lunes, 28 de septiembre de 2020

El dandi y una dama llamada Usina

 El dandi y una dama llamada Usina

  

Jorge Alejandro Newbery nació el 29 de mayo de 1875 en Buenos Aires. Fue un “destacado deportista: pionero aeronauta, imbatible en box, excelente remero, hábil esgrimista, campeón del yachting, futbolista dotado, as del automovilismo, eximio nadador y aventajado competidor de lucha grecorromana. Además en las pistas de baile cosechaba elogios por su plasticidad en el tango”.

Fue ingeniero electricista (alumno en Estados Unidos de Thomas Alva Edison), funcionario público y hombre de ciencia. Junto al mexicano Alberto Braniff y al peruano Jorge Chávez fue uno de los primeros aviadores iberoamericanos, siendo considerado como el artífice y fundador de la Aeronáutica Militar Argentina.

Fue Director del Servicio de Alumbrado de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. Era partidario de la municipalización del servicio de alumbrado, en contra de lo que se realizaba por entonces que consistía en la concesión del servicio a empresas privadas.

Entre 1903 y 1904 se produjo en Buenos Aires un amplio debate sobre la conveniencia del sistema público o del sistema de concesión privada. Newbery participó activamente en dicho debate y llegó a escribir un extenso informe titulado “Consideraciones generales sobre la municipalización del servicio de alumbrado”, que fue publicado en los Anales de la Sociedad Científica Argentina, en los números de abril, mayo y junio de 1904.

 

 

En el Azul…

 

 

En los albores del siglo XX, en Azul, comenzó a gestarse la idea de dar un salto cualitativo en cuanto al desarrollo urbano de la ciudad. El pueblo (devenido en ciudad a partir de 1895), había transitado por diversos métodos para iluminar sus hogares y calles, pasando del alumbrado a velas -elaboradas desde 1875 por Lorenzo Piazza y luego en “La Estrella del Sud” de Lorenzo Piazza y Hermanos-, al de kerosene, llegando hasta el costosísimo intento de alumbrado a alcohol o bien el efímero y poco seguro gas.

La intención del Municipio era unificar toda la ciudad bajo el moderno sistema de iluminación eléctrica, empero, dada la extensión de la misma, no fue fácil lograr unanimidad de criterio.

El 14 de abril de 1903, el periódico azuleño “El Porvenir”, publicó una simpática pero a la vez durísima carta cuestionando la implantación del servicio eléctrico en la ciudad:

“¿Habrá gato encerrado? De tiempo en tiempo se pone sobre el tapete la cuestión del alumbrado eléctrico. Seríamos muy miopes si no quisiéramos ver que hoy en día es el alumbrado mejor, pero de esto a que sea una necesidad para Azul, hay una gran diferencia. Sobre todo porque se habla de la necesidad de que contribuya la Municipalidad con una gruesa suma de dinero y el vecindario, por acciones. ¿Está aquí el gato encerrado? ¿Y si no, porque querer mezclar a los vecinos en un negocio que se pondera como bueno? Creemos que para implantar el alumbrado eléctrico no es necesario recurrir a capitales europeos. Aquí hay capitales suficientes. Alguno está ya haciendo cálculos con la prima que le otorgarán si se hace el negocio, como pasó ya hace con otra persona iniciadora, cuando vino el representante de una casa de Buenos Aires. El público azuleño debe abrir bien los ojos y hacer oídos de mercader si se presenta en su casa algún propagandista, haciendo ver con papeles y muchas cifras que es lo mismo 8 que 80. Todavía está fresco el fracaso del alumbrado a gas, cuya cañería se encuentra perdida en nuestras calles.”

En la sesión del Concejo Deliberante del 16 de noviembre de 1903, presidida por Manuel Castellár se autorizó al Departamento Ejecutivo para llamar a licitación al servicio de alumbrado público a luz eléctrica, de acuerdo con el pliego de condiciones aprobado.

El intendente Federico Urioste demostró que los recursos municipales eran insuficientes para el cambio inmediato del sistema. Sin embargo, tras varias idas y vueltas, se planeó dotar a buena parte de la ciudad de luz eléctrica, instalando unos 900 focos de arco voltaico, manteniendo, de todas maneras, el sistema a querosene para “las afueras del pueblo”.

Tras el llamado a licitación efectuado por la Municipalidad, se presentaron cuatro firmas. De las propuestas, es interesante resaltar algunos puntos de la presentada por Ángel Brumana, que finalmente resultó el elegido: “Se proyecta construir un edificio sólido, en mampostería, dimensiones suficientes para instalar la maquinaria actual y previsto para futuros aumentos. Chimenea de material y de dimensiones suficientes para una capacidad triple de la maquinaria que a la presente se instalará. Para empezar se instalarán dos motores, cada uno capaz de desarrollar 175 caballos efectivos de fuerza. Los motores serán fabricados por la casa Franco Tosi de Legnano (…). Directamente acoplado a cada motor habrá una dínamo a corriente continua de 120 Kw. de capacidad fabricada por una firma de Berlín (…). Se colocarán dos calderas multitubulares, inexplosibles, de la casa Franco Tosi de Legnano. La red de alimentación y distribución de la corriente será aérea del sistema trifilar. Se colocarán 3 alimentadores de diferentes sesiones cada uno de los cuales alimentará un circuito de distribuidores. (…) Tanto los alimentadores como los distribuidores y red propiamente dicha serán aislados sobre aisladores de doble campana. Estos serán soportados por ejes de hierro sobre ménsulas de hierro colocadas en las paredes o en postes. Estos serán de madera, debidamente cepillados, pintados y empatillados con madera de quebracho, colocados en el piso con Pórtland y ladrillos. Las suspensiones de las lámparas de arco se harán con cable metálico, roldanas y torniquetes, fijados en las paredes o columnas (…).”.

Aconsejado por su primo e intendente de Buenos Aires, Alberto Ildefonso Casares y Urioste Molina, el intendente azuleño Federico Urioste convocó al multifacético Jorge Newbery para que asesorara al municipio sobre los proyectos presentados para la prestación del servicio eléctrico. “George” Newbery, visitó nuestra ciudad y posteriormente presentó un extenso informe aconsejando la propuesta de Brumana, a pesar de que su pensamiento apuntaba a la municipalización del servicio (imposible en nuestro medio dadas las razones expresadas por el Intendente).

            El 29 de diciembre de 1903 se rubricó un contrato con la Compañía Brumana y Esteguy. Todo hacía suponer que el año venidero iba a traer gran prosperidad para la ciudad, sin embargo, algunos, un tanto pesimistas publicaban cuestionamientos como el de “El Porvenir” del 29 de marzo:

“Bien sabemos nosotros que el afortunado empresario de la luz eléctrica tendrá que presentar alguna solicitud pidiendo prórroga por fuerza mayor, porque es sabido que la mayoría de ellos lo hacen. A Brumana le empiezan a salir los obstáculos para que también se vea obligado a hacerlo, y hasta parece que alguna maldición pesa sobre don Federico (Urioste), a fin de que no mueva este año la palanca que regule la corriente eléctrica alumbrar a Azul de ese modo. Ya saben nuestros lectores que el empresario anduvo un tiempo tanteando varias manzanas que le parecían buenas para edificar la Usina y no ignora que varios propietarios desalmados tratan de cobrarle esas manzanas a precio de oro, hasta que Petronila Buzzaca le vendiera en Buenos Aires (actual Int. Prof. Rubén C. De Paula) y 9 de Julio. Ya estaban por escriturar cuando se les antoja, desde La Plata, devolver el título, diciendo que es nulo, por falta de transcripción en el nombramiento del Intendente. Como el Sr. Ángel Brumana tendría que presentarse pidiendo prórroga, unimos nuestra influencia que es mucha, hacia don Federico, a fin de que este acuerde el plazo que solicite para construir la Usina”.

Los periódicos no daban tregua. “El Porvenir” en su edición del 24 de julio de 1904 detallaba: “Pasada la una de la mañana, ya no se encuentra encendido sino uno que otro farol a querosene, en distancias, a veces de seis cuadras, por cualquier lado que se mira. Esperanzas en Brumana”. Al mismo tiempo, daba cuenta del paso del ingeniero Newbery por nuestro medio, jugando sarcásticamente con su fama de dandi: “… Hubo estos días en el Azul un Ingeniero llamado por la Intendencia para inspeccionar las instalaciones del alumbrado eléctrico y las causas de sus deficiencias, para poder luego la Municipalidad, estar munida de razonamientos para hacerle cumplir obligaciones a la Empresa. No dimos la noticia en su momento por no recomendarlo la discreción, debido a sospecharse la existencia de algún tapado que servía a la empresa para hacer de ese servicio un negoción. El Ingeniero ha llegado, ha visitado ‘a la tal dama’, pero no por eso ha experimentado en sus ‘execrables servicios’, alivio benéfico alguno, como puede deducirse del comportamiento de anoche de la Empresa, que dejó al vecindario a oscuras, en medio de ‘horribles contorsiones’.”.

            “El Imparcial”, el 26 de octubre de 1904, informaba: “Continúan con toda actividad los trabajos de instalación de la Usina Eléctrica. Dentro de pocos días quedará instalada la red de calles que unirán a las dínamos con los 110 focos que han de funcionar. La maquinaria se instala con gran prolijidad. La Empresa cree que antes de un mes y medio empezará el servicio. Hemos leído en un importante diario porteño y en una revista técnica que las instalaciones eléctricas de campaña más perfectas, del punto de vista de la maquinaria y demás son las de Tucumán y Azul. Contestando a las preguntas que dirige un vecino de la Av. Mitre, le hacemos saber que los pilares que sostendrán los focos en esa avenida deben ser de fierro pero de distinta forma de los que estaban colocados en Plaza Colón”.

            Con entusiasmo, el mismo periódico comunicaba el 1 de diciembre: “Han comenzado con resultado satisfactorio los ensayos de luz eléctrica. Los focos encendidos las últimas noches han funcionado sin tropiezos dando una luz clara, fija y bastante intensa. Los ensayos se prolongarán un par de días y luego empezará el servicio público que recibirá la Intendencia. Se habla de organizar una pequeña fiesta para conmemorar el feliz acontecimiento”.

            Seis días más tarde, el señor Ángel Brumana se dirigió mediante nota formal al intendente, Federico Urioste, manifestándole que la instalación del alumbrado público estaba terminada y que después de varios ensayos diarios con un resultado satisfactorio como era público y notorio, la empresa, por lo tanto, consideraba poder librar el alumbrado al servicio público.

Respaldando la decisión tomada por el Concejo Deliberante y el Departamento Ejecutivo, aunque el primero pretendiera desacreditar la importante injerencia en el asunto del segundo, el ingeniero Jorge Newbery, asesor técnico de la Intendencia del Azul, manifestó en un extenso informe que el precio de la Empresa Brumana no podía ser más módico y agregaba “… Leyendo las tarifas de la Cía. Alemana de Buenos Aires, paga por cada foco igual a los nuestros $ 23,26, y si se tiene en cuenta la diferencia de flete de los motores de la Usina y sobre todo del carbón, resulta que en Azul se paga relativamente la luz más barata que allí, pues la diferencia de precio en el carbón cuesta $ 6 más por tonelada. Deducida esa diferencia, cada foco resultaría a $ 21,30, dos pesos menos que en Buenos Aires.”.

A pesar de los inconvenientes acaecidos, el año 1905 encontraría a Azul iluminado con “luz eléctrica”.

 

La última dama…

 

 

En el capítulo “El San Martín de los aires”, de su libro “Historias insólitas de la historia argentina”, el periodista e historiador Daniel Balmaceda cuenta:

“…viajó a París para comprar un motor que le permitiera cumplir una hazaña que lo situaría en lo más alto del pedestal de héroes contemporáneos en aquella década de aventureros: quería ser el primero en cruzar los Andes en avión. (…) En la madrugada del 10 de febrero de 1914, Newbwry logró la marca mundial de altura (6.225 metros) partiendo del aeródromo de El Palomar. (…). Resolvió viajar a Mendoza –sin su avión- para familiarizarse con el lugar. (…) En Mendoza se hallaba Teodoro Fels, intrépido como sus amigos, quien le prestó su avión. Newbery alternó los vuelos diurnos con los carnavales nocturnos. (…).

El 1° de marzo era el día indicado para regresar a Buenos Aires. (…). A media mañana, al volver al Grand Hotel para preparar las valijas (…) Merceditas Noailles le rogó a George que volara esa tarde, antes de emprender el viaje en tren. En un principio, Newbery se disculpó. Ya estaban organizando el regreso y no tenían en mente hacer más ascensiones. Por más que Merceditas insistiera, no era posible: el único avión disponible, el de Teodoro Fels, había sido desarmado esa misma mañana para embalarlo y depositarlo en un tren con destino a Buenos Aires.

            Pero la insistente Merceditas logró su objetivo, ayudada por un hecho fortuito: el mecánico de Fels se había acostado tarde, por el baile de Carnaval. Por lo tanto, el avión no estaba desarmado. Newbery y cerca de un centenar de personas se trasladaron a Los Tamarindos, en las afueras de la ciudad. Desde allí despegó George a las 18:40, junto con su amigo Tito Jiménez Lastra. Newbery –que por primera vez volaba sin el cabalístico retrato de su madre- hizo acrobacias asombrosas. Pero fallaron la máquina y el piloto: a sólo 500 metros de altura, el hombre del récord de los 6.225 metros no logró enderezar el aparato, que, recostado sobre su ala izquierda, se lanzó en picada hacia el fatídico centro de gravedad. Sus últimas palabras fueron: ‘¡Agarrate, Tito!’. Murió al instante.”




Jorge Newbery


martes, 22 de septiembre de 2020

Apasionados por Rosas

 Apasionados por Rosas

 

El 9 de mayo de 1834, Encarnación le escribió a su esposo deseosa de visitarlo en el Azul o donde él quisiera, “pues si no me he puesto en viaje ha sido por no saber si sería de tu aprobación, pues para ello no tengo obstáculo y lo deseo mucho”.

En la segunda quincena de mayo, tras su regreso del mal llamado “desierto”, el general Juan Manuel de Rosas se instaló con su Ejército en el Fuerte San Serapio Mártir del Arroyo Azul.

Durante su estadía, Rosas depositó en la modesta capilla rancho, al pie de la imagen de Nuestra Señora del Rosario (imagen ya desaparecida y reemplazada por la que preside el Altar Mayor de la actual Catedral), la espada que había ceñido durante las operaciones en “Campaña”, junto a dos espigas de maíz adornadas con cintas color rojo punzó, siendo ambos símbolos inconfundibles de “la Mazorca”.

Algún tiempo después, el comandante del Azul, Pedro Burgos, le escribía a la esposa de su compadre, Encarnación Ezcurra, expresándole:

 “Este pueblo tiene el honor y la gloria de conservar la invencible espada que ceñía el Señor General en Jefe del Ejército de la Izquierda, el Héroe del Desierto, con la que triunfó de los amotinados del primero de diciembre y restableció el imperio de las leyes. Ella es, Señora, y será sostenida con noble orgullo por todos los que habitan en Azul de este vecindario, que no atina el ajustado encomio con que debe congratular a ese Ilustre Ciudadano, y exprimirle todos los sentimientos plausibles de su reconocimiento, puesto que no es dable que miren sus constantes sacrificios sin aquel agradecimiento digno del respeto con que la admiración suele acercarnos a los portentos. Ella, (repetimos) será una garante para las generaciones más remotas de su brillante empresa a los desiertos del Sud, inmortalizará su memoria”.


Una vez más Gobernador

 La Legislatura de la Provincia de Buenos Aires designó a Juan Manuel de Rosas como Gobernador, otorgándole el ejercicio de las “facultades extraordinarias” que él considerara indispensables para asegurar la paz interior, defender la Religión Católica y la Causa Nacional de la Federación, proclamada por los pueblos de la República.

            El 13 de abril de 1835, solemnemente, Juan Manuel de Rosas expresó:

“Mis amados compatriotas: Cuando me he resuelto a hacer el terrible sacrificio de subir a la silla del Gobierno, en las circunstancias aciagas en que se halla nuestra infortunada patria; cuando para sacarla del profundo abismo de males, en que la lloramos sumergida, he admitido la investidura de un poder sin límites, que a pesar de toda su odiosidad, lo he considerado absolutamente necesario para tamaña empresa, no creáis que haya librado mis esperanzas a mi limitada capacidad, a mis débiles fuerzas, ni a esa extensión de poder que me da la ley apoyada en vuestro voto, casi unánime de la dudad y campaña. No: mis esperanzas han sido libradas a una especial protección del délo, y después de ésta a vuestras virtudes y patriotismo.

            Ninguno de vosotros desconoce el cúmulo de males que agobia a nuestra amada patria, y su verdadero origen. Ninguno ignora que una facción numerosa de hombres corrompidos, haciendo alarde de su impiedad, de su avaricia, y de su infidelidad, y poniéndose en guerra abierta con la religión, la honestidad y la buena fe, ha introducido por todas partes el desorden y la inmoralidad; ha desvirtuado las leyes, y hécholas insuficientes para nuestro bienestar; ha generalizado los crímenes y garantido su impunidad; ha devorado la hacienda pública, y destruido las fortunas particulares; ha hecho desaparecer la confianza necesaria en las relaciones sociales y obstruido los medios honestos de adquisición; en una palabra, ha disuelto la sociedad y presentado en triunfo la alevosía y la perfidia.

            La experiencia de todos los siglos nos enseña que el remedio de estos males no puede sujetarse a las formas, y que su aplicación debe ser tan pronto y expedito y tan acomodado a las circunstancias del momento, cuando que no sólo es imposible prever todos los medios ocultos y nefandos de que se vale el espíritu de conspiración, sino también fijar reglas de criterio legal para unos manejos disfrazados de mil modos y cubiertos siempre con el velo del sigilo.

            No queda, pues, otro arbitrio que oponerles la honradez, el patriotismo y la asidua vigilancia de los buenos ciudadanos, apoyadas en la fuerza de un poder extraordinario, cuya acción no sea fácil eludir. Esto es todo lo que exijo de vosotros para restablecer la tranquilidad pública y afianzar el orden bajo el régimen de gobierno federal que han proclamado los pueblos de la república.

            Habitantes de la dudad: Nadie como vosotros ha sentido los terribles efectos del desorden. Hace tiempo que vuestra vida, vuestro honor y vuestras propiedades se hallan amenazadas de mil peligros. Por salir de esta angustiosa situación habéis deseado mi ascenso a la silla del Gobierno, y os complacéis de que haya sido con plenitud de facultades. Yo me he decidido a tornar sobre mis débiles hombros un peso enorme de cuidados y tareas, y a empeñar mi honor en una empresa poco menos que imposible, por aliviar las desgracias de mis compatriotas: a vosotros toca en este caso ser los primeros en dar ejemplos de virtud y patriotismo para que no sea inútil este nuevo sacrificio que consagro a toda la república y con especialidad a la provincia en que tengo la gloria de haber nacido.

Habitantes de la campaña, cuyo heroico valor y constancia es un objeto de admiración: vosotros fuisteis los primeros en armaros contra los asesinos del 1° de diciembre y unidos con los federales de la ciudad, vuestros compatriotas, hicisteis triunfar la causa que forma hoy el voto general de toda la república; vosotros habéis sido la más firme columna del orden en medio de todas las turbulencias que ha sufrido el país. ¿Qué servicio, pues os podré exigir que no estéis prontos a hacer por la honra y tranquilidad de una patria que habéis defendido con tanto honor?

            Valientes soldados, que formáis el ejército y milicia de la provincia: ¿Con qué expresiones podré describir vuestras virtudes y la importancia de vuestros servicios? Nada menos que los espaciosos desiertos del Sud han sido el crisol de vuestro heroísmo, y de una subordinación y disciplina que os han hecho superiores a todos los obstáculos que os oponían la inmensa extensión del terreno, su soledad, la dureza del clima y el continuo acecho de los enemigos que habéis logrado destruir. A vuestro coraje e incansable sufrimiento debe hoy la seguridad de sus fortunas la mayor parte de los habitantes de la provincia. ¿Qué peligros, pues, será capaz de arredraros, ni qué avances podrán hacer la ambición y la perfidia, oponiéndoles de frente vuestro valor y lealtad?

            Habitantes todos de la ciudad y la campaña. La Divina Providencia nos ha puesto en esta terrible situación para probar nuestra virtud y constancia: resolvámonos/ pues, a combatir con denuedo a esos malvados que han puesto en confusión nuestra tierra; persigamos de muerte al impío, al sacrílego, al ladrón, al homicida, y sobre todo, al pérfido y traidor, que tenga la osadía de burlarse de nuestra buena fe. Que de esta raza de monstruos no quede uno entre nosotros, y que su persecución sea tan tenaz y vigorosa, que sirva de terror y espanto a los demás que puedan venir en adelante. No os arredre ninguna clase de peligros, ni el temor de errar en los medios que adoptemos para perseguirlos. La causa que vamos a sostener es la causa de la religión, de la justicia, de la humanidad y del orden público: es la causa recomendada por el Todopoderoso; él dirigirá nuestros pasos, y con su especial protección nuestro triunfo será seguro.”.

 Un particular homenaje

 Con un clima más benigno, en septiembre de 1835, se planeó un homenaje al flamante gobernador Juan Manuel de Rosas. Eran momentos en los que se debía mostrar unidad y sobre todo obediencia y condescendencia con quien hacía del culto a su figura y a la de su esposa un estandarte de su accionar político.

La mañana del 25 comenzó con el oficio de la solemne Misa. En el precario templo del Azul, sobre una silla “perfectamente adornada”, fue colocado un retrato del general Juan Manuel de Rosas que había sido traído desde Tapalqué por el coronel Bernardo Echeverría y el cacique Juan Catriel, acompañados ambos en la ocasión por una nutrida caravana de comerciantes, hacendados y vecinos de la zona, como así también caciques, capitanejos e indios amigos.

            Concluidos la Misa y el posterior Te Deum, el retrato de Rosas fue paseado en triunfo por las inmediaciones de la Plaza Mayor (o de las Carretas, otrora Colón, actual General San Martín). Fueron pocos los que se atrevieron a no asistir al agasajo. No estaba permitido pensar distinto y menos en el Azul, pueblo erigido por la mismísima voluntad del “Restaurador”.

El escuadrón del teniente coronel Capdevilla, montado en soberbios caballos, armado de larga lanza y vistiendo poncho, chiripá y gorro punzó, levantaba exclamaciones de admiración.

            Pasado el mediodía se sirvió una comida en la que reinó la más cordial camaradería.        No obstante lo sucedido, al día siguiente, reconocidas mujeres de la sociedad azuleña pasearon el retrato de Rosas sobre un carro triunfal por las calles del pueblo, avanzando entre sones musicales. Entre otras, sobresalían  María Trinidad Ponce de Miñana (madre del benemérito vecino azuleño, Matías B. y Miñana), Melchora Medina de Artalejo, Lorenza Almirón de Preciado y Sebastiana de Echeverría.

            Luego hubo un gran baile popular y entre tanto se pronunciaron encendidas arengas a favor del Gobernador y su esposa, doña Encarnación Ezcurra.

            La nota emotiva de los festejos estuvo dada por el discurso del cacique Juan Catriel.

 ¿Pasiones esfumadas?

             El 3 de febrero de 1852 marcó un cambio de rumbo en la historia de la Argentina. Lo antes venerado pasó a ser denostado, negado y odiado. Algunos resistieron. No muchos pudieron. Pagaron con sus vidas las cuentas acumuladas por sus pasiones hacia Rosas.

La espada que ostentaba la humilde iglesia rancho del Azul, esa que había obsequiado el por entonces magnánimo General, fue colocada en el segundo templo que tuvo Azul -que reemplazó al rancho-, y allí permaneció, incluso después de la caída del “Tirano”.

Cuando era imprescindible recaudar fondos para el nuevo templo, fue vendida según la disposición Nº 50 de la Corporación Municipal:

“Espada de Rosas regalada a la Virgen. (Según informes recogidos, esta espada fue comprada por D. Manuel B. Belgrano y donada al Museo público de la Ciudad de Buenos Aires). En sesión de la fecha, se dio cuenta que, de acuerdo con lo resuelto anteriormente había sido vendida la espada regalada a la Virgen por el General D. Juan Manuel de Rosas, en la suma de doscientos cincuenta pesos m/c., cuya suma se destinó a beneficio de la misma. Azul, 17 de junio de 1863. Manuel B. Belgrano. Feliciano Sosa, secretario.”

            Manuel Vega Belgrano era sobrino nieto y yerno del general Manuel Belgrano, e íntimo amigo de Pedro Pablo Rosas y Belgrano (hijo biológico de Manuel Belgrano e hijo putativo de Juan Manuel de Rosas). Por entonces, Manuel Vega Belgrano se desempeñaba como Presidente de la Corporación Municipal de Azul… ¿Otro apasionado por Rosas que salvó un pequeño tesoro destinándolo a un Museo?...





Juan Manuel de Rosas


domingo, 13 de septiembre de 2020

Historias de balcones y docentes

 Historias de balcones y docentes

 

 Por Eduardo Agüero Mielhuerry

  

En su libro “Historias inesperadas de la historia argentina: Tragedias, misterios y delirios de nuestro pasado.”, el periodista e historiador Daniel Balmaceda rescata diversas historias, justamente, de la República Argentina. El noveno capítulo, titulado “Historia de balcón”, cuenta simpáticamente un episodio protagonizado por el presidente Domingo Faustino Sarmiento (nacido el 14 de febrero de 1811 como Faustino Valentín Sarmiento), y el gobernador bonaerense, Emilio Castro:

“A partir del sábado 7 de marzo de 1835 y por 6.177 días (hasta el martes 3 de febrero de 1852), Juan Manuel de Rosas fue gobernador de la provincia de Buenos Aires. Además, fue el encargado de las Relaciones Exteriores de todas las provincias que integraban la Confederación Argentina. Por lo tanto, en él confluían los dos gobiernos, el provincial y el nacional.

Al caer Rosas y sancionarse la Constitución en 1853, la unidad se había perdido y el país ya estaba partido en dos: Buenos Aires por un lado y la República Argentina (las trece provincias restantes) por el otro. Así sería hasta 1860, el año en que Buenos Aires se integró al resto. Este quiebre era apenas el comienzo de las discordias, porque pronto brotaron los conflictos de jurisdicción: el presidente administraba los destinos de toda la Nación desde una provincia que tenía un gobernador con poder supremo sobre su territorio. En ese escenario, el primer mandatario del país pasaba a ser huésped del gobernador bonaerense.

El primer presidente que vivió esa situación fue Bartolomé Mitre, pero no fue traumática por el hecho de que antes de asumir la presidencia era gobernador de Buenos Aires y su lugar lo ocupó el presidente provisional del Senado. En cambio, en el transcurso del mandato de Sarmiento hubo cruces con el gobernador bonaerense Emilio Castro (…). Uno de los conflictos tuvo lugar en medio de un acto al que tanto Sarmiento como el gobernador Castro concurrieron con sus respectivos carruajes y los dos ordenaban a sus cocheros pasarse para tomar la delantera. Cada uno consideraba que el protocolo le daba prioridad. Y así fue cómo un simple acto se convirtió en una carrera de carrozas.

Otro de los enfrentamientos se dio el 2 de enero de 1870, con motivo del desfile de las tropas que habían combatido en la Guerra del Paraguay. Durante los últimos días de diciembre de 1869 se habían organizado los detalles de la bienvenida. Los veteranos desembarcados se formarían en el largo muelle de Viamonte y la Alameda (es decir, calle Alem). Iban a desfilar por Alem hacia la Plaza de Mayo; luego, pasando por la puerta de la catedra, por Rivadavia hasta Maipú, y por esta rumbo a Retiro, a los cuarteles que los albergarían.

Para Sarmiento era una complicación porque la Casa Rosas no tenía balcón y él necesitaba estar en un lugar en el cual sobresaliera para que se le rindieran honores. En cambio, el edificio del gobierno bonaerense, que se hallaba junto al Cabildo en el espacio que ahora ocupa la Avenida de Mayo, tenía una ubicación privilegiada. El gobernador Castro invitó a Sarmiento a presenciar el desfile desde los balcones del municipio. El sanjuanino respondió que era un acto nacional, que él mismo debía presidirlo y no podía ser huésped de nadie. Incluso le pidió al gobernador que le cediera el edificio a la Nación para que Sarmiento invitara a quien quisiera. El gobierno provincial se excusó alegando que ya había cursado las participaciones a los vecinos ilustres.

El 1 de enero de 1870, una numerosa cuadrilla construyó un estrado de madera junto a la Recova (que cortaba a la actual Plaza en dos). Ese sería el palco oficial. Las tropas llegaron por la noche. Se resolvió que aguardaran en los barcos hasta el amanecer. Al día siguiente, pocos minutos antes de que se iniciara el apoteótico desfile –Buenos Aires era celeste y blanca, nunca habían visto tantas banderas argentinas adornando la ciudad-, Sarmiento ordenó un cambio de ruta. Las tropas, entonces, ingresaban a la Plaza de la Victoria u no bien cruzaban el arco principal de la Recova, viraban hacia la derecha, abandonaban la Plaza y tomaban por Reconquista hacia Retiro. Esto hizo que el balcón del gobernador Castro, plagado de invitados, quedara fuera del recorrido. Tuvieron que contentarse con ver a los veteranos a cien metros de distancia.

Para evitar complicaciones en el futuro, Sarmiento mandó construir el hoy famoso balcón de la Casa Rosada.”

 

 

En el Azul…

 

 

            En el flamante siglo XX, a muchos kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, un balcón volvería a ser escenario y una docente protagonista de un suceso que marcaría la historia pueblerina.

            Hija de Justo Gallardo y Rafaela López, Justa Belén Gallardo había nacido en Azul el 22 de enero de 1884. Estudió en la Escuela Normal “Bernardino Rivadavia”, de la cual en 1904 -con excelentes calificaciones- había egresado con el título de Maestra Normal. Al mismo tiempo, se había iniciado en el periodismo colaborando en los periódicos locales.

Corría el mes de septiembre de 1905 cuando el Diputado Provincial Matías Pinedo Oliver presentó un proyecto de ley ante las cámaras legislativas con la intención de cambiar el nombre de Azul por el de General Ignacio Rivas, para “perpetuar en la toponimia bonaerense el recuerdo de sus hazañas para las generaciones venideras”. Inmediatamente la comunidad azuleña reaccionó ante la propuesta…

La señorita Justa Gallardo, con fervor, desde el balcón de su domicilio ubicado en Tandil y Córdoba (actuales España e Intendente Ernesto M. Malére), congregó a múltiples vecinos para defender tenazmente el nombre de la ciudad. La convocatoria de la docente fue contundente y despertó el interés de la comunidad. La joven arengó a quienes expectantes se habían congregado a escuchar a la docente que con energía y, por sobre todo con muchos fundamentos, defendía el nombre del pueblo que la había visto nacer.

Desde entonces, todos los días se produjeron diversas manifestaciones en distintos lugares del pueblo. Inclusive en los medios periodísticos se publicaron cartas de vecinos -Justa entre ellos- ofuscados con la intención de Pinedo Oliver. Por su parte, el italiano José Peluffo, dueño de una flota de carros, los pintó de color azul y les colocó la leyenda “Azul, siempre Azul”.

El 22 de octubre se realizó una nutrida reunión en el Teatro Español, donde se constituyó una “Comisión de Propaganda” formada, entre otros, por los reconocidos vecinos: Eufemio Zavala y García, Francisco Leyría, Alejandro Brid, Ceferino Peñalva, Juan Carlos Baygorria, Juan P. Torras, Luis Maffoni, Hipólito Dhers, Eduardo Darhanpé, Rosa V. Avila, Aquiles Pouyssegur, Antonio Aztiria, Ricardo Berdier, Bernardo Naulé, Pedro y Bernardo Guiraut, Martín Abeberry y Miguel Castellár.

Una semana más tarde, el domingo 29, se realizó una nueva concentración masiva en el Teatro. En la oportunidad se informó a los presentes que se habían recolectado más de 17.000 firmas en contra del proyecto del Diputado, como así también se había logrado el respaldo de múltiples localidades vecinas y las adhesiones del Dr. Estanislao S. Zeballos  y del dirigente radical y ruralista José Camilo Crotto, entre otros.

En la ocasión, avasallando desde el escenario, la docente Justa Gallardo brilló por sus encendidas palabras, mediante las cuales recorrió la gloriosa historia de Azul desde su fundación hasta ese momento, en el que se hallaba en un avanzado desarrollo productivo, con un importante caudal industrial y un interesante capital económico en movimiento. En varios momentos debió detener su alocución dado que el público rompió el respetable silencio en el que la oía para aplaudirla y ovacionarla. Justa apenas tenía veintiún años.

El miércoles 1 de noviembre se desarrolló una nueva sesión en la Legislatura bonaerense. A pesar de la insistencia del diputado Pinedo Oliver, viendo las reacciones de los azuleños, la opinión de los Senadores se volcó en sentido contrario a la mentada propuesta, desestimándola. En la misma sesión, tal vez como “consuelo” para el Diputado, se aprobó un proyecto del senador Liborio Luna para destinar la suma de 30.000 pesos a la construcción de un monumento en memoria del osado general Rivas en la plaza homónima que tenía por entonces Azul (cuatro manzanas que hoy constituyen el acceso al Parque Municipal “Domingo F. Sarmiento”). Pero el monumento nunca fue concretado, desconociéndose el destino de los fondos asignados…

 

Una rica carrera…

 

Radicada en la Capital Federal, Justa se abocó al estudio y egresó de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires con el título de Profesora en Historia y Geografía.

Justa ejerció la docencia en escuelas comunes de la Capital Federal dependientes del Consejo Nacional de Educación en los cargos de maestra de aula, vicedirectora y directora de categoría superior, y como Profesora Especial de Conferencias, en Escuelas de Adultos.

Actuó en entidades culturales y científicas y fue presidente de la sección conferencias del Instituto Superior del Magisterio; vicepresidente de la Confederación de Asociaciones Femeninas y miembro dirigente de muchas otras sociedades, como la Asociación Pro Derechos de la Mujer (fundada en 1919).

En 1938, el Consejo Escolar N° 19 la comisionó para disertar sobre la personalidad de Domingo F. Sarmiento ante los maestros de sus escuelas, en ocasión de cumplirse el cincuentenario de la muerte del prócer y para pronunciar una alocución patriótica en la concentración de las escuelas reunidas en el Parque Chacabuco en celebración de la fiesta del 25 de Mayo.

Justa tuvo una activa participación en el periodismo colaborando en numerosas publicaciones como la revista de artes y letras “PAN” y el diario “El Tiempo” de Azul, “El Atlántico” de Bahía Blanca, “El Popular” de Olavarría, “La Capital” de Rosario, “La voz del Sud” de Villa Mercedes, San Luis, “El Chasqui” de Ituzaingó, Buenos Aires, y otros supieron de sus inquietudes. El diario “La Razón” de Buenos Aires la nombró corresponsal en Azul. Dirigió, también, la página de sociales de la revista “El Hogar” y las revistas porteñas “Buenos Aires Social” y “Mar del Plata Social”, entre otras.

Fue miembro de número y secretaria de actas de la Academia Argentina de la Historia, secretaria del Instituto Popular Rivadaviano, socia fundadora y vitalicia de la Federación de Mujeres Universitarias, miembro de numerosas entidades y entusiasta impulsora, junto a otras destacadas figuras azuleñas, de la creación de nuestros Cursos de Profesorado. Miembro honorario de la Academia Argentina de la Historia y de la Junta de Estudios Históricos de San José de Flores.

Seguramente muy poco tuvo que ver aquél episodio de su juventud con su exquisita carrera docente y cultural. Sin embargo, sin dudas marcó un hito en el Azul y en las “Historias de balcón”, tal como ocurriera con el suceso que protagonizó Sarmiento en Buenos Aires.








domingo, 6 de septiembre de 2020

Contradicciones

 Contradicciones

  

Hoy se cumplen 90 años del primer Golpe de Estado del siglo XX, luego del cual se iniciaría una triste sucesión de gobiernos militares que marcaron amargamente la historia de la Argentina. Azul vivió en carne propia muchos acontecimientos en los sucesivos períodos de facto y tuvo, como muchos otros pueblos del interior, no solo contradicciones en el plano político sino también hasta en su quehacer cotidiano.

 

Por Eduardo Agüero Mielhuerry

 

El 6 de septiembre de 1932, cuando se cumplió el segundo aniversario del derrocamiento del gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen, y a cuatro meses del fallecimiento del golpista y Presidente de facto, general José Félix Uriburu, el entonces intendente de Azul, Dante Bernaudo, decidió renombrar a la céntrica calle Buenos Aires (denominada así desde 1879), como Teniente General José Félix Uriburu.

Una placa, colocada durante un acto al que asistieron unas quinientas personas y autoridades municipales, militares, provinciales y hasta nacionales, llevado a cabo el 11 de noviembre de aquel año en la esquina Este del cruce de la renombrada arteria y San Martín rezaba:

 

“CALLE TENIENTE GENERAL JOSÉ F. URIBURU. 1868-1932. HOMENAJE DE AZUL. 6 DE SETIEMBRE DE 1932”

 

El primer Presidente de facto


José Félix Benito Uriburu nació en la ciudad de Salta, el 20 de julio de 1868. Fue  hijo de José de Uriburu y Poveda y Serafina de Uriburu y Álvarez de Arenales.

Ingresó como cadete en el Colegio Militar el 17 de marzo de 1885.

En 1890, cuando tan sólo contaba treinta y dos años y era un joven oficial, fue el cofundador de una sociedad militar secreta en Argentina dedicada a preservar la trascendencia política de la oligarquía militar.

Con el grado de subteniente era uno de los jefes de la Logia de los 33 Oficiales que participó en la organización de la Revolución del Parque en 1890, que aunque derrotada causó la renuncia del Presidente Miguel Juárez Celman. El 19 de noviembre de 1894 se casó con Aurelia Madero Buján (1873-1959), hija de Eduardo Madero y Marcelina Buján Ellauri, y con la que tuvo tres hijos.

En 1896 formó parte de la comisión que dirimió el grave (y largo en el tiempo) problema fronterizo que existía entre Argentina y Chile. Pronto demostró un carácter enérgico y dotes de mando.

Fue ayudante de su tío José Evaristo Uriburu y del presidente Luis Sáenz Peña. En 1905 apoyó a Manuel Quintana para sofocar la revolución radical de ese año.

En 1907, fue director de la Escuela Superior de Guerra y posteriormente fue enviado a Berlín por tres años, para perfeccionarse en programas de entrenamiento militar y equipos. Durante su estancia en Alemania tuvo ocasión de entrar en contacto con la guardia imperial del kaiser, donde se convirtió en un acérrimo defensor del militarismo prusiano.

Cuando regresó a Buenos Aires, asistió a los congresos científicos de la celebración del Centenario y luego estuvo a cargo de puestos fronterizos como oficial de estado mayor.

En 1913, regresó a Europa como agregado militar en Madrid, Londres y Berlín. Cuando retornó a la Argentina, en 1914, fue elegido diputado nacional en el Congreso de la Nación.

En 1921 ascendió a general de división. Al año siguiente, actuó como inspector general de la Armada designado por el presidente Marcelo Torcuato de Alvear. Intentó implantar las ideas de cómo debía gobernarse una nación, imbuidas de los planes militaristas del régimen alemán y en la concepción del estado corporativo impuesto por Benito Mussolini en la Italia fascista.

Fue miembro del Consejo Supremo de Guerra desde 1926 hasta que Yrigoyen lo hizo retirar por haber alcanzado la edad reglamentaria.

Durante la Gran Depresión, cuando era teniente general en la reserva, en 1930, Uriburu encabezó la sublevación contra el presidente Hipólito Yrigoyen.

El golpe de Estado que le permitió llegar al poder fue algo inédito en la Historia de la Argentina. Con el golpe militar del 6 de septiembre de 1930 fue también la primera vez en el continente que el fascismo levantó la cabeza y la primera en la historia del país que las Fuerzas Armadas encabezaron el poder político.

Uriburu le encomendó al poeta Leopoldo Lugones la redacción de la proclama revolucionaria que decía:

“El Ejército y la Armada de la Patria, respondiendo al calor unánime del pueblo de la Nación y a los propósitos perentorios que nos impone el deber de argentinos en esta hora solemne para el destino del país, han resuelto levantar su bandera para intimar a los hombres que han traicionado en el gobierno la confianza del pueblo y de la República el abandono inmediato de los cargos, que ya no ejercen para el bien común, sino para el logro de sus apetitos personales. Les notificamos categóricamente que ya no cuentan con el apoyo de las fuerzas armadas, cuyo objetivo primordial es defender el decoro personal, que ellos han comprometido, y que no habrá en nuestras filas un solo hombre que se levante frente a sus camaradas para defender una causa que se ha convertido en vergüenza de la Nación. Les notificamos también que no toleraremos que por maniobras y comunicaciones de última hora pretendan salvar a un gobierno repudiado por la opinión pública, ni mantener en el poder los residuos del conglomerado político que está estrangulando a la República.”

El 10 de septiembre, Uriburu fue reconocido como presidente de la Nación mediante una célebre y cuestionada Acordada de la Corte Suprema de Justicia que dio origen a la doctrina de los gobiernos de facto. Disolvió el Congreso, declaró el Estado de Sitio, intervino todas las provincias y, en rasgos generales, quiso implantar un gobierno similar al fascismo, régimen en el que veía un ejemplo de paz y orden político del cual se podía aprender útiles lecciones.

Los Embajadores de los Estados Unidos e Inglaterra, país éste último en el que había sido agregado militar, hicieron saber a Uriburu que las potencias por ellos representadas habían reconocido al gobierno provisional.

Aunque públicamente Uriburu declaraba respetar la Constitución, personalmente sentía que el país necesitaba retornar al régimen de gobierno conservador, previo a la sanción de la Ley Sáenz Peña de voto universal y secreto para varones. En un discurso pronunciado en la Escuela Superior de Guerra, Uriburu expresaba su oposición al sufragio universal con las siguientes palabras:

“Debemos tratar de conseguir una autoridad política que sea una realidad para no vivir puramente de teorías... La democracia la definió Aristóteles diciendo que era el gobierno de los más ejercitados por los mejores. La dificultad está justamente en hacer que lo ejerciten los mejores. Eso es difícil que suceda en todo país que, como en el nuestro, hay un sesenta por ciento de analfabetos, de lo que resulta claro y evidente, sin tergiversación posible, que ese sesenta por ciento de analfabetos es el que gobierna al país, porque en elecciones legales ellos son una mayoría”.

Decretó la ley marcial e hizo ejecutar militantes políticos clandestinamente. Asimismo, detuvo a varios dirigentes políticos, entre ellos a Hipólito Yrigoyen, impuso censura a los diarios, intervino las universidades anulando el régimen de autonomía y cogobierno establecido desde la Reforma Universitaria de 1918. Una vez producido el golpe, la flamante Confederación General del Trabajo adoptó actitudes de complacencia frente al régimen militar.

Estableció un régimen represivo que incluyó por primera vez la utilización sistemática de la tortura contra los opositores políticos, en particular anarquistas, comunistas y radicales, mediante la Sección de Orden Político de la Policía de la Capital, al mando de Leopoldo “Polo” Lugones (nombrado por José Félix Uriburu como Comisario Inspector de la Policía sin pertenecer a la fuerza de seguridad).

A principios de 1931, Uriburu llamó a elecciones en la provincia de Buenos Aires, pero luego las anuló debido a que había ganado la Unión Cívica Radical. En noviembre de ese año convocó nuevamente a elecciones luego de prohibir las candidaturas del radicalismo y organizar un sistema que se reconocía públicamente como fraudulento, dando comienzo a la que se denominó “Década Infame”. En esas condiciones resultó “electo” presidente el general Agustín Pedro Justo, quien representaba el conservadurismo liberal que había terminado con la sanción de la Ley Sáenz Peña, y además aseguraba la continuidad en el poder de la oligarquía militar, ya que gozaba del favor de los altos mandos del ejército.

En marzo del mismo año, Uriburu recibió al Príncipe de Gales Eduardo de Windsor. El heredero al trono británico visitó Campo de Mayo, el Hipódromo Nacional y el balneario de Mar del Plata, para luego inaugurar la Exposición Británica de Artes e Industrias en el predio de La Rural.

Luego de entregar el poder, el 20 de febrero de 1932, Uriburu marchó al extranjero por motivos de salud y murió en París, dos meses más tarde, el 29 de abril, luego de una intervención quirúrgica por un cáncer en el estómago.


Curando heridas…

 

            En el caso de la calle Tte. Gral. José F. Uriburu, es importante aclarar que el homenaje rendido en los años ’30 no fue una exclusividad azuleña. Por el contrario, en pleno desarrollo de la que la historia recuerda como “Década Infame”, fue totalmente habitual en cada rincón del país.

Con el retorno de la Democracia, la historia argentina retomó su cauce por una senda de estabilidad institucional y, al menos a nivel local, tuvo como a uno de sus principales protagonistas al queridísimo y recordado Rubén César De Paula, “Poliya”, quien marcó a fuego los azuleños, propios y opositores, haciendo que su administración sea entrañablemente recordada hasta la actualidad.  

A través de la Ordenanza 2283/04 aprobada por el Honorable Concejo Deliberante de Azul el 29 de noviembre de 2004 y promulgada, por el Poder Ejecutivo, el 17 de diciembre del mismo año mediante el Decreto 1721/04, el intendente Omar Arnaldo Duclós dispuso el cambio del nombre de la calle Uriburu por Intendente Profesor Rubén César De Paula.

Poco más tarde, la placa que estaba ubicada en la esquina Este de San Martín y la renombrada arteria, y que había sido colocada en 1932, fue retirada y trasladada al Museo Etnográfico y Archivo Histórico “Enrique Squirru” donde actualmente se la preserva como testimonio de una de las grandes contradicciones azuleñas que se mantuvo por 72 años.

  

El dato “del  estribo”

  

El 4 de junio de 1946, el Comisionado Municipal Silverio Carbone, por Decreto N° 293/46, había decidido rebautizar a la calle Adolfo Alsina como Presidente Hipólito Yrigoyen. Ese mismo día quedó inaugurando un busto del líder de la Unión Cívica Radical en la ya desaparecida rambla central de la avenida 25 de Mayo en su intersección con la renombrada arteria (busto que hoy se halla en el frente de la Escuela N°28, en la esquina de Falucho y Av. Pellegrini).

Sin embargo, hubo un detalle que Carbone no tuvo en cuenta o no quiso remediar. Golpista y derrocado “se cruzaban” en la esquina azuleña de Yrigoyen y Uriburu…




La placa que hoy se preserva en el Museo Etnográfico y Archivo Histórico “Enrique Squirru” estuvo colocada por muchos años como homenaje al golpista militar en la esquina de las actuales San Martín y De Paula.