domingo, 12 de abril de 2020

El benefactor que Azul olvidó

El benefactor que Azul olvidó

           

Por Eduardo Agüero Mielhuerry


Adolfo Alsina nació el 4 de enero de 1829, en la ciudad de Buenos Aires. Sus padres fueron Antonia Maza (hija de Manuel Vicente Maza) y el dirigente unitario Valentín Alsina.
Tras la segunda asunción de Juan Manuel de Rosas como Gobernador bonaerense (el 13 de abril de 1835), la familia Alsina debió emigrar a la República Oriental del Uruguay para establecerse en Montevideo, debido al endurecimiento de las políticas del nuevo mandatario.
Luego de la Batalla de Caseros (1852) y la consecuente caída de Rosas, Valentín Alsina regresó -junto a su familia-, para convertirse en Ministro del Gobernador Vicente López y Planes. Por su parte, Adolfo continuó en Buenos Aires con sus estudios en Derecho que había iniciado en Montevideo, graduándose en breve como jurisconsulto.
Comenzando su incursión por el mundo político, se incorporó a las filas de los “pandilleros”, uno de los bandos en los que se dividieron los vencedores de Caseros, enfrentado al grupo de los “chupandinos” en el cual se agruparon los militantes federales.
En 1860, tras la batalla de Cepeda y el “Pacto de San José de Flores”, formó parte de la comisión que llevó a cabo la reforma de la Constitución Nacional.
Dos años más tarde fue electo Diputado y cuando en el Congreso se trató la Federalización de la ciudad de Buenos Aires (iniciativa impulsada por Bartolomé Mitre que se concretó veinte años después), se puso al frente de la oposición a esa medida, lo que provocó la división del Partido Unitario. Así fundó el Partido Autonomista.
En los inicios del flamante Partido, Adolfo Alsina fue padre político y maestro de Leandro N. Alem, a pesar que su padre fue uno de los que condenó a muerte al suyo. La unión entre ambos se afirmaba en el posicionamiento opositor que tenían frente al Partido Nacional de Bartolomé Mitre, integrado en su mayoría por gente de la alta sociedad y elite porteña.


De Gobernador a Vicepresidente


En 1866 Adolfo Alsina fue electo Gobernador de Buenos Aires, cargo desde el cual fundó una quincena de pueblos en el interior de la provincia. Durante estos años, a pesar de querer expulsarlos, se dedicó a mantener la paz en la frontera con los indios, ya que la mayor parte del Ejército había sido enviado a la Guerra del Paraguay.
Hacia 1867 se asoció con Mateo Luque y Nicasio Oroño, gobernadores de Córdoba y Santa Fe respectivamente, y lanzó su candidatura a Presidente, pero la retiró al notar poco apoyo en el resto del país; de hecho, sus dos aliados perdieron violentamente sus gobernaciones.
Antes de las elecciones, Mitre escribió la “Carta de Tuyú-Cué” dirigida a José María Gutiérrez, donde descalificaba las postulaciones de Alsina y Justo José de Urquiza (candidato por el federalismo). Empero, al ganar las elecciones Domingo F. Sarmiento, éste lo convocó a Alsina como Vicepresidente.
Lamentablemente, para decepción de Alsina, su papel en el gobierno se tornó secundario –al menos para el Presidente, quien no dejaba de propinarle una enorme sucesión de desplantes- y se encaminó a realizar diversos viajes por el interior, recorriendo buena parte de las poblaciones que se habían fundado durante su gobernación.


El Ministerio del PAN


Finalmente, poco antes de culminada la presidencia del sanjuanino, Alsina se alió férreamente con Nicolás Avellaneda y crearon el Partido Autonomista Nacional (PAN). Las elecciones presidenciales fueron particularmente fraudulentas, y provocaron una revolución dirigida por Bartolomé Mitre, que fracasó tras una corta pero sangrienta guerra civil. A pesar del descontento mitrista, Avellaneda llegó a la Presidencia y Alsina asumió el Ministerio de Guerra y Marina.
En los tres años de trabajo ministerial, Alsina redobló su apuesta para ampliar las fronteras y obligar a los pueblos originarios a desplazarse y, además, incorporó el telégrafo a las comunicaciones militares. Al solicitar al Congreso los fondos necesarios para el tendido de 771 km de línea hacia las comandancias de frontera decía Avellaneda “Son incalculables en la práctica los inconvenientes y perjuicios que origina la falta del telégrafo" y Alsina explicaba que "el telégrafo sirve tanto en la paz como en la guerra, para que el gobierno este al habla con el Ejército, y el Ejército al habla con el Gobierno”. Sin más dudas, Alsina dispuso que se creara la “Escuela Telegráfica” en el Colegio Militar.
A finales de 1875, los pueblos originarios del “desierto”, principalmente mapuches, se organizaron y reaccionaron contra el avance de la frontera sur. Alsina dirigió la defensa del país (aunque se concentró, sobre todo, en la frontera de la provincia de Buenos Aires). Al año siguiente inició la construcción de la llamada “Zanja de Alsina”, como una posición defensiva, por la que fue duramente criticado.


La “Zanja de Alsina”


La “Zanja de Alsina” fue un sistema de fosas y fortificaciones construidas en el centro y sur de la Provincia de Buenos Aires como defensa de los territorios bajo el control del gobierno federal en la avanzada sobre territorio aborigen.
Nadie aseguraba que el proyecto de Alsina sería militarmente exitoso, pero cumpliría una función defensiva evitando los arreos de ganado y, de esa forma, lograba que el ataque de los mapuches resultara infructuoso, ya que podían ingresar pero el ganado no superaría la zanja.
Su estrategia marcó la primera fase de la ampliación hacia el sur de las fronteras efectivamente ocupadas por el Estado argentino.
Los trabajos se iniciaron en 1876 y finalizaron un año más tarde con 374 km de zanja construida entre Italó -en el sur de Córdoba- y Nueva Roma, al norte de Bahía Blanca. La ejecución de la obra estuvo a cargo del Coronel Conrado Villegas con los soldados de la División Norte. La dirección de las obras fue confiada al Ingeniero Alfredo Ebelot. Entre Guaminí y Trenque Lauquen trabajaron dos regimientos de guardias nacionales y una cuadrilla de 60 a 80 peones; hacia el norte, hasta Italó, se contrató a una empresa privada que empleaba 300 personas.
La zanja tenía 2 metros de profundidad y 3 de anchura y un parapeto de 1 metro de alto por 4,50 m de ancho.
Se levantaron ciento nueve fortines sobre la nueva línea de la frontera, la cual  estaba a cargo de seis comandancias con sus fuertes respectivos: Bahía Blanca, Puan, Carhué, Guaminí, Trenque Lauquen e Italó (Córdoba).
           

La compleja relación de Alsina con Azul


El doctor Adolfo Alsina estuvo en Azul en reiteradas oportunidades, ejerciendo diferentes cargos gubernamentales.
Las primeras visitas que realizó fueron como Gobernador de Buenos Aires (1866 – 1868). Más allá de que optó por una política de defensa pasiva de las fronteras, su intención era sacar de la vecindad azuleña las tribus que aquí convivían desde la fundación de Villa Fidelidad (1856) por parte del general Manuel Escalada y, por sobre todo quería expulsar las tolderías entre Azul y Tapalqué, las que hacían improductivas las Suertes repartidas en la zona. Sin embargo, esta posición dividía a la sociedad azuleña, pues buena parte de ella vivía del comercio con los pueblos originarios.
Como Vicepresidente de la República anduvo por estos pagos varias veces casi de incógnito, despertando igualmente el encono de sus opositores. Aunque había en nuestro pueblo un sector identificado profundamente con él, el resto de los azuleños miraba con recelo al político que poseía un fuerte perfil populista, perfil el cual provocaba el resquemor de muchos.
En el complejo proceso de integración que marcó a la Nación y en particular a Azul, alcanza con señalar que desde un sector, en este caso los “mitristas”, que habían hecho del Cacique Cipriano Catriel un mártir, pasaron a defender a sus hermanos -que lo habían ajusticiado a lanzazos- por el simple y absurdo objetivo de oponerse políticamente a Alsina. En Azul las aguas estaban divididas… y así siguieron…
Varios escritos de la época concuerdan en que Azul respondía a la presencia de Alsina con cierta antipatía (nuestro pueblo fue originariamente “rosista” y luego “mitrista”), empero a pesar de la dicotomía planteada, Alsina prosiguió con su plan y acabó beneficiando a nuestra comunidad con dos avances “tecnológicos” que marcaron un punto de inflexión en nuestros pagos. De la mano del Ministerio de Guerra y Marina -que él conducía- llegaron el Telégrafo y el Ferrocarril.
El servicio telegráfico a Azul había sido posible por un acuerdo firmado, el 10 de octubre de 1875 entre el Ministro Alsina y el representante de la empresa ferroviaria, Guillermo Moore. Tras la victoria del teniente coronel Lorenzo Vintter sobre un sector aborigen, dos días después, el Ministro de Guerra y Marina, decidía que era hora de echar mano a la tecnología y el 1º de enero de 1876, desde Azul hizo saber al Presidente Nicolás Avellaneda, la necesidad urgente de contar con líneas telegráficas.
El 1 de febrero fue designado el Mayor Santiago Buratovich para realizar, dirigir y operar los trabajos de línea. Mientras procedía al tendido del hilo telegráfico, Buratovich y su tropa debieron enfrentarse en diversas oportunidades con los nativos que los hostigaban para detener la construcción. Los originarios, en principio no dejaban de derribar los postes y de cortar los hilos; pero como la interrupción misma de la corriente señalaba inmediatamente el punto y el momento preciso de su corte, el sistema era siempre reparado y “los milicos” terminaban sabiendo por dónde andaban los aborígenes terminando en sucesivas represiones.
El día 11 de abril de 1876 el Ministro de Guerra y Marina, Dr. Adolfo Alsina, se hizo presente en Azul para habilitar la Oficina Telegráfica. La línea de telégrafo arrancaba desde el Ministerio de Guerra, hasta la Plaza Constitución del F.C.S. y desde allí hasta la Estación de Azul, recorriendo en total 317 kilómetros  y 875 metros.
Al mismo tiempo, se inició la etapa previa en el proceso de construcción de los ramales ferroviarios entre el Ministerio de Guerra - Estación Constitución y Estación Azul- Comandancia de frontera.
El arribo del tren se dio el 9 de julio del mismo año. La comunidad se “revolucionó” considerablemente. Durante los meses previos se dieron muchos debates sobre el lugar exacto donde debía instalarse la Estación, llegando muchos a pretender que estuviese en la Plaza Mayor (hoy Plaza San Martín). Por otra parte, el Municipio ordenó el arreglo de las calles IX y X (San Martín e Yrigoyen), e incitó a los vecinos a blanquear los frentes de sus viviendas.
Aquél día todos los azuleños se agolparon para ver el arribo del tren en una fría mañana invernal que terminó con un almuerzo a la criolla. Azul no volvió a ser la misma…


El abrupto final



En una de sus recorridas por los fortines, cerca de Carhué, Alsina contrajo una intoxicación que afectó a sus riñones. El 29 de diciembre de 1877, con apenas 48 años, el Ministro de Guerra y Marina falleció en Carhué, pueblo que en ese momento ya se llamaba Adolfo Alsina en su honor.


                  Adolfo Alsina


1 comentario:

  1. MUY INTERESANTE ,ME REFRESCO LA MEMORIA EN CUANTO A ALSINA EN AZUL, NO RECORDABA , GRACIAS

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