domingo, 3 de octubre de 2021

La Santa de Lisieux

                                             La Santa de Lisieux

 

            Dos de las grandes obras del padre César Antonio Cáneva, convertido en el primer Obispo de la Diócesis de Azul, fueron puestas bajo el amparo y la advocación de Santa Teresita del Niño Jesús. Sus grandiosos proyectos vivieron momentos de zozobra en los cuales cualquier esfuerzo parecía infructuoso. Sin embargo, Cáneva depositó su fe en la Santa de Lisieux…

 Un viaje transformador

         El lunes 21 de julio de 1941 el padre Cáneva fue recibido por la viuda de Celedonio Pereda, María Justina Girado, y algunos de sus hijos, quienes se mostraron ciertamente interesados en la obra del Obispo azuleño y fundamentalmente en el ambicioso proyecto del Seminario Diocesano que les presentó. Largamente conversaron en el “Palacio Pereda” y aunque el Sacerdote se sintió muy bien atendido y notó la receptibilidad a sus ideas, horas más tarde dejó atrás la ciudad de Buenos Aires sin una respuesta concreta.

Sin embargo, poco después se cumpliría lo que le habían presagiado tiempo atrás… Uno de los destinos que había visitado durante su viaje a Europa, fue Lisieux, en Francia, donde había tenido la oportunidad de entrevistarse extensamente con Sor Inés de Jesús y Sor Genoveva de la Santa Faz, es decir, Paulina y Celina respectivamente, dos de las hermanas carnales de Santa Teresita del Niño Jesús. Al comentarles su afán de construir en el Azul un seminario ellas le habían respondido con absoluta certeza que la obra se concretaría. E inmediatamente le entregaron una reliquia de Santa Teresita (que hoy se preserva en el Seminario).

Poco tiempo pasó hasta que monseñor Cáneva recibió la noticia que tanto anhelaba. La familia Pereda se había puesto de acuerdo para donar a la Diócesis de Azul, 25 hectáreas de La Encarnación para concretar la magnánima obra que él pergeñaba.

Como Patrona de la Diócesis, la Santísima Virgen del Rosario era la Patrona natural del Seminario, pero la tradición indica que debe existir un segundo patrono. En consecuencia, se organizó una votación entre los sacerdotes de la Diócesis y se propusieron varios santos como candidatos al patronato, entre ellos San Carlos Borromeo, fundador de seminarios y Santa Teresita del Niño Jesús. Cuando se realizó el recuento de los votos, la Santa de Lisieux ganó ampliamente. Asimismo, para tener una ratificación de la elección, se hizo una nueva votación y ya no quedaron dudas.

 Otra bendición de Santa Teresita

         Después de haber fallecido Mercedes Castellanos de Anchorena, la gran impulsora del Asilo del Buen Pastor, la obra se demoró más de una década. Y después de muchos rezos se concretó la inauguración del mismo en febrero de 1932. Sin embargo, por muchos años más no se concretaría la anhelada capilla.

Cáneva volvió a implorar la protección de Santa Teresita del Niño Jesús. Y efectivamente, la Santa oyó sus plegarias. La Capilla ubicada en el centro del complejo edilicio del Asilo, es actualmente conocida por los azuleños como de “El Buen Pastor”, pero su verdadero nombre es Sagrado Corazón de María, como lo atestigua la blanca escultura entronizada en su fachada y la consagración de su Altar Mayor. El 13 de marzo de 1944, comenzó su construcción, bajo el amparo de Santa Teresita del Niño Jesús, a quien se le encomendó su especial protección. Aquél día, monseñor César A. Cáneva bendijo el terreno y se colocó la piedra fundamental. Para la erección del templo hicieron sus aportes económicos: la señora Josefina Anchorena de Rodríguez Larreta, los veintiún Monasterios del Buen Pastor del país, los de Montevideo (Uruguay) y monseñor Santiago Rava. Pero también la comunidad azuleña realizó diversas y grandes contribuciones.

Concluida la Capilla, se colocaron en hornacinas elevadas cuatro imágenes de gran porte, realizadas en escayola policromada (yeso fino calcinado, de alta calidad y pureza), con algún armazón de madera u otro material. Fueron adquiridas a la “Casa Majó”, de la Capital Federal, salvo la de Santa Teresita del Niño Jesús que fuera traída desde Barcelona, España.

 La Santa de Lisieux

         María Francisca Teresa Martin Guérin nació el 2 de enero de 1873, en Alenzón, Normandía, Francia. Sus padres fueron Luis Martin y María Celia Guérin. De esta unión nacieron nueve hijos, de los cuales sobrevivieron: María (1860-1940), Paulina (1861-1951), Leonia (1863-1941), Celina (1869-1959) y Teresa.

Fue bautizada el 4 de enero de 1873, en la iglesia de Nuestra Señora de Alenzón.

La familia era sumamente religiosa y practicante. Cada día asistían a misa, practicaban la caridad, y visitaban enfermos y ancianos.

María Celia murió el 28 de agosto de 1877 a causa de un cáncer de mama. Poco después, en noviembre, Luis decidió trasladarse con sus hijas a la ciudad de Lisieux donde residía la familia de su esposa.

El 3 de octubre de 1881, Teresa ingresó al colegio de las Benedictinas en Lisieux. Durante el verano de 1882, supo del deseo de su hermana Paulina de convertirse en monja carmelita. La idea de perder a su “segunda madre” le causó gran tristeza y desesperación.

Un domingo, Teresa logró ir al Carmelo de Lisieux y al entrevistarse con la Madre Superiora, María de Gonzaga, ésta le dijo casi como un presagio, sin que Teresa hubiera mencionado sus deseos de ingresar a la Orden: “cuando vengas a vivir con nosotras, mi querida hija, os llamaréis Teresa del Niño Jesús.

El lunes 2 de octubre de 1882, Paulina entró en el Carmelo de Lisieux, donde tomó el nombre de “Sor Inés de Jesús”. En diciembre, la salud de Teresa se deterioró sensiblemente: sufría de dolores de cabeza, dolores en el costado, comía poco y dormía mal. El 25 de marzo de 1883 Teresa rompió en llanto, comenzó a sufrir temblores nerviosos, alucinaciones y ataques de terror. Sin embargo, el 6 de abril se levantó, y curada en apariencia milagrosamente, fue con su familia al Carmelo a la toma de hábitos de su hermana. Al día siguiente tuvo una recaída repentina… Su padre mandó oficiar varias misas por su curación en el santuario de Nuestra Señora de las Victorias en París. El 13 de mayo de 1883, el día de Pentecostés, Luis, Leonia, Celina y María, se arrodillaron a los pies de la cama en la que estaba Teresa y se dirigieron en oración a una imagen de la Virgen. En ese momento Teresa se sintió abrumada por la belleza de la Virgen, y especialmente por su sonrisa: La Santísima Virgen me ha sonreído. ¡Qué feliz soy!”. En ese momento, la paciente se sentó en la cama delante de sus hermanas y su padre, manifestando que se hallaba mucho mejor…

En octubre de 1886, su hermana María también entró en el Carmelo de Lisieux, tomando el nombre “María del Sagrado Corazón”, mientras Leonia entró al convento de las Benedictinas de Lisieux, pero lo abandonó inmediatamente.

Aunque no buscó ayuda, reaparecieron sus problemas de salud con intensidad. Pero la solución llegaría cuando empezó a rezarles a sus cuatro hermanos que murieron siendo muy pequeños María Helena, José Luis, José Juan Bautista y María Melania Teresa.

Con apenas 14 años de edad ya había tomado la decisión de convertirse en religiosa carmelita. Pero su edad no le permitía ingresar al convento; solo el obispo podía autorizar tal cosa, pero él no lo hizo. Entonces, solo le quedaba hablar directamente con el papa León XIII. Para ayudarla, su padre Luis comenzó a preparar todo para una peregrinación a Roma, por el Jubileo sacerdotal del Papa. Los peregrinos, casi todos de alto rango, eran recibidos en los mejores hoteles. Ella se sentía incómoda con todo el lujo que muchos ostentaban en medio de la sociedad. Así se dio cuenta de las imperfecciones, debilidades y grandes defectos que tenían muchos de los sacerdotes que viajaban con ella. Esto la llevó a orar con vehemencia por los sacerdotes del mundo.

El 20 de noviembre de 1887, por la mañana asistió a la misa celebrada por el Papa. Pudiendo saludar a Su Santidad, Teresa se arrodilló ante él y sollozando le dijo: “Santísimo Padre, tengo que pedirle una gracia muy grande”. El vicario le dice que se trata de una chica que quiere entrar en el Carmelo. “Hija Mía, haced lo que los superiores le digan”, respondió el Papa. Teresa insistió: “Oh Santo Padre, si usted dice que sí, todo el mundo lo aprobaría”. León XIII replicó: “Vamos a ver..... Entrará si Dios lo quiere!”. Pero ella quería una palabra decisiva y esperó…Finalmente dos guardias la levantaron y la llevaron a la salida.

Inmediatamente, el suceso fue comentado por los peregrinos y hasta se publicó el incidente en el diario “El Universo” de Lisieux. En Niza, el vicario le hizo algunas promesas diciéndole que apoyaría su solicitud. Hasta la superiora del Convento, madre Genoveva, la fundadora del Carmelo de Lisieux, y la madre María de Gonzaga llegaron a defender la causa de Teresa.

Finalmente, el 1 de enero de 1888, recibió una carta de la madre María de Gonzaga informándole que el Obispo había cambiado de opinión y que le permitía ingresar al convento. La fecha de entrada se estableció para el 9 de abril, día de la Anunciación.

El 10 de enero de 1889, tomó los hábitos de la orden en la capilla del monasterio en presencia de su padre, sus hermanas y el resto de la familia. En la misma ceremonia, además de recibir el velo de novicia, también cambió su nombre al de “Teresa del Niño Jesús y la Santa Faz.

El 8 de septiembre de 1890, hizo su profesión religiosa y recordó: “Yo he venido para salvar almas y, especialmente, para orar por los sacerdotes.”.

Luis Martin murió el 29 de julio de 1894, después de ser custodiado y cuidado por Celina, quien ingresó al Carmelo el 14 de septiembre de ese mismo año, para convertirse en “Sor Genoveva de la Santa Faz.

Su hermana Paulina (Sor Inés de Jesús) fue elegida priora del monasterio de Lisieux el 20 de febrero de 1893 y ella designó a Teresa como vice-maestra de novicias.

En sus diversos manuscritos, Teresa describió su progresivo descubrimiento de lo que denominó “El caminito de la Infancia Espiritual. En febrero de 1895 empezó a firmar sus cartas añadiendo regularmente “pequeña” antes de su nombre. Desde entonces utiliza el vocabulario de la pequeñez para recordar su deseo de una vida oculta y discreta.

En la noche del jueves al viernes santo de 1896, Teresa sufrió un primer ataque de hemoptisis. Tuvo una segunda crisis en la noche siguiente. En aquella Semana Santa, Teresa entró de repente en una oscuridad interior. El sentido de la fe que la animó tantos años, que la hacía feliz hasta el punto de querer “morir de amor” por Jesús, desapareció de su alma. Vio esa “Noche de la Fe” como la batalla final, la oportunidad de demostrar su confianza inquebrantable en Dios.

En la primavera de 1897 los vómitos, el dolor severo en el pecho, y el toser sangre se convirtieron en algo cotidiano. En junio, la madre María de Gonzaga le pidió continuar escribiendo sus memorias (después de su muerte estos manuscritos, tres en total, se unirían para publicar la primera edición de la “Historia de un alma”).

El 17 de agosto, el Dr. La Neele la examinó diagnosticándole tuberculosis pulmonar avanzada.

Meses antes de su muerte, Teresa tomó un poco de fuerza y con algo de humor conversó con sus hermanas quienes registraron sus palabras (luego también serían publicadas bajo el título de “Últimas conversaciones”). En aquella situación ella les pidió ser llamada “Teresita”.

Falleció el 30 de septiembre de 1897. Mientras apretaba sobre su pecho un crucifijo, sus últimas palabras fueron: “Oh! le amo! ... Dios mío... te amo...”.

Su cuerpo fue trasladado al coro del monasterio donde fue velado durante cuatro días.

Después de la publicación de sus manuscritos autobiográficos en 1898, cientos de peregrinos de toda Francia y de algunos otros países empezaron a llegar a Lisieux para orar sobre la tumba de la pequeña carmelita.

El papa San Pío X respondió al clamor de miles de fieles abriendo el proceso de Beatificación y Canonización de Sor Teresa del Niño Jesús. En ese tiempo se necesitaba un período de cincuenta años después de la muerte de un candidato a la canonización, pero el papa Benedicto XV eximió a Teresa de ese período. El 14 de agosto de 1921, se promulgó el decreto sobre sus virtudes heroicas.

Teresa del Niño Jesús fue canonizada el 17 de mayo de 1925 por el papa Pío XI. Dos años después fue declarada patrona de las misiones. Y en 1944 fue proclamada copatrona de Francia junto a Santa Juana de Arco.

  


Teresa del Niño Jesús fue canonizada el 17 de mayo de 1925 por el papa Pío XI. Dos años después fue declarada patrona de las misiones. Y en 1944 fue proclamada copatrona de Francia junto a Santa Juana de Arco. Su día se celebra el 1 de octubre de cada año.




 En uno de los altares del Seminario Diocesano de Azul se halla entronizada una imagen de Santa Teresita del Niño Jesús.

 

 En el Seminario se preserva y exhibe una reliquia de Santa Teresita, que le fuera entregada por las hermanas de la Santa al padre César Antonio Cáneva cuando viajo a Lisieux.

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