viernes, 17 de abril de 2020

Seminario versus Balneario

Seminario versus Balneario


Por Eduardo Agüero Mielhuerry

La Piedra Fundamental del Seminario debería haber sido colocada en la chacra “Santa Elena”, ubicada en la margen izquierda del Arroyo a pocos metros de cruzar el puente San Benito. Sin embargo, como los días previos a la ceremonia habían sido de mal clima y con importantes precipitaciones, la prolongación de la calle Colón –actual avenida Carlos Pellegrini- era verdaderamente intransitable. Ante este inconveniente y para evitar cualquier disgusto frente a los ilustres visitantes, el padre Cáneva decidió realizar el acto de Bendición de la Piedra, el 12 de octubre de 1939, en el atrio de la Iglesia Catedral Nuestra Señora del Rosario.
            La celebración fue magnífica. Sin embargo, todo aquello fue en sí un mal presagio para la obra tan soñada por el padre Cáneva. Prácticamente al mismo tiempo, desde diversos sectores de la comunidad y con el apoyo de la propia municipalidad, surgió la idea de crear en el Paraje San Benito un balneario


Los motivos de la frustración


Dos artículos contrapuestos, pero contundentes en sus argumentos, reflejan la disyuntiva en la que se encontraba la comunidad frente a dos obras de tamaña envergadura y tan disímiles en sus objetivos que pretendían desenvolverse en el mismo sector con el Arroyo como única línea divisoria. Evidentemente era imposible que ambas subsistieran y “convivieran”. Por un lado, el periódico “El Ciudadano” en su edición del viernes 2 de febrero de 1940, informaba:

            El balneario es una creación arbitraria e injustificable.- La instalación y funcionamiento del balneario municipal en San Benito, da mérito a una serie de consideraciones, tendientes a demostrar en forma irrecusable que esta iniciativa, si bien ofrece algunos aspectos atrayentes –desde luego superficiales- no resiste al menor análisis, porque está llena de negaciones legales, no consulta la verdadera moral ni el punto elegido para su instalación.
            Pero hay algo fundamental en esta inocente iniciativa y es que carece del prestigio que da la ley cuando se le respeta y, por ende, se cumple. En el caso cabe preguntar con qué derecho ha obrado la intendencia que dispone por sí y ante sí del arroyo y la vía pública que ocupa dicho balneario, afectando las propiedades vecinas, el tránsito de las haciendas y despreocupándose por completo de la moral en sus cercanías con el gran edificio destinado a Seminario, instituto que pronto será dotado de hermosas construcciones y en donde cursarán sus estudios sacerdotales numerosos jóvenes que, en verdad, necesitarán de un discreto aislamiento que les ahorre las distracciones que el mundanal ruido brinda con todo el bagaje de las tentaciones y distraimientos.
            Para salvar este espectáculo mundano que ofrece el improvisado balneario, tendría que levantar ese claustro altos paredones que luego de privar al establecimiento de amplia aireación, le impondrá desembolso apreciable de fondos que no están calculados en el presupuesto de las obras.
            Esta sola circunstancia, perfectamente fundamentada permite preguntar si las autoridades ‘intendentiles’ no han encontrado otro lugar más útil y aparente que el elegido fuera de los límites urbanos de la ciudad, cuando el arroyo Azul bordea todo el sur, oeste, norte y este de la ciudad, en los cuales ofrece parajes apreciables para instalar un balneario que esté en consonancia con los adelantos edilicios que ostentamos y que él se levante prestigiado por las leyes y ordenanzas municipales que rigen la materia?
            Y decimos prestigiado, etc., porque la intendencia no ha podido sin la sanción previa del Concejo Deliberante disponer de un solo centavo ni del paraje ni de la modificación substancial que surge de la clausura de calles y del tradicional camino para el tránsito de haciendas, etc.
            El hecho de que esta obra, por cierto peregrina y torpe, se realice con dineros y objetos donados, no da a la intendencia mejor derecho para apropiarse de ellos e invertirlos discrecionalmente, puesto que basta que a la comuna se le done una cosa fungible o no para que automáticamente, pase a ser propiedad del Estado y, por tanto, requiera ordenanzas especiales para poder disponer de ellos. De esto no se ha observado nada: ha primado la “omnímoda” voluntad de dos o tres que hacen como si fuesen intendente y presidente del concejo, para que la obra se lleve a cabo con todos los  aspectos legales, sin pensar que no tiene el derecho de hacer obra e invertir los dineros del pueblo en empresas que parecerían van a beneficiar directamente a sus desenvueltos autores.
            Bastante se habla en el pueblo acerca de esta cuestión, señalándose que el paraje elegido para instalar el pretendido balneario, tiende a favorecer exclusivamente a la empresa de ómnibus (que goza de muchos privilegios abusivos), de la cual se denuncia la existencia de determinados ‘accionistas’, por más que la empresa nunca alcanzó las formas legales para ser una entidad responsable, con todos los requisitos y exigencias que la ley prescribe terminantemente. La calculada instalación de esta ‘empresa’ en la margen del puente San Benito ‘tete a tete’ con el balneario y su discrecional sistema de servicios que presta, consolidan esta sospecha, agregado a los abusos que hemos denunciado sobre los arbitrarios recorridos sin que autoridad alguna llame al orden a la “empresa”.
            Si esto no fuera a juicio al menos de criterios convencionalistas, suficiente fundamento, hay más, que da la pauta inaceptable de este infarto ‘intendentero’ y es que ¿con qué derecho la “empresa” modifica arbitrariamente sus recorridos y por qué cobra por recorridos caprichosos de 10 cuadras, 10 centavos –de San Benito a la plaza- amén del abuso que importa despojar de sus derechos al pueblo, negándose a efectuar los recorridos establecidos?
            Si se arguyera, por ejemplo, que la dicha ‘empresa’ no tiene una concesión emanada de autoridad competente –Concejo Deliberante e intendencia- sino un mero ‘permiso’ ello no mejoraría la situación ni le daría mejor derecho para funcionar, alejándola  todavía más de los avances que se adjudica.
            En síntesis, esta cuestión es importante bajo el aspecto de orden y la legalidad edilicia y hemos de volver sobre ella oportunamente.”.

            Casi como una respuesta entre colegas, el “Diario del Pueblo”, en su edición del sábado 3 de febrero de 1940, se explayaba:

            La creación del Balneario es un acierto. No son las torpes críticas las que pueden desviar una cuestión ya definitivamente resuelta.- Vemos por segunda vez que el Balneario San Benito está siendo víctima de las iras e infundios de un colega de la tarde que no sabemos cómo se ha desviado tan torpemente para decir una serie de sandeces fuera de toda realidad y toda lógica. El balneario no es una obra que pueda ser atacada bajo ningún concepto. Ni bajo el concepto legal –porque entonces no creeríamos que tienen en la casa un ‘abogado’- ni bajo el aspecto moral porque entonces creeríamos que se trata de un cronista beato que se ruboriza ante la presencia de unas piernas más o menos contorneadas o que un modernísimo ‘short’ lo saca de quicio, o sencillamente se trata de un desorientado a quien las cosas de hoy le causan el reparo de ayer…
            El Balneario es todo un acierto municipal que no puede ser discutido bajo aspecto alguno como lo prueba la circunstancia de que toda la población de Azul se ha volcado en el mismo cuando el tiempo se prestaba para ello y debemos dejar constancia que en ningún momento se produjo nota alguna de inmoralidad como lo supone el torpe cronista, y porque un balneario nunca ha sido nada inmoral como lo justifica Mar del Plata donde existe un balneario y donde infinidad de seglares se bañan en las playas respectivas sin más reparo que el que impone al decencia y los buenos hábitos, y la buena educación que parece que aquí no se estila según el cegatón cronista. Nuestro balneario es tan bueno en todo sentido como el mejor y su ubicación no puede ser movida por las razones que se exponen porque entonces creeremos que no hay fe en los hombres, porque entre las tentaciones están los santos y los hombres probos y no en los claustros ni en los aislamientos más profundos porque allí ‘cualquiera’ es santo.
            Para atacar ésta obra que según el pueblo es la mejor obra de la municipalidad se ha dicho una serie de sandeces ridículas impropias de hombres que están frente de un diario, porque los diarios, que son los orientadores y los trasuntadores de todo lo que es aspiración pública, deben estar siempre con el pueblo y no contra éste y atacar en las actuales circunstancias al Balneario es atacar al mismo pueblo ya  que no hay azuleño que no mire con simpatía su balneario y no crea que se trata de una de las conquistas más simpáticas de los últimos años. Y para atacar la obra que debe ser inconmovible, se apela a recursos rastreros como los de afirmar que las autoridades tienen alguna connivencia con la empresa de ómnibus y que el balneario ha sido establecido para favorecer esos intereses, y otras cosas por el estilo impropias de un vocero que se dice defensor valiente de los intereses vecinales.
El señor Mauri, como creador indiscutido del balneario, con la colaboración de capacitados y prestigiosos vecinos, está en la obligación de mantener el balneario popular en el lugar en que ha sido instalado, ya que procediendo de otra manera afrentaría al pueblo en lo que tiene de culto y de sano y hasta de respetuoso por ideas y sentimientos.
Las autoridades han tenido todo un acierto en la creación del balneario y en el arroyo no había otro lugar más aparente que ese pues en el resto del arroyo su lecho es completamente barroso o cree el señor cronista que se puede cambiar éste aspecto a voluntad sin gastar más de lo invertido? Que coincide con la próxima ubicación del Seminario! Bueno, disponer las cosas de manera que uno nada tenga que decir del otro ‘para que el mundanal ruido no distraiga a los seminaristas con sus tentaciones y distraimientos’. Pero si la moral del cronista o convicciones lo hacen hablar de esa manera, agresiva y torpe, igual derecho tendría el pueblo de Azul, y óigase bien que decimos el pueblo, de solicitar que el Seminario fuera construido en otro lugar para evitar entredichos y situaciones de incomodidad.
No hay incompatibilidad entre una cosa y la otra porque los seminaristas no van a estar mirando a las bañistas y nuestras bañistas no saltarán la tapia del seminario, y el mundanal ruido no será tan fuerte que les impida estudiar a los futuros sacerdotes ya que la temporada de baños coincide con las vacaciones, cuando el seminario está poco menos que abandonado porque cada estudiante habrá ido a visitar a sus padres.
Se trata de una cuestión torpemente tratada y desviada de la realidad y si alguien, por razones de comodidad y conveniencia tiene derecho a protestar, no podemos admitir que se altere la verdad y que se diga que un balneario es una inmoralidad porque entonces creeríamos que tratamos con locos o con personas de un evidente desequilibrio mental, con verdaderos paramnésicos que sería mejor transportarlos a Melchor Romero, y que deben ser algo así ya que para  hablar mal del balneario ha sido necesario, para el cegatón del cronista, demostrar que sus estudios de derecho no le han acortado las orejas…”.

             Indudablemente, el padre Cáneva fue plenamente consciente de los contratiempos que implicaban para su obra la iniciativa impulsada por el intendente Luis Hugo Mauri y numerosos vecinos. En consecuencia, y buscando terminar de antemano con los posibles conflictos, Cáneva decidió buscar otro lugar como alternativa para su magnánimo proyecto…




A pesar de que el Seminario Diocesano de Azul fuera inaugurado el 15 de marzo de 1945, faltaba mucho esfuerzo para concluir la obra. En la fotografía, hacia la izquierda, es notoria la ausencia del "ala sur" del edificio.


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