado, la Escuela Nacional de Bellas Artes (denominada años más tarde como “Luciano Fortabat”), segunda en su modalidad en el país, fue creada por Decreto Nº 5964/59 del 14 de Mayo de 1959, dando inicio a sus actividades educacionales el 22 de junio de ese mismo año.

Por otra parte, en febrero de 1960, a través de la Ley 14.962 se crearon los Cursos del Profesorado Anexos a la Escuela Normal Mixta “Bernardino Rivadavia”, y el 5 de mayo se iniciaron las clases de los Profesorado en Matemática y Cosmografía, Física, Geografía, Historia, Castellano y Literatura, y Filosofía y Pedagogía. En la década del ’90, los otrora cursos anexos se convirtieron en el Instituto Superior de Formación Docente y Técnica N° 156 “Dr. Palmiro B. Bogliano”, bajo la órbita provincial.

En octubre de 1960, Justa Gallardo de Salazar Pringles, aquella misma mujer que en su juventud, a comienzos del siglo, arengó al pueblo defendiendo el nombre de Azul cuando algunos pretendían cambiarlo por el de General Ignacio Rivas, fue designada Académica de Número de la Academia Nacional de la Historia ante la que desarrolló su tesis: “Presencia de la mujer en el proceso histórico social argentino”.

 

Obras para el pueblo…

 

Entre las tantas innovaciones que impulsó Diab con su particular estilo de conducción, les brindó un especial reconocimiento a las Comisiones Vecinales -sin distinciones partidarias-, con las cuales trabajó arduamente para solucionar diversas problemáticas barriales. Asimismo, propició la construcción de múltiples viviendas en Villa Fidelidad; por su parte, iniciando una nueva etapa local, se inauguró el Edificio Gianotti (1961), siendo la primera propiedad horizontal de Azul.

            Dentro de los tantos cambios que vivió nuestra ciudad, una de las obras más destacadas fue la construcción del Nuevo Mercado Municipal (25 de Mayo y San Martín). Por la misma época, el 19 de diciembre de 1961, entró en funcionamiento el equipo Siemens de Comunicación Interurbana con el cual ENTel comenzó en Azul a desarrollar las comunicaciones a través de equipos telefónicos de telediscado, teniendo, en esa primera etapa, un total de mil novecientos sesenta abonados al sistema.

         El Intendente siempre se preocupó por los trabajadores y los más desamparados. Cuando las arcas municipales no lo permitían, de su propio peculio solventó las necesidades de aquellos que recurrían a él. E inclusive, más de una vez, “buscó la vuelta” para que la firma comercial Diab Hermanos, de la que era asesor y consejero, hiciera el desembolso requerido. 

 

 Los sobresaltos de los últimos meses


         Proscripto luego del golpe del ´55, el peronismo trató de amortizar aquel violento embate y volvió a presentar candidatos para las elecciones convocadas por el Ejecutivo Nacional para el 18 de marzo de 1962. Aquí en Azul, Juan Carlos Pourtalé asumió la responsabilidad de recuperar para su Partido la conducción del Palacio Comunal. Sin embargo, no sería tarea sencilla y el resultado final fue el menos pensado.

         El presidente de la República, Arturo Frondizi, como tantos otros, confiaba en que el peronismo no iba a contar con el apoyo suficiente del pueblo para retornar al poder, pero, para su desgracia, se equivocó.

         El peronismo, que se encolumnó detrás de la Unión Popular, obtuvo la victoria en casi todo el país, demostrando que a pesar de los pronósticos, aún conservaba su fuerza y caudal electoral.

         En nuestra ciudad, aunque con un escaso margen de ventaja, Juan Carlos Pourtalé obtuvo 7.776 votos, mientras que el radical Juan Iturralde alcanzó 6.450 sufragios.

         Los militares, que se habían mantenido al acecho durante todo el mandato de Arturo Frondizi, reiniciaron una seguidilla de presiones. El Presidente intentó resistirse, sin embargo, el 29 de marzo de 1962 fue derrocado.

         En nuestra ciudad se vivía el descontento de los peronistas y la preocupación del Intendente por su sucesor. En este punto es importante aclarar que algunos consideran que desde aquél día de marzo, hasta la firma del Acta de traspaso de mando, Amado Diab se convirtió en Comisionado Municipal, sin embargo, ninguna documentación avala tal afirmación.

         Amado Diab completó su mandato de cuatro años no obstante el golpe de Estado que había derrocado al Dr. Frondizi. Una hábil maniobra civil, concebida por Julio Oyhanarte –miembro de la Corte Suprema de Justicia- impidió que los militares asumieran el gobierno, pues mientras el Dr. José María Guido, presidente del Senado, juraba en el recinto del alto tribunal, por “ausentismo” de Frondizi, el general Raúl Alejandro Poggi, se preparaba infructuosamente, para ocupar el sillón de Rivadavia en la Casa Rosada.

         Ante la crisis militar que enfrentó a los sectores “Azules” y “Colorados”, la Guarnición del Ejército Azul tomó partido por el último y se movilizó al Gran Buenos Aires con todos sus efectivos para participar de las acciones, viviéndose aquí horas de incertidumbre. Tiempo después nuestras fuerzas derrotadas volvieron a los cuarteles.

         El Interventor Federal de la provincia de Buenos Aires, Roberto Etchepareborda, designó como Comisionado del Partido de Azul al Dr. Enrique Carlos Squirru. En un sencillo acto el señor Amado Diab le entregó el poder a Squirru el 3 de mayo de 1962, notándose en el primero y en otros concurrentes la preocupación por el futuro de la comuna y del país.

En su discurso de despedida, recordando que en su mensaje de asunción al cargo había dicho que gobernaría con todos y para todos, Diab subrayó: “Me retiro con la satisfacción de haberlo cumplido y por ello hago público que todos los aciertos son de mis convecinos y los yerros son míos. En mi descargo les manifiesto que he puesto toda mi voluntad e inteligencia para que esos yerros no ocurrieran”.

Tres amores y un único patrimonio

 

Desde muy joven, y a pesar de no haber tenido más títulos que los mismos que le otorgó la ciudad con su afecto, tuvo una especial inclinación por la escritura. Durante más de veinte años, bajo el seudónimo “Indio Cautivo”, fue columnista de “El Tiempo”, donde escribía sobre deportes principalmente y temas de carácter general, inclinándose muchas veces por cuestiones comunitarias.

Autoproclamado -con la humildad que lo caracterizaba- “recitador”, era un gran enamorado de la literatura gauchesca, distinguiéndose por el empleo acertado de las más diversas metáforas y neologismos. Sin dudas, Martín Fierro era su obra de cabecera. 

Siendo un gran deportista, su tercera pasión lo llevó a convertirse en socio fundador del Club Atlético Vélez Sarsfield. Durante muchos años fue dirigente de la entidad velezana, desde la cual pudo desarrollar su vocación por la actividad deportiva y futbolera en la que no había rivales sino amigos. Asimismo, fue linesman oficial en la Liga de Futbol, de la cual, además, fue miembro suplente de su Consejo.

            Con su particular estilo, Amado Diab siempre afirmó “Tengo un solo patrimonio: decir lo que siento”. Y así lo hizo siempre sin faltar jamás a la verdad.


Más allá de la función pública


            Antes y después de haber sido Intendente de Azul, Amado tuvo un sinfín de inquietudes que lo llevaron a participar en diversos ámbitos de la comunidad, destacándose siempre por su carácter emprendedor e innovador.

            Fue prosecretario de la Comisión Cooperadora del Destacamento de Bomberos de Azul, de la cual fuera presidente el Dr. Palmiro Bogliano; en el mismo sentido, ejerció la conducción de la Comisión de Desarrollo Industrial de Azul.

            Supo ser también socio benefactor del Centro Numismático “Bartolomé Mitre” y, además, fue un gran impulsor del Círculo de Ajedrez creado –durante su administración- en octubre de 1961, actividad por la cual siempre manifestó un especial interés.


La última Peña

 

Durante muchos años Amado Diab integró la rueda que cotidianamente se formaba en la redacción de “El Tiempo” para “arreglar” (y desarreglar) el mundo en el debate de los más diversos temas. Él era uno de los más puntuales, porque el asiento de “la peña” era paso “obligado” en el camino entre su lugar de trabajo (la Organización Técnica Vivot) y su casa. El encuentro se producía al concluir la jornada laboral, hábito que Amado mantuvo, inclusive, cuando mediante la voluntad ciudadana expresada en las urnas desempeñó el cargo de Intendente.

Era una fría noche de junio cuando Amado caminaba por la calle Burgos, rumbo a su hogar, junto a su hermano Antonio. Ya habían dejado atrás otra agradable noche de peña entre amigos en el diario, cuando el ex Intendente decidió fumar. Sacó el atado de uno de sus bolsillos y al tomar un cigarrillo se le cayó al suelo. Para el asombro de ambos, cayó “parado”. Con su humor inigualable, Amado bromeó: “¡Mirá como cayó! Vaya rareza, ya veo que esta noche me muero…”.

A los 43 años, Amado Diab, murió esa madrugada en la víspera del Día del Periodista, el 6 de junio de 1963, pocas horas después de la que fue la última de sus visitas nocturnas a la redacción y tras un presagio al que nadie hubiera dado crédito.




Amado Diab