domingo, 15 de junio de 2025

Historias de hoteles: SANGRE, AMORES Y HASTA UN REY

                                         Sangre, amores y hasta un rey

 

 El hotel más antiguo del que se tiene conocimiento y anécdotas es el “De los Catalanes”, ubicado en la esquina oeste de las actuales calles Colón y San Martín, frente a la Plaza Mayor o De las Carretas (hoy Gral. San Martín), fundado hacia de 1850 por el joven español José Vilaseca (1829).

En la distribución que planteara Francisco Mesura como agrimensor en 1832 -durante la fundación del Fuerte del Arroyo Azul-, la esquina le correspondió al comerciante José Antonio Capdevila (1765-1841). Era natural de Barcelona, Cataluña, España; llegó a la ciudad de Buenos Aires en 1794 donde se dedicó al comercio. Prestó importantes servicios personales y pecuniarios durante las invasiones inglesas a esta ciudad. En 1807 fue cabildante y Alférez Real. En 1810, la Junta, deseando hacerle un homenaje, resolvió dar su nombre a la entonces calle San Andrés -hoy Chile-, donde residía. En 1810 fue uno de los 400 vecinos invitados por esquela al Cabildo Abierto, votando por la causa de la Patria. Posteriormente desempeñó algunos cargos honoríficos, muriendo en Buenos Aires.

El catalán estaba casado con su coterránea Teresa Genoveva Fernández (1771-1804), con quien tuvo diez hijos: Pedro Andrés (1793), María Francisca Josefa Joaquina Estanislada (1794), María Antonia Basilia Ramona Ignacia (1797), José Martiniano Juan Nepomuceno (1798), José Antonio (1799), Manuel (1800), María Melchora Benita Francisca (1801), Pedro Saturnino (1802), María Francisca Josefa Antonia (1803) y Juan (1805).

Además del cuarto de manzana en el centro del incipiente poblado, en Azul también pobló la Suerte de Estancia N° 3, que formaba parte del campo “El Recreo”. Asimismo, su hijo el capitán Manuel Capdevila, por muchos años, prestaría importantes servicios como Juez de Paz del Fuerte, hasta el arribo en 1840 del coronel Pedro Pablo Rosas y Belgrano.

  

Raíces y lazos

 

             Nacido en Barcelona, Cataluña, España, José Vilaseca se dedicó desde muy joven al oficio de “fondero” (tal y como declaró en el Censo Nacional de 1869). Llegó a la Argentina en 1851, el mismo año en que nació su primogénito Jaime, con su coterránea esposa, Antonia Velazco (1832). En el Azul fueron padres de al menos otros cuatro hijos: Arturo (1860), Rufino (1864), Pepita (1865) y Feliciano (1867).

            Arraigados prontamente, los catalanes establecieron estrechos vínculos con la comunidad y fuertes lazos de amistad. Por un lado, por ejemplo, Rufino (nacido el 11 de agosto de 1864), fue bautizado el 21 de octubre del año de su natalicio, siendo su padrino el comandante Matías Barragán y Miñana.

            Por otra parte, el 11 de noviembre de 1876, Jaime contrajo matrimonio con Daría Riviére, hija de María Hipólita Sayago y Marcelino Riviére, fundador del Molino Harinero “Estrella del Norte”.

                    

Sangre enamoradiza

 

El porteño Juan de la Cruz Cuello (1830), buen mozo y galante, no sólo tenía habilidades con las armas (boleadoras, facón, trabuco), sino que su espíritu temerario lo llevaba casi cotidianamente a desafiar los límites establecidos por el estricto gobernador Juan Manuel de Rosas.

Por entonces, la Mazorca -constituida por dos cuerpos policiales especiales-, era el brazo armado de la Sociedad Popular Restauradora, dedicado a imponer el terror y a exterminar sistemáticamente a los opositores políticos del rosismo. El Cuerpo de Serenos y Vigilantes a Caballo, al mando del temible coronel Ciriaco Cuitiño, era una de esas duras fuerzas represoras.

Una noche, el romántico galán fue descubierto en Balvanera por una partida de serenos saliendo de la casa de la mujer de un Ayudante del Cuerpo. A pesar de su habilidad y rapidez con el facón, fue atrapado y llevado al cuartel. El Gobernador, en vez de castigar a Cuello, dispuso que lo incorporaran a las fuerzas militares del regimiento de la División Palermo; Rosas prefirió olvidar aquel episodio y sumar a sus filas a un hombre joven y de coraje. Sin embargo, apenas pudo, Cuello desertó.

Creyéndose impune, se quedó por los alrededores de Buenos Aires y siguió divirtiéndose en las pulperías, disfrutando de frecuentes guitarreadas. Mientras tanto, el jefe de la policía, Juan Moreno, dispuso su captura por “desertor y asesino”.

Alardeando sus dotes como jinete y su particular estilo conquistador, Juan logró seducir a la hermosa Margarita, hija del sargento mazorquero Nicolás Oliden, quien -como era costumbre-, la había prometido nada menos que a su jefe, el comandante Ciriaco Cuitiño.

La joven, castigada por su padre, fue encerrada en el sótano de la casa, pero alcanzó a fugarse con su amante. Enfurecido, Cuitiño encabezó personalmente las fuerzas que abnegadamente los persiguieron hasta cercarlos por la localidad de Luján. Pero fracasó.

El 1 de enero de 1850, se preparó un gran contingente de soldados y se cercó la quinta donde se había descubierto que se refugiaban Cuello y la joven. Los rodearon y comenzó un tiroteo en el que Margarita resultó herida. Él tuvo que huir y ella regresó a su hogar, pero para gran sorpresa de su progenitor y su prometido, estaba embarazada. Maltratada, Margarita y su bebé murieron en un parto prematuro.

Juan Cuello fue declarado “enemigo público”. Así, desapareció de los lugares que frecuentaba, viéndose forzado a dar pelea y huir inmediatamente si era descubierto.

El jefe de policía, Moreno, envió una circular a los jueces de paz de la campaña instándolos a buscar al bandido, ofreciendo una recompensa de cien mil pesos a quien lo entregara vivo o muerto. Tras cruzarse rudamente al sur de Dolores con la partida que comandaba el oficial Boado, y habiendo vencido a su rival, después de otras aventuras, Cuello se refugió en los pagos del Azul, en las tolderías de los “indios amigos” del cacique Mariano Moicán, a orillas del Arroyo Nievas.

Aceptado por el Cacique por sus méritos y servicios, Cuello anduvo maloqueando con los indios y, prendado de la exultante belleza de la hermana del cacique, Manuela Díaz, anduvo buscando cumplir con las ofrendas de rigor para tomarla como esposa. Y lo logró.

Dueño de la mejor mujer y del mejor caballo (“colorado pico blanco” que ganaba todas las carreras), Cuello se convirtió en un gran personaje de los toldos. Empero su soberbia y arrogancia lo confundieron imperdonablemente…

Era gustoso de pasearse con Manuela por las calles del pueblo e inclusive no perdía oportunidad de contar sus hazañas en alguna pulpería, luciéndose con ella como si se tratase de un premio valioso.

Incapaz de enfrentarse directamente con Cuello, un oficial de la policía de Buenos Aires, el sargento Quintana, en una oportunidad tentó a Manuela con la recompensa de cien mil pesos que ofrecían por él. La nativa, vencida por la codicia, aceptó la oferta.

Comenzaba diciembre cuando la pareja fue a una carrera de caballos, en la zona aledaña al Arroyo Azul, en la Estancia “El Recreo” (en las inmediaciones del actual Hipódromo). Mientras Juan se mantenía eufórico por la destreza de su animal, arteramente Manuela lo alentó a emborracharse… Ambos se acercaron al centro del pueblo y se instalaron en el Hotel “De los Catalanes”. Cuando Juan se durmió -completamente ebrio-, ella aprovechó para atarlo a la cama y a toda prisa abandonó la habitación en busca de la policía y su recompensa.

Enviado Juan de la Cruz Cuello a Buenos Aires, el gobernador Juan Manuel Rosas ordenó su inmediato fusilamiento en Santos Lugares el 27 de diciembre de 1851. El cadáver fue decapitado y su cabeza expuesta en una pica en la Plaza de la Victoria, como escarmiento para los unitarios y desertores… Cuitiño contempló la escena con alevosa satisfacción.

 

Otro hotelero…


Después de la batalla de Caseros, Ciriaco Cuitiño permaneció “escondido” en distintas localidades del interior de la provincia de Buenos Aires. Posiblemente estuvo en Azul, sin embargo, lo cierto es que una noche a mediados de 1853, entró a la ciudad de Buenos Aires, acompañado de su amigo Leandro Alén (pulpero del barrio de Balvanera, padre del futuro caudillo radical Leandro Alem). Fueron descubiertos, delatados y arrestados. Tras un juicio penal se los condenó a muerte. Cuitiño y Alén fueron ejecutados el 29 de diciembre de 1853, a las 9 de la mañana, sobre el paredón de la iglesia de la Concepción (Tacuarí e Independencia). Luego los cadáveres de ambos se exhibieron colgados por cuatro horas en la Plaza de la Concepción.

Un tiempo después, su hijo Vicente Cuitiño supo el final de su padre. Él tenía por entonces en Azul un hotel ubicado a unos 50 metros de la entrada del pueblo, que se efectuaba por aquel tiempo mediante un puente levadizo sobre el foso, en la calle Ancha, hoy Av. Mitre, esquina Colón.

En su libro “Viaje por las Pampas Argentinas – Cacerías en el Quequén Grande y otras andanzas. 1869-1874”, Henry Armaignac narró haber estado alojado en nuestro pueblo, en el “Hotel de Cuitiño”:

 “El dueño del hotel no conservaba nada de su padre más que el nombre, y quizás un amargo recuerdo, pues era el hombre más pacífico del mundo y su corazón generoso estaba siempre abierto para los desdichados”

 

Años más tarde, esta fonda u hotel, después estuvo ubicada en la esquina que hoy ocupan el “Gran Hotel Azul” y la Estación de Servicio de Y.P.F.; allí se hospedaba, entre otros muchos viajeros y huéspedes ilustres, el coronel Álvaro Barros.


El Cuartel General de Mitre

  

A mediados del siglo XIX, se produjo una dura sublevación de los pampas. Los daños producidos a las diversas poblaciones atacadas, los arreos de ganado y las cautivas, plantearon un cuadro sumamente complejo. Esto determinó que, el 1 de mayo de 1855, el ministro de Guerra, coronel Bartolomé Mitre, se estableciera en Azul, que por decisión del gobierno bonaerense quedó constituida en Cuartel General de Operaciones.

Mitre se estableció en el Hotel “De los Catalanes”, permaneciendo en nuestra localidad por un mes y medio. El hábil Coronel suponía que el conflicto con los pueblos originarios iba a ser una cuestión fácil de resolver, sin embargo, se equivocó rotundamente. En Sierra Chica, los sublevados obtuvieron una importante victoria, obligando a Mitre y sus tropas a retornar en una ordenada y “honrosa” retirada, que se produjo en horas de la noche, dejando parte importante de la caballada y los fogones prendidos en el campamento, para ocultar, con éxito ante los indios, la operación. Casi doscientas cincuenta fueron las bajas en las tropas mitristas y el Comandante, ofuscado, no dudó en resaltar la desorganización de los Guardias Nacionales que estaban acantonados en Azul y habían marchado con él. Este duro enfrentamiento se produjo el 30 de mayo de 1855 y pasó a la historia como Combate de Sierra Chica.

El joven coronel Bartolomé Mitre, que una semana antes en la plaza Mayor había dicho con sonora voz que se haría responsable hasta de “…la cola de la última vaca de la Provincia…”, había vuelto al Azul vencido sin atenuantes.

A mediados de junio, Mitre dejó atrás Azul…

Así como sehospedara en el Hotel “De los Catalanes”el futuro presidente de la Nación, también en algún momento lo harían los generales Ignacio Rivas y Manuel Escalada, como así también Adolfo Alsina, entre muchos otros.


El hospedaje del rey

 

El Dr. Alberto Sarramone en su obra “Orllie-Antoine I: un rey francés en Araucanía y Patagonia”, cuenta la visita y estadía de un singular personaje, Orllie Antoine de Tounens:

 “En sus ‘Memorias’ Tounens afirma que ‘al comienzo de 1876, hice todavía otra expedición con los recursos de otra persona’. Se trata de Achille Laviarde, su futuro sucesor en el trono. (…) Aprovecha un viaje de unos comerciantes de cueros para llegarse hasta Azul, ‘donde tiene amigos’. Debe recordarse que el rey había actuado en la masonería y por entonces Azul era un centro importante. Hay un detalle significativo: La Estrella del Sud se llamaba la logia masónica azuleña (…) y también la orden caballeresca que Orllie había fundado en Francia. Pero es indudable que en Azul no tuvo suerte en sus pretensiones monárquicas. Ello era natural, ya que la logia azuleña había sido fundada por el coronel Álvaro Barros, cuando era jefe de la frontera en Azul y futuro gobernador de la Patagonia, y estaba integrada por oficiales del ejército argentino destinados en ese punto importante de la frontera y muchos franceses, españoles e italianos, entre otros, que se caracterizaban por ser de ideales muy republicanos, que mal podrían brindarle simpatía a una aventura monárquica, que además –y tal vez más importante- venía ya muy jaqueada…

Mientas tanto Azul era la única población de la Argentina en la cual la mitad de su población estaba constituida por franceses o descendientes, que en cierta medida controlaban el negocio con los indios. En su estadía en Azul, el rey se ha registrado en el hotel de los Catalanes como Jean de Tourtoirac. Habiendo fracasado en obtener apoyo para sostener sus aventuras, proseguirá su viaje, internándose en la pampa, sin mucho eco o, por lo menos, no tenemos constancia de ello…”.

 

El particular huésped del Hotel “De los Catalanes” era Orllie Antoine de Tounens, que había nacido el 12 de mayo de 1825, en La Chaise, Chourgnac, Francia. Era hijo de Jean Tounens y Catherine Jardon. Fue procurador del Tribunal de primera instancia de Périgueux y un aventurero conocido por autoproclamarse “Rey de la Araucanía y la Patagonia”, un estado por él creado, afirmando que las regiones de la Araucanía y la Patagonia oriental no necesitaban depender de ningún otro estado. Tounens fue arrestado el 5 de enero de 1862 por las autoridades chilenas, fue encarcelado y declarado loco por un juicio del tribunal de Santiago del 2 de septiembre de 1862 y fue expulsado a Francia el 28 de octubre de ese año. Más tarde, Antoine de Tounens intentó varias veces regresar a la Araucanía para reclamar su reino, pero fue siempre expulsado; la visita narrada por el Dr. Sarramone fue la cuarta y última. Tounens murió el 19 de septiembre de 1878 en Tourtoirac, Francia.

  

Paso del tiempo…

  

Cuando Tounens anduvo por Azul, el pueblo se desarrollaba vertiginosamente. Las calles del pueblo eran identificadas con números romanos (correspondiéndole, por ejemplo, el IX a la actual calle San Martín y el XXVI a la Colón), y en poco tiempo más recibirían muchos de los nombres que aún se siguen utilizando. A la vez, la Plaza Mayor o De las Carretas, recibió el nombre de “Colón” (hoy “Gral. San Martín”). También comenzaron a edificarse residencias de considerable importancia. Y en los ’80 se comenzaron a instalar en Azul los novedosos teléfonos en distintos domicilios y comercios; el Hotel tenía el número 65 (vale considerar que la cantidad de usuarios no llegaba al centenar).

Al comenzar el siglo XX, en 1901, en aquella mítica esquina se instalo la droguería Franco-Española que estaba a cargo de Ramón Farres. Un par de años más tarde se mudó a la esquina de Belgrano y Colón, dejándole el local al joven Leopoldo G. Marchisio, que hacia 1903 se había instalado con su farmacia en la esquina norte de Colón y Bolívar (otrora “Farmacia Viñas”), mudándose en 1913 a la esquina que otrora ocupara el Hotel “De los Catalanes”.

Finalmente, en 1961 se construyóel entonces moderno edificio de departamentos en altura, que se denominó “Edificio Marchisio”, y se instaló la “Farmacia Marchisio” en el amplio local de la planta baja. Aunque desplazada del local de la esquina, en la actualidad la farmacia continúa escribiendo su historia…


    Frente a la Catedral en construcción puede observarse lo poco que quedaba en el arranque del siglo XX del "Hotel de los Catalanes".




Orllie Antoine de Tounens, el autoproclamado “Rey de la Araucanía y la Patagonia”, uno de los huéspedes más excéntricos del antiguo hotel



Demolido el antiguo Hotel de los Catalanes, se construyó un nuevo comercio donde se instaló Leopoldo Marchisio con su farmacia.




En el otrora solar del "Hotel de los Catalanes" se construyó el Edificio "Marchisio".

domingo, 8 de junio de 2025

Historias de hoteles: ESMERADO SERVICIO FRANCÉS

         Esmerado servicio francés

 

         En el periódico “El Heraldo del Sud” (muy posiblemente el primero de Azul y del que se conservan apenas un par de ejemplares en la Hemeroteca “Juan M. Oyhanarte”), en 1876 (20 de febrero y 12 de octubre), aparece la publicidad del Hotel de Adrián Loustau, quien se convertiría en un pionero e importante actor lugareño.

Nacido en Francia, en 1837, Adrián Loustau era hijo de Juan y Catalina Sainpic. Muy joven arribó a la Argentina, radicándose algún tiempo entre Olavarría y Azul. En ésta última ciudad, el 5 de mayo de 1875, contrajo matrimonio con su coterránea Luciana Robiz (hija de Martín Robiz y Adela Lasala), de tan sólo 17 años de edad. La pareja tuvo al menos trece hijos: Adrián (1875), Eufemia (1876), Juan Luciano (1878), Justo Martín (1880), Adrián Pascual (1882), María Teresa (1883), Adela (1885), Isabel Julia (1886), María Natividad Julia (1888), Matilde María (1889), María Teresa (1891), Adela Luisa (1893) y Adrián Alfredo (1893).

  

Hoteleros de pura cepa francesa

  

Antes de casarse, en sociedad con su futuro suegro Martín Robiz, en la esquina norte de Colón entre 9 de Julio y Bolívar, Loustau había fundado el Hotel “De la Paix” o “De la Paz”. En la cuadra que en la actualidad ocupa el Colegio “Inmaculada Concepción” estaban: el local de Loustau, luego seguía hacia mitad de cuadra el modesto Hotel “Bonne Soupe” o de la “Buena Sopa”, de Marcial Fortanet (quien promocionaba su local con el nombre tanto en francés como en español), el comercio y la propiedad de Alejandro Malére (francés, abuelo del célebre intendente Ernesto María Malére) y en el último tramo de la cuadra -esquina de Colón y Bolívar-, se hallaba el Instituto de Enseñanza Popular.

Su establecimiento fue lo suficientemente próspero como para impulsarlo a intensificar su inversión. Loustau contrató al italiano José Caputi quien después de concretar la obra del Palacio Municipal (1884) y la remodelación de la Comisaría (Belgrano entre Burgos y Colón, patio mediante lindera con el Palacio Municipal), se convirtió en el primer gran constructor de la ciudad, iniciando una interesante secuencia de construcciones como la casa del farmacéutico Enrique Renaud (1893) en 25 de Mayo N° 590, entre Yrigoyen y Belgrano (edificio popularmente conocido como “El Ciudadano”), la casa de Juan Vieira Vaz (1895), luego transformada en sede del “Jockey Club de Azul”, y el local comercial y vivienda del joyero y relojero Agustín Calderaro (1905), ubicado en 25 de Mayo N° 624 (entre San Martín y Alsina). La tarea que le encomendó Loustau fue la construcción del que sería su flamante hotel en la esquina este de Colón y 9 de Julio, que se inauguró en 1890.

Por otra parte, el viejo edificio que ocupara Loustau en la esquina norte se convirtió en el “Hotel de France” que fuera en un principio de Zamora y Peyrouselle, quienes en 1896 promocionaban: “(…) Servicio esmerado para pasajeros, familias, banquetes y casamientos (…)”. Luego pasaría a ser propiedad de Miguel Hournau que antes de finalizar el siglo lo trasladaría al más amplio edificio de Colón y Tapalqué (otrora Av. Humberto I, actual Av. Perón).

 

Hotel “Colón”

 

Adrián integró la Comisión Directiva de la Sociedad Francesa de Socorros Mutuos de Azul, ubicada en la misma manzana de su hotel, en la esquina oeste de Burgos y Bolívar. También fue miembro activo de la logia masónica “Estrella del Sud” Nº 25 en la que desempeñó varias jerarquías, llegando a ser Maestro.

Siendo uno de los mejores hoteles de la ciudad, era el lugar predilecto para la realización de comidas festivas o banquetes de honor. Como cuenta Yuyú Guzmán en su libro “Estancias de Azul”: Ya era tradición que aquí se hospedaran los viajeros franceses que llegaban a la ciudad, y en el bar y restaurante del hotel acostumbraban a reunirse hombres de la colectividad a tomar su vino calentado”.

             Entrado el nuevo siglo, compró este negocio otro francés, Federico Vilatte (1842), oriundo de Perigue, en el sur de Francia. El periódico "El Imparcial" del 5 de marzo de 1902 anunciaba:

               Hotel Colón.- Hace varios días que el joven Vilatte abrió al servicio público un nuevo Hotel, conocido por el de Hotel Colón, en el antiguo local del de La Paz. El joven Vilatte introdujo varias reformas para comodidad de los pasajeros.”.

              Él se había radicado en Azul con su coterránea esposa, María Lavigne (1845), con quien desde su patria de origen llegaron con el pequeño Adolfo Román (1873). En suelo argentino tuvieron al menos dos niños más: Gabriela (1877) y Luis (1884). Federico contaba con experiencia en el ramo dado que tenía su propio emprendimiento en Burgos y la actual Roca, al que, en 1900, promocionaba:

             “Café y restaurante ‘Bordeaux’ de Federico Vilatte - Calle Burgos esq. Juárez – Azul – Servicio esmerado – Comodidades para familias y pasajeros. Cocina francesa.”

             Siguiendo una vez más el trabajo de Yuyú Guzmán:

             Posteriormente, un hijo de Federico Vilatte, llamado Adolfo, continuó con este negocio y sus tradiciones francesas, pero le cambió el nombre por el de ‘Gran Hotel Colón’. A principios del siglo, había muchos hijos de franceses y argentinos ya hechos hombres, pero continuaban festejando el 14 de julio con el mismo fervor patriótico de sus padres, con grandes banquetes servidos en el salón de este hotel, donde se decían los discursos en francés, se cantaba el himno nacional y la infaltable Marsellesa, y muchas canciones populares de Francia, entre las cuales sobresalía en la época de la postguerra la famosa canción de Madelón”.

          Adolfo (1873-1934), llevó adelante por varios años el Hotel que su padre había adquirido. Coincidiendo no sólo en la nacionalidad con el fundador del emprendimiento, Adolfo también se inició como miembro de la logia “Estrella del Sud” Nº 25 y fue presidente de la Sociedad Francesa de Beneficencia y Socorros Mutuos. Amigo del Dr. Bartolomé J. Ronco, Adolfo realizó –tal vez por sugerencia del filántropo coleccionista- la primera traducción al francés de los “Consejos del Viejo Vizcacha”, de la célebre obra “Martín Fierro”, que fueran publicados en la Revista “Azul”.

             Adolfo contrajo matrimonio con la española Luisa Trepiana, con quien tuvo tres hijos: Mayda Luisa (1910), Adolfo Andrés (1912) y Graciela Adolfina (1916).

            En su edición del 15 de septiembre de 1921, el periódico “El Ciudadano” informaba sobre los cambios que se habían suscitado en el icónico edificio de Colón y 9 de Julio:

 

            “EL GRAN HOTEL COLÓN.- Hicimos hoy una rápida visita al local donde estuvo tantos años el Hotel Colón que fue de Vilatte, de Ferraro y antes se llamó Hotel de la Paix de propiedad del señor Adrián Loustau que lo hizo edificar en 1890, especialmente para el objeto a que se le ha destinado.

            La antigua pero sólida casa se ve completamente reformada presentando todo el aspecto de los grandes edificios modernos después de las reformas sustanciales que le ha introducido su propietario el señor Laureano Lobato y apto pues para contener el nuevo establecimiento a inaugurarse.

            En efecto: el 1º de octubre el nuevo Gran Hotel Colón de pertenencia del señor Juan Cordeu, será inaugurado con toda pompa brindando a la ciudad algo que se hacía necesariamente imprescindible. Contiene el nuevo hotel, entre sus muchas comodidades y confort, 34 habitaciones todas con su lavatorio con aguas corrientes; amuebladas con camas modernas nuevas de hierro y bronce, colchones elásticos y de lana recién construidos, mobiliario de roble inglés lustrado, campanillas, luz eléctrica, teléfono, etc.; cinco regios cuartos de baño con agua fría y caliente que no envidian a los que ostentan los mejores hoteles de Buenos Aires; una cocina regia dotada de todo lo necesario; un servicio de cubiertos Cristophersen para 200 personas, mesas, sillas, mostradores, todo nuevo, así como servicio y salas especiales para banquetes, recepciones, etc.

            El gran patio quedará cubierto en breve en un espléndido hall de hierro y vidrio para comodidad de los pasajeros. El departamento para garajes y cocheras es todo nuevo y amplio.

            La cocina estará a cargo del gran ‘chef’ que fue del Hotel Slava de la Capital.

            Como se ve, la inauguración del nuevo hotel constituirá todo un acontecimiento en Azul. Sus servicios, su atención, en fin todo lo relativo a él, lo dirá la experiencia.”.

            

Últimos inversores…

 

         El español Laureano Lobato (1872), que había llegado a la Argentina en 1887 y ese mismo año a Azul, tenía 15 años de edad cuando comenzó a trabajar como un modesto empleado de tienda. Durante 18 años trabajó en tres casas comerciales.Por casi una década fue empleado de “Casa Vigna”. Fue consejero de la sucursal del Banco de la Provincia, demostrando una importante preparación en asuntos financieros. También fue nombrado por el gobierno bonaerense para fiscalizar las declaraciones sobre el capital en giro. Formó parte por más de 10 años de la Comisión Directiva de la Sociedad Española de Socorros Mutuos y del Club Español, desde la fundación de éste último.A finales de 1905, junto a Casiano Inza (“Lobato, Inza y Cía.”), adquirieron la célebre “Casa Vigna”, entonces instalada en la esquina sur de la Av. 25 de Mayo y San Martín, tomando desde entonces vuelo y acentuando sus progresos, a punto tal que en el año del Centenario de la Revolución de Mayo, se comenzó a gestar la construcción de un nuevo edificio en laesquina norte del mismo cruce de arterias. La empresa constructora del señor José Hilario Brumana, fue la proyectista y ejecutora de una monumental obra que se inauguró en 1912 ocupando el magnánimo edificio un cuarto de manzana.

Indudablemente, conocedor del mercado comercial azuleño, Lobato invirtió en la compra y remodelación del “Gran Hotel Colón” que quedó pronto bajo la administración y propiedad de Juan Cordeu (a quien en algún momento se sumarían sus hermanos).


Punto de reunión

 

Resulta interesante la inserción social del Hotel que queda en evidencia en una nota de El Ciudadano” del lunes 12 de diciembre de 1921:

             EXCURSIONISTAS TANDILENSES.-   Ayer fueron nuestros huéspedes un grupo numeroso de distinguidas señoras, señoritas y jóvenes pertenecientes a las mejores esferas sociales de Tandil, desde donde se trasladaron en 13 automóviles pasando todo el día en esta ciudad.

            No obstante de tratarse de una excursión improvisada, que fue planeada la noche anterior el Club Social el paseo fue todo un éxito por la composición de las personas que tomaron parte en él y por lo interesantemente entretenido que resultó. Entre 13 automóviles, todos particulares, partieron a la 6 y 30 llegando a esta a las 8 y 30 y después de recorrer la ciudad, el parque, etc. alojáronse en el Hotel Colón, donde se sirvió un espléndido banquete, reinando en él un ambiente de distención y alegría que superó a todo en su apogeo cuando se improvisó un animado baile danzándose hasta cerca de las 16 horas.

            Terminado el baile los excursionistas visitaron el hipódromo, el Tiro Federal para de ahí terminar el paseo, como un broche de oro, en el Club de Remo en cuyos salones se realizaba el té-danzante anunciado, con la presencia de nuestras principales familias y caballeros.

            Allí los excursionistas dieron la nota más alta y agradable de su “sprit” y distinción llevando el entusiasmo hasta la exaltación.

            Siendo ya de noche emprendieron el regreso, retirándose satisfechos de haber pasado entre nosotros un día agradabilísimo”.

           Entre muchas, los medios azuleños realizaban diversas publicidades de las que podemos rescatar la siguiente que con frecuencia se repetía en el periódico “El Ciudadano”:

 

“Gran Hotel ‘Colón’

Atendido por su dueño señor Juan Cordeu

Cocina servida por el ex chef del Hotel ‘Eslava’. Treinta y cuatro piezas regiamente amuebladas con servicio de aguas corrientes. Baños calientes y fríos.

COMODIDAD PARA FAMILIAS

Salones reservados para Banquetes, Lunchs, Recepciones, Casamientos  y Bautismos.

FINO SERVICIO DE CUBIERTOS

Colón y 9 de Julio – U. Telef. 457”

 

Huéspedes destacados

 

            Entre los tantos huéspedes que tuvo el hotel a lo largo de su existencia y con sus distintas denominaciones, dos de los más destacados fueron el abogado y político Juan Bautista Justo, que estuvo en Azul en 1914, y el destacadísimo Carlos Gardel, quien se hospedó durante su última visita a la ciudad, el 16 de mayo de 1933, cuando llegó para presentarse en el Teatro Español.

Luego de pasar, vía General Lamadrid, por Bahía Blanca y Olavarría, el ex presidente de la República y presidente del Comité Nacional del Radicalismo doctor Marcelo T. de Alvear y los candidatos a gobernador y vice, doctores Honorio Pueyrredón y Mario Guido, junto a una nutrida comitiva arribaron a Azul el domingo 13 de octubre de 1935. En el Paraje “La Colorada”, un importante grupo de correligionarios esperaba a los viajeros y desde aquella zona, en caravana, los acompañaron en su ingreso a la ciudad. Los visitantes cenaron y pernoctaron en el “Gran Hotel Colón”.

  

El final…

 

            En Mar del Plata, los hermanos Cordeu, encabezados por Juan, tenían el Hotel “Cabildo”, instalado en la que otrora fuera la casa de Pedro Anchorena –también conocida como “Tres Miradores”- que ocupaba la vereda par de la calle Alsina entre el Boulevad Marítimo y Colón. Curiosamente, en Azul, se promocionaban sutilmente ambos emprendimientos:

 

“HOTEL COLÓN

COMPLETAMENTE REFORMADO

Habitaciones con baños privados.

Amplios comedores para banquetes, casamientos y fiestas familiares.

Servicio incomparable.

Precios económicos.

JUAN CORDEU

U.T. 457 – Azul

Cuando veranee hágalo en Mar del Plata HOTEL CABILDO. Alsina y B. Marítimo. U.T. 2404”

 

            Promediando la década del ’40, la actividad comenzó a mermar con la inauguración del flamante “Gran Hotel Azul” y otros hoteles en la ciudad, lo que llevó a un cansado Juan Cordeu a decidir cerrar las puertas del suyo y marcharse, en junio de 1955, con su familia a Mar del Plata, donde años más tarde cobraría notoriedad desde la política y diversos ámbitos su hijo Juan Carlos Cordeu (nacido en Azul el 15 de abril de 1938).

            Pasados los años, las habitaciones de la planta baja se convirtieron en pequeños locales comerciales y las de la planta alta en departamentos; buena parte de la fachada original aun se conserva con su singular esplendor, conservando el recuerdo intangible de lo que fueran años de un “esmerado servicio francés”.





"Hotel Colón", en la esquina este de Colón y 9 de Julio




Adolfo Vilatte y su esposa




Salón comedor-bar del "Gran Hotel Colón"


El "Gran Hotel Colón" en la paleta de M. Risopatrón






Al centro de la imagen, en el cuarto lugar, Juan Cordeu (y su hermano Joaquín, en el extremo derecho), en el "Hotel Cabildo" de Mar del Plata



El "Hotel Colón" en pinceladas del reconocido Osvaldo Morua





MUCHAS GRACIAS A CLAUDIA UBERUAGA (POR LA INFORMACIÓN RASTREADA) Y A JOAQUÍN RODRÍGUEZ CORDEU (POR LA FOTOGRAFÍA FAMILIAR)

MUCHAS GRACIAS A FLORENCIO MIRANDE POR LAS FOTOS DE SUS BISABUELOS


MUCHAS GRACIAS A  CARLOS VILATTE POR LA FOTO DEL INTERIOR DEL HOTEL