domingo, 10 de julio de 2022

José Ferreyro, el Ciudadano

 José Ferreyro, el Ciudadano

  

José Santiago Ferreyro nació en 1874, en la ciudad de Buenos Aires. Sus padres fueron Diego Ferreyro y Josefa Moldes, ambos de origen español. Tuvo al menos dos hermanos: Adolfo, nacido en Uruguay -que fuera el primer destino de sus padres al emigrar-, y Elvira, porteña como él. Poco tiempo después del nacimiento de su hermana, la familia se trasladó al Azul.

Desde muy joven, José fue un partícipe decidido de la Unión Cívica Radical, desempeñando varias funciones dentro del partido como miembro inquieto y creativo del Comité del Azul y como Delegado al Comité Nacional.

La Revolución de 1905

            Tras las sucesivas derrotas sufridas en las revoluciones de 1890 y 1893, y no habiéndose logrado la transparencia electoral buscada, la Unión Cívica Radical entró en una grave crisis, que se profundizó a partir del año 1896 cuando se produjo el suicidio de Leandro N. Alem y la muerte de Aristóbulo del Valle.

En 1897 Hipólito Yrigoyen, profundamente en desacuerdo con la orientación acuerdista que proponía Bernardo de Irigoyen, impulsó la disolución del Comité de la U.C.R. de la provincia de Buenos Aires, tras lo cual el radicalismo ingresó en un período de inorganicidad que se prolongó hasta 1903 cuando el mismo Yrigoyen inició la reorganización.

El 29 de febrero de 1904, el recién reorganizado Comité Nacional declaró la abstención electoral de todos los radicales de la República en las elecciones de diputados de la Nación, de senador por la capital, electores de presidente y vicepresidente de la Nación. Aquella decisión era el inicio de algo más grande…

Casi un año después, el sábado 4 de febrero de 1905, en la Capital Federal, Campo de Mayo, Bahía Blanca, Mendoza, Córdoba y Santa Fe, se produjo el alzamiento armado que se venía preparando, casi con las mismas banderas que en 1890 y 1893.

Aquél día se desató una de las rebeliones más importantes que sufrió la República, por el número de militares comprometidos, las fuerzas vinculadas y la extensión del movimiento. Se había trabajado con mucho sigilo pero, a pesar de eso, el gobierno, encabezado por Manuel Quintana, estaba avisado de la situación.

En la Capital Federal, las medidas represivas sofocaron en sus comienzos al movimiento. Los revolucionarios fallaron al no poder asegurar el control del arsenal de guerra de Buenos Aires cuando el general Carlos Smith, jefe del Estado Mayor del Ejército, desplazó a los soldados yrigoyenistas. Las tropas leales y la policía recuperaron pronto las comisarías tomadas por sorpresa y los cantones revolucionarios.

En Córdoba los revolucionarios tomaron prisionero al vicepresidente José Figueroa Alcorta a quien obligaron a tener una conferencia telegráfica con Quintana, solicitándole la renuncia a cambio de su vida. Sin embargo, el Presidente no cedió y la amenaza no fue ejecutada.

En la misma redada intentaron detener al ex presidente Julio Argentino Roca, quien prevenido, logró escapar a Santiago del Estero. En cambio, fueron detenidos su hijo, el diputado Julio Argentino Pascual Roca y Francisco Julián Beazley, ex jefe de policía de Buenos Aires.

  

Sin eco en el Azul…

 

 

En enero de 1905, el Dr. Ángel Pintos, había asumido una vez más como intendente de Azul, en representación del “Comité Popular”, de extracción mitrista. Aquellos conflictos que siempre habían estado latentes durante la administración de Federico Urioste -quien con su carácter conciliador había logrado en algunos momentos apaciguar los ánimos-, se desencadenaron cuando los férreos opositores decidieron solicitar la impugnación de las elecciones ante la Justicia del Crimen. De todas maneras, ni los radicales ni ningún otro sector político lograba “hacer fuerza” contra el sólido control de los conservadores con el carismático médico a la cabeza.

Dicha puja por el poder, en la cual aún participaban sectores del “toscanismo” (seguidores incondicionales de los conflictivos hermanos Evaristo y Manuel Toscano), tuvo su punto más álgido cuando se produjo -tiroteo mediante-, el homicidio en pleno recinto del Concejo Deliberante azuleño de su presidente, Eufemio Zavala y García, el 26 de noviembre de 1906.

En este contexto tan turbulento, la Revolución Radical de 1905, con Hipólito Yrigoyen a la cabeza, tuvo muy poca repercusión en Azul. Sin embargo, al frente de la misma se podía contar a varios destacados vecinos idealistas como José Santiago Ferreyro, Pastor Tiola (nacido en Buenos Aires, rentista, de 40 años de edad), Isidoro Sayús (quien había jugado un importante rol en la Revolución del ’93 asumiendo como intendente), Emilio Vásquez (estanciero), Félix Liceaga (íntimo amigo de Vicente Porro, otro joven radical que dejaría su huella en el Partido y la historia azuleños), Carlos Gomila (hijo del reconocido militar y político, Teófilo Carlos Gomila, quien había guardado una estrecha amistad con Leandro N. Alem), Guillermo Uhalde, César Romero, entre otros.

Las páginas de los periódicos locales reproducían apenas las escasas noticias capitalinas que se conocían mediante el telégrafo. El periódico “El Imparcial”, el mismo día de los acontecimientos, publicó:

El Decreto de estado de sitio. Buenos Aires, febrero 4 de 1905.

Habiéndose producido en el día de hoy un movimiento subversivo en distintas partes de la República y siendo necesario reprimirlo con la mayor celeridad y energía, en ejercicio de las facultades que la Constitución concede al poder ejecutivo en sus artículos 23 y 86, el presidente de la República en acuerdo general de ministros, decreta:

Art. 1º Declárase el estado de sitio en todo el territorio de la Nación por el término de 30 días.

Art. 2º Movilízanse las reservas del ejército de línea en toda la República.

Art. 3º Encárgase al ministro de guerra su organización.

Art. 4º Comuníquese.

QUINTANA. Rafael Castillo, José A. Terry, Carlos Rodríguez Larreta, Enrique Godoy, Joaquín V. González, Juan A. Martín, Damián M. Torino, Adolfo Orma.”.

  

El desenlace

  

            Las tropas sublevadas en Bahía Blanca y otros lugares -como Azul- ni tuvieron perspectiva, ni hallaron eco en el pueblo. El presidente Manuel Quintana empleó la misma táctica usada en 1893 para sofocar el movimiento radical; el estado de sitio se convirtió en ley marcial.

Sólo en Córdoba y Mendoza continuaron combatiendo hasta el 8 de febrero. Sin embargo, las divisiones del ejército, leales al gobierno, vencieron rápidamente a la revolución.

El gobierno del presidente Quintana detuvo y mandó enjuiciar a los sublevados, que fueron condenados con penas de hasta 8 años de prisión y enviados al penal de Ushuaia.

La revolución fue derrotada, pero se desencadenó una corriente de cambios institucionales dentro del oficialismo que ya no pudo ser detenida…

En 1906 con la muerte del presidente Quintana y la asunción de su vicepresidente, José Figueroa Alcorta, el Congreso dictó la Ley Nº 4.939 de amnistía general a todos los participantes de la Revolución de 1905.

Tiempo más tarde, al cumplirse 21 años de la Revolución del Parque, los jóvenes radicales azuleños realizaron un modesto acto en el cual entregaron medallas a los correligionarios -entre ellos José Santiago-, con la imagen de Leandro N. Alem en el frente y la siguiente frase en su reverso: “Comité Juventud Radical “Manuel C. Andía”. Loor y gloria a los revolucionarios caídos en el 90, 93 y 1905. Azul. 26 de julio de 1911.”.

 Para el pueblo y los radicales en especial

“El Ciudadano” nació como un órgano de la juventud yrigoyenista. Fue un semanario que pronto se hizo periódico. Fue fundado el 17 de septiembre de 1907 por Ferreyro y estuvo instalado inicialmente en la esquina Este de las calles Moreno y Bolívar; en 1909 se trasladó al cruce Oeste de Belgrano y Moreno.

En 1929 incorporó una rotoplana y fue el primer medio gráfico en disponer de una linotipo con tipos de plomo líquido al contrario de sus antecesores que se componían con tipos móviles.

En su destacado equipo de trabajo, “El Ciudadano” contó con uno de los más importantes obreros gráficos de la Provincia quien llegó a ser jefe de taller, Francisco Salvador De Paula (padre de quien sería intendente azuleño por tres mandatos consecutivos desde 1983, el profesor Rubén César “Poliya” De Paula).

El vespertino llegó a tener uno de los más significativos talleres de rotograbado, que había pertenecido a “Caras y Caretas”. Fue, además, el primer medio local en tener una cartelera donde se reunía el público, en busca de noticias, cuando era convocado mediante bombas de estruendo en los primeros tiempos o más tarde con una sirena eléctrica.

Un domingo, a principios de la década del ’40, José Santiago pasaba por el edificio de la avenida 25 de Mayo (Nº 590) entre Belgrano y Alsina (actual Hipólito Yrigoyen), cuando observó que se estaba rematando el conocido como “Palacio Ferrara” (edificio construido en 1893 por José Caputi a pedido del farmacéutico Enrique Renaud, luego devenido en “Petit Hotel”). A pesar de que el martillero, Lorenzo Palacios, insistía desde su “púlpito” emplazado en el zaguán, frente al cual se habían convocado varios vecinos, no lograba una oferta superior a $ 14.000 M/N. Tal vez incrédulo de tener éxito, José Santiago ofertó $ 560 más sobre aquella base. Y ganó.

Tras una trabajosa mudanza, a principios de 1942, el periódico empezó a funcionar en su edificio propio. En el patio del petit-hotel, Ferreyro había hecho construir un taller de avanzada para la época, que contaba con cuatro linotipos, mesas de armado y una rotoplana Marioni. “El Ciudadano” llegó a imprimir 7.000 ejemplares que oscilaban entre las 16 y las 24 páginas.

“El Ciudadano” finalmente cerrará sus puertas el 30 de junio de 1959, varios años después de la muerte de su fundador.

 

Un hogar especial

 

            En 1908, Ferreyro le encomendó al constructor José Rosati la proyección y construcción de su hogar, en un amplio solar ubicado en la calle Necochea Nº 781, entre 9 de Julio y Benito Juárez (actual General Julio A. Roca). Allí vivió con su esposa, María Albina Rodríguez, que sería su compañera por muchos años sin lograr concebir hijos.

            Junto a su hogar, José Santiago tuvo por muchos años un vecino que cobraría notoriedad en abril de 1922, y a quien tuvo que dedicarle varias tapas en su periódico. En Necochea Nº 773, vivió el tristemente célebre Mateo Banks, quien el día 18 de aquél mes y año, asesinó a ocho personas, convirtiéndose en el mayor homicida múltiple de la Argentina.

 

“El Ciudadano” versus “El Imparcial”

 

 Corría el año 1894 cuando José María Darhanpé había decidido darle vida al matutino “El Imparcial”, copiando el mismo nombre del medio que brevemente había hecho circular en Montevideo.

Su corte era político, noticioso, comercial y de intereses locales. A pesar de su nombre, sostenía las ideas de la Unión Cívica Nacional y era abiertamente anticlerical y poco después absolutamente opuesto al radicalismo.

Hacia 1906, Eduardo Darhanpé tomó la dirección y el señor Gilberto Laurensena se hizo sentir como redactor en poco tiempo.

            “El Imparcial” atravesó algunos momentos de crisis, sobre todo cuando algunas de las críticas pregonadas desde el medio se extralimitaban. A veces se defendían absurdamente intereses políticos y hasta en varios momentos quedaban en evidencia considerables contradicciones. Muchas veces, numerosos vecinos no dudaron en calificar a algunas publicaciones como “…chocantes, groseras, individualistas, puestas incondicionalmente al servicio de camarillas y caudillos politiqueros…”.

En este periódico, Paulino Rodríguez Ocón mostró su estructura periodística polémica. Sus comienzos en el medio se los puede ubicar hacia 1913 y sus reafirmaciones más rotundas -como Director- a partir del triunfo radical de 1916 y, sobre todo, tras la intervención de la provincia de Buenos Aires en 1917.

Rodríguez Ocón estaba radicado en Azul desde 1876. Había instalado su estudio de procurador y martillero de hacienda, teniendo, además, otro en la ciudad de Buenos Aires. Actuó en la Revolución del ’90 y, adherente al yrigoyenismo, portando su Winchester y con boina blanca, participó activamente de la Revolución Radical del ’93 en Azul. Posteriormente integró el Subcomité Radical “Diputado Nacional Gumersindo L. Cristobó”. Vinculado a políticos, escritores y artistas de todo tipo, poseía una vida social muy nutrida que intercalaba entre Buenos Aires y Azul. Su relación con el periodismo había comenzado mediante contribuciones esporádicas y artículos ocasionales. Así, la vocación periodística fue ganando progresivamente sus intereses hasta transformarlo, casi exclusivamente, en redactor, sucesivamente, de los periódicos “El Pueblo”, “El Imparcial” y La Razón del Azul.

El enfrentamiento político-periodístico entre “El Imparcial” y “El Ciudadano”, tuvo duras “batallas”. Alcanza con mencionar que “El Ciudadano” aludía a “El imparcial” como “el diario oficial” o “el diario africano”, fustigando al matutino por el color de piel de su director; mientras que “El Imparcial” se refería al medio de Ferreyro como “el diario vespertino”, “el que aparecía ‘entre las sombras’”. A pesar de encolumnarse ambos en el radicalismo, la lucha entre los directores fue durísima y hasta en muchos momentos pasó al ámbito personal, pues así entendían entonces al periodismo, poniendo a prueba el límite de sus temperamentos.

 

Un contundente editorial

 

            Ante la crisis que vivía el radicalismo local, dado el conflicto entre los seguidores de Gumersindo Cristobó y quienes se oponían a su férrea conducción, Ferreyro publicó un contundente editorial en su periódico, el día lunes 10 de diciembre de 1917:

            Una mistificación peligrosa: Las tendencias políticas de este diario desde que inició su vida, hace diez años, no son negadas ni por los adversarios de cualquiera especie que los tengamos. Toda la vida fuimos radicales intransigentes y tenemos el alto honor de decir que en Azul habrá contados, o tal vez ninguno, que pueda superar la eficiencia de nuestros esfuerzos en pro de aquellos ideales pues, hasta en las horas inciertas y amenazantes cuando fue peligroso ser radical y exponer públicamente sus ideales, estuvimos firmes y valientes en la pedana defendiendo las integridades del partido.

Vaya esta aclaración como necesario introito a lo que vamos a tratar en presencia del mal que aqueja al radicalismo azuleño desde que lo hirieron ambiciones desmedidas, de los que , cuando nosotros luchábamos con cara de frente al adversario enconado e irremisible, bregaban confundidos entre los fariseos  de esa escuela, alcanzando el anatema a que se hacían acreedores esos cultores liberticidas que no renunciaban ni al crimen individual ni colectivo cuando era preciso –Recuérdense los funestos sucesos del 26 de noviembre de 1906 en que en plena sesión del Concejo Deliberante fue asesinado su presidente Don Eufemio Zabala y García, muerto el cochero Marotta y heridos varios, después de haberse disparado más de setenta tiros, incrustados todos en las paredes del recinto-.

Y bien, en calidad de radicales insospechables y en la persuasión patriótica de que prestamos un servicio a la causa y cumplíamos un deber ineludible, gritamos bien alto, con toda la fuerza de nuestros pulmones, que importa una mistificación peligrosa hacer creer a los jefes de nuestro partido que en Azul ganaremos las elecciones próximas en todas sus jurisdicciones abonando esta falsa premisa con elementos que no resisten el menor análisis, tal cual resulta con la confección de un censo mandado levantar aquí por el cual se demuestra –nominalmente como todos los cálculos alegres- que existe una incontrastable mayoría radical y con la peregrina situación del Comité Radical el cual permanece acéfalo hace un año careciendo en su jefatura y composición, de elementos de representación y de valía.

            No calumniamos; ¿Quiénes son los que componen el Comité radical de Azul? ¿cuál es su ascendiente, su prestigio y su influencia cuando no tienen ni la virtud de atraer a los radicales de significación, debiendo valerse de otros elementos para simular su existencia?

            Esto que decimos es una verdad meridiana, el Azul todo lo sabe y el adversario se siente reconfortado y seguro de su triunfo.

            ¿Por qué no están en el pseudo comité ni adheridos siquiera prestando el esfuerzo de sus valimientos inexcusables, correligionarios como Esteban Louge, Emilio Vásquez, Luis F. Daneo, Félix Etchepare, doctor Bartolomé J. Ronco, Pastor Tiola, Aníbal Astesiano, Dr. Martín J. Arriada, Dr. Federico Remondeau, Dr. Augusto Rivas, José M. Louge, capitán Teodosio Ocampo, Amaranto J. Labat, Arturo Fernández, Juan Palermo, Agustín Castro, Alejandro Mate, Pedro Canova, Juan B. Porro, Guillermo Bernasconi, Pedro Pardeilhan, Juan M. Pardeilhan, José Fiscalini, etc.?

            La verdad debe abrirse paso; los sagrados intereses del radicalismo en estas horas delicadas porque atraviesa amenazada su existencia y su obra proficua a la vera del complot más heterogéneo que registra la historia política argentina, a punto de culminarse, exige actitudes enérgicas francas y el Azul, eslabón de la gran cadena radical, llamado a secundar la alta política del señor Presidente de la República, no debe quedar rezagado para ofrecer a la opinión un fruto que no sea el del triunfo más calificado y decisivo.

            En tal situación “El Ciudadano” se promete bregar incesante hasta que las cosas vuelvan a su cauce proscribiendo la mentira siempre funesta y negativa y jamás consentida por el radicalismo.”.

  

Incitando a un amigo

  

            Ante el desorden generalizado en el que se encontraba el radicalismo local, Ferreyro apeló a mencionar en aquél artículo de diciembre del ’17 a varios correligionarios y amigos, esperando que comprometieran su participación en la reorganización del Comité local.

            De hecho, uno de los mencionados es el doctor Bartolomé José Ronco, un joven e idealista abogado de la Capital que hacía algunos años se había radicado en Azul tras casarse y formar familia con una lugareña.

            Ambos habían trabado una férrea amistad y siempre Ferreyro respondió afectuosamente a aquél vínculo dándole un lugar preferencial en su periódico a las diversas actividades que desarrollaría en el Azul aquel porteño apasionado por la cultura en general y la literatura en particular.

            Lamentablemente, Ronco no respondió debidamente a aquella solicitud. Más allá de su conocida simpatía con el radicalismo, el joven abogado nunca se volcó decididamente a la militancia política; de hecho, en años posteriores mostraría afinidades con otras fuerzas como el incipiente Peronismo.

  

Otros radicales…

  

            Sin dudas, en el cénit de los periódicos azuleños de la época se hallaba “El Ciudadano”. Sin embargo, muchos otros medios fueron surgiendo en derredor -aunque ninguno tuvo una larga existencia-, muchos de ellos siguiendo y defendiendo los ideales del radicalismo.

            El periódico La Democracia fue fundado en 1912 por David Fiori, como órgano del radicalismo intransigente (tal como se autodefinía). Tuvo una vida breve siendo absorbido por “El Ciudadano”.

            También el medio fundado por Pascual Llorente, La Acción, hizo campaña a favor de la candidatura presidencial de Hipólito Yrigoyen, cesando su labor en 1918, con la satisfacción del deber cumplido. En la misma línea, su hermano, Tomás F. Llorente, fundó La Tarde que llevaba como subtítulo: “Opositor al viejo y oprobioso régimen imperante”.

            En 1918, de la mano del periodista Cipriano Víctor Moreno, nació “Diario del Pueblo”, medio que poseía una orientación definitivamente radical y absolutamente crítica del oficialismo local conservador. Curiosamente este periódico, al pasar su dirección al periodista Pedro L. Cirigliano, en 1922, cambió su orientación siendo primeramente independiente y luego abiertamente conservador, al punto tal de apoyar el golpe de Estado de 1930.

  

La forzosa independencia de “El Ciudadano”

  

José Santiago Ferreyro fue, además de su labor local, por muchos años, al igual que su hermano, corresponsal titular ad-honorem del periódico capitalino La Prensa.

En sus años de lucha, Ferreyro probó los sinsabores de las amarguras y tuvo que sortear serios incidentes callejeros, que no hicieron más que estimularlo con renovado ímpetu. Tuvo así diversas alternativas en la lucha periodística, pero también las satisfacciones del deber cumplido, que le llegaron para reanimarlo en la tarea emprendida y en la que sin pausa pudo hasta estructurar definitivamente su periódico en el Azul donde fue un veraz medio informativo al servicio de acciones generosas.

Después de tantos años batallando en favor del radicalismo, en 1930, “El Ciudadano” fue clausurado por el gobierno de facto del general José Félix Uriburu, por el término de tres meses. Sin embargo, siguiendo su espíritu inquieto y “radical”, Ferreyro editó “El Heraldo”.

Superando las presiones gubernamentales, tras una extensa proclama, Ferreyro logró la reapertura de su querido periódico y se vio forzado a declararlo “independiente” para poder combatir la desazón que se ancló en el espíritu de muchos azuleños preocupados por el devenir del país y la ciudad.

En apariencia, el polémico periodista dio por terminada su batalla; sin embargo, simplemente optó por una defensa más velada y sofisticada de su Partido. Nunca dejó de lado su militancia en la Unión Cívica Radical, por el contrario, siempre se mantuvo afianzado en los ideales y doctrinas proclamadas en las raíces mismas de la U.C.R., desde sus líderes Alem e Yrigoyen, de quienes en diversas oportunidades se ocupó reseñándolos en las páginas de su periódico.

 

Una familia dedicada al periodismo

 

 Adolfo Ferreyro, cuya profesión era la de tipógrafo (persona que tiene por oficio imprimir textos o dibujos, a partir de tipos o moldes en relieve que, entintados, se aplican sobre el papel), colaboró en “El Ciudadano”, siendo además corresponsal de La Prensa y empleado de la Municipalidad de Azul. Tuvo un hijo natural, Héctor Armando Ferreyro, de cuya madre no se conoce ningún dato. Precisamente, Héctor Armando fue, en muchos sentidos, hijo en el afecto de su tío José Santiago y finalmente será él quien herede y continúe su obra periodística, nombrando asimismo al Dr. Germinal José Solans como director del periódico.

 

 Punto final

 

 A los 69 años de edad, viudo, José Santiago Ferreyro falleció en su domicilio de Necochea Nº 781 de Azul, a la 1:15 de la madrugada del 8 de junio de 1943.

Por la mañana, apenas se supo la noticia del deceso, se reunió en sesión extraordinaria la Comisión de Secretaría del Comité Central de la Unión Cívica Radical, resolviendo en homenaje a la memoria del extinto, que había sido un invariable y entusiasta afiliado del partido y que ocupara cargos de responsabilidad en la Comisión Directiva del mismo, enviar nota de pésame a la familia, remitir corona de flores a la capilla ardiente, designar al doctor Ángel M. Santopaolo para que en nombre del partido haga uso de la palabra en el acto del sepelio y concurrir al mismo en pleno invitando a los afiliados a hacerlo también. 

La Capilla ardiente se instaló en una de las salas de su amado periódico, viéndose el edificio colmado en su totalidad por quienes quisieron dar su último “Adiós” a un verdadero valuarte del periodismo y la ciudad.

En el Cementerio hicieron uso de la palabra el subdirector de “El Ciudadano”, Dr. Germinal Solans, quien con emocionadas y sentidas frases despidió en nombre del periódico los restos de su fundador y director, destacando la personalidad del extinto; luego habló el doctor Santopaolo, que con brillante palabra puso de relieve el civismo de Ferreyro; en nombre de los amigos el doctor Jorge García Quiroga quien elocuente y sentidamente se refirió al batallador periodista; en nombre de los obreros de los talleres de “El Ciudadano” habló el señor Gregorio Laboratto (hermano de Irma Italia, dama que se destacaría en la docencia y en la militancia radical), quien se refirió con emoción a lo que había significado “Don José” para ellos; y finalmente, en nombre de los periodistas que trabajaron o se formaron junto al extinto habló Carmelo Maletta.

  

El “Adiós” de dos amigos

  

En las crónicas sobre el deceso de Ferreyro, dos en particular marcan la despedida de amigos entrañables del periodista. Por un lado, la del correligionario profesor Reynaldo G. Marín, quien fuera uno de los mentores y directivo del Colegio Nacional de Azul y a quien Ferreyro ayudara decididamente desde las páginas de su periódico para concretar magnánima obra para la ciudad. Con dolor expresó: “La más honda pena embarga mi alma, esta amarga desaparición del fraternal amigo, el recio luchador que desde el periodismo puso toda la viril nobleza de su alma al exclusivo servicio del interés público”.

Por otra parte, también sobresalieron las palabras del doctor Ronco: “Dolorosamente sorprendido por el fallecimiento del leal amigo y digno y valiente luchador hago llegar mis más expresivos y sinceros sentimientos de pesar al diario de sus nobles y perseverados afanes inspirados siempre en cálidos y levantados propósitos de interés público y bienestar colectivo mantenidos con inquebrantable y austera firmeza y sobrepuestos a todas las incomprensiones e injusticias. Bartolomé J. Ronco.”.


Último homenaje


Cuando “El Ciudadano” arribó a sus cincuenta años de existencia, el 17 de septiembre de 1957, el equipo de trabajo del periódico le rindió homenaje a su fundador, José Santiago Ferreyro, descubriendo un busto a su memoria en la sala de redacción, obra del escultor azuleño Roberto Santoro.

Casi dos años después “El Ciudadano” cerraba sus puertas…




Av. 25 de Mayo N° 590, último e icónico edificio donde funcionó "El Ciudadano"

Detalle del frente del edificio conocido como "El Ciudadano"





José Santiago Ferreyro (foto gentileza Hemeroteca J.M.Oyhanarte)


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