Julián Andrade por el Azul
Por Eduardo Agüero Mielhuerry
Juan
Moreira tenía sólo un caballo bayo, un
pequeño perro llamado “Cacique”, un poncho, un enorme facón -que le fuera
obsequiado por Adolfo Alsina, de quien fue guardaespaldas- y dos trabucos. Pero
por sobre todas las cosas, tenía a Julián Andrade, su amigo fiel. Nada
más… Siempre dormían a cielo abierto, con el perro como guardián, y jamás
desensillaban por si tenían que huir. Llevaron una vida errante y violenta,
enfrentándose a numerosas partidas policiales y librando combates desiguales de
los que siempre salieron airosos.
Las desventuras de Moreira comenzaron en un
paraje de Matanzas (actual San Justo), donde asesinó al pulpero genovés Sardetti,
disputando por una deuda que éste pretendía desconocer. El Juez de Paz de la
zona había actuado con parcialidad en favor del comerciante, y el gaucho -que ya
había tenido problemas con la policía debido al hostigamiento de un teniente
alcalde que codiciaba a Vicenta Andrea Santillán, su esposa
y madre de sus hijos-, tuvo que escapar hacia Saladillo. Empero un día
retornó para vengarse y le dio muerte en un fiero entrevero a facón.
Inseparables…
Hacia 1870, Moreira huyó de la justicia
dirigiéndose a Navarro, de donde era oriundo Julián Andrade -padrino de su
hijo Juancito-,
quien se uniría a él en sus correrías hasta su muerte…
El juez de paz José Correa Morales, le
brindó protección y lo nombró sargento de policía. Pero cuando el juzgado
cambió de titular, Moreira dejó el empleo. Y en breve, en un incidente tal vez
de tinte político, Moreira dio muerte de veintinueve puñaladas en una pulpería
al teniente alcalde Juan de Córdoba. Así, su destino quedó definitivamente marcado…
Corría el año 1873 cuando,
en Veinticinco de Mayo, Moreira y Andrade protagonizaron un conflicto en una
jugada de taba que alertó a las autoridades. Al día siguiente, el
sargento Patricio Navarro y dos agentes pretendieron aprehenderlos. Pelearon
fieramente y Moreira logró herir al Sargento y huyó con su cómplice robándoles
un caballo y otras prendas.
Los amigos se refugiaron en las tolderías de Simón
Coliqueo, en Nueve de Julio, empero después de una temporada, ambos se
marcharon en no muy buenos términos…
Además de sus duelos ocasionales con algunos
provocadores y de feroces choques con las partidas, en los que liquidaron a
varios hombres, las autoridades los acusaron por otros delitos, como el
degüello y robo a un italiano repartidor de pan en la campaña.
En 1874 Moreira actuó
como cuchillero del partido de Mitre, en un escandaloso comicio que le dio
notoriedad en la prensa e incluso en los debates parlamentarios. A su vez, se
batió con José Leguizamón, un matón de renombre, que murió una semana
después por causa de las heridas recibidas.
Cansado de las
fechorías de Moreira y Andrade, el gobernador bonaerense, Mariano Acosta, comisionó
al inspector de policía Adolfo Cortinas, para que capture al
temible matrero y a su cómplice. Desprejuiciados, sin temor alguno, ambos
esperaron a la numerosa partida en la fonda principal del pueblo de Navarro y,
dejando a oscuras el local, burlaron a los vigilantes a trabucazos y puñaladas.
El 6 de abril, Moreira tuvo un encontronazo
con la policía, en el cual recibió una herida en el rostro y otra en la mano. Cuatro
días más tarde, en vísperas de las elecciones presidenciales, él, su compañero
de aventuras y tres sujetos más que los seguían, ultimaron en su propia casa al
estanciero José Melquíades Ramalhe (o Ramallo) y a uno de sus peones, por
motivos que nunca se aclararon.
El final de la
célebre dupla
El
30
de abril de 1874 el juez de paz de Lobos, Casimiro Villamayor, por
orden del Gobernador, envió a veinticinco hombres que, al mando del comandante Francisco
Bosch perteneciente a la policía de Buenos Aires, se dirigieron al almacén
y pulpería “La Estrella” (ubicado en lo que hoy es el Sanatorio de Lobos
en la intersección de las calles Chacabuco y Cardoner).
Juan
Moreira peleó con todas sus fuerzas,
pero justo cuando estaba a punto de saltar la pared que se interponía entre los
policías y su caballo, fue herido por la bayoneta del sargento Andrés
Chirino, que le perforó el pulmón izquierdo. Sin embargo, el aguerrido Moreira
alcanzó a disparar su trabuco hiriendo en el rostro a Chirino -que perdió un
ojo- y a cercenarle cuatro dedos de un cuchillazo, lesionando además al capitán
Eulogio Varela.
Vilmente derrotado, Juan Moreira murió al
instante.
Entretanto, Julián Andrade, había sido sorprendido
en un cuarto contiguo. Al hallarse durmiendo, no pudo resistirse, quedando
apresado. Justo fue retirado de la habitación en el momento en que su admirado amigo
Juan moría en medio de borbotones de sangre.
Un legado irreverente
El
2 de mayo de 1874, Julián Andrade, nacido en 1848, hijo de Guillermo
Andrade y Crescencia Jara, quedó
detenido en la cárcel “La Blanqueada”
de Mercedes. Fue
condenado por homicidio en riña, por el
juez doctor Francisco Ramos Mejía.
Inmediatamente
se convirtió en un preso célebre y desde entonces no dejó de recibir diversos
regalos de las mujeres que iban a visitarlo: chiripás, yerba y azúcar, cintas
bordadas con mensajes, entre otras prendas y alimentos.
Harto
de estar entre rejas, un día voló un muro -gracias a la pólvora que escondida
en panes le acercaba alguna mujer- y encabezó la huida con varios cómplices: Mariano
“El Paraguayo” Benítez, Máximo Romero y Simón Ardiles. Sin
embargo, la libertad les duró poco… aunque les alcanzó para cometer varios
delitos en los campos aledaños; sin contar las culpas que les endilgó la
policía…
Recapturado
y castigado, el 8 de agosto de 1879, Andrade fue trasladado a la entonces
flamante Penitenciaría de Sierra Chica donde se convirtió en el preso número 15.
Fue condenado a “reclusión perpetua”.
No menos célebre
que en la cárcel anterior, comenzó a ser visitado asiduamente por el general Francisco
Leyría, el poeta Víctor Olegario Andrade (sin
parentesco), Eduardo Gutiérrez(autor de la novela gauchesca que retrata la
vida de Juan Moreira), Ángel Falcón, el escritor Julio
Llanos y el coronel Benito Machado, centinela de la
Frontera Sur con asiento en Tandil, entre otros.
En el penal
aprendió rudimentos de tipografía, picó piedra y con el tiempo se convirtió en
un preso de conducta ejemplar. Lentamente fue “resocializándose”
En
1887, varios vecinos caracterizados, encabezados por el general Leyría, pidieron
el indulto de Andrade al gobernador Máximo Paz. Tras
trece años de prisión, Julián Andrade quedó libre por un perdón llamado “la Libra del 25 (de mayo)”.
El
Gobernador accedió ala liberación en atención a que el reo “ha dado pruebas de completo arrepentimiento y observado conducta
ejemplar a tal punto que ha llegado a exponer su vida concurriendo eficazmente
a sofocar una sublevación en el presidio de Sierra Chica, habiendo prestado
otros servicios que le han hecho acreedor a la consideración especial del Poder
Ejecutivo”.
Escribiendo
una nueva historia en Azul
Apenas
liberado, en un principio, Andrade se instaló en el pueblo de Olavarría, donde
estuvo al servicio de un caudillo político que le proveía casa, carne y
protección a cambio de hacer algunos trabajos propios del ambiente más
violento: correr alambrados, quemar parvas, destruir sembrados, espantar
animales a tiros, todo para correr fuera del partido a pequeños pobladores y
colonos.
Casi
inmediatamente, Andrade volvió a sus viejos vicios. Frecuentador de boliches y
diestro peleador, habitualmente fue detenido en cuadreras y bailongos, empero
siempre quedó liberado mediante la fianza que pagaba su patrón.
Tiempo
más tarde comenzó a trabajar como capataz del establecimiento “San
Luis”, en el Partido de Azul, propiedad del mitrista y masón Ramón
Vitón.
En el pueblo del
Azul,
donde culminó radicándose, Julián conoció a la jovencita Dominga Córdova, azuleña,
nacida en 1871, hija de Benito Córdova y Gregoria
Fernández, más de veinte años menor que él, quien se convirtió en su
compañera hasta el final de sus días.Ambos se enamoraron profundamente…
El primogénito
de la pareja, llamado Julián, nació el 6 de enero de 1890
y fue bautizado por el padre José M. Cambra en la Iglesia Nuestra
Señora del Rosario el 19 de abril del mismo año.
Los concubinos
tuvieron en total nueve hijos, de los cuales al menos el ya mencionado, junto a Pedro
Julián, Benito yTeófilo, nacieron y fueron
bautizados en nuestro pueblo.
El espíritu
rebelde y bravío de Andrade, el 30 de julio de 1893, lo llevó a participar en la revolución
radical iniciada desde Azul y encabezada por Hipólito Yrigoyen. Matías
B. y Miñana, Luis Aldaz, Isidoro Sayús y Ángel
Pintos, entre otros destacados vecinos, participaron activamente del
alzamiento -organizado también en casi todo el territorio bonaerense-, tomando
la municipalidad y la comisaría. Julián Andrade supo hacer gala de su coraje en
lo que en Azul fue un abierto enfrentamiento contra los hermanos Manuel
y Evaristo
Toscano, quienes habían hecho del gobierno municipal “un semillero de escándalos y latrocinios”.
De profesión “visteador”
La
habilidad de Julián Andrade como visteador -duelista criollo de
exhibición- llamó la atención del acaudalado martilleroazuleño Rosa
Ávila, quien pronto logró asociarse con él para animar remates de
hacienda y fiestas de estancia.
Maestro
en el manejo del cuchillo, pero especialmente del facón, Julián supo hacer de
él no solamente un instrumento de trabajo y una eficiente arma de pelea sino
también una herramienta fascinante para lucirse en un espectáculo como la
visteada. Así, Andrade se convirtió en uno de los más famosos.Sin embargo, su
nuevo empleo no lo eximió de seguir siendo observado agudamente por la
Justicia. En una causa de noviembre de 1894 por un lío generado como
consecuencia de las fuertes apuestas sobre los visteadores figuraba “… de estado casado, profesión jornalero,
domiciliado en el Azul y accidentalmente en la suerte de estancia Nº 274 de
este partido…”.
Una
de las más famosas visteadas que se dio en Azul fue protagonizada, en la Feria
de Ávila, por el célebre Andrade y el propio dueño del lugar, don Rosa Ávila. El
juez en aquella ocasión fue Pacomio Ávila, hermano del
contrincante. El episodio convocó a centenares de personas y culminó con la aplastante
victoria de Andrade.
Julián
Andrade vivió casi treinta años en Azul, empero a pesar de haber tenido un
cambio rotundo en su conducta, para muchos seguía siendo un gaucho matrero. Su
pasado continuaba siendo un estigma que muchas veces lo tentaba a desenvainar
su facón para defender su honor.
Buscando nuevos horizontes…
Hacia 1915,
Andrade rumbeó hacia Tandil, para reencontrarse con
viejos amigos y buscar nuevos horizontes...
Apasionado por
los caballos, pronto encontró una interesante actividad hípica en la serrana
localidad donde no tardó en conseguir trabajo como cuidador de parejeros en el
hipódromo local.
Poco después llevó
a su mujer y a sus hijos para vivir todos juntos en el rancho que había
levantado en la calle Mitre 1351.
Sus últimos años
transcurrieron en paz. A pesar de la pobreza, crió a sus hijos dignamente y
sostuvo el hogar infatigablemente. Vagamente algún periodista rompió su
monótona rutina persiguiendo la exacerbada leyenda de Moreira, empero en cada
entrevista mantuvo su rostro adusto imperturbable aunque con sus ojos inundados de
nostalgia.
Julián Andrade
falleció en Tandil el 9 de agosto de 1928.
Una de las más
famosas visteadas que se dio en Azul fue protagonizada, en la Feria de Ávila,
por el célebre Julián Andrade (foto) y el propio dueño del lugar, don Rosa
Ávila.
Genial...Una gran historia que o conocía. .Gracias
ResponderEliminarMe alegro!!! Saludos!!
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