Seminario versus Balneario
Por Eduardo Agüero Mielhuerry
La
Piedra Fundamental del Seminario debería haber sido colocada en la chacra “Santa
Elena”, ubicada en la margen izquierda del Arroyo a pocos metros de
cruzar el puente San Benito. Sin embargo, como los días previos a la ceremonia
habían sido de mal clima y con importantes precipitaciones, la prolongación de
la calle Colón –actual avenida Carlos Pellegrini- era verdaderamente
intransitable. Ante este inconveniente y para evitar cualquier disgusto frente
a los ilustres visitantes, el padre Cáneva decidió realizar el acto de
Bendición de la Piedra, el 12 de octubre de 1939, en el
atrio de la Iglesia
Catedral Nuestra Señora del Rosario.
La celebración fue magnífica. Sin
embargo, todo aquello fue en sí un mal presagio para la obra tan soñada por el
padre Cáneva. Prácticamente al mismo tiempo, desde diversos sectores de la
comunidad y con el apoyo de la propia municipalidad, surgió la idea de crear en
el Paraje San Benito un balneario…
Los motivos de
la frustración
Dos
artículos contrapuestos, pero contundentes en sus argumentos, reflejan la
disyuntiva en la que se encontraba la comunidad frente a dos obras de tamaña
envergadura y tan disímiles en sus objetivos que pretendían desenvolverse en el
mismo sector con el Arroyo como única línea divisoria. Evidentemente era
imposible que ambas subsistieran y “convivieran”. Por un lado, el periódico “El
Ciudadano” en su edición del viernes 2 de febrero de 1940,
informaba:
“El
balneario es una creación arbitraria e injustificable.- La instalación y
funcionamiento del balneario municipal en San Benito, da mérito a una serie de
consideraciones, tendientes a demostrar en forma irrecusable que esta
iniciativa, si bien ofrece algunos aspectos atrayentes –desde luego
superficiales- no resiste al menor análisis, porque está llena de negaciones
legales, no consulta la verdadera moral ni el punto elegido para su
instalación.
Pero hay algo fundamental en esta
inocente iniciativa y es que carece del prestigio que da la ley cuando se le
respeta y, por ende, se cumple. En el caso cabe preguntar con qué derecho ha
obrado la intendencia que dispone por sí y ante sí del arroyo y la vía pública
que ocupa dicho balneario, afectando las propiedades vecinas, el tránsito de
las haciendas y despreocupándose por completo de la moral en sus cercanías con
el gran edificio destinado a Seminario, instituto que pronto será dotado de
hermosas construcciones y en donde cursarán sus estudios sacerdotales numerosos
jóvenes que, en verdad, necesitarán de un discreto aislamiento que les ahorre
las distracciones que el mundanal ruido brinda con todo el bagaje de las
tentaciones y distraimientos.
Para salvar este espectáculo mundano
que ofrece el improvisado balneario, tendría que levantar ese claustro altos
paredones que luego de privar al establecimiento de amplia aireación, le
impondrá desembolso apreciable de fondos que no están calculados en el
presupuesto de las obras.
Esta sola circunstancia,
perfectamente fundamentada permite preguntar si las autoridades ‘intendentiles’
no han encontrado otro lugar más útil y aparente que el elegido fuera de los
límites urbanos de la ciudad, cuando el arroyo Azul bordea todo el sur, oeste,
norte y este de la ciudad, en los cuales ofrece parajes apreciables para
instalar un balneario que esté en consonancia con los adelantos edilicios que
ostentamos y que él se levante prestigiado por las leyes y ordenanzas
municipales que rigen la materia?
Y decimos prestigiado, etc., porque
la intendencia no ha podido sin la sanción previa del Concejo Deliberante
disponer de un solo centavo ni del paraje ni de la modificación substancial que
surge de la clausura de calles y del tradicional camino para el tránsito de
haciendas, etc.
El hecho de que esta obra, por
cierto peregrina y torpe, se realice con dineros y objetos donados, no da a la
intendencia mejor derecho para apropiarse de ellos e invertirlos
discrecionalmente, puesto que basta que a la comuna se le done una cosa
fungible o no para que automáticamente, pase a ser propiedad del Estado y, por
tanto, requiera ordenanzas especiales para poder disponer de ellos. De esto no
se ha observado nada: ha primado la “omnímoda” voluntad de dos o tres que hacen
como si fuesen intendente y presidente del concejo, para que la obra se lleve a
cabo con todos los aspectos legales, sin
pensar que no tiene el derecho de hacer obra e invertir los dineros del pueblo
en empresas que parecerían van a beneficiar directamente a sus desenvueltos
autores.
Bastante se habla en el pueblo
acerca de esta cuestión, señalándose que el paraje elegido para instalar el
pretendido balneario, tiende a favorecer exclusivamente a la empresa de ómnibus
(que goza de muchos privilegios abusivos), de la cual se denuncia la existencia
de determinados ‘accionistas’, por más que la empresa nunca alcanzó las formas
legales para ser una entidad responsable, con todos los requisitos y exigencias
que la ley prescribe terminantemente. La calculada instalación de esta ‘empresa’
en la margen del puente San Benito ‘tete a tete’ con el balneario y su
discrecional sistema de servicios que presta, consolidan esta sospecha,
agregado a los abusos que hemos denunciado sobre los arbitrarios recorridos sin
que autoridad alguna llame al orden a la “empresa”.
Si esto no fuera a juicio al menos
de criterios convencionalistas, suficiente fundamento, hay más, que da la pauta
inaceptable de este infarto ‘intendentero’ y es que ¿con qué derecho la
“empresa” modifica arbitrariamente sus recorridos y por qué cobra por
recorridos caprichosos de 10 cuadras, 10 centavos –de San Benito a la plaza- amén
del abuso que importa despojar de sus derechos al pueblo, negándose a efectuar
los recorridos establecidos?
Si se arguyera, por ejemplo, que la
dicha ‘empresa’ no tiene una concesión emanada de autoridad competente –Concejo
Deliberante e intendencia- sino un mero ‘permiso’ ello no mejoraría la
situación ni le daría mejor derecho para funcionar, alejándola todavía más de los avances que se adjudica.
En síntesis, esta cuestión es
importante bajo el aspecto de orden y la legalidad edilicia y hemos de volver
sobre ella oportunamente.”.
Casi como una respuesta entre
colegas, el “Diario del Pueblo”, en su edición del sábado 3 de
febrero de 1940, se explayaba:
“La
creación del Balneario es un acierto. No son las torpes críticas las que pueden
desviar una cuestión ya definitivamente resuelta.- Vemos por segunda vez
que el Balneario San Benito está siendo víctima de las iras e infundios de un
colega de la tarde que no sabemos cómo se ha desviado tan torpemente para decir
una serie de sandeces fuera de toda realidad y toda lógica. El balneario no es
una obra que pueda ser atacada bajo ningún concepto. Ni bajo el concepto legal
–porque entonces no creeríamos que tienen en la casa un ‘abogado’- ni bajo el
aspecto moral porque entonces creeríamos que se trata de un cronista beato que
se ruboriza ante la presencia de unas piernas más o menos contorneadas o que un
modernísimo ‘short’ lo saca de quicio, o sencillamente se trata de un
desorientado a quien las cosas de hoy le causan el reparo de ayer…
El Balneario es todo un acierto
municipal que no puede ser discutido bajo aspecto alguno como lo prueba la
circunstancia de que toda la población de Azul se ha volcado en el mismo cuando
el tiempo se prestaba para ello y debemos dejar constancia que en ningún
momento se produjo nota alguna de inmoralidad como lo supone el torpe cronista,
y porque un balneario nunca ha sido nada inmoral como lo justifica Mar del
Plata donde existe un balneario y donde infinidad de seglares se bañan en las
playas respectivas sin más reparo que el que impone al decencia y los buenos
hábitos, y la buena educación que parece que aquí no se estila según el cegatón
cronista. Nuestro balneario es tan bueno en todo sentido como el mejor y su
ubicación no puede ser movida por las razones que se exponen porque entonces
creeremos que no hay fe en los hombres, porque entre las tentaciones están los
santos y los hombres probos y no en los claustros ni en los aislamientos más
profundos porque allí ‘cualquiera’ es santo.
Para atacar ésta obra que según el
pueblo es la mejor obra de la municipalidad se ha dicho una serie de sandeces
ridículas impropias de hombres que están frente de un diario, porque los
diarios, que son los orientadores y los trasuntadores de todo lo que es
aspiración pública, deben estar siempre con el pueblo y no contra éste y atacar
en las actuales circunstancias al Balneario es atacar al mismo pueblo ya que no hay azuleño que no mire con simpatía
su balneario y no crea que se trata de una de las conquistas más simpáticas de
los últimos años. Y para atacar la obra que debe ser inconmovible, se apela a
recursos rastreros como los de afirmar que las autoridades tienen alguna
connivencia con la empresa de ómnibus y que el balneario ha sido establecido
para favorecer esos intereses, y otras cosas por el estilo impropias de un
vocero que se dice defensor valiente de los intereses vecinales.
El señor Mauri, como creador indiscutido
del balneario, con la colaboración de capacitados y prestigiosos vecinos, está
en la obligación de mantener el balneario popular en el lugar en que ha sido
instalado, ya que procediendo de otra manera afrentaría al pueblo en lo que
tiene de culto y de sano y hasta de respetuoso por ideas y sentimientos.
Las autoridades han tenido todo un
acierto en la creación del balneario y en el arroyo no había otro lugar más
aparente que ese pues en el resto del arroyo su lecho es completamente barroso
o cree el señor cronista que se puede cambiar éste aspecto a voluntad sin
gastar más de lo invertido? Que coincide con la próxima ubicación del
Seminario! Bueno, disponer las cosas de manera que uno nada tenga que decir del
otro ‘para que el mundanal ruido no distraiga a los seminaristas con sus
tentaciones y distraimientos’. Pero si la moral del cronista o convicciones lo
hacen hablar de esa manera, agresiva y torpe, igual derecho tendría el pueblo
de Azul, y óigase bien que decimos el pueblo, de solicitar que el Seminario
fuera construido en otro lugar para evitar entredichos y situaciones de
incomodidad.
No hay incompatibilidad entre una cosa y
la otra porque los seminaristas no van a estar mirando a las bañistas y
nuestras bañistas no saltarán la tapia del seminario, y el mundanal ruido no
será tan fuerte que les impida estudiar a los futuros sacerdotes ya que la
temporada de baños coincide con las vacaciones, cuando el seminario está poco
menos que abandonado porque cada estudiante habrá ido a visitar a sus padres.
Se trata de una cuestión torpemente
tratada y desviada de la realidad y si alguien, por razones de comodidad y
conveniencia tiene derecho a protestar, no podemos admitir que se altere la
verdad y que se diga que un balneario es una inmoralidad porque entonces
creeríamos que tratamos con locos o con personas de un evidente desequilibrio
mental, con verdaderos paramnésicos que sería mejor transportarlos a Melchor
Romero, y que deben ser algo así ya que para
hablar mal del balneario ha sido necesario, para el cegatón del
cronista, demostrar que sus estudios de derecho no le han acortado las orejas…”.
Indudablemente,
el padre
Cáneva fue plenamente consciente de los contratiempos que implicaban
para su obra la iniciativa impulsada por el intendente Luis Hugo Mauri y
numerosos vecinos. En consecuencia, y buscando terminar de antemano con los
posibles conflictos, Cáneva decidió buscar otro lugar como alternativa para su
magnánimo proyecto…
A pesar de que el Seminario Diocesano de Azul fuera inaugurado el 15 de marzo de 1945, faltaba mucho esfuerzo para concluir la obra. En la fotografía, hacia la izquierda, es notoria la ausencia del "ala sur" del edificio.
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