lunes, 25 de mayo de 2020

La epopeya gloriosa y el testamento...

“Año del General Manuel Belgrano”
Mayo de 1810 – Mayo de 2020


La epopeya gloriosa y el testamento…



Por Eduardo Agüero Mielhuerry


En la noche del jueves 24 de mayo de 1810, en el comedor de la casa de Rodríguez Peña hubo acalorada discusión entre los dirigentes civiles y oficiales de los cuerpos, entre ellos: Manuel Belgrano, Eustoquio Díaz Vélez, Domingo French y Feliciano Antonio Chiclana, donde se llegó a dudar de la lealtad de Saavedra.
Belgrano, quien se hallaba reclinado en un sillón, vistiendo el uniforme de Patricios, se levantó molesto y con el rostro encendido tomó la empuñadura de su espada y dijo: “¡Juro a la Patria y a mis compañeros que si a las tres de la tarde del día inmediato el virrey no hubiese renunciado, a fe de caballero, yo lo derribaré con mis armas!”. Los presentes aplaudieron efusivamente las palabras de Belgrano…
Castelli se comprometió a intervenir para que el pueblo fuera consultado nuevamente, y entre Mariano Moreno, Matías Irigoyen y Feliciano Chiclana se calmó a los militares y a la juventud de la plaza. Finalmente decidieron convocar nuevamente al pueblo y obtener del cabildo una modificación sustancial con una lista de candidatos propios. Dicha lista debía cumplir con una condición indispensable e inamovible: Cisneros no podía figurar en ella.
Una delegación encabezada por Castelli y Saavedra se presentó en la residencia de Cisneros informando el estado de agitación popular y sublevación de las tropas, y demandando su renuncia. Lograron conseguir en forma verbal su dimisión.


Un día épico


Durante la mañana del viernes 25 de mayo, una gran multitud comenzó a reunirse en la Plaza liderados por los milicianos de Domingo French y Antonio Beruti. Se reclamaba la anulación de la resolución del día anterior, la renuncia definitiva del virrey Cisneros y la formación de otra Junta de gobierno. French y Beruti, probablemente, repartieron distintivos entre los revolucionarios, los cuales, posiblemente hayan sido escarapelas celestes y blancas, pero de ello no hay prueba alguna. Ante las demoras en emitirse una resolución, la gente comenzó a agitarse, reclamando: “¡El pueblo quiere saber de qué se trata!”.
Una nutrida masa de personas invadió impetuosamente la sala capitular. El Cabildo reclamó que la agitación popular fuese reprimida por la fuerza, sin embargo, los principales comandantes no obedecieron las órdenes impartidas.
Cisneros, faltando a su palabra, siguió resistiéndose a abandonar su cargo. Pero ante las presiones formalizó los términos de su renuncia, dejando de lado sus pretensiones de mantenerse en el gobierno. Algunos representantes de la multitud reunida en la plaza reclamaron que el pueblo reasumiera la autoridad delegada en el Cabildo Abierto del día 22, exigiendo la formación de una Junta.
Pronto llegó a la sala capitular la renuncia de Cisneros. La composición de la Primera Junta surgió de una negociación entre tres partidos, que habrían ubicado a tres candidatos cada uno: los carlotistas (Belgrano, Castelli y Paso), los juntistas o alzaguistas (Moreno, Matheu y Larrea), y los milicianos (Saavedra, Azcuénaga y Alberti).
Los capitulares salieron al balcón para presentar directamente a la ratificación del pueblo la petición formulada. A pesar de que la cantidad de gente en la Plaza había disminuido por el estado del tiempo, el petitorio fue leído en voz alta y ratificado por los asistentes. El reglamento que regiría a la Junta fue, a grandes rasgos, el mismo que se había propuesto para la Junta del 24, añadiendo que el Cabildo controlaría la actividad de los vocales y que la Junta nombraría reemplazantes en caso de producirse vacantes. La Primera Junta quedó compuesta de la siguiente manera: Presidente Cnel. Cornelio Saavedra; Vocales: Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga, Manuel Alberti, Domingo Matheu, Juan Larrea; y los Secretarios Juan José Paso y Mariano Moreno.
El poder del Virrey de las Provincias Unidas del Río de la Plata había caducado, y el Cabildo había reasumido el mando supremo del Virreinato por voluntad del pueblo.
La Junta hizo una circular el 27 de mayo solicitando la elección de los diputados.


Una máscara y un fusilamiento


Aunque el gobierno surgido el 25 de mayo se pronunciaba fiel al rey español depuesto Fernando VII, dicha lealtad era simplemente una maniobra política. Por entonces la posibilidad de que Napoleón Bonaparte fuera derrotado y Fernando VII volviera al trono, -lo cual ocurrió finalmente el 11 de diciembre de 1813 con la firma del Tratado de Valençay-, parecía remota e inverosímil. En consecuencia, el propósito del engaño consistía en ganar tiempo para fortalecer la posición de la causa patriótica. La maniobra es conocida como la “Máscara de Fernando VII” y fue mantenida hasta la declaración de independencia de 1816.
Ni el Consejo de Regencia, ni los miembros de la Real Audiencia ni la población española proveniente de Europa creyeron la premisa de la lealtad al rey Fernando VII, y no aceptaron de buen grado la nueva situación. El 15 de junio los miembros de la Real Audiencia juraron fidelidad en secreto al Consejo de Regencia y enviaron circulares a las ciudades del interior, llamando a desoír al nuevo gobierno. Para detener sus maniobras la Junta convocó a todos los miembros de la audiencia, al obispo Lué y Riega y al antiguo virrey Cisneros, y con el argumento de que sus vidas corrían peligro fueron embarcados en un buque británico. Su Capitán recibió instrucciones de Larrea de no detenerse en ningún puerto hasta llegar a las Islas Canarias. Tras la exitosa deportación de los grupos mencionados se nombró una nueva Audiencia, compuesta íntegramente por criollos leales a la revolución.
Con la excepción de Córdoba, las ciudades que hoy forman parte de la Argentina respaldaron a la Primera Junta. El Alto Perú no se pronunciaba en forma abierta, debido a los desenlaces de las revoluciones en Chuquisaca y La Paz. El Paraguay estaba indeciso y en la Banda Oriental y Chile se mantenía un fuerte bastión realista.
            Santiago de Liniers encabezó una contrarrevolución en Córdoba, contra la cual se dirigió el primer movimiento militar del gobierno patrio.
El alzamiento contrarrevolucionario fue rápidamente sofocado por las fuerzas comandadas por Francisco Ortiz de Ocampo. Sin embargo, una vez capturados, Ocampo se negó a fusilar a Liniers ya que había peleado junto a él en las Invasiones Inglesas. Dejando de lado cualquier apreciación particular y considerando la peligrosidad de la figura del sublevado, Castelli llevó a cabo el fusilamiento.
Luego se procedió a enviar expediciones militares a las diversas ciudades del interior, reclamando apoyo para la Primera Junta.
La Primera Junta amplió su número de miembros incorporando en sí misma a los diputados enviados por las ciudades que respaldaban a la Revolución, tras lo cual la Junta pasó a ser conocida como la Junta Grande


El rol de Belgrano


Como destacaba el historiador Félix Luna: “Belgrano se sorprendió ante su designación como vocal de la Primera Junta. En ningún momento se había conversado sobre quiénes serían los integrantes de este primer gobierno patrio, puesto que el pueblo lo decidiría. El propio Belgrano diría luego: ‘Apareció una Junta de la que era yo vocal, sin saber cómo ni por dónde, en la que no tuve poco sentimiento. Pero era preciso corresponder a la confianza del pueblo y me contraje al desempeño de esta obligación, asegurando, como aseguro a la faz del universo, que todas mis ideas cambiaron, y ni una sola concedía a un objeto particular, por más que me interesase: el bien público estaba a todos instantes a mi vista’.
(…) Belgrano asumió su nueva función política, aplicando sus dotes de administrador y dispuesto a cumplir como héroe o mártir con los principios de la revolución. Una de las primeras medidas fue la creación de la Academia de Matemáticas, que comenzó a funcionar en el edificio del Consulado y tenía el objeto de instruir a los militares. Belgrano, incansable promotor de esta clase de establecimientos educativos, fue nombrado su protector.
Pero al poco tiempo su papel revolucionario tendría nuevo destino. Como se había jurado y decretado el 25 de mayo, la nueva Junta tenía la misión de llegar hasta las provincias del interior del antiguo virreinato para propagar la emancipación de España. (…).
Todas las provincias adhirieron a la revolución que había tenido lugar en la capital, a excepción del Alto Perú, Montevideo y Paraguay. Hacia estos tres destinos se dirigiría en los años venideros, el general Belgrano al mando de los ejércitos que lo convirtieron, finalmente, en un experimentado hombre de batalla.”.
Así forjaría su icónica figura para la Argentina…


Una década después…


El 25 de mayo de 1820, Manuel Belgrano recibió en su casa al escribano Narciso Iranzuaga, José Ramón Milá de la Roca, Manuel Díaz y Juan Pablo Sáenz Valiente. Un escribano y tres testigos.
Diez años después de aquella brillante jornada para las Provincias Unidas del Río de la Plata, Manuel Belgrano, uno de los actores principales, estaba postrado en una cama en su casa paterna. Ante el Escribano y los testigos manifestó: “estando enfermo de la que Dios Nuestro Señor se ha servido darme; pero, por su infinita misericordia, en mi sano juicio; temeroso de la infalible muerte a toda criatura e incertidumbre de su hora, para que no me asalte sin tener arregladas las cosas concernientes al descargo de mi conciencia y bien de mi alma, he dispuesto ordenar éste, mi testamento”.
Al principio realizó una extensa profesión de fe cristiana, con invocación de la Santísima Trinidad, de la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica Romana, la Serenísima Virgen María, su amante esposo San José, el Ángel de la Guarda, el Santo de su nombre y demás miembros de la corte celestial. Seguidamente pidió que su cuerpo fuera “amortajado con el hábito de patriarca de Santo Domingo” y que lo sepultaran “en el panteón que mi casa tiene en dicho Convento”. Por otra parte, declaró: “Que soy de estado soltero y que no tengo ascendiente ni descendiente”, aunque en otra foja se ocupó de aclarar que su albacea –su hermano Domingo Estanislao-, “al cual, respecto a que no tengo heredero ninguno forzoso, ascendiente ni descendiente, le instituyo y nombro de todas mis acciones y derechos presentes y futuros”. En otras palabras, encomendaba a su hermano que se ocupara “de lo que pudiera ocurrir”. En verdad, Manuel Belgrano estaba protegiendo a su hija Manuela Mónica del Corazón de Jesús Belgrano. Su primogénito, Pedro Pablo Rosas y Belgrano, fruto de su romance con María Josefa Ezcurra, tenía su educación y futuro económico asegurados gracias a que de alguna manera lo habían adoptado –aunque la adopción no se estilaba en los términos actuales- Juan Manuel de Rosas y su esposa, Encarnación Ezcurra.
Quien quedaba en una situación desventajosa era su hija natural, Manuela, nacida de su relación con María de los Dolores Helguero Liendo. En consecuencia, encomendó a través del testamento a su hermano que se encargue de resolver todos los asuntos ligados a la pequeña tucumana que el 4 de mayo había cumplido un año de edad.
No declaró ningún patrimonio, sólo deudores y acreedores. Luego, con las escasas fuerzas que tenía, Manuel Belgrano firmó su testamento fechado una década después de la gloriosa epopeya de 1810, es decir, hace doscientos años.
            Faltaban algunos días para su cumpleaños y otros pocos para su fallecimiento…




Hoy, 25 de mayo, se cumplen doscientos años de la redacción del testamento de Manuel Belgrano, el gran patriota argentino que tuviera una destacada actuación durante la “Revolución de Mayo”. 

Días revolucionarios

“Año del General Manuel Belgrano”
Mayo de 1810 – Mayo de 2020


Días revolucionarios


Por Eduardo Agüero Mielhuerry

El comercio exterior -durante la época del Virreinato- estaba monopolizado por España y legalmente ésta no le permitía a sus colonias comerciar con otras potencias. Dicha situación era altamente desventajosa para Buenos Aires, dado que los productos que llegaban de la metrópoli eran escasos, caros e insuficientes para mantener a la población. Esto motivó un gran desarrollo del contrabando, que era tolerado por la mayoría de los gobernantes locales y movía un caudal de recursos casi idéntico al comercio legal.
Tras las Invasiones inglesas, los grupos económicos de Buenos Aires se fueron dividiendo en dos fracciones bien marcadas y enfrentadas: los comerciantes monopolistas y los ganaderos exportadores. Los primeros querían mantener el privilegio de ser los únicos autorizados para introducir y vender los productos extranjeros que llegaban desde España. Estos productos eran carísimos porque España a su vez se los compraba a otros países, como Francia e Inglaterra, para después revenderlos en América. En cambio, los ganaderos querían comerciar directa y libremente con Inglaterra y otros países que eran los más importantes clientes y proveedores de esta región.
La rivalidad entre los habitantes nacidos en la colonia y los de la España europea dio lugar a una pugna entre los partidarios de la autonomía y quienes deseaban conservar la situación establecida. Los primeros se llamaban a sí mismos patriotas o criollos, mientras que los otros se autodenominaban realistas. La victoria contra las tropas inglesas alentó los ánimos independentistas ya que el virreinato había logrado defenderse solo de un ataque externo, sin ayuda de España. Durante dicho conflicto se constituyeron milicias criollas que luego tendrían un importante peso político, la principal de ellas era el Regimiento de Patricios liderado por Cornelio Saavedra.
Después de la considerada como una huida cobarde por parte del virrey Rafael de Sobremonte hacia Córdoba con el erario público, el pueblo de Buenos Aires se resistió a que retorne a su cargo. En su lugar, por aclamación popular fue elegido como nuevo virrey el héroe de la reconquista, Santiago de Liniers. Sin embargo, su principal adversario político, Francisco Javier de Elío, se negó a reconocer su autoridad y formó una junta de gobierno en Montevideo, independiente de las autoridades de Buenos Aires.
El alcalde y comerciante español afincado en Buenos Aires, Martín de Álzaga, y sus seguidores, hicieron estallar una asonada con el objetivo de destituir a Liniers. El 1 de enero de 1809, un cabildo abierto exigió la renuncia del virrey y designó una Junta a nombre de Fernando VII, presidida por Álzaga.
Las milicias criollas encabezadas por Cornelio Saavedra dispersaron a los sublevados y los cabecillas fueron desterrados. Como consecuencia, el poder militar quedó en manos de los criollos. En España la Junta Suprema Central decidió terminar con los enfrentamientos en el Río de la Plata disponiendo el reemplazo de Liniers por Baltasar Hidalgo de Cisneros.


Las buenas nuevas…


A pesar de los intentos del Virrey por tratar de ocultar la noticia, Manuel Belgrano y Juan José Castelli, supieron y difundieron que la Junta Suprema Central había sido disuelta al ser tomada la ciudad de Sevilla por los franceses, que ya dominaban casi toda la Península. La Junta era uno de los últimos bastiones del poder de la corona española, y había caído ante el imperio napoleónico, que ya había alejado con anterioridad al rey Fernando VII mediante las Abdicaciones de Bayona. Inmediatamente se había constituido un Consejo de Regencia de España e Indias, pero inevitablemente ya se había puesto en entredicho la legitimidad del virrey, nombrado por la Junta caída.
Los grupos que apoyaban la revolución no eran completamente homogéneos en sus propósitos, y varios tenían intereses dispares entre sí. Los criollos progresistas y los jóvenes, representados en la junta por Moreno, Castelli, Belgrano y Paso, aspiraban a realizar una profunda reforma política, económica y social. Por otro lado, los militares y burócratas, cuyos criterios eran llevados adelante por Saavedra, sólo pretendían una renovación de cargos: aspiraban a desplazar a los españoles del ejercicio exclusivo del poder, pero heredando sus privilegios y atribuciones. Los comerciantes y hacendados subordinaban la cuestión política a las decisiones económicas, especialmente las referidas a la apertura o no del comercio con los ingleses. Finalmente, algunos grupos barajaron posibilidades de reemplazar a la autoridad del Consejo de Regencia por la de Carlota Joaquina de Borbón o por la corona británica, pero tales proyectos tuvieron escasa repercusión.


El inicio de una semana especial…


El viernes 18 de mayo, ante el conocimiento público de la caída de la Junta de Sevilla, Cisneros realizó una proclama en donde reafirmaba gobernar en nombre del rey Fernando VII, para intentar calmar los ánimos.
El grupo revolucionario principal se reunía indistintamente en la casa de Nicolás Rodríguez Peña o en la jabonería de Hipólito Vieytes. Concurrían a esas reuniones, entre otros, Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Juan José Paso, Antonio Luis Beruti, Eustoquio Díaz Vélez, Feliciano Antonio Chiclana, José Darragueira, Martín Jacobo Thompson y Juan José Viamonte. Otro grupo se congregaba en la quinta de Orma, encabezado por fray Ignacio Grela y entre los que se destacaba Domingo French.
Algunos criollos se juntaron esa noche en la casa Rodríguez Peña. También concurrió Cornelio Saavedra. Allí se decidió solicitar al virrey la realización de un cabildo abierto para determinar los pasos a seguir por el virreinato.
Tras pasar la noche tratando el tema, durante la mañana del sábado, Saavedra y Belgrano se reunieron con el alcalde de primer voto, Juan José de Lezica, y Castelli con el síndico procurador, Julián de Leiva, pidiendo el apoyo del Cabildo de Buenos Aires para gestionar ante el virrey un cabildo abierto, expresando que de no concederse, lo haría por sí solo el pueblo o moriría en el intento.
Al día siguiente, Lezica transmitió a Cisneros la petición que había recibido, y éste consultó a Leiva, quien se mostró favorable a la realización de un cabildo abierto. Antes de tomar una decisión el virrey citó a los jefes militares.
Al anochecer del domingo se produjo una nueva reunión en casa de Rodríguez Peña, en donde los jefes militares comunicaron lo ocurrido. Se decidió enviar inmediatamente a Castelli y a Martín Rodríguez a entrevistarse con Cisneros en el fuerte, facilitando su ingreso el comandante Terrada de los granaderos provinciales que se hallaba de guarnición ese día. Ante la situación, Cisneros se recluyó en su despacho para deliberar unos momentos. El Virrey se resignó y permitió que se realizara el cabildo abierto el 22 de mayo.
El lunes 21, a las tres de la tarde, el Cabildo inició sus trabajos de rutina, pero se vieron interrumpidos por seiscientos hombres armados, agrupados bajo el nombre de “Legión Infernal”, que ocuparon la Plaza de la Victoria -actual Plaza de Mayo-, y exigieron a gritos que se convocase a un cabildo abierto y se destituyese al virrey Cisneros. Entre los agitadores se destacaron Domingo French y Antonio Beruti. Estos desconfiaban de Cisneros y no creían que fuera a cumplir su palabra de permitir la celebración del cabildo abierto del día siguiente. La gente se tranquilizó y dispersó gracias a la intervención de Cornelio Saavedra, que aseguró que los reclamos de la Legión Infernal contaban con su apoyo militar y quien comunicó que él personalmente iba a designar las guardias para las avenidas de la Plaza con oficiales de Patricios y que dichas guardias estarían a las órdenes del Capitán Eustoquio Díaz Vélez.
El 21 de mayo se repartieron cuatrocientas cincuenta invitaciones entre los principales vecinos y autoridades de la capital. La lista de invitados fue elaborada por el Cabildo teniendo en cuenta a los vecinos más prominentes de la ciudad. Sin embargo el encargado de su impresión, Agustín Donado, compañero de French y Beruti, imprimió muchas más de las necesarias y las repartió entre los criollos.


Cabildo Abierto


De los casi quinientos invitados al cabildo abierto, el martes 22 solamente participaron la mitad. French y Beruti, al mando de seiscientos hombres armados con cuchillos, trabucos y fusiles, controlaron el acceso a la plaza, con la finalidad de asegurar que sólo ingresaran criollos.
El cabildo abierto se prolongó desde la mañana hasta la medianoche, contando con diversos momentos, entre ellos la lectura de la proclama del Cabildo, el debate, “que hacía de suma duración el acto” y la votación, individual y pública, escrita por cada asistente y pasada al acta de la sesión.
El debate en el Cabildo tuvo como tema principal la legitimidad o no del gobierno y de la autoridad del virrey. El principio de la retroversión de la soberanía planteaba que, desaparecido el monarca legítimo, el poder volvía al pueblo, y que éste tenía derecho a formar un nuevo gobierno.
La discusión abarcó de manera tangencial la rivalidad entre criollos y españoles peninsulares. Hubo dos posiciones principales enfrentadas: los que consideraban que la situación debía mantenerse sin cambios, respaldando a Cisneros en su cargo de virrey, y los que sostenían que debía formarse una junta de gobierno en su reemplazo, al igual que en España. No reconocían la autoridad del Consejo de Regencia argumentando que las colonias en América no habían sido consultadas para su formación.
Juan José Castelli sostuvo que los pueblos americanos debían asumir la dirección de sus destinos hasta que cesara el impedimento de Fernando VII de regresar al trono.
Cornelio Saavedra propuso que el mando se delegara en el Cabildo hasta la formación de una junta de gobierno, en el modo y forma que el Cabildo estimara conveniente. Hizo resaltar la frase de que "(...) y no queda duda de que el pueblo es el que confiere la autoridad o mando". Finalmente, la postura de Castelli se acopló a la de Saavedra.
Luego de los discursos, se procedió a la votación, la cual duró hasta la medianoche, y se decidió por amplia mayoría destituir al virrey.
El miércoles, tras la finalización del Cabildo abierto se colocaron avisos en diversos puntos de la ciudad que informaban de la creación de la Junta y la convocatoria a diputados de las provincias, y llamaba a abstenerse de intentar acciones contrarias al orden público.
El jueves 24, el Cabildo, a propuesta del síndico Leiva, conformó la nueva Junta, que debía mantenerse hasta la llegada de los diputados del resto del Virreinato. Estaba formada por Baltasar Hidalgo de Cisneros como Presidente y Cornelio Saavedra (militar, criollo), Juan José Castelli (abogado, criollo), Juan Nepomuceno Solá (sacerdote, español) y José Santos Incháurregui (comerciante, español), como vocales.
Dicha fórmula proponía mantener al virrey en el poder con algunos asociados o adjuntos, a pesar de que en el Cabildo abierto la misma había sido derrotada en las elecciones. Los cabildantes consideraban que de esta forma se contendrían las amenazas de revolución que tenían lugar en la sociedad. También se estableció que Cisneros no podría actuar sin el respaldo de los otros integrantes de la Junta y que se pediría a los cabildos del interior que enviaran diputados. Los comandantes de los cuerpos armados dieron su conformidad.
Cuando la noticia fue dada a conocer, tanto el pueblo como las milicias volvieron a agitarse, y la plaza fue invadida por una multitud comandada por French y Beruti. La permanencia de Cisneros en el poder, aunque fuera con un cargo diferente al de virrey, fue vista como una burla a la voluntad del Cabildo Abierto.


Sin retorno…


En la casa de Rodríguez Peña hubo una discusión entre los dirigentes civiles y oficiales de los cuerpos, entre ellos: Manuel Belgrano, Eustoquio Díaz Vélez, Domingo French y Feliciano Antonio Chiclana, donde se llegó a dudar de la lealtad de Saavedra. Castelli se comprometió a intervenir para que el pueblo fuera consultado nuevamente, y entre Mariano Moreno, Matías Irigoyen y Feliciano Chiclana se calmó a los militares y a la juventud de la plaza. Finalmente decidieron deshacer lo hecho, convocar nuevamente al pueblo y obtener del cabildo una modificación sustancial con una lista de candidatos propios. Dicha lista debía cumplir con una condición indispensable e inamovible: Cisneros no podía figurar en ella.
Por la noche, una delegación encabezada por Castelli y Saavedra se presentó en la residencia de Cisneros informando el estado de agitación popular y sublevación de las tropas, y demandando su renuncia. Lograron conseguir en forma verbal su dimisión.
Durante la mañana del viernes 25 de mayo, una gran multitud comenzó a reunirse en la Plaza liderados por los milicianos de Domingo French y Antonio Beruti. Se reclamaba la anulación de la resolución del día anterior, la renuncia definitiva del virrey Cisneros y la formación de otra Junta de gobierno. French y Beruti, probablemente, repartieron distintivos entre los revolucionarios, los cuales, posiblemente hayan sido escarapelas celestes y blancas, pero de ello no hay prueba alguna. Ante las demoras en emitirse una resolución, la gente comenzó a agitarse, reclamando: “¡El pueblo quiere saber de qué se trata!”

Aquella jornada del 25 de mayo de 1810 cambiaría radicalmente la historia de las Provincias Unidas del Río de la Plata…



Los hechos narrados en el presente artículo derivarán en la histórica jornada del 25 de Mayo de 1810, que fuera recreada en la grácil paleta de Francisco Fortuny.

domingo, 24 de mayo de 2020

María Aléx, poesía hecha mujer

María Aléx, poesía hecha mujer



Por Eduardo Agüero Mielhuerry


María Alejandra Urrutia Artieda nació el 27 de febrero de 1903, en el paraje “La Protegida”, en el Partido de Azul. Sus padres fueron Martín Urrutia (nacido en Bilbao, España, en 1864) y Emilia Artieda (nacida en Buenos Aires en 1877, hija de Manuel y María Apestegui, español y francesa respectivamente). Tuvo diez hermanos: Martín Sixto (murió a los 20 años, cuando estudiaba Derecho), Sara Alida, Raquel Mercedes (Sole), Beatriz (Bea), Ermelina (Gelo), Carlota Elida (Tita), Arturo Héctor,Mario,Helva Stella (Chuqui) y Emilio.
“Janny” -como era cariñosamente apodada María Alejandra en su círculo íntimo-, vivió su infancia en la zona rural, en torno al almacén familiar “La Protegida”, donde supo asimilar con amor y fervor las historias de malones y milicos, de gauchos y naturaleza que años después marcarían su obra literaria.
Con el gran esfuerzo que implicaba viajar desde la zona rural hasta la ciudad -hospedándose muchas veces lejos de su familia-, cursó los estudios primarios en la Escuela N° 2, ubicada en la calle Burgos entre Alsina (actual H. Yrigoyen) y Belgrano-donde actualmente se halla la Plazoleta Coronel Pedro Burgos-, establecimiento conocido por entonces como “Escuela ‘de Islas’”, pues allí se desempeñaban cuatro maestras de este apellido.
Realizó los estudios secundarios en el Colegio Nacional, en el que fuera el edificio primigenio de la institución -propiedad de la familia Zapata-, en la calle Burgos entre Córdoba y Tucumán (entre las actuales Int. Dr. Malére y Dr. Bogliano, respectivamente). Por entonces el establecimiento estaba bajo la conducción del profesor Víctor M. Herrera y resultó uno de los maestros dilectos de María Alejandra el profesor Reynaldo Marín.


Volver a nacer


En algún cuadernillo o en alguna hoja suelta, en algún incierto momento, en tinta presurosa o absolutamente calma, nació un primer poema, un verso arrancado a la mismísima inspiración. Un día, Janny se convirtió definitivamente en María Aléx.
Una vez concluido el secundario, María Aléx viajó a La Plata -donde vivía parte de su familia materna, quienes la hospedaron cálidamente-, para iniciar sus estudios en el Profesorado de Letras de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Allí fue una alumna brillante, educada por destacados docentes como Carmelo Bonet, Arturo Marasso, Rafael Alberto Arrieta, Arturo Capdevila, entre otros destacados catedráticos.
En aquellos años de incesante aprendizaje y de afanes juveniles, María Aléx comenzó a cosechar elogios a través de sus primeras colaboraciones en el diario “La Razón” y las revistas “Mundo Argentino” y “El Hogar” de alcance nacional.
En la década del ’30, cuando culminó su carrera, retornó a nuestra ciudad para abocarse apasionadamente a la docencia en el Colegio Nacional “Esteban Echeverría” y en la Escuela Normal “Bernardino Rivadavia”.
En los primeros años de vida del diario “El Tiempo” -nacido el 9 de julio de 1933-, María Aléx comenzó a colaborar con frecuencia dejando preciosos fragmentos de su talento entre sus páginas, involucrándose asimismo con las diversas actividades culturales de la ciudad. Entre 1938 y 1939 dirigió el suplemento literario del Diario, trabando amistad con su director, el doctor Carlos A. Ronchetti.
Para entonces, ya compartía una intensa amistad con otro paladín de la cultura local, el doctor Bartolomé José Ronco, quien en su dilatada trayectoria gestó diversos proyectos culturales para los cuales contó con la participación de la afamada poetisa.De hecho, María Aléx formó parte del cuerpo de docentes de la Universidad Popular “José Hernández” -emplazada en el edificio que actualmente ocupa la Facultad de Derecho en la calle Bolívar entre Burgos y De Paula-, fundada por el filántropo coleccionista cervantista y hernandiano, en la cual dictó gratuitamente y durante cuarenta y cinco años clases de Castellano, Ortografía, Redacción y Selección de Textos.
María Aléx fue una mujer de fuerte carácter, pero por demás cordial, que dejó para esta tierra decenas de palabras emanadas del corazón ardiente de quien su nombre fue poesía en sí mismo. 
Integró el grupo fundador de la Agrupación Artística Maná y fue, durante muchos años, miembro de la Comisión Directiva de la Biblioteca Popular de Azul (hoy “Bartolomé J. Ronco”).


Pasiones de una mujer


Con su mirada tierna y una pluma vehemente, María Aléx canalizó en letras como nadie el amor, el amor por Azul, por su gente, por su historia y sus desventuras. Su primer libro de poesías “Música Interior” (1938), fue solicitado por la Biblioteca Pública de Nueva York por su calidad literaria para ser incorporado a su patrimonio bibliográfico. Figura además con mención de honor para la creación poética femenina en la Exposición permanente bibliográfica de Cuba. Y se lo incluyó también en una antología poética de Alemania.
Dos años después publicó “Brujerías” (Poemario de la Andanza).
En 1946 editó “Poemas” y un ensayo sobre Antonio Machado, el cual fue impreso para la serie “Cuadernos de Azul” de la Biblioteca Popular.
El 30 de abril de 1947, su estimado amigo Bartolomé José Ronco, publicó en el diario “El Tiempo” un artículo titulado “Un gran acontecimiento”, en el cual anoticiaba a la comunidad de que el eminente escritor inglés sir EugenMillington Drake, que había estado dos años antes en Azul, había concluido su programa de Poesías de las Provincias Argentinas y que habiendo conocido los dos poemas de María Aléx titulados “Dar” y “Pequeña cosa”, los había recitado en varias oportunidades en Londres y París (en el Departamento Hispánico de la Sorbona).
En mayo de 1948, en el Cine Teatro San Martín, se le rindió un cálido homenaje al doctor Ronco, quien también demostró con su trayectoria el profundo amor que sentía por Azul. En la oportunidad, María Aléx pronunció palabras de su autoría, las cuales quiso el destino que se mantuvieran preservadas en un pergamino que no tuvo ninguna difusión más que en aquella ocasión:

Mensaje cordial para el Dr. Bartolomé J. Ronco:Y dijo el corazón: “Él es mi amigo./ Yo lo siento y lo quiero. Está conmigo/ como el astro y la rosa. Yo lo quiero/ porque sabe del lírico sendero/ del Ensueño y el Bien y la Belleza,/ donde todo es verdad, todo pureza,/ en el íntegro afán y en el desvelo/ de cambiar esta tierra en claro cielo…/ Yo lo siento en mi vida, en mi latido,/ en mi hondo anhelar estremecido,/ y lo sé entre los sueños de mi andanza/ con la luz de la fe y la esperanza…/ Yo lo siento y lo quiero. Está conmigo/ como el astro y la flor, y lo bendigo por la gracia celeste y la ventura/ que dejara en mi senda su dulzura"./ Y calló el corazón. Pero al instante,/ sobre el pecho dolido y palpitante,/ en dulcísima ofrenda silenciosa/ asomó, toda trémula, una rosa…/ Una rosa pequeña y encendida:/ mi profunda ternura agradecida.


Las calles de María Aléx


Mediante el Decreto-Ordenanza del 12 de noviembre de 1956, firmado por el comisionado Guillermo Rodolfo Sarmiento, se le impusieron nombres a quince nuevas calles de la ciudad. La disposición fue promulgada el 27 de diciembre del mismo año a través del Decreto N° 23.777/56 de la Intervención Nacional y recién se hicieron efectivas las imposiciones el 3 de enero de 1957.
Las denominaciones fueron propuestas por la “Comisión Municipal de Investigaciones Históricas del Partido de Azul”, a cuyo frente se hallaba el historiador azuleño Vicente Porro, acompañado fervientemente por María Aléx.
Sin lugar a dudas, ella fue quien propuso buena parte de los nombres que finalmente se impusieron, dada su acentuada pasión por la historia lugareña. Las nuevas denominaciones elegidas fueron: De las Postas, De los Fortines, De las Carretas, Misia Magdalena Barranco, Comisario Luis Aldaz, Fuerte Federación, Francisco Mesura, Darhanpé, Martín Abeberry, Miguel Ituarte, De los Agrarios, San Serapio Mártir, San Carlos, De las Cautivas y General Manuel Escalada. Para postular cada uno de estos nombres, se escribió un fundamento –presentado en el decreto- en el que se evidencia la pluma de la poetisa, quien tampoco dudó en plasmar en sus libros poemas dedicados a dichas arterias, bajo los títulos “Calle Sargenta Barranco”, “Calle de las Carretas” y “Calle de las Cautivas” entre otros.


Apasionada por la cultura…


Fue una integrante fundamental de la Comisión Municipal de Cultura integrada por destacadas instituciones azuleñas como la Agrupación Artística Maná, Centro de Instrucción Cívica “Mariano Moreno”, Biblioteca Popular “Bartolomé J. Ronco”, Centro Cultural Horizontes, Universidad Popular “José Hernández”, Centro Cultural Cervantes, Centro del Magisterio “Domingo F. Sarmiento”, Centro Universitario Azuleño y Foto Club Azul.
En 1958 nació su tercer libro, “Cantos”, compuesto de treinta y tres poemas donde reaparecieron en tonos cada vez más depurados sus sueños, dejando improntas serenas y traslúcidas, de alto vuelo lírico, derivadas de las sugestiones de su solar nativo. Esta obra fue ilustrada por su estimado amigo Santo Glorioso.
El Centro Numismático “Bartolomé Mitre”, prestigioso órgano cultural de Azul le dedicó en 1963 su “Primer Cuaderno Azuleño”, donde ella volvió a retomar la exaltación lírica de su terruño publicando ocho poemas bajo el título“Cantos de la Patria Chica”, todos de particular belleza.
Su antología poética, llamada “Ayer iluminado”, se conoció en 1968; también apareció de su autoría una semblanza de Francisco López Merino.
El último libro de María Aléx fue “Mujeres de aquella Pampa”, dedicado a las primeras valientes y abnegadas pobladoras de esta zona, madres o esposas que resignaron la calma para acompañar a sus hombres en las luchas de las fronteras.
De sus diversas colaboraciones en diario local sobresalen sus “Apuntes Histórico-Líricos de Azul”, publicados en 1968, en los cuales abordó poéticamente una vez más temas fundacionales de nuestros pagos.
Tras haberse jubilado como docente, lamentablemente su cuerpo le falló, quedando postrada en una silla de ruedas. Pero su voluntad fue inquebrantable y su mente lúcida siguió destellando magnificencias.
En 1971 recibió el Premio Almafuerte, otorgado por la Sociedad de Escritores de la Provincia de Buenos Aires, siendo la primera mujer en recibir dicho reconocimiento.
El mismo año, la Subsecretaría de Cultura de la Provincia le dedicó el número 15 de sus Cuadernos del Instituto de Literatura, titulado “Urrutia Artieda y Azul”.


Esa figura rutilante…


Por Decreto del Poder Ejecutivo de Buenos Aires, el 13 de septiembre de 1974 se la consagró “Hija Benemérita de la Provincia”. El primer artículo de la trascendente disposición rezaba: “…en mérito a su categoría intelectual, tareas de bien público y de unión entre los pueblos de la provincia…”.
El acontecimiento motivó el viaje a nuestra ciudad del entonces ministro de Educación, Dr. Tomás Diego Bernard, quien en la sede del Colegio de Escribanos –colmada de público-, el sábado 16 de noviembre, le hizo entrega de una medalla de oro y un diploma.En el tramo final de su discurso el Ministro expresó: “… Esta noche yo quería decirles, en nombre del gobierno de Buenos Aires, que si María Aléx recibe la más alta distinción, distinción singular que creo no se ha otorgado a ningún otro poeta hasta hoy, de ser declarada hija benemérita de la provincia, lo es por sus méritos propios; lo es por la alta dignidad del magisterio que ha ejercido en la docencia, en el periodismo, en el libro. Pero más que todo en la escuela de la vida. Esa figura rutilante que pasó por todos los ambientes con modestia pero que dejó indeleble en todas partes el sello de una auténtica personalidad. Una mujer que sembró el bien y recoge ahora el bien que le debemos.
Por eso, María Aléx, yo también prescindo de todo protocolo. Quizá esté al margen de lo que debía ser la misión ministerial. Pero aquí en Azul, donde todos te conocen y te honran, sería vana presunción mía querer exaltar un acto del Poder Ejecutivo más allá de la letra que ha grabado tu fuego en tu corazón. Esto es tuyo porque lo has ganado, pero por sobre todo, es tuyo nuestro cariño y nuestro reconocimiento, porque mujeres como esta mujer son las que necesitamos para el futuro de la Patria.”.


Las últimas letras…


En 1975 la Biblioteca Popular de Azul la designó Socia Honoraria, y laEscuela Provincial N°2 la hizo, simbólicamente, depositaria de su llave.Al año siguiente, la Intendencia Municipal declaró a su obra “La Patria Chica” como Poemario Oficial de Azul.
Al cumplirse en 1978 el cuadragésimo aniversario de la publicación de su primer libro, “Música Interior”, el diario “El Tiempo” y la comunidad azuleña le rindieron un sincero homenaje al descubrir una placa en el frente de su hogar. Ese mismo año apareció “Las Raíces”, cuya edición estuvo a cargo del Museo Etnográfico y Archivo Histórico “Enrique Squirru”, institución para la cual se destinó lo recaudado con su venta.
María Alejandra Urrutia Artieda falleció a las 13:15 del día15 de octubre de 1982. Sus restos fueron inhumados en el Cementerio Único.
A los pies de un ciprés, prácticamente en la entrada de la necrópolis, descansa la inquieta mujer de fuerte carácter y delicadas caricias. Sin embargo, María Aléx no murió… Ella aún vive en sus letras, en sus sabias y melodiosas palabras, en las páginas de sus libros, en las alas de sus versos. Tal como proclama en su epitafio (escrito en 1971): 

Caminante: Aquí dice María Aléx;
mas no creas que yazgo en esta fosa;
pues apenas llegada, presurosa,
me trepé por la savia silenciosa
hasta el gajo más alto del ciprés.
Y allí estoy, caminante, allá en la altura
como ayer en la tierra y en el anhelo:
rodeada de pájaros y cielo,
encendida de canto y de dulzura.





INFORMACIÓN EXTRA:

“La Protegida”


Martín Urrutia y Emilia Artieda se conocieron en la ciudad de La Plata, en la última década del siglo XIX.
Hacia 1896, la familia Urrutia decidió probar suerte en el interior de la provincia de Buenos Aires y así fue como se instaló en la ciudad de Olavarría. En cambio la joven pareja decidió instalarse en Hinojo -Partido de Olavarría-, donde abrieron un almacén.
Allí, trabajando arduamente, los jóvenes consolidaron una pequeña fortuna que les permitió comenzar a armar planes de progreso. Y también comenzaron a acrecentar la familia, pues el 1 de septiembre de 1899 nació el primogénito, Martín Sixto. Sus padrinos fueron su tío Agustín Urrutia (español, domiciliado en Olavarría, de 24 años de edad) y su abuela María Apestegui de Artieda (nacida en Francia, domiciliada en La Plata, de 52 años de edad).
Poco tiempo más estuvieron por aquellos lares. El destino les tenía reservado un lugar en Azul, cerca de las estancias “La Narcisa” y “La Ysidora”, donde compraron una pequeña fracción de campo y levantaron una casa grande que se llenó de hijos y en la que instalaron un almacén de ramos generales.
El almacén era un lugar pintoresco, destacado y concurrido. Los caballos retozaban a la sombra del montecillo que al verse desde lejos anunciaba la importante presencia de “La Protegida”.
Apenas cruzaban el umbral, los clientes eran recibidos por un aroma penetrante, mezcla del de las especias, del café en grano, el cuero de los aperos, los quesos apilados en el mostrador y los chacinados, con el olor añejo proveniente del despacho de bebidas contiguo donde predominaba el humo del tabaco negro que consumían los parroquianos en cigarrillos armados a mano.
En el salón principal, con piso de ladrillos, se hallaba el almacén propiamente dicho. Entre otros rubros, tenía zapatería, tienda y mercería. Sobre la pared del fondo, en una estantería, se podía encontrar desde la mecha para un farol hasta los cordones para zapatos, pasando por el hilo para coser ropa o bien el de atar chorizos, cuchillos, bombillas, mates y una cantidad interminable de artículos de uso diario. En la parte inferior de aquella monumental estantería, en cajones con tapas deslizantes, se hallaba el azúcar en terrones y fideos varios, que se expendían en paquetes armados con papel de estraza; la yerba, en cambio, se vendía en bolsas de arpillera.
En un extremo del mostrador reinaba una balanza de platos; en el otro, varios quesos protegidos por una especie de campana de vidrio y la fiambrera.
Tenían un acopio de frutos del país y también vendían productos importados de España, como vinos y conservas enviadas por un amigo de la familia.
Un rincón del salón lo ocupaban los aperos y herramientas: pecheras, cinchas, pretales, serruchos, martillos, morsas, leznas y todo lo necesario para las tareas rurales. Sobre un mostrador mucho más decoroso se apilaban bombachas, camperas, camisas, cinturones, boinas, fajas y alpargatas de yute.
Había también espacio para las barricas de vino y las que contenían las tripas conservadas en sal que se utilizaban en las carneadas. El despacho de bebidas era fundamental para muchos viajeros o lugareños; bebidas servidas en vasos de vidrio grueso y sobre un mostrador con cubierta de estaño. Básicamente funcionaba como un club rural, un lugar donde se iba por necesidad y por gusto, un local donde los hombres se demoraban comentando las novedades, tomando una copa…
Algunos días fijos de la semana hacía parada la galera “San Julián”, que iba y venía entre la ciudad de Azul y la estancia “El Sol Argentino” situada en el Partido de Benito Juárez, perteneciente a Mariano Roldán (fundador, justamente, del pueblo de Benito Juárez y propietario primigenio de la que hoy conocemos como “Casa Ronco” en Azul).
Asimismo, Urrutia había conseguido que su almacén brindara los servicios de estafeta de correos y allí se dejaba o se recibía la correspondencia de la vecindad, que se despachaba por Hinojo.
En la trastienda funcionaba el “escritorio”, donde se controlaban las libretas que saldaban los chacareros no más de una o dos veces al año, cuando levantaban sus cosechas.
A un costado del edificio principal, en un gran galpón de chapa, se acumulaban materiales de construcción, maderas, postes y varillas para alambrados, rollos de alambre liso y de púas, torniquetes y una variedad sin fin de insumos para la actividad rural, hasta molinos “Hércules”.
A pesar de todo el esfuerzo que demandaba la atención del almacén, Martín le dedicaba varias horas a la lectura y hacía circular sus libros y diarios entre la clientela aficionada a su misma costumbre. Así llegaban quienes buscaban o devolvían “La Prensa”, o quienes pedían prestada la revista “Caras y Caretas” o entregaban un cuadernillo de las “Novelas Españolas” para tener derecho a llevar otro capítulo. Además, con diversas inquietudes que excedían lo meramente literario y pasaban al campo de la filantropía, Martín Urrutia se incorporó a la logia masónica “Obreros del Sud” N° 94, de la vecina ciudad de Olavarría.
Como si todo fuese poco, cada quince días se montaba un improvisado consultorio médico, en el que atendía el reconocido doctor Ángel Pintos, quien viajaba desde Azul recorriendo las más de diez leguas que separaban la ciudad de “La Protegida” para atender la clientela lugareña. También, con la misma frecuencia, pero los domingos, iba un peluquero que cortaba el cabello a los vecinos, principalmente la peonada y sus familias.
Indudablemente, “La Protegida” era un verdadero punto de encuentro y un eje fundamental de desarrollo en la zona. Sin embargo, cuando rondaba los 60 años de edad, tal vez agobiado por tanta labor, Martín Urrutia decidió vender el almacén. Así, alrededor del año ’20, buscando nuevos horizontes se trasladó definitivamente a la ciudad de Azul, instalándose en la casa de la calle Buenos Aires N° 474 (actual Intendente Prof. De Paula), entre Avenida Mitre y Entre Ríos (actual Dr. Alfredo Prat).


De ardores y de afanes


En el hall del Palacio Municipal, desde diciembre de 1971, una placa preserva las más bellas palabras dedicadas por la poetisa a su tierra natal bajo el título “Nombre total”.


Qué otro nombre mejor para tu empeño
y el amor que madura tu esperanza
que este nombre que es signo de alabanza
porque nombra, nombrándote, tu sueño?

Qué otro nombre mejor a tu pujanza
y el ardor y el afán de que eres dueño,
que este nombre cabal que, si pequeño,
todo un mundo inefable se le alcanza?

Qué otro nombre mejor a tu desvelo
y a tu fiebre de luz y anhelo de vuelo
que este nombre total de fe y altura?

Qué otro nombre mejor para nombrarte
que este Azul que te nombra y te imparte
un seguro destino de ventura?


Una estrella y dos alas


En 1977, en el 45° Aniversario de “Maná”, María Aléx le dedicó unas sentidas palabras al entonces desaparecido Alberto López Claro: “Don Alberto: Hoy son cuarenta y cinco los años de Maná en esta andanza de sembrar generosa la Belleza con todos los primores de su magia, bajo un signo cabal y luminoso; una estrella y dos alas.
Cuarenta y cinco ya!... Cómo se ha ido el tiempo con sus bríos y mudanzas!... Si parece fue ayer… ayer no más… Recuerda don Alberto, esa mañana de aquel domingo veintitrés de octubre en el Colegio Nacional?... Estaban con usted y conmigo, don Reynaldo G. Martín, el rector de esa casa; don Julio García Hugoni, su segundo, venido a nuestro Azul de Bahía Blanca, y don David Cordeviola; los tres mentores entusiastas.
A todos nos movía en esa hora idéntica inquietud esperanzada: fundar una entidad de arte que fuera latido espiritual de esta comarca, por su siembre tenaz y generosa de colores, sonidos y palabras. A todos nos urgía ese anhelo sentido con pasión hasta la entraña, y creamos entonces, jubilosos, la agrupación artística soñada: esta que andando siempre su camino con fervor y verdad en gozo y dádiva, hoy celebra el milagro de su siembra que es milagro de gracia.
¿Recuerda don Alberto?... Fue usted mismo quien en tan empeñosa circunstancia, propusiera este bíblico bisílabo contenido de fe, para nombrarla; este nombre, Maná, que es desde entonces señal de esperanza.
Don Alberto: Hoy son cuarenta y cinco los años de Maná en su labranza y por ello esta hora es su hora de himnos y campanas. Pero ocurre también que en esta fecha, un tiempo transcurrido nos señala el vigésimo quinto aniversario de su muerte, sentida, inesperada; su muerte, don Alberto; ese paso de su vida de asombros y pujanza, encendida de luz y de fervores, a la noche inviolada.
Por eso en esta hora evocativa y en el alto precioso de su andanza, Maná dice su nombre, don Alberto; su nombre enaltecido, que la alcanza como estímulo y guía sostenedores de su siembra perseverada, bajo un signo celeste y venturoso nacido de la esencia de su alma: este signo inefable que es su gloria: una estrella y dos alas.”.


El legado


Raquel Mercedes Urrutia Artieda, conocida como Sole-la última sobreviviente de los hermanos-, falleció el 16 de julio de 2003, seis días después de haber cumplido 90 años de edad. A través de su testamento ológrafo legó en partes iguales su propiedad de la calle Gral. Uriburu 474(actual Intendente Prof. De Paula) al Hospital Municipal “Dr. Ángel Pintos” y al Hospital Materno Infantil “Argentina Diego”.
Dentro de la Ordenanza N° 2.319 del 25 de abril de 2005, por la cual se aceptaba la donación, el Concejo Deliberante dejó expresada su “…inquietud de crear en la mismauna ‘Casa de la Cultura’ y conservar el valor histórico de cuanto forma parte de ella, al propio tiempo de recoger un anhelo que cuenta con vasto respaldo, que sobreviene como un imperativo de preservar la identidad cultural de la comunidad…”.

Sin embargo, la propiedad fue vendida y actualmente funciona allí el Juzgado Federal N° 2 de Azul.




María Aléx Urrutia Artieda fue una destacada y querida docente que supo trascender las fronteras del tiempo y el espacio a través de sus versos apasionados cargados de vívidas historias.