jueves, 13 de febrero de 2025

El escultor de "Don Hipólito"

 El escultor de “Don Hipólito”


            El 27 de diciembre de 1945 asumió como comisionado municipal de Azul, Silverio Carbone, quien ejercería en tal función hasta el 8 de septiembre del año siguiente. A pesar de su breve mandato, inició una serie de obras que finalizarían renovando considerablemente el aspecto de la ciudad. De hecho, el 12 de enero de 1946, en conferencia de prensa presentó el proyecto de ensanche de la calle Colón desde la portada del Parque Municipal hasta el Balneario Municipal. A dicha obra hoy la conocemos como Avenida Carlos Pellegrini. Pocos días después, el 29 del mismo mes, anunció la construcción de una plazoleta frente al Balneario, en calles Colón y avenida Intendente Urioste, existiendo la posibilidad de que la citada esquina sea adquirida por el señor Héctor Urioste con el fin de donarla en memoria de su padre a la Comuna. Y así se hizo, siendo dicho espacio la actual Plaza Almirante Guillermo Brown.

            Antes de terminar el mes de enero se iniciaron los trabajos de ensanche de la calle Colón, de acuerdo al proyecto presentado. Ese mismo día, Carbone también solicitó a la provincia que dos calles de nuestra ciudad se denominen en lo sucesivo Leandro N. Alem (la entonces la calle Centenario, actual Av. Cáneva) y Dr. Ángel Pintos (la Guaminí). Sin embargo, el pedido no fue respondido favorablemente.

       Por otra parte, el 5 de febrero de 1946, el Comisionado dictó un decreto por el cual estableció: “Visto que se le impuso el nombre de Presidente Hipólito Yrigoyen a la calle Adolfo Alsina, y considerando que es oportuno la erección de un busto del eminente republicano, se decreta: art. 1) Eríjase un busto del ex presidente de la Nación don Hipólito Yrigoyen, en la intersección de las calles Presidente Hipólito Yrigoyen y Avenida 25 de Mayo; art. 2) Encomiéndase la confección del mismo al escultor don Pascual Buigues, domiciliado en la localidad de Temperley, por el que se abonará ochocientos cincuenta pesos Moneda Nacional”.


El escultor


             Pascual Buigues nació en la localidad de Teulada, provincia de Alicante, España, el 16 de septiembre de 1897.

            En 1904 ingresó al Colegio de niños huérfanos San Vicente Ferrer de Valencia, España. Siete años más tarde, al egresar, se incorporó a un taller de imágenes religiosas. Y en 1912 su maestro lo hizo inscribirse en la Real Academia de Bellas Artes San Carlos en Valencia. Allí se destacó prontamente.

            En 1917 obtuvo la segunda medalla en la Exposición de la Juventud Artística de Valencia. A los 25 años de edad, buscando nuevos horizontes, dejando atrás Barcelona en el Vapor Santa Isabel de Borbón, llegó a la ciudad de Buenos Aires.

            Con pasión se dedicó al retrato en bajorrelieve alcanzando de inmediato el éxito. En 1924 realizó el busto del Dr. Manuel Carlés y los retratos de Leandro N. Alem e Hipólito Yrigoyen. Ese mismo año participó del XIV Salón Nacional de Artes Plásticas con la obra Joven Latina, un busto de Carlés y Bravura, una cabeza de carácter.

            Proyectándose artísticamente, en 1925, montó su taller en la fundición Trivium y participó en la decimoquinta edición del Salón Nacional y en el Salón de Rosario. Le fueron encomendadas las estatuas e imágenes del frontispicio que finalmente fueron colocadas en la fachada de la Iglesia Corazón de María frente a Plaza Constitución.
            En febrero de 1926, año que sería importante en su vida amorosa, inauguró en la ciudad de San Fernando, en un lugar público, un busto de Leandro N. Alem de su autoría. Al mismo tiempo, trabajaba en una estatua del General Martín Miguel de Güemes para una plaza de Salta.

            El 21 de agosto de aquel año contrajo matrimonio con Laudina Carbonell, nacida en Valencia en 1905. Y tras participar en el XVI Salón Nacional partió a España con su flamante esposa.

            En Valencia, el 10 de septiembre de 1928, nació el primer hijo de la pareja, Héctor. Y ese mismo año obtuvo el segundo premio en la Exposición de Arte de Levante.

            En su tierra natal, en 1929, donde continuaba con su incansable labor creadora, obtuvo el segundo premio en la exposición realizada por el Patronato de Turismo de España  y, asimismo, expuso en el Círculo de Bellas Artes de Valencia.

            Al año siguiente retornó a Buenos Aires y en 1932 nació su segundo hijo en la Capital argentina, Rubén. Por entonces realizó el retrato del Cónsul de España en Buenos Aires, José de Buigas Dalmau.

            En lo sucesivo participó en las diferentes ediciones del Salón Nacional, alcanzando en 1938 el Premio a Extranjeros en el XXVIII Salón Nacional de Artes Plásticas con su obra Triunfo.
            Al año siguiente, su obra 
Iberia fue adquirida por la municipalidad de Buenos Aires para el museo de Artes Plásticas “Eduardo Sívori”. También realizó el retrato de Francisco Piana.

              En 1940 presentó en el trigésimo Salón Nacional sus reconocidas obras Fábula y Renata; al año siguiente obtuvo el segundo Premio escultura en el Salón de San Fernando.

             Para el Pabellón de Infecciosos de la vecina localidad de Tapalqué realizó el retrato de Pascual Campodónico en 1942.

          Junto al reconocido escultor italiano Juan Bautista Finocchiaro, en 1943, realizó la reproducción de una escena faraónica del Templo de Luxor en Egipto en bajorrelieve para el Hall del Cine Luxor de la ciudad de Buenos Aires.

            El 17 de marzo de1950, en Temperley, nació su tercer hijo, Jorge Eduardo.
            Hacia 1951, colaborando con el escultor autodidacta argentino, Juan Grillo, Buigues concretó el Monumento al Gaucho el cual fuera emplazado en la ciudad de Mar del Plata e inaugurado el 5 de abril de 1960 tras varios traspiés burocráticos.
            También en 1951 obtuvo el primer premio en el concurso para la medalla y logotipo del Consejo del Escritor, designado por la Subsecretaría de Cultura. Al año siguiente fue designado miembro del Jurado de escultura en el 2° Salón de Córdoba de Artes Plásticas.

            En febrero de 1953, inauguró en Las Cuevas, Mendoza, un busto de su autoría del general Carlos Ibáñez del Campo, presidente de Chile. Y el 26 de marzo del mismo año, en la Estación de trenes de Retiro de la Capital Federal inauguró el busto del ministro de Economía, Miguel Miranda.

            En los años sucesivos recibió el encargo de múltiples retratos, destacándose los de Juan Álvarez, Carlos Alberto Pueyrredón y Ricardo Levene, académicos de número, el almirante Guillermo Brown, el general San Martín, Ricardo Levene, del Presidente italiano Giovanni Gronchi (encargado por la Asociación Dante Alighieri), del brigadier general Juan Manuel de Rosas, de Carlos Pellegrini y de Bernardo A. Houssay, Premio Nobel.
             Entre las obras de Pascual Buigues también se destacan los bustos de Leandro N. Alem, Eva Duarte de Perón y Enrique Santos Discépolo, emplazados en distintos lugares del país.

            Asimismo, le fueron encomendadas, entretanto, otras obras como la medalla del Presidente de Francia Charles de Gaulle en su visita a la Argentina; Medalla de San Martin y Bolívar, al Mérito; busto del Sr. Newton Shelton, Presidente de Aerolíneas Peruanas, para Estados Unidos de América; busto de Eva Duarte de Perón; busto y monumento a Timoteo Vandor, ex secretario General de la Unión Obrera Metalúrgica, emplazado en el Cementerio de la Chacarita.

            El 7 de junio de 1973 falleció su esposa.

            Tras algún tiempo de luto, ensimismado en su obra puertas adentro de su taller, en 1975 realizó, por encargue de la Asociación Numismática Argentina, una medalla en homenaje a Carlos de la Cárcova.

            Poco después presentó los bustos de José Ignacio Rucci, secretario general de la CGT, y del ingeniero Cesar M. Polledo, fundador y presidente de la Cámara Argentina de la Construcción durante cuatro décadas (actualmente ubicado en la plaza del mismo nombre en Av. Paseo Colón e Independencia, de la Capital Federal).

            Sus últimos trabajos conocidos fueron el retrato del Gral. José de San Martín para la Academia Nacional de la Historia y su propia medalla, encargada por la Casa Piana para homenajearlo por su extensa labor medallística en el país.

            En su taller de Temperley, Pascual trabajó hasta una edad avanzada. Realizó algunos monumentos e infinidad de medallas y placas con retratos en homenaje a próceres y personalidades argentinas, pero su verdadero espíritu artístico lo encontramos en sus pequeñas piezas escultóricas, de un delicado modelado y una intensa sensibilidad expresiva. Creó maternidades, niños graciosos, bustos, torsos, cabezas y sutiles desnudos que resultan lo mejor de su producción, que lamentablemente el artista expuso en pocas ocasiones.

            Pascual Buigues falleció el 15 de octubre de 1980.


Al piso…

 

            El 4 de junio de 1946, el Comisionado Municipal Silverio Carbone, dejó inaugurando el busto del líder de la Unión Cívica Radical y ex Presidente de la Nación en la rambla central de la avenida 25 de Mayo en su intersección con la renombrada arteria. Y desde entonces comenzaron los incidentes…

El diario El Tiempo” en su edición del miércoles 16 de marzo de 1955 publicaba:

            SALPICONES DE MADRUGADA.- Que falta de respeto! Una caída más ha tenido el bronce de Hipólito Yrigoyen erigido en la calle del mismo nombre y su intersección con la Avenida 25 de Mayo.

Automotores guiados por gente inexperta lo han derribado ya varias veces, sin que ningún contratiempo hayan tenido después esos conductores. Para gran parte del pueblo eso no reviste importancia. Es lo mismo que si hubieran derribado una columna o un poste. Y claro. ¿Qué temor puede inspirar llevarse por delante un pedazo de bronce que representa la figura de un humilde ciudadano que apenas si llegó a ser Presidente de la República y caudillo de una causa enraizada en la sagrada libertad del individuo?

Tantas veces lo derrumbarán y otras tantas habrá de ser puesto en su lugar por los obreros municipales, como si se tratara de la reposición de un árbol, es decir la cosa más simple.

Ayer no estaba el busto de Yrigoyen. Alguien dijo que lo llevaron a los Talleres de la Comuna para construirle un pedestal más sólido

Qué ironía! Yrigoyen necesita un pedestal más sólido!

El fervor cívico de la ciudadanía, la gratitud que el pueblo le debe al patriota que tanto hizo por Argentina, no sirve para pedestal! Es muy inconsistente el material... Se escurre por los dedos...”.


En el políticamente convulsionado año 1955, comenzó a barajarse una opción para ubicar el busto del ex Presidente que “El Tiempo” acompañó con una aguda publicación el 17 de marzo:

            ¿YRIGOYEN AL PARQUE?- Después de los varios derrumbes sufridos por el busto de Hipólito Yrigoyen, las autoridades municipales han resuelto ubicar el bronce lejos del alcance de los descontrolados conductores de vehículos, especialmente automotores. Según una información que obra en nuestro poder, será instalado en un lugar de preferencia dentro del Parque Municipal.

Sugerimos sea colocado frente a la estatua del Dr. Ángel Pintos para que el viejo caudillo conservador, con su diestra tendida en severo gesto, nos indique a toda hora:

-Ese fue un hombre que supo iluminar a los argentinos él camino del progreso, de la libertad y de la soberanía de la Patria!”.

 Efectivamente el busto fue retirado de la rambla (y años más tarde ésta también desapareció de la arteria), sin embargo, no fue trasladado al Parque sino muy cerca. El busto que realizara el escultor Pascual Buigues para nuestra ciudad culminó en el frente de la Escuela Nº 28 que lleva justamente el nombre de Hipólito Yrigoyen.


La gran paradoja

  

            Sin embargo, hubo un detalle que Carbone no tuvo en cuenta o no quiso remediar. El 6 de septiembre de 1932, cuando se cumplió el segundo aniversario del derrocamiento del gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen, el intendente Dante Bernaudo decidió renombrar la calle Buenos Aires como Teniente General José Félix Uriburu, quien fuera precisamente el que derrocó al gobierno de la U.C.R. Así, golpista y derrocado se cruzaban en una esquina azuleña…

            Pero a las vueltas del destino azuleño les faltaba otro giro. A través de la Ordenanza 2283/04, del 17 de diciembre de 2004, el intendente Omar Arnaldo Duclós dispuso el cambio del nombre de la calle Uriburu por el de Intendente Profesor Rubén César De Paula.

            Poco más tarde, la placa que estaba ubicada en la esquina Este de San Martín y la renombrada arteria, fue retirada y trasladada al Museo Etnográfico y Archivo Histórico “Enrique Squirru” donde se la preserva como testimonio de una de las paradojas azuleñas que se mantuvo por 72 años.



Hipólito Yrigoyen

(Gracias a RICARDO CAMINOA por la fotografía)



Pascual Buigues




martes, 11 de febrero de 2025

La exquisita Lía Cimaglia

La exquisita Lía Cimaglia

 

 Lía Eutimia Ramona Cimaglia nació en Buenos Aires el 31 de agosto de 1906. Sus padres fueron Rosa Ernestina Pomato y Próspero Cimaglia. Fue bautizada en la Parroquia “Nuestra Señora de Balvanera”, el 28 de abril de 1912, cuando contaba casi con 6 años de edad. Tuvo, al menos, una hermana menor, llamada Rosa María Ana.

En su hogar, la música era costumbre esencial de la mano de su padre, nacido en Italia y arribado a la Argentina a finales del siglo XIX. Próspero era flautista, guitarrista, pianista, director de orquesta y hasta compositor de tangos. Desde antes del nacimiento de sus hijas, dirigió su propio conservatorio “Primera Academia de Mandolín, Violín y Solfeo”, formando también un Terceto y grabando con la discográfica “Columbia Records”.

            Llevando la música en la sangre, desde pequeña, Lía comenzó a mostrar su gran talento innato. Su primer maestro fue Alberto Williams, el afamado compositor argentino, director, editor, pedagogo y pianista que se destacó como una de las figuras más representativas de su generación, fundando y dirigiendo el “Conservatorio de Música de Buenos Aires”, donde tuvo discípulos que pronto se distinguieron como la propia Lía.

            Asimismo, la jovencísima pianista estuvo bajo la guía y tutela del argentino Celestino Piaggio, también gran compositor, director de orquesta y pianista, que había estudiado en la “Schola Cantorum” de París, y falleciera con apenas 44 años de edad en 1931.

            Demostrando su talento en cada ejecución, Lía también estudió con el polaco Jorge de Lalewicz, quien antes de arribar a la Argentina había iniciado sus estudios musicales en su país natal, profundizándolos en Rusia con grandes maestros y consagrándose a la docencia en los conservatorios de Odessa (Ucrania), Cracovia (Polonia) y Viena (Austria). En Buenos Aires sucedió en la Cátedra Superior de Piano del “Conservatorio Nacional de Música y Arte Escénico” al maestro Ernesto Drangosch. En su estudio se formaron reconocidos pianistas como la mismísima Lía Cimaglia, Pía Sebastiani, Silvia Eisenstein, Flora Nudelman, Pedro Alejo Sáenz Amadeo, Juan Schultis, entre otros.

 

 Destinada a brillar

 

              Contando con apenas 14 años de edad, en 1920, Lía realizó su primera aparición pública dando un recital que incluyó la “Fantasía cromática y Fuga”, de Bach; la “Sonata Nº 2” de Beethoven; una rapsodia de Liszt, y varias obras de Chopin. Sin embargo, su presentación profesional fue en un recital para la “Asociación Wagneriana” de Buenos Aires.

            En 1927 obtuvo el Primer Premio Municipal por su obra “Tres canciones argentinas”. Por entonces, comenzó a recorrer el interior de la provincia de Buenos Aires, deleitando a los espectadores de ciudades como Azul, Olavarría, Benito Juárez y Tres Arroyos. También visitaría Tandil y el “Teatro Español” de Coronel Pringles, dejando maravillados a los espectadores.

            Lía Cimaglia contrajo matrimonio con el arquitecto José Espinosa, domiciliándose en Tacuarí Nº 756 de la ciudad de Buenos Aires.

             Su luz comenzó a agigantarse y abrirse paso en los escenarios de todo el país. En 1938 actuó como solista por primera vez en el Teatro Colón de la ciudad de Buenos Aires, en un concierto dirigido por Juan José Castro.

            Sus selectos temas y la forma de “deslizarse” por el piano con sus gráciles manos reflejaron siempre sus cualidades y modales refinados. Su coquetería era llamativa, y aun participando en reuniones de sus más íntimos amigos y familiares hacía gala de un cuidadoso arreglo personal. Su fina estampa y su precisa y exquisita conversación convertían a cada recital en un momento único e incomparable, transmitiendo siempre una enorme paz interior ya fuera en una sala colmada o un acotado público.

  

Melodías para Azul

  

            Los días 2 y 3 de diciembre de 1938, ese mismo y magnífico año para sus recuerdos, Lía estuvo en Azul por tercera vez, acompañada por su madre ya que su esposo por razones laborales no pudo seguirla como habitualmente lo hacía. En la estación del ferrocarril la esperaron numerosos miembros de la Agrupación Artística Maná y vecinos en general, entre ellos María Aléx Urrutia Artieda, Alberto López Claro, Emilia Betinelli, Bartolomé Cirioli, Víctor Mayer, Mercedes Ramos Mejía, Pedro Ramírez Drake, Nélida Saint André, Leticia Ciancio, Isabel Marquestau, Julio Ramongassie y “Tito” Saubidet Gache.

            Dentro de las numerosas coberturas periodísticas realizadas en la ciudad, la del “Diario del Pueblo” -del sábado 3 de diciembre- resulta la más abundante en ricos en detalles:

             “Realizóse anoche el concierto de piano de Lía Cimaglia Espinosa. La visitante fue objeto de muchas atenciones.- Un magnifico aporte para la cultura artística local se ha cumplido anoche con la presentación de la celebrada pianista argentina señora Lía Cimaglia Espinosa que realizó su anunciado concierto en la sala del Teatro Español, ante nutrida concurrencia.

            Para los que gustamos seguir las actividades del arte, el solo anuncio de la visita de la destacada ejecutante, nos aseguró una velada de categoría, pues ya la conocíamos así como a su ascendente foja musical que es suficientemente categórica para consagrarla entre los privilegiados en el actual medio artístico argentino.

            Si, por lo contrario, lo ignoráramos al escucharla anoche hubieran bastado las primeras notas con que responde el teclado a la bien graduada presión de sus manos, para advertir que se está en presencia de una artista de elevado rango con una personalidad y talento netamente definidos.

            Nuestro público conocía ya a la pianista que nos ocupa, pues hace ya años nos visitó en dos oportunidades: la primera, recién dejada la adolescencia, actuó como solista, y la segunda en calidad de acompañante de la conocida cantante argentina señora Pini de Chrestía, inolvidables recitales ellos auspiciados por dos instituciones culturales hace tiempo desaparecidas.

            Los que hemos asistido anoche al desarrollo de su labor admiramos emocionados esa vocación musical tan bien orientada y cultivada que autorizadas críticas han consagrado muchas veces.

            Esta feliz ejecutante disfruta del completo dominio de sus medios interpretativos, mostrándonos su técnica depurada que nos da la pauta de su inobjetable jerarquía, su fina musicalidad, su sentir, todas pruebas de un deseo de superación constante, producto del arte cultivado robando horas al reposo y lo que es más, luchando a veces contra la mediocridad de cierto público que, como no sabe diferenciar valores, no da a cada uno el lugar que corresponde.

            Y es su personalidad toda de esa cautivante sencillez y simpatía que no sabe de recursos impresionistas, porque el arte de Lía Cimaglia Espinosa es para los que van a conciertos en busca de emoción y no para asombrarse.

            Artista respetuosa de las obras  que ejecuta no deja librado su decir a sus notables condiciones, sino que las estudia prolijamente y trata de compenetrarse con el espíritu del autor para ofrecerlo con suma fidelidad, siendo así que no hay sonido que emitan sus dedos fuera del matiz y acento exactos para los que el autor meditó y escribió, llegando a la feliz comprobación de haberse estado anoche frente a una escala de valores y efectos, rica, sutil y delicada que no muchos intérpretes poseen y que en nuestro medio hace ya tiempo no nos era dado disfrutar.

            El programa compuesto de autores clásicos, románticos y modernos fue cumplido con exquisita justeza: la primera parte constaba íntegramente de una sonata en la que Chopin nos dice sus delicadas confidencias a través de sus cuatro movimientos detallados con suma maestría. Luego escuchamos al gran romántico de ‘Carnaval’, Schumann, del que la concertista tradujo: ‘Elevación’ y ‘Novelletten’, conocidas páginas de rica inspiración vertidas con fina calidad. Y después Debussy, el gran músico francés, uno de los más firmes puntales de los creadores modernos. Tenemos una admiración especial para el compositor de ‘L’aprés midi d’un faune’ que reaccionó contra el virtuosismo del piano, arrancando al teclado sonoridades y efectos nuevos engendrando una escuela que reina hoy en toda audición de categoría. Escuela que caracteriza la aperlada digitación y empleo inteligente del pedal secreto de sonoridades fundidas y aterciopeladas. Del autor se ofrecieron: ‘La niña de los cabellos de lino’, ‘Fuegos de artificio’ y ‘Minstrels’, en las que Lía Cimaglia Espinosa impuso en grado sumo su arte singular, contando con los mejores sufragios de la sala.

            En la parte final hizo: ‘Habanera’ y el hermoso ‘Juegos de agua’ de Ravel, confirmando en estas páginas del contemporáneo autor de ‘Bolero’ sus valores múltiples. Con tres ‘Danzas’ finalizó el material programado: una del genial Iturbi, y previa versión de otra de Halffter, la intérprete nos ofrece una suya (‘Danza’ de ‘Impresiones Argentinas’) mostrándose en su aspecto de compositora que tiene en su haber obras de positivo valor: ‘Homenaje a Debussy’ y emotivas canciones folklóricas: ‘Botoncito’, ‘Dame la mano’, ‘Vidala’, ‘Idilios’, etc. y ‘La canción del Chingolo’ que ella nos hizo conocer en aquel lejano concierto con la señora Chrestía.

            El público acogió a Lía Cimaglia Espinosa otorgándole aplausos calurosos, solicitando composiciones fuera de programa dándonos una versión de ‘Vals en Do sostenido menor’, de Chopin, la ‘Cajita de música’ de que es autora y un ‘Estudio’ también de Chopin.

            La notable pianista embarca el 20 para Europa a disfrutar una beca cedida a sus méritos, y donde se perfeccionará al lado de los mejores maestros del viejo mundo, haciendo conocer allá nuestra música poco difundida, misión que creemos está en muy buenas manos.

            Esfuerzos como el realizado al gestionar la visita de la señora Cimaglia Espinosa merecen el aplauso que otorgamos a todos los que en él pusieron sus calidades y entusiasmos. (…).

            Anoche, luego de su brillante concierto, la señora Cimaglia fue invitada a concurrir al Refugio de Maná donde la recibieron calificadas familias integrantes de la entidad, quienes le hicieron objeto de significativos homenajes. Ofertó la recepción la señora Nélida Saint André de Ramírez Drake, en oportunos conceptos, agradeciendo la obsequiada, realmente emocionadas, con palabras de afecto para los manaistas y, particularmente, dijo, para la señorita Leticia Ciancio, a quien le une profunda amistad. Luego, el doctor Ronco y su señora esposa brindaron una recepción a la distinguida visitante en su residencia, concurriendo muchas familias y escuchándose a la brillante pianista en varias ejecuciones vocales de especial característica folklórica, brindándose finalmente una copa de champagne.

            Esta mañana a las 11 realizó un breve concierto en la residencia de la señorita Ciancio, para el alumnado de ésta, y más tarde concurrió al Casino del Regimiento Nº 2 de Artillería, donde le brindaron una recepción el jefe del cuerpo, Tte. Cnel. Moreno, y la oficialidad.

         Partió en el tren vespertino hacia Buenos Aires, despidiéndola una nutrida comitiva de admiradores”.   

             Vale aclarar que, en alguno de los tantos y brillantes espectáculos dados a sus círculos de amistades, había conocido al filántropo abogado Bartolomé José Ronco y a su esposa, María de las Nieves “Santa” Giménez. Aquella noche la concertista estampó su firma en el empapelado de una pared del estudio jurídico que “Don Bartolo” tenía en su mítica casona ubicada en la esquina este de San Martín y Rivadavia (conocida hoy como “Casa Ronco”, donde se atesoran las importantísimas colecciones cervantina y hernandiana).

            Como se anticipaba en la nota, finalizando diciembre de 1938, por medio de una beca de la Comisión Nacional de Cultura, viajó a Francia para continuar sus estudios en París y perfeccionarse con los pianistas Ives Nat, Alfred Cortot e Isidoro Phillipp. En la parisina Sala Pleyel obtendría un brillante éxito interpretando los Veinticuatro Preludios de Debussy, autor por el que sintió desde siempre profunda afinidad.

  

Por el mundo…

  

            Derrochando magnificencia, fue esencial la difusión que hiciera en la Argentina de obras fundamentales como los conciertos Nº 1 de Brahms, dirigido por Fritz Busch (1942); el Nº 2 de Rachmaninov con dirección de Fitelberg; “Rapsodia portuguesa” de Ernesto Halffter (1944); los conciertos Nº 2 y 3 de Francis Poulenc, con dirección de Alberto Wolff (1953); el de Benjamin Britten; “Concierto a Cinque” de Respighi; el “Choro” de Camargo Guamieri.

            Entre su repertorio se encontraba casi toda la obra pianística de Fauré, así como sus Cuartetos y Quintetos con piano; la integral de “Romanzas sin palabras”, de Mendelssohn; o los Preludios de Debussy. Asimismo, fue permanente su preocupación por incluir en sus conciertos obras de compositores argentinos y ello le significó estrenar numerosas producciones de sus compatriotas y difundirlas en el exterior. Visitó buena parte de América y Europa, habiendo actuado en Francia, España, Reino Unido, Italia, Alemania, Austria, Bélgica, Estados Unidos, México, Venezuela, Chile, Uruguay, Perú y Paraguay.

            También fue destacado su trabajo como compositora, con obras de cámara, para piano sólo o distintas agrupaciones, y más de cuarenta canciones para voz y piano, por algunas de las cuales recibiría el “Premio Municipal a la Interpretación y a la Composición”, poniendo música a poemas de su cuñado, el catamarqueño Juan Oscar Ponferrada, o de la afamada escritora chilena Gabriela Mistral.

 

 Homenajeando a un grande de Azul

 

             En su trabajo titulado “Bio-bibliografía de Bartolomé José Ronco”, el historiador Guillermo Palombo describe un importante acontecimiento que tuviera lugar en Azul en el año 1948:

         “El 11 de mayo, de ese año, a las 6 de la tarde, se llevó a cabo en el moderno Cine Teatro San Martín un homenaje a Ronco por la obra de cultura que realizaba y con motivo de su reelección para el 10° período consecutivo en la presidencia de la Biblioteca Popular de Azul. El acto de homenaje, que lo fue de la ciudad de Azul, fue organizado por una comisión encabezada por el Obispo diocesano Monseñor César A. Cáneva, el Intendente Municipal, e integrada, entre otros por Rafael Alberto Arrieta, Ignacio Garzón Ferreyra, Ismael López Merino, Eduardo Mallea, Pablo Rojas Paz, Tito Saubidet y Ricardo Piccirilli. Adhirieron todas las instituciones de Azul. Y el programa fue impreso con su retrato.

Inició el homenaje el historiador azuleño profesor Ricardo Piccirilli, miembro de número de la Academia Nacional de la Historia, con su conferencia ‘La obra histórica, filológica y bibliográfica del Dr. Bartolomé J. Ronco’, donde dijo respecto del homenajeado: ‘Él vive entre sus libros y  papeles como otros en el taller o en los predios poblados de ganados’, lo consideró ‘azuleño por antonomasia’ y ‘sembrador que, con el sol alto todavía, está en el surco’, para finalmente calificarlo como ‘Señor de Callvumapuleovu’ y ‘caballero cruzado de las letras’.

Después, la concertista Lía Cimaglia Espinosa ejecutó al piano dos ‘Estudios’ de Chopin (op. 10, núms. 3 y 6); el ‘Scherzo’ de Félix Mendelssohn; ‘Loreley’ y ‘Estudio appassionato’ de Franz Liszt; ‘Claro de Luna’ y ‘Preludio’ en la menor de Claude Debussy, ‘Nocturno’ en mi bemol mayor, e ‘Impromptu’ en fa menor de Gabriel Faure y, concluyó con el impactante ‘Estudio Patético’ del compositor ruso Alexander Scriabine.

Finalizado el concierto, María Alex Urrutia Artieda dijo su poema ‘Mensaje cordial’, Enrique Carlos Squirru leyó su discurso y ofrenda en nombre de la comisión de homenaje, y el propio Ronco cerró el acto con sus palabras (…)”.


Consagrada

           

            Toda su vida estuvo dedicada con pasión a la música, no solamente en su carácter de pianista, sino también como compositora y pedagoga. Entre sus composiciones se destacan composiciones para piano la “Suite Argentina”; tres preludios en Homenaje a Debussy; la suite “Recuerdos de mi tierra”, un poema para violín y piano, una leyenda para violoncelo y una égloga religiosa para coro, voz solista y órgano, así como más de cuarenta canciones para voz y piano.

            Compartió su actuación artística con la docencia, y desde sus cátedras en el Conservatorio Nacional de Música “Carlos López Buchardo” y en el Conservatorio de Música de Buenos Aires “Alberto Williams” contribuyó con especial dedicación a la formación de jóvenes pianistas, compartiendo con ellos toda su calidad artística e innata vocación.

            A los numerosos premios y distinciones obtenidos, pueden sumarse el “Premio internacional en el Año de la Mujer” por el Órgano Ejecutivo y Directivo del Congreso Universal, “Premio al Mejor Disco Argentino” de Buenos Aires otorgado por la crítica, “Premio Héctor Villa Lobos” por el museo que lleva su nombre y el Ministerio de Cultura y Educación del Brasil, y en 1982, recibió el “Gran Premio de Honor” de la O.E.A., en Washington, como reconocimiento a su carrera otorgado por primera vez a un intérprete argentino.

            También fue miembro del Directorio de la Sociedad de Autores y Compositores.

            El mismo “Círculo Femenino de Buenos Aires” que en 1969 distinguiera su trayectoria con la “Venus Dorada”, el 26 de agosto de 1972, en el Teatro Coliseo, le realizó un sentido homenaje al cumplir sus Bodas de Oro con la Música.

 

Adiós…

 

            “Tango 70” se trata de una de las últimas obras compuestas por Lía, luego de casi 20 años de inactividad compositiva. Fue publicada en 1975 por el Instituto Lucchelli Bonadeo. La obra consiste en un tango estilizado que posee “secciones de ritmo uniforme, progresiones armónicas por quintas y segundas descendentes, usando un color armónico con reminiscencias al impresionismo francés, una textura polifónica con fragmentos imitativos, un planteo cíclico de la forma de tipo rondó, y el uso de la tercera de picardía para concluir, mostrando elementos de filiación y herencia barroca”.

            En 1994 ofreció su concierto de despedida, en el “Círculo Italiano”, maravillando con la pulcritud de su estilo y sus cálidas y concisas palabras. Seguía teniendo la gracia y precisión de aquella jovencita que sólo cosechaba elogios y despertaba admiración.

            Lía Cimaglia Espinosa o simplemente Lía Cimaglia falleció, a los 92 años de edad, el 1 de noviembre de 1998. Sus restos fueron velados en su domicilio de la calle Tacuarí, y fueron sepultados en el Cementerio Jardín de Paz.



Lía Cimaglia

 

 

 

(AGRADECIMIENTO ESPECIAL A VIVIANA SAGARNA POR SU COLABORACIÓN PARA LA CONCRECIÓN DEL PRESENTE ARTÍCULO)

 

Pablo Riccheri en el Azul

Pablo Riccheri


         Pablo Riccheri (o Ricchieri) nació en San Lorenzo, Santa Fe, el 8 de agosto de 1859. Sus padres fueron Lázaro Riccheri y Catalina Chufardi, oriundos de una pequeña localidad costanera cercana a Génova, Italia.

Al llegar a la Argentina, muy joven ingresó al Colegio Militar de la Nación, con el grado de teniente segundo de artillería. Sus primeras acciones militares estuvieron ligadas a la represión de la Revolución del ’74.

Tras seis años, egresó del Colegio Militar en 1879. Cuatro años más tarde realizó un viaje de estudio a Europa. Su primer destino fue Bruselas, como agregado militar en la embajada argentina en Bélgica. En 1886 ingresó a la Escuela Superior de Guerra de Bélgica de donde egresó como Oficial de Estado Mayor con el segundo puesto de su promoción. Su Tesis "La defensa de Bélgica" fue la base de los planes de defensa de ese país para las guerras mundiales que sobrevendrían en el siglo siguiente.

En 1890 fue enviado a Alemania para encargarse de la compra de armamento. Por entonces se hizo notable la influencia de la organización militar alemana, la más avanzada de su época, en su formación. A partir de la Revolución del Parque, en la que el Ejército tuvo actuación en los dos bandos contendientes, terminó de desarrollar su idea de modernizar y profesionalizar al Ejército, alejándolo de los intereses políticos.

En los últimos años del siglo XIX fue Jefe del Estado Mayor del Ejército. En septiembre de 1900, fue llamado por el presidente Julio Argentino Roca a ocupar el Ministerio de Guerra. Esto marcó el punto de partida para la organización profesional del Ejército Argentino.

La profesionalización del Ejército se basó en la modernización del armamento, del Colegio Militar de la Nación y de la Escuela Superior de Guerra. Además, se adquirieron la mayor parte de las bases militares del Ejército. Entre los terrenos adquiridos por Riccheri se cuentan Campo de Mayo, en Buenos Aires, Campo General Belgrano, en Salta; Campo General Paz, en Córdoba; Campo Los Andes, en Mendoza, y Paracao, en Entre Ríos.

Organizó el ejército, dividiéndolo en siete regiones militares, con organizaciones internas propias. Reorganizó también el Ministerio de Guerra. Refundó el Regimiento de Granaderos a Caballo que había creado el general San Martín, para funcionar como escolta del presidente de la Nación.

Definió claramente la misión de las Fuerzas Armadas del país, afirmando que su única función era defensiva, y de ninguna manera debían ser utilizadas para mezclarlas en contiendas políticas. De todos modos, también introdujo la idea de que parte de su misión era “el mantenimiento del orden y el respeto a la ley”.

El servicio militar obligatorio fue funcional a los objetivos trazados en aquel entonces por el Estado, al difundir la idea de ciudadanía y de igualdad ante la ley. A su vez, las listas y libretas de enrolamiento fueron rápidamente utilizadas como documentos de identidad, tanto para identificación de las personas, como para la confección de padrones electorales. Por otro lado, en los cuarteles se instalaron escuelas para los conscriptos, que colaboraron en la lucha contra el analfabetismo y la integración de los hijos de inmigrantes.

           

Una costumbre suiza

  

El país transitó distintos procesos políticos y en nuestra ciudad, al igual que en varias localidades del interior, a finales del siglo XIX, los inmigrantes suizos fueron los primeros en mostrar un gran interés por la práctica deportiva del tiro al blanco.

Hacia los comienzos de la década del ’90, la comunidad se movilizó para tener su propio polígono de tiro, a imagen y semejanza del que ya poseía el Club Recreativo Suizo -dedicado tanto a actividades deportivas como de defensa-, ubicado en la esquina Este de las calles San Martín y Bahía Blanca (actual Intendente Manuel Castellár).

Los impulsores consideraban fundamental que esta nueva institución se rija con prescindencia completa y absoluta de toda cuestión política y electoral, y que tenga como único fin la instrucción de tiro con armas de guerra y de uso civil para preparar a la milicia y la ciudadanía, para la defensa de los supremos intereses de la Nación.

El periódico local “El Pueblo”, dio cuenta de las innumerables adhesiones que recibió el día 11 de diciembre de 1890 el señor Manuel Chans, reconociéndosele su interés para instalar una sociedad de tiro al blanco en terrenos cedidos por un hacendado de la zona en las cercanías de Azul.

El italiano Luis Giffoni, atento a las intenciones de Chans, había decidido donar un terreno en las afueras del pueblo, en la zona conocida como “la tosquera” (cuyo actual epicentro es la “Plaza Juan Manuel de Rosas” o “La Tosquera”), para que allí se construyese el polígono. Sin embargo, atendiendo a razones técnicas y al hecho de que a escasa distancia se hallaban los pabellones del incipiente Hospital Municipal (hoy Dr. Ángel Pintos), se aceptó luego la donación de un ex convecino de Azul, el señor Enrique Benegas, de un pequeño campo que en definitiva se usó brevemente.

Así inició tibiamente sus actividades la incipiente “Liga Patriótica Azuleña”.


Todos al Centro…

 

Merced a diversas idas y vueltas, el 19 de febrero de 1895, se fundó el “Centro de Instrucción Militar y Tiro al Blanco”. La Comisión Directiva constituida para tal fin estuvo formada por Alejandro Brid (h) como presidente, secundado por destacados vecinos como Emiliano Astorga, Paulino Rodríguez Ocón, Enrique Squirru y Aurelio S. Abeberry que oficiaron respectivamente de vicepresidente, secretario, prosecretario y tesorero. Luis Arieu, José Vitón, Ricardo Gaviña, Mateo S. Boado, Leonardo Dulbecco y Albino Fernández fueron elegidos como vocales.

En la sesión de Comisión Directiva del 28 de febrero de 1895 se nombró a los generales Francisco Leyría y Zacarías Suspisiche como representantes del Centro ante las autoridades militares para gestionar armas e instructores, además de un terreno apropiado para “el establecimiento de un polígono de tiro para la instrucción de la Guardia Nacional”. Asimismo, el primer instructor designado fue el subteniente Echenagucía, reemplazado luego por el capitán Yáñez.

Antes de finalizar el año, asumió la presidencia del Tiro Federal Argentino de Buenos Aires (que había sido fundado el 28 de septiembre de 1891), el general Luis María Campos, quien solicitó al Ministerio de Guerra la autorización correspondiente para enviar fusiles Máuser a las sociedades de tiro del interior, para el cumplimiento de los fines institucionales. Así se hizo y la institución azuleña recibió su primer equipamiento.

  

Tiempos turbulentos

  

A pesar de una extensa tradición de paz y concordia, hacia fines del siglo XIX, las relaciones limítrofes entre la Argentina y la República de Chile comenzaron a tornarse complejas y ambas naciones quedaron a un paso de desencadenar una lucha armada por la soberanía sobre extensos territorios.

Desde tiempo atrás, se venía tratando el diferendo por la delimitación entre ambos países, pero las negociaciones habían quedado estancadas. Ninguna de las dos naciones hacía mérito por ceder posesiones sobre lo que se reclamaba.

El gobierno nacional, presidido por el general Julio Argentino Roca en ejercicio de su segundo mandato, observó que los chilenos aventajaban militarmente a Argentina y que podían emprender una ofensiva. Inmediatamente, adquirió en Italia una flota de poderosos buques de guerra y gran cantidad de armamento. Empero con armas no alcanzaba, por ende, también reclutó miles de personas en el ejército y la marina.

Consciente de su responsabilidad frente al entredicho pertinaz y peligroso, el gobierno argentino acució con oportunas disposiciones el espíritu de lucha de nuestro pueblo, que haciendo honor a sus mejores tradiciones respondió firme y unánime al reclamo de la Patria en peligro. Una ola de febril actividad, de iniciativas concordantes con el grave peligro que acechaba tras las difíciles negociaciones diplomáticas, tuvo repercusión en nuestro Azul, que tanta experiencia tenía en heroicos combates en la “avanzada de la civilización”.

Consecuencia del clima emergente de tal situación, como así de las sugerencias del gobierno nacional, fue que reapareció en escena, recobrando protagonismo, la “Liga Patriótica Azuleña”, desarrollando actividades concordantes y concurrentes a un mismo fin: “Defender la Patria”.

Con dicho objetivo, la Liga encarriló sus esfuerzos hacia la creación de un polígono de tiro, en cuyas instalaciones pudieran realizar prácticas, no solo los integrantes de la Guardia Nacional, cuya formación promovió, sino también todo ciudadano capaz de manejar uno de los fusiles adquiridos en Europa a la sazón por el creador del moderno ejército argentino, el coronel Riccheri.

Pablo Riccheri, siendo ministro del presidente Julio A. Roca tuvo que interrumpir la misión que estaba cumpliendo en Europa para hacerse cargo del Ministerio de Guerra. La situación de tirantez creada por aquella época entre la Argentina y Chile a raíz de disputas fronterizas, le obligó a formar una fuerza militar moderna. Hasta entonces el Ejército estaba constituido solamente por la Guardia Nacional, empero el 6 de diciembre de 1901 fue sancionada la Ley N° 4.031, llamada “Ley de Riccheri”, por la cual se estableció el servicio militar obligatorio. Así nació el Ejército Argentino moderno y fomentó el Tiro Federal Argentino.

 

En el  Azul


Pese a las celebraciones suscitadas y a la intensa actividad desplegada en las instalaciones del flamante polígono, las obras de perfeccionamiento se prosiguieron sin pausa y recién en 1902 se procedió a la inauguración oficial de las mismas.

Divergencias entre los miembros de la institución hicieron que, curiosamente, se conformaran dos comisiones directivas. Ambas presididas por el Dr. Enrique Ocampo y el Sr. José R. Paleari, respectivamente, estaban integradas por los siguientes caballeros: Eduardo Plot, Rosa V. Ávila, Ceferino Peñalva, Juan Beheretche, Pastor Tiola, Silvano Bonnet, Eugenio Dupleix, Marcial Portarrieux, Pedro L. Ramírez, Isidoro Sayús, Antonio Samigliana y Manuel E. Toscano. El señor Miguel Bossola fue designado Comisario de Tiro, secundado por los señores Luis Riviere, Siverio Cabone, José A. Motti, Juan N. Navas, Gregorio Motti, F. Eduardo Berdiñas y Horacio Clair.

El proyecto del edificio primitivo, que tenía la apariencia de una fortificación pétrea y almenada, fue realizado ad honorem por el ingeniero Ignacio Aztiria. Antes de comenzar la construcción, los planos fueron expuestos en el almacén, ferretería y puesto “El Progreso”, ubicado en la esquina Este de Belgrano y Buenos Aires (luego Gral. Uriburu, actual Intendente Prof. Rubén C. De Paula). Los trabajos de delineación del terreno también los hizo ad honorem el agrimensor Antonio Regueral y la construcción de la obra fue adjudicada al Sr. Esteban Wagnat. Los trabajos comenzaron en febrero de 1902 y fueron inaugurados con una importante celebración el 9 de julio de ese mismo año.

El ministro de guerra de la Nación, coronel Pablo Riccheri, aceptó la invitación que se le formulara para trasladarse a nuestra ciudad e inaugurar las obras. Fue en tal circunstancia que debió enfrentar como parte de los homenajes que se le prepararon, dos banquetes el mismo día y al mismo horario, como consecuencia de las diferencias antes mencionadas. El coronel Riccheri no se amedrentó por la contingencia pues almorzó en una mesa y tomó el café y los postres en la otra. El momento fue complejo, pero nada insuperable para un militar y diplomático de la talla de Riccheri, quien no dudó en buscar puntos de encuentro entre ambas comisiones.

Cabe destacar que en la oportunidad el Coronel fue nombrado como “Padrino del polígono de Azul”. No menos de cuatro mil personas asistieron a la inauguración, iniciándose de inmediato el primer concurso de tiro que finalizó con el triunfo del joven José B. Iturburu.

El 9 de julio de 1904, Azul recibió con beneplácito una vez más la visita del Ministro de Guerra, general Pablo Riccheri, quien asistió al “Primer Campeonato Provincial de Sociedades de Tiro” organizado por la “Liga Patriótica Azuleña” (sin ninguna conexión con su casi homónima ultraderechista) y aprovechó la oportunidad para recorrer la ciudad. Atendido cordialmente por el intendente Federico Urioste, el militar le hizo al Jefe Comunal una propuesta sumamente interesante al ofrecerle la asistencia de Lola Mora para la construcción de una escultura para la recientemente remodelada Plaza Colón (actual Plaza San Martín). Cabe aclarar que la visita de la artista se concretó en noviembre, sin embargo, por motivos desconocidos, nunca se realizó obra alguna para Azul.


El final de un largo camino…

 

Tras su paso por el Ministerio, siguió ejerciendo como Jefe de Estado Mayor, y posteriormente como Comandante en Jefe del mismo. Fue ascendido a General de División en 1910 y dos años después, junto a Francisco Pascasio Moreno, fundó la “Asociación de Boy Scouts”.

Como Teniente General pasó a retiro en 1922 por decisión del presidente Hipólito Yrigoyen. Doce años más tarde, el presidente Agustín P. Justo envió una ley al Congreso proponiendo su ascenso al grado de General de Ejército, creado especialmente para él, a fin de rescatarlo de sus apuros económicos.

Pablo Riccheri falleció en Buenos Aires el 29 de julio de 1936 y fue sepultado en el Cementerio de la Recoleta.




Pablo Riccheri, padrino del "Polígono" de Azul